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El odio oligárquico

Por Juan Godoy*

“Lo que yo nunca le voy a perdonar a Perón es que durante su gobierno y luego también, el
negrito que venía a pelear por su salario se atrevía a mirarnos a los ojos. ¡Ya no pedía.
Discutía!” (Robustiano Patrón Costas)

Un tiempo atrás trascendió que en una de sus reuniones habituales con referentes
sociales, el Papa Francisco manifestó: "ustedes son muy jóvenes y no lo han vivido, pero
esto que está pasando en la Argentina lo veo como una especie de revanchismo hacia
los sectores populares y los trabajadores, como fue en 1955". (Infonews. 5-3-2016) A
partir de esta idea con la que coincidimos, queremos reflexionar acerca de la violencia
de la oligarquía argentina en relación al peronismo.
Salvador Ferla en su revelador libro sobre los fusilamientos del 56, manifiesta
que la oligarquía “los días subsiguientes al 17 (de octubre de 1945) hubiese asesinado
de buena gana a cada uno de los manifestantes. Nace entonces la idea del crimen. La
aspiración al genocidio. Comienza la génesis del 9 de junio (de 1956)”. (Ferla, 2008:
23) Mucha razón tiene el escritor en su punzante frase. Es más en la desconcentración
del día que se sublevó el subsuelo de la patria, desde el edificio del diario Crítica (sobre
Av. de Mayo) que había escrito en su edición vespertina del 17 mismo que “grupos
aislados que no representan al auténtico proletariado argentino tratan de intimidar a la
población. El anunciado movimiento popular de los peronistas ha fracasado
estrepitosamente, en un ridículo de extraordinarias proporciones” (Rep. en Baschetti,
2015), se hace presente el odio con una descarga de tiros sobre la multitud que hace caer
al conocido como el Primer Mártir del peronismo, el joven de 17 años Darwin
Passaponti (dirigente nacionalista estudiantil), y a Francisco Ramos de 21 años, también
vinculado al nacionalismo. (Galasso, 2011) Es el resentimiento que pretende atrasar el
reloj de la historia.
Si el 55 y los fusilamientos del 56 son la expresión de la revancha clasista por el
17 de octubre, bien podemos considerar que las represiones posteriores, y sobre todo el
genocidio perpetrado por la última dictadura cívico-militar también es una respuesta
(esta mucho más exitosa para la oligarquía), al mismo. Pues lo que viene a destruir esta
última dictadura es la Argentina montada en los diez años del peronismo, al movimiento
nacional más importante en nuestro país que parió el siglo XX, y cambiar de raíz la
sociedad. Molestaba el modelo de país, la dignificación del trabajador, las relaciones
sociales que traía aparejado el modelo de industrialización, por eso “la redefinición de
la relación, de por sí desigual, entre capital y el trabajo tuvo tal magnitud que sólo
puede entenderse como una revancha oligárquica sin precedentes históricos en el país,
acorde al profundo resentimiento que guardaba la oligarquía nativa hacia la clase
trabajadora argentina”. (Basualdo, 2010: 117)
De todas formas, como queda claro al culminar el 17 de octubre, la oligarquía no
iba a permanecer de “brazos cruzados” viendo como los trabajadores discutían y
desarrollaban el país en el que querían vivir que era diametralmente opuesto al país para
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pocos que venía desarrollando la misma hasta ese momento. De esta forma, los diez
años que gobierna el peronismo van a estar marcados por el desenvolvimiento de una
Revolución Nacional que avanza en el otorgamiento de derechos a las mayorías
populares en forma absolutamente pacífica, pero que tiene como contrapartida el
despliegue de un conjunto de estrategias violentas por parte de la oligarquía. Es la
manifestación del pasado que quiere volver.
Con el ingreso de los trabajadores de la Patria a un nivel de vida digno, se
encuentra la pérdida de ciertos “privilegios” por parte de la oligarquía (y sus satélites
medios), que le provoca bronca, rencor u odio. Esto es graficado por la pluma de Arturo
Jauretche que escribe “es horrible hacer el sacrificio de llevar a la familia a Mar del
Plata para encontrar que la habitación de al lado la ocupa la mecanógrafa, el
peluquero, o el repartidor de leche, que en el restaurant no hay mesa porque lo
desbordan las gentes que antes no tenían acceso al él, que los camarotes del tren le son
disputados por la multitud en fiesta, que cualquiera ocupa un taxímetro y que hay que
hacer cola para comprar el pollo “allo spiedo” que antes ofrecía reverente el rotisero
sin clientes, al grave caballero de flácido bolsillo que lo tuteaba paternalmente al
protegerlo con la compra”. (Jauretche, 2004: 60)
En este esquema ciertos escritores, fieles representantes de la intelligentzia se
han manifestado acerca de diferentes aspectos del movimiento nacional. Conocido es el
libelo furiosamente anti-peronista editado con posterioridad al golpe del 55 por el
“fotógrafo de las Pampas”, como lo llama Jauretche, Ezequiel Martínez Estrada: "una
característica sobresaliente de Perón, tanto en su campaña proselitista como en su
programa doctrinario, es que recogió con minuciosidad del hurgador de los tachos de
