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Jim Knipe
Imagina a una niña pequeña que se cae y se araña la rodilla, y se hace daño.
Su rodilla está sangrando, así que corre hacia su casa. Un padre cariñoso la miraría
y le diría “Oh, te duele ¿no? Ven aquí. Voy a lavarte la herida. ¡Sí, claro que duele!
Te pondré una venda. Ven y siéntate en mis rodillas un ratito”. Resulta fácil ver que
para esa niña, en unos pocos minutos, estar ahí sentada será bastante aburrido, y
querrá salir y jugar de nuevo. Si el padre le pregunta si su rodilla aún le duele, ella
probablemente le dirá “No”, mientras sale por la puerta. Y ahora piensa en otra niña
en esa misma calle, un poquito más abajo, y que también se hace daño en la rodilla
de la misma manera que la otra, y corre hacia su casa, pero en su lugar no tiene a
un adulto dispuesto a calmarla, o tiene a uno que le dice “¡Para de llorar ya! Si no
paras de llorar te voy a dar un motivo para llorar de verdad. Yo no te voy a ayudar
hasta que pares de llorar”. Así, la segunda niña ahora tiene dos problemas. Su
rodilla aún le duele, y además, ahora es mala si llora. Si en el futuro se cae y se
hace daño de nuevo, no es muy probable que vaya a casa buscando ayuda. Y es
posible que años después se pregunte, tras algún acontecimiento triste en su vida,
por qué no es capaz de llorar por eso. O es posible que se pregunte por qué llora
tan fácilmente, como si siempre hubiese un depósito de lágrimas listo para
derramarse.
EMDR Y DISOCIACIÓN
La visualización activa, guiada y contenida por el terapeuta, podría utilizarse para crear
una conexión emocionalmente segura entre los estados del yo disociados. Muchas veces, al
igual que en las interacciones normales con la gente, en el lenguaje de la visualización se puede
expresar parcialmente la comprensión mutua. Un amigo puede transmitir preocupación y
aceptación del otro simplemente diciendo, “Ya lo veo. Veo lo que quieres decir”. “Ver” los
problemas de otra persona puede ayudar a consolarla; es una manera de conectar y compartir
una experiencia. Además, la palabra “ver” también connota una distancia segura – un
parachoques de separación para el otro que se identifica con la experiencia. Aquellos clientes
con estados del yo disociados que son capaces de “ver”, de un estado a otro, pueden
experimentar una sensación de separación que les protege de sus propias emociones
perturbadoras, una base de seguridad emocional, mientras se conecta, reconcilia y resuelve el
material perturbador almacenado en la memoria.
Además, parece que para algunos clientes con graves historias de abusos y negligencias
en la infancia, un importante elemento de su dilema es que sus necesidades y sentimientos más
profundos no se “vean”. Es decir, su experiencia interna no fue reconocida con amor, y por lo
tanto validada por un cuidador. Esta falta de validación de la propia experiencia supondría
(Linehan, 1993, pp. 51-52) contribuir a las emociones patológicas de adultos con dificultad para
regular sus propias emociones (como en el trastorno límite de personalidad y otros problemas
relacionados).
Los métodos de tratamiento con EMDR descritos más adelante se basan en parte en la
hipótesis de que “mirar con amor” (“loving eyes”) por parte de un adulto es a menudo un
elemento esencial en el proceso de curación del trauma en la infancia. Sin duda es un elemento
necesario en la terapia que el clínico mire al cliente de manera positiva (Truax & Carkhuff, 1967).
Una hipótesis (Schore, 2000) es que la opinión positiva del terapeuta no es suficiente, pero sí
necesaria para curar el daño causado por el abuso y la negligencia en la infancia. Con frecuencia
el cliente que ha sufrido negligencias espera que el terapeuta sea la madre o padre que nunca
tuvo. De hecho, para muchos de esos clientes, el trabajo reparador que se da en la transferencia
es un elemento primordial en su curación. Pero para clientes con procesos disociativos muy
intensos parece necesario un paso intermedio. Con esos clientes, suele ser útil para el terapeuta
ayudarles a fortalecer la parte del yo orientada al presente real, y luego ayudar al estado del yo
orientado hacia el presente a contemplar la emoción dolorosa contenida en un estado del yo
infantil disociado. A menudo, la emoción dentro del estado del yo infantil nunca ha sido
observada compasivamente, ni por otra persona, ni por otra parte dentro del sistema de la
personalidad.
