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9.

El Socialismo

Es difícil sobrevalorar el impacto de la filosofía de Karl Marx (1818 –


1883), respecto a la historia de la filosofía que a la historia en general.
Cuando Marx murió en Londres, gran parte de los partidos operarios de toda
Europa habían tomado su doctrina. En el novecientos los comunistas,
después de haber tomado el poder, primero en Rusia y luego en muchos otros
países, se habían propuesto poner en práctica las doctrinas marxistas. Las
inhumanidades y las crueldades cometidas por los bolcheviques, estalinistas
y por muchos otros regímenes comunistas durante el siglo pasado parece que
han desacreditado definitivamente a la filosofía de Marx. Pero no es nunca
justo condenar a alguien a causa de sus descendientes y las aberraciones
cometidas por estos últimos. Por lo que respecta a la figura de Marx, ha sido
instrumentalizada por los intereses políticos e ideológicos de muchos de sus
secuaces y herederos, que es muy difícil aún hoy dar una evaluación
imparcial de su pensamiento. La imagen de Marx en realidad ha sido
influenciada fuertemente por su amigo Friedrich Engels (1820 – 1895). En
efecto, desde el momento en que Marx no tenía los recursos necesarios y por
consecuencia no publicaba casi nada, sus ideas se conocían exclusivamente
a través de los escritos de Engels. Solo después de la muerte de Marx, Engels
inició a publicar las obras de su amigo.
Otro personaje que condicionó mucho la imagen de Karl Marx fue el
revolucionario ruso Vladimir Il’ich Lenin (1870 – 1924). Su interpretación
de las ideas del filósofo alemán devino la doctrina oficial del partido
comunista. En la URSS y en sus estados satélites el marxismo-leninismo
representó por más de medio siglo una especie de filosofía de estado,
substraída a toda discusión crítica. Me parece que después de la caída del
muro de Berlín en 1989, y después de la caída de casi todas las dictaduras
comunistas, las condiciones sean más favorables para estudiar la filosofía
marxista sin pre-conceptos. En efecto, los estudios histórico-críticos han
iniciado desde hace ya varias décadas, con la publicación de los manuscritos
económico-filosóficos en 1932. En estos textos se puede ver como el joven
Marx por primera cosa (a) asimiló pero luego lentamente abandonó la
filosofía hegeliana. Para mostrar esto será útil recordar que el así llamado
materialismo dialectico [107-108] que a menudo es atribuido al Marx
maduro, representa, respecto al pensamiento de Hegel, poco más que una
copia de poco valor; no sorprende por consiguiente el hecho que en los textos
de Marx no se encuentre una caracterización de la historia, es decir de la
realidad, como esencialmente dialéctica, mientras que predomina el uso del
termine dialéctica para indicar un método que desea criticar viertas
categorías económico-sociales.
Para ver a Marx como escritor elocuente basta leer algunas partes del
famoso Manifiesto del partido comunista, en el cual él (b) incitó el
movimiento obrero a la revolución contra la burguesía. Después de la fallida
revolución de 1848, el pensamiento de Marx se centró sobre cuestiones
económicas en sentido más estricto; en las décadas siguientes él (c) produjo
una amplia crítica de la tradicional economía política. Al final de este
capítulo se ilustrarán algunos conceptos claves del pensamiento maduro de
Marx. Por motivos de espacio no puedo detenerme sobre las diferentes
ramificaciones del marxismo después de Marx, que no sólo incluyen las
corrientes comunistas, el empírico-criticismo y estalinismo en Rusia, y del
maoísmo en China, sino también un número consistente de intelectuales
occidentales, de los cuales cito al húngaro György Lukács (1885 – 1971) , al
italiano Antonio Gramsci (1891 – 1937), a la escuela de Frankfurt en
Alemania (véase el cap. 11) y al francés Luois Althusser (1918 – 1990)1.
Quiero advertir que no se discutirá la validez o la invalidez de las tesis
marxistas según los criterios de las ciencias económicas, sino que me
mantendré dentro de una prospectiva estrictamente filosófica.

