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La sentencia oral en el proceso civil por audiencias

Autor:
Degano, Germán Augusto

Cita: RC D 983/2019

Tomo: 2019 1 La oralidad en el proceso


Revista de Derecho Procesal

Sumario:

1. La oralidad como eje de la reforma procesal civil y las prácticas de los operadores jurídicos. 2. La sentencia
oral: modelos procesales civiles en los que se regula. 3. Ventajas y críticas a su implementación. a) Ventajas y
críticas. b) Una cuestión a tener en cuenta. 4. Palabras finales.

La sentencia oral en el proceso civil por audiencias

1. La oralidad como eje de la reforma procesal civil y las prácticas de los operadores jurídicos, pág. 343

Ya hace tiempo que la justicia civil en el país y en Latinoamérica se encuentra inmersa en diversos procesos de
reforma cuyo eje central es la implementación de la oralidad[1]. El objetivo que se persigue con la legislación de
un proceso por audiencias es lograr una adecuada inmediación del juez, mayor concentración y celeridad en los
trámites y una acentuación de la publicidad.
La necesidad de modificar los ordenamientos surgió en función de que el sistema actual se muestra agotado y
lejos de resolver los conflictos en un plazo razonable. La razón de ello se percibe con facilidad: el proceso civil se
estructura sobre una matriz derivada del Derecho romano-canónico, la que exacerba la escritura y promueve la
delegación de funciones. Esto derivó en un proceso lento, ineficiente y claramente deshumanizado, en el que el
juez toma escaso -y a veces nulo- contacto con las partes y la producción de la prueba.
Pero pese a que la puesta en marcha de un proceso por audiencias reavivó el antiguo debate entre oralidad y
escritura, lo cierto es que ninguno de esos sistemas rige en estado puro en los modelos procesales. Por el
contrario, las legislaciones siempre combinan elementos de ambos métodos, por eso el problema de oralidad o
escritura se indica como una cuestión de predominio o de coordinación y no de total exclusión[2].
Al ser así, la adopción de un sistema oral no evitará que convivan con él diversas estructuras basadas en la
escritura, dado que a veces muestran ventajas a la hora de pensar el proceso en términos de eficacia. Por
mencionar algún ejemplo, en el marco de los juicios de conocimiento amplios la etapa introductoria -demanda,
reconvención y contestación de ambas- en general mantiene inalterada su configuración escrita, mientras que la
etapa probatoria -la que usualmente requiere la producción de pruebas personales- es mejor absorbida por la
oralidad.
Esa convivencia de sistemas puede generar que algunos operadores se aferren a tradiciones propias de la
escritura, conspirando contra el adecuado desarrollo de la oralidad. De ahí que la implementación de un proceso
por audiencias debe ser acompañada de una renovada mirada de los protagonistas del sistema. Es que -para
tener éxito- la oralidad necesita ser vista como un nuevo modo de pensar el conflicto y no como una parte
"incómoda" del proceso. En otras palabras, lo que se precisa es que jueces y abogados recepten a la oralidad
como una "idea símbolo", tal como decía Cappelletti y como recordaba Oteiza. Esa noción representa un
concepto más amplio, vinculado con otra manera de concebir el proceso y la relación entre el juez y las
partes[3].
Esto deriva en otra vieja cuestión, consistente en que la suerte de cualquier reforma depende de las prácticas de
sus operadores. En ese sentido, la intención de introducir oralidad se consolidó desde hace tiempo en el ámbito
académico, aunque su principal desafío siempre se presentó en el sinuoso terreno de las prácticas. De hecho, las
reformas intentadas en el plano local no fracasaron por un deficiente esquema normativo, sino porque se
mantuvieron hábitos del sistema escrito en los que se encuentra cierta comodidad.

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Aún hoy, en tiempos del "Estado de Derecho Constitucional" y en el que se escucha hablar a diario sobre tutela
judicial efectiva, existen sectores que justifican la falta de inmediación y la delegación de funciones. Las excusas
de antes y de ahora son las mismas: el exceso de trabajo frustró las sucesivas reformas. Sin embargo y pese a
que la carga de tareas puede ser cierta en algún fuero, no debe perderse de vista que esas viejas prácticas son
las que también producen el colapso del sistema[4].
Es usual toparse con juicios en los cuales la ausencia de inmediación deriva en la admisión de pruebas
inconducentes que generan gastos, pérdidas de tiempo y "traslados de traslados" que pueden evitarse con una
audiencia y un juez presente. Una buena muestra de esto es el proyecto de oralidad realizado en la Provincia de
Buenos Aires, el que demostró que la modificación de prácticas hace que el proceso por audiencias sea posible y
que puedan obtenerse resultados alentadores[5].
Ahora bien, frente a un escenario en el que se busca implementar un modelo de oralidad, el que no se aplicará
en puridad y en el que persistirá una arraigada cultura escrita de los operadores, parece interesante pensar qué
modalidad -escrita u oral- conviene adoptar para la sentencia en procesos de conocimiento amplios. Es decir, tal
vez sea útil analizar si una configuración oral del acto más trascendente del proceso sirve para robustecer la
"idea símbolo" de oralidad y para afianzar a la audiencia como eje del proceso, o si -por el contrario- ello será
contraproducente y despertará mayor resistencia.
Y aunque la cuestión de la oralidad debe ser adoptada como una forma de concebir el proceso y excede el
estudio de la cantidad de actuaciones orales o escritas presentes en un ordenamiento, es evidente -como decía
Gelsi Bidart- que para lograr el cambio no es indiferente el predominio de un sistema u otro. No se trata de un
problema de cuantía de elementos, sino de la determinación de cuál sistema se sustancia en la consistencia del
proceso y en su pronunciamiento en lo esencial[6].
Esto será materia de estudio en los párrafos que siguen, en donde se analizará si es conveniente dictar una
sentencia oral en el ámbito de un proceso civil que busca reformarse. Para tal objetivo, primero se repasarán
algunos sistemas que ya admiten la posibilidad de un pronunciamiento verbal, mientras que después se
evaluarán las ventajas, las críticas y otros puntos finales a tener en cuenta.

