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El desarrollo de la Primera Guerra Mundial

Los bloques contendientes.


Los sistemas de alianzas previos a la guerra pusieron las bases de los bloques contendientes en la misma,
con la excepción de Italia y la incorporación de nuevos Estados. Así, agrupados en la dualidad Aliados-
Imperios Centrales, nos encontramos con la siguiente configuración:
- Imperios centrales:
1914: Alemania, Austria-Hungría e Imperio Otomano
1915: Bulgaria
- Aliados:
1914: Serbia, Rusia, Bélgica, Francia, Gran Bretaña (y sus dominios), Montenegro, Japón
1915: Italia
1916: Rumania, Portugal
1917: Grecia, EEUU, sale Rusia
También se les unieron, aunque de forma casi testimonial, a partir de 1917: China, Brasil,
Bolivia, Perú, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Guatemala, Panamá, Costa Rica, Cuba, Puerto Rico, Haití,
República Dominicana, y Filipinas

Planes y estrategias
En 1891 los alemanes ya habían elaborado un plan en caso de conflicto que tenía en cuenta su delicada
situación geoestratégica, rodeada de enemigos, consistente en atacar con celeridad a Francia para dejar
solventado el frente Oeste antes de que a Rusia, con un ejército peor organizado y deficientes
infraestructuras de comunicación, le diese tiempo a movilizar y preparare a su ejército, pudiendo así
concentrar sus fuerzas en el frente Este. Este proyecto fue conocido como Plan Schlieffen (Alfred von
Schlieffen fue jefe del Estado Mayor del ejército imperial entre 1891 y 1913, siendo sustituido por el
general von Moltke, que hizo suyo el plan cuando se inició la guerra) El plan consideraba que la mejor
manera de internarse rápidamente en terreno francés y avanzar hacia Paris era desde la frontera franco-
belga. Para ello, primero debían invadir Bélgica, lo que suponía el riesgo de que Gran Bretaña entrase en el
conflicto. Sin embargo, el alto mando alemán no creía que los británicos se interpusieran, dado que hacía
tiempo se mostraban poco interesados en los asuntos del continente.
Por su parte, el Estado Mayor francés había diseñado el Plan XVII, consistente en una ofensiva intensiva
en la zona de Alsacia y Lorena pero que dejaba prácticamente sin defensa la frontera con Bélgica.
Además, este plan sobrevaloraba las fuerzas francesas y subestimaba el número y capacidad de las
alemanas, por lo que cuando el general Joffre lo puso en marcha fue un rotundo fracaso.

Fuerzas militares y características de la guerra


Al inicio del conflicto, las fuerzas de ambos bloques parecían en desequilibrio. Mientras los aliados
reunían a una población de casi 240 millones, los imperios centrales tan sólo sumaban poco más de 140. A
pesar de lograr la adición del Imperio otomano, que suponía acceso al Golfo Pérsico y al petróleo de Irak,
las colonias de Francia y Gran Bretaña suponían una clara ventaja en cuanto a materias primas y control
de las rutas de navegación.
En cuanto a las fuerzas militares, en especial las terrestres, todo parecía más equilibrado. Se calcula que
en 1914 Alemania podía movilizar a 8’5 millones de soldados (únicamente 2’2 millones de fuerzas
regulares), Rusia a 4’4 (1’2), Francia a 3’5 (1’25) y Austria-Hungría a 3 (810.000). Además, si bien Alemania
tenía las fuerzas armadas más numerosas y poderosas del momento, las que más crecían, sobre todo en
número de soldados entrenados, eran las rusas, de tal forma que los mandos alemanes se mostraban muy
preocupados de que Rusia se convirtiese, con el tiempo, en un enemigo casi invencible. Además, en el mar
los aliados tenían una clara ventaja en cuanto a las armadas, lo cual Alemania desde un principio planeó
compensar con la guerra submarina.
Los planes de Alemania para vencer se basaban en un conflicto de desarrollo y desenlace rápido. En
realidad, todos los contendientes pensaban que la guerra sería corta y de resultado claro. Sin embargo,
pronto se dieron cuenta de que la realidad sería muy distinta, y, por ello, más allá de las estrategias
militares y las operaciones en el frente, otros elementos de carácter muy distinto fueron de especial
relevancia para el resultado final. Al convertirse en una guerra larga, cuestiones como el
aprovisionamiento de las tropas, la fabricación de armamento y el control de las rutas de transporte y
comunicación se tornaron vitales. La diplomacia para conseguir aliados, la industria armamentística para
producir a un mayor ritmo que el enemigo, la propaganda para mantener el esfuerzo de guerra entre una
población que sufría las consecuencias de múltiples y terribles formas…; un compromiso, en suma, de
todos y cada uno de los ciudadanos de todas las naciones contendientes para ganar la guerra, hicieron de
ésta la primera “guerra total” de la historia, donde todos los ámbitos de la vida estuvieron dirigidos a
ganar la guerra, desde la economía hasta la cultura, pasando por la política, la ciencia o el arte. Así, se
vendieron millones de bonos de guerra para hacer frente al gasto, se impulsó la investigación científica y
tecnológica para conseguir más y mejores armas, se facilitó la incorporación de las mujeres al mundo
laboral para sustituirá los hombres del frente en sus puestos de trabajo, y se lanzaron ofensivas
diplomáticas para conseguir alianzas con terceros países que aportasen más armas y soldados y un mayor
control de las rutas y los territorios. De igual forma, otros elementos que jugaron papeles decisivos fueron
el espionaje (Mata Hari, seguramente la espía más famosa de la historia), el control ideológico
(propaganda nacionalista, persecución de movimientos pacifistas…) y la intervención en la política
interior de los enemigos (contra-propaganda en general, aliento de los movimientos nacionalistas en
Austria-Hungría, apoyo a la revolución comunista en Rusia…)
Desde el punto de vista armamentístico y tecnológico la guerra supuso la aparición de grandes
innovaciones bélicas, como el uso militar de los submarinos (U-Boote alemanes) y de la aviación (sobre
todo para reconocimiento, bombardeos muy limitados al principio zeppelines, duelos en el aire de los
“caballeros del aire” o “ases de la aviación” destacando Manfred von Richtofen, el barón rojo), la artillería
pesada (obuses, cañones de gran alcance como el Gran Bertha) o la guerra química (gases lacrimógenos,
gas mostaza)

