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MIRAR CON AMOR (LOVING EYES).

Procedimientos Terapéuticos para Revertir los Procesos Disociativos, Preservando al


Mismo Tiempo la Seguridad Emocional

Jim Knipe

UN PIE EN EL PRESENTE Y UN PIE EN EL PASADO

Un cliente con una historia de trauma severo y un estado fragmentado de sí mismo


recientemente me comentó: esta vez, la terapia ha funcionado, porque ahora puedo regresar y
estar presente aquí, en la habitación. Antes, los sentimientos podían removerse, y entonces yo
tenía pavor a la siguiente sesión. En el pasado yo no tenía problema para entrar en mi memoria
y recordar lo que había sucedido. Era muy fácil; como deslizarse por un tobogán. La parte más
difícil siempre era regresar. Y ahora sí soy capaz de regresar”.

La atención dual (la conciencia simultánea de material perturbador y de la neutralidad o


seguridad en el presente) es un elemento esencial en la efectividad de EMDR (Shapiro, 2001).
Es decir, en la terapia EMDR, el terapeuta ayuda al cliente a mantener “un pie en el presente y
un pie en el pasado”. Metafóricamente, “dos pies en el pasado” simplemente sería revivir
emocionalmente el trauma, y no sería terapéutico. Para esos clientes con elevado grado de
disociación y emocionalidad muy elevada, existe el peligro, con EMDR estándar, de que las
emociones incontroladas invadan su conciencia de un modo que pueda socavar este importante
equilibrio entre presente y pasado. En este capítulo se describen varios procedimientos que
podrían ser útiles para fortalecer al cliente con estados del yo disociados de cara a orientarlos al
presente mientras se procesan infinidad de recuerdos perturbadores. Concretamente, estas
variaciones de EMDR parecen permitirle al cliente mantener el equilibrio entre la seguridad
emocional y la emergencia controlada de emociones no resueltas, evitando así abreacciones
disociativas y haciendo posible la curación y la final integración de las partes del yo separadas.
Para muchas situaciones presentadas por los clientes en la práctica clínica, los conceptos
de la terapia de estados del yo parecen ser un complemento natural para el Método de
Procesamiento Adaptativo de Información de EMDR (Forgash & Knipe, 2001). En 1871, el poeta
Walt Whitman expresó una realidad sobre la condición humana en su Song of Myself cuando
escribió “Yo soy una multitud”. En general (y en distintos grados entre las personas), distintos
“estados mentales” suelen coexistir en la personalidad del individuo, y esos diferentes estados
del yo podrían tener historias separadas y vivirlas subjetivamente como alguien diferente.
Otra variable sería una experiencia de distancia entre estados del yo separados. Los
distintos estados del yo podrían ser relativamente co-conscientes (Watkins & Watkins, 1998) o
podrían estar tan disociados unos de otros que la conciencia mutua entre ellos sea mínima. Si
esas partes del yo se encuentran reiteradamente en conflicto, o tienen intereses enfrentados, el
resultado puede ser una continua sensación de disforia y baja autoestima. Por ejemplo, un
estado del yo adulto podría sentirse altamente motivado para bloquear y evitar la activación del
estado del yo infantil que soporta el miedo, el horror y otras emociones asociadas a un evento
traumático.
Cuando se desencadena una reacción postraumática por una situación actual, las
imágenes intrusivas y los sentimientos con respecto a ese recuerdo tienden a tener una cualidad
de “inmediatez”– una sensación de revivir el trauma - que puede desencadenar los sentimientos
adultos de desorientación y pérdida de control. Si el yo adulto se identifica sólidamente con el
deseo de escapar de, rechazar, o borrar esa emoción desagradable, entonces el problema
tiende a quedarse bloqueado en algún lugar, con una continua sensación de impotencia y
depresión. El material de recuerdo es empujado para expresarse a nivel consciente, y el yo
adulto bloquea esa expresión. Esta especie de fatal punto muerto puede llevar al continuo
sentimiento de vergüenza y depresión: “¿Qué hay de malo en mí?” “¡Tendría que ser capaz de
terminar con esto!” Para los clientes que se encuentran en conflicto con ellos mismos en este
sentido, yo suelo contar la siguiente historia (con el niño del mismo sexo que el cliente).