2. La sentencia oral: modelos procesales civiles en los que se regula, pág. 346

Pensar en el dictado de una sentencia oral es una modalidad que carece de tradición en el proceso civil local y
que puede resultar hasta extraña e irrealizable para muchos protagonistas del sistema. Es más, ninguno de los
códigos de provincia reformados en los últimos tiempos exploró esa posibilidad, a pesar de que todos impusieron
la oralidad[7]. En esa línea, el Proyecto "Justicia 2020" evaluó en sus bases la alternativa del fallo oral, pero
finalmente optó por una sentencia escrita fuera de la audiencia en función "del contexto de nuestro país"[8].
No obstante y si bien es usual en el proceso penal la lectura de la parte dispositiva del fallo en audiencia
-difiriéndose los fundamentos para un acto posterior-, pueden encontrarse varios antecedentes que incorporaron
la sentencia oral en procesos civiles. Y antes de comenzar con su enumeración, hay que decir que no fue
necesario explorar demasiado lejos para hallar sistemas con esa variante de decisión, dado que se cuenta con
sobrados ejemplos en el seno de Latinoamérica. Estas experiencias resultan significativas como modelo de
comparación, por la similitud de idiosincrasia y de tradición jurídica que existe con los países del continente.
Un antecedente importante es el Anteproyecto de Código Procesal Civil Modelo para Iberoamérica de 1988. Éste
planteó un proceso por audiencias compuesto por una audiencia preliminar seguida por otra complementaria
destinada a la producción de pruebas, alegaciones de las partes y dictado de la sentencia. Lo que procuró el
Anteproyecto es que se adelante el fallo en ese acto tras una deliberación del juez, aunque luego se expidan los
fundamentos por escrito en un plazo posterior. La sentencia de segunda instancia también habría de ser
pronunciada en audiencia, por lo que el tema no quedó limitado al procedimiento en la instancia inicial[9].
Ese mismo año Uruguay dictó un Código General del Proceso que siguió en buena parte la línea del
Anteproyecto de Código Procesal Civil Modelo para Iberoamérica. Por eso contiene disposiciones similares a las
reseñadas, en las que se establece el dictado del fallo en audiencia tanto para la primera como para la segunda
instancia, pudiendo diferirse sus fundamentos para una audiencia posterior[10]. Pese a lo expuesto y tal como se
verá en el punto que sigue con mayor detenimiento, la práctica de los tribunales no reflejó el espíritu del sistema.
Ya más cercano en el tiempo, en 2012 se dictó el Código General del Proceso de Colombia. Se estructura sobre
una audiencia inicial y otra de instrucción o juzgamiento, así como se regula el dictado del fallo verbal para la
primera y la segunda instancia. La diferencia con los regímenes mencionados es que se impone con mayor
tenacidad el deber de dictar sentencia oral. Así se establece que si el juez se encuentra impedido de proferir su

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decisión en forma oral, deberá dejar constancia expresa de las razones concretas e informar al superior. No
obstante, en ese evento tendrá que anunciar el sentido de su fallo, con una breve exposición de sus
fundamentos, y emitir la decisión escrita dentro de los diez días siguientes[11]. En la práctica, se observa que los
jueces suelen adelantar verbalmente el sentido de la decisión, lo cual puede generar cuestiones en torno a la
correlación de lo dicho en audiencia y lo que surge después en los fundamentos escritos. De esto también se
hablará en el punto que sigue.
En 2015 se dictó el Código Orgánico General de Procesos de Ecuador. Este ordenamiento se conforma de una
audiencia preliminar y una de juicio, a cuya finalización el juez dictará sentencia de manera oral.
Excepcionalmente y cuando la complejidad del asunto lo amerite, se podrá suspender la audiencia por el término
de diez días para que el juez emita luego su decisión. Los fundamentos serán desarrollados por escrito, los que
deberán respetar los parámetros enunciados en la audiencia[12].
De igual modo, en 2015 apareció el Código de Processo Civil de Brasil. Aunque se lo reguló de manera muy
laxa, lo cierto es que el ordenamiento brasilero permite que al finalizar la audiencia de ins-trucción el juez dicte
sentencia oral o lo haga posteriormente por escrito, modalidad que adoptará según su criterio[13].
El año pasado entró en vigencia el nuevo Código Procesal Civil de Costa Rica, el que consagró un sistema de
justicia por audiencias. En materia decisoria estableció que al concluir la audiencia de prueba se proceda al
dictado oral de la sentencia, pero cuando no le fuese posible emitirla en esa forma, lo debe hacer por escrito
dentro de los cinco días siguientes. En procesos muy complejos se le otorga un plazo mayor[14].
Por fuera de las cuestiones civiles patrimoniales pero dentro de los procesos no penales, la última experiencia a
resaltar es la de Chile. Allí se estructuraron procesos por audiencias en el fuero laboral y de familia, en donde se
faculta al juez a dictar sentencia oral. Ambos se conforman de una audiencia preparatoria y otra de juicio,
pudiendo en esta última proferirse sentencia a su conclusión o hacerlo luego dentro de plazos relativamente
cortos[15]. En la experiencia diaria es usual que los jueces dicten sus sentencias de manera oral al culminar la
audiencia.
Desde ya que existen otros modelos fuera del continente que cuentan con mayor tradición oral y que permiten el
dictado oral de la sentencia. Por mencionar uno, en la Constitution and Rules of Procedure 2013 del sistema
inglés se estipula que en la audiencia el juez debe decidir las cuestiones disputadas, sean sustantivas o de
procedimiento, y que debe "anunciar" tales decisiones pudiendo, en su caso, proporcionar luego los fundamentos
de manera escrita[16].
Y en cuestiones de menor complejidad, buena parte de los sistemas de "pequeñas causas" contemplan la
posibilidad de una sentencia oral. Dada la particularidad de los reclamos que quedan comprendidos en el
esquema -casos simples, de escaso monto y en los que el juez no requiere de un esfuerzo probatorio para
decidir-, son legislados mediante procesos simplificados en los que se disminuyen las exigencias formales, en
donde impera la oralidad y en los que a veces no se exige representación letrada. Al respecto, en Canadá y
Estados Unidos se dicta sentencia oral durante la audiencia, salvo algunas jurisdicciones norteamericanas que
permiten que se lo haga con posterioridad[17]. También en la regulación de "pequeñas causas" de Brasil se
concede esa posibilidad.
Volviendo un paso atrás, se vio que son varios los modelos latinoamericanos que admiten la sentencia oral. Y los
que regulan la modalidad con mayor detalle establecen el deber de dictar y fundar la decisión al concluir la
audiencia de juicio o vista de causa. Pero si las circunstancias lo impiden, también se otorga al juez la posibilidad
de anunciar sólo el sentido de su decisión a través de breves fundamentos, los que luego son integrados por
escrito en un acto posterior.

