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La educación emocional sienta las bases para una convivencia ciudadana democrática
porque educar para convivir es educar para vivir con, es decir para vivir con otras y otros
diferentes a mi, para escuchar, por tanto, su singularidad como mujer o como hombre, y
para escuchar mi propia singularidad. Educar para convivir es la educación para saber
vivir con otras y otros, por tanto es la educación que previene la violencia y que ejercita la
relación y la visión de las otras personas como alteridad que puede enriquecerme.
Lo que ocurre en las aulas y sobre todo en el patio, y en las relaciones entre chicas y chicos,
no es más que un síntoma o una representación de lo que ocurre en la sociedad y en las
familias. La violencia está en la calle, en la vida doméstica, en el ámbito económico,
político y social en general. Entonces debemos preguntarnos por qué unos individuos son
más violentos que otros, o por qué mientras unos construyen otros destruyen. Habrá que
pensar, entre las causas, en la mayor o menor exposición a la violencia en las familias, en
su forma de relacionarse, creadora y difusora de vínculos amorosos o violentos, y en la
exposición a modelos violentos y sexistas de la televisión y otros medios de
comunicación, moda o deporte. Habrá que pensar también que entre las causas está la
exclusión social, la marginación, el paro, la falta de proyectos de vida esperanzadores, la
falta de raíces de pertenencia o culturales, y sobre todo la falta de lazos afectivos y
tiempo para la escucha y la comunicación entre generaciones y culturas, debido, sin
duda, al tipo de sociedad de consumo que hemos creado, donde es más importante tener
que ser, consumir que comunicarse. Además, las tradiciones patriarcales han sustituido la
vida por la palabra, sin que exista relación entre una y otra. Se ha perdido así el origen y
el sentido de las cosas.
Pero en las aulas también ocurren cosas de gran importancia educativa que es necesario
difundir. Muchas mujeres y algunos hombres tratamos de establecer relaciones sin
sumisión, relaciones de confianza, de autoridad y saber, sabiendo dar sin dominio,
aceptando y escuchando lo que se presenta cada día, sin poner la culpa en ell@s, ni las
angustias en nuestra parte, estando ahí, acompañándoles, como refleja la película, “Ser o
tener”. Es un saber hacer que hemos aprendido fundamentalmente las mujeres, y algunos
hombres también, en relación con el saber hacer de las madres. Es un saber que hemos
hecho consciente hablando entre nosotras y poniendo todo nuestro empeño y amor,
haciendo teoría de esta práctica que no olvida la vida, inventando y creando recursos para
comunicar las emociones sin violencia y establecer buenas relaciones entre mujeres y
hombres.
La violencia en la familia
En las familias autoritarias o patriarcales el varón tiene el poder, y lo ejerce sin consultar.
Se hace lo que el hombre o los hombres de la casa digan. Todo se organiza alrededor de
los gustos, intereses, espacios y tiempos del patriarca. Este tipo de familias están llamadas
a desaparecer y están desapareciendo en muchas capas de las sociedades occidentales,
aunque con muchas resistencias por parte de los varones. Están desapareciendo las formas
mas burdas, aunque aún quedan muchos vestigios, cuya forma más extrema lo constituyen
los malos tratos y muertes de mujeres. En estas familias la mujer está al servicio del
hombre y de los hijos. La madre suele decir: “ya verás cuando venga tu padre”. Se quita
así autoridad a sí misma. No cuenta lo que piense ella o sus decisiones porque ella misma
ha supeditado su vida a los intereses de su hombre y sus hijos. Son familias donde se
ejerce violencia física, emocional o sexual sobre la mujer y sobre los hijos e hijas, sin
tener en cuenta los derechos de las mujeres y de niños y niñas. Aún más, si la mujer ejerce
sus derechos y su libertad, surge en muchos hombres inseguridad y miedo, emociones que
no reconocen ni saben manejar, reaccionando entonces con ira y proyectando esta ira
sobre la mujer, causante, según ellos, de su malestar.
