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Conferencia del Maestro

OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV


Bonfin, 15 de septiembre de 1967, Por la mañana, conferencia del Ciclo Solar

EL DÍA Y LA NOCHE LA CONSCIENCIA Y LA


SUBCONSCIENCIA

Durante casi tres meses hemos tenido unas salidas de Sol con un cielo
límpido y transparente. Pero hoy había nubes, un velo, y no hemos podido
ver el Sol...
Generalmente el mal tiempo pone a la gente de mal humor: se
preguntan por qué hay nubes, por qué llueve, por qué nieva y por qué hace
viento; quisieran que el tiempo fuera eternamente bueno. Yo también,
claro, pero felizmente tengo otra comprensión de las cosas y no estoy tan
furioso, lo acepto. Y para haceros compartir mi forma de razonar y de
establecer analogías, quiero deciros algunas palabras.
Todos estos fenómenos: el buen tiempo, la lluvia, la niebla, etc.,
representan la vida de la Naturaleza. La Naturaleza tiene su vida con sus
diferentes manifestaciones; el invierno, el verano y todos los cambios que
se producen son un lenguaje que debemos descifrar. Existe el día y la
noche, existe la actividad y el reposo, la vigilia y el sueño; en todos estos
dominios encontramos estas mismas alternancias. ¿A qué corresponde el
tiempo que hace hoy? A la noche. El día y la noche... ¿Qué es el día? La
actividad. ¿Qué es la noche? El reposo. Pero por la noche, durante el sueño,
también se hace un trabajo. Este trabajo ya no tiene lugar en la consciencia,
sino en otro dominio que llamamos subconsciencia.
Así, el día es la consciencia y la noche la subconsciencia; el día es el
despertar y la noche el sueño; el día es la actividad y la noche la pasividad.
O bien, el día es el gasto (porque la actividad presupone gasto) y la noche
es la recuperación, el restablecimiento. El gasto no puede durar mucho
tiempo si no hay recuperación, es decir, si no restablecemos nuestras
fuerzas, si no nos recargamos. Pero para recargarnos debemos limpiarnos;
y, justamente, la actividad que se realiza durante la noche en el
subconsciente está relacionada sobre todo con la limpieza: desaparece todo
lo que es perjudicial, tóxico, todo aquello que tapona y obstruye, para que
las vías respiratorias, circulatorias y eliminatorias queden liberadas y para
que todos los fluidos sanguíneos, nerviosos, etc., puedan circular de nuevo.
Así pues, el trabajo que se hace durante la noche, durante el reposo, es
extremadamente importante, pero es subconsciente, el hombre no se da
cuenta de él; y al despertar ni siquiera da gracias por estar en pie de nuevo,
sobre sus pies, sano, consciente y vigilante. ¡Si supiese qué trabajo se ha