3. Ventajas y críticas a su implementación, pág. 353

a) Ventajas y críticas, pág. 353

Antes se hizo alusión a sistemas en donde se permite el dictado de la sentencia oral. Haber hecho hincapié en
legislaciones de países vecinos que guardan semejanzas con el medio local sirve para romper cierta extrañeza
que el tema puede generar en algunos operadores y para saber que la posibilidad de una sentencia oral no se
trata de una variante privativa de culturas jurídicas distintas a la nuestra.
Más allá de eso, la obvia pregunta que surge es qué ventajas pueden obtenerse con esa modalidad. Pues bien,
la respuesta a ese interrogante se vincula directamente con los propósitos del sistema elegido. Es que si la

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oralidad tiene como finalidad asegurar la inmediación, evitar la delegación de funciones, fomentar la
concentración, disminuir la formalidad, aumentar la publicidad y consagrar una nueva concepción de conflicto,
puede decirse que el dictado de una sentencia oral colabora en mayor medida con esos objetivos.
Esto se produce porque la comunicación oral impone -por su propia naturaleza- una vinculación distinta de las
partes con el juez, lo que sirve para generar otra percepción y otra comprensión del servicio de justicia. La forma
básica y primigenia de comunicación de los seres humanos es el lenguaje oral. Al hablar nos comunicamos de
manera sencilla y con palabras coloquiales, mientras que al escribir se tiende a exponer de forma más compleja
las ideas. Esa particularidad de la expresión verbal facilita la utilización de un vocabulario y de una terminología
menos formal y más accesible a las partes.
No es novedad, pero la experiencia deja ver que muchas sentencias suelen recurrir a un excesivo lenguaje
técnico, basado en la copia de repetitivas y farragosas citas de doctrina y jurisprudencia, con latinismos y con
términos característicos de la "jerga judicial" que se alejan demasiado de expresiones comunes (fojas,
considerandos, iura novit curia y periculum in mora, entre otros). Tal costumbre deriva en sentencias de una
extensión desproporcionada que ahuyenta todo intento de lectura[18]. Eso sucede porque los jueces deciden
sobre la vida de las personas pero cuando dictan sentencia no le hablan a ellas, sino a los abogados o al tribunal
superior que entenderá en la causa.
Semejante práctica olvida a las partes que son el primer destinatario de la decisión, lo que afecta su "derecho a
comprender"[19] por qué razón se los condena o se desestima su pedido. Si una de las preocupaciones actuales
es que las sentencias contengan un lenguaje claro y comprensible, hay que pensar en vías más simples de
comunicación para alcanzar ese propósito[20].
Entonces, se puede decir que si la sentencia queda al margen de la oralidad y se la relega al plano escrito, se
corre el riesgo de prolongar un vocabulario propio del universo judicial que resulta ajeno a los ciudadanos. Y
aunque los operadores del sistema no lo perciban, ni sea su intención, ese modo de comunicación culmina en un
ejercicio vertical de poder por parte de una especie de clase social -la "clase jurídica"-, que continuará dominando
el proceso y seguirá siendo la única habilitada para entender qué se decide en el proceso[21].
Para evitar eso, será mejor que los ciudadanos reciban la decisión de cara al juez, mediante un lenguaje sencillo,
mucho menos formal y ajustado a las características de cada destinatario. Al estar presente el sujeto en el
momento en que la comunicación oral se genera, ello permite que el juzgador tome noción del tipo de persona
con la que habla y pueda adaptar lo que dice para hacer comprensible el mensaje. De esa manera -en tanto se
pone en contacto al emisor y al receptor del mensaje-, la transmisión oral se torna más adecuada que la escritura
para la comprensión de la norma que corresponde aplicar al caso.
Esto es importante porque la función básica del Derecho es regular conductas a través de reglas y de principios,
los que se deben formular en el lenguaje natural usado por la comunidad. Sin embargo, esa pretensión no se
limita al plano normativo, dado que -como explica Nino- la aplicación que los jueces hacen del Derecho vigente al
caso concreto no tiene menos relevancia en cuanto a las posibles consecuencias sociales[22]. Esa razón hace
conveniente contar con una modalidad de sentencia que sirva para asegurar la recepción del mensaje y que
facilite su comprensión. La decisión oral resulta útil en ese aspecto.
Pero además, los efectos que se generan a través de la transmisión oral de la sentencia robustecen la
inmediación. Es que la inmediación no sólo consiste en que el juez escuche a las partes, sino que es
fundamental que dialogue con ellas. De hecho y pese a que son evidentes los beneficios que se obtienen si el
juez interviene personalmente en la recepción de las pruebas, la inmediación no se circunscribe a la órbita
probatoria, ya que ésta es -en esencia- un modo de interacción y comunicación.
Por lo anterior, Clemente Díaz enseñaba que la inmediación se orienta sobre la base del "acercamiento de la
justicia al pueblo"[23] y también es por eso que tal principio se vigoriza si un juez presente le explica a las partes
-frente a frente- los motivos de su decisión. Y hay algo más a tener en cuenta, la inmediación también procura
asegurar la identidad física entre el juez que mantuvo el contacto y el que pronunciará la decisión, anhelo que se
refuerza si se permite el dictado de la sentencia oral al finalizar la audiencia de juicio.
Aparte y por ser evidente, sobra decir que esa mecánica de decisión aumenta en forma considerable la
concentración procesal, otro de los objetivos principales de la oralidad.
Paralelamente, la sentencia oral colabora con la oralidad para neutralizar otro de los grandes vicios del sistema,
que es la delegación de funciones. El dictado de la sentencia de boca del juez y ante la mirada de las partes
asegura tener "jueces presentes" y evita "jueces de firma"[24]. Es lamentable, pero en muchos casos la
delegación de funciones se extendió hasta la faz decisoria del juez -y ello no se refiere a la redacción del
proyecto de sentencia, sino a la propia decisión del caso-, exceso que es necesario acotar y tratar de evitar.
A su vez, la publicidad también se maximiza con una modalidad de sentencia oral. Sucede porque la publicidad

