Sei sulla pagina 1di 8

REFLEXIÓN-MEDITACIÓN 5ª

(del 18 al 14 de marzo de 2020)

Invocación al Espíritu Santo


Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus hijos y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía,
Señor, tu Espíritu. Y renueva la faz de la tierra. Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con
la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a sus inspiraciones, para gustar siempre el bien y gozar de su
consuelo. Amén.

Jesús sigue muriendo y resucitando hoy


El misterio de la muerte y la resurrección de Jesús no ha acabado todavía. Tan profundamente se unió al
destino humano, que sigue sufriendo, muriendo y resucitando cada día en cada uno de nosotros.
La pasión de Cristo se sigue renovando cada día en la carne de los pobres y de todos los que sufren. La
crucifixión es una realidad de todos los días. Jesucristo sufre hoy en el peón desconocido, al que le pagan
una miseria por su trabajo. Vive en muchas mujeres, despreciadas por todos, aun por sus maridos. Vive en
los niños maltratados, sin escuela y sin porvenir. En los ancianos marginados. En los enfermos mal
atendidos. En los sin tierra y los sin techo. En los desesperados que se refugian en la droga. En el
profesional competente marginado por su honradez. En las parejas con problemas. En los jóvenes sin
ilusiones. En los complejos de los homosexuales. En los que se suicidan, lentamente o de una vez. Ellos
nos muestran el rostro sufriente de Cristo, arrastrando cada día sus cruces subiendo a un millón de
calvarios. Y en ellos él espera nuestra comprensión y nuestra solidaridad, preñada de esperanza.
En nuestros propios dolores también sufre Cristo. Cuanto más ayudemos a los demás, más problemas
tendremos. Cargar la cruz consiste precisamente en aguantar todas las dificultades que acarrea el
seguimiento cercano a Jesús.
Optar por la cruz de Cristo es decidirse a seguir a Jesús de cerca, por amor, con todas sus consecuencias.
No se trata de aguantar y ser austeros, al estilo de los fariseos o los estoicos. Ni de entregarse al
masoquismo del sufrimiento por el sufrimiento... Ello sería una cruz sin Cristo. La resurrección es para
los crucificados...
La cruz de Cristo es el signo profético de la más sagrada rebeldía en contra del sufrimiento humano.
Seguir al Crucificado lleva a luchar para que en esta tierra haya más conocimiento de Dios, más respeto a
la dignidad humana, más solidaridad con los crucificados de la historia, más fraternidad entre todos. La
cruz de Cristo es el camino a recorrer para que Dios llegue a ser efectivamente Padre de todos sus hijos.
¡Y ello no se consigue sin dolor!
La cruz de Cristo nos enseña que no se trata de cerrar los ojos a la realidad negativa del mundo, sino de
transformar la realidad con los ojos bien abiertos. Saber ver hoy la presencia sufriente de Cristo lleva a
combatir eficazmente los mecanismos productores de cruces, de forma que la cruz sea cada vez menos
posible.
Optar hoy por la cruz de Cristo significa también animarse a asumir libremente la propia existencia,
limitada y dolorosa, sin amargura, renunciando a todo lo que sea desprecio o explotación del hermano. Se
trata de aceptar los propios sufrimientos en unión con Jesús, con una actitud semejante a la suya, sin odios
ni venganzas, pero llena de esperanzas.
El dolor de seguir a Jesús es triple. Se trata del esfuerzo personal por vencerse a sí mismo para poder
seguir su llamada; además se trata de luchar por suprimir el dolor de los crucificados de este mundo,
viendo en ellos a Jesús sufriente; y, encima de todo ello, el dolor de padecer incomprensiones y
persecución.
Jesús nos enseña a sufrir y a morir de una manera diferente; no a la manera de la resignación, sino en la
fidelidad a una causa llena de esperanza. No basta cargar la cruz; la novedad cristiana es cargarla como
Cristo la cargó y con el mismo fin con que él lo hizo. Muere en cruz para suprimir la cruz...
TEXTOS BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

Pasajes bíblicos sobre la presencia sufriente de Cristo:


a. Mt 25, 31-46: Jesús sigue sufriendo en los necesitados. Nuestro comportamiento con ellos es decisivo.
Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono
glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor
separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a la izquierda. Entonces el Rey
dirá a los que tenga a su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, y recibid en herencia el Reino que os fue
preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me
disteis de beber; estaba de paso, y me alojasteis; desnudo, y me visitásteis; enfermo, y me visitásteis;
preso, y vinisteis a ver". Los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de
comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?" Y el Rey les responderá: "Os aseguro que cada vez
que lo hicisteis con el más pequeño de mis hermanos, lo hicisteis conmigo". Luego dirá a los de la
izquierda: "Alejaos de mí, malditos; id al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,
porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; estaba de paso, y no
me alojasteis; desnudo, y no me visitasteis; enfermo y preso, y no me visitasteis". Estos, a su vez, le
preguntarán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no
te hemos socorrido?" Y él les responderá: "Os aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más
pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicísteis conmigo". Estos irán al castigo eterno, y los justos a la
Vida eterna".
b. Mt 18,5; Lc 10,16; Hch 9,5; 1Cor 8,12; Ap 5,5-7: Presencia de Cristo en los niños, en los apóstoles
rechazados, en los perseguidos por su fe, en los débiles de conciencia, en las angustias de la Historia…
¿Lo sé ver yo?
Mt 18,5: El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.
Lc 10,16: El que os escucha a vosotros, me escucha a mí; el que os rechaza a vosotros, me rechaza a mí; y
el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió.
Hch 9,5: Él preguntó: "¿Quién eres tú, Señor?". Yo soy Jesús, a quien tú persigues, le respondió la voz.
1Cor 8,12: Pecando de esa manera contra vuestros hermanos e hiriendo su conciencia, que es débil,
vosotros pecáis contra Cristo.
Ap 5,5-7: Pero uno de los Ancianos me dijo: "No llores: ha triunfado el León de la tribu de Judá, el
Retoño de David, y él abrirá el libro y sus siete sellos". Entonces vi un Cordero que parecía haber sido
inmolado: estaba de pie entre el trono y los cuatro Seres Vivientes, en medio de los veinticuatro
Ancianos. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados a toda la tierra. El
Cordero vino y tomó el libro de la mano derecha de aquel que estaba sentado en el trono.
c. Mt 10, 17-39; 16, 24-26: Cargar la cruz para seguir a Jesús. ¿Cuáles son mis cruces y cómo las cargo?
Mt 10,17-39
Cuidaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas. A causa de
mí, seréis llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.
Cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo vais a hablar o qué vais a decir: lo que debéis decir se os
dará a conocer en ese momento, porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino que el Espíritu del Padre
hablará en vosotros. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su
hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Vosotros seréis odiados por todos a causa
de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. Cuando os persigan en una ciudad, huid a
otra, y si os persiguen en esta, huid a una tercera. Os aseguro que no acabaréis de recorrer las ciudades de
Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre. El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más
que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa
lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! No los temáis. No hay nada oculto que no deba ser
revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo os digo en la oscuridad, repetidlo en pleno
día; y lo que escucháis al oído, proclamadlo desde lo alto de las casas. No temáis a los que matan el
cuerpo, pero no pueden matar el alma. Temed más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la
Gehena. ¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae
en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Vosotros tienen contados todos sus cabellos.
No temáis entonces, porque valéis más que muchos pájaros. Al que me reconozca abiertamente ante los
hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en
el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres. No penséis que he venido a traer la paz sobre la
tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija
con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa.
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija
más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre
su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
Mt 16, 24-26
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que
cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a
causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué
podrá dar el hombre a cambio de su vida?
d. 1Cor 4, 9-13; 2Cor 4, 5-18; Col 1, 24: Sufrir por Cristo. ¿Son mis sufrimientos realmente “por” Cristo?