basura, los residuos de todas las actividades nacionales, en los ordenes espiritual y
material". (Martínez Estrada, 2005: 55) Asimismo caracteriza a Eva Perón afirmando
que era “una sublimación de lo torpe, lo ruin, abyecto, infame, vengativo, ofídico (con
un) resentimiento contra el género humano, propio de la actriz de terceros papeles”.
(Ibídem: 307) En el mismo sentido se manifiesta Jorge Luis Borges: “Evita era una de
las damas del burdel, usted sabe (…) una prostituta común. Ella tenía un prostíbulo
cerca de Junín. Y eso debió amargarlo a él”. (Borges. Cit. Galasso, 2012: 222)
Milciades Peña también hizo un análisis similar, para él Eva Perón era una “actriz
fracasada, hizo de la sociedad argentina su escenario triunfal, y murió creyendo que su
comedia personal era la historia argentina. (…) Eva Duarte (que no sabía construir
correctamente una frase en castellano) escribió un libro que sirvió de texto obligatorio
para la enseñanza del lenguaje”. (Peña, S.f.: 71)
Dentro de las formas que encuentra la oligarquía para descalificar el proceso de
Revolución Nacional llevado a cabo por el peronismo, Norberto Galasso destaca lo que
en los sectores del peronismo de base se llama “evitismo” que consiste en “contraponer
esa Evita sacralizada al Perón “autoritario”, “burgués”, “militar”, “nazi”, “ladrón”
sin olvidar, por supuesto, su “condición de “taimado”, “demagogo” e “incapaz de
sentimientos”. Y más aún, si era posible, descalificarlo por su frialdad sexual hacia sus
esposas a las que ni siquiera les hizo un hijo, pero al mismo tiempo por su erotismo
desenfrenado corriendo por los jardines de la residencia a las chicas de la UES”.
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(Galasso, 2009: 8) En fin contraponer la figura de una Eva Perón revolucionaria a un
Juan Perón conservador, que al fin y al cabo era un “militar” lo que se correspondería
con una posición de defensa del “statu quo” (visión clásica de un anti-militarismo
abstracto, desconocedor de la realidad latinoamericana y del papel de las fuerzas
armadas en los países semi-coloniales), en tanto su gobierno sería una suerte de “farsa”
y su política “pura demagogia”. Una forma “sutil” de descalificar al movimiento
nacional en su contenido profundo.
Tomamos estos pequeños fragmentos, de los miles que existen como muestra del
odio oligárquico y de sus satélites del “medio pelo”. Ríos de tinta se han derramado
escribiendo contra el peronismo y el pueblo argentino, como el conocido “Libro Negro
de la Segunda Tiranía”, o “Técnica de una traición. Juan Perón y Eva Duarte agentes
del nazismo en la Argentina” de Silvano Santander, o “Ayer fue San Perón” de
Damonte Taborda, o bien Tomás Eloy Martínez con su “Novela de Perón” y “Santa
Evita”. Pero si este odio solo se hubiese manifestado en los libros, no sería tan grave
como realmente lo fue. Los sectores dominantes argentinos desplegaron su estrategia a
través de la aplicación del terror, y la represión más cruenta. Esas palabras lanzadas por
el aparato cultural sirve de “paraguas” y justificación del accionar de los terroristas. Esa
construcción proviene de los cimientos mismos de nuestra nación que opone lo
civilizado a lo bárbaro.
De esta forma, el primer suceso violento que podemos contar es el del mismo 17
de octubre que deja dos muertos que reseñamos anteriormente. No obstante, y
lamentablemente eso no es nada comparado a lo que vendrá. Veamos brevemente
algunos de los hechos, invisibilizados en su mayoría, durante los gobiernos peronistas y
en los años inmediatos después de su derrocamiento. No pretendemos desde ya, reseñar
todos los acontecimientos porque sería necesario escribir al menos un largo libro, pero
en el mismo sentido que con las frases lanzadas desde la intelligentzia damos cuenta de
algunos para ahondar en el análisis, y poner de relevancia que la violencia en nuestro
país fue ejercida por la oligarquía que como afirmaba Hernández Arregui en la década
del 60 “la oligarquía existe. Ha ensangrentado el país y está dispuesta a
ensangrentarlo nuevamente (…) con posterioridad a 1955 damas delirantes por el odio
de clase, envueltas en sus tapados de visón, ya no entonan con furor patriótico las
estrofas del himno nacional. Ahora, en melancólicos desfiles callejeros cantan a coro la
marcha fúnebre de la decadencia del patriciado: con Rojas y Aramburu / el país está
seguro”. (Hernández Arregui, 2004: 47-54)
A partir de la irrupción de la clase trabajadora el 17 de Octubre, la victoria
electoral del 24 de febrero de 1946 y el conjunto de medidas que avanzan en la ruptura
de la dependencia, el emprendimiento del desarrollo industrial, el mejoramiento
sustancial de la condición de vida de los sectores populares, y el fortalecimiento de las
entidades sindicales comienzan a darle la pauta a los sectores oligárquicos de la
imposibilidad o al menos la enorme dificultad que van a tener para retornar al poder, al
menos por las urnas. En ese escenario se lanzan a generar terror en la sociedad
Argentina, y a “golpear” al gobierno de todas las formas posibles legales e ilegales para

