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Planes y estrategias
En 1891 los alemanes ya habían elaborado un plan en caso de conflicto que tenía en cuenta su delicada
situación geoestratégica, rodeada de enemigos, consistente en atacar con celeridad a Francia para dejar
solventado el frente Oeste antes de que a Rusia, con un ejército peor organizado y deficientes
infraestructuras de comunicación, le diese tiempo a movilizar y preparare a su ejército, pudiendo así
concentrar sus fuerzas en el frente Este. Este proyecto fue conocido como Plan Schlieffen (Alfred von
Schlieffen fue jefe del Estado Mayor del ejército imperial entre 1891 y 1913, siendo sustituido por el
general von Moltke, que hizo suyo el plan cuando se inició la guerra) El plan consideraba que la mejor
manera de internarse rápidamente en terreno francés y avanzar hacia Paris era desde la frontera franco-
belga. Para ello, primero debían invadir Bélgica, lo que suponía el riesgo de que Gran Bretaña entrase en el
conflicto. Sin embargo, el alto mando alemán no creía que los británicos se interpusieran, dado que hacía
tiempo se mostraban poco interesados en los asuntos del continente.
Por su parte, el Estado Mayor francés había diseñado el Plan XVII, consistente en una ofensiva intensiva
en la zona de Alsacia y Lorena pero que dejaba prácticamente sin defensa la frontera con Bélgica.
Además, este plan sobrevaloraba las fuerzas francesas y subestimaba el número y capacidad de las
alemanas, por lo que cuando el general Joffre lo puso en marcha fue un rotundo fracaso.
Fases de la guerra
Primera Fase: Guerra de Movimientos (agosto-diciembre 1914)
En el frente oeste los alemanes intentaron poner en marcha el plan Schlieffen e invadieron Bélgica
y una parte del norte de Francia, en una guerra relámpago, pero no contaban con la dura
resistencia francesa que , con el mariscal Joffre al frente, frenó a los alemanes en el río Marne,
paralizándose la ofensiva y estabilizándose los frentes en trincheras. En el frente oriental los
alemanes fueron capaces de impedir la invasión rusa en la batalla de Tannenberg, tras lo cual el frente se
mantuvo estático. Al sur, los austríacos, que habían ocupado Serbia, fueron derrotados por los rusos y
obligados a retirarse.
Mientras la situación se estancaba en Europa, se abrieron nuevos frentes y la guerra se tornó realmente
en mundial. Japón declaró la guerra a Alemania y ocupó sus posesiones en el Pacífico. El Imperio
Otomano, por su parte, se unió a los imperios centrales y abrió un nuevo frente en los Balcanes. A la vez, la
guerra se extendía a los territorios coloniales de África, donde franceses e ingleses prácticamente no
tuvieron resistencia de las fuerzas alemanas allí destacadas.
Alemania se había quedado sola. Dentro de la sociedad civil y del ejército cundía la sensación de que había
que poner fin a toda esa locura que ya había durado cuatro largos años. El gobierno del káiser se
enfrentaba a revueltas y rebeliones que pedían la paz y el fin del Imperio (revolución de noviembre),
batallones enteros de soldados se rendían, e, incluso el propio Estado Mayor alemán abandonó a
Guillermo II, ya una sombra de lo que había sido, negándose a defender la monarquía. El 9 de noviembre
de 1918, sin apoyo alguno, el káiser abdicó y marchó al exilio. El Reich alemán había desaparecido y el
gobierno quedaba en manos del SPD, el partido socialdemócrata alemán, de Friedrich Ebert. A las cinco y
veinte de la mañana del 11 de noviembre se firmó la rendición alemana en un vagón de tren en el
bosque de Compiégne. El armisticio entraba en vigor a las once de ese mismo día. A las 10:59 era abatido
Henry Gunther, soldado estadounidense, última víctima del conflicto. La Primera Guerra Mundial había
terminado.