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Texto 11 - Libro Carlyle, Blanqui y otros.

CAPITULO 1

Problemas e interpretaciones.
Revolución o continuidad
El comienzo del proceso de industrialización en Inglaterra, se denomina Rev. Industrial. Pero en el campo
historiográfico no todos aceptan esta denominación. Si el resultado final del proceso –sustitución de la producción
artesanal por el proceso fabril- es indiscutible, su naturaleza y sus condiciones son materia de controversia desde hace
mucho tiempo. ¿Revolución industrial o evolución? ¿Ruptura radical con el pasado en los modos de producción y en la
organización social o maduración sin censuras aparentes, con formas relativamente llanas y continuas de condiciones
creadas por períodos anteriores?...
Los primeros en hablar de revolución industrial, después de Arthur Jung -1718- que se había referido a una
revolución en curso, fueron -1844/1848- fueron Engels y el economista John Stuart Mill. Pero la expresión fue
introducida por Marx y entró en uso común en 1884 con la publicación de “Lectures on the Industrial Revolution of the
18th Century in England” de Arnold Toynbee. Cuando J. Waytt en 1735, anunció su máquina para hilar, escribe Marx en
el Capital tuvo comienzo la Rev. Industrial del siglo XVIII. Sin embargo Marx no pretendía solamente subrayar las
modificaciones introducidas por el maquinismo en el plano técnico o las variaciones cuantitativas del desarrollo
económico, sino caracterizar los orígenes y la naturaleza del capitalismo moderno. La Revolución Industrial con el
divorcio entre propiedad y trabajo y la concentración de la riqueza inmobiliaria, habría cerrado una época que
correspondía a una sociedad dominada por formas de propiedad y producción de naturaleza feudal en las que la división
del trabajo y el intercambio estaban poco desarrolladas y el “plustrabajo” se extraía bajo la forma de obligación personal.
Por otra parte habría abierto una nueva fase histórica en la que al desarrollo de la industria corresponden nuevas formas
de creación y apropiación del plusvalor (teniendo en cuenta la diferencia de la mercancía producida por el consumo de
la fuerza del trabajo y el valor de los medios de subsistencia); el intercambio tiene lugar entre fuerza de trabajo creadora
de valor y salario. Marx pretendía delinear una ley de movimiento y captar la esencia del salto cualitativo del modo de
producción feudal al capitalista, fijando sus líneas fundamentales: la transformación del dinero en capital y captar la
esencia del salto cualitativo del modo de producción feudal al capitalista, fijando sus líneas fundamentales: la
transformación del dinero en capital, de donde deriva que el nuevo sistema económico social se configuraba entre
poseedores de dinero- capitalistas y trabajadores- proletarios. Toynbee señalaba que los orígenes de la Rev. Ind. se
remontaban a las invenciones técnicas de la segunda mitad del s. XVIII que elevaron la productividad de trabajo, y a la
difusión del factory system como así también, la incidencia de otros factores como el aumento de la población y las
grandes transformaciones concomitantes en el sector agrícola, además de la destreza inventiva de James Watt y los
nuevos principios de la libre iniciativa individual de Adam Smith.
El término rev. Ind fue aceptado durante más de treinta años. La obra que ejerció una influencia determinante en la
investigación e interpretación histórica que rechazaba una línea divisional neta respecto a las épocas precedentes fue De
modern Kapitalismus de Werner Sombart (1908). Al afirmar que en un momento lejano del pasado, el espíritu
capitalista debe haber existido –en embrión- antes de que pudiera realizarse empresa capitalista alguna. Situaba el
comienzo del capitalismo entre los s XV y XVI, con los progresos técnicos de la industria minera y metalúrgica, las
crecientes necesidades del ejército, la marina y expediciones coloniales, la progresiva subordinación del artesano
respecto del comerciantes en cuanto a las materias primas, la conversión de los gobiernos y de los productos de los
mismos, de su voluntad y de acuerdo con sus intereses, al sistema de la gran empresa. Sin embargo, la tendencia a negar
la validéz a límites demasiado acentuados se afirmó más completamente en el período de las dos guerras por iniciativas
de J. U: Nef y H. Sée. Nef: El nacimiento de la rev. Ind en Gran Bretaña, puede ser considerado como un largo período
que va desde la segunda mitad del s. XVI hasta el triunfo final del estado industrial hacia fines del siglo XIX. Pero antes
que Nef, Sée en Origenes du capitalisme moderne (1926) había sostenido que el sistema de fábricas no era el resultado
inmediato de las innovaciones técnicas de mediados del siglo XVIII: la concentración de artesanos en un solo
establecimiento había transformados al viejo comerciante en “patrón industrial”.
Por otra parte Max Weber a su vez había afirmado que el capitalismo está presente, allí donde la satisfacción
industrial es encarada según el método de la empresa privada; allí donde aparece una actitud racional y asistemática de
ganancia.
Charles Wilson ratificó la tesis de continuidad. La evolución hacia nuevas instituciones económicas manifestada bajo
diversos aspectos, desde la reforme y las monarquías nacionales, habría asumido a lo sumo un ritmo acelerado, en el
curso del s XVIII, pero sin ningún brusco cambio de naturaleza y dirección.