1Cor 4, 9-13: Pienso que a nosotros, los Apóstoles, Dios nos ha puesto en el último lugar, como
condenados a muerte, ya que hemos llegado a ser un espectáculo para el mundo, para los ángeles y los
hombres. Nosotros somos tenidos por necios, a causa de Cristo, y en cambio, vosotros sois sensatos en
Cristo. Nosotros somos débiles, y vosotros, fuertes. Vosotros gozáis de prestigio, y nosotros somos
despreciados. Hasta ahora sufrimos hambre, sed y frío. Somos maltratados y vivimos errantes. Nos
agotamos, trabajando con nuestras manos. Nos insultan y deseamos el bien. Padecemos persecución y la
soportamos. Nos calumnian y consolamos a los demás. Hemos llegado a ser como la basura del mundo,
objeto de desprecio para todos hasta el día de hoy.
2Cor 4, 5-18
Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, el Señor, y nosotros no somos más que
servidores de vosotros por amor de Jesús. Porque el mismo Dios que dijo: "Brille la luz en medio de las
tinieblas", es el que hizo brillar su luz en nuestros corazones para que resplandezca el conocimiento de la
gloria de Dios, reflejada en el rostro de Cristo. Pero nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro,
para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios. Estamos
atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no
abandonados; derribados, pero no aniquilados. Siempre y a todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los
sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Y
así aunque vivimos, estamos siempre enfrentando a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida
de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De esa manera, la muerte hace su obra en nosotros, y en
vosotros, la vida. Pero teniendo ese mismo espíritu de fe, del que dice la Escritura: Creí, y por eso hablé,
también nosotros creemos, y por lo tanto, hablamos. Y nosotros sabemos que aquel que resucitó al Señor
Jesús nos resucitará con él y nos reunirá a su lado junto con ustedes. Todo esto es por vosotros: para que
al abundar la gracia, abunde también el número de los que participan en la acción de gracias para gloria
de Dios. Por eso, no nos desanimamos: aunque nuestro hombre exterior se vaya destruyendo, nuestro
hombre interior se va renovando día a día. Nuestra angustia, que es leve y pasajera, nos prepara una gloria
eterna, que supera toda medida. Porque no tenemos puesta la mirada en las cosas visibles, sino en las
invisibles: lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno.
Col 1, 24
Ahora me alegro de poder sufrir por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de
Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia.
e. 1Pe 1,8-12; 2,4-5. 20-23; 3,13-15.18; 5,6-11: Aprender a sufrir al estilo de Cristo, por amor, como él.
1Pe 1,8-12: Porque vosotros lo amáis sin haberlo visto, y creyendo en él sin verlo todavía, os alegráis con
un gozo indecible y lleno de gloria, seguros de alcanzar el término de esa fe, que es la salvación.
El mensaje revelado a los Profetas. Esta salvación ha sido el objeto de la búsqueda y la investigación de
los profetas que vaticinaron sobre la gracia destinada a vosotros. Ellos trataban de descubrir el tiempo y
las circunstancias señaladas por el Espíritu de Cristo, que estaba presente en ellos, y anunciaba
anticipadamente los sufrimientos reservados a Cristo y la gloria que les seguiría. A ellos les fue revelado
que estaban al servicio de un mensaje destinado no a sí mismos, sino a vosotros. Y ahora vosotros habéis
recibido el anuncio de ese mensaje por obra de quienes, bajo la acción del Espíritu Santo enviado desde el
cielo, les transmitieron la Buena Noticia que los ángeles ansían contemplar.
1Pe 2,4-5.20-23: 2:4 Al acercarse a él, la piedra viva, rechazada por los hombres pero elegida y preciosa a
los ojos de Dios, también vosotros, a manera de piedras vivas, sois edificados como una casa espiritual,
para ejercer un sacerdocio santo y ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesucristo... En
efecto, ¿qué gloria habría en soportar el castigo por una falta que se ha cometido? Pero si a pesar de hacer
el bien, vosotros soportáis el sufrimiento, esto sí es una gracia delante de Dios. A esto habéis sido
llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, y os dejó un ejemplo a fin de que sigáis sus
huellas. Él no cometió pecado y nadie pudo encontrar una mentira en su boca. Cuando era insultado, no
devolvía el insulto, y mientras padecía no profería amenazas; al contrario, confiaba su causa al que juzga
rectamente.