Imagina a una niña pequeña que se cae y se araña la rodilla, y se hace daño.
Su rodilla está sangrando, así que corre hacia su casa. Un padre cariñoso la miraría
y le diría “Oh, te duele ¿no? Ven aquí. Voy a lavarte la herida. ¡Sí, claro que duele!
Te pondré una venda. Ven y siéntate en mis rodillas un ratito”. Resulta fácil ver que
para esa niña, en unos pocos minutos, estar ahí sentada será bastante aburrido, y
querrá salir y jugar de nuevo. Si el padre le pregunta si su rodilla aún le duele, ella
probablemente le dirá “No”, mientras sale por la puerta. Y ahora piensa en otra niña
en esa misma calle, un poquito más abajo, y que también se hace daño en la rodilla
de la misma manera que la otra, y corre hacia su casa, pero en su lugar no tiene a
un adulto dispuesto a calmarla, o tiene a uno que le dice “¡Para de llorar ya! Si no
paras de llorar te voy a dar un motivo para llorar de verdad. Yo no te voy a ayudar
hasta que pares de llorar”. Así, la segunda niña ahora tiene dos problemas. Su
rodilla aún le duele, y además, ahora es mala si llora. Si en el futuro se cae y se
hace daño de nuevo, no es muy probable que vaya a casa buscando ayuda. Y es
posible que años después se pregunte, tras algún acontecimiento triste en su vida,
por qué no es capaz de llorar por eso. O es posible que se pregunte por qué llora
tan fácilmente, como si siempre hubiese un depósito de lágrimas listo para
derramarse.

EMDR Y DISOCIACIÓN

Es obvio que existe un elemento de disociación en el Trastorno de Estrés Postraumático.


Incluso en el caso de TEP por incidente simple, existen dos estados del yo disociados: uno que
es consciente de la seguridad presente, y otro que tiene un sentido de la realidad asociada el
evento traumático con flashbacks intrusivos o hiperactivación. Generalmente, el propósito de la
terapia en TEPT es el de invertir esa leve disociación, integrar los dos estados del yo, y
transformar la perturbación en memoria declarativa (narrativa) completa (Van der Kolk, 1994). El
problema es que el protocolo estándar de EMDR, mucho más que otros métodos
psicoterapéuticos, tiende a traer a la conciencia actual experiencias disociadas en la memoria
(Lipke, 1994; Paulsen, 1995). Esto, por supuesto, puede ser muy positivo si el individuo es capaz
de mantener la orientación hacia el presente seguro en el despacho del terapeuta, mientras el
material perturbador viene a la consciencia.
Pero para el cliente con disociación grave entre diferentes estados del yo, la aparición
brusca de emociones disociadas puede ser potencialmente alarmante, desorientador y
retraumatizante. Por ejemplo, en la historia anterior, ¿qué pasa si la niña, ahora adulta, separa
de la conciencia todas las veces que sus sentimientos fueron invalidados por su padre, con el fin
de conservar en su mente una imagen positiva de un lugar con un ambiente protector y
amoroso? ¿Qué pasa si la historia de la niña incluye también abusos y negligencias más
extremos? Estos factores incrementan el riesgo de una abreacción incontrolada y no terapéutica.
En estas situaciones, por tanto, es muy importante hacer frente a ese riesgo con un
importante énfasis en la seguridad y contención de emociones. El cliente y el terapeuta, en
asociación, deben “ir rápido yendo despacio”. En otras palabras, cuanto más traumatizado y
disociado esté el cliente, más importante será aquello que concierne a la seguridad emocional y
a la contención de emociones, y debe ser, por tanto, una parte integral del proceso de
tratamiento. Este asunto con respecto a la seguridad tiene varias implicaciones en el plan global
de tratamiento para un individuo disociativo, y en la implementación del tratamiento (Forgash &
Knipe, 2001; Kluft & Fine, 1993; Putnam, 1989).
En este capítulo se presentan tres casos: el primero muestra un método de contención de
emociones y reconciliación de los estados del yo en conflicto a través de lo que yo llamo “mirar
con amor” (loving eyes). El segundo caso ilustra un método que utiliza como diana (target) las
defensas de evitación, y el tercero muestra el procedimiento del Método de Instalación Constante
de Orientación Presente y Seguridad (CIPOS; Knipe, 2002), así como la Escala de Detrás de la
Cabeza (BHS; Knipe, 2002), un instrumento de medida que resulta útil en la evaluación del nivel
de disociación de un cliente momento–a-momento. Las sesiones transcritas fueron grabadas
como vídeos de entrenamiento en EMDR. En los tres casos, los clientes han dado
generosamente su permiso para que su sesión pudiese ser descrita en este capítulo. Los
diálogos se han reproducido textualmente, exceptuando algunos elementos para mayor claridad
de la redacción, y los datos de identificación.