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-además de garantizar un juicio a puertas abiertas- constituye un mecanismo de control ciudadano del
comportamiento de los jueces. Por eso la Corte Interamericana señaló que la publicidad tiene la función de
proscribir la administración de justicia secreta, someterla al escrutinio de las partes y del público y se relaciona
con la necesidad de la transparencia e imparcialidad de las decisiones que se tomen. La publicidad hace
referencia específica al acceso a la información del proceso que tengan las partes e incluso los terceros[25]. Ese
control se ve beneficiado con la oralidad y aumenta con una decisión jurisdiccional oral, toda vez que la forma
hablada implica mayor comprensión de la información y rompe con una dinámica escrita que da lugar al
secretismo.
Pese a todo, incorporar la modalidad de sentencia oral puede toparse con obstáculos o mostrar ciertas
desventajas. Sin dudas, el primer desafío se presenta en el terreno de las prácticas, dado que una mutación
relevante en la etapa decisoria implica un cambio más profundo que la propia audiencia de prueba. Es que una
cultura basada en la escritura y en la que los jueces se encuentran habituados a sacar conclusiones en la
soledad de su despacho, evidentemente se presenta como el gran escollo para la aplicación de la sentencia
oral.
Es probable que el Proyecto "Justicia 2020" haya tenido en cuenta ese panorama al optar por una sentencia
escrita, en razón "del contexto de nuestro país". Esa afirmación no es pueril sino que puede encontrar como
antecedente lo ocurrido en Uruguay. Pereira Campos contaba lo ocurrido en el país vecino y decía que "la
principal causa de las dificultades es lo que hablamos siempre sobre el duelo de las prácticas. En realidad los
abogados no quieren cambiar y, como todos los operadores, estuvieron tan acostumbrados al sistema escrito
que hicieron mucha fuerza y hasta diría lobby para lograr que determinadas partes de los actos se hagan por
escrito. Algo similar ocurrió con la sentencia, ya que si bien está previsto en la ley que se puede dictar en la
audiencia como parte de la misma y excepcionalmente por escrito posteriormente, la regla es que se opta por lo
segundo. Esto se debe a varias razones, una de ellas es que los jueces dicen que tienen que estudiar y lleva
tiempo. De alguna manera tenemos ejemplos de abogados y jueces que muestran cómo estas prácticas de la
oralidad generan resistencia"[26] .
Al abordar ese reparo, no hay que andar demasiado camino para concluir que se trata de un reproche más
vinculado a una resistencia al cambio por la arraigada tradición escrita que a una imposibilidad real de dictar
sentencia oral. La prueba de que ese impedimento es aparente se confirma con sólo apreciar las experiencias de
Chile y Colombia, países en los que habitualmente se profieren fallos verbales en procesos no penales.
Pero la cuestión relativa "al tiempo para el estudio" también se emparenta con una mirada que se resiste a la
oralidad. En la escritura, el juez recién analiza el conflicto cuando queda en estado de dictar sentencia. Antes, el
proceso puede transcurrir durante sus etapas previas sin que sepa qué se debate allí o sin tener una idea
acabada del asunto. Sin embargo, la oralidad impone otra cosa. El modelo oral requiere que el juez ingrese a la
audiencia con un estudio previo del caso y es en ese acto donde culmina de formar su convicción al recibir
personalmente las pruebas. Es decir, la dinámica de trabajo es distinta en la oralidad y ello permite que el juez se
encuentre en condiciones de fallar al terminar la audiencia.
Tampoco debe olvidarse que la mayoría de los conflictos son de los denominados "casos fáciles" o usuales, en
los que la decisión no requiere de una especial o singular reflexión del juez. Parece difícil de justificar una
imposibilidad de dictar sentencia oral en un accidente de tránsito donde sólo se reclaman daños al rodado o una
escasa incapacidad psicofísica. Pero si se trata de supuestos puntuales en los que se precisa de un mayor
estudio, se cuenta con la posibilidad de adelantar el sentido de la decisión en audiencia y ampliar luego sus
fundamentos. Sólo en casos excepcionales habrá una sincera imposibilidad de dictar sentencia oral o de
adelantar el sentido de la decisión[27].
Esto, siempre que el juez con buenos oficios haya estudiado el tema antes de ingresar a la audiencia.
Otro de los argumentos que se utiliza como obstáculo para el dictado de una decisión oral consiste en la
superficialidad y precipitación que la oralidad puede generar en la resolución. Al respecto, se ha dicho que
"algunos jueces, sin ánimo de generalizar, toman algunas notas durante la celebración (de la audiencia de juicio),
con las cuales redactan de manera rápida su sentencia, al parecer sin la debida reflexión sobre los escritos
dispositivos de las partes, que sólo han leído superficialmente. Tal conducta provoca que haya aumentado el
número de incongruencias -en sentido técnico- de todo tipo, pero sobre todo se ha generado la sensación de que
el juez ha decidido más a través de las primeras impresiones que le ha provocado la práctica de la prueba, que
tomando en cuenta las pretensiones de las partes y su fundamentación"[28].
En rigor, ese reproche no apunta a los problemas de la oralidad -en sí misma- sino a las prácticas de algunos
operadores. Alsina lo explicaba bien cuando decía que el argumento anterior no es sostenible como una crítica,
en tanto el defecto no está en el sistema sino en las personas: con jueces preparados y diligentes, el

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inconveniente habría desaparecido[29].
Por eso, debe rechazarse la idea de que la sentencia oral incurre en cierta falta de precisión y profundidad que
atenta contra el derecho a una decisión fundada. Estas características no dependen de que el fallo conste por
escrito o haya sido expuesto verbalmente, sino que se vinculan con el conocimiento del juez y con la técnica que
haya seguido para construir la decisión. La escritura no asegura sentencias profundas, meditadas y con una
prudente motivación, esto se ve a diario. Y hay sobrados ejemplos de sentencias escritas en donde cuesta
encontrar menciones al caso concreto, por fuera del collage de citas de doctrina y jurisprudencia. De ese modo,
la crítica formulada no se erige en un reparo atendible, aunque hay otros puntos que merecen más atención, tal
como se verá en el apartado que sigue.

