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Estanislao Zuleta: el pensamiento más alto de la vida
Uno de los síntomas más visibles de la decadencia cultural en Colombia, es que uno
de sus pensadores más relevantes, Estanislao Zuleta, aún es sumamente desconocido
por la mayoría de las personas en el país. A pesar de que en algunos pocos sectores
cultos de la sociedad se conoce la obra de Estanislao Zuleta, su lecciones, su legado,
aún no ha llegado a inquietar y a transformar las formas retrogradas, dogmáticas y
burocráticas que siguen prevaleciendo en las distintos escenarios de creación del
conocimiento. Quizá la impronta trascendental de las enseñanzas de Estanislao
Zuleta requerirá un tiempo más prolongado, dada las fuerzas imperantes de los
modelos que siguen implantando la ignorancia y la tiranía. Pero lo que ya hemos
comprobado, sin lugar a dudas, es que todo aquel que se acerca con interés y
laboriosidad a su obra, ese alguien, ya estará impregnado y sin reversa en la
cimentación del pensamiento crítico.
La lucha ejemplar de Estanislao Zuleta: haber logrado que toda su existencia fuese
el pensamiento más alto de la vida.
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Thomas Mann, se convirtió en uno de los más grandes pensadores y maestros que
ha tenido Colombia.
El amor más grande que tuvo Estanislao fue el de su madre, como ya es bastante
conocido, su padre murió en el accidente del 23 de junio de 1935, en el aeródromo
de Medellín, donde se chocaron dos aviones, aquel accidente donde morirían
también Carlos Gardel y otras personalidades de Medellín. Su madre, se convertiría
en su principal cómplice y lo apoyó siempre en todas su decisiones, así fueran tan
controvertidas y contrarias a las convencionales costumbres burguesas, por ejemplo,
la de abandonar el colegio para dedicarse a leer.
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Nos cuenta Vallejo Morillo, que fue Fernando González, quien le mostró a Estanislao
Zuleta el mundo de los libros: “Por lo general, González era el de la sugerencia de
autores y libros. Su influencia sobre Estanislao, sin embargo, no era tanto, por las
ideas de los textos como por su presencia misma, por la manera de ser de ese
individuo delgado, burlón, con la cara triangulada como de genio. […] Le enseñó al
joven Estanislao a leer a Schopenhauer, a Dostoievski y a Nietzsche, en su propia
biblioteca o caminando por ahí, por los senderos de Otraparte.” Pero fue un libro en
especial, el que marcó definitivamente su vida, La montaña mágica de Thomas
Mann. Un poeta amigo de su madre se lo regaló diciéndole que tomara esa obra en
serio, y Estanislao así lo hizo y ¡de qué manera!
Volvamos a la tensión con el estudio escolar, Vallejo Morillo nos relata: “Estanislao
Zuleta terminó su instrucción primaria por pura inercia, por físico cansancio, con
total falta de ganas. No le gustaba para lo que hacía, se le alborotaba el asma, se
agitaba. […] Terminó la primaria ya viejo para el promedio de edad: once-doce años.
[…] A los trece ingresó por fin al bachillerato en el liceo de la Universidad
Bolivariana. […] Finalizando el año, el rector Henao citó a Margarita para que
acudiese a su oficina. Le encareció llevarse a ese muchacho para otra parte, que por
favor se lo lleve porque no dejaba trabajar a sus profesores, que parecía saber más
que San Agustín, que agradeciera que no lo expulsaba en consideración a esto y a lo
otro. Pasó al liceo de la Universidad de Antioquia. Otros dos años la misma
perdedera de tiempo. En 1951, a la edad de dieciséis años decidió ponerle fin a tanto
dogmatismo y tanta aprenderá de cosas sin oficio. Le comunico su decisión a su
madre; Margarita consultó con Fernando Isaza. Hubo revuelo grande. Tan grande
que parecía que iba a romper para siempre los vínculos con la parentela. Fernando
Isaza, un poco más sereno, reunió en su casa a toda la familia y les dijo: Estanislao
no necesita seguir en el colegio porque el colegio le quita tiempo para sus estudios,
además yo lo apoyo y me hago responsable. […] Ahora podría disfrutar de los aires
frescos de Fernando González, de las gracias de León de Greiff, de las angustias que
vivía con sus amigos; ahora tendría que ser consecuente consigo mismo y propender
a su altísima existencia viviendo, como sus maestro, a la enemiga”.