1Pe 3,13-15.18: ¿Quién puede haceros daño si os dedicáis a practicar el bien? Dichosos vosotros, si tenéis
que sufrir por la justicia. No temáis ni os inquietéis: por el contrario, glorificad en vuestros corazones a
Cristo, el Señor. Estad siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la
esperanza que vosotros tenéis... Cristo murió una vez por nuestros pecados -siendo justo, padeció por los
injustos- para llevarnos a Dios. Entregado a la muerte en su carne, fue vivificado en el Espíritu.
1Pe 5,6-11: Humillaos bajo la mano poderosa de Dios, para que él os eleve en el momento oportuno.
Descargad en él todas vuestras inquietudes, ya que él se ocupa de vosotros. Sed sobrios y estad siempre
alerta, porque vuestro enemigo, el demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar.
Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos dispersos por el mundo padecen los mismos
sufrimientos que vosotros. El Dios de toda gracia, que nos ha llamado a su gloria eterna en Cristo,
después que hayáis padecido un poco, os restablecerá y confirmará, os hará fuertes e inconmovibles. ¡A él
sea la gloria y el poder eternamente! Amén.
* Salmo de los pobres con esperanza.
1. Señor, ¿quién como tú, que defiendes al débil del poderoso, al pobre y humilde del explotador? (Sal
35,10).
2. ¿Quién como el Señor Dios nuestro? Él levanta del polvo al oprimido y alza de la basura al pobre (Sal
113, 6s).
3. Señor, tú escuchas los deseos de los humildes, nos atiendes y nos animas; harás justicia a huérfanos y a
oprimidos, y ya no nos dominarán más los hombres de barro (Sal 10,17s).
4. Salvas al pueblo humillado y humillas los ojos orgullosos (Sal 18,28).
5. Desde el cielo alargas la mano y me sostienes, me sacas de las aguas caudalosas; me libras del
enemigo poderoso, de adversarios más fuertes que yo… (Sal 18,17s).
6. Contigo corro a la lucha; con ayuda de mi Dios asalto las murallas. El Señor me llena de fuerza y
allana mis caminos (Sal 18,30.33).
7. Tú no cambias jamás tu lealtad. Das tu justicia a los oprimidos; pro¬porcionas su pan a los
hambrientos; libras de sus cadenas a los presos. Abres los ojos del ciego y enderezas a los que ya se
doblan (Sal 146,7s).
8. Tu fuerza no está en la multitud, ni tu poder en los guerreros, sino que eres el Dios de los humildes,
defensor de los pequeños, apoyo de los débiles, protector de los abandonados, salva¬dor de los
desamparados (Jud 9,11).
9. Haces justicia al desvalido y defiendes el derecho del pobre (Sal 140, 13).
10. Das la razón a los oprimidos (Sal 103,6), socorres a los hijos de los pobres y aplastas a sus verdugos
(Sal 72,4).
11. Eres padre de huérfanos y protector de viudas. Preparas casa a los desvalidos y al preso le quitas sus
cadenas (Sal 68,6s).
12. Señor, te damos gracias a gritos y te alabamos en medio de la multitud, porque te pones de parte de
los pobres para salvar nuestras vidas de nuestros acusadores (Sal 109,31).
13. Tú sólo, Señor, nos haces vivir tranquilos (Sal 4,10).
14. Te agradecemos, Jesús, que estés siempre activo donde se busca la justicia (1Jn 2,29).
15. En los que luchan por una vida digna reconocemos tu presencia, Señor. Cuando los ciegos ven y los
paralíticos andan, cuando el pueblo se despierta y se pone en marcha en ellos vemos tu mano, Señor (Mt
11,5).
16. Cuando los sin tierra invaden latifundios improductivos sabemos que tú vas con ellos, Señor (Miq
2,1-5).
17. Cuando las organizaciones campesinas reclaman tierra (Neh 5,1-7), en su decisión vemos tu
presencia, Jesús. Su voz decidida es la tuya y tus espaldas son las que aguantan los golpes de la represión
(Hch 9,5).
18. Es tu fuerza la que rompe las cadenas de opresión y destroza los cerrojos de los calabozos (Hch
16,26).
