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situarse en otra perspectiva, más allá o más acá de las apresura­

das y consabidas respuestas por el goce. Y es así también cuan­ Capítulo I


do p�ede exponerse que el acontecer de la ligadura señale lo
que wlo se murmura en voz baja, quizá desde hace tiempo: que
el instmto de muerte funda su imperio en el principio del pla­
cer.z»
El tóxico
en los márgenes del psicoanálisis
Francisco González Cobreros
Julio de 2008

Son tiempos oscuros los nuestros. Tanto más lejos de la poi.ir


cuanto más cerca del televisor, tanto más consumidores como
menos ciudadanos, tan perezosos en los procesos como ávidos
del culto a las imágenes. Si el futuro llegó hace rato, si el desti­
no ha desaparecido a sangre fría, si el espíritu se refugia nueva­
mente en las microesferas individuales de los cuatro canales de
cable para aprender a cocinar exquisiteces onerosas, no es la luz
la que grita, es la oscuridad.
Existe una tendencia tóxica general de nuestros tiempos y
­no podría ser de otro modo­ el encuentro de las toxicomaní­
as con el psicoanálisis promete. Sin embargo, es muy poco lo
que se ha escrito sobre este encuentro. Quien quiera intentar
esta literatura fácilmente lo puede comprobar. Que al tiempo
de iniciada la lectura, es evidente que no sólo se ha escrito poco
sino que, de lo poco, hay aún menos para el recuerdo.
Quizá sean unas cuantas las razones de todo esto. La pri­
mera de ese orden es que ni Freud ni Lacan se propusieron una
verdadera "teoría" de las toxicomanías y, corno sabemos, a los
psicoanalistas no nos ha ido tan bien en aquellas cuestiones que
no fueron allanadas por el trabajo de los maestros. En Lacan
existen apenas tres o cuatro referencias al tóxico en función de
las cuales (creer o no creer) hasta libros enteros han sido escri­
tos. Que a unos cuantos psicoanalistas les ha bastado con una
frase de Lacan para, de ahí en más, deducir todo un orden de
cosas.
En Freud las referencias no rcsulcan can claras. No puede
10
11
decirse que las toxicomanías y el alcoholismo no hayan sido de elaborados con otro modo de interrogar, distinto del que la
su interés, basta para convencerse de ello los trabajos sobre la actualidad psicoanalítica nos tiene acostumbrados.
coca.' Pero jamás publicó nada en forma de historial, ningún En el presente libro pretendemos plantear un interrogante
caso donde las cuestiones del tóxico tengan algún protagonís- en términos psicoanalíticos, intentaremos establecer las condi­
1110. Apela a la noción de tóxico en varias ocasiones, pero en ciones de su elaboración y pondremos empeño en responder, en
ningún momento intenta una teoría que la sistematice. Así de la medida de nuestras posibilidades, a la cuestión planteada.
intrigados nos deja Freud al respecto. Ese lugar, por decir así, marginal del tóxico en el psicoaná-
La actualidad psicoanalítica nos tiene habituados (posible- lisis no nos impide desprender de él algunas de sus consecuen-
mente más de lo que quisiéramos) a transitar las páginas de un cias. Nada nos impide, tampoco, encontrar en el tóxico una
trabajo y no tener la menor idea de cuál es el interrogante al buena excusa para interrogar a la clínica psicoanalítica. En este
cual ese trabajo responde. No sólo muchas veces resulta difícil sentido, el recorrido de este trabajo por el tóxico y las toxico-
seguir más o menos el hilo entre las innumerables, y ya a esta manías obedece menos a los anaqueles nosográficos que al
altura inevitables, citas de Freud y Lacan sino que, entre cita y esmero por ahondar en los fundamentos del psicoanálisis. Por
cita, es muy fácil extraviarse en la repetición innecesaria de fra­ esta razón, es ineludible dilucidar el lugar del tóxico en la obra
ses que llevan la pretensión implícita de valer por sí mismas de Freud en su argumentación de las neurosis de transferencia.
como argumentaciones. Del mismo modo, rechazaremos la tentación de hacer, en fun-
En esos extravíos, si algo echamos de menos, son los inte­ ción de la tendencia especializadora de la época, una "clínica de
rrogantes que se propuso el autor y que suponemos deberían las toxicomanías". Este trabajo se valdrá, entonces, del tóxico
enhebrar cada frase del trabajo. No hay frase en un texto que como una excusa para tensar algunos hilos de la argumentación
tenga pertinencia sin articulación con sus interrogantes, ni hay psicoanalítica.
elaboración necesaria que no atienda a las preguntas iniciales. Así las cosas, lector, propongo una frase que espero moleste
La cita, incluso, tiene un valor conceptual sólo en la medida en un poco a sus oídos, como si fuera el estribillo de algún tema
que pueda ser articulada con el conjunto de la argumentación. musical que no es de nuestro agrado pero no podemos dejar de
Sin esa articulación un texto deja de ser necesario o, al menos, tararear. La frase es ésta: "El tóxico es una referencia funda­
ya no sabernos para qué continuar con su lectura. mental en la argumentación de las nociones freudianas".
abe recordar que no siempre fue así. No siempre el prin- Veremos a dónde nos lleva.
cipio ele autoridad fue el principio de los principios y no siem-
pre las citas se confundieron con los trabajos. Textos inmensos
como htrod1tcción del narcisismrl o El malestar en la mltttrtÍ' no l. Planteo del problema
deben su vigencia sólo al autor de sus páginas sino a que fueron
La clínica en cuanto apunta a lo singular no admite ser cali-
ficada, no se deja adjetivar. La idea de una clínica de las toxico-
manías desata en nuestro tiempo una serie de objeciones inson­
I
Sig,nund Frcud: Escritos sobre la cocaína, Ed. Anagrama, Barcelona, 1980.
Sigmund Frcud: "Introducción del narcisismo", en Obrns completas,
t
dables. En términos estrictos la clínica psicoanalítica, al ocu-
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1993, vol. XIV, pág. 65.
I
Sigmund Frcud: "El malestar en la cultura", en Obras completas, Amorrortu parse de lo singular, es clínica a secas.
editores, Buenos Aires, 1993, vol. XXI, pág. 57. Sin embargo, una vez que un significante es ofrecido, y tal