Trabajando con clientes que tienen esta dificultad en particular, he encontrado útil utilizar
un procedimiento que yo llamo Mirar con Amor (Loving Eyes). Hace años, un cliente con un
trastorno disociativo me hizo una pregunta muy peculiar: ¿Cómo crecen la mayoría de los niños
de cuatro a cinco años? (Este cliente había sufrido horribles abusos y negligencias a los cuatro
años). “Cuando yo tenía cuatro años, quería crecer para tener cinco, pero no pude hacerlo, así
que me hice una “caja”, con mi yo real dentro, y una cara feliz por fuera de la caja, y así todo el
mundo podía pensar que yo era normal. Pero ahora la parte de mí que aún tiene cuatro años
quiere crecer. ¿Cómo hacen otros niños para crecer hasta los cinco años?
Nos centramos en esta importante cuestión durante varias sesiones y finalmente un
principio quedó claro – un principio que desde entonces se ha confirmado con muchos otros
clientes – que el mirar con amor (loving eyes) de un adulto parece importante, quizás esencial,
para el desarrollo emocional del niño y de su identidad. Por el contrario, un niño que crece en un
mundo desprovisto de estas miradas de amor (un ambiente negligente e insensible a nivel
emocional) se verá obligado a enfocar la conciencia en el frágil hilo de conexión con ese entorno.
Es decir, el niño centrará todos sus esfuerzos en adaptarse, a costa de sus propias necesidades
y emociones. El sentido del yo del niño podría dividirse en una “caja” adaptativa de cara al
mundo y que intenta “parecer normal”, y otro pequeño secreto dentro del yo que retiene los
sentimientos que el ambiente del niño no puede tolerar.
Si, dentro de un ambiente despreocupado y negligente, el niño además sufre un trauma
concreto, es posible que el grado de disociación sea mucho mayor. Un niño en esas
desafortunadas circunstancias podría crecer con un énfasis excesivo en la adaptación y con la
idea de que muchos de los sentimientos y necesidades internas que experimenta no son
bienvenidos, y serían por tanto egodistónicos. Por supuesto, esto puede derivar en diversas
dificultades a nivel emocional en la vida adulta de ese individuo.
Para clientes adultos que acuden a terapia con esa clase de antecedentes, la intervención
con Mirar con Amor (Loving Eyes) suele resultar útil. Los pasos del procedimiento son los
siguientes:
Paso 1. Busca una imagen, preferentemente un recuerdo real, que represente una emoción
egodistónica (no sentida como propia). Al cliente adulto, recordándole que es
precisamente un adulto, sentado en el despacho del terapeuta, se le pide que visualice
una situación de su infancia, como una persona distinta del niño. Normalmente una
imagen que pueda identificarse con una simple pregunta del estilo, “Cuando eras niño,
¿alguna vez sentiste miedo?”
Paso 2. Si el cliente tiene problemas para acceder a un recuerdo real, el terapeuta puede pedirle
que identifique un recuerdo real a través de un puente afectivo (Watkins & Watkins, 1997),
diciendo “Cuando percibes dónde sientes el miedo en tu cuerpo, y lo llevas a cuando eras
un niño, ¿qué te viene? Sólo déjalo venir”. Muchos clientes empezarán entonces a recrear
una imagen en su memoria. Esa imagen puede irse haciendo más clara con preguntas
específicas del tipo: “¿El niño está dentro o fuera?” “¿Cuántos años tiene?” “¿En qué
habitación está?” “¿Qué está mirando, ahora que tú lo ves a él?” Es importante hacer
estas preguntas de manera general (es decir, que el cliente no tenga que dar respuestas
concretas).
Paso 3. Preguntar al cliente: “Sentado en esa silla, como el adulto que eres hoy, ¿puedes
simplemente mirar a ese niño?” Si el cliente dice “Sí”, el terapeuta inicia los movimientos
oculares, con frases abiertas y permisivas, como “Sólo mira a ese niño. Cuando lo veas,
simplemente observa lo que tú ves”. Las palabras del terapeuta le comunican la
aceptación del niño, sin juicios. Este tipo de aceptación incondicional es probablemente lo
que el niño necesitaba en el momento de la situación traumática original. Llegados a este
punto, es frecuente que el estado del yo adulto empiece a experimentar los sentimientos
del niño, y por eso el terapeuta debe tener cuidado y asegurarse de que se contengan
esos sentimientos dentro del sentido de presente seguro del adulto. A veces resulta
necesario hacer una pausa en este proceso; así el cliente permanecerá orientado hacia el
presente seguro.
