Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Introducción: Hay un día especial en el mes de mayo dedicado a alguien muy especial. Esa
especialidad eres tú, mamá. Cuando se escogió este mes, no fue mera casualidad, fue
porque se igualaba a ti, mamá. En este mes se manifiesta la primavera en todo su
esplendor; y tú eres ese esplendor, madre. La naturaleza se llena de bellas y perfumadas
flores, y tú eres una flor perfumada y bella, las montañas y llanuras se visten de verde para
sedar a la raza humana, tú eres para mí madre, ese calor sedante, porque reposo tranquila
cuando estoy a tu lado, en este mes la lluvia cae suave para regar los campos y refrescar las
plantas. Tú eres igual que esa lluvia, refrescante para tu hogar, y tus hijos, madre mía.
Porque el gran Creador te escogió para que seas reina y lo serás noche y día y por la
eternidad, “madre mía”.
Bienvenida: Poesía.
Voz: Soy embajador del reino celestial y busco a alguien que conteste mis preguntas.
¿Quién puede responder?
Director de cantos: Fue mamá. Desde pequeño me cargaba en sus brazos y con paciencia
me enseñaba a cantar poco a poco. Cada día fui aprendiendo, ella me enseñó a alabar a mi
Salvador. Por eso en esta mañana quiero alabarle con toda la congregación, cantando el
himno No. -_____
Oración: Fue mamá. Desde pequeña se arrodillaba a mi lado y frente a mi camita mañana y
noche me enseñó a hablar con Jesús, me decía siempre que la oración es el arma más
poderosa del cristiano, por eso en esta mañana quiero hacer uso de la oración. Les invito a
todos a orar.
Joven 1: Fue mamá, siempre me ha dicho mamá que las cosas bellas y hermosas de la vida
son dignas de recordar. También mamá me ha dicho que los recuerdos dolorosos son como
una herida mental que lacera nuestra mente, punzándonos, rasgándonos y lastimando las
mismas raíces de nuestro ser. Mamá me ha dicho que recordar una herida pasada es
mantenerla fresca e infectada dentro de nosotros. Mamá siempre me ha hecho recordar al
apóstol Pablo. Dice ella que él sabía como desprenderse del pasado, me recordaba ella
cuando Pablo sostuvo los mantos de los que apedrearon a Esteban, la persecución de los
creyentes de Jerusalén a Damasco, el encarcelamiento de hombres, mujeres y niños por
causa de su fe en Jesús, sin embargo, dice mamá con relación a esto que él dijo: “Una cosa
hago, olvidando ciertamente el pasado, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la
meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Fue mamá quien me ha
dicho que a veces nos rendimos ante nuestra propia imaginación, pero ella me ha dado
sabios consejos para enfrentar los recuerdos.
Nota: Pueden ser dados por una madre o seis madres desde el público.
1. Hijo, acepta la responsabilidad de tu recuerdo, sea que se trate de algo que te
hicieron o algo que tú hiciste. Es tu responsabilidad enfrentarlo. No hullas, ¿a
dónde podrías ir sin que te siga un recuerdo? Si lo arreglas, lo recordarás con
alegría. Como una herida, sanada que aunque visible, no duele.
2. Hijo, concéntrate en el presente, aprovecha las oportunidades que el presente te
ofrece, y si los recuerdos negativos te asaltan, bórralos. Toma un cepillo y quítalos
– puedes hacerlo- practicando deportes, leyendo un buen libro, disfrutando una
buena música, ayudando a un amigo, etc. Todo esto te ayudará a no hurgar una vieja
herida.
3. Escoge, hijo mío, los recuerdos a los que quieres dedicar atención. ¿Por qué no
dedicar tiempo a los recuerdos positivos? Mantén los recuerdos cálidos y
agradables. Desásete de los inservibles.
4. Entrega a Dios, hijo mío, los recuerdos dolorosos. Hazlo por medio de la oración,
no trates de determinar como debe él encargarse. Solo permite que tus recuerdos
queden en contacto con el amor y el perdón.
5. Querido hijo, acepta la restauración divina. No acaricies el dolor. Apártate de él
Niégate a pensar mal de ti mismo, por algo de lo cual Dios ya se ha ocupado.
6. Recuerda hijo al apóstol Pablo. El no permitió que los recuerdos pasados lo
paralizaran. En vez de sentarse en un rincón para lamentarse, se dedicó a su
ministerio presente con todas sus fuerzas, y terminando su carrera, recordó con
satisfacción las memorias positivas y exclamó: “He acabado la carrera, he guardado
la fe, por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará Dios en
aquel día, y no sólo a mí, sino también a los que esperan su venida”.
Joven 2: Fue mamá, ella me hablaba mucho desde pequeño que Dios repartía los talentos.
A mí me gustaba mucho que ella me relatara la parábola de los talentos, registrada en Mat.
25_14-30. Mamá me decía, a uno dio 5, a otro 2, a otro 1. Yo decía: Mamá, creo que a mi
no me dio ninguno. Pero ella me decía: “Sí, lo vas a ir descubriendo en el camino de la
vida. Yo te enseñaré a descubrirlos”. Por eso en esta mañana puedo decir que fue mamá
quien me ayudó a cultivar los talentos dados por Dios. Por eso hago uso de uno de ellos,
pues no quiero ser como el siervo malo y negligente, que escondió sus talentos, y a las
queridas madres, quiero brindar mis versos con amor.