a) La teoría de la alienación
Marx por casi toda su vida ha trabajado como periodista. Proveniente de
una familia hebrea convertida al protestantismo, después del examen de
selectividad fue a Berlín para estudiar jurisprudencia. Ahí conoció a algunos
jóvenes hegelianos de izquierda y se adentró en la lectura de las obras de
Hegel. Desde el 1842 colaboró en un periódico de oposición en Renania.
Cuando el periódico el año siguiente fue vetado por las autoridades
prusianas, Marx se transfirió con su esposa a Paris. En 1844 publicó un
artículo que tenía por título Para la crítica de la [109] filosofía del derecho
de Hegel, en el cual hacia las cuentas también con Feuerbach. Refiriéndose
a la crítica feuerbachiana de la religión, Marx constataba que la fe religiosa
es la expresión de la autoconsciencia del hombre, pero de la consciencia ideal
de un hombre que vivía en la miseria real. La ilusoria felicidad futura objeto
de la esperanza de los fieles constituía en realidad la reacción desesperada a
las condiciones miserables de la vida terrena; a causa de su miseria se
refugian en fe en Dios como en una forma de narcótico. «La miseria religiosa
exprime tanto la miseria real cuanto la protesta contra esta miseria», por lo
cual la religión según Marx «es el opio del pueblo»2. A diferencia de
Feuerbach, él no inició una polémica contra las convicciones religiosas; se
propuso no quitar el opio a quien aparentemente lo necesitaba sino cambiar

1 Para una visión de conjunto recomiendo la exposición clásica de L. Kolakowski,


Glówne nurty marksizmu: powstanie – rozwój – rozklad, Instytut Literacki, Paris 1976-
78.
2 «Das religiöse Elend ist in einem des Ausdruck des wirklichen Elends und in einem

die Protestation gegen das wirkliche Elend. Die Religion […] ist das Opium des Volks»
(K. Marx, «Zur Kritik des hegelschen Rechtsphilosophie» [1841] in: K. Marx, F. Engels,
Werke, Dietz, Berlin, 1956-90, vol. 1, p. 378.
las condiciones económicas y sociales que hacían necesario esperar en el más
allá.
La crítica de la religión, para Marx, tenía que transformarse en crítica del
derecho y de la política, y tal crítica a su parecer no podía que implicar la
superación de la filosofía hegeliana. Marx había llegado a esta convicción a
través de un confronto de los diferentes países europeos: mientras en Francia
por los eventos del 1789 y del 1830 los soberanos autoritarios habían sido
depuestos, los reyes de Austria y de Prusia continuaban a reprimir con mano
dura a la oposición. Alemania, en virtud de la filosofía hegeliana había
llegado de alguna manera la misma consciencia política de los países
cercanos. «Los alemanes – escribe Marx – en la política tienen pensado lo
que los demás pueblos han hecho»3. Pero, no obstante la revolución francesa
y la filosofía especulativa, la situación del pueblo era aún muy desfavorable
en entrambas las orillas del Rin. Marx por consiguiente concluyó que quien
quisiese combatir efectivamente la miseria social, tenía que ser adversario
también del pensamiento de Hegel. El núcleo de una crítica de este tipo, para
Marx, consistía en el desenmascaramiento de lo que él definió como
alienación del hombre moderno. El término, que es central en el discurso
marxista, lo desarrollo por primera vez en los ya nombrados Manuscritos
económico-filosóficos, escritos [110] en su estancia en Paris durante el 1844.
Marx en este periodo inició su amistad con Friedrich Engels que lo condujo
al estudio de la economía política de Adam Smith (1723 – 1790), de David
Ricardo (1772 – 1823) y de Jean-Baptiste Say (1767 – 1832). El fruto de las
reflexiones marxistas fueron algunos manuscritos dedicados al análisis de
varios conceptos económicos, como el salario, la ganancia, el dinero y la
propiedad privada. El fulcro de las investigaciones era la elaboración de una
concepción del trabajo alienado, que utilizaba varios elementos de la
filosofía hegeliana para contrarrestar las teorías de los economistas.
Las observaciones de Marx demuestran una profunda comprensión del
valor antropológico del trabajo. Por lo que a esto respecta, Marx podía
referirse a la dialéctica entre señor y siervo, descrita en el cuarto capítulo de
la Fenomenología del espíritu: el siervo se exprime y se realiza a sí mismo
mediante el trabajo. Cultivando la tierra, transformando las cosas, el siervo
ejercita un dominio sobre la naturaleza y al mismo tiempo incrementa sus
capacidades y aptitudes (véase cap. 5). Marx acogió substancialmente la
concepción hegeliana, pero pensando más bien que el trabajo, en la sociedad
industrializada, pierde su función substancial puesto que el trabajo no
contribuye en algún modo a la autorrealización del hombre. Para describir el
cambio que se realiza en la edad moderna, Marx usa el término alienación es
decir enajenación (Entfremdung) – también tomado de la Fenomenología de
Hegel, en la cual significa un espacial malestar del hombre moderno. Marx