Fases de la guerra
Primera Fase: Guerra de Movimientos (agosto-diciembre 1914)
En el frente oeste los alemanes intentaron poner en marcha el plan Schlieffen e invadieron Bélgica
y una parte del norte de Francia, en una guerra relámpago, pero no contaban con la dura
resistencia francesa que , con el mariscal Joffre al frente, frenó a los alemanes en el río Marne,
paralizándose la ofensiva y estabilizándose los frentes en trincheras. En el frente oriental los
alemanes fueron capaces de impedir la invasión rusa en la batalla de Tannenberg, tras lo cual el frente se
mantuvo estático. Al sur, los austríacos, que habían ocupado Serbia, fueron derrotados por los rusos y
obligados a retirarse.
Mientras la situación se estancaba en Europa, se abrieron nuevos frentes y la guerra se tornó realmente
en mundial. Japón declaró la guerra a Alemania y ocupó sus posesiones en el Pacífico. El Imperio
Otomano, por su parte, se unió a los imperios centrales y abrió un nuevo frente en los Balcanes. A la vez, la
guerra se extendía a los territorios coloniales de África, donde franceses e ingleses prácticamente no
tuvieron resistencia de las fuerzas alemanas allí destacadas.

Segunda Fase: Guerra de Desgaste, Posiciones o Trincheras (1915-1916)


A partir de 1915 los frentes se mantuvieron prácticamente estáticos. Los ejércitos levantaron barreras de
alambrada y se protegieron en zanjas (trincheras). En 1915 entró Bulgaria del lado de los imperios
centrales e Italia y Rumania del lado aliado, abriéndose nuevos frentes secundarios en la frontera austro-
italiana y el Próximo Oriente. En 1916 se produjeron las batallas más sangrientas de la guerra. En Verdún
los alemanes lanzaron una ofensiva para romper el frente pero fracasaron, dejando medio millón de
víctimas entre ambos bandos. Poco después, el rio Somme fue el escenario de la ofensiva aliada que dejó
un número aún mayor de muertos y ningún vencedor. En Jutlandia se disputó la única gran batalla naval,
con victoria británica. Esto, en cambio, supuso que Alemania redoblara sus esfuerzos en la guerra
submarina para cortar el suministro comercial a las islas británicas. En el frente oriental, por otro lado, los
alemanes lanzaron ofensivas sobre Galitzia y Lituania, obligando a retroceder a los rusos, lo cual agravó los
problemas internos del imperio zarista.