b) Una cuestión a tener en cuenta, pág. 360

Por fuera de esas críticas, la sentencia oral tiene un costado que debe ser tomado con mayor cautela. Éste es el
riesgo de contradicción entre el sentido de la decisión adelantado en audiencia y los argumentos que el juez
brinde más tarde por escrito. Para abordar el tema servirá recordar un caso presentado en Colombia[30].
Como se vio en los puntos anteriores, hay ordenamientos -como el de Colombia- que establecen el dictado de la
sentencia oral al culminar la audiencia. Pero si por alguna circunstancia ello no es posible, se faculta al juez para
adelantar verbalmente el sentido de su decisión e integrar luego sus fundamentos por escrito. Obviamente, esa
modalidad exige correlación y congruencia entre los parámetros vertidos en audiencia y lo expresado en la
sentencia escrita.
Así fue que en un juicio por un accidente de tránsito, la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Bogotá abordó la cuestión en audiencia. Y según surge de la grabación pertinente, los miembros del Tribunal
dijeron que tenían "otras audiencias que están programadas y en las cuales ya se nos ha corrido el término",
además de que había "otros asuntos que resolver de índole constitucional", por lo que resolvieron que emitirían la
sentencia de forma escrita. Entonces, los jueces expresaron que "es un asunto bastante extenso y ustedes han
tocado muchos problemas jurídicos que hay que entrar a resolver, entonces el fallo va a ser por escrito, pero
como [...] la norma nos dice que debemos dictar el sentido del fallo, sí se va a modificar la sentencia en el sentido
de extender la condena que dispuso el juez de primera instancia a la compañía de seguros [...] eso conlleva que
se tendrán que hacer algunos ajustes en la misma decisión. En lo demás, que no sea necesario modificar se
confirmará el fallo".
Tiempo después se dictó la sentencia escrita, en donde efectivamente se hizo extensiva la condena a la
aseguradora. Sin embargo, en la decisión se incluyeron otras modificaciones relacionadas con la "compensación
de culpas", cambio que derivó en una reducción indemnizatoria del cuarenta por ciento.
Esa situación condujo a que la Sala de Casación Civil y Agraria de la Corte Suprema de Justicia de Colombia
tome conocimiento en el asunto, en función de que se invocó incongruencia entre el sentido del fallo anunciado
en la audiencia y la sentencia escrita.
El máximo tribunal entendió -por mayoría- que los planteos incorporados en la sentencia escrita quedaron
cobijados cuando la Sala expresó "En lo demás, que no sea necesario modificar se confirmará el fallo". Asimismo
concluyó que esa interpretación "armoniza con los móviles de complejidad [...] en los problemas jurídicos que
expuso la Sala para no resolver de fondo inmediatamente y para lo cual indicó «es un asunto bastante extenso y
ustedes han tocado muchos problemas jurídicos que hay que entrar a resolver»". Por ende, decidió que el
veredicto adelantado no había creado fundadas expectativas en el reclamante.
Allí no terminó el análisis, ya que la Corte Suprema de Colombia subrayó que la "variación entre lo anunciado en
sede de audiencia y lo ulteriormente fallado por escrito" por sí solo no supone "una automática vulneración de las
garantías de los justiciables". Esto, además de remarcar que una norma referida a la forma de expresión
decisoria no puede restringir al juez y avocarlo a optar por un veredicto que ha descubierto ostensiblemente
injusto, aunque ello debe suceder en casos excepcionales, en los que se requiere una carga argumentativa
suficiente y particular sobre tal aspecto. Para culminar, se agregó que -a diferencia de lo que ocurre en el
proceso penal- el incumplimiento de la disposición reseñada no trae aparejada la sanción de nulidad en el Código
General del Proceso.
No es intención analizar en profundidad el fallo, aunque se lo considera un precedente delicado que puede dar
lugar a prácticas que el ordenamiento procesal colombiano se preocupó por terminar. Por eso se coincide con el
voto en minoría, el que resaltó que la normativa no sólo exige adelantar el sentido del fallo en audiencia, sino que
también se debe hacer una breve exposición de los fundamentos. Es que no se puede sorprender a los litigantes

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y dictar una decisión por escrito de manera diversa a lo proclamado oralmente, habida cuenta que aquélla está
restringida al sentido del fallo anunciado con antelación.
Tal como consideró el voto en minoría, una afirmación lacónica de que se va a modificar, revocar o confirmar la
decisión cuestionada no cumple con las exigencias procesales señaladas y transgrede "la garantía fundamental
al debido proceso de los demandantes y el principio de confianza legítima, al sorprenderlos con la adopción de
una determinación que no fue advertida previamente". Por otra parte, se resaltó que la oralidad supone que los
jueces preparen previamente el caso para evitar sorprender a los usuarios del sistema de justicia en la
reivindicación de sus derechos, dado que "la filosofía del Código General del Proceso consiste en erradicar las
añejas prácticas del sistema escritural como la prolongación de la decisión final de manera indefinida, falta de
acuerdo entre los operadores de justicia colegiados, ya sea por incertidumbre o estudio previo del asunto, entre
otros factores".
Lo expuesto hasta aquí sirve para advertir algo evidente. Tanto para el éxito de la oralidad como para la
adecuada implementación de la sentencia oral se requiere de una seria capacitación de los operadores y de una
modificación de las prácticas vinculadas al sistema escrito. En el supuesto tomado como ejemplo, la Sala adujo
la existencia de "muchos problemas jurídicos" y por eso adelantó su decisión sólo en relación a la condena contra
la aseguradora. Sin embargo, el cambio radical en la sentencia escrita provino de modificaciones a cuestiones de
hecho -como es la "compensación" de culpas- y no de temas de interpretación o aplicación de normas jurídicas.
De haberse conocido y analizado el conflicto antes de la audiencia -como lo requiere una adecuada oralidad y
como reprochó el voto en minoría-, los jueces de la segunda instancia habrían contado con más herramientas
para dictar la sentencia oral o para adelantar debidamente el sentido de su decisión, evitando sorpresas a los
justiciables sobre cuestiones no tratadas.
Es evidente que los sistemas que permiten adelantar el sentido de la decisión en audiencia -ante la imposibilidad
de dictar sentencia oral en ese momento- no se contentan con la formulación de afirmaciones abiertas o banales
que no anticipan ninguna conclusión. Si se admite un modo de actuación semejante, se corre el riesgo de
desnaturalizar la modalidad de la sentencia oral, para llevarla al poco tiempo al terreno de la inutilidad.
Y aunque el ejemplo brindado resulta ser la excepción y no la regla -cosa que no debe perderse de vista para
evitar generalizaciones erróneas-, sin dudas que se trata de la principal complicación que contiene el dictado de
la sentencia oral, cuando sólo se adelanta el sentido de la decisión. No obstante y al igual que sucede para la
oralidad en su conjunto, el éxito de esta variante depende de la formación de los operadores y de su compromiso
con el cambio de prácticas.
Es claro que para el dictado de una sentencia oral en casos fáciles, usuales o repetitivos no se necesita de un
superhombre administrando justicia como condición indispensable para que esto funcione[31]. Un conocimiento
del asunto previo a la audiencia facilita en mucho la tarea, ya que el juez arriba a su conclusión final tras
escuchar a las partes y recibir personalmente las pruebas. Al preparar antes el pleito, se sabrá dónde se
encuentran los puntos de mayor conflicto y se podrá decidir al finalizar la audiencia si la información recabada
permite -o no- formular conclusiones. Pero para lograr una dinámica de trabajo en ese sentido se precisa de
formación y de compromiso con el cambio de prácticas.

4. Palabras finales, pág. 363

El tema analizado hasta este momento hace eje en la efectiva implementación de la oralidad en los procesos no
penales. Y tal como se resaltó en un informe del CEJA de 2013, a pesar de que se han realizado enormes
avances en la materia, la oralidad no pudo instalarse del todo.
Hay audiencias efectivamente dirigidas por jueces que se relacionan con las partes y con la prueba. No obstante,
esta idea de oralidad es parcial. La oralidad no es sólo una forma procesal. Es también un método y un escenario
de inmediación y coetaneidad[32]. Por esa razón, incorporar a la legislación el dictado de la sentencia oral es una
señal y una advertencia de que las añejas prácticas de los operadores deben mutar y de que la audiencia ha
pasado a ser el eje del debate.
La sentencia oral hace que la inmediación aumente aún más, que la justicia se haga comprensible, que se limite
en otros ámbitos el vicio de la delegación y que se asegure un mayor escrutinio público de las decisiones. Es
cierto, hay extremos a tener en cuenta en esta modalidad -como ocurre en todos los temas-, pero lo que se
necesita para su correcta aplicación es formación y compromiso con las nuevas prácticas, dado que la mayoría
de los casos son habituales para los jueces y por eso los pueden resolver en la misma audiencia.
Entonces, si se regula en la legislación local el dictado de la sentencia de manera oral, se dará un paso más para

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absorber esa "idea símbolo" de oralidad y para evitar que el nuevo sistema no quede relegado y a medio camino.