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fortalecer su posición política, y poder retornar al poder político de modo de reajustar su
proyecto de país semi-colonial.
De cara a las elecciones del 11 de noviembre de 1951, ante la evidencia por
parte de la oligarquía del triunfo de los candidatos peronistas, lanzan una sublevación
militar encabezada por el General Benjamín Menéndez (que incluía el asesinato de
Perón, como también se había pensado en los prolegómenos del 17 de octubre), la otra
tendencia golpista la lidera Eduardo Lonardi. “Norteamérico” Ghioldi como lo llamaba
Don Arturo, implicado en la intentona golpista cuenta que “cuando Perón decidió
entronizarse en el poder, a través de la re-elección presidencial, le advertí al Doctor
Nicolás Repetto – también del Partido Socialista- que solo podríamos derribarlo con la
ayuda del Ejército. Entonces me puse a conspirar por primera vez y tomé contacto con
algunos militares”. (Ghioldi. Cit. en Galasso, 2006: 576) El intento fracasa, el
peronismo gana en las urnas y en febrero de 1952 hay otro intento menor, detectado y
sofocado a tiempo, que también pretendía matar a Juan Perón y Eva Perón a través de
un ataque a la residencia presidencial.
La oligarquía no se rinde, y va a continuar buscando su objetivo. Así la violencia
continúa en todas sus formas. El 15 de abril de 1953 en un multitudinario acto en Plaza
de Mayo, la barbarie se hace presente nuevamente haciendo explotar bombas en medio
del acto. Una en el Hotel Mayo (sobre Hipólito Yrigoyen), y otra sobre la salida del
subte A. Son cinco muertos y casi un cien heridos el saldo. Cabe recordar que uno de
los que colocó la bomba, Roque Carranza, tiene hoy con su nombre una estación de
subte y otra de ferrocarril (también fue Ministro del gobierno de Alfonsín). El 1º de
mayo vuelven a explotar bombas en el Círculo militar y otros sitios, finalmente “se
comprobó que se trataba de un plan premeditado llevado adelante por células
terroristas integradas por miembros de la oligarquía vernácula”. (Baschetti, 2013: 18)
En el año 55, los Comandos Civiles aceleran la espiral de violencia, siguen
colocando bombas como por ejemplo en abril en la Confederación General
Universitaria (CGU), o el mismo mes en Mar del Plata sobre la CGT y el Partido
Peronista, como asimismo en los meses sucesivos en las Embajadas de Yugoslavia e
Israel, provocan al mismo tiempo serios destrozos en la ciudad, como en el Banco
Nación, la Lotería Nacional, el Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública, YPF,
etc. También cabe mencionar que ante en la desconcentración de un acto peronista en el
Congreso en junio del 55 le arrojan agua hirviente a los manifestantes. (Ibídem)
No obstante, estos eran solo pequeñas muestras de lo que sería capaz la
oligarquía con tal de desterrar al peronismo de la Patria. Así, el jueves 16 de junio
bombardea la Plaza de Mayo ante la población civil indefensa, un hecho inédito e
inusitado en la historia de nuestro país y de la humanidad: que las fuerzas armadas de
una nación que están formadas para defender a la población de un ataque externo se
dediquen a masacrar a su población1. El objetivo sembrar el terror, demostrar que están

