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ENTREGA DEL CIRIO ENCENDIDO

El tercer rito explanativo que tiene lugar en la celebració n del bautismo es


la entrega de un cirio encendido. El celebrante toma, o toca, el cirio pascual y pide a
los padrinos y madrinas que enciendan de él el cirio que ellos mismos van a dar a
sus ahijados diciéndoles una fó rmula significativa.

En los Praenotanda del Ritual de la Iniciación cristiana de adultos se afirma


respecto al cirio encendido que ilumina la vocació n del bautizado para “caminar
como conviene a los hijos de la luz” 1. Es el mismo sentido que el CCE da a este rito:
“El cirio que se enciende en el Cirio Pascual, significa que Cristo ha iluminado al
neó fito. En Cristo, los bautizados son la luz del mundo (Mt 5,14; Flp 2,15)” 2.

Fórmula ritual

Al gesto, le acompañ an las siguientes palabras: “Acercaos, padrinos y


madrinas, para que entreguéis la luz a los neó fitos. Habéis sido transformados en
luz de Cristo. Caminad siempre como hijos de la luz, a fin de que perseverando en
la fe, podá is salir con todos los santos al encuentro del Señ or”3. La fó rmula
propuesta por el RICA tiene tres partes fundamentales. La primera parte es una
invitació n dirigida a los padrinos y madrinas: han de transmitir y a los candidatos
la luz de la fe. Esta tarea se hace expresiva en este gesto de entregar a sus ahijados
un cirio encendido. La segunda parte de la fó rmula da cuenta de la transformació n
que se ha operado en los candidatos por medio del bautismo, considerado como
una iluminació n. Finalmente, el ministro exhorta a los neó fitos a caminar siempre
como hijos de la luz, en coherencia con la fe recibida; para concluir haciendo una
referencia al encuentro escatoló gico con el Señ or y los santos.

La fó rmula propuesta por el RBN es similar; aunque, de algú n modo,


acentú a má s el papel de la familia en la educació n de la fe de los hijos: “Recibid la
luz de Cristo. A vosotros, padres y padrinos, se os confía acrecentar esta luz. Que

1
RICA 33
2
CCE 1243
3
RICA 226

1
vuestros hijos, iluminados por Cristo, caminen siempre como hijos de la luz. Y
perseverando en la fe, puedan salir con todos los santos al encuentro del Señ or”4.

Origen del rito

La entrega de un cirio encendido, tan habitual en la época moderna, no


tiene ningú n testimonio explícito en la catequesis de los primeros siglos. El rito del
cirio fue introducido en la liturgia romana a través del Pontifical de los Papas en
siglo X. No obstante, desde muy pronto la liturgia bautismal debió de ser
acompañ ada espontá neamente con signos de luz. Ya en el siglo IV, se encendían
numerosas luces durante la Vigilia Pascual, que segú n san Ambrosio, los neó fitos
llevaban procesionalmente al altar.

Iluminación

El rito de la entrega de la luz tomada del cirio Pascual nos remite a la


comprensió n del bautismo como “misterio de luz”, como “iluminació n”
(phô tismó s)5. Esta designació n, muy desarrollada por la tradició n patrística,
aparece en el Catecismo de la Iglesia Cató lica: “Este bañ o es llamado iluminació n
porque quienes reciben esta enseñ anza su espíritu es iluminado. Habiendo
recibido en el Bautismo al Verbo, la luz verdadera que ilumina a todo hombre (Jn 1,
9), el bautizado tras haber sido iluminado (Heb 10, 32), se convierte en hijo de la
luz (1Ts 5, 5) y en luz él mismo (Ef 5, 8)”6.

La luz del cirio pascual es signo de Cristo Resucitado. La luz de Cristo ya


aparece prefigurada en el Antiguo Testamento en la columna de fuego que guiaba a
Israel por el desierto (Ex 13, 21). En el Nuevo Testamento será san Juan el que má s
desarrolle este simbolismo de la luz. Cristo es la “luz del mundo” (Jn 8, 12), “luz que
brilla en las tinieblas” (Jn 1, 5), “luz verdadera que ilumina a todo hombre” (Jn 1,
9), Quien sigue a Cristo “no camina en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida”
(Jn 8, 12-13).
4
RBN 131
5
Desde los orígenes, el bautismo ha sido llamado técnicamente como “iluminació n”, y el
domingo de Pascua de Resurrecció n como “Día de la luz”.
6
CCE 1216

2
San Pablo también hace referencia a la luz que el Evangelio trae (2Cor 4, 4-
6; Ef 1, 18; 2Tim 1, 10). Especial relevancia tiene el himno al que Pablo alude en Ef
5,14, donde encontramos una clara referencia al bautismo como sacramento de
iluminació n: “Despierta tú que duermes y levá ntate de entre los muertos, y te
iluminará Cristo”.