3 «Die Deutschen haben in der Politik gedacht, was die anderen Völker getan haben»
aplicó el concepto a las modernas condiciones de trabajo que impedían al
obrero de desarrollar sus propias capacidades, antes bien tendían a agravar
ulteriormente su miseria. Este efecto, según Marx, se debía a tres factores
alienantes: el trabajador ante todo es separado de los productos de su propia
actividad, puesto que los bienes que producía no le pertenecían a él sino al
industrial y mientras éste último vivía en la riqueza el obrero y su familia,
apenas sobrevivían en la indigencia. La expropiación no solo era de los
bienes producidos sino también, y en segundo lugar, del trabajo mismo. Lo
que tendría que constituir una actividad esencial del hombre, terminaba por
ser en el caso de los obreros explotados en las industrias en mal necesario,
indispensable para su solo sustento. El trabajo alienado era realizado no para
realizarse a sí mismos, ni para fabricar una determinada cosa, sino solo para
mantener a su familia. El tercer factor alienante, al final, corresponde a las
relaciones interpersonales: en lugar de cooperar entre ellos y perseguir fines
comunes, los hombres se han alienado los unos de los otros. La sociedad
moderna estaba, en efecto, dividida en dos clases hostiles, la burguesía y el
proletariado, la clase dominante de los propietarios y la clase trabajadora.
[111]
El proceso de alienación, para Marx, reflejaba exactamente el modo en el
cual la tradicional economía política, y ósea la ciencia económica, concebía
el trabajo salariado. La alienación, en otras palabras, correspondía al proceso
a través del cual el trabajo humano se había transformado gradualmente en
una especie de mercancía, que los obreros vendían y los industriales
compraban a un determinado precio de mercado.

«El trabajo – dice Marx – no produce solamente mercancías; también


produce a sí mismo y al trabajados como una mercancía, precisamente en la
producción en la que produce mercancías en general»

El proceso de alienación, que caracteriza a la época moderna, para Marx


no había terminado, sino que se agudizaba en la medida que procedía la
industrialización, con el consiguiente empeoramiento de las condiciones
materiales de la vida de los trabajadores. El desarrollo económico, antes que
ofrecer los medios necesarios para combatir la miseria de la clase pobre,
tendía más bien a hacer crecer los contrastes sociales. Marx concluyó a partir
de sus análisis que el nudo del problema estaba en la propiedad privada.
Puesto que tanto los productos del trabajo cuanto los medios necesarios para
producirlos se encontraban de forma exclusiva en posesión de los
industriales, éstos estaban en la posición de poder asumir o despedir obreros
según su arbitrio. Para poder disminuir el costo del trabajo, los capitalistas
se aprovechaban despiadadamente a sus trabajadores. De esto se podía
deducir que el único remedio a la dinámica de la alienación, y por
consiguiente la única solución para impedir un ulterior empobrecimiento de
la clase trabajadora era la abolición del trabajo salariado, y esto por medio
de la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción.
Marx, previendo la resistencia de la burguesía, concluyó que el único camino
posible era la práctica revolucionaria, puesto en acto por las masas
proletarias explotadas y oprimidas.