[1]

A modo de ejemplo, ver los Códigos Procesales dictados en los últimos años en Colombia, Brasil, Bolivia y
Ecuador, así como los que entraron en vigencia en las Provincias de Mendoza y Chaco. Lo dicho, sin olvidar el
proyecto de reforma al Código Procesal Civil y Comercial de la Nación emprendido por el Proyecto "Justicia
2020".

[2]

CAPPELLETTI, Mauro, La oralidad y las pruebas en el proceso civil, Ejea, Buenos Aires, 1972, ps. 45 y ss.,
citado por DELLA SCHIAVA, Laureano, Oralidad y debido proceso legal. Del modelo bonaerense al modelo
nacional de oralidad, La Ley, Buenos Aires, 2018, ps. 1 y ss.

[3]

OTEIZA, Eduardo, El fracaso de la oralidad en el proceso civil argentino, disponible en el sitio web:
http://www.academia.edu/8010742/El_fracaso_de_la_ora-lidad_en_el_proceso_civil_argentino (última fecha de
consulta: 20-12-2018).

[4]

OTEIZA, ob. cit.

[5]

SOTO, Andrés Antonio, El movimiento hacia la oralidad en el proceso civil y comercial. Proyecciones en el
proceso, el juez, en la calidad y técnica de la prueba, en L. L. del 28-3-2018, p. 1; L. L. 2018-B-823.

[6]

GELSI BIDART, Adolfo, Oralidad en el proceso, en La simplificación procesal, editado con motivo del XI
Encuentro Panamericano de Derecho Procesal, Instituto Panamericano de Derecho Procesal, Buenos Aires,
1997, p. 300.

[7]

Sirven como ejemplo de ello los nuevos ordenamientos procesales de Chaco y Mendoza.

[8]

Bases para la reforma procesal civil y comercial del Proyecto "Justicia 2020" del Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos de la Nación, disponible en el sitio web: https://www.justicia2020.gob.ar/wp-
content/uploads/2017/06/Bases-para-la-Reformade-la-Justicia-Civil-y-Comercial.pdf (última fecha de consulta:
26-12-2018). Allí se dice lo siguiente en relación al tema: "respecto de la sentencia definitiva caben dos opciones:
a) dictarse en audiencia al finalizar la misma, o en una audiencia posterior a tales efectos; b) dictarse por escrito
posteriormente, fuera de audiencia, dentro de los plazos que establezca la ley. Se entiende preferible, en el
contexto de nuestro país, que la sentencia definitiva sea dictada por escrito y fuera de audiencia y notificada a las
partes electrónicamente".

[9]

8 / 13
El art. 18.3 del Anteproyecto dispone que "En el proceso por audiencia, se pronunciará la sentencia al final de
ésta, pudiendo diferirse, si fuese menester, la redacción de los fundamentos del fallo o aun la redacción de la
sentencia, en los casos previstos por la ley". A su vez y en lo relativo a la audiencia complementaria, se
establece lo siguiente en el art. 303: "...303.6. Al término de la misma, el Tribunal oirá a las partes en sus
exposiciones de conclusión de causa, las que serán breves, pudiendo el Tribunal disponer el tiempo a que
deberán ajustarse como, así mismo, formular las interrogantes que sirvan para precisarlas. 303.7. Finalmente, el
Tribunal se retirará para considerar su decisión y a continuación pronunciará sentencia, cuyos fundamentos
podrán formularse dentro del plazo de los quince días siguientes. En los casos en que la complejidad del asunto
lo justifique, podrá prorrogarse la audiencia por plazo no mayor de treinta días para pronunciar la sentencia con
sus fundamentos". En último término y en lo que importa al dictado de la sentencia en segunda instancia, sirve
destacar el art. 304: "...304.2. Si la segunda instancia tramitare ante Tribunal colegiado, el expediente una vez
recibido, será pasado a estudio de cada integrante en forma simultánea, en reproducción facsimilar. Finalizado el
estudio por el Tribunal, sea éste colegiado o unipersonal y si no se hubiere resuelto pronunciar decisión
anticipada (artículo 20), se citará a audiencia. 304.3. En la audiencia, se diligenciará la prueba que el Tribunal
hubiere dispuesto a iniciativa de parte o de oficio (artículo 223.2 y 3, numeral 4) y se oirá a las partes en la forma
prevista para la primera instancia, pronunciándose luego sentencia. 304.4. En el caso de que no se debiera
diligenciar prueba, se convocará igualmente a audiencia a efectos de oír a las partes y pronunciar sentencia..."
Texto disponible en el sitio web del CEJA: http://bi-
blioteca.cejamericas.org/bitstream/handle/2015/4226/CodigoProcesalCivilparaIberoa
merica.pdf?sequence=1&isAllowed=y (fecha de consulta: 29-1-2019).

[10]

Siguiendo al Anteproyecto de Código Modelo para Iberoamérica, el art. 18.3 del ordenamiento uruguayo
establece que "En el proceso por audiencia se pronunciará la sentencia al final de ésta, pudiendo diferirse, si
fuere menester, la redacción de los fundamentos del fallo. En tal caso la impugnación procederá una vez que
éstos sean notificados. Asimismo, podrá postergarse la emisión de la sentencia en los casos ex-presamente
previstos". Luego, el art. 203 establece en la parte que interesa: "203.1. Los tribunales, sean unipersonales o
colegiados, deberán dictar la sentencia al término de la audiencia final, y en esa misma oportunidad, expedir el
fallo con sus fundamentos; de todo lo cual se dará lectura a los efectos de su comunicación (artículo 76). 203.2.
El tribunal, sea unipersonal o colegiado, podrá diferir la expresión de los fundamentos, suspendiendo a tal efecto
la audiencia, la que deberá llevarse a cabo en plazo no mayor de diez días si se tratare de sentencia
interlocutoria y de quince días si se tratare de sentencia definitiva. En este caso, los plazos para recurrir se
contarán a partir del primer día hábil siguiente. 203.3. Cuando la complejidad del asunto lo justifique, se podrá
diferir el dictado de la sentencia con sus fundamentos, suspendiendo a tal efecto la audiencia, la que deberá
llevarse a cabo en plazo no mayor de quince días si fuere interlocutoria y de treinta días si se tratare de sentencia
definitiva. En este caso, los plazos para recurrir se contarán a partir del primer día hábil siguiente".