Los modelos de familia autoritaria o democrática van a influir en la salud de sus miembros,
ocasionando malestares o bienestares con los consiguientes comportamientos, violentos o
amorosos. Muchas veces las enfermedades, físicas o mentales, son producto de violencias
reconocidas o invisibles, pues sabemos que la salud depende del reconocimiento del
propio espacio, de lo que nos hace daño, de su expresión y de su resolución. Los
conflictos que se tapan, no se expresan y no se resuelven terminan por aparecer más tarde
o más temprano, ocasionando enfermedades o violencias mayores. Otra de las causas de
la violencia es la falta de límites y la sobreprotección. Hay que tener presente que en casa
la autoridad la tienen los padres y a ellos les corresponde poner las normas y los límites,
explicándoselas a los hijos. Los hijos no deben mandar en la casa pues no tienen aún la
experiencia de la vida. Se les debe escuchar, atender sus emociones y encauzarlas, pero no
atender sus caprichos si no queremos hacer ciudadanos tiranos. Por el contrario, sí
debemos atender sus necesidades.
Todos y todas necesitamos ser reconocidos, no sólo como sujetos de derecho, sino como
individuos dignos de confianza y amor Esto es algo importante en la infancia y
adolescencia.
Durante la adolescencia, chicas y chicos tienen una gran necesidad de reconocimiento pues
es una etapa de pasaje del comportamiento infantil al adulto, un pasaje difícil que dura
cada vez más tiempo. Es importante en esta etapa ser reconocido por lo que decimos, por
lo que sentimos y por lo que hacemos. Si no son reconocidos y reconocidas buscarán su
reconocimiento sólo en los compañeros y compañeras de su misma edad, imitando los
comportamientos de los líderes de su grupo, del mundo del deporte, la moda o la canción.
Se crea así una subcultura de grupo, con sus marcas, ropas, peinados y tatuajes, más
fuerte en su influencia que la de la propia familia o escuela. Y esto es así porque los
humanos necesitamos pertenecer a una familia, a un grupo de amigos, de deporte, de
música o teatro, de lo que sea, pues somos seres individuales y sociales. Los padres
pueden hacer mucho para dar un lugar de integración a sus hijos e hijas, pero también la
escuela obligatoria ha de dar este reconocimiento, entrando en relación con la
singularidad de cada niña y niño y de cada adolescente.
Sabemos, por otra parte, que hijos que han sufrido violencia en sus casas o que no han sido
queridos o respetados, olvidados o abandonados a sus caprichos, integran a veces las
bandas de neonazis u otros grupos violentos con líderes fuertes, donde las normas son
muy estrictas y se sabe siempre lo que hay que hacer, lo que diga el jefe o el/la líder, cosa
que da una gran seguridad. Encuentran así la seguridad y el afecto que no les dio la
familia.
Necesidad de autorrealización
Todo ser humano necesita saber que sirve para algo y que puede desarrollarse como ser
humano, con sus posibilidades de relación y creatividad. Sus padres pueden encauzar esta
creatividad y todas sus potencialidades a través de las artes y de proyectos humanitarios
de solidaridad y cooperación con otros pueblos o contextos sociales diferentes. Pero
también la escuela y la sociedad y los barrios donde se vive han de dar la posibilidad de
participar en la construcción de proyectos sociales, repartiendo responsabilidades. Lo que
ocurre en la sociedad es competencia de todas y todos, no sólo de los partidos o la
Política, porque los ciudadanos y ciudadanas también hacemos política.
¿Cómo educar?
Una de las formas en que aprendemos la violencia es a través del lenguaje, violento, sexista,
racista, competitivo, guerrero, etc. El primer lenguaje lo recibimos en la familia, de la
madre y de la interacción de la madre y el padre. Posteriormente intervendrán otros
adultos, mujeres y varones, y la escuela.
Dentro de cada familia se puede difundir un tipo de comunicación que puede ser violenta o
amorosa:
- El lenguaje de la violencia juzga, desvaloriza, insulta, niega los sentimientos, no
reconoce las diferencias y persigue el consenso y la sumisión.
- El lenguaje del amor no juzga, valora, escucha, reconoce las diferencias de cada
ser, su particularidad, sus necesidades y problemas, sin tapar los conflictos, sin sumisión
ni chantaje, ofreciendo opciones y soluciones negociadas.
¿Qué sucede a los niños, adolescentes y jóvenes que crecen en ambientes de conducta
violenta, física, emocional o sexualmente?