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realizado dentro de él!
Estar activo, consciente, vigilante, representa para el hombre un gasto
considerable de materiales y de energías. No os imagináis todas las
energías que el cerebro emplea sólo para estar conscientes. Para estar
despiertos, simplemente para estar despiertos, ¡qué fantástica cantidad de
energías gasta! Si las fuerzas y los materiales que le permiten mantenerse
despierto se agotan, el hombre se duerme durante el día, para poder
recuperar de nuevo lo que le falta, bastándole a veces dos o tres minutos
para sentirse nuevamente restablecido, recargado. Así es cómo trabajamos
sin cesar con el día y la noche, con la actividad y el reposo, con la
consciencia y la subconsciencia.
Pero el día y la noche podemos encontrarlos en todas partes, en todos
los campos, bajo diferentes formas. ¿Qué son la primavera y el verano? El
día. ¿Qué son el otoño y el invierno? La noche: la Naturaleza reposa para
recuperarse a fin de que la primavera y el verano den de nuevo frutos. Por
eso en los árboles y las plantas la actividad se desplaza según las
estaciones. Durante el otoño y el invierno el trabajo se efectúa en las raíces,
mientras que se detiene en el tronco y en las ramas: el árbol no tiene ya
hojas, ni flores, ni frutos. Esto corresponde al trabajo del subconsciente.
Mientras que en primavera y en verano la actividad remonta y se sitúa más
arriba, lo que corresponde al trabajo de la consciencia. Después la actividad
volverá a descender de nuevo, y así sucesivamente...
Esta alternancia la volvemos a encontrar en todos los dominios. En
cada mes hay también día y noche: durante catorce días la Luna crece, es el
día; y durante los otros catorce días la Luna mengua, es la noche. Cuando
la Luna es creciente la actividad se desplaza hacia arriba, hacia el cerebro,
y podemos permitirnos gastar y producir más, ser más activos y más
enérgicos. Cuando la Luna está menguante la actividad se desplaza hacia el
vientre, el estómago y los órganos sexuales. Entonces ya no somos tan
poderosos en el cerebro, pero somos muy activos, muy poderosos en el
subconsciente: somos más sensuales, queremos comer más, dormir más...
Así que, ¿Veis?: quince días de día y quince días de noche. Durante el día
también puede haber día y noche, y en una sola hora, a veces, hay día y
noche.
El día es, pues, el despertar, la actividad, el derroche; pero si no
hubiese noche no habría día. ¿Qué es la gestación? La noche. El niño pasa
nueve meses en la noche: no es consciente, no ve nada, y, por otra parte,
nadie le ve. Apenas siente la madre que se mueve, por momentos. Ya veis:
una noche que dura nueve meses ¡y un día que dura noventa años! Mientras
tanto, claro, hay otros días y otras noches... pero debéis comprender que
aquí hablamos simbólicamente.

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Se dice en el Génesis: "Hubo una tarde y hubo una mañana: primer
día... Hubo una tarde y hubo una mañana: segundo día." (Una tarde, quiere
decir noche, y una mañana quiere decir día). ¿Por qué el Señor empezó
primero por la noche? No es una casualidad: es porque no hay día antes que
noche. La noche prepara el día. El día, en cambio, no prepara nada, gasta,
derrocha; es la noche la que prepara todas las manifestaciones. Antes de la
aparición del Sol, de la Luna y de las estrellas, se hizo una preparación en
la oscuridad, en las tinieblas, en la noche. Según la Ciencia iniciática la
noche es la que prepara el día. Mirad el carbón: es negro; precede a la llama
que va a brotar a través de él. Primero, pues, están las tinieblas, y a través
de las tinieblas brota la luz, porque en las tinieblas se hace un trabajo, una
preparación para que la luz pueda brotar.
Las tinieblas representan la materia desorganizada, el caos, el trabajo
en el subconsciente antes de que algo surja en la consciencia bajo forma de
luz, de comprensión, de entendimiento. Son nociones con las que hay que
saber trabajar. Por eso, cuando el cielo está cubierto y no hay Sol, es el
momento de hacer un trabajo con el subconsciente. Si los demás días
habéis logrado hacer el trabajo en vuestra consciencia o vuestra
supra-consciencia, porque el Sol estaba ahí y había unas condiciones
atmosféricas, unas corrientes electromagnéticas favorables, hoy, como las
condiciones son diferentes, no podréis hacer el mismo trabajo. Así que
debéis cambiar de actividad, porque, si no, tendréis dolor de cabeza o vais a
dormiros. Puesto que este tiempo nublado y pesado corresponde a la noche,
debéis hacer el trabajo en el subconsciente y no en el cerebro; debéis
detener la actividad del cerebro y descender al plexo solar.
Vamos a ver ahora lo que son el plexo solar y el cerebro. El plexo
solar es la sede del subconsciente, y el cerebro la de la consciencia. Cuando
descendéis al subconsciente, como está conectado con todo el cosmos, con
la inmensidad, y representa lo colectivo, entráis entonces en la vida
universal, en el océano de la vida universal, os conectáis con ella, os
fusionáis con ella; a través del plexo solar vibráis con la inmensidad. Y
cuando queréis individualizaros, cuando queréis volver a ser vosotros
mismos, un individuo consciente, libre y aislado, subís al cerebro. El
cerebro tiene la propiedad de individualizar a los seres humanos, y el plexo
solar la de colectivizarlos; con el plexo solar hacéis un trabajo en la noche.
Durante el día os individualizáis, os sentís un ser completamente
separado de los demás: coméis, bebéis, os peleáis, calculáis, discutís como
un individuo separado, aislado, y de ahí vienen muchas desgracias. Durante
el sueño, al contrario, ya no tenéis vida individual, entráis en la vida
colectiva, universal, os fundís en la inmensidad. Es la Naturaleza la que ha
creado estos dos procesos: ora individualiza a los seres, ora les colectiviza.
Y así, durante la noche todos se funden en el océano de la vida universal de