Paso 4. Frecuentemente sucede que el cliente adulto tiene una reacción inicial de no aceptación
de esa imagen del yo infantil. Por ejemplo, como sucede en el primer caso expuesto,
puede haber una reacción de reproche, o, como en el segundo caso, una reacción de
vergüenza y evitación. Esas reacciones negativas representan una defensa, que sigue
vigente con el fin de mantener una distancia disociativa con la emoción dolorosa, que está
atrapada en el separado y asustado estado del yo infantil. Como la negatividad es una
defensa, se procesará con movimientos oculares, pidiéndole al cliente que se centre en
sentimientos positivos (alivio, contención) asociados con la defensa de evitación. Por
ejemplo, en estos casos, el terapeuta podría preguntar: “¿Qué tiene de bueno no mirar a
ese niño?” Respondiendo a esta pregunta, el cliente podría decir algo como “Si aparto la
mirada, no tengo que sentir esos sentimientos”, o “Si no miro, no tengo que ver lo horrible
que fue”. A menudo, el rechazo hacia el yo infantil es un recurso adaptativo que fue
necesario en el momento del trauma, una manera de aliarse con el abusador poderoso,
para no sentirse totalmente abandonado. Cualquiera que sea la respuesta del cliente, el
terapeuta puede responder “Piensa en eso” acompañado por estimulación bilateral. Muy
frecuentemente, el impulso de evitación se disminuye, y la resistencia a mirar con
compasión al niño es muy probable que se reduzca. Este procedimiento se describe en la
segunda sesión transcrita en el capítulo.
Paso 5. Cuando el cliente es capaz de ver libremente al niño, el terapeuta podría preguntar,
“Cuando miras al niño, ¿puedes ver sus sentimientos?”. Por lo general, el cliente va a
reconocer que ahora puede ver los sentimientos del niño, y en este punto se dará cuenta
de que empieza a compartir los sentimientos del niño traumatizado. Continuando con
series de estimulación bilateral, con la suficiente orientación hacia el presente seguro, el
miedo se irá disipando, y los sentimientos positivos de conexión y compasión hacia el niño
es probable que aumenten.
Paso 6. Cuando el cliente comienza a hablar compasivamente con el niño, el terapeuta puede
preguntar, “Cuando miras al niño, ¿qué sientes con respecto a él?”. El cliente podría
sorprenderse al descubrir la posibilidad, como adulto, de mirar a ese niño con amor y
respeto. La parte infantil podría entonces empezar a experimentar este amor y validación.
Otra pregunta para el cliente podría ser: “¿Hay algo que tú sepas, como adulto, que
pudiera ayudar a ese niño?”. Con lo que conteste el cliente, el terapeuta puede responder
“Vamos con eso”, y aplicar series adicionales de movimientos bilaterales. Este diálogo
interno suele continuar hacia un punto de resolución curativa.
Paso 7. Si el cliente dice que el niño está “asustado porque lo estamos viendo” o “está
preocupado porque lo podamos criticar por estar asustado”, entonces se debe regresar al
yo adulto con preguntas como: “Si tú, como adulto, miras al niño, ¿te sientes crítico hacia
él por sentir ese miedo?”. Aquí podría se necesario volver al paso 5. El entretejido
cognitivo sobre las circunstancias reales de la vida del niño suele resultar útil a la hora de
suavizar la dureza de la perspectiva crítica del adulto (por ejemplo, “¿Crees que este niño
lo ha tenido duro?”).