12 13
el caso d� las toxicomanías, no es posible no advertir ciertas brn, pareciera que el álgebra de la necesidad es incompatible
rccurrencias en la medida de una apuesta sostenida en el tiem- con las asociaciones.
po. Que la clínica sea del caso por caso no nos irn id Hace unos años un paciente me consulta porque quiere
. .l pi e encon-
rrm os gestos que, caso por caso, insisten pues con ello no nos I ranquilizar a su padre enfermo de un cáncer terminal rnos-
estamos apartando . en lo más mínimo de la rorma
e
en que Freu d I rrindole que puede dejar de fumar matihuana antes que muera.
pen_saba el psicoanálisis. ¿O acaso la generalización A los pocos minutos de la entrevista vierte una serie de asocia-
evidente que
encierra Lo'. que 1elinquen por conciencia de culpa' o Los que ciones respecto de los nervios que la marihuana calmaría, la
ca:an. ª.'
triu�far nos obtura leer lo singular? La
fra­
petición de enfermedad de su padre y su carrera universitaria interrumpida.
principío s�gun la cual cada caso es único e irrepetible puede ser Le propongo que venga la semana próxima para seguir hablan-
sostenida solo a condición de no caer en la necedad do de estas cuestiones y me dice: "Sí, claro, pero, ¿con la
que s
ne la i",'p,osibilidad de establecer recurrencias. upo- marihuana qué hago?".
Quizá lo, universal, lo particular y lo singular, desde la Si las asociaciones de la carrera, sus nervios y su padre se
Fenomenolog,a del espíritu' en adelante, nos exija a los analistas despliegan por la palabra, pareciera ser que la marihuana, en su
un esfuerzo más generoso que el de limitar nuestras entendede- versión de necesidad, no se deja atrapar. La pregunta "¿con la
r�s a la perezosa literalidad del caso-por-caso. "Por eso renun- marihuana qué hago?" no sólo propone que el tóxico ocupe
ciamos de .
antemano a pre t en d er va lid .
l ez universal para nuestras nuevamente un lugar central sino que insiste sobre aquello que
conclusiones y nos consolamos con esta rellexion· ' · dad os nues- rodea por fuera el deslizamiento de las asociaciones. Algo así
di
tros me IOs presentes de investigación, difícilmente podríamos como si el paciente pudiera decir: bien, todo muy lindo esto de
h;.lla� algo que no fuera t'/¡>ico, si no
para una clase íntegra de las palabras, pero, ¿qué tiene que ver con la marihuana y qué
a ecciones, ª.l menos para un grupo más pequeño de ellas"." hago con ella ahora que salgo ele su consultorio?
Lo que sigue .es un intento de establecer las coordenadas del Muchos autores interesados en la cuestión de las toxicoma-
encuentro del psicoanálisis con las toxicomanías nías describieron esta primacía de la sustancia y los riesgos que
. El "álgebra de la necesidad" es la forma de �ircunscribir el para el tratamiento psicoanalítico implica. Lo que pareciera no
pruner punto en la consideración del tem L e haber sido si no advertido, al menos no acentuado con claridad,
J . . . a. a rrase pertenece
a ímperdíb!e libro de William Burroughs' y se encuentra clara- es que si en los dichos de los pacientes esto insiste es porque la
mente e1� d
trabajo de un psicoanalista con pacientes toxicó- vía de las palabras no se muestra del todo eficaz con la sustan-
manos. S1 dicho trabajo en un análisis se despliega por la cia. Esa es la razón de que una y otra vez, sobre todo en el prin-
pala-
cipio de los tratamientos, los pacientes insistan en ubicar al ana-
'1S 1
i_gn:.und Frcud: ''Algunos tipos de carácter lista en el lugar de alguien que medie respecto del consumo.
• dilucidados por el rraba1·0
co:111:1 neo en 06nu comnltt. A psi- "¿Con la marihuana qué hago?" es, más que una invitación, un
r e.w, morrorcu e d icores, Buenos Aires, 1993, vol.
Xjv, P"g. 338.
1 '