Tercera Fase: la Revolución Rusa y la entrada de EEUU en la guerra (1917)


1917 fue un año decisivo para el desarrollo de la guerra. Los países beligerantes daban síntomas de
agotamiento y la opinión pública había abandonado el entusiasmo del inicio a la luz de todo el sacrificio y
sufrimiento que habían ocasionado tres años de guerra. En los países aliados, las huelgas, las deserciones,
las protestas sociales y los movimientos antibelicistas se multiplicaban. En los Imperios Centrales, Alemania
estaba cerca del límite de sus fuerzas, y tanto en el Imperio Austro-húngaro como en el Otomano, sus
paupérrimos resultados en el frente de batalla eran casi un problema menor ante su incapacidad para
mantener el control sobre sus minorías nacionales.
En ese contexto, dos hechos clave acontecieron en ese año de 1917, aunque sólo uno resultó ser decisivo
para el resultado final del conflicto.
Ante el incremento de la ofensiva submarina contra el tráfico comercial hacia las islas británicas, los EEUU,
perjudicados en sus intereses económicos y heridos en su orgullo nacional por el hundimiento de varios de
sus buques, decidió intervenir en el conflicto. El 2 de abril de 1917, el presidente Woodrow Wilson
presentó ante el Congreso de los EEUU una resolución para intervenir en la contienda del lado de los
aliados. Como causas principales exhibieron el hundimiento del Lusitania, ocurrido en 1915, y el
Telegrama Zimmermann, mensaje interceptado por los servicios secretos británicos en el cual Alemania
ofrecía a México una alianza contra EEUU si aceptaba entrar en la guerra. De fondo, el peligro que suponía
la victoria alemana la recuperación de los miles de millones de dólares que los bancos norteamericanos
habían prestado a los aliados. El 6 de abril EEUU entró en la guerra.
Mientras, en febrero de 1917 estalló la revolución rusa. La dramática situación que vivía el pueblo ruso,
agravada por el esfuerzo de guerra y la muerte de millones de soldados en el frente, llevó a la caída del
imperio zarista de Nicolás II. El nuevo gobierno provisional mantuvo sus compromisos con los aliados y se
negó a abandonar la guerra, una de las principales demandas del pueblo, lo cual le negó el apoyo necesario
para mantener su autoridad frente a la proliferación de soviets o comités locales que negaban su
obediencia al poder central. Estos soviets estaban controlados por los bolcheviques, partidarios de
abandonar el conflicto. Lenin, líder bolchevique en el exilio, volvió en abril a Rusia gracias a un “tren
sellado” fletado por Alemania. En octubre, el propio Lenin lideró a los bolcheviques en su asalto al poder,
deponiendo al gobierno provisional de Kerensky. La misma noche de su toma del poder, entre los
primeros decretos del nuevo gobierno revolucionario se encontraba el de firmar la paz con Alemania y
abandonar la Primera Guerra mundial. El 16 de diciembre se acordaba un armisticio como antesala del
definitivo Tratado de Paz de Brest-Litovsk, de marzo de 1918, que suponía la salida de Rusia de la guerra.

Cuarta Fase: las ofensivas de 1918 y la rendición de los Imperios Centrales


A pesar de la salida rusa y de su victoria en el frente oriental, Alemania era consciente de que no podía
mantener mucho más el esfuerzo de guerra. Así, decide concentrarse en el frente occidental con el
objetivo de conquistar París. El general Ludendorff lanzó la operación Michael con el objetivo de dividir a
las fuerzas británicas y francesas y asediar París, a tiro de artillería por primera vez desde 1914. Empero, la
defensa aliada, liderada por el mariscal Foch, contando ya con la ayuda estadounidense y utilizando por
primera vez de forma masiva el tanque, consiguió vencer a los alemanes en las segundas batallas del
Somme y el Marne y conjurar el peligro sobre la capital francesa. Mientras, Bulgaria (29 de septiembre,
armisticio de Tesalónica) y el Imperio Otomano (30 de octubre, armisticio de Mudros) se rindieron poco
antes de que el propio Imperio Austro-Húngaro, a consecuencia de su derrota ante Italia en la batalla de
Vittorio Veneto, firmase su rendición por el armisticio de Padua (3 de noviembre)

Alemania se había quedado sola. Dentro de la sociedad civil y del ejército cundía la sensación de que había
que poner fin a toda esa locura que ya había durado cuatro largos años. El gobierno del káiser se
enfrentaba a revueltas y rebeliones que pedían la paz y el fin del Imperio (revolución de noviembre),
batallones enteros de soldados se rendían, e, incluso el propio Estado Mayor alemán abandonó a
Guillermo II, ya una sombra de lo que había sido, negándose a defender la monarquía. El 9 de noviembre
de 1918, sin apoyo alguno, el káiser abdicó y marchó al exilio. El Reich alemán había desaparecido y el
gobierno quedaba en manos del SPD, el partido socialdemócrata alemán, de Friedrich Ebert. A las cinco y
veinte de la mañana del 11 de noviembre se firmó la rendición alemana en un vagón de tren en el
bosque de Compiégne. El armisticio entraba en vigor a las once de ese mismo día. A las 10:59 era abatido
Henry Gunther, soldado estadounidense, última víctima del conflicto. La Primera Guerra Mundial había
terminado.

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