Lo que está pasando hoy es algo más que un síntoma del malestar de nuestra cultura;
expansión territorial sin medida, polución de la atmósfera, contaminación de tierras,
mares y ríos, alimentos altamente contaminados y dañinos para la salud, especies
envenenadas, pueblos enteros, destruidos por las guerras de las armas o las guerras
comerciales del modelo económico, obligados a emigrar, miles de mujeres violadas y
obligadas a prostituirse por las mafias o como único medio de vida, niños y sobre todo
niñas vendidas como esclavas sexuales, etc., etc., etc.
Narraré a continuación un caso de mediación y dos casos de violencia de género para pasar
a exponer posteriormente las conclusiones y las prácticas que propongo para el
tratamiento de los conflictos.
CASO DE MEDIACIÓN
Antonio y Luis son dos chicos del mismo curso, 1º de la ESO, uno repetidor y otro, Luis,
que ingresa de nuevo en el centro sin conocer a nadie. Ambos están aislados y con
dificultad de hacerse amistades.
Luis pide ayuda a Antonio, ya que es la primera vez que va a venir al instituto y Antonio ya
hace un año que viene y conoce lo que es un instituto. Ambos se hacen amigos y están
siempre juntos. Los demás compañeros empiezan a meterse con ellos y les llaman
“maricones”. Ante esto, Luis decide separarse de Antonio e intentar hacerse amigo
precisamente del grupo que les insultaba, añadiendo que el otro, Antonio, era un
“maricón”. Desde entonces empiezan las tensiones. Los dos se insultan, se buscan, se
persiguen. Parece, según cuentan otros compañeros, que sobre todo Luis busca a Antonio,
quien ha logrado hacerse amigos. Otros compañeros dicen lo contrario, que es Antonio el
que persigue a Luis.
La mayoría de la clase no puede ver a Luis porque dicen que habla de una manera muy
rara, como si fuera un profesor o una persona mayor, con palabras que no entienden.
Además Luis tiene problemas de motricidad, es rellenito y no tiene agilidad para jugar al
fútbol, pero destaca en los estudios, sacando muy buenas notas.
Antonio, por otra parte, es un chico bastante impulsivo, ansioso y con grandes problemas
emocionales. Desde los primeros días de su vida se ha criado con los abuelos maternos, y
aunque la madre vive con los abuelos no ha podido ocuparse de él, por problemas de
droga; la abuela lo ha sobreprotegido y el abuelo era el único que ponía límites a sus
caprichos, que además este año murió. Antonio, desde pequeño, ha vivido situaciones
tensas, de miedo y pánico. Recibe clases de apoyo y frecuentemente está nervioso y no
puede concentrarse en los estudios. A lo largo del curso ha tenido varios incidentes con
otros alumnos.
Cuando vienen a mediación, la segunda semana de mayo, Antonio ha tirado tierra a Luis.
Al día siguiente se buscan y se tiran piedras. Además, puesto que están en el mismo grupo
de tecnología, han comprado las cosas a medias y tienen problemas de dinero, sin que
Antonio, que entiende muy bien las matemáticas, logre entender que es él el que debe
dinero a Luis.
En la sesión de mediación cuentan versiones que no coinciden, o los dos mienten o uno de
los dos miente. Cuando se expresan uno a otro su malestar, su necesidad de respeto y de
tener amigos, parece que se puede llegar a un acuerdo de no agresión, ni insulto,
comprometiéndose a pedir ayuda a sus compañeros y compañeras de mediación cuando
vean que se ponen nerviosos. En el fondo, confiesan, que les gustaría ser amigos, pero por
el momento aún tienen resentimiento. La mediación es larga y tienen que volver a clase.
Quedamos para otra sesión, en la que firmarán los acuerdos; se comprometerán a no
agredirse físicamente ni con insultos, recurriendo, en caso de nerviosismo, a pedir ayuda a
sus compañeros alumnos de mediación.
Después de firmar el acuerdo transcurren algunos días sin incidentes, pero vuelven otro día
a mediación porque se insultan, se dan collejas y codazos, sin poder saber quien empieza.
Luis dice que nunca ha pegado a Antonio desde la última charla de mediación ni le ha
insultado. Lo único que le ha dicho es: “déjame en paz”. Antonio, sin embargo, dice que
le ha insultado, a lo cual responde dándole una colleja.