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después de igual manera, emprendieron el estudio de la obra de Nietzsche y la de
Freud: el psicoanálisis.
La vida en los cafés y en las tertulias fue el escenario predilecto de Estanislao. Vallejo
Morillo nos cuenta: “Estanislao fue desde muy joven hasta el día de su muerte un
hombre de café; en ellos se sentía cómodo, eran su ágora natural; en ellos conversaba
a sus anchas, con los grupos afines, con los variados filios que congregaba, con los
emboladores y las coperas, con un León de Greiff o con cualquier vecino de mesa
amurallado entre botellas de cerveza y cerros de libros.
Este intelectual sin título alguno comenzaría hacer llamado por la academia, llamado
por las más prestigiosas universidades del país. Vallejo Morillo nos muestra varios
testimonios de los que presenciaron, el fenómeno Zuleta en la universidad: “Él llegó
y a los pocos días ya era el hombre de la universidad, copando la atención de
estudiantes y profesores. Zuleta invitó a una crítica de la universidad, no sólo de la
Santiago, de toda la universidad colombiana; invitó a concentrarse en textos
universales que encarnaban realmente la cultura de occidente, incluyendo a los
clásicos. Inició sus conferencias con Platón, con Aristóteles, con los socráticos y en
general con los dramaturgos griegos, Sófocles, Esquilo. Todo esto era totalmente
nuevo en la universidad y en la ciudad. Una conferencia de Estanislao se llenaba de
tal manera que era muy difícil encontrar un puesto, se debía escuchar desde los
corredores. Luego vinieron Freud y Marx, Tolstoi y Dostoievski. Las charlas de ese
hombre se convirtieron en la cátedra universal. […] Empezaron a circular los griegos,
Freud, Marx, Kant, Hegel, Nietzsche, Spinoza, Heidegger, Sartre, Schopenhauer, los
existencialistas europeos, Lacan y los grandes de la novela decimonónica del viejo
continente. Todos los prevenidos antes las presuntas dificultades de esos textos
quedaron sorprendidos ante la facilidad con que Zuleta los presentaba”.
“Hablaba de todo; un día hablaba de Nietzsche, otro de Marx, otro de Freud, luego
de Dostoievski. Eso se fue llenando de estudiantes. La gran capacidad de Zuleta, su
personalidad y su cultura contrastaba con la mediocridad de los profesores que
nadaban repitiendo cositas de libros. Sus clases eran impresionantes; no solamente
se llenaba con los estudiantes matriculados en Economía, gente de toda la
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universidad asistía a punto de que muchas de esas clases debieron ser trasladadas al
teatro de la universidad”.
Estanislao, probó con su experiencia, que la relación con el conocimiento estaba más
allá de las aulas represivas, dogmáticas y burocráticas del fracasado sistema
educativo del país. Un hombre que sin título alguno, ascendió a las cumbres más
altas del conocimiento, como nunca nadie lo había hecho así por estas tierras.
Estanislao Zuleta, como un guerrero infatigable del conocimiento se dio cuenta que
estaba solo. Los militantes de izquierda no dejaron de ser los dogmáticos
evangelizadores de una nueva verdad. Los académicos no dejaron la esterilidad y
vanidad de sus burocracias universitarias. Los políticos que consultaban a Estanislao
sobre Derechos Humanos y democracia, luego seguían con sus políticas de exclusión
tiranías e ignorancia, Colombia se hundía en el precipicio de la muerte. Y Estanislao
en la más profunda soledad. Sus desengaños estaban profundamente enmarcados,
en la dramática y constante comprobación de que sus compatriotas, no sólo no
escogían el pensamiento como forma de acción, sino que lo tomaban, como otra
forma de vanidad y siempre para no cambiar nada. La vida pequeño burguesa,
pretendió esclavizar a Estanislao dándole títulos honoríficos tan solo, para que se
volviera un profesor de horarios y burocracias. También como académico, fue
contratado por el gobierno para discernir sobre política, para luego no tener en
cuenta nada de lo que Estanislao proponía. Pero él, no creyó en esas trampas de
estabilidad institucional y laboral, y se quedó en su soledad, sus libros y su licor.