Habiendo recibido la luz de Cristo, los cristianos mismos también son luz:
“Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas pero; pero ahora sois luz en el Señ or” (Ef
5, 8); “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5,14). Los cristianos son llamados
“luminarias”7, “hijos de la luz”8, “iluminados”9. El bautismo constituye el momento
en el que el hombre pasa del reino de las tinieblas al reino de la luz 10.

La tradició n patrística desarrollará abundantemente esta simbología


desde la que se comprende el Bautismo como “ilumninació n”. Entre los primeros
testigos destacan Justino11 y Clemente de Alejandría12. El pasaje evangélico de la
curació n del ciego de nacimiento13, figura tradicional del bautismo, les permitirá
hablar de este efecto bautismal14. A los recién bautizados los llamará n
ordinariamente “recién iluminados” y les saludan como “astros
resplandecientes”15.

7
Flp 2,15: “Para que seá is irreprochables y sencillos hijos de Dios sin tacha, en medio de
una generació n perversa y depravada, en medio de la cual brillá is como estrellas (luminarias) en el
mundo”.
8
Ef 5,8: “Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas pero ahora sois luz en el Señ or: Vivid
como hijos de la luz”; 1Tes 5,5: “Pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día”; Jn 12,35-36:
Todavía por un poco de tiempo. Estará la luz entre vosotros. Caminad mientras tenéis luz, para que
no os sorprendan las tinieblas; el que camina en tinieblas no sabe a dó nde va. Mientras tenéis la luz,
creed en la luz para que seá is hijos de la luz”.
9
Heb 6,4: “Es imposible que cuantos fueron una vez ilumnados, gustaron el don celestial y
fueron hechos partícipes del Espíritu Santo”; Heb 10,32: “Traed a la memoria los primeros días en
que, después de ser ilumnados, hubisteis de soportar un duro y doloroso combate”.
10
Col 1,12-13: “Gracias al Padre, que os hizo capaces de participar en la luminosa
herencia de los santos. É l nos libró del poder de las tinieblas y nos traslado al Reino de su Hijo
querido”; 1Pe 2,9: “Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nació n santa, pueblo
adquirido, destinado a anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su
admirable luz”.
11
Justino, I Apología, 61, 12 y 13; 65, 1
12
Clemente de Alejandría, Protreptico, 94,2; Paedagogo, I,26,1 y 2; 28,1; 29,2; II, 79,3;
Stromata 5,15.
13
Jn 9
14
Gregorio Nacianceno Or. 40,34; Ambrosio de Milán, De Sacramentiis, III,11-15
15
Cirilo de Jerusalén, Protocatequesis, 15; Juan Crisó stomo, Catequesis Bautismales, III, 1-
4; IV, 3-4

3
En el bautismo, la luz divina penetra profundamente en ser del cristiano,
transformá ndolo. Así afirma Gregorio Nacianceno: “Convirtá monos en luz…
convirtá monos en luminarias del mundo, es decir, en potencia vivificadora para los
demá s. Recibamos la divinidad, recibamos la luz primera y má s pura”16.

Justino también desarrolla esta simbología del bautismo como


iluminació n: “Esta ablució n se llama iluminació n (photismó s), porque quienes
reciben esta doctrina tienen el espíritu iluminado. Y por eso, en el nombre de
Jesucristo, que fue crucificado bajo el poder de Poncio Pilato, y en el nombre del
Espíritu Santo, que predijo por medio de los profetas toda la historia de Jesú s, es
lavado aquel que es iluminado”17. En su Diálogo precisa que Jesucristo vino a traer
la luz a los prosélitos y a las naciones, en la alianza nueva, la ley nueva, la doctrina
nueva18. En oro pasaje pone la luz en relació n con los dones del Espíritu Santo19.