2. ORIENTACIONES HISTORIOGRÁFICAS MÁS RECIENTES.


La exigencia de una definición más sistemática de la revolución industrial se ha tornado evidente para la
historiografía de estos últimos años. Por otra parte, los progresos de la historia económica cuantitativa, el rigor
estadístico y las técnicas aportadas por generaciones más recientes de historiadores económicos de profesión,
permitieron ampliar la documentación, examinar con una nueva óptica, más crítica y experimental, hechos y líneas de
tendencia que la literatura precedente había ignorado. Además de la influencia ejercida por la revolución keynesiana, con
sus modelos sobre el crecimiento económico y la tentativa de definir las relaciones entre capital, trabajo, conocimientos

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técnicos y tasas de desarrollo. Mientras tanto la publicación de Maurice Dobb “ Studies in the development of
Capitalism”, signó el retorno hacia modelos capitalistas de análisis y de interpretación histórica de la Rev Ind.
Para Dobb que considera la Rev Ind como una línea divisoria fundamental en el desarrollo económico europeo,
habrían sido elementos decisivos la concentración de la propiedad de los medios de producción en manos de una clase y
el advenimiento de otra clase de no propietarios, de vendedores de fuerza de trabajo y productores de plusvalor.
Los debates que siguieron a la obra de Dobb (1950-1953) pusieron foco no sólo a los problemas relativos a la
dinámica de la formación del plusvalor o a la liberación de la manos de obra de los lazos feudales o corporativos, sino a
los relativos a su realización, es decir a la amplitud de mercado.
Todas las interpretaciones evolucionistas que maduraron durante la década del 30 perdieron progresivamente terreno.
De acuerdo a Ashton, la palabra revolución implica un cambio súbito que no es típico de los procesos económicos. Otros
estudiosos prefirieron ver en la Rev Ind el proceso acumulativo de tres revoluciones precedentes: comercial, agrícola y
de los transportes. El problema planteado por la literatura historiográfica ha adquirido un relieve diferente, no sólo por el
afinamiento de los instrumentos teóricos y los conocimientos sobre la economía y sociedad inglesa en el comienzo de la
Edad Moderna, sino sobre todo por la pérdida de la importancia de la perspectiva histórico política a las que pertenecían
las interpretaciones que insistían más en evolución que revolución.( desde los Webb a los Hammonds)
Sin embargo, hoy se tiende a pensar en términos de Rev Ind como una fractura, quizás la más profunda en el curso de
la historia, aunque más no sea porque la continuidad del proceso económico y el equilibrios de las relaciones de
producción y de las fuerzas sociales se quebraron en el curso de sólo tres generaciones, por el predominio creciente de
una nueva forma económica, más o menos homogénea y capaz de dar lugar en perspectiva histórica a una transformación
cualitativa de todo el sistema. Recientemente economistas y sociólogos han señalado el carácter revolucionario de las
transformaciones acaecidas en Gran Bretaña durante los siglos XVIII y XIX, a cuyo término gran parte de la población
activa pasó de la agricultura a la producción manufacturera y servicios. W.A. Lewis señaló las dimensiones alcanzadas
por la expansión de la renta nacional y el incremento de la actividad per cápita. Otros señalan que el crecimiento de la
tasa de desarrollo total y por cápita, sucedió a un ritmo “revolucionario” en relación a los siglos precedentes. A su vez,
Rostow al situar en los últimas dos décadas del s. XVIII, el curso de la Rev Ind inglesa habló de gran línea divisoria en
la vida de las sociedades modernas.