Estanislao tiene toda la razón al decir que lo más importante en su vida fue el
pensamiento, porque tal cual fue su existencia, la elaboración más alta del
pensamiento. Yo creo, sin lugar a dudas, que el maestro más grande que ha tenido
Colombia ha sido él. Él lograba comprender las ideas más complejas del arte, la
filosofía y la ciencia, y tenía la capacidad, y la voluntad de enseñar luego, de la
manera más sencilla y clara – y no por ello restando profundidad en el análisis –
todo este conocimiento, a todas las personas habidas de saber.
Bueno…. además falta una aclaración fundamental. Nos dice Zuleta: “Pero si el
pensamiento fuera solamente duelo, soledad, y angustia, seguramente no existiría.
Es necesariamente también sentimiento de liberación, de nuevo nacimiento,
autoafirmación”.
En primer lugar, señala una tendencia nefasta, que en muchas ocasiones permanece
inconsciente, de seguir relacionándonos con el mundo, de la misma manera
dogmática, las representaciones religiosas que siempre se han querido imponer. Y
así, de esta manera, algunas elaboraciones de la ciencia y la filosofía se utilizan como
dogmas, un ejemplo, convertir la asombrosa y colosal obra de Marx, en un dogma,
en un evangelio. “En lugar de desear una filosofía llena de incógnitas y preguntas
abiertas, queremos poseer una doctrina global, capaz de dar cuenta de todo, revelada
por espíritus que nunca han existido o por caudillos que desgraciadamente sí han
existido”.
En segundo lugar, señala aquella tendencia petulante y narcisista de ser incapaz de
tener en cuenta el pensamiento del otro, y peor aún, de disfrazar la tendencia
autoritaria de quererse imponer. “En lugar de discutir un razonamiento se le reduce
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a un juicio de pertenencia al otro –y el otro es, en este sistema, sinónimo de
enemigo–, o se procede a un juicio de intenciones. Y este sistema se desarrolla
peligrosamente hasta el punto en que ya no solamente rechaza toda oposición, sino
también toda diferencia: el que no está conmigo, está contra mí, y el que no está
completamente conmigo, no está conmigo”.
A Estanislao, lo describe mejor esta idea que alguna vez fue escrita para caracterizar
a Nietzsche. Creo que se le puede aplicar perfectamente a Estanislao.
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La vida en una caja
Para ser exactos, no es solo una caja, son diez cajas donde reposan los archivos
personales de Estanislao Zuleta en el cuarto piso de la biblioteca de la Universidad
de Antioquia.
¡Y qué tal que no fuera funcionario público! Si hubiese ido un ser humano normal,
«pata en el suelo» como dicen en Venezuela, es decir, sin carnet de la Contraloría
General de Antioquia, no hubiera podido pasar de la portería de la universidad. De
nada sirve ser historiador egresado de la Universidad Nacional. El archivo está
abierto hasta las ocho y cuarenta y cinco de la noche, pero a los visitantes solo les
está permitido el ingreso a la universidad antes de las cinco o seis de la tarde. O sea,
que dicho de otro modo, un Estanislao Zuleta cualquiera que nunca terminó el
bachillerato, en estos tiempos, jamás podría entrar al Alma Máter de la ciudad, a
estudiar e investigar sobre la vida de alguno de los eméritos intelectuales
antioqueños. ¿A dónde fueron a parar tus papeles Estanislao?
Yo, entre pues con mi carnet de funcionario público y aprendí como tramitar
permisos posteriores.
Confesión: ya va, en menos de un mes, dos veces que utilizo las influencias de mi
cargo para acceder más fácil a los archivos personales de mis escritores favoritos,
hace una semana Tomás Carrasquilla, ayer Estanislao Zuleta. ¿Cuándo un «pata en
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el suelo» podrá acceder al conocimiento, al buen conocimiento, sin tener que pagar
una matrícula en el cada vez más privatizado sistema de educación de nuestro país?
Volvamos a la caja.
Luego encontré los convenios con las instituciones académicas del país que por fin
en algún momento se dieron cuenta que: “El profesor Estanislao Zuleta representa
uno de los más importantes valores culturales e intelectuales del país”.
Después pude ver algunas de sus cartas, sus manuscritos, lamenté no haber
aprendido a leer y a escribir en letra pegada, porque casi no logré leer. Qué
vergüenza. Qué dirían mis profesores de paleografía y diplomática en la universidad.
¡Qué historiadores los de estos tiempos que no logran descifrar siquiera un
manuscrito del siglo XX escrito en lapicero con letra pegada, qué haría este sujeto en
un archivo colonial!