19. Eres tú, Cristo Jesús, el que lucha con nosotros, ¿a quién temeremos, pues? ¡Bendito sea Dios que
nos asegura la victoria! (1Jn 4,4)
20. En nuestra lucha por un mundo justo asoma ya la aurora que anuncia “el año de Jubileo” (Lev 25), el
de la auténtica reforma agraria, en la que cada familia vivirá dignamente. Habitaremos seguros en la tierra
que tú nos has dado. Cada uno vivirá tranquilo en su propia casa (Sof 2,13) y nadie ajeno comerá nuestras
cosechas (Dt 16,15).
21. Esta tierra, prometida por ti a nuestros padres, todos nosotros la poseeremos por partes iguales, cada
familia según su necesidad (Núm 33,53s).
22. Ya no serán posibles los acaparamientos de tierra, ni gente sin tierra (Lev 25), sino un gran pueblo de
hermanos.
23. Para que todo ello sea posible crea en medio de nosotros, Señor, a un pueblo sencillo y austero, que
busque refugio sólo en ti, que nunca se porte injustamente con nadie, ni crea ni diga jamás palabras
engañosas (Sof 3,12s).
ORACIÓN
Padre, enséñame a buscar hoy a tu Hijo en los necesitados, los rechazados, los cargados y agobiados…
Creo, Jesús, en tu presencia expectante y activa, en todo ser humano, y de una forma especial en los
despreciados. Enséñame a verte en las llagas de la humanidad.
No permitas que caigamos en la tentación de intentar encontrarte en espiritualismos cerrados, en ritos
cuadriculados o en orgullosas sabidurías, todas ellas lejanas al dolor de los pobres.
Enséñanos a reconocer tu rostro sufriente en los rostros sufrientes de nuestros hermanos. Y danos un
deseo profundo e insaciable de encontrarte y quererte en ellos, de forma que resucitemos en ti.
Enséñanos a amar como tú amas, a ayudar como tú ayudas, a dar como tú das, a servir como tú sirves, a
estar contigo, tocándote en tu harapiento disfraz. Sólo así llegaremos al resplandor de tu gloria.
Enséñanos a sufrir a tu estilo, como tú, abierto siempre de los hermanos. Quiero aprender a servirte en la
humanidad doliente, siguiendo de cerca tus pasos, camino de la resurrección.
Para ello es imprescindible que te deje vivir en mí; que tus sentimientos palpiten en mi corazón; que la
melodía de tu voz fluya por mis labios; que vea con tus ojos y acaricie con tus manos… Que así sea…
Evaluación:
- ¿Tengo un conocimiento serio de la realidad sufriente de nuestro pueblo? ¿Voy aprendiendo a ver en
ellos a Jesús?
- ¿La experiencia de la Pasión me está ayudando a confirmar la elección: me desafía y me aclara lo que
he elegido?
LECTURAS COMPLEMENTARIAS

Yo dejé en las Indias a Jesucristo, nuestro Dios, azotándolo y afligiéndolo, no una sino millones de
veces… (Bartolomé de las Casas). Tocamos aquí el fondo: Cristo interpela desde los oprimidos, denuncia
un régimen de explotación impuesto por los que se dicen cristianos… (Gustavo Gutiérrez).
Cristo sigue sufriendo soledad y abandono:
• en los que no tienen fe, que no saben por qué viven; luchan, sufren y mueren sin ideal, vacíos...;
• en los jóvenes sin ilusión, que se sienten incomprendidos y recurren a sustitutivos del amor;
• en los desocupados, ricos haraganes que no encuentran sentido a sus vidas y se sienten frustrados;
• en los idealistas fracasados, que no pudieron lograr lo que creían con derecho a alcanzar;
• en los rechazados por una sociedad que valora el tener más por encima del ser más;
• en los ancianos, enfermos, encarcelados, deportados, de quienes el mundo se olvida y arrincona.
Cristo sufre burlas, humillaciones y torturas:
• en los pobres y necesitados: cuantos se ocupan en trabajos que la sociedad desprecia;
• en los que, pudiendo, no se han enriquecido a expensas del prójimo y han remado contra la corriente del
consumismo y del hedonismo;
• en los que no se aprovechan del poder en beneficio propio, sino que hacen de la autoridad un servicio;
• en los calumniados y perseguidos por seguir una causa noble.