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la que extraen fuerzas para restablecerse, exactamente como los peces que,
en los mares y los océanos, nadan y se alimentan de los materiales disueltos
en el agua. Los seres humanos emergen y, después, se vuelven a sumergir
en el océano, y a eso lo llaman día y noche, consciencia y subconsciencia,
vigilia y sueño. Ahí tenéis, mis queridos hermanos y hermanas, unas
nociones justas, claras y útiles, gracias a las cuales podréis comprender
todos los misterios de la Naturaleza. Hasta en unas condiciones
desfavorables el discípulo puede hacer trabajos útiles, porque sabe cómo
comprenderlo y utilizarlo todo. Mientras que los demás no utilizan nada
porque no saben a qué corresponden estas condiciones y lo embrollan todo.
Estáis sin duda asombrados de que os diga que las tinieblas preceden a
la luz. Pero los alquimistas lo han comprendido. Cuando hablan de "la luz
que sale de las tinieblas", sobreentienden el resultado de un trabajo
gigantesco que se ha hecho en la oscuridad. Las abejas también trabajan en
la oscuridad, porque tienen una luz especial. Podemos trabajar en la
oscuridad, porque en realidad no hay oscuridad. Durante la noche reina una
luz deslumbrante, pero es una luz astral y no la vemos. Lo que es tenebroso
para algunos es luminoso para otros, y hay siempre, en el mismo momento,
oscuridad y luz.
Podemos decir que la oscuridad es la madre de la luz, porque el hijo
sale del seno de la madre, y no a la inversa. La luz nunca ha traído al
mundo la oscuridad, sino que la expulsa; pero la oscuridad hace nacer la
luz. ¿Cómo? Es un misterio: con el movimiento. Si no hay movimiento, la
luz no aparece. Hay que frotar, golpear, producir un movimiento para que
el calor aparezca. El movimiento produce primero calor, y cuando el calor
aumenta, brota la llama, la llama que ya es luz. Considerando este
fenómeno en el ser humano, podemos decir que la voluntad es la que
produce el movimiento; el movimiento produce el calor, es decir, el amor;
y después, al intensificarse, el amor se ve obligado a brotar bajo forma de
luz, de inteligencia, de sabiduría.
En el origen está la voluntad, el movimiento. La voluntad es algo
oscuro; la voluntad son las tinieblas. En las tinieblas hay una voluntad, una
actividad, pero no la vemos; cuando esta actividad llega a producir calor,
tampoco lo vemos, sólo empezamos a sentirlo y, después, cuando el calor
se intensifica, vemos la luz. Este es exactamente el proceso de la creación.
En el Génesis se dice: "Y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas". El
agua representa la materia, y el Espíritu de Dios que se movía por encima
de las aguas significa que el Espíritu de Dios produjo un movimiento, este
movimiento produjo el calor, y el calor produjo la luz: "¡Hágase la luz!"
Dios creó el mundo con la voluntad (el movimiento), y con el amor y la
sabiduría (el calor y la luz). El hombre puede crear de la misma manera,
porque el movimiento está en el plexo solar bajo forma de vida, el calor

