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1
Me referiré con "sueño" a su carácter de reposo físico, con "ensueño" a la evoca-
ción anhelante (según Espronceda: "Tantas dulces alegrías, / tantos mágicos ensueños/,
¿dónde fueron?..." del poema A una estrella).
Efectivamente, bien sencillo que era el ejercicio del sueño en los pri-
meros tiempos de nuestra cultura. El hombre cansado — sí, generalmente el
hombre, no la mujer — cerraba los ojos y relajaba los miembros, parejo a la
llegada del letargo — el sueño o descanso físico —. Entregado al descanso y
al libre albedrío de la imaginación, el hombre no trasponía directamente sus
aventuras con el inconsciente; pero consideraba el proceso al que se había
sometido para el ejercicio artístico. Le daba miedo probablemente traspo-
ner los límites reales entre vigilia y sueño; pero aprovechaba la aparente
libertad de la imaginación como recurso artístico. Imaginaba, entonces, un
sueño, es decir, controlaba artísticamente lo que le habia sucedido al mar-
gen de su voluntad, y lo trasponía simbólicamente en correspondencia sim-
ple con los anhelos, las tristezas y otras aventuras del corazón humano. Al
lector no se le solicitaba mayor ejercicio de su inteligencia que el de la lec-
tura y la comprensión ya masticadas por el autor, en modo alguno se le
introducía en un mundo de significados imposibles. El organicismo ideoló-
gico deglutía todo.
El sueño abría la espita de las contemplaciones lejanas en el tiempo y
en el espacio, de los anhelos y las profecías, cumplía su labor para explicar lo
maravilloso. No acechaba ninguna trampa al lector u oidor: sabía que se tra-
taba de una pirueta retórica para acceder a un mundo de fantasías, que
habría que interpretar racionalmente, en correspondencia con la realidad.
Citaré solo algunos pocos ejemplos.
El Marqués de Santillana - uno de los soñadores más empedernidos de
nuestra historia literaria - abre el sueño así, en la estrofa IV de la Comedieta
de Ponza (e. 1435):
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La alusión a la tradición literaria lo es a Ambrosio Teodosio Macrobio, autor de un
comentario sobre el Somniun Scipionis, de Cicerón. A Guido delle Colonne, autor de una
Las seis coplas restantes describen su muerte de amor, huido por los
campos, a donde acude el Amor preguntando a un ruiseñor por su "muy leal
amador". El ruiseñor canta la muerte de tristeza entre unas acacias del poeta,
que al cabo se convierte en laurel. "Dalli nos quedó costumbre / las aves ena-
moradas / de cantar sobre su cumbre / las tarde las alboradas / cantares de
dulcedumbre..." En medio de esta felicidad idílica despierta el poeta "y hál-
leme vivo / de la causa que soy muerto" 7. Mucho me temo que Garci
Sánchez no esté intentando reproducir sus sueños, sino acrecentando vía
imitano la tópica. Estos sueños andan cerca de algunos de los de Santillana,
perdido a veces "un día claro e lumbroso / en un vergel muy fermoso..."
quien, como es sabido, llegó a componer un extenso poema sobre la batalla
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Está en la recopilación de R. Arias, La poesia de los goliardos, Madrid: Gredos,
1970. Y originalmente en Lluis Nicolau d'Olwer, "L'Escola poètica de Ripoll en els segles
X-XIII", Instituí d'Estudis Catalans, 6 (1915-1920), 3-84.
7
Cito por la ed. de Julia Castillo, en Madrid, Ed. Nacional, 1980, 187-9.
Sueño traidor, que alguna vez sabroso / sueles venirme, ausente de mi vida, /
haciéndola presente tu venida / con su engaño dulce y amoroso//, y, al desper-
tar, el aire vagoroso/ voy a abrazar en vano, y la fingida / imagen huye, como
la mordida / de la serpiente hizo al tracio esposo.// ¿Por qué con sobresalto
me apartaste / del bien presente y del mejor del mundo?/ Miéntesme, sueño;
mas rescelo y muero,// que, aunque otra vez mentiste, adevinaste / este pri-
mero gozo, en lo segundo/, ¡ay sueño!, no me seas verdadero8.
8
Ramírez Pagan, Floresta..., 1562.
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Es una postura que, pronto, será tópica. De hecho es la que vemos en el Quevedo
de la silva "Al Sueño" (398): "¿Con qué culpa tan grave, / sueño blando y suave, / pude en
largo destierro merecerte / que se aparte de mí tu olvido mando? / Pues no te busco yo por
descanso, /sino por muda imagen de la muerte./ Cuidados veladores / hacen inobedientes
mis dos ojos / a la ley de las horas; / no han podido vencer a mis dolores / las noches, ni dar
paz a mis enojos; / madrugan más en mí que en las auroras / lágrimas a este llanto / que
amanece a mi mal siempre temprano...".
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Quevedo poetiza en un soneto amoroso (el 366) en otra ocasión una escena de
signo contrario: la amada mata al enamorado: "Soñé que el brazo del rigor armado, / Filis,
alzabas contra el alma mía, / diciendo": "Este será el postrero día / que ponga fin a tu vivir
cansado".