Se conviene habitualmente que el turning point de la revolución debe situarse alrededor de 1780, año en que la Tasa
anual del incremento de la producción superó por primera vez el 2%. Por lo cual entre las condiciones que la hicieron
posible son: no sólo en la evolución de la técnica y el incremento del ahorro o del capital fijo o el surgimiento de nuevas
relaciones entre productores y capitalistas en el sector sino también en el ascenso del capitalismo agrario y en la rev.
técnico productiva que le permitió al campo proveer las necesidades de una población urbana en continuo aumento y
acelerar la formación de un proletariado disponible para las grandes empresas manufactureras. Otras hipótesis de trabajo
fueron formuladas en el X Congreso Internacional de Ciencias Históricas en Roma en 1955 y también en el Congreso de
Historia Económica en Bloomington en 1968, en los que se consideran los aportes de otros factores de naturaleza
propiamente política, como el rol del Estado y la incidencia de relaciones internacionales o de orden cultural y científico
sin caer en el otro extremo ( Schumpeter) al considerar factores decisivos el espíritu de iniciativa individual o la
propensión a la inversión. La respuesta debe buscarse en la maduración de una serie de elementos concomitantes e
interdependientes a lo largo de un curso bastante complejo de acontecimientos, lo que no excluye que se deba establecer
un orden de prioridad, correlación y diferencias cualitativas más importantes entre los diferentes factores de desarrollo.
Hirshbaun se plantea otras preguntas fuera del centro del debate: si se trató de un desarrollo equilibrado( caracterizado
por la difusión uniforme y sobre la base de nuevas tecnologías, por la demanda de inversiones diferenciadas así como la
racionalización general de las actitudes sociales) o más bien, de un desarrollo desequilibrado restringido a sectores
pilotos.

3 ¿ECONOMÍA POBRE Y ATRASADA?


Las opiniones más recientes de Bronwlee y Grifith coinciden en que la población de Inglaterra (Rev 1688 hasta fin
del reinado de Jorge II) habría oscilado entre 5.8 millones y 6 millones de habitantes; aumentando en épocas de
prosperidad y reduciéndose en períodos de pestes, malas cosechas o guerras. Una mala estación reavivaba la crisis,
provocaba aumentos bruscos de los precios, indigencia y carestía.
La mayor parte de la población en el s. XVIII, vivía dispersa en la campaña y ganaba su pan trabajando la tierra.
Pequeñas aldeas, parroquias y condados rurales con parques y mansiones eran los núcleos de la vida económica y social.
La city londinense con sus milicias y magistrados, fuertemente patriarcal y aristocrática contrastaba con grandes zonas
de campos abiertos extendidos hasta el límite del horizonte, cultivados en parcelas discontinuas en el área cerealera de la
isla y zonas de tierras “cerradas”, de parcelas regulares con muros bajos o hileras de árboles. No es posible establecer
con exactitud qué número de habitantes se dedicaba a la agricultura, pero Gregory King en 1688 en su “Esquema de la
renta y de los gastos de las familias de Inglaterra”, calculaba que las familias dependientes de la agricultura obtenían el
75% del total: terratenientes, señores rurales, yeomen o agricultores directos, cottagers pobres, mitad campesinos y
mitad peones pero con derecho a pastura de recolección de leña y de caza en terrenos incultos. Se considera que el
mismo porcentaje sería válido para el s. XVIII, a pesar del incipiente proceso de urbanización. La aldea de campos
abiertos con su jerarquía de señores, feudatarios, arrendadores y campesinos, satisfacía las necesidades de la comunidad
produciendo cereales y criando ganado para su propia subsistencia. Antes de que se pudiese introducir una mejora o una