[11]

Vale resaltar al respecto el art. 373 donde se regula la audiencia de juzgamiento, el que sienta en la parte
pertinente: "5. En la misma audiencia el juez proferirá sentencia en forma oral, aunque las partes o sus
apoderados no hayan asistido o se hubieren retirado. Si fuere necesario podrá decretarse un receso hasta por
dos (2) horas para el pronunciamiento de la sentencia. Si no fuere posible dictar la sentencia en forma oral, el
juez deberá dejar constancia expresa de las razones concretas e informar a la Sala Administrativa del Consejo
Superior de la Judicatura. En este evento, el juez deberá anunciar el sentido de su fallo, con una breve
exposición de sus fundamentos, y emitir la decisión escrita dentro de los diez (10) días siguientes, sin que en
ningún caso pueda desconocer el plazo de duración del proceso previsto en el artículo 121. Cuando la sentencia
se profiera en forma oral, la apelación se sujetará a lo previsto en el inciso primero del numeral 1 del artículo 322.
Cuando sólo se anuncie el sentido del fallo, la apelación se sujetará a lo establecido en el inciso segundo del
numeral 1 del artículo 322. 6. La audiencia se registrará como lo dispone el artículo 107".

[12]

En ese sentido, pueden destacarse los siguientes artículos del Código Orgánico General de Procesos: "Art. 93 -

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Pronunciamiento judicial oral. Al finalizar la audiencia la o el juzgador pronunciará su decisión en forma oral.
Excepcionalmente y cuando la complejidad del caso lo amerite podrá suspender la audiencia por el término de
hasta diez días para emitir su decisión oral. Al ordenar la suspensión determinará el día y la hora de reinstalación
de la audiencia. La resolución escrita motivada se notificará en el término de hasta diez días. El incumplimiento
del término para dictar sentencia será sancionado conforme con lo dispuesto por la ley". Luego, el art. 94 señala:
"Contenido de las resoluciones dictadas en audiencia. Las resoluciones judiciales de fondo o mérito dictadas en
audiencia deberán contener: 1. El pronunciamiento claro y preciso sobre el fondo del asunto. 2. La determinación
de la cosa, cantidad o hecho que se acepta o niega. 3. La procedencia o no del pago de indemnizaciones,
intereses y costas. La o el juzgador, en el auto interlocutorio o sentencia escrita, motivará su decisión y
cumpliendo con los requisitos, respetará y desarrollará los parámetros enunciados en el procedimiento oral". Por
último, el art. 297 sienta lo siguiente: "Audiencia de juicio. La audiencia de juicio se realizará en el término
máximo de treinta días contados a partir de la culminación de la audiencia preliminar, conforme con las siguientes
reglas: 1. La o el juzgador declarará instalada la audiencia y ordenará que por secretaría se dé lectura de la
resolución constante en el extracto del acta de la audiencia preliminar. 2. Terminada la lectura la o el juzgador
concederá la palabra a la parte actora para que formule su alegato inicial el que concluirá determinando, de
acuerdo con su estrategia de defensa, el orden en que se practicarán las pruebas solicitadas. De igual manera,
se concederá la palabra a la parte demandada y a terceros, en el caso de haberlos. 3. La o el juzgador ordenará
la práctica de las pruebas admitidas, en el orden solicitado. 4. Las o los peritos y las o los testigos ingresarán al
lugar donde se realiza la audiencia, cuando la o el juzgador así lo disponga y permanecerán mientras presten su
declaración. Concluida su declaración se retirarán de la sala de audiencias pero permanecerán en la unidad
judicial, en caso de que se ordene nuevamente su presencia para aclarar sus testimonios. 5. Las o los testigos y
las o los peritos firmarán su comparecencia en el libro de asistencias que llevará la o el secretario, sin que sea
necesaria la suscripción del acta. 6. Actuada la prueba, la parte actora, la parte demandada y las o los terceros
de existir, en ese orden, alegarán por el tiempo que determine equitativamente la o el juzgador, con derecho a
una sola réplica. La o el juzgador, de oficio o a petición de parte, podrá ampliar el tiempo del alegato según la
complejidad del caso y solicitará a las partes las aclaraciones o pre-cisiones pertinentes, durante el curso de su
exposición o a su finalización. 7. Terminada la intervención de las partes, la o el juzgador podrá suspender la
audiencia hasta que forme su convicción debiendo reanudarla dentro del mismo día para emitir su resolución
mediante pronunciamiento oral de acuerdo con lo previsto en este Código".

[13]

En el art. 366 del ordenamiento brasilero se lee: "Finalizado el debate u ofrecidas las razones finales, el juez
expedirá sentencia en audiencia o en el plazo de 30 (treinta) días". El texto traducido se encuentra en:
http://www.academia.edu/36693540/C%C3%
B3digo_de_Proceso_Civil_brasile%C3%B1o_de_2015_traducido_al_espa%C3%B1ol_ (última fecha de consulta:
1-3-2019).

[14]

El nuevo Código Procesal de Costa Rica sienta en su art. 61 lo siguiente: "Disposiciones especiales sobre la
sentencia. 61.1. Emisión de la sentencia. Concluida la audiencia de prueba, en cualquier tipo de proceso, se
procederá al dictado de la sentencia. De ser posible se emitirá oralmente en ese acto. Para tal efecto, el tribunal
podrá ordenar un receso. La sentencia dictada oralmente se deberá digitar y se entregará a las partes una
reproducción en el acto de la notificación. Cuando no sea posible emitirla en el acto oralmente, se dictará por
escrito dentro de los cinco días siguientes. En procesos muy complejos lo que se informará a las partes se
dictará por escrito, dentro del plazo de quince días".

[15]

En el caso del procedimiento laboral, la ley 20.087 que modificó el proceso laboral sienta en su art. 450 que "El
procedimiento regulado en este párrafo se desarrollará en dos audiencias, la primera preparatoria y la segunda
de juicio, conforme a las reglas que se señalan en los artículos siguientes". Luego, en el art. 457 se agrega que
"El juez podrá pronunciar el fallo al término de la audiencia de juicio o, en todo caso, dictarlo dentro del plazo de
décimo quinto día, contado desde la realización de ésta, en cuyo caso citará a las partes para notificarlas del

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fallo, fijando día y hora al efecto, dentro del mismo plazo. Las partes se entenderán notificadas de la sentencia,
sea en la audiencia de juicio o en la actuación prevista al efecto, hayan o no asistido a ellas". A su vez, la ley
19.968 en materia de procesos de familia establece en su art. 65 que "Una vez concluido el debate, el juez
comunicará de inmediato su resolución, indicando los fundamentos principales tomados en consideración para
dictarla. Excepcionalmente, cuando la audiencia de juicio se hubiere prolongado por más de dos días, podrá
postergar la decisión del caso hasta el día siguiente hábil, lo que se indicará a las partes al término de la
audiencia, fijándose de inmediato la oportunidad en que la decisión será comunicada. El juez podrá diferir la
redacción del fallo hasta por un plazo de cinco días, ampliables por otros cinco por razones fundadas, fijando la
fecha en que tendrá lugar la lectura de la sentencia, la que podrá efectuarse de manera resumida".