La rabia que sienten los dos es grande, pero mientras Antonio la expresa emocionalmente
con el cuerpo, con gestos y miradas, Luis no expresa nada emocionalmente, ni con el
cuerpo. Todo es cordura y razonamiento lógico. Cuando se le pregunta “qué siente” o
“cómo se siente” dice que mal. La mediación es larga, más de una hora. Tienen que
volver a clase sin haber podido realizar un acuerdo. Quedamos para otra sesión.
Ante este estado de cosas el equipo de mediación pide explicaciones a otros alumnos de
clase acerca de lo que ocurre entre estos dos chicos; Alguno de ellos dice que son otros
alumnos los que incitan a Antonio o a Luis, diciéndoles que el otro le ha insultado. Ante
esto, unos alumnos huyen del escenario de tensión cuando los dos se pelean, otros se ríen
y divierten viendo el espectáculo, y estos otros son sobre todo varones, pero nadie de
clase se atreve a intervenir.
Está finalizando el curso, Antonio ha sido derivado a los Servicios Sociales y es atendido
por un psicólogo. Además en varias ocasiones ha realizado sesiones con el orientador del
centro.
Conclusiones:
Los que se pelean son los más débiles y vulnerables emocionalmente. Debajo del
conflicto existen necesidades no resueltas, emociones no reconocidas y resistencias y
defensas de supervivencia.
En este, como en otros casos de mediación, se ha visto que varios compañeros del grupo
clase están implicados en los conflictos que actúan o ponen en escena dos, por lo que
resulta necesario trabajar con el grupo clase.
Otra de las cuestiones a tener en cuenta es que, en algunos casos, la problemática personal
de algún alumno o alumna es tal que exige otras medidas terapéuticas, incluso de
terapia familiar, aunque no por ello hay que descartar la mediación, pero siempre en
contacto con otras personas profesionales, de los campos de trabajo social y psicología.
En todos los casos de mediación, pero especialmente en éste, hemos visto que muchas
emociones del grupo clase están actuando en la puesta en escena del conflicto de dos
personas, punta del iceberg que está debajo, implicándose, huyendo o no interviniendo de
ninguna manera, a no ser como espectáculo divertido cuando dos se pelean. Esto nos
habla de la necesidad de educar emocionalmente a toda la clase, especialmente en las
emociones de la rabia y en los sentimientos y actitudes de empatía, escucha, solidaridad,
ayuda mutua y autoestima.
El conflicto actuado por dos no es tan sólo de dos sino de la clase, de la cultura de grupo o
de algunos grupos del instituto y del barrio, incluyendo a las familias, lo cual nos habla de
la necesidad de trabajar conjuntamente con Servicios Sociales y Ayuntamientos para
poner en marcha otros programas de convivencia, además de la mediación a escala de
familias, barrio y Servicios Sociales.
Hoy se habla mucho de mediación en conflictos, pero resulta más interesante prevenirlos
mediante la buena comunicación consigo mismo y otros y otras. Creo que la educación
emocional ha de dar los recursos necesarios para poder escucharse y escuchar a otras y
otros, diferentes a mí, para conocer las propias necesidades y poder satisfacerlas sin
ejercer dominio ni soportar sumisiones. Y todo ello pasa por el cuerpo. La violencia se da
en la comunicación de un cuerpo con otro, a través de la palabra, los gestos o las acciones
y es en los cuerpos donde ha de establecerse una relación de respeto, de confianza, de
amor, de límites. No es una cuestión tan sólo de conceptos, es cuestión de cómo
respiramos, como miramos a otros y otras, y cómo tocamos y nos tocan, qué valor, o qué
desvalorización, se da a la experiencia particular de cada sujeto. En definitiva, la
educación emocional ha de aceptar lo que el otro trae, porque “hay un orden del corazón
que la razón no conoce todavía” 1
La respiración.