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Pero además Estanislao era muy desordenado para escribir, se nota que unas veces
trataba de escribir despacio y le quedaba una bella letra pequeña bien puesta en su
sitio, pero la mayoría de las veces, se ve que iba agarrando impulso y velocidad, y las
letras se iban espaciando hasta casi convertirse en garabatos, las letras de Estanislao
parecen que se fueran volando del papel. Descifré pues algunas cosas, pero me cansé.
¡Ah que biógrafos! a este ritmo. Pensé que menos mal finalmente no iba a hacer la
biografía porque si no tendría que pagar a un asistente que me descifrara esta letra.
El tiempo se iba acabando. Iban a cerrar. En la caja solo quedaban unas entrevistas
y algunos libros editados ya conocidos, unos artículos de mi viejo maestro Antonio
Restrepo sobre Estanislao y las primeras clases de Estanislao Zuleta sobre Platón y
Aristóteles.
Una extraña tristeza se apoderó de mí. Tantos periplos de una vida palpitante en
Colombia para un infarto del miocardio y terminar en una caja.
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La embriaguez en Estanislao Zuleta y en Juan Rulfo
No se trata de hacer aquí un elogio al alcoholismo para hacerle contra peso a las
condenas puritanas que siempre vienen con un buen grado de hipocresía. Beber en
demasía, sabemos, siempre causará problemas con los seres cercanos, con el dinero,
con el trabajo, con la salud; eso ni siquiera tiene discusión, pero esa no es la cuestión,
cada cual debe encontrar su punto de equilibrio. La sociedad cristiana burguesa
condena algunas adicciones pero aprueba otras, y no menos peligrosas, por ejemplo,
la adicción a consumir compulsivamente “siempre y cuando se guarde la compostura
y se respeten las reglas del mercado”.
Tanto Estanislao Zuleta como Juan Rulfo admitieron que la embriaguez hizo parte
de sus vidas. Y lo hacían sin dramatismos. No se entiende por qué algunos quieren
ocultar esta parte de sus vidas. Ellos en todo eran dionisiacos.
“Pienso que en lugar de ponerme a escribir [Pedro Páramo] debí haber ido a
emborracharme, cosa que hice cuando terminé la novela; pero viendo los resultados,
sigo pensando que mejor hubiera sido agarrar una papalina y dejar en paz a Pedro
Páramo. No sé, tal vez fue hasta cierto punto una especie de embriaguez la que sentí
mientras contaba ese largo cuento de Comala”. Juan Rulfo.
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(inspiradora) o sin ella; todo es secundario y derivado, es decir, relativo al papel que
pueda haber desempeñado en el proceso de pensamiento”. Estanislao Zuleta
Ocultarle a estos dos titanes del pensamiento su gusto por la embriaguez, creo que
es un favor innecesario y puritano.
Cuántos abstemios hay por el mundo moralizando sin crear nada, o peor aún,
acumulando riquezas, prolongando explotación y violencias de todo tipo… eso sí, en
mucha sobriedad.
Cinco años después de haber escrito este artículo, Morella Zuleta, hija de Estanislao
Zuleta, tuvo la generosidad de compartirme un breve y desconocido texto de
Estanilao, que él había titulado «Alcohol». Lo comparto, es breve, pero,
inmensamente bello. Ahora este artículo tiene un mejor final:
“ALCOHOL
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y de calar el fondo de la vida, acaso así, la sensibilidad exacerbada, podrá integrar la
sensibilidad del ser hasta la misma muerte desatada”.
Estanislao Zuleta
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Pensar a Colombia: Marx, Nietzsche y Freud, los lentes que se puso
Zuleta
Si somos consecuentes con una de las principales enseñanzas que nos dejó Zuleta:
aquella idea de no convertir ningún pensamiento en otro absoluto, en una verdad
religiosa, en algo intocable e inmutable; no evocaremos su obra como un dogma
establecido. Y aquellos tres pensadores, y la lectura que hizo Zuleta de ellos para
entender el mundo, Marx, Nietzsche y Freud, tampoco serán pensados como los
portadores de una nueva verdad. Es ya bastante conocido que muchos pensadores y
algunas escuelas han tratado de cruzar las obras de los “filósofos de la sospecha”
como los llamó Paul Ricoeur; en mi opinión, en Colombia, quien logró la proeza de
juntar estas tres obras, de cruzarlas con un espíritu crítico y sin idolatrías, fue
Estanislao Zuleta. Él utilizó el pensamiento, no por un simple ejercicio intelectual
narcisista, sino para plantear preguntas al mundo moderno, y entre tantas
incógnitas, hoy elegiremos una cuestión que lo ocupó a él, que nos ha ocupado a
muchos, una cuestión que a veces nos atormenta bastante: ¿cómo entender a
Colombia?