b) El espectro del comunismo


La estancia de Marx en Paris solo duro dos años pues después se transfirió
a Bruxelles, donde vivió hasta el 1848. En este periodo él corto
definitivamente [112] con la filosofía hegeliana. Con tal propósito anotó las
legendarias Tesis sobre Feuerbach incluyendo la famosa afirmación que «los
filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo,
pero de lo que se trata es de transformarlo»4. Junto al amigo Engels elaboró
una vasta obra dedicada a la Ideología alemana, publicada solamente en el
novecientos, en la cual los dos polemizan contra las ideas de los jóvenes
filósofos hegelianos de izquierda. El error principal de los pensadores
alemanes, a su parecer, consistía no tanto en una concepción equivocada de
la religión o del derecho, sino en el presupuesto que las ideas serían los
factores determinantes de la evolución histórica. Hegel y Feuerbach,
paradoxalmente, habrían compartido la convicción que el espíritu, la
consciencia serían el fundamento de las transformaciones de la realidad
económico-social.

«Los jóvenes hegelianos concuerdan con los viejos hegelianos cuanto creen
en el predominio de la religión, de los conceptos, de lo universal en el mundo
existente; sólo que unos combaten este predominio como una usurpación,
mientras que los otros lo exaltan como legítimo»5

Marx cambia esta visión idealista de la historia por una visión materialista;
lo que significa partir no de los conceptos o de las representaciones para
explicar las concretas condiciones históricas, sino al contrario partir de la
existencia material de los hombres para explicar cómo desde ella tienen
origen las formas espirituales es decir los reflejos ideológicos. Para Marx, en
pocas palabras, «no es la consciencia la que determina la vida sino la vida la
que determina la consciencia»6. La historiografía por consiguiente debe estar
fundada sobre una base material, sobre el examen crítico de la vida real en
4 «Die Philosophen haben die Welt nur verschieden interpretiert; es kommt darauf an,
sie zu verändern» (K. Marx, «Thesen über Feuerbach» in: Werke, vol. 2, p. 7).
5 «Die Junghegelianer stimmen mit den Althegelianern überein in dem Glauben an die

Herrschaft der Religion, der Begriffe, des Allgemeinen in der bestehenden Welt. Nur
bekämpfen die einen die Herrschaft als Usurpation, welche die andern als legitim feiern»
(K. Marx; F. Engels, Die deutsche Ideologie, in: Werke, vol.2, p. 19).
6 «Nicht das Bewusstsein bestimmt das Leben, sondern das Leben bestimmt das

Bewusstsein» (op. cit. p. 27).


la sociedad burgués, sobre el estudio de la economía, del comercio y de la
industria. De esto Marx pensaba poder mostrar como las condiciones
económicas habrían efectivamente determinado las ideas dominantes: la
potencia material se ha transformado [113] regularmente en poder espiritual,
de modo que el control de los medios de producción material se ha extendido
sobre la producción intelectual. En cada época por eso prevalecen las ideas
de la clase dominante.

«Las ideas dominantes – escribió Marx – no son otra cosa que la expresión ideal
de las relaciones materiales dominantes, son las relaciones materiales dominantes
tomadas como ideas»7