Joven 4: Sí, entre las muchas cosas que me enseñó mamá, hay una que me gusta practicar, y
es la de hacer historias, contar relatos. Recuerdo muchas veces sentados, otras acostados
juntos, mamá me relataba bellas historias. Yo las escuchaba con atención. Siempre quería
que mamá siguiera contando con otra y otra. Ya soy grande y me gusta que mamá me
relate las historias, pero dice ella que ya es tiempo de que yo lo haga. Por eso en esta
mañana relataré la historia de la madre más privilegiada, humilde, sufrida y bienaventurada.
Privilegiada: Porque llevó en su seno a Jesús, el hijo de Dios.
Humilde: Porque aceptó con mansedumbre y humildad ser la madre del redentor del
mundo. En sus palabras: “HE aquí tu sierva. Hágase conmigo conforme a tu palabra”, en
esa frase se encierra la mansedumbre y la humildad.
Sufrida: Porque su hijo inocente y sin pecado lo vio pender de una cruz para salvar a todo el
mundo.
Voz: Veo que las madres que temen a Dios, han realizado y realizan una importante obra en
la conducción de sus hijos, por tanto, yo envío un representante para que entregue a las
madres un trofeo que las acredite como “Madres Cooperadoras con Dios”.
Representante: (Con el trofeo) En representación de todos los hijos, les digo, queridas
madres:
1. Que al mirar el valle, pienso que eres madre, campiña apacible.
2. Cuando miro las corriente cristalinas de los ríos, pienso que eres fresca agua que
sacia la sed del caminante.
3. Si miro los grandes palacios, te comparo, madre, a una reina y princesa.
4. Si miro los bosques, pienso que eres como frondosos árboles que dan su sombra al
fatigado caminante que camina por el sol de la vida
5. Que Dios te bendiga, mamá.
(Se entrega el trofeo, regalos, flores, etc. El trofeo se entrega a una madre)
División de clases
La infancia de esta niña pasó, pero su madre la enseñó para que supiera desarrollarse en su
futura vida como esposa y madre. Ya en su juventud, ésta joven se preparaba para unir su
vida en matrimonio. Pero antes que esto sucediera, Dios, por medio de un ángel, le
comunicó algo sobrenatural, el mensaje fue: María, tú has sido escogida para ser la madre
del Salvador y Redentor del mundo. Tendrás un hijo y le pondrás por nombre Jesucristo.
María amaba a Dios y creyó en las palabras del ángel, en aquel momento demostró su
humildad cuando dijo: “Hágase conmigo conforme a tu palabra”. Esta joven estaba
dispuesta a hacer cualquier cosa que mandara Dios. María no guardó el mensaje que se le
había dado, con regocijo dio las nuevas a su familia y exclamó: “Alabo a Dios porque ha
hecho grandes cosas. El es el todopoderoso.” El bebé de María debía nacer en Belén, en la
tierra de sus antepasados, María y su esposo tuvieron que caminar largo trecho; cansados y
apesadumbrados, descansaban del largo viaje, pero esa misma noche María se convirtió en
la madre dichosa y bienaventurada, feliz, había nacido de su seno materno Jesús, el
Salvador. Con amor y dulzura tomó a su bebé en sus brazos, lo envolvió en blancos y
suaves pañales, y con ternura de madre comenzó su tarea de conducir a su hijo a través del
camino de la vida.
Como madre reía, pero también sufría; en cierta ocasión tuvo que ocultar su hijo y huir de
noche para librarlo del la ira del rey. Como madre, trabajó arduamente en la educación
cristiana de su hijo, ella fue su maestro, lo tomaba en sus brazos y sentado sobre sus
rodillas, lo educó dentro de una ciudad corrupta. Y fueron muchos los que exclamaron:
“De Nazaret puede salir algo bueno”, pero esta madre abnegada, fiel a su tarea, no perdió
tiempo. Aprovechaba las primeras horas de la mañana, y desde la más temprana edad, con
amor y paciencia lo fue enseñando. Cuando su hijo se encontraba frente a la adolescencia,
ya se paraba junto a los grandes maestros de la ley y exponía frente a ellos lo que su madre
le había enseñado, ella había llevado a su hijo a desarrollar un carácter noble y firme, que lo
llevaría a cumplir con fidelidad su tarea en este mundo. SU mamá también lo llevaba a la
carpintería de Nazaret para que aprendiera a hacer trabajos manuales y con seriedad este
joven trabajaba y cumplía sus tareas. Ya casi al comenzar su ministerio terrenal, esta
madre se adelantó para que su hijo ayudara a una joven pareja frente a una dificultad que se
había presentado en unas bodas allá en Caná de Galilea. Segura ella de que su hijo le
obedecería, dijo: “Hagan lo que él diga”. Con estas palabras, esta madre abrió como abre
una flor esparciendo su perfume el ministerio terrenal de Cristo Jesús. Día tras día, durante
tres años, no cesaron en llegar al cielo las oraciones de súplica de esta fiel madre a favor del
trabajo de su hijo. Ella gozó de los triunfos y las victorias de él, pero también sufrió al
verlo rechazado por aquellos a quienes había venido a salvar. Lo vio cruzar por los
caminos polvorientos, por los lugares escabrosos, lo vio con firmeza ir al martirio, lo vio
colgado de una cruz, y su corazón dolido se estremeció cuando sus oídos oyeron
encargando a Juan la tarea de cuidar de ella en estas palabras: “Hijo, he aquí a tu madre”.
Se dibujaban en letras de oro: “Gracias mamá”. Jesús fue a la cruz, ascendió al cielo, pero
no dejó desamparada a su madre, a esa humilde y fiel mujer que lo llevó en su seno, que lo
envolvió en pañales, que lo alimentó física y espiritualmente, que rodeó toda su vida de
amor y simpatía, y lo educó en el camino de la vida.
Que Dios bendiga a las madres para que puedan realizar una importante obra a favor de sus
hijos como lo hizo María.