1
María Zambrano (1987) Hacia un saber sobre el alma. (Pág. 25) Alianza Editorial. Madrid.
queremos expresarla. De tal manera que hay una educación de la respiración para
controlar las emociones, ocultarlas y reprimirlas, y otra para darse cuenta de ellas y poder
expresarlas. Respiramos de diferente manera cuando nos aceptan o nos miran con
confianza y amor que cuando desconfían o nos juzgan. Pero respirar de esta manera es
aceptar el silencio y el espacio del corazón, porque el corazón “es como un espacio que
dentro de cada persona se abre para dar acogida a ciertas realidades” 2
Educar el tacto
Educar el tacto es enseñar a respetar el espacio propio y el de las otras personas, enseñar a
decir SÍ y NO, esto quiero y esto no. El tacto consciente que se posa tranquilamente sobre
la piel de la otra persona, el tacto meditativo, nos ayuda a tomar conciencia de las
sensaciones propias y ajenas. La persona que toca se convierte en un espacio que deja a la
otra todo su espacio, toda su experiencia, Para la persona que es tocada así, todo es recibir
y ser en su singularidad, porque se sabe respetada y aceptada, no interrogada, en un
proceso sin fin que será la trama misma de la diferenciación. Es un proceso de respeto y
cuidado de sí y de la otra persona, de cuidado del propio cuerpo y espacio a la vez que se
cuida el espacio y cuerpo de la otra persona. Es posible entonces, para quien
toca,...aprender a reconocer al otro en su singularidad. Y esta es mi experiencia en grupos
de masaje y tacto consciente con chicas y chicos donde la violencia verbal y física se
había encarnado. Aprendieron el respeto por el propio cuerpo y el cuerpo y espacio de
otras personas.
De la mirada se dice que es el espejo del alma, es decir, el espejo de nuestro interior, de
nuestras emociones. La mirada no puede mentir porque en ella muestro a la otra persona
mi interior. Atreverse a respirar y sentir, atreverse a mirar y expresar así nuestras
emociones nos vuelve más humanos, nos vincula y evita la violencia. Mirar en silencio y
atreverse a expresar a la otra persona la experiencia vivida, las propias sensaciones y
emociones, sin miedo a ser rechazados o juzgados, es el punto de partida de la
singularidad, de la construcción de la alteridad; puedo ser yo misma, sin necesidad de
imitar al líder o al grupo para ser reconocida.
En una sociedad agrícola pequeña toda la comunidad educaba, pero ¿quién puede educar
hoy en las sociedades urbanas globalizadas, donde no existe el sentido de comunidad? En
su lugar están los medios de comunicación, TV. e Internet que son más atractivas que
padres y profesorado. La importancia de la comunidad nos la recuerda un cuento africano
de Tolba Phanem, poeta:
¿Quién podría cantar o decir hoy a cada persona cuál es su lugar en este mundo cambiante a
velocidades tan grandes que a veces la conciencia no puede integrar? La sociedad ha
cambiado y la escuela ha de cambiar. No se trata sólo de cambiar el currículo sino de
cambiar las relaciones entre profesorado y alumnado, entre alumnas y alumnos, entre los
centros escolares y la entera sociedad; familias, empresas, instituciones y asociaciones de
la ciudadanía. La escuela debe abrirse a la sociedad y establecer relaciones no
instrumentales con las familias y las diversas asociaciones culturales y laborales. Esto
supone que no ha de llamarse sólo a las familias cuando se tiene algún problema sino que
la relación ha de formar parte del proyecto educativo. También las empresas habrían de
dar facilidades y permisos a sus trabajadores, mujeres y hombres, para vincularse más con
3
María Zambrano. (1995) La Confesión: género literario. Siruela. Madrid
los centros educativos, y las instituciones educativas y los gobiernos debieran regular
esto, porque la educación concierne a toda la comunidad.
A continuación veremos dos historias de amor reales, que nos indican cómo la violencia del
hombre hacia la mujer, violencia de género, está ya encarnada en los cuerpos
adolescentes. La primera narración corresponde a una chica adolescente, respondiendo a
una petición mía en la cual le pedía que describiera su mejor historia de amor, real o
imaginada. La segunda narración es un resumen de la historia que Carmen (nombre
supuesto) me fue contando en varios días.
Era un chico que decía que estaba muy enamorado de ella. Ella todo se lo creía. Pensaba
que la quería de corazón, pero en el fondo la engañaba. Ella le decía que si le estaba
engañando y él decía que no, que la quería de corazón y que la amaba. Ella sospechaba
algo.