Los análisis históricos prospectados por Marx debían mostrar que la vida
real en la época moderna estaba condicionada ante todo por la creciente
división del trabajo, la cual, junto a la propiedad privada había conducido a
la nota división en clases. Puesto que los contrastes entre ricos y pobres,
dominadores y oprimidos, se exasperaban cada vez más, la historia debía ir
hacia el crepúsculo de la burguesía. Marx aun así no creía que eso sucedería
a través de un simple automatismo: dadas las resistencias de la clase
dominante para perder su poder y sus privilegios, era solamente la iniciativa
revolucionaria del proletariado que la situación se voltearía y la historia se
cumpliría. Como los burgueses había realizado la revolución de 1789 de la
misma manera la clase trabajadora estaba llamada, en la cúspide de la edad
industrial, a afrontar el problema de la miseria desde la raíz, removiendo la
propiedad privada de los medios de producción y aboliendo así el trabajo
asalariado. Nació así el concepto de revolución comunista8. Marx y Engels
se unieron al movimiento obrero y se consagraban a la fundación de ligas y
partidos de los trabajadores en varios países europeos. Para esto redactaron
el Manifiesto del partido comunista, que fue publicado en febrero de 1848.
El Manifiesto del partido comunista inicia con la famosa presentación del
comunismo como un espectro que ronda por Europa y espanta a todas las
fuerzas restauradoras. Los principales objetivos de los comunistas son la
trasformación del capital en propiedad social, el final de la explotación y de
las especulaciones financiarías, y además la reafirmación del rol y de la
dignidad del trabajador. El panfleto termina con la inequivocable incitación
a la revolución violenta; los comunistas «declaran abiertamente que sus
7 «Die herrschenden Gedanken sind weiter nichts als ideelle Ausdruck des
herrschenden materiellen Verhältnisse, die als Gedanken gefassten herrschenden
materiellen» (op. cit. p. 46).
8 Marx utiliza el término comunismo como opuesto al socialismo, especialmente de

los san-simonistas y de Pierre Joseph Proudhon (1809-1865). Para profundizar en la


prehistoria del marxismo se puede consultar la obra clásica de G. D. H. Cole, A history of
socialism thought, vol. 1: The forerunners. 1789-1859, Macmillan, London, 1953; Trad.
Esp. Ruben Landa, FCE, México, 1957.
objetivos no pueden ser alcanzados sino es con la destrucción violenta de
todo orden social existente»9. Los comunistas, que habían llegado a la
consciencia de la inminente ruina de la sociedad burguesa, habían formado
una asociación internacional que entonces se dirige a toda la clase
trabajadora con la célebre exhortación: «Proletarios de todo el mundo,
¡únanse!»10. No obstante los efectos de largo plazo, la llamada en un primer
momento no tuvo un gran eco: el Manifiesto no ejerció ningún influjo directo
sobre los movimientos revolucionarios de 1848. El fracaso de la revolución
tanto en Francia como en Alemania llevó a Marx a poner sus esperanzas en
los ingleses. Pero, como se sabe, la vislumbrada revolución proletaria se hizo
esperar aún medio siglo, hasta que los comunistas rusos en 1917 subieron al
poder. A la revolución de octubre le sucedieron setenta largo años de
dictadura del partido, hasta que la caída del comunismo en Europa oriental
pareció haber confutado, en modo definitivo, las previsiones históricas de
Marx. Debe, sin embardo, ser dicho que una mirada imparcial sobre la
situación global al inicio del tercer milenio revela que las preocupaciones
marxistas por la miseria real de un gran número de hombres y por la injusta
distribución de la riqueza no han perdido nada de su actualidad. A pesar de
que se pueda constatar que la sociedad burguesa y el capitalismo hayan
sobrevivido a la ideología marxista, muchos de los problemas observados
por Marx aún deben ser resueltos.

c) La crítica de la economía política

Después del fracaso de la revolución de 1848, el autor del Manifiesto del


partido comunista se había hecho persona non grata tanto en Alemania como
en Francia. Marx se refugió en Londres, donde vivía de ser reportero,
profundizando los estudios de economía política. Después de diez años
publicó un pequeño libro que tenía por título: Contribución a la crítica de la
economía política. El libro influyó largamente por unos renglones del
prefacio, donde Marx recordaba sus trabajos precedentes, aun inéditos y por
tanto desconocidos en esa época, donde hace referencia a la doctrina que más
tarde Engels llamaría materialismo histórico11. Se trata de las teorías antes
mencionadas sobre las relaciones entre las condiciones económicas y las
9 «… erklären es offen, dass ihre Zwecke nur erreicht werden können durch den
gewaltsamen Umsturz aller bisherigen Gesellschatsordnung» (K. Marx; F. Engels,
Manifest der kommunistischen Partei, London, 1848; in Werke, vol, 4, p. 493).
10 «Proletarier aller Länder, vereinigt euch!» (Ibid).
11 Parece que Engels haya introducido el término «materialismo histórico» (historical