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Confesiones..., Madrid, Viuda de Cosme Delgado, 1620.
y ensueño que deja asomar con frecuencia las imágenes directas de las visio-
nes nocturnas. Yo definiría a Bécquer, como él lo hizo, en esa atmósfera,
como huésped de las nieblas:
Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible;
no puedo amarte. - ¡Oh, ven, ven tú!
(Bécquer, Rimas, XI).
O la rima LXXX:
Es un sueño la vida,
pero un sueño febril que dura un punto;
cuando de él se despierta,
se ve que todo es vanidad y humo...
¡Ojalá fuera un sueño
muy largo y muy profundo!
¡Un sueño que durara hasta la muerte!
Yo soñaría con mi amor y el tuyo.
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Bécquer también poetizó el tema de la dama dormida (rima XXV): "Cuando en la
noche te envuelven / las alas de tul del sueño, / y tus tendidas pestañas /semejan arcos de
ébano; / por escuchar los latidos / de tu corazón inquieto / y reclinar tu dormia / cabeza
sobre mi pecho, / diera, alma mía, / cuanto poseo..." Y en la rima XXVII, con el estribillo
¡Duerme! Para otros matices, véase la rima XVIII, la XLIII y la LIX. La rima LXVII dice en
su segunda estrofa: "¡Qué hermoso es cuando hay sueño, / dormir bien... y roncar como un
sochantre / y comer y engordar...! ¡y qué fortuna / que esto solo no baste!" En la LXVIII:
"No sé lo que he soñado / en la noche pasada; /triste, muy triste debió ser el sueño, / pues
despierto la angustia me duraba..." En la siguiente: "La gloria y el amor tras que corremos /
sombras de un sueño son que perseguimos: / ¡despertar es morir!".
A estas alturas del repaso histórico ya han dicho mejores voces lo que
yo podría hacer. Me resta ordenarlo brevemente, porque entre los textos
medievales, las visiones delectables y los Laberintos de Santillana y las
disquisiciones de los clásicos se extiende el vasto panorama de nuestra cul-
tura literaria llenando todos los rincones, a veces hasta hacerse notar como
corriente o moda (las visiones, los surrealismos, las corrientes de concien-
cia...) No iremos a los rincones, pero sí que hemos podido observar esa onda
expansiva que el tiempo hizo, cómo se enriqueció con el ejercicio del análi-
sis y de la inteligencia. Del viejo automatismo simbólico alegórico nos
hemos venido a la tortuosa consideración de todos los aspectos, y, lo que ha
de ser más importante, a la toma de conciencia por parte de los creadores de
las posibilidades expresivas. El refinamiento final podría ejemplificarse - es
obvio — con la poesía de los años 30 y con el realismo mágico.
13
Ed. Losada, p. 254.
forma...; Te invito, sombra, al aire..."; etc. Y he aquí en fin esa maravilla con
la que Alberti homenajeó a Bécquer, el primer recuerdo del cielo:
Paseaba con un dejo de azucena que piensa,
casi de pájaro que sabe ha de nacer.
Mirándose sin verse a una luna que le hacía espejo el sueño
y a un silencio de nieve que le elevaba los pies.
A un silencio asomada.
Ara anterior al arpa, a la lluvia y a las palabras.
No sabía.
Blanca alumna del aire,
temblaba con las estrellas, con la flor y los árboles.
Su tallo, su verde talle.
Con las estrellas mías
que, ignorantes de todo,
por cavar dos lagunas en sus ojos
la ahogaron en dos mares.
Y recuerdo...
Nada más: muerta, alejarse.
para estudiar o leer, ordené con mis manos las almohadas revueltas, las man-
tas en desorden, evidencias casi obscenas de nuestro escuentros con la nada,
pruebas de que cada noche dejamos de ser...]14.
14
Margarita Yourcenar, Memorias de Adriano [1951], traducción de Julio Cortázar
[1982], Barcelona, Edhasa, 1983, sexta reimnpr., 21-2, y véase también p. 233.
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En "Ragnarok", de El Hacedor, dan muerte, a pistoletazos, a unos dioses degenera-
dos. "Arte poética" define: "Sentir que la vigilia es otro sueño / que sueña no soñar y que la
muerte / que teme nuestra carne es esa muerte / de cada noche, que se llama sueño". De
hecho, la primera página del libro es un breve sueño en el que el poeta imagina que entre-
ga el libro a Leopoldo Lugones. Cfr. El sur, de Ficciones. "Historia de los dos que soñaron",
en Historia universal de la Infamia. En Otras Inquisiciones, "El sueño de Coleridge",
"Nathaniel Hawthorne" y "Formas de una leyenda". En El Hacedor el prólogo y "Dream
Tiger". En El otro..., "El sueño". Poemas, de La cifra, "El sueño", y el fragmento "Un
sueño", seguido de "Al olvidar un sueño", etc. La rosa profunda, "El sueño", "Sueña Alonso
Quijano", "Episodio del enemigo", "Einn Traum". Historia de la noche, "Ni siquiera soy
polvo". Siete noches, "La pesadilla". Etc.
En un desierto lugar de Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta
ni ventana. En la única habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma
del círculo) hay una mesa de madera y un banco. En esa celda circular, un
hombre que se parece a mí escribe en caracteres que no comprendo un largo
poema sobre un hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un
hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre que en
otra celda circular... El proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los pri-
sioneros escriben.
Me gusta ese final abierto hacia el infinito para este rato compartido
con mis colegas italianos.