MIRAR CON AMOR (LOVING EYES): VISIÓN DEL NIÑO TRAUMATIZADO

La visualización activa, guiada y contenida por el terapeuta, podría utilizarse para crear
una conexión emocionalmente segura entre los estados del yo disociados. Muchas veces, al
igual que en las interacciones normales con la gente, en el lenguaje de la visualización se puede
expresar parcialmente la comprensión mutua. Un amigo puede transmitir preocupación y
aceptación del otro simplemente diciendo, “Ya lo veo. Veo lo que quieres decir”. “Ver” los
problemas de otra persona puede ayudar a consolarla; es una manera de conectar y compartir
una experiencia. Además, la palabra “ver” también connota una distancia segura – un
parachoques de separación para el otro que se identifica con la experiencia. Aquellos clientes
con estados del yo disociados que son capaces de “ver”, de un estado a otro, pueden
experimentar una sensación de separación que les protege de sus propias emociones
perturbadoras, una base de seguridad emocional, mientras se conecta, reconcilia y resuelve el
material perturbador almacenado en la memoria.
Además, parece que para algunos clientes con graves historias de abusos y negligencias
en la infancia, un importante elemento de su dilema es que sus necesidades y sentimientos más
profundos no se “vean”. Es decir, su experiencia interna no fue reconocida con amor, y por lo
tanto validada por un cuidador. Esta falta de validación de la propia experiencia supondría
(Linehan, 1993, pp. 51-52) contribuir a las emociones patológicas de adultos con dificultad para
regular sus propias emociones (como en el trastorno límite de personalidad y otros problemas
relacionados).
Los métodos de tratamiento con EMDR descritos más adelante se basan en parte en la
hipótesis de que “mirar con amor” (“loving eyes”) por parte de un adulto es a menudo un
elemento esencial en el proceso de curación del trauma en la infancia. Sin duda es un elemento
necesario en la terapia que el clínico mire al cliente de manera positiva (Truax & Carkhuff, 1967).
Una hipótesis (Schore, 2000) es que la opinión positiva del terapeuta no es suficiente, pero sí
necesaria para curar el daño causado por el abuso y la negligencia en la infancia. Con frecuencia
el cliente que ha sufrido negligencias espera que el terapeuta sea la madre o padre que nunca
tuvo. De hecho, para muchos de esos clientes, el trabajo reparador que se da en la transferencia
es un elemento primordial en su curación. Pero para clientes con procesos disociativos muy
intensos parece necesario un paso intermedio. Con esos clientes, suele ser útil para el terapeuta
ayudarles a fortalecer la parte del yo orientada al presente real, y luego ayudar al estado del yo
orientado hacia el presente a contemplar la emoción dolorosa contenida en un estado del yo
infantil disociado. A menudo, la emoción dentro del estado del yo infantil nunca ha sido
observada compasivamente, ni por otra persona, ni por otra parte dentro del sistema de la
personalidad.
Trabajando con clientes que tienen esta dificultad en particular, he encontrado útil utilizar
un procedimiento que yo llamo Mirar con Amor (Loving Eyes). Hace años, un cliente con un
trastorno disociativo me hizo una pregunta muy peculiar: ¿Cómo crecen la mayoría de los niños
de cuatro a cinco años? (Este cliente había sufrido horribles abusos y negligencias a los cuatro
años). “Cuando yo tenía cuatro años, quería crecer para tener cinco, pero no pude hacerlo, así
que me hice una “caja”, con mi yo real dentro, y una cara feliz por fuera de la caja, y así todo el
mundo podía pensar que yo era normal. Pero ahora la parte de mí que aún tiene cuatro años
quiere crecer. ¿Cómo hacen otros niños para crecer hasta los cinco años?
Nos centramos en esta importante cuestión durante varias sesiones y finalmente un
principio quedó claro – un principio que desde entonces se ha confirmado con muchos otros
clientes – que el mirar con amor (loving eyes) de un adulto parece importante, quizás esencial,
para el desarrollo emocional del niño y de su identidad. Por el contrario, un niño que crece en un
mundo desprovisto de estas miradas de amor (un ambiente negligente e insensible a nivel
emocional) se verá obligado a enfocar la conciencia en el frágil hilo de conexión con ese entorno.
Es decir, el niño centrará todos sus esfuerzos en adaptarse, a costa de sus propias necesidades
y emociones. El sentido del yo del niño podría dividirse en una “caja” adaptativa de cara al
mundo y que intenta “parecer normal”, y otro pequeño secreto dentro del yo que retiene los
sentimientos que el ambiente del niño no puede tolerar.
Si, dentro de un ambiente despreocupado y negligente, el niño además sufre un trauma
concreto, es posible que el grado de disociación sea mucho mayor. Un niño en esas
desafortunadas circunstancias podría crecer con un énfasis excesivo en la adaptación y con la
idea de que muchos de los sentimientos y necesidades internas que experimenta no son
bienvenidos, y serían por tanto egodistónicos. Por supuesto, esto puede derivar en diversas
dificultades a nivel emocional en la vida adulta de ese individuo.
Para clientes adultos que acuden a terapia con esa clase de antecedentes, la intervención
con Mirar con Amor (Loving Eyes) suele resultar útil. Los pasos del procedimiento son los
siguientes:

Paso 1. Busca una imagen, preferentemente un recuerdo real, que represente una emoción
egodistónica (no sentida como propia). Al cliente adulto, recordándole que es
precisamente un adulto, sentado en el despacho del terapeuta, se le pide que visualice
una situación de su infancia, como una persona distinta del niño. Normalmente una
imagen que pueda identificarse con una simple pregunta del estilo, “Cuando eras niño,
¿alguna vez sentiste miedo?”
Paso 2. Si el cliente tiene problemas para acceder a un recuerdo real, el terapeuta puede pedirle
que identifique un recuerdo real a través de un puente afectivo (Watkins & Watkins, 1997),
diciendo “Cuando percibes dónde sientes el miedo en tu cuerpo, y lo llevas a cuando eras
un niño, ¿qué te viene? Sólo déjalo venir”. Muchos clientes empezarán entonces a recrear
una imagen en su memoria. Esa imagen puede irse haciendo más clara con preguntas
específicas del tipo: “¿El niño está dentro o fuera?” “¿Cuántos años tiene?” “¿En qué
habitación está?” “¿Qué está mirando, ahora que tú lo ves a él?” Es importante hacer
estas preguntas de manera general (es decir, que el cliente no tenga que dar respuestas
concretas).
Paso 3. Preguntar al cliente: “Sentado en esa silla, como el adulto que eres hoy, ¿puedes
simplemente mirar a ese niño?” Si el cliente dice “Sí”, el terapeuta inicia los movimientos
oculares, con frases abiertas y permisivas, como “Sólo mira a ese niño. Cuando lo veas,
simplemente observa lo que tú ves”. Las palabras del terapeuta le comunican la
aceptación del niño, sin juicios. Este tipo de aceptación incondicional es probablemente lo
que el niño necesitaba en el momento de la situación traumática original. Llegados a este
punto, es frecuente que el estado del yo adulto empiece a experimentar los sentimientos
del niño, y por eso el terapeuta debe tener cuidado y asegurarse de que se contengan
esos sentimientos dentro del sentido de presente seguro del adulto. A veces resulta
necesario hacer una pausa en este proceso; así el cliente permanecerá orientado hacia el
presente seguro.
Paso 4. Frecuentemente sucede que el cliente adulto tiene una reacción inicial de no aceptación
de esa imagen del yo infantil. Por ejemplo, como sucede en el primer caso expuesto,
puede haber una reacción de reproche, o, como en el segundo caso, una reacción de
vergüenza y evitación. Esas reacciones negativas representan una defensa, que sigue
vigente con el fin de mantener una distancia disociativa con la emoción dolorosa, que está
atrapada en el separado y asustado estado del yo infantil. Como la negatividad es una
defensa, se procesará con movimientos oculares, pidiéndole al cliente que se centre en