Marx, Nietzsche y Freud, no fueron los únicos pensadores que Zuleta tomó, pero,
creo que todos estamos de acuerdo, que ellos tres fueron una base fundacional de su
propio pensamiento.
En el año 1984, Delfín Ignacio Grueso, le hizo una entrevista a Estanislao Zuleta, y
él allí aclaró lo siguiente:
Este es el primer lente que se puso Zuleta para pensar la vida humana, como él lo
advierte ahí, nunca abandonó esa premisa para entender lo humano.
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También sabemos que muy pronto, en su juventud, Zuleta ya había incorporado en
sus pasiones no sólo a Freud, sino a Nietzsche y a Marx y a muchos otros: “En
realidad mis preocupaciones en el orden cultural comenzaron de una forma
completamente independiente de mis relaciones con la escuela, a través de las
lecturas. Y lo que comenzó por ser independiente terminó por ser incompatible en
muy breve tiempo: Esas lecturas tienen inicialmente dos nombres: Dostoievski y
Thomas Mann. Luego vinieron Sigmund Freud y Carlos Marx. Sartre, Nietzsche,
Kierkegard, Merlau-Ponty y Camus vendrían a ampliar el listado”.
En este punto, creo que podemos proponer unas bases de la interpretación de Zuleta,
no sólo para pensar a Colombia, sino a la humanidad actual: en el mundo del
capitalismo, el ser humano, aquel extraño animal simbólico, se ve reducido a una
operación mecánica de producción, una arandela más en un modo de producción, el
ser humano, queda reducido a una operación, y lo peor, aquella nueva reducción de
sus existencia, le termina “gustando”; se acomoda, no hay nada más qué pensar,
“trabajo en un horario tal, soy funcional, descanso y trabajo, cobro un sueldo,
funciono”… no hay nada más que pensar. Bueno, el que se quedó sin trabajo,
peor….pero, no nos adelantemos a los problemas.
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Atrevámonos a decir pues: Colombia es un pueblo que está oprimido porque no sabe
que está oprimido.
Esta idea es muy importante porque nos explica, que nuestros males no son el
“castigo de una calamidad infinita”, ni mucho menos, que nuestra identidad sea sólo
ser un pueblo de reaccionarios, godos, la derecha de América latina. Quizá, en ese
tránsito de sociedad rural, que por exclusión social y por la violencia, donde nos
convertimos en una sociedad de sólo cuatro ciudades masificadas, allí en ese
desarraigo, en ese complejo proceso urbano y negación del campo, están las claves
para comprender por qué Colombia se ha negado a una revolución social. Un
ejemplo, en el plebiscito sobre los acuerdos de paz de Colombia del 2016, muchos de
los que votaron NO, fueron personas de la ciudad que nunca vivieron directamente
la guerra que ha padecido el campo durante décadas. El Sí predominó en las regiones
periféricas, en las zonas más alejadas; en los centros urbanos, la zona andina, ganó
el NO. Creo que el arribismo, producto de cierta comodidad alcanzada en la ciudad,
es un fenómeno que aún no se ha estudiado suficientemente. Acá no importa la paz
del campo, acá importa la prosperidad y la seguridad de la ciudad; ya sea por el
trabajo, ya sea por la mafia, en la ciudad existe otra Colombia.
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Como estamos hablando de Estanislao Zuleta, acá no hay recetas, sino preguntas.