También Clemente de Alejandría utiliza la imagen para referirse al


bautismo. “El que acaba de ser regenerado, ése, como su nombre indica, ha sido
iluminado, e inmediatamente ha sido liberado de la oscuridad, y por ello mismo ha
recibido la luz”20. El mismo Clemente, explica el término: “Tan pronto como habéis
creído y habéis sido bautizados, una gran luz ha brillado sobre vosotros” 21. El
contexto, nos hace pensar que la luz a la que se refiere es Cristo mismo. Para
Clemente, el bautismo es la iniciació n que conduce al hombre a la perfecció n y que
permite ver de frente la luz divina: “Bautizados somos iluminados; iluminados,
somos adoptados, nos volvemos perfectos,; perfectos llegaremos a ser inmortales…
El bautismo recibe el nombre de iluminació n, por la cual nosotros contemplamos la
luz santa de la salvació n , es decir, por la que nosotros podemos ver a Dios…
Purificados por el bautismo, corremos hacia la luz eterna, como los hijos hacia su
padre…”22

16
Gregorio Nacianceno, Or., 40, 37
17
Justino, Apología I, 61,13; 61, 1)
18
Justino, Diálogo, 122,4-5. PG 6,760
19
Justino, Diálogo, 39, 2. PG 6, 560
20
Clemente de Alejandría, Paedagogo, I, 6, 28, 1-2; 27, 3. PG 8, 284; 283)
21
Clemente de Alejandría, Paedagogo, I, 6, 28, 1. PG 8, 284, 283
22
Clemente de Alejandría, Paedagogo, I, VI, 26, 32. PG 8, 281, 288

4
En la vigilia pascual, momento privilegiado desde siempre para el
bautismo, “el pueblo congregado enciende el fuego nuevo, y del fuego nuevo se
enciende el cirio pascual, que es símbolo de la resurrecció n, como creació n nueva
de todas las cosas en Cristo. (…) Por eso, ya desde antiguo se comenzó a utilizar en
el bautismo este símbolo del cirio, como símbolo de la luz y de la vida, de la
resurrecció n y de la iluminació n pascual de la que participan los recién bautizados.
Este símbolo de la luz explicita el símbolo central del agua”23.

Para Dionisio Areopagita, la operació n propia del bautismo es también


abrir los ojos a la luz: “El santo sacramento que produce en todos el nacimiento de
Dios: puesto que es el primer introductor de la luz; y el principio de toda
iluminació n divina, tenemos razó n para celebrarlo segú n su operació n propia, bajo
el nombre de iluminació n… Porque aú n cuando todas las operaciones teá ndricas
tengan e comú n transmitir a los fieles la luz divina, es ciertamente este sacramento
el primero que ha abierto los ojos, y es su luz original la que me ha permitido
contemplar la luz que difunden los otros sacramentos” 24.

“ILUMINACIÓN:
La tradició n no tardará en atribuir expresamente esta iluminació n al bautismo e
incluso a convertirla en uno de los términos técnicos para significar este
sacramento (phôtismós, phôtisma). La curació n del ciego de nacimiento (Jn 9),
figura tradicional del bautismo cristiano, les permite hablar de este efecto
bautismal. Aunque a veces se emplean expresiones menos fuertes como recibir o
revestirse de luz , en el bautismo la luz divina penetra profundamente en el ser del
cristiano transformá ndolo en el Señ or . A los recién bautizados llaman
ordinariamente ‘recién iluminados’ (neophôtistous) y les saludan como astros
resplandecientes (Cirilo de Jerusalén, Procatequesis, 15; Juan Crisó stomo,
23
BOROBIO, D. Celebrar para vivir
24
Pseodo-Dionisio Areopagita, Hier. Eccl. III, 1.

5
Catequesis bautismales, III, 1-4; IV, 3-4). La fuente de donde llega esta iluminació n
unas veces dice que es Dios mismo (luz inaccesible), otras que Cristo (brillantísimo
Iluminador: Agustín), otras que el Espíritu Santo (luz y donador de luz: Dídimo de
Alejandría).

