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Como ya dijimos, el clímax de esta obra resulta en la creación del hombre.

El autor quiere mostrar


una intervención intencional por parte de Dios para su creación. Aún más, lo crea a su imagen y
semejanza, privilegio que no se había concedido a ninguna otra criatura. ¿Pero qué significa tener
su imagen y semejanza? En el mundo antiguo se creía que una imagen llevaba en sí, de alguna
manera, la esencia de aquello que representaba. Esto no quería decir que la imagen pudiera hacer
lo que podía hacer la deidad, ni que tuviera el mismo aspecto que ella. La imagen es una
representación física de la esencia divina que se hace cargo de la función de aquello que
representa; esto le confiere al portador de la imagen alguna capacidad de reflejar los atributos del
representado y de actuar en su nombre.

Tener la “imagen” o “semejanza” de Dios significa, en términos simples, que fuimos hechos para
parecernos a Dios. Adán no se parecía a Dios en el sentido de que Dios tuviera carne y sangre. La
Escritura dice que “Dios es espíritu” (Juan 4:24) y por tanto Él existe sin un cuerpo material. Sin
embargo, el cuerpo de Adán reflejó la vida de Dios, en cuanto a que fue creado con perfecta salud
y no estaba sujeto a morir.

La imagen de Dios se refiere a la parte inmaterial del hombre. Esto coloca al hombre aparte del
mundo animal, adecuándolo para el “dominio” que Dios le designó (Génesis 1:28), y capacitándolo
para tener comunión con su Creador. Es una semejanza mental, moral y social.

Mentalmente, el hombre fue creado como un ser racional con voluntad propia – en otras palabras,
el hombre puede razonar y elegir. Este es el reflejo de la inteligencia y la libertad de Dios. En
cualquier momento alguien inventa una máquina, escribe un libro, pinta un paisaje, disfruta una
sinfonía, calcula una suma, o nombra a una mascota, él o ella están proclamando el hecho de que
fueron hechos a la imagen de Dios.

Socialmente, el hombre fue creado para tener compañerismo. Esto refleja la Trinidad de Dios y Su
amor. En el Edén, la primera relación que tuvo el hombre fue con Dios (Génesis 3:8 implica esta
relación con Dios), y Dios hizo a la mujer, primeramente porque “no es bueno que el hombre esté
solo...” (Génesis 2:18) Cada vez que alguien se casa, hace un amigo, abraza a un niño, o asiste a
una iglesia, está demostrando el hecho de que fuimos hechos a la semejanza de Dios.

Parte del haber sido hechos a la imagen de Dios, es que Adán tuvo la capacidad de tomar
decisiones libremente. Aunque le fue dada una naturaleza justa, Adán hizo una mala decisión al
rebelarse en contra de su Creador. Al hacerlo, Adán dañó la imagen de Dios de su interior, y pasó
esa semejanza dañada a todos sus descendientes, incluyéndonos a nosotros (Romanos 5:12). Hoy,
todavía llevamos esa semejanza de Dios (Santiago 3:9), pero también llevamos las cicatrices del
pecado, y mostramos los efectos mental, moral, social y físicamente.

Como Juan 4:24 declara, “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario
que adoren.” Puesto que Dios es un ser espiritual, Él no posee características físicas humanas. Sin
embargo, algunas veces el lenguaje figurativo usado en la Escritura, le asigna características
humanas a Dios, a fin de hacer posible que sean entendidas por el hombre. Esta asignación de
características humanas para describir a Dios es llamada “antropomorfismo”. El antropomorfismo
es simplemente un medio mediante el cual Dios (siendo un ser espiritual), comunica verdades
acerca de Su naturaleza al hombre, un ser físico. Puesto que el hombre es un ser físico, está
limitado en su comprensión de aquellas cosas que están más allá de su esfera física, y así el
antropomorfismo en la Escritura, ayuda al hombre a entender quien es Dios.

Parte de la dificultad surge al examinar el hecho de que el hombre fue creado a la imagen de Dios.
Génesis 1:26-27 dice: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a
nuestra semejanza; señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda
la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su (propia)
imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”

Lo que esto significa, es que ambos, tanto el hombre como la mujer, fueron creados a la imagen
de Dios, con esto, ellos son más grandes que todas las otras cosas creadas; porque ellos, como
Dios, tienen una mente, voluntad, intelecto, emociones y capacidad moral. Los animales no
poseen capacidad moral y tampoco poseen un componente inmaterial como lo tiene la raza
humana. Génesis nos dice que cuando el hombre fue creado por Dios, Él lo creó a Su propia
imagen. La imagen de Dios es el componente espiritual que sólo el hombre posee. Dios creó al
hombre para tener una relación con Él; el hombre es la única creación designada para este
propósito.

Eso dice que, el hombre y la mujer sólo son diseños semejantes a la imagen de Dios – no son
pequeñas “copias al carbón” de Dios y el hecho de que sean hombres y mujeres no significa que
Dios tenga características masculinas o femeninas. Recuerda, el haber sido hechos a la imagen de
Dios, no tiene nada que ver con las características físicas.

Sabemos que Dios es un Ser Espiritual, y no posee características físicas. Sin embargo, esto no es
una limitación para que Dios pueda elegir revelarse a Sí Mismo a la raza humana. La Escritura
contiene toda la revelación que Dios dio al hombre acerca de Sí Mismo, y así es la única fuente
verdadera y objetiva de información acerca de Dios. Al leer lo que nos dice la Escritura,
encontramos muchas observaciones evidentes acerca de la forma en la cual Dios se revela a Sí
Mismo a la raza humana:

Para comenzar, la Escritura contiene casi 170 referencias de Dios como el “Padre”. Por lógica, uno
no puede ser padre, a menos que sea varón. Si lo que se quiso comunicar era que Dios eligió
revelarse al hombre en forma femenina, entonces se hubiera usado la palabra “madre” en lugar
de “padre”. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, los pronombres masculinos son
usados una y otra vez con referencia a Dios.

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