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UNIVERSIDAD IEU

NOMBRE DEL ALUMNO: KAROI JAVIER GONZÁLEZ RENDÓN


MATRÍCULA: 111145
GRUPO: E101
MATERIA: 02) COMUNICACIÓN Y DINÁMICA DE GRUPOS

NOMBRE DEL DOCENTE: MTRA. REINA SILVIA CASTELL RODRÍGUEZ

ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE 2. EL DESARROLLO SOCIAL Y LA IDEOLOGÍA


INDIVIDUAL

OAXACA DE JUÁREZ, OAX. A 16 DE FEBRERO DE 2019


¿QUÉ IMPLICACIONES TIENE EN LA CONFORMACIÓN DE LA
PERSONALIDAD, LA INTERIORIZACIÓN DE CONCEPTOS Y REGLAS
SOCIALES?

Partiendo que una sociedad está conformada por diversos círculos, Craig en 1992
menciona que muchos de nuestras emociones que van moldeando nuestra
personalidad son limitados o aprobados, dentro de ciertos parámetros o estereotipos
propios de una sociedad. El círculo familiar donde nos desarrollamos primeramente es un
bosquejo de la sociedad y, mucho más importante, de la cultura que la forma. A temprana
edad y de manera inconsciente comenzamos a adquirir parte de la cultura de la sociedad
a la que pertenecemos, como lo es el lenguaje, al denominar “papá” o “mamá” a nuestros
progenitores, puesto que la cultura nos hace tomar al varón como el padre y al género
femenino como la madre, orientando la identidad sexual establecida por la cultura que nos
gobierna. Parte también de las reglas familiares (y por ende de la sociedad) para
comenzar a identificar el tipo de personalidad establecen que los infantes deben
desarrollar habilidades con objetos y así ver que emociones demostramos; el contacto
con los juguetes y el sentido de arraigo y pertenencia nos permite saber que, como todos
seres humanos, somos sensibles e inclusive capaces de “comunicar de una manera
verbal o no verbal” (Fournier, 2002; p.108). La relación de sonidos e imágenes que
captamos formante parte de la conformación de la personalidad y el autoconcepto, la
aceptación o rechazo de éstos moldean nuestros gustos o disgustos, el ver un monstruo
en la televisión genera emociones como el temor, caso contrario al ver una caricatura.

Al principio de la vida, nos es permitido la muestra de la mayoría de emociones como lo


es posible, pues hasta cierto punto es necesario para dar a conocer la funcionalidad
neuronal y capacidades motrices y sensoriales de un sano desarrollo que, inclusive,
llegan a caer en gracia, sin embargo de acuerdo a las reglas y conceptos que gobiernan
una familia, se van estableciendo límites: convivir con mi hermana está permitido, pero
golpearla no, por lo que se van aplicando medidas correctivas que a pesar de que siendo
bebés no estamos conscientes, comenzamos a generar barreras en nuestra naturaleza
agresiva. Dichas medidas conforman “la regulación emocional definido como el
proceso de lidiar con las emociones de una manera socialmente adecuada” (Craig,
1992; p.300). Frases dichas con voz grave y de manera tajante como “no grites”,
“compórtate” “no le pegues a tu hermana” “háblame de usted” “siéntate, párate”
conforman una recabación de datos y situaciones que moldean los valores propios de una
familia y, por ende, de cada sujeto, formando y estableciendo un conocimiento propio del
ser, y es ahí donde recae la importancia de la interiorización de los conceptos y reglas
sociales.

En este sentido, “la teoría del aprendizaje social afirma que los humanos aprenden la
mayor parte de su conducta a través de la observación de modelos” (Suria, 2010;
p.2). La manera en como nuestros padres nos educan lleva de por medio dos acciones en
la forma en como ellos recibieron esa información: primeramente toman los aspectos más
importantes tal cual fueron dados, como lo menciona la teoría antes mencionada, y por
otro lado llegan a omitir ciertos aspectos que no fueron tan gratos para ellos, llegando al
punto de permitirles acciones que sobrepasan los límites, donde se generan o dan
conductas violentas hacia los padres. Dentro de su artículo sobre la teoría del niño
emperador en 2007, Garrido establece que estas conductas donde el niño viola los
límites que los padres imponen son ocasionadas por actitudes violentas que no
llegan a ser controladas, provocando en un futuro una forma de ser inadaptada dentro
de la sociedad. Tomando en consideración este punto, concuerdo que la violencia que se
puede generar desde pequeño debe ser corregida, sin embargo no comparto que sea la
única razón por la cual se generen personalidades sanas. Se han mostrado experiencias
durante los últimos años que este tipo de crianza conlleva a tener una personalidad de
conformismo o poco esfuerzo por la obtención de cosas, acompañado de la solapes de
acciones, impidiéndoles en un futuro un sano desarrollo dentro de la sociedad.
Fenómenos como el que los jóvenes no trabajen ni estudien y sean aún mantenidos por
los padres es consecuencia de la crianza de éstos, y como un sentimiento de culpa,
existen chantajes que se ejercen por parte de los hijos.