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rotación de cultivos, tenían que tener el consenso de toda la comunidad que en general se oponía ya que estaba conforme
con la situación existente y desconfiaba del cambio.
Aunque desarrollada, sobre todos en East Anglia y Yorkshire, la manufactura lanera constituía uno de los aspectos de
la vida rural. Sin embargo, los mejores productos, los buenos paños que contribuían a la fortuna del comercio inglés, no
salían de las rústicas manos de los campesinos de las aldeas rurales. Se ocupaban de ellos (excepto de las fases finales de
producción) trabajadores pobres sin apariencia de asalariados, fuertemente ligados al ambiente campesino.
Los ricos mercaderes de paño, cuyas tiendas estaban en Halifax, Wakefield, Leeds, Bedford se limitaban a acaparar
lanas e hilados para distribuirlos entre las familias campesinas de pequeños cultivadores pagadas a destajo por rollos o
por piezas. Su prestigio había ido en aumento desde los años en que la defensa de los grandes mercados de paños
ingleses – dos quintas partes de las exportaciones nacionales- proporcionó motivos decisivos en 1702, para la
intervención británica contra la potencia franco-española. Además había casos de organización más compleja y rueca
manual y organización doméstica en especial en sectores que dependían de la importación de materias primas desde las
colonias o comercio exterior. Esto sucedía con la elaboración de sedas y organzas, en Spitafields, Coventry y Norwich,
donde se refugiaban hungotes prófugos. El lino y el algodón estaban concentrados en Lancashire y Lowland escocesas,
donde los capitalistas proveían a menudo los instrumentos de trabajos y locales para la etapa final del proceso
productivo. Pero también era frecuente el proceso inverso. Así a comienzos del s. XVIII la elaboración d medias y calzas
que desde el reinado de Isabel empleaban algunos telares mecánicos se trasladaron de Londres a los condados de Derby,
Nottingham y Leicester, donde la mano de obra era barata y las corporaciones tejedoras menores. Por otro lado las
industrias de construcción, metalúrgica y extractiva, con una grado mayor de especialización reclutaban mano de obra
temporaria que dividía su tiempo entre la industrias y las tareas del campo. En Northumberland, en Durham, en
Stratfordshire, en Cumberland y en Escocia la extracción del carbón se llevaba a cabo en un ambiente rural, con
procedimientos atrasados, y variaciones modestas en la productividad y el capital. También en la fundición y refinación
del hierro, los vínculos con las campañas eran estrechísimos. La ubicación de las acerías y forjas estaban determinadas
más por la presencia de árboles que de material ferroso y por los saltos de agua más que por el carbón fósil. El
propietario de bosque, de derechos de agua, de establos y de embarcaderos fluviales aptos para producir energía motriz y
facilitar el transporte, desarrollaba un papel prominente. La industria siderúrgica se trasladó de Sussex y Kent en
búsqueda de nuevos bosques. En torno a las cuencas carboníferas en los valles de Támesis, en el sur de Yorkshire y en
Derbyshire, se habían desarrollado pequeñas fábricas de elaboración de metales, herramientas y enceres agrícolas que
empleaban jornaleros asalariados. Pero en la mayoría de los casos, el trabajo se llevaba a cabo en talleres improvisados
junto a un grupo de viviendas y cada uno con su campo y su vaca.
La industria de las armas de fuego y blancas en Birmingham y Shefield, había sido organizada con criterios
capitalistas en muchos aspectos. Obreros dependientes de un dador de trabajo, en una fábrica y pagados mediante
salarios. Como observan Pollard y Allen, los límites de la renovación técnica están dados por los límites de