Para el conjunto de la tradició n antigua es toda la realidad salvífica comunicada en


el bautismo (vida nueva, gracia…) la que se contempla bajo la metá fora de luz. Sin
embargo, en algunos círculos como el alejandrino, se es proclive a interpretar la
iluminació n bautismal preferentemente (si no exclusivamente) en términos
gnoseoló gicos aplicados a la fe. Paradó jicamente, la fe, que ejerce, como acabamos
de ver, una funció n activa en el bautismo, se ve afectada a su vez por la acció n del
sacramento. Cabe hablar de la fe como efecto del bautismo.

En el horizonte del NT, que só lo contempla directamente bautismos de adultos


conversos, no se baraja la hipó tesis del bautismo confiriendo la primera infusió n
de la fe (como en el caso del bautismo de niñ os), pero sí se atribuye al bautismo,
por la gracia de Dios y el don del Espíritu que comunica, el fortalecimiento de la fe,
su consagració n (sello), eficacia; se reconoce al bautismo cierta anterioridad
respecto del desarrollo de la fe (Gal 3,26-27; 1Cor 12,9-13; 2Cor 1,20-22.24; Heb
6,4; 10,19-23).

La tradició n ha expresado esta idea de mú ltiples maneras. Se llega a afirmar que en


el bautismo se otorga la fe. ‘Por el bautismo… una luz pura y celestial brilla en las
almas de quienes se han comprometido, a causa de su fe en la Trinidad’ (San
Basilio). Se podría decir que el bautismo es sacramentum fidei en sentido aná logo
como la Eucaristía es el sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo. A la pregunta
¿qué pides a la Iglesia de Dios? Unos rituales responden: ‘La fe’, y otros ‘el
bautismo’. Sacramentum fidei, fidei est. El recurso a la categoría de virtud infusa de
la fe permitió a la teología escolá stica afirmar como uno de los efectos del
bautismo, incluso en el caso de los infantes, la infusió n de la virtud de la fe.

La metá fora del sello sugiere la idea de que en el bautismo la fe queda


autentificada, atestiguada, atestada y confirmada, como un documento que

6
recibiera la firma de la Iglesia y de las tres Personas de la Trinidad. La fe sería
informe y vaga hasta que no haya sido fijada y corroborada por el bautismo. Segú n
san Efrén, el bautismo es a la fe lo que el nacimiento a la concepció n. Gracias al
bautismo, la fe recibe como un complemento: ‘Nuestra fe, que hasta ahora era un fe
desnuda, por el sello del bautismo recibe una especie de vestidura’ (Tertuliano, De
Baptismo, 13,2). ‘La fe recibe del bautismo su perfecció n’ (Basilio, De Spiritu Sancto
12)”25.

“BAUTISMO: ILUMINACIÓN: Si se entrega una vela encendida al neó fito, es, en un


sentido, para subrayar la orientació n escatoló gica del bautismo y en relació n con la
pará bola de las vírgenes (Mt 25,1-7), como lo indica la fó rmula actual. Pero este
simbolismo no es el má s hondo. Para san Pablo, el bautismo es una iluminació n:
‘Levá ntate de entre los muertos y te iluminará Cristo’ (Ef 5,14; Heb 6,4; 10,32). La
luz recibida en el bautismo es la que Cristo vino a encender en las tinieblas(Jn 1,4-
9), la luz admirable a que el Padre nos ha llamado (1Pe 2,9), la luz cantada por el
‘Exultet’ pascual.

¿Qué es, má s precisamente, esta iluminació n del bautizado? La fe. El bautizado


goza del mismo milagro que el ciego de nacimiento de que nos habla san Juan (9,1-
38): ‘Jamá s se ha oído decir que nadie haya abierto los ojos a un ciego de
nacimiento’. Ahora bien, Jesú s, después de abrir los ojos a la luz del día, opera un
prodigio má s brillante abriendo los ojos del alma a la luz de la fe: ‘Y encontrando
Jesú s al ciego, le dijo: ‘¿Crees en el Hijo de Dios?’ Y él le contestó : ‘¿Y quién es,
Señ or, para que crea en él?’ Díjole Jesú s: ‘Ya lo has visto, y es el que está hablando
contigo’ Y él dijo: ‘Creo, Señ or’, y lo adoró ’ (Jn 9,35ss).