sentimientos positivos (alivio, contención) asociados con la defensa de evitación. Por
ejemplo, en estos casos, el terapeuta podría preguntar: “¿Qué tiene de bueno no mirar a
ese niño?” Respondiendo a esta pregunta, el cliente podría decir algo como “Si aparto la
mirada, no tengo que sentir esos sentimientos”, o “Si no miro, no tengo que ver lo horrible
que fue”. A menudo, el rechazo hacia el yo infantil es un recurso adaptativo que fue
necesario en el momento del trauma, una manera de aliarse con el abusador poderoso,
para no sentirse totalmente abandonado. Cualquiera que sea la respuesta del cliente, el
terapeuta puede responder “Piensa en eso” acompañado por estimulación bilateral. Muy
frecuentemente, el impulso de evitación se disminuye, y la resistencia a mirar con
compasión al niño es muy probable que se reduzca. Este procedimiento se describe en la
segunda sesión transcrita en el capítulo.
Paso 5. Cuando el cliente es capaz de ver libremente al niño, el terapeuta podría preguntar,
“Cuando miras al niño, ¿puedes ver sus sentimientos?”. Por lo general, el cliente va a
reconocer que ahora puede ver los sentimientos del niño, y en este punto se dará cuenta
de que empieza a compartir los sentimientos del niño traumatizado. Continuando con
series de estimulación bilateral, con la suficiente orientación hacia el presente seguro, el
miedo se irá disipando, y los sentimientos positivos de conexión y compasión hacia el niño
es probable que aumenten.
Paso 6. Cuando el cliente comienza a hablar compasivamente con el niño, el terapeuta puede
preguntar, “Cuando miras al niño, ¿qué sientes con respecto a él?”. El cliente podría
sorprenderse al descubrir la posibilidad, como adulto, de mirar a ese niño con amor y
respeto. La parte infantil podría entonces empezar a experimentar este amor y validación.
Otra pregunta para el cliente podría ser: “¿Hay algo que tú sepas, como adulto, que
pudiera ayudar a ese niño?”. Con lo que conteste el cliente, el terapeuta puede responder
“Vamos con eso”, y aplicar series adicionales de movimientos bilaterales. Este diálogo
interno suele continuar hacia un punto de resolución curativa.
Paso 7. Si el cliente dice que el niño está “asustado porque lo estamos viendo” o “está
preocupado porque lo podamos criticar por estar asustado”, entonces se debe regresar al
yo adulto con preguntas como: “Si tú, como adulto, miras al niño, ¿te sientes crítico hacia
él por sentir ese miedo?”. Aquí podría se necesario volver al paso 5. El entretejido
cognitivo sobre las circunstancias reales de la vida del niño suele resultar útil a la hora de
suavizar la dureza de la perspectiva crítica del adulto (por ejemplo, “¿Crees que este niño
lo ha tenido duro?”).