Pero, aun así, los ideales estaban también definidos. En una conversación con
Umberto Valverde en 1980, Estanislao dijo: “Marx prometía el acceso a una
comunidad, bajo la forma de una empresa común, que le daba un sentido a la vida,
no en otra vida después de la revolución, sino en una vida digna de vivir. Eso fue
Marx para mí y eso sigue siendo”. Estanislao criticó todo tipo de dogmatismo y
mucho más en la política. Pero, permaneció convencido de que fuera lo que fuera, el
cambio sólo vendría en un sueño colectivo, en una comunidad, el individualismo era
y sigue siendo la muerte, la soledad. Colombia tiene que buscar sus caminos en
sueños colectivos, la burguesía y los terratenientes de Colombia nos siguen llevando
por abismos. ¿Cuándo la unidad del pueblo? ¿Cuándo la unidad del pueblo en la
ciudad? Por eso, me parece muy afortunado, el título de este encuentro: “Hacia una
democracia de la vida cotidiana”, es decir, de nuestra vida en la ciudad, como
individuos aislados, en una competencia por el triunfo burgués individual, no. La
democracia de nuestras vidas en la ciudad, como pueblos, es decir, como seres con
vínculos con los demás. ¿Democracia? ¿Cómo individuos solos? Ahí está reducida la
democracia, en el juego electoral que seguramente elegirá y prolongará el poder de
los mismos terratenientes y grandes burgueses.
¿Y qué pasó con Nietzsche? El otro lente que se puso Zuleta. Indudablemente,
Estanislao, atacó todas las tergiversaciones que se hicieron de la obra de Nietzsche,
la más grotesca, asociar su pensamiento al nazismo. O reducirlo a una exaltación del
irracionalismo. Algo que Estanislao, también, criticó. Nietzsche fue un liberador,
cómo el hombre es capaz de vivir “después de recibir la noticia de la muerte de Dios,
o de concebir la vida como lucha”. Como bien lo expresó, Giorgio Colli, en un
aforismo que tituló: “Falsa victoria sobre la moral”: “Ahora que todos los tabúes han
sido superados, ridiculizados, sólo queda eliminar la hipocresía. Pero la hipocresía
es el último baluarte donde la fuerza de la moral, rastreada por todas partes, ha
encontrado refugio”.
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No debe asombrar a nadie, la constatación de que en Colombia prevalece, en la vida
cotidiana, en nuestras ciudades, en nuestra sociedad, predomina el individualismo
burgués, la exclusión social y la moral religiosa. Decía Zuleta: “La mayor fuerza de la
burguesía es la dispersión de las masas”. […] y en una conversación con Aida Calero
en 1985 agregaba: “No nos engañemos en cuanto a Colombia. En nuestro país hay
libertad de todo; todo el mundo puede opinar lo que quiera, por ejemplo, pero
preguntémonos: ¿qué puede opinar una población que no puede entender el proceso
que vive la nación? Porque para opinar se necesita un mínimo de formación. Una
nueva organización democrática no puede ser, por lo tanto, solamente política, un
partido para votar. Claro que se vota, y dos o diez candidatos exponen sus programas,
pero lo hacen a una población que es ignorante. Así como hay una democracia
sindical, tiene que haber una democracia generalizada, o sea que la gente tenga la
posibilidad de defender sus derechos. Nadie puede hacerse una ilusión de que
realmente en nuestro país existe un equilibrio en términos de poder. Lo que quiero
decir es que sabemos que el derecho existe para cualquiera; así lo dice la Constitución
pero la Constitución es un libro y la sociedad no. Pero no sucede lo mismo con las
posibilidades. Y mientras éstas no sean efectivas no podemos hablar de una sociedad
democrática en Colombia”.
No quiero dejar una sensación apocalíptica, ni de desolación total. Creo que esta es
una buena oportunidad, para que los movimientos sociales, los partidos políticos
progresistas, la izquierda en toda sus versiones, las corporaciones culturales, los
colectivos académicos, todas las formas colectivas de construcción, echen un nuevo
vistazo a la obra de Zuleta, no para hacer un nuevo evangelio y hacer un nuevo santo,
sino para tomar sus aguijones, sus ideas y repensarnos como sociedad. No sólo él,
claro está. Pero, yo estoy absolutamente convencido, que una nueva lectura de Zuleta
para entender a Colombia, ayudaría mucho en estos momentos. En Zuleta no hay
lugar a los derrotismos o a los optimismos delirantes, es siempre el camino a la
realización del pensamiento y no para quedarnos en la contemplación sino, para
pasar a la acción. Reitero, no a la acción individual, sino a la acción colectiva.
