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Hegel estaba en lo cierto. Su visión del espíritu, como aquel nous platónico que se
definía a sí mismo en la cualidad humana más superior, necesita de la libertad para
poder realizarse a sí mismo.
Historia de la espiritualidad
Monoteísmo y politeísmo
Animismo
Dejando a un lado a las «religiones del libro», existe otro grupo espiritual donde el
ser humano se comunica con los espíritus que se encuentran en la naturaleza y se
mantienen en constante contacto con el mundo de los vivos. A esta forma de
entender el mundo espiritual se le llama Animismo, donde el ritual chamánico
cumple un factor muy importante para el conocimiento, comunicación y control de
los espíritus. Estas «deidades» pueden ser tanto animales como elementos de la
naturaleza.
Oriente
Por otro lado, el budismo, que mantiene parte del panteón hinduista, ofrece una
visión negativa de la teogonía afirmando que no hay creador basándose, sobre todo,
en la impermanencia y la ley del karma. Además, el aspecto racional, lógico y
psicológico cumple un factor muy importante, y el rito principal es la meditación y
no tanto una actitud basada en la fe en un dios concreto. En este sentido, al
budismo (llamado religión o sabiduría), sí le podemos otorgar un carácter más
humanístico que al resto de las demás espiritualidades, ya que es la propia voluntad
e iniciativa de la persona, su análisis y capacidad compasiva los aspectos más
importantes para provocar un cambio individual y socio-cultural.
África
África, como la tierra madre del ser humano y de la primera religión asociada a la
naturaleza, ha dotado al resto del planeta de unas primeras bases espirituales, que
luego han ido evolucionando a otro tipo de religiones y sistemas de creencias. Por
todo ello, no es extraño que los viejos cultos de todas las sociedades y culturas de
la Edad antigua estén teñidas de animismo y chamanismo.
América
Otro continente, América, trató desde el principio (algunos de miles de años atrás),
la espiritualidad del mismo modo que África. Toda América está plagada de
poblaciones devotas y temerosas de la naturaleza y ven en los animales la
representación de los espíritus. Y a pesar de la incursión del cristianismo, el
animismo, el rito y el chamán no han desaparecido en la religiosidad de las
poblaciones originales de América, desde el norte, con los Inuit, hasta el sur, con
los Mapuche.
A favor del New Age, sin embargo, habría que decir que han logrado que el acceso
a la reflexión y experiencia espiritual se haya vuelto más democrático. Es decir, no
sólo las elites pensantes de la sociedad -la superestructura- pueden acceder a la
experiencia o gnosis espiritual, sino que una gran parte de la población,
medianamente ilustrada, logra comprender y, lo que es mejor, experimentar una
nueva versión de los ritmos espirituales.
No nos queremos olvidar en este artículo de destacar los avances de la ciencia -sí,
de la ciencia- en el terreno de la espiritualidad. Tras más de dos mil quinientos años
de desarrollo del pensamiento científico y epistémico, en las últimas décadas, ha
aparecido una nueva corriente en ciencia que observa con respeto y atención los
asuntos del espíritu. Hablamos de las reflexiones y experimentos que algunos
físicos han llevado a cabo y que podemos reconocer, de forma general, como
Misticismo Cuántico, término utilizado en muchas ocasiones de forma peyorativa
por los propios físicos, algunos de los cuales consideran a esta sub-disciplina de la
ciencia como pseudo-ciencia. Albert Einstein, al abordar Mecánica Cuántica y
espiritualidad, afirmó aquello de que «Dios no juega a los dados». Otro científico
más contemporáneo, Stephen Hawking, con su irónico sentido del humor, ya dijo
que cuando oía hablar de Física cuántica y de que el universo no está regulado por
las leyes matemáticas empieza a sacar la pistola.