Después de dos meses se decidieron a hacer el amor sin precaución y ella estaba muy
preocupada. El decía que no se había corrido, pero ella no estaba segura porque nunca
se podría saber y no le llegaba la menstruación.
Decidió hablar con el psicólogo y él le dio el número de planificación para ir, pero ella
tenía miedo de decírselo a su madre; no sabía lo que le haría. Decidió también hablar
con su profesora con la que tiene mucha confianza. La profesora le dijo que entre las dos
intentarían decírselo a su madre. Ella dijo que daba igual, que ella intentaría decírselo.
Después ella echaba indirectas a su madre y al final más o menos se lo dijo. La profesora
le dio el número de teléfono de planificación y se dieron sus teléfonos. La madre le llevó
a planificación, le hicieron la prueba y en unos minutos salió el resultado; negativo. Pero
la chica de planificación le dijo que era muy pronto, que fuera a la semana siguiente por
si acaso, pero al día siguiente le bajó la menstruación y su madre le decía que “gracias a
dios no se había quedado embarazada”, pero que podría haberse pillado alguna
enfermedad de transmisión sexual, como el SIDA.
Su madre le dio las gracias a la profesora por todo y por los consejos que le dio a su hija,
porque con 15 años haberse quedado embarazada, desgraciada para toda su vida,
porque se tendría que haber puesto a trabajar, porque no tenía dinero para comprarle
todo. El chico luego la dejó. ¡Imagina que se hubiera quedado embarazada! Él se tendría
que haber echo cargo del niño. Y luego la madre lo quería denunciar. Pero el problema
es que no le podía denunciar porque fue cosa de los dos; el chico no tenía la culpa y si la
tenía, la tenían los dos.
Así acaba la historia de amor que era muy bonita, los dos o tres primeros meses, pero
después era un falso amor, por él.
Este es un caso típico de malos tratos. Cumple todas las condiciones; control, celos,
aislamiento, depresión…Esta chica necesita reforzar sus vínculos de amistad, recuperar su
autoestima y confianza. Necesita el apoyo de otras mujeres que la estimen y confíen en
ella, que la ayuden a poner su energía y su deseo en otros seres, que encuentre el amor a sí
misma y que otras mujeres la amen, que ame su propio cuerpo y que escuche sus
sentimientos y sus deseos. Sólo esto la puede preservar de la violencia del otro.
Y todo esto que hemos dicho anteriormente pasa por el cuerpo, pues las normas que rigen las
relaciones entre los grupos, junto con los estereotipos sociales sobre masculinidad y
feminidad, influyen en la imagen corporal y la autoestima, y en cómo nos relacionamos,
por tanto, con el otro y la otra.
No se puede emprender un camino de cambio sin conocerse a sí mismo, para lo cual es
fundamental la escucha de sí y de las demás personas, observando las reacciones,
sensaciones, emociones e ideas que suceden al interactuar con el mundo, y asumiendo las
propias necesidades, deseos y límites. Esto formaría parte de una serie de contenidos de la
educación emocional.
Todo esto ha de formar parte de un currículo obligatorio pues tiene un contenido extenso y
no sólo a nivel de conocimientos teóricos sino de actitudes y de comportamientos. Se trata
de conocer, sentir y practicar otras relaciones, justas, equitativas, solidarias. Esto no se
aprende en 30 horas, como materia de un curso de la ESO. Esto es materia para todo el
proceso escolar obligatorio, con diferentes programas de actuaciones progresivas.
Chicas adolescentes a quienes doy clase están sufriendo malos tratos de su novios (mayores o
de la misma edad que ellas) quienes las controlan, amenazan y aíslan de sus amistades. Es
frecuente en ellas la depresión, la ansiedad o los trastornos de alimentación. Son mujeres
que tienen miedo a no gustar, a engordar, a no ser consideradas, a que los chicos salgan con
ellas para fardar, pero no por verdadero amor. Esperan cosas que no les dan; amor.
Todo este panorama nos habla de una gran falta. Esta sociedad necesita ser educada de otra
manera a como lo ha sido hasta ahora. Nunca, como ahora, se ha desvelado el horror del
patriarcado y del liberalismo. Pero también nunca éste ha encontrado tantas resistencias y
críticas en las conciencias de mujeres y hombres. No estamos en el mejor de los mundos.