REFORZAR LA ORIENTACIÓN HACIA EL PRESENTE

En el caso de Mehmet, había sólo un grado moderado de disociación entre los distintos
estados del yo, y las emociones contenidas en el estado del yo infantil no eran potencialmente
abrumadoras para la parte adulta. En el caso de Veronica, había una evitación inicial hacia la
experiencia infantil, la cual se disipó debido a que la defensa fue utilizada directamente como
diana (target), dando lugar a un diálogo constructivo entre los estados del yo adulto e infantil, y a
un procesamiento terapéutico de la información traumática. Sin embargo, en otros casos – al otro
lado del espectro disociativo – este tipo de conexión adulto-niño tiene mucho mayor potencial
para provocar sentimientos de pérdida de control y vulnerabilidad extrema. Si el material de
recuerdo perturbador ha sido profundamente disociado, la emergencia de ese material durante la
terapia podría ser potencialmente abrumadora para la sensación de seguridad presente del
cliente. El recuerdo puede vivirse como más real que la propia situación actual, y la experiencia
podría derivar en una retraumatización no terapéutica.

Escala de Detrás de la Cabeza (Back of the Head Scale, BHS)


Teniendo en cuenta estas consideraciones, es importante tanto para el terapeuta como
para el cliente conocer cuándo el cliente está derivando hacia una desrealización, es decir, está
perdiendo el sentido de realidad y seguridad de la situación presente. Para clientes
potencialmente disociativos, el grado de orientación hacia la situación presente puede ser
valorado a través de la utilización de la Escala de Detrás de la Cabeza (Knipe, 2002). Este
procedimiento se le presenta al cliente durante la fase de preparación, antes de comenzar
cualquier desensibilización. El terapeuta dice “Piensa en una línea que va a todo lo largo desde
aquí [el terapeuta sitúa su dedo índice aproximadamente a quince pulgadas delante de la cara
de la persona], siguiendo mi dedo y atraviesa tu cara hacia la parte de atrás de tu cabeza. En
este punto de la línea [el terapeuta mueve el dedo índice] significa que tú eres completamente
consciente de que estás en el presente aquí conmigo en esta sala, que puedes escuchar
claramente lo que yo te digo, y que no te distraen para nada otros pensamientos. En este otro
punto de la línea [el terapeuta le indica] significa que estás tan distraído con pensamientos,
sentimientos o imágenes perturbadoras, que te sientes como si estuvieses en otro lugar. Tus
ojos puede que estén abiertos, pero tus pensamientos y tu consciencia están completamente
enfocados hacia otro momento, lugar o experiencia. En este momento, muéstrame con tu dedo
dónde estás tú a lo largo de esta línea”.
El terapeuta debería comprobar que el cliente comprende esta idea. La mayoría de los
clientes con experiencias disociativas rápidamente reconocerán ese procedimiento como una
manera de graduar y expresar un aspecto familiar de su vida mental. La hipótesis es que cuanto
más señale la persona hacia lo “más presente” en la línea, más seguro será trabajar el trauma
con movimientos oculares. Los clientes parecen ser capaces de evaluar con facilidad toda la
gama de experiencias disociativas, ya sea señalando a un punto delante de la cara, o un punto
paralelo a los ojos, o a la sien, o a una zona más lejos, detrás de la cabeza, de acuerdo a lo que
están experimentando. He asumido como una regla de oro que es necesario que la persona
indique una posición al menos tres pulgadas delante de su cara para poder continuar el trabajo
focalizado en el trauma, aunque esto puede variar de cliente a cliente. La utilización de la BHS a
lo largo de una sesión de terapia puede resultar muy útil para garantizar que el cliente
permanezca en el presente durante el reprocesamiento de recuerdos perturbadores.