• en los homosexuales y los divorciados, tan marginados en la Iglesia.
• en los enfermos, paralíticos, accidentados, los que padecen sida, los desahuciados..., que no pueden
valerse y ven transcurrir sus vidas con un gran sentido de frustración e impotencia;
• en los encarcelados, torturados, confinados, deportados...
• en los hambrientos, sedientos, mendigos, harapientos, niños y adolescentes abandonados en las calles.
GASTAR LA VIDA
Nos da miedo gastar la vida, entregarla sin reservas. Un terrible instinto de conservación nos lleva hacia
el egoísmo, y nos atenaza cuando queremos jugarnos la vida.
Tenemos seguros por todas partes, para evitar riesgos. Y sobre todo está la cobardía.
Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida. Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla; no se la puede
economizar en estéril egoísmo.
Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no paguen; hacer un favor al que no va a devolver; gastar
la vida es lanzarse aun al fracaso, si hace falta, sin falsas prudencias, es quemar las naves en bien del
prójimo. Somos antorchas que sólo tenemos sentido cuando nos quemamos; solamente entonces seremos
luz.
Líbranos de la prudencia cobarde, la que nos hace evitar el sacrificio, y buscar la seguridad.
La vida se da sencillamente, sin publicidad, como el agua de la vertiente, como la madre da el pecho a su
bebé, como el sudor humilde del sembrador.
Entrénanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible, porque detrás de lo imposible está tu gracia y tu presencia;
no podemos caer en el vacío.
El futuro es un enigma, nuestro camino se interna en la niebla; pero queremos seguir dándonos, porque
Tú estás esperando en la noche, con mil ojos humanos rebosando lágrimas.
(Luis Espinal sj., periodista, asesinado en Bolivia).
En este dolor, no estoy yo sola.
En esta oscuridad, no estoy yo sola.
En las pequeñas alegrías cotidianas, no estoy yo sola.
En este tiempo sin tiempo, no estoy yo sola.
En este esperar sin ver, no estoy yo sola.
En este caer de nuevo, no estoy yo sola.
En este recomenzar, no estoy yo sola.
Que mi paso camine con el paso de mi hermano
Para que también él pueda cantar:
“No estoy yo solo”.
Mª del Pilar de Francisco
Entra en la casa de mi Padre
Cuando yo no tenía vivienda, tú abriste tus puertas.
Cuando estaba desnudo, me tendiste tu manto.
Cuando estaba cansado, me ofreciste reposo.
Cuando estaba intranquilo, calmaste mis tormentos.
Cuando era niño, me enseñaste a leer.
Cuando estaba solo, me trajiste el amor.
Cuando estaba en la cárcel, viniste a mi celda.
Cuando estaba en cama, me cuidaste.
En país extranjero, me diste buena acogida.
Sin trabajo, me encontraste empleo.
Herido en combate, vendaste mis heridas.
Buscando la bondad, me tendiste la mano.
Cuando yo era negro, o amarillo o blanco,
insultado y enardecido, tú llevaste mi cruz.
Cuando era anciano, me ofreciste una sonrisa.
Cuando estaba preocupado, compartiste mi pena.
Me viste cubierto de salivazos y de sangre,
me reconociste bajo mis facciones sudorosas.
Cuando se burlaban de mí, estabas cerca de mí.
Y cuando yo era feliz, compartías mi alegría...
Teresa de Calcuta
Nunca podrás, dolor, acorralarme.
Podrás alzar mis ojos hasta el llanto,
secar mi lengua, amordazar mi canto,
sajar mi corazón y desguazarme.
Podrás entre tus rejas encerrarme,
destruir los castillos que levanto,
ungir todas mis horas con tu espanto.
Pero nunca podrás acorralarme.
Puedo amar en el potro de tortura.
Puedo reír cosido por tus lanzas.
Puedo ver en la oscura noche oscura.
Llego, dolor, adonde tú no alcanzas.
Yo decido mi sangre y su espesura.
Yo soy el dueño de mis esperanzas.
José Luis Martín Descalzo

Potrebbero piacerti anche