Conclusión
A fin de completar la idea del concepto; daremos un ejemplo sencillo: todos hemos
tenido la ocasión de abrir una botella con tapón de corcho (vino o champagne), si
lo vemos desde el método positivista, tendremos que remitirnos al efecto-causa, es
decir, la causa que produjo su materia y su forma determinada, de este modo
llegaremos a la máquina de fabricar tapones de corcho y al árbol de cuya materia se
sacó el corcho. Cuando abordamos el objeto; de esta perspectiva positivista, cuyo
proceso es el efecto-causa, la botella que es el sentido o intencionalidad del corcho,
pasa a un segundo plano. Aquí es preciso dejar claro lo siguiente: la realidad
profunda de este tapón de corcho no se exime de su explicación objetiva de causa a
efecto, pero la trasciende por la dimensión de su sentido inobjetivable. Sin la
dimensión de sentido, nos quedaríamos sin comprender qué es realmente ese tapón
de corcho. No habría plena objetividad y es ésta la crítica que la fenomenología le
hacer al positivismo reduccionista. (Bentué. 2001)
Diversas son las expresiones que a lo largo de la historia se han mostrado con un
mayor o menor nivel de acercamiento o distanciamiento, frente al hecho religioso;
desde Feuerbach que afirmara: “homo homini deus” “el hombre es dios para el
hombre”, o la de san Agustín: “Deus interior intimo meo et superior summo meo”
Dios es lo más profundo y cimero del hombre. Toda la filosofía moderna y
contemporánea lleva en su reflexión la resonancia del grito agustiniano “nos
hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”
(Confes.I,1,1). Goethe, admirando la maravilla de la cultura helena dijo: “que cada
uno sea griego a su modo, pero que lo sea”. Extrapolando la idea de Goethe
podemos decir, respecto al hombre religioso, que cada uno sea agustiniano a su
modo, pero que en el fondo lo es.
b) La Ilustración: Los estudios del hecho religioso en esta época están determinado
por los principios del racionalismo, característicos de los siglos XVII y XVIII en
Europa. Las explicaciones racionalistas de la religión consisten, en el fondo, en
unas exposiciones sobre su origen y suponen un retorno a su origen a partir del
miedo, la admiración por la naturaleza y la ignorancia y astucia de la clase
sacerdotal. También es digno de destacar que los estudios de religión en este
periodo tienen más un carácter etnológico y etnográfico que fenomenológico
propiamente, estableciendo comparaciones entre las distintas cultura y creencias de
los pueblos. Un rasgo distintivo de la ilustración es ver la religión como una
religión de la razón o religión natural que a firma la existencia de un Ser Supremo
y la moral fundada en la razón humana.
La verdadera visión o teoría integral del ser humano debería incluir el cuerpo, la
mente, el alma y el espíritu tal y como se nos presentan en su despliegue a través
del yo, la cultura y la naturaleza. Debería tratarse de una visión comprehensiva,
equilibrada e inclusiva, una visión que abrazase la ciencia, el arte y la ética, una
visión que englobase todas las disciplinas (desde la física hasta la espiritualidad, la
biología, la estética, la sociología y la oración contemplativa) y se expresase a
través de una política integral, una medicina integral, una educación integral, una
espiritualidad integral...
La verdadera visión o teoría integral del ser humano debería incluir el cuerpo, la
mente, el alma y el espíritu tal y como se nos presentan en su despliegue a través
del yo, la cultura y la naturaleza. Debería tratarse de una visión comprehensiva,
equilibrada e inclusiva, una visión que abrazase la ciencia, el arte y la ética, una
visión que englobase todas las disciplinas (desde la física hasta la espiritualidad, la
biología, la estética, la sociología y la oración contemplativa) y se expresase a
través de una política integral, una medicina integral, una educación integral, una
espiritualidad integral...
Entre las intervenciones del Magisterio sobre la relación alma-cuerpo hay que
señalar finalmente la Gaudium et spes del concilio Vaticano II, donde, según la
perspectiva típicamente bíblica, se habla del hombre como unidad de alma y cuerpo
que, «por su misma condición corporal, es una síntesis del universo material» y
recuerda que el hombre «no debe, por tanto, despreciar la vida corporal, sino que,
por el contrario, debe tener por bueno y honrar a su propio cuerpo, como criatura
de Dios que ha de resucitar en el último día». Pero, al lado de esto, se remacha la
convicción de que el hombre trasciende el mundo material, debido a su propia
espiritualidad y a la posesión de un alma inmortal.