Por otro lado, y como parte del desarrollo humano, nos compete ir incluyéndonos en
círculos sociales más grandes, donde llevamos con nosotros un conjunto de valores y
formas de comunicación que nos inculcaron en la familia. La interacción con otros seres
es en un principio difícil, puesto que lo desconocido siempre ha generado miedo o
desconfianza, sin embargo al ir conviviendo con diversas formas de pensar, aceptamos
algunas conductas debido a que son iguales o semejantes a las que nos inculcaron y
rechazamos otras que por lo regular no sabemos qué hacer con ellas, comenzando a
formar estereotipos que pueden concatenar a ideas y personalidades. En el kínder no se
le habla a un niño porque su apariencia no es agradable o porque su forma de hablar es
rara, esto provoca aislamientos que a futuro generan consecuencias en la forma de
relacionarnos y por ende de comunicarnos. Aparenta ser cruel, pero es una realidad
propia de la edad infantil, por lo que la regulación de dichos comportamientos por el
docente toma importancia, pues acepta, cambia, moldea o corrige las conductas de los
niños y jóvenes con la finalidad de tener una sociedad sana, en la manera de lo posible.

Con lo anterior, el desarrollo de la personalidad va de la mano con la habilidad de tomar


valores e ideas en los diversos entornos donde convivimos; en la doctrina católica nos
dicen que no es bueno mentir, puesto que es un estereotipo de la religión, pero
recordamos que de pequeños, nuestros padres nos mentían al decir que iríamos a la feria
o a los juegos, cuando realmente nos llevaban al médico. En ese momento sentíamos
enojo, puesto que nos han obligado a no mentir y comenzamos a realizar juicios del
porqué ellos si lo pueden hacer y nosotros no, estableciendo nuestros propios criterios de
valores, ideas, creencias, modificando nuestra propia perspectiva y autoconocimiento. Al
pasar el tiempo, dichas acciones eran tomadas para nuestro bien y de acuerdo al modelo
de Suria, deducimos que era lo más correcto y tomaremos también ese modelo para
educar a nuestros hijos. Por otro lado, en diversas escuelas promueven o desaprueban la
convivencia con diferentes creencias, razas o formas de pensar, que en ocasiones
pueden generar conductas antisociales como lo establece De la Peña y Grana en
2009. Lo que quiero establecer es “el hecho de que una conducta se catalogue como
social o antisocial puede depender de varios juicios acerca de la severidad de los
actos y su alejamiento de las pautas normativas, en función de la edad, sexo, clase
social” (De la Peña y Grana, 2009; p.33), es por ello que la forma en como
interactuamos y establecemos dinámicas con diversos grupos sociales es debido a las
similitudes que guardamos con ellos, y como destaca Otero, 1977 las regulaciones
emocionales están establecidas por los marcos sociales, jurídicos, psicológicos ya
existentes.

En conclusión la personalidad va conformándose desde el embarazo del ser, al


considerarse como una persona deseada o no, la interacción que se establece en primer
término con nuestros padres va generando una personalidad moldeable por ellos,
existirán ciertos límites que nos establecerán y otras acciones que nos permitirán, valores
como el respeto, son de los principales pilares que debe formar una familia en el hijo. Por
otro lado, el contacto con otros círculos sociales permite ir comparando las creencias e
ideas que fueron impuestas en nosotros, aceptando las que aparentan ser iguales y
rechazando las que no, incluyendo aquellas que nos parecen desconocidas, comenzando
a generar estereotipos sociales. La regulación del docente y su forma de establecer reglas
y normas van identificando y moldeando la personalidad de los niños. Por otra parte, si es
necesario destacar que siendo el segundo circulo con el cual hacemos contacto, la
escuela modifica comportamientos de acuerdo a los estatutos que lo conforman, por lo
que puede ir criando en nosotros actitudes que pueden ser sanas o no para un desarrollo
social adecuado. La religión, por el tipo de creencias que lo integran, es también una
influyente en la personalidad humana, sin embargo es nuestra capacidad de ir
desarrollando juicios propios de todas las experiencias, valores, ideas y creencias
con las cuales crecimos o aprendimos para poder discernir cuales son correctas y
cuáles, favoreciendo nuestra comunicación y dinámica de un mundo tan complejo,
conformado por diversas formas de pensar.
REFERENCIAS
1.- Craig G., J. (1992). “Desarrollo social y surgimiento de la personalidad”. En
Desarrollo Psicológico. México: Prentice Hall, p. 300.

2.- Fournier M., C. (2002). Las habilidades expresivas verbales y no verbales.


México: Editorial Thomson, p.108.

3.- De la Peña F., ME, Graña G., D. (2009). “Conducta antisocial en adolescentes:
factores de riesgo y de protección”. Madrid: Universidad Complutense de
Madrid, p.33.

4.- Garrido G., V. (2007). El síndrome del emperador y sus desafíos en el ámbito
científico y profesional. Disponible en:
http://reddecriminologia.blog.uces.edu.ar/files/2014/03/Vicente-Garrido-Genov
%C3%A9s.pdf, Consultado el: 16 de Febrero de 2019.

5.- Suria, R. (2010). Socialización y Desarrollo Social. Disponible en:


https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/14285/1/TEMA%202%20SOCIALIZACI
%C3%93N%20Y%20DESARROLLO%20SOCIAL.pdf, Consultado el: 16 de
Febrero de 2019.

6.- Otero L., J.M. (1997). Droga y Delincuencia, un acercamiento a la realidad.


Madrid: Pirámide pp. 675-709.

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