Recuerden la bella conferencia del año 1982, “Idealización en la vida personal y
colectiva”, quiero recordar con un párrafo de lo que Zuleta dijo en esa ocasión:
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No seamos pretensiosos. No se trata de explicar TODA la interpretación marxista,
freudiana o nietzscheana que hizo Zuleta de la sociedad. No se trata de llenar
cuartillas con citas de cada uno de los posibles análisis, crear un “manual Estanislao
Zuleta, un recetario”, nada de eso serviría; quizá sí, se puedan llenar anaqueles con
trabajos eruditos, tesis y más tesis para dormir el sueño de los justos. Muchos doctos
de ayer y hoy se pavonean con su erudición, disfrazados con sombreros oscuros o
bufandas afrancesadas , van jugando su rol de intelectuales, pero aquella fastuosidad
y aquellos vestidos, parecen disfraces de niños de Divercity, al rato me pongo el
disfraz de bombero, o de cocinero o de intelectual, pero, todo se queda en
representación, en una puesta en escena, para que digan ahí va el que sabe más de
Zuleta, el que sabe más de Freud, el que sabe más de Nietzsche, el que más sabe de
todos los temas habidos y por haber…. Pero, esa erudición queda siempre de
espaldas a la sociedad, en camarillas, en nuevas cofradías. Si algo mostró Zuleta, es
que el pensamiento se utiliza es para tratar de transformar la sociedad, de poner el
pellejo, de vivir la vida hasta las últimas consecuencias. Estanislao trató de establecer
un diálogo con todos los mundos posibles, cómo llevar unas obras tan abstractas, al
entendimiento y a la conversación con los desarraigados, con el ciudadano de a pie,
con el campesino; pero no para remplazar sus trajes de pueblo, con un nuevo ropaje
de intelectuales, sino para tratar de resolver los problemas concretos de la política y
la cotidianidad. Habrá que repensar las colectividades políticas sociales, por su
puesto. Se trata de estar vivos. Se trata de develar que “estamos oprimidos, porque
no sabemos que estamos oprimidos”, si el pensamiento no es para desacomodar
nuestra existencia, para mover y conmover las certezas y los privilegios individuales,
sino es para transformar nuestra cotidianidad, sino es para hacer política de una
manera distinta a como se ha hecho hasta ahora, sino logramos construir
colectividades que vuelvan a tomar el desafío de repensar a Colombia, ese
pensamiento poco servirá. ¿Qué pasa en nuestras ciudades? Somos los hijos, las
hijas, los nietos desarraigados de unos abuelos que por violencias y exclusión
salieron del campo a la ciudad, y sí, quizá estamos más cómodos, algunos han
alcanzado una comodidad burguesa, cierta estabilidad; pero estamos rodeados de
nuevas olas de desplazamientos, de trabajo informal, de desempleo, de mafias, de
exclusiones, sigue una oligarquía financiera y terrateniente prolongando su poder,
sus estructuras clientelistas y electoreras siguen intactas; ahora, no es que yo haya
perdido el enfoque del foro, y ahora esté pasando al panfleto político, y vaya a
anunciar por quién hay que salir a votar; aunque no se puede negar el entusiasmo
actual por aquello de que “estamos listas”, (publicidad política no pagada); pero,
debemos abrir como éste, ese y muchos nuevos horizontes políticos más. ¿Cómo
construir nuevas colectividades con capacidad de transformar nuestra ciudad,
nuestros entornos urbanos? ¿Cómo reestablecer unos nuevos lazos con el mundo
rural? ¿Cuándo vamos hacer un diálogo campo-ciudad? Sabemos que la sociedad,
por ejemplo, antioqueña aún se prolonga en oligarquías financieras y conservadoras,
ideologías guerreristas. El asunto decisivo es que si nos hemos encontrado para
recordar a Estanislao Zuleta, si volvemos a sus libros a sus conferencias, es para
retomar las preguntas, hacer otras nuevas y continuar con el “el elogio de la
dificultad” pero, no como texto aprendido de memoria para recitar, sino como
acicate para nuevas acciones liberadoras. No nos podemos ponernos a llorar, a
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rasgarnos las vestiduras porque los ecuatorianos nos llevan ventaja en verraquera.
Tenemos que descifrar el enigma colombiano, tenemos que reinventarnos.
No, no hay recetas. Quería terminar esta intervención con una cita deslumbrante de
Zuleta, una nueva oración más eficaz que un versículo del evangelio; pero no, no lo
voy a hacer, no quiero reducir a Estanislao Zuleta a una cita más con su respectiva
nota de pie de página, para calmar la buena conciencia académica. O ya iba a
terminar con una cita de Bolívar….”El velo se ha rasgado; ya hemos visto la luz, y se
nos quiere volver a la tinieblas….” estoy que termino la cita, pero no.
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