disponibilidad de materia prima. Gran parte de los forjados y aceros se obtenían de lingotes que provenían de Suecia. Es
difícil aceptar las conclusiones de Nef sobre continuidad del proceso de industrialización en Inglaterra. Los estudios más
recientes señalan que esta actividad se iba dispersando desde la Highland de Escocia a Kent, de una zona boscosa a otra
y en períodos intermitentes.
Había signos de desarrollo económico y evolución social en la Inglaterra de Defoe y Smith, que se manifestaron
debido a libertades personales y estabilidad política después de las luchas civiles y religiosas del s. XVI, que fueron
propicios para el desarrollo de ideas innovadoras, negocios y abolición de viejos privilegios.
Mingay señala las iniciativas individuales de modernización en la agricultura: desecamiento de pantanos, adopción de
fertilizantes, usos de nuevos instrumentos para la siembra y el arado metódico de la tierra. Sin embargo, hasta que no se
incorporaron nuevas formas de rotación y relaciones más estrechas entre cerealeros y cría de ganado, esto no se difundió
en gran escala. También en la manufactura textil, se incorporaron innovaciones – máquina de retorcido de seda y
lanzadera volante para los tejidos- pero ya sea por defectos técnicos, impericia u hostilidad de los obreros o por
conservadurismo de los propietarios, su aplicación tardó en difundirse o fue muy limitada. Lo mismo sucedió en
fundición de acero o hierro.
Pero habían otros obstáculos más graves que obstruían la expansión económica: irregularidad en las fuentes de
energía motriz y escases de leña. Sólo la sustitución de leña agua por carbón y hierro podía hacer posible una economía
industrializada, moderna, libre expansiva y no dependiente de cambios atmosféricos y lugares obligados. En la
agricultura, además, era necesario la supresión de viejos derechos comunales, que en el campo se cultivara forraje, que el
comercio y el crédito se emanciparan de compañías monopolistas, que la red de transporte fuera más eficiente y menos
costosa. La renta anual per cápita se había desplazado (Gregory King Joseph Massie) desde fines del s. XVII y mediados
del siguiente de ocho a doce o trece libras esterlinas. Pero es difícil determinar cuánto significaban en términos reales, las
rentas monetarias y el grado de bienestar material del campesino de la isla con respecto al francés. Tampoco las garantías
que ofrecía la “ley de pobres”. Con respecto a los salarios de la clase trabajadora en Londres y otras zonas, mostraban
gran diferencia en el nivel de pagas y modalidades. Además para ciertos sectores de mano de obra hubieron reducciones
sustanciales con respecto al s. XVII. El proceso de modernización de las técnicas agrícolas fue desigual. Hubo
desequilibrios en el mismo sector de lanas, carbón y hierro. Los mercados eran regionales. La ausencia de
especialización profesional como lentitud en el proceso de integración geográfica contribuía al carácter migratorio de
empresas y convivencia entre agricultura e industria. Tales obstáculos se debían a la Legislación isabelina y a la Law of
Settlement de 1662.Pag 21

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Sin embargo durante el reinado de Ana, Inglaterra, Gales y Escocia, formaban la más importante área europea donde
reinaba la libertad de comercio. Inglaterra no era un país subdesarrollado como se considera comúnmente, a pesar del
progreso lento y del estancamiento de la población y la renta real. Gran Bretaña se distanciaba de otros países Europeos
por: desaparición de derechos feudales vetustos, fuerte excedente de productos agrícolas destinados al exterior, mayor
disponibilidad de capitales y bienes para la actividad productiva, posesión de ricas colonias, predominio de flotas y
compañías inglesas en el contexto internacional.

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