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Participan 132 aviadores que usaron 37 máquinas, y un arsenal mayor al que los aviones alemanes
descargaron sobre Guernica. En Montevideo los recibe el luego mucho más tristemente conocido, el
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dispuestos a todo, matar a Perón y derrocar al peronismo gobernante. El saldo
aproximadamente 350 muertos. Roberto Baschetti anota que una fuente de
insospechado peronismo, Mario Amadeo por entonces Comando Civil afirma en su
libro “Ayer. Hoy. Mañana” que “sin 16 de junio muy difícilmente hubiese habido 16 de
septiembre”. (Ibídem: 31) son 800 los detenidos entre civiles y militares, Perón no
fusila a nadie (luego del golpe, son todos amnistiados y muchos “premiados” con cargos
condecoraciones). Pero “ese día también, como respuesta, los trabajadores dan
nacimiento a la Resistencia Peronista”. (Chaves, 2015)
Entre junio y el golpe de septiembre siguen implantando el terror, se dan
numerosos ataque violentos por parte de los comandos civiles a la policía, muchos son
asesinatos a “sangre fría”. El 16 de septiembre finalmente se consuma el golpe de
estado. Perón tiene superioridad de fuerza para derrotar el golpe, pero no quiere un
“baño de sangre”, prefiere “el tiempo”. Así, tres días después la Marina al mando de
Isaac Rojas bombardea la Ciudad de Mar del Plata, y amenaza con bombardear la
destilería ubicada en Dock Sud y La Plata, a lo que Perón responde elevando su
renuncia. (Baschetti, 2013)
Tres meses dura el gobierno de Lonardi, al cual le sucede el verdadero sector
que hizo el golpe de Estado la dupla liberal pro-británica Aramburu-Rojas
representantes cabales del proyecto oligárquico. Es ahí que comienza la represión más
feroz sobre el movimiento obrero peronista. Es la revancha clasista en su máxima
expresión.
Se dicta el tristemente célebre decreto 4161 (parte de los 4200 decretos dictados
en 40 días de gobierno), que prohíbe cualquier manifestación que le de visibilidad al
peronismo desde los símbolos, hasta los nombres Perón, Eva Perón, pasando por la
Tercera Posición, la Marcha Peronista, Evita Capitana, etc. Se busca desterrar al
movimiento nacional mayoritario a partir de su absoluta invisibilización conjuntamente
con la represión en todos los frentes. A la intervención de la CGT por parte de la Marina
a cargo de Alberto Patrón Laplacette, el secuestro del cadáver de Evita, hasta los
fusilamientos de junio de 1956 que comentamos al comienzo, luego del levantamiento
de Valle y Tanco que acompañar un grupo de militares retirados de la fuerza (sobre
todo), y algunos en actividad vinculados al peronismo, como asimismo trabajadores
peronistas. (Arrosagaray, 2016) Salvador Ferla sentencia acerca del crimen atroz: “se
utilizaron más balas para fusilar que para sofocar la rebelión”. (Ferla, 2007: 190)
Como pudimos observar a lo largo de estas líneas, a partir de la irrupción del
General Perón en la política argentina, y más específicamente con los acontecimientos
del 17 de octubre de 1945, en que los trabajadores toman en sus manos el destino de la
Patria y “tuercen” el curso de la historia dando nacimiento a Perón como líder de masas
y al peronismo como expresión más alta del nacionalismo popular en nuestro país, la
oligarquía comienza a hacer todo lo posible para desterrar de la faz de la tierra a este
movimiento que lleva a cabo una Revolución Nacional y avanza significativamente en

genocida Guillermo “Pajarito” Suárez Mason. Solo un civil participa del bombardeo, se trata de Miguel
Ángel Zavala Ortíz, más tarde Canciller de Illia. (Baschetti, 2013)

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la Segunda y definitiva independencia. No obstante la tarea no le será fácil, pues los
trabajadores de la Patria emprenden una de las gestas épicas más importantes del siglo
XX en nuestro continente desarrollando por todos los medios la resistencia a esa
revancha clasista oligárquica y logrando mantener viva la llama del peronismo para las
generaciones posteriores.

* Lic. en Sociología (UBA). Mg. en Metodología de la Investigación (UNLa). Artículo


publicado originalmente en Revista "Huellas de Historia". Año 2, Nº 15. Octubre de
2016

Bibliografía

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de Encuentro.
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