materialism) en los años 1890 para traducir al inglés la expresión «concepción


materialista de la historia» (materialistiche Auffassung der Geschichte). Debe indicarse
que ni Marx ni Engels nunca utilizaron la noción de «materialismo dialectico», que fue
acuñada por los marxistas rusos para indicar el conjunto de las doctrinas de Marx y
Engels.
ideas dominantes. Como ya se ha visto, para Marx no son las ideas sino los
factores económicos los que determinan una sociedad: las relaciones
efectivas entre los hombres dependen de la específica división del trabajo y
de la distribución de la propiedad.

El conjunto de estas relaciones de producción – declara Marx – constituyen la


estructura económica de la sociedad, es decir la base real sobre la cual se eleva una
sobre estructura jurídica y política y a la cual corresponden formas determinadas de la
consciencia social. […] No es la consciencia de los hombres la que determina su ser,
sino es, al contrario, su ser social el que determina su consciencia12.

El texto continúa con una descripción de las condiciones económicas, lo


cual para el autor justificaba la esperanza en un inminente cambio de la base
material, que a su vez debía provocar cambios en las esferas del derecho y
de la religión. La economía burguesa estaba caracterizada por una latente
pero siempre creciente contradicción entre las fuerzas productivas por una
parte y las relaciones de producción por la otra, en otras palabras entre la
vida real de los trabajadores y el orden de la propiedad privada, este orden,
que en lugar de consentir el libre ejercicio de la productividad de los obreros,
los había esclavizado. Este antagonismo llevaba necesariamente a la
destrucción de las condiciones económicas; Marx estaba convencido que
este cambio pudiese ser «constatado con la precisión de las ciencias
naturales»13, y para encaminar un semejante corroboración, él emprendió sus
estudios de economía política.
El breve escrito Contribución a la crítica de la economía política de 1859
estaba dedicado al análisis de los conceptos principales de mercancía y de
dinero. Marx buscaba mostrar como la tradicional economía política
reflejaba el sistema económico capitalista; pero como no estaba satisfecho
de esa exposición comenzó la redacción del imponente volumen de casi
ochocientas páginas, titulado El capital. La obra principal del filósofo, que
vio la luz en 1867, no se limitaba a la explicación de los conceptos de
mercancía y dinero sino que pone una nueva teoría del plus valor y de la
acumulación de capital. ¿Cómo es posible – se pregunta Marx – que una cosa
se haga una mercancía que se vende y se compra a un cierto precio? La
mercancía, según el análisis de Marx, se asemeja a un objeto mágico, una
especie de fetiche: el objeto en cuanto mercancía no solo se puede usar o

12 «Die Gesa,theit dieser Productionsverhältnisse bildet die ökonomische Struktur der


Gesellschaft, die reale Basis, worauf sich ein juristischer und politischer Überbau erhebt
und welcher betimmete gesellschaftliche Bewusstseinsformen entsprechen. [...] Es ist
nicht das Bewusstsein der Menschen, das ihr Sein, sondern umgekehrt ihr
gesellschaftliches Sein, das ihr Bewusstsein bestimmt» (K. Marx, Zur Kritik der
Politischen ökonomie, in: Werke, vol. 13, p. 89).
13 «… naturwissenschaftlich treu zu konstatierenden Umwälzung in den ökomishcen

