El movimiento impresionista representa un punto de
inflexión en la historia de la pintura occidental. Si bien no se le puede llamar un arte de vanguardia, sí se puede decir que el impresionismo abrió el camino a lo que algunos expertos denominan “la voluntad diferenciadora de estilo” entre los artistas que, finalmente, hizo posible la germinación del espíritu vanguardista (Pierre Francastel).
Hacia 1867, el pintor Edouard Manet expuso en el Salón de
los Rechazados de París sus escandalosos cuadros Olympia y Almuerzo sobre la hierba, pues al jurado no le pareció digno del Salón Oficial, al igual que la obra de casi tres mil artistas.
Otros artistas como Claude Monet, Edgar Degas o Pierre-
Auguste Renoir también habían sido rechazados sistemáticamente. Todos tenían algo en común: estaban convencidos de que tenían algo nuevo que mostrar y que su punto de vista era valioso.