Cierto que el candidato recibe antes de su bautismo el mensaje de la fe y que no


recibirá el sacramento si no ha demostrado primero, por su vida de catecú meno,
que ha aceptado la fe. Sin embargo, el bautismo es, con todo rigor, el sacramento de
la fe, segú n la fó rmula concreta de los teó logos. La fe no lleva el sello que la
autentica, hasta haberse recibido el sacramento. La fe se ordena al sacramento que
viene a sancionarla y consagrarla de manera corporal. Por el don de la gracia,

25
OÑ ATIBIA

7
sobre todo, el bautismo une a Aquel a quien la fe hace entrever. El bañ o bautismal
recibe su significació n por la proclamació n de la fe en las tres Personas divinas. Y
por el bautismo, la Trinidad cuya fe hemos recibido, viene a habitar, como en un
templo, en nuestras almas”26.

“LA ILUMINACIÓN: El término má s grato a los padres griegos para el bautismo es


el de iluminació n. En san Pablo, expresa la luz que el Evangelio trae. Es este un
tema grato a san Juan que verosímilmente hunde sus raíces en el mantillo bíblico.
Justino lo aplica ya, explícitamente al bautismo, explicando su simbolismo: ‘Esta
ablució n se llama photismos (iluminació n), porque quienes reciben esta doctrina
tienen el espíritu iluminado. Y por eso, en el nombre de Jesucristo, que fue
crucificado bajo el poder de Poncio Pilato, y en el nombre del Espíritu Santo, que
predijo por medio de los profetas toda la historia de Jesú s, es lavado aquel que es
iluminado’ (Apol. 61,13; 65,1). Justino precisa en su Diálogo que Jesucristo vino a
traer su luz a sus prosélitos y a las naciones, en la alianza nueva, la ley nueva, la
doctrina nueva (Dial. 122,4-5). En otro pasaje pone la luz bautismal en relació n con
los dones del Espíritu (Dial. 39,2). Estas dos concepciones, lejos de excluirse,
pueden, por el contrario, esclarecerse mutuamente.

También Clemente de Alejandría había utilizado la expresió n y la imagen para el


bautismo, refiriéndose a Ef 5,8. El Espíritu Santo se derrama en el bautizado como
un ungü ento que permite a éste ver la luz eterna, después de la purificació n. ‘El que
acaba de ser regenerado, ése, como su nombre indica, ha sido iluminado, e
inmediatamente ha sido liberado de la oscuridad, y por ello mismo ha recibido la
luz’ (Paed I, 6,28,1-2; 27,3). El mismo Clemente explica el término: ‘Tan pronto
como habéis creído y habéis sido bautizados, una gran luz ha brillado sobre
vosotros’ (Paed. I, 6, 28, 1). El contexto precisa que la luz es Cristo.

Subsidiariamente, el tema de la luz se ensancha por medio del tema del fuego. El
evangelio de los hebreos y el de los ebionitas hablan de una luz que se difunde
como un gran fuego en el bautismo de Jesú s. Y Clemente explica que la luz purifica
a los santos. Las sectas gnó sticas y las iglesias orientales utilizan ritos de fuego

26
MARTIMORT, Los signos de la nueva alianza

8
para expresar que el bautismo es a la vez purificador y vivificador: purifica y crea
al hombre celestial.

El tema del bautismo como iluminació n llega a su plenitud en los Padres griegos
del siglo IV. Para Gregorio de Nacianzo el día del bautismo ‘es la fiesta de las luces’
y el vocablo ‘photismos’ parece resumir todos los demá s apelativos y expresar toda
la doctrina bautismal.

El bautismo es esplendor de las almas, transformació n del curso de la vida, que


pone a la conciencia a la busca de Dios. El tema de la luz permite a la teología
oriental mostrar má s especialmente có mo el bautismo es fuente y punto de partida
de la fe y de la ascensió n espiritual que se consuma en la contemplació n de Dios. Lo
cual equivale a desarrollar la doble aportació n, objetiva y subjetiva, del sacramento
a la fe recibida y vivida.