Pensamos que otro mundo es posible y, por tanto, otra educación es posible. Pensamos que
la escuela pública podría y tendría que responder a los intereses de la población, debería
implementar, a través de sus programas, el amor por la justicia en los ámbitos cotidianos de
la vida, tanto económica, como laboral, doméstica, o de las relaciones, del ocio, de
ordenación del territorio, de las aguas, etc.
Desde luego la escuela pública debe poner todos los medios para erradicar esta violencia del
modelo patriarcal. ¿Cómo hacerlo?
Se necesita una educación diferente en las estrategias para hombres y mujeres, porque
diferente ha sido su socialización y porque diferente ha sido la construcción de la
masculinidad y de la feminidad.
¿Quién educará a los hombres en su sexualidad si no son los propios hombres, que
hayan construido su nueva sexualidad sin violencia, es decir, no patriarcal? Porque se
necesita educarlos en una nueva masculinidad. ¿Qué profesores varones están
preparados para ello?
¿Quién educará a las mujeres, preparadas para supeditarse por amor, sino otras
mujeres independientes que conozcan y defiendan su deseo, sus opiniones y
sentimientos?
Se necesita, por tanto, educar y formar a todo el profesorado y también a las familias y a la
entera sociedad, en planes conjuntos y diferentes dirigidos a hombres y mujeres. El plan
debería considerarse dentro de la metodología de Investigación-Acción-Participación, que
implica investigar la propia realidad, la cotidiana, la del barrio o ciudad, y la realidad social
más lejana, comparándola con datos y casos de los diversos grupos culturales que
componen un país. Es necesario, por tanto, un trabajo profundo sobre actitudes asentadas
en emociones, prejuicios y experiencias pasadas en las familias y con los grupos de pares.
Además de todo ello se deben establecer cauces para la prevención de la violencia. Cito
algunos:
1- No basta con denunciar la violencia como una gran amenaza a los derechos humanos.
Es necesario no dejar impune ningún hecho violento. Si no se hace nada es como si en las
palabras se condenara y con los hechos se permitiera.
2- Establecer normas consensuadas y límites.
3- Tratar los conflictos mediante la mediación y negociación.
4- Erradicar la violencia doméstica y la violencia de género por lo que respecta a la
escuela, con programas y actividades especiales.
5- Prevenir el racismo en el currículo, no sólo denunciando o diagnosticándolo sino con
actividades lúdicas y de reflexión sobre otras culturas, otra manera de ver el mundo.
6- Realizar un programa de educación emocional, no sólo para expresar emociones sin
violencia sino también para saber transformar la ira en construcción de proyectos justos,
beneficiosos para toda la comunidad. No es este el tema de esta conferencia, pero supone todo un
trabajo corporal, emocional y mental muy creativo y de resultados satisfactorios.
7- Colaborar estrechamente entre centros escolares, familias, ayuntamientos, asociaciones,
etc.
2- Un gran plan de Formación del Profesorado, como ya se propuso hace años desde
la Coeducación.
Recordemos que aprender otras formas de amar implica aprender a defenderse de la violencia
emocional y adquirir una serie de conocimientos y prácticas de relación, por lo que será
necesaria una educación emocional y sexual. Algunos de los puntos o acciones positivas
que propongo son:
Notas bibliográficas.
Aguado, Mª José. (2005) El acoso entre compañeros en la escuela: ¿cómo prevenir? Ponencia
presentada en las Jornadas para Orientadores, celebradas en Valencia, mayo del 2005.
Altable, Vicario, Ch. (1991) Penélope o las trampas del amor. Mare Nostrum. Madrid y
Nau Llibres, Valencia, 1998
(2000) Educación sentimental y erótica para adolescentes. Miño
y Dávila. Madrid.
Faber,A y Mazlish, E (2002) Cómo hablar para que sus hijos le escuchen y cómo escuchar para
que sus hijos le hablen. Medici. Barcelona.
Sau, Victoria.(2000) Reflexiones feministas para un principio de siglo. Horas y horas la editorial.
Madrid.
Zambrano, María (1987) Hacia un saber sobre el alma. Alianza Tres. Madrid.