Método de Instalación Constante de Orientación Presente y Seguridad (Constant


Installation of Present Orientation and Safety, CIPOS)
El método CIPOS (Knipe, 2002; ver Figura 6.1) se usa junto con la escala BHS, y
básicamente consiste en utilizar los movimientos oculares para fortalecer o instalar en la
consciencia del cliente un sentido claro y subjetivo del presente en la situación concreta de la
vida real que se está produciendo en el despacho del terapeuta. Este método podría utilizarse en
la fase de preparación previa al trabajo de desensibilización, o durante la desensibilización de un
recuerdo traumático sumamente perturbador. Mediante el fortalecimiento constante de la
orientación hacia el presente de la persona a través de los movimientos oculares, el
procesamiento de ese recuerdo puede progresar de modo más seguro; es decir, con mucho
menor riesgo de disociarse y revivir de modo improductivo el evento traumático. Los pasos del
método CIPOS son los siguientes:

Paso 1. Obtener el permiso del cliente para trabajar con un recuerdo altamente perturbador de
modo gradual y seguro, con un amplio margen de tiempo durante la sesión para completar
el trabajo independientemente de cualquier material traumático inesperado que pueda
surgir durante el procesamiento. A los clientes con estados del yo disociados, también
será necesario preguntarles y obtener el permiso de “cualquiera de las otras partes que
estén involucradas en ese recuerdo”.
Paso 2. Asegurarse de que el cliente es consciente de la realidad objetiva de la situación
presente en el despacho del terapeuta, incluida la seguridad del lugar. Si el cliente parece
inseguro con respecto a la seguridad física de la situación actual, este asunto debe
tratarse directamente. A veces esto es necesario, a través de observaciones, preguntas y
debates, para ayudar al cliente a ver que los miedos que está experimentando en el
presente son, en realidad, resultado directo de un evento pasado, que terminó hace
tiempo, y, normalmente, sucedió lejos. Esta orientación cognitiva hacia la realidad
presente no tiene por qué estar acompañada de sentimientos de seguridad, pero el cliente
debe comprenderlo claramente.
Método de Evaluación Escala de Detrás de la Cabeza (BHS)
Método de Instalación Constante de Orientación Presente y Seguridad (CIPOS)

15 pulgadas delante de la cara Detrás de la cabeza

Totalmente presente Totalmente disociado

Orientación hacia el presente seguro,


emparejado con MO
2-10 segundos de disociación
deliberada dentro del material
traumático, sin MO

Presente Seguro, MO

2-10 seg. en trauma, sin MO

Presente Seguro, MO
2-10 seg. en trauma, sin MO

Presente Seguro, MO
2-10 seg. en trauma, sin MO

Presente Seguro, MO
2-10 seg. en trauma, sin MO

Presente Seguro, MO
Más de 10 seg. en trauma, sin MO

Presente Seguro, MO

Más de 10 seg. en trauma, MO


(series de MO con EMDR estándar)

FIGURA 6.1. Diagrama de flujo para los métodos BHS y CIPOS para la
evaluación de la disociación y el enraizamiento en sesiones EMDR. Con la
BHS, el cliente indica el grado de disociación momento-a-momento en la
sesión. El protocolo de la sesión alterna sucesivamente entre la orientación
hacia el presente seguro y la exposición al recuerdo traumático. La exposición
al trauma es, al principio, muy breve (sin movimientos oculares) y se aumenta
gradualmente hasta que el cliente pueda tolerar simultáneamente el material
traumático con series de movimientos oculares.