El bautismo es iluminació n porque anuncia al neó fito todo el depó sito de la


revelació n y de la fe. Como recuerda Gregorio de Nacianzo (Sermón sobre el santo
bautismo 5), la revelació n es el descubrimiento de la naturaleza luminosa de Dios,
en el curso de la historia bíblica, que se consuma en la manifestació n de Cristo. Los
catecú menos han recibido comunicació n de las verdades esenciales. Una vez
bautizados, los puntos má s sagrados les será n comunicados en la mistagogía.

Los ritos mismos, el marco de la celebració n bautismal, son una verdadera


iluminació n que esclarece los datos del sacramento y resume la teología trinitaria y
la economía pascual. Recibir el bautismo es acoger y conservar la fe que nos ha
sido dada. ‘Necesitamos creer como bautizados y rendir gloria como creyentes’
observa san Basilio (Tratado del Espíritu Santo, XII, 28).

El bautismo se presenta a los padres, no como un rito má gico (aú n cuando ellos
utilicen el lenguaje misterioso desde Clemente) sino como una gracia que apela a
los recursos del hombre para el desarrollo interno y existencial de la fe, hasta el
conocimiento perfecto de Dios en la plenitud mística.

9
El cará cter dramá tico de la lucha entre las tinieblas y la luz –tema a la vez de Pablo,
frecuentemente comentado en el curso de la noche pascual, que lo ponía en escena
de una manera sensible con la renuncia al demonio y la purificació n bautismal-
caracteriza a la condició n cristiana, pero con la certidumbre de que el bautizado
puede apoyarse en la victoria de Cristo sobre el príncipe de las tinieblas, para
vencerlo a su vez. Toda la existencia cristiana es purificació n y afrontamiento. El
bautismo da la seguridad de vencer. Por otra parte, esta es la razó n que da
Gregorio de Nacianzo para estimular a los catecú menos a recibir sin demora la
gracia bautismal (Sermón sobre el santo bautismo, 16-17). ‘Confiados en vuestro
cará cter bautismal, decidle: También yo soy imagen de Dios; pero al contrario de ti,
el orgullo no me ha valido ser rechazado de la gloria divina. Yo estoy revestido de
Cristo; la nueva creació n del bautismo hace de mí un Cristo; a ti te toca
prosternarte ante mí’ (Sermón sobre el santo bautismo, 10).

Por tanto hay que guardarse de dar a la iluminació n un cará cter puramente
intelectual o doctrinal: la fe es un compromiso que transforma todos los estados de
la vida, el estado de la virginidad y del matrimonio, la vida interior lo mismo que la
vida cívica y política. Siendo toda la existencia una progresió n en la fe, la
iluminació n bautismal supone una purificació n progresiva de la vida entera. El
cristiano no puede acercarse a Dios sin renunciar a todo lo que es incompatible con
él. Como dice san Agustín: ‘Purifica tu corazó n lo mejor que puedas. Hazlo con
ardor. Y para que Dios purifique tu morada, rézale, suplícale, humíllate… (Serm
261, 6).

Esto da a la iluminació n un cará cter escatoló gico. ‘Por la gracia del bautismo y de la
iluminació n del Espíritu se obtienen la plena participació n del Verbo y la gnosis
perfecta y verdadera de Dios’ (Cirilo de Alejandría, In Ioan 3,5).

Transformació n interior y encaminamiento de la fe son obra del Espíritu. Los


padres explanan la acció n del Espíritu explicando por qué el bautismo es llamado
sello o sphragis del Espíritu, No se trata de otra realidad, sino de un aspecto nuevo
de la misma realidad bautismal”27.

27
HAMMAN, El Bautismo y la confirmación

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EFETÁ

Propuesto por el RBN ad libitum (RBN 132) El celebrante toca con el dedo
pulgar los oídos y la boca del niño. Acompaña el rito con la siguiente fórmula:
“El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda a su
tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe, para alabanza y gloria de Dios
Padre”
“El efetá es un rito potestativo y ha perdido su tradicional cará cter exorcístico, a
pesar del modo de realizarse; simboliza la apertura del neó fito hacia la Palabra de
Dios y a sus exigencias, que se será operativa cuando alcance la madurez suficiente
para tomar decisiones personales”28.

“El rito del Effetá remite al gesto de Jesú s con el sordomudo y nos orienta a ver en
el bautismo nuestra apertura al misterio de salvació n”29.

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ABAD IBAÑ EZ
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OÑ ATIBIA

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