En el caso de Mehmet, había sólo un grado moderado de disociación entre los distintos
estados del yo, y las emociones contenidas en el estado del yo infantil no eran potencialmente
abrumadoras para la parte adulta. En el caso de Veronica, había una evitación inicial hacia la
experiencia infantil, la cual se disipó debido a que la defensa fue utilizada directamente como
diana (target), dando lugar a un diálogo constructivo entre los estados del yo adulto e infantil, y a
un procesamiento terapéutico de la información traumática. Sin embargo, en otros casos – al otro
lado del espectro disociativo – este tipo de conexión adulto-niño tiene mucho mayor potencial
para provocar sentimientos de pérdida de control y vulnerabilidad extrema. Si el material de
recuerdo perturbador ha sido profundamente disociado, la emergencia de ese material durante la
terapia podría ser potencialmente abrumadora para la sensación de seguridad presente del
cliente. El recuerdo puede vivirse como más real que la propia situación actual, y la experiencia
podría derivar en una retraumatización no terapéutica.
Paso 1. Obtener el permiso del cliente para trabajar con un recuerdo altamente perturbador de
modo gradual y seguro, con un amplio margen de tiempo durante la sesión para completar
el trabajo independientemente de cualquier material traumático inesperado que pueda
surgir durante el procesamiento. A los clientes con estados del yo disociados, también
será necesario preguntarles y obtener el permiso de “cualquiera de las otras partes que
estén involucradas en ese recuerdo”.
Paso 2. Asegurarse de que el cliente es consciente de la realidad objetiva de la situación
presente en el despacho del terapeuta, incluida la seguridad del lugar. Si el cliente parece
inseguro con respecto a la seguridad física de la situación actual, este asunto debe
tratarse directamente. A veces esto es necesario, a través de observaciones, preguntas y
debates, para ayudar al cliente a ver que los miedos que está experimentando en el
presente son, en realidad, resultado directo de un evento pasado, que terminó hace
tiempo, y, normalmente, sucedió lejos. Esta orientación cognitiva hacia la realidad
presente no tiene por qué estar acompañada de sentimientos de seguridad, pero el cliente
debe comprenderlo claramente.
Método de Evaluación Escala de Detrás de la Cabeza (BHS)
Método de Instalación Constante de Orientación Presente y Seguridad (CIPOS)
Presente Seguro, MO
Presente Seguro, MO
2-10 seg. en trauma, sin MO
Presente Seguro, MO
2-10 seg. en trauma, sin MO
Presente Seguro, MO
2-10 seg. en trauma, sin MO
Presente Seguro, MO
Más de 10 seg. en trauma, sin MO
Presente Seguro, MO
FIGURA 6.1. Diagrama de flujo para los métodos BHS y CIPOS para la
evaluación de la disociación y el enraizamiento en sesiones EMDR. Con la
BHS, el cliente indica el grado de disociación momento-a-momento en la
sesión. El protocolo de la sesión alterna sucesivamente entre la orientación
hacia el presente seguro y la exposición al recuerdo traumático. La exposición
al trauma es, al principio, muy breve (sin movimientos oculares) y se aumenta
gradualmente hasta que el cliente pueda tolerar simultáneamente el material
traumático con series de movimientos oculares.
Paso 3. Para fortalecer aún más en la persona el sentido de orientación hacia el presente, el
terapeuta podría realizar una serie de preguntas simples relativas a la realidad presente
del cliente en el despacho del terapeuta, y a cada respuesta del cliente, seguirla de una
serie breve de movimientos oculares. Por ejemplo: “¿Qué opinas de ese cuadro que ves
ahí?”, “¿Puedes oír los coches ahí fuera?”, “¿Puedes ver el dibujo en esta alfombra?”, o
“¿Cuántas cajas de pañuelos tengo en la sala?”. Cuando el cliente responde a estas
“preguntas tontas”, el terapeuta dice “Piensa en eso”, e inicia una serie breve de
movimientos oculares. Además, la sensación subjetiva de estar presente del cliente puede
ser reforzada preguntando, “¿Qué tiene de bueno estar aquí ahora, en lugar de en otro
sitio?”. Por supuesto, es mucho mejor estar en el presente relativamente seguro, que
estar reviviendo un evento traumático, por lo que (normalmente sin darle demasiado
sentido) el cliente suele decir algo como, “Estoy bien aquí”, o “Sé que estoy seguro aquí”,
y esa información positiva puede ser seguida de movimientos oculares adicionales. Si el
cliente está confuso acerca de por qué el terapeuta está haciendo estas preguntas
simples, se le puede explicar el propósito – un claro sentido de la realidad presente es una
condición previa esencial para resolver viejos recuerdos traumáticos mediante el uso de
EMDR.