Paso 3. Para fortalecer aún más en la persona el sentido de orientación hacia el presente, el
terapeuta podría realizar una serie de preguntas simples relativas a la realidad presente
del cliente en el despacho del terapeuta, y a cada respuesta del cliente, seguirla de una
serie breve de movimientos oculares. Por ejemplo: “¿Qué opinas de ese cuadro que ves
ahí?”, “¿Puedes oír los coches ahí fuera?”, “¿Puedes ver el dibujo en esta alfombra?”, o
“¿Cuántas cajas de pañuelos tengo en la sala?”. Cuando el cliente responde a estas
“preguntas tontas”, el terapeuta dice “Piensa en eso”, e inicia una serie breve de
movimientos oculares. Además, la sensación subjetiva de estar presente del cliente puede
ser reforzada preguntando, “¿Qué tiene de bueno estar aquí ahora, en lugar de en otro
sitio?”. Por supuesto, es mucho mejor estar en el presente relativamente seguro, que
estar reviviendo un evento traumático, por lo que (normalmente sin darle demasiado
sentido) el cliente suele decir algo como, “Estoy bien aquí”, o “Sé que estoy seguro aquí”,
y esa información positiva puede ser seguida de movimientos oculares adicionales. Si el
cliente está confuso acerca de por qué el terapeuta está haciendo estas preguntas
simples, se le puede explicar el propósito – un claro sentido de la realidad presente es una
condición previa esencial para resolver viejos recuerdos traumáticos mediante el uso de
EMDR.

Un método particularmente útil para ayudar al cliente en la orientación hacia el presente,


es participar en un juego de atrapar una almohada o un pañuelo. Parece prácticamente
imposible disociarse de la realidad presente mientras se lanza adelante y atrás un objeto. Este
juego es realmente sencillo, y parece requerir la activación neurológica del individuo para activar
la respuesta de orientación con el fin de seguir la trayectoria del objeto. Este procedimiento
parece inhibir (Wolpe, 1958) recíprocamente la activación excesiva del material traumático, que
a su vez permite al cliente ser más consciente de la seguridad real del despacho del terapeuta.
Por lo tanto, con estas simples preguntas, el terapeuta está guiando directamente al
cliente a ser consciente de los estímulos presentes, los cuales automáticamente se asociarán
con sentimientos de alivio y seguridad.

Paso 4. A través de la utilización de la BHS, el terapeuta es capaz de evaluar la efectividad de


las intervenciones con el método CIPOS. De esta manera, se puede garantizar que el
cliente permanece suficientemente orientado o enraizado en el presente, a fin de que
pueda producirse el reprocesamiento del trauma. Los niños que crecen cerca del agua
reciben a veces el siguiente consejo: “No te metas en el agua si no sabes qué profundidad
tiene”. Si un cliente se adentra en un viejo recuerdo sin un pie en tierra firme, es probable
que resulte retraumatizante y no terapéutico. La BHS es un camino para asegurarse de
que el cliente permanece seguro en aguas poco profundas.
Paso 5. Cuando la orientación hacia el presente esté suficientemente establecida, preguntarle al
cliente si está dispuesto a entrar en la imagen de ese recuerdo por un periodo muy breve
de tiempo (de dos a diez segundos), con el terapeuta controlando el tiempo. Se trata
fundamentalmente de tener controlado el proceso disociativo. Inmediatamente después de
este breve periodo, el terapeuta instruye al cliente, utilizando palabras tranquilizadoras,
pero repetitivas y enfáticas, como “Regresa a la sala ahora, bien, regresa ahora aquí.
Abre los ojos. Encuentra tu camino de regreso hasta aquí. Está bien. Simplemente abre
los ojos”, y así sucesivamente hasta que el cliente abra los ojos y esté orientado en la sala
de nuevo.
Paso 6. En este momento, el terapeuta le dice palabras de aliento como “vale”, o “está bien”, y
luego reanuda la intervención con el método CIPOS con preguntas como, “¿Dónde estás
ahora mismo, en realidad?”, con las preguntas seguidas de series breves de movimientos
oculares. Las intervenciones con el método CIPOS continúan hasta que el cliente está en
condiciones de informar usando la BHS, de la orientación hacia la realidad presente en el
despacho del terapeuta. En este momento, se puede repetir el Paso 5.
Paso 7. Continuando con este proceso, el cliente desarrolla una capacidad cada vez mayor para
permanecer en el presente, así como una mayor confianza y sensación de control
emocional en el afrontamiento del recuerdo traumático. Esto abre la puerta a la utilización
de los procedimientos de desensibilización estándar de EMDR, es decir, asociar
directamente la estimulación bilateral al material traumático.

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