Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
La Evasión
Un error igualmente grande que ser abiertamente conflictivo, y mucho más
común, es evadir los conflictos en vez de resolverlos.
Con tal de no tener un disgusto con alguien, actuamos como si no hubiese
problema alguno. “Todo está bien, todo está bien —decimos— no importa”, pero en
nuestro corazón hay reclamos, juicios y resentimientos. No es ninguna virtud
evadir un conflicto por cuanto encararlo pueda causar una situación incómoda.
Veamos cómo Dios trata situaciones de conflicto. Cuando él creó al hombre,
lo hizo para que gobernara la tierra, estando éste bajo Su gobierno personal.
Cuando el ser humano traicionó la confianza que le fue dada, y se rebeló contra
Dios, lo echó a perder todo. Desde entonces los seres humanos hemos llenado
nuestras vidas de acciones, palabras y decisiones contrarias a su voluntad.
Dios nunca ignora estas cosas, ni las pasa por alto. La Biblia dice que él es:
“tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión,
aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable...” (Números 14:18). Él no
ignora ni minimiza nuestros pecados. Al contrario, nuestro pecado ha causado
una enemistad entre el cielo y la raza humana.
“He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni
se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho
división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho
ocultar de vosotros su rostro para no oír.” Isaías 59:1–2
O sea que, ¡hay un conflicto entre el hombre y Dios! Pero lo asombroso es
la manera en que Dios encara este conflicto, y a gran costo personal, lo resuelve.
Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo
por Cristo… que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo,
no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados…
Os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no
conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros
fuésemos hechos justicia de Dios en él. 2 Corintios 5:18-21
Dios no ignoró nuestro pecado, ni lo evadió. Enfrentarlo fue difícil e incómodo;
sin embargo, sólo de este modo podía verdaderamente terminar el conflicto:
encararlo con miras a resolverlo.
El Espíritu Santo hace esta labor en nuestras vidas. El nos trae convicción de
pecado, es decir, nos obliga a “ver” lo que hemos hecho mal, no para restregarlo
en nuestra cara, sino para que podamos reconocerlo, pedir perdón, y entonces
ser reconciliados con Dios. (Leer Juan 16:8)
Esta es la razón por la cual Jesús confrontó a la mujer samaritana acerca de
su pecado de inmoralidad sexual (Juan 4:16-18) y a los fariseos acerca de su
falsa piedad e hipocresía. El no buscaba humillarlos públicamente —recuerda—
él vino para salvar, no para condenar.
Tomando la Iniciativa
Jesús enseñó que cuando hay un conflicto, yo debo tomar la responsabilidad
de resolverlo, sin importar si yo soy el ofendido o quien ofendió.
1. Cuando alguien considera que tú eres quien ha cometido la ofensa:
“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu
hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y
anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta
tu ofrenda.” Mateo 5:23–24
2. Cuando tú eres el ofendido:
“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú
y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.” Mateo 18:15
El objetivo es resolver el conflicto y así quitar toda opresión del enemigo. Nada
es más importante que esto.
A continuación veremos algunos consejos de la Escritura que nos ayudarán a
no caer en trampas comunes que acompañan a las situaciones conflictivas. Nos
serán útiles en la victoria sobre cualquier conflicto.
Si se enojan, no pequen. No dejen que el sol se ponga estando aún
enojados, ni den cabida al diablo. Efesios 4:26–28
• No es pecado enojarse, pero cuando tus emociones se alteren no pierdas el
control de ti mismo. Sobre todo, cuida de no dar rienda suelta a tu lengua.
• Encara y resuelve el conflicto ¡PRONTO!