Produktionsbedingungen» (Ibid.).
consumar, sino que se deja cambiar por dinero. La cantidad de dinero que se
puede recabar por la venta de una mercancía depende no solo del objeto de
cambio en sí sino por las invisibles leyes del mercado.
El secreto del capitalismo está en el hecho que el precio de venta, es decir
el valor de cambio (Tauschwert) de cualquier producto, no corresponde
necesariamente a su valor de uso (Gebrauchswert) pero a menudo lo supera.
Sobre la diferencia entre valor de uso y valor de cambio se funda la
posibilidad de tener ganancia y de acumular riquezas. En el capitalismo se
producen mercancías no para su uso inmediato sino para venderlas
posiblemente a un precio más alto respecto al costo de los bienes empleados
para su producción. En efecto, para fabricar algo es necesaria una cierta
cantidad de materias primarias, determinadas herramientas o máquinas para
trabajar el material y finalmente la mano de obra. Todos estos factores
productivos están a la venta, tanto que el emprendedor, que ya posee los
medios de producción puede asumir fácilmente obreros para producir
mercancías. Gracias al útil14 obtenido con la venta de los productos, el
industrial logra aumentar su patrimonio, acumulando nuevo capital. La
contribución original de Marx va sobre la específica función del trabajo
asalariado para la obtención de la ganancia. Una vez que el obrero ha vendido
su propia fuerza de trabajo al emprendedor, éste último buscará emplear al
trabajador de la manera más eficiente posible, por una parta por el aumento
de las horas de trabajo y por otra parte la reducción del tiempo necesario para
fabricar el producto. Éste es el verdadero origen del plus valor (Mehrwert)
que el capitalista obtiene del trabajo del obrero. El objetivo de quien compra
la fuerza de trabajo es

La producción de mercancías que contengan una mayor cantidad de trabajo de lo que


se paga, que contengan por consiguiente una parte del valor que a él no le cuesta nada
y que no obstante es realizado mediante la venta de las mercancías15

En la economía capitalista la valorización del capital es concomitante a la


explotación de los obreros. La fuerza de trabajo, en efecto, es vendible
solamente porque produce plus valor. Si el propietario de los medios
productivos no pudiese explotar la fuerza de trabajo, perdería todo interés
por contratar un trabajador. El trabajo asalariado requiere, por su naturaleza,
que el obrero entregue una determinada cantidad de trabajo no retribuido.
Según Marx se explica así el estrecho vínculo existente entre el proceso de
acumulación de capital y la suerte de la clase obrera. El único modo de

14 En sentido económico (utilidades). N. T.


15 «… Produktion von Waren, die mehr Arbeit enthalten, asl er zahlt, also einen
Wertteil enthalten, der ihn nichts kostet und dennoch durch den Watenverkauf realisiert
wird» (K. Marx Das Kapital. Kritik des politischen Ökonomie, Hamburg 1869; in Werke,
vol. 23, p. 647).
romper el círculo vicioso entre el continuo aumento de la riqueza de algunos
y el progresivo empobrecimiento de muchos otros, consiste por tanto en la
destrucción del sistema de producción capitalista: para restablecer la justicia
social es necesario suprimir la propiedad privada y abolir el trabajo
asalariado. Las conclusiones de Marx no se deben obviamente compartir,
tanto es así que la teoría expuesta en el Capital se debe considerar superada
si no es que confutada por el progreso de las ciencias económicas. Desde que
las previsiones históricas de Marx no se verificaron, ni sus análisis
económicas-científicas son correctas, nuestro interés no puede que
concentrarse sobre las contribuciones propiamente filosóficas. A mi parecer
son dos las cuestiones que merecen ser discutidas: la primera va sobre el
estatuto antropológico del trabajo humano y la segunda el origen del plus
valor. Si el dinero como tal no se multiplica por sí mismo, ¿de dónde deriva
la ganancia y cómo se explica la acumulación de los bienes en las manos de
pocos? No parece contradicha la intuición fundamental de Marx que al final
es siempre el trabajo real de algunos el que crea la riqueza excesiva de los
otros16.
G. Sans, Al crocevia della filosofia contemporanea, G&BP, Roma, 2010, p. 107-118.
(Traducción propia).

16 Sobre la actualidad del pensamiento de Marx se vea también mi artículo «Che cosa
rimane di Marx dopo la caduta del muro di Berlino?:», in: La Civiltà Cattolica 160, 2009
IV, p. 127-136.

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