[16]

FRÍAS, Pablo E. y PÉREZ DEL VISO, Adela, Mecanismos facilitadores de la oralidad, en RDLSS 2014-24, 2500.
De acuerdo con lo dicho, la Sección 62 de la Constitution and Rules of Procedure 2013 expresa que "(1) The
Tribunal shall give reasons for its decision on any disputed issue, whether substantive or procedural (including
any decision on an application for reconsideration or for orders for costs, preparation time or wasted costs). (2) In
the case of a decision given in writing the reasons shall also be given in writing. In the case of a decision
announced at a hearing the reasons may be given orally at the hearing or reserved to be given in writing later
(which may, but need not, be as part of the written record of the decision). Written reasons shall be signed by the
Employment Judge. (3) Where reasons have been given orally, the Employment Judge shall announce that
written reasons will not be provided unless they are asked for by any party at the hearing itself or by a written
request presented by any party within 14 days of the sending of the written record of the decision. The written
record of the decision shall repeat that information. If no such request is received, the Tribunal shall provide
written reasons only if requested to do so by the Employment Appeal Tribunal or a court. (4) The reasons given
for any decision shall be proportionate to the significance of the issue and for decisions other than judgments may
be very short. (5) In the case of a judgment the reasons shall: identify the issues which the Tribunal has
determined, state the findings of fact made in relation to those issues, concisely identify the relevant law, and
state how that law has been applied to those findings in order to decide the issues. Where the judgment includes
a financial award the reasons shall identify, by means of a table or otherwise, how the amount to be paid has
been calculated".

[17]

VILLADIEGO, Carolina, Estudio comparativo: justicia civil de pequeñas causas en las Américas, en Justicia Civil:
perspectivas para una reforma en América Latina, Centro de Estudios de Justicia de las Américas (CEJA), obra
disponible en el sitio web: http://www.cejamericas.org/Documentos/librosvirtuales/JusticiaCivil/index.html (fecha
de consulta: 29-1-2019).

[18]

JULIANO, Mario, Caso "Mariano Ferreyra": ¿quién lee 1.669 páginas de una sentencia?, en Infojus Noticias
(http://www.infojusnoticias.gov.ar/opinion/casomariano-ferreyra-quien-lee-1669-paginas-de-una-
sentencia-23.html) (última fecha de consulta: 12-3-2017).

[19]

DEGANO, Germán Augusto, El derecho a comprender las decisiones judiciales, en revista Temas de Derecho
Procesal, Erreius, Buenos Aires, octubre de 2017, ps. 169 y ss.

[20]

GONZÁLEZ ZURRO, Guillermo, Sentencias en lenguaje claro, en L. L. del 26-12-2018, p. 1; BRUTO, Liliana, El
lenguaje claro como garantía de las personas, Errius Online, noviembre de 2018.

[21]

11 / 13
SÁNCHEZ FALLAS, Francisco, Apuntes sobre la sentencia oral, disponible en el sitio web:
https://www.researchgate.net/publication/299507472_Apuntes_sobre_ la_sentencia_oral (última fecha de
consulta: 20-2-2019).

[22]

SÁNCHEZ FALLAS, ob. cit., con cita de NINO, Carlos Santiago, Introducción al análisis del Derecho, Astrea,
Buenos Aires, 2007, p. 302.

[23]

DÍAZ, Clemente, Instituciones de Derecho Procesal, t. I, ps. 380/381, citado por FERREYRA, César, El principio
de inmediación. Desde su clásico elogio hacia su reformulación, en J. A. del 30-6-2010, cita online: 0003/015021.

[24]

TRIONFETTI, Víctor, Jueces de firma vs. Jueces presentes, publicado en el libro de ponencias generales y
ponencias seleccionadas del XXIX Congreso Nacional de Derecho Procesal, 2017, ps. 197 y ss. Disponible
también en el sitio web: http://con-gresoderechoprocesal2017.jussantiago.gov.ar/wp-content/uploads/2017/06/Po
nente-Tema-3-V%C3%ADctor-Rodolfo-Trionfetti-Perfil-de-los-jueces-por-su-participaci%C3% B3n-en-el-
proceso.pdf.

[25]

Así lo hizo en el caso "Palamara Iribarne c/Chile", citado por HANKOVITS, Francisco A. y MALCHIODI,
Alejandra, La oralidad en el proceso civil como elemento esencial del debido proceso desde la perspectiva
transnacional, en J. A. del 31-1-2018, p. 61; J. A. 2018-I-1014.

[26]

Revista Sistemas Judiciales, Litigación y Sistema por Audiencias, dir. por Leonel González y Gonzalo Rúa, Nº
21, p. 148, disponible en el sitio web: https://sistemas-judiciales.org/wp-content/uploads/2018/05/Sistemas-21.pdf
(última fecha de consulta: 20-2-2019).

[27]

En este sentido, ver lo que señala con más énfasis RÍOS, Erick, Manual de dirección de audiencias orales en la
nueva justicia civil de Costa Rica, Centro de Estudios de Justicia de las Américas (CEJA), 2018, ps. 92 y ss. Obra
completa que se halla disponible en el sitio web: http://biblioteca.cejamericas.org/bitstream/handle/
2015/5617/Manual%20de%20Direcci%C3%B3n%20de%20Audiencias%20-%20VF%
20para%20WEB.pdf?sequence=1&isAllowed=y (fecha de consulta: 1-3-2019).

[28]

NIEVA FENOLL, Jordi, La oralidad en la Ley de Enjuiciamiento Civil: ¿se ha generado superficialidad y
precipitación en la elaboración de resoluciones judiciales?, obra citada por MEROI, Andrea, Oralidad y proceso
civil, texto disponible en: http://www.academia.edu/33176039/ORALIDAD_Y_PROCESO_CIVIL (última fecha de
consulta: 1-3-2019).

[29]

ALSINA, Hugo, Tratado teórico práctico de Derecho Procesal Civil y Comercial, Ediar, Buenos Aires, 1956, t. 1,
p. 111.

12 / 13
[30]

Sala de Casación Civil y Agraria de la Corte Suprema de Justicia de Colombia, sentencia STC 3964-2018, del
21-3-2018, disponible en el sitio web: http://www.cor-tesuprema.gov.co/corte/wp-
content/uploads/2018/09/STC3964-2018.pdf (última fecha de consulta: 1-3-2019).

[31]

SALGADO, José María, Instrucciones para una reforma procesal, en L. L. del 11-11-2014; L. L. Supl. Act. del
11-11-2014, p. 1.

[32]

RÍOS, Manual de dirección de audiencias orales en la nueva justicia civil de Costa Rica cit.

13 / 13

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