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está en el corazón bajo forma de amor, y la luz está en el cerebro bajo
forma de sabiduría.
Si consideramos la trinidad hindú: Brahma, Vishnou y Shiva, vemos
que los Rishis de la India, que penetraron las profundidades de la creación,
situaron a Brahma en la región del plexo solar, a Vishnou en el corazón y a
Shiva en el cerebro. Pero ahora los hindúes ya no trabajan mucho con
Brahma; ya no se ven muchos templos para Brahma, el creador, hay más
para Vishnou, el conservador, pero sobre todo para Shiva, el destructor. En
otra ocasión os explicaré la razón por la cual los hindúes han situado a
Shiva en el cerebro, y por qué dicen que el intelecto es el destructor de la
realidad.
Cuando el niño está todavía en el seno de su madre está conectado con
ella por el cordón umbilical, y se alimenta a través de él. El ser humano se
ha construido a partir del plexo solar y el cerebro ha aparecido en último
lugar. Pero en la conducción de su vida el hombre debe seguir el
movimiento inverso: primero debe usar su intelecto, estudiar las cosas,
profundizarlas, comprenderlas, después bajar al corazón, es decir, desear
realizarlas, y finalmente, ponerse a trabajar para realizarlas en el plano
físico. La sabiduría debe estar, pues, en primer lugar, después el amor, y
finalmente la voluntad, la realización.
Podemos hacer lo contrario, pero sólo si somos perfectos. Para actuar
sin reflexionar debemos ser como Dios mismo, y así todo lo que hagamos
será perfecto, magnífico, maravilloso, benéfico. Pero, en general, es mejor
pensar antes de actuar. ¿Qué sucede a los que hacen lo contrario? Cuando
no son como el Señor pero quieren hacer como Él, actúan primero: hacen
contratos, asociaciones, matrimonios, y después sufren, interviene el
corazón, se lamentan, lloran, gritan; y, finalmente, reflexionan y sacan
conclusiones, ¡pero ya es un poco tarde! O sea que, primero actúan,
después sufren, ¡y finalmente piensan! Cuando tenían que haber hecho lo
contrario: primero pensar, después sentir y finalmente actuar. ¿Veis qué
claro está ahora? Podemos hacer como Dios, es decir, actuar primero, pero
sólo si somos perfectos; entonces todo lo que emprendamos estará de
acuerdo con las reglas y no hay peligro de que nos desviemos. Pero cuando
todavía no estamos preparados, primero debemos reflexionar bien, y
después ponernos a trabajar; de esta manera nunca habrá nada de qué
lamentarse.
Diréis: "Pero, ¿cómo es que Dios no reflexionó antes de crear el
mundo?"¡Ah! ciertamente que había concebido primero la creación del
mundo en su cabeza y sólo después les dijo a sus obreros que ejecutasen su
plan. El dio el plano de la casa, y los obreros, los albañiles, los carpinteros,
es decir, los arcángeles y sus cohortes celestiales, se pusieron a trabajar.

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Fueron ellos los que realizaron, los que formaron. Dios creó el mundo y los
otros lo formaron. El pensó, también, antes de crear. Pensó, y cuando vio
que era bueno, puso en ello su corazón y dijo: "Quiero". Y después, los
otros, partícula a partícula, construyeron el edificio exactamente de acuerdo
con los planos. Hay, evidentemente, tradiciones lejanas que dicen que los
obreros cometieron algunos errores, y es verdad. No quiero criticarles, pero
cometieron, a pesar de todo, algunos pequeños errores aquí y allá; pero ésta
es otra historia muy larga de explicar. En la formación se coló algo, porque
cada uno decía: "En mi opinión, esto es así; en mi opinión, es asá..." Así
que hubo un Creador y muchos formadores. Como en la Iglesia, por otra
parte, ¡cuántos formadores ha habido! ¿Verdad? Un creador y muchos
reformadores...
Mirad, ¡ahora llega el Sol!...

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