llamado a que alguien ocupe ese lugar de mediación con algo

l::
' 16/d pág. 341.
que se supone inmediato. Alguien que aporte finitud a algo que
Méxi:�·
Hegel: Fenon1enolog/11 del e.rpírittt, Fondo de Cultura Econó,nica, se supone infinito.
7
Sigmund Freud: "Duelo y melancolía" e O." , Veremos más adelante cómo no siempre es conveniente
' n oras com¡;,etnf. Am orrorru cd¡
tares, B uenos Aires, 1993, vol. XIV, pág. 241. ' � hacerse a un lado de esta convocatoria. En muchos casos, con­
a Wiflia1n Burroughs: .El nlm11erzo deJn11do Ed A trariamente a lo que la neutralidad analítica supone, se revela
, · nagrama, B arce I ona, I 989.

14 15
que si el analista no ocupa, por lo menos temporalmente, ese namos a un familiar de Ana insistiendo para ser atendido,
lugar al que se lo llama, el tratamiento no puede siquiera pidiendo a gritos una internación para la paciente.
comenzar. Del mismo modo, la pasión con que muchos pacien- Sencillamente se trata de un escenario inimaginable. Es eviden-
tes insisten en autodefinirse como "adictos" es otra versión de la te que, aunque existan histéricas que consuman drogas, las toxi-
primacía de la sustancia. Veremos más adelante que aquellos comanías nos esperan en un lugar muy distinto que la histeria.
analistas que se apuran en cuestionar esta forma de nominación Sin embargo, quien decide aceptar la apuesta de tratamien-
desatienden que -muy posiblemente a falta de otros un poco tos con toxicómanos debe estar advertido de que el álgebra de
más propiciatorios- ese sea el único rasgo que podría represen- la necesidad 'puede presentársele de diversas formas. La prisa
tarlos. por concluir, esta vez del lado del analista, es una versión de la
El tratamiento de pacientes toxicómanos sugiere esta vez, frase de Bleger según la cual toda institución adquiere las carac-
del lado del analista, una versión del álgebra de la necesidad que terísticas del objeto que trata."
Sylvie Le Poulichet definió como prisa por concluir.' El analis- Podríamos pensar en extender el sentido de reversibilidad
ta que acepta la apuesta de estos tratamientos acepta muchas propuesto por Le Poulichet a esta circularidad de la urgencia.
veces la urgencia en sus diferentes presentaciones: médica, legal, Como si del lado del paciente (si es que es válida esta diferen-
institucional, social. En el tratamiento de las toxicomanías el ciación) la urgencia tuviera su correlato en la prisa por concluir
analista está urgido no sólo por el estado actual del paciente del lado del analista. La sustancia, de un lado o del otro, urge,
mismo sino que en muchas ocasiones es un juzgado el agente apura, exige resolución. De esta forma, la prisa por concluir,
de la urgencia, en muchas otras la familia del paciente o una ¿no es acaso la misma de la pregunta "con la marihuana qué
institución como la escuela pueden muy bien ocupar ese lugar. hago"? El álgebra de la necesidad, esa fórmula básica de virus
Es decir, no sólo el álgebra de la necesidad se presenta por la maligno, reparte urgencias (si es que no es la misma) de uno Y
cercanía con intentos de suicidio, actuaciones que revisten peli­ otro lado.
grosidad o cuestiones orgánicas de importancia sino que tam- Esta prisa tan particular en la que se ve envuelto quien deci-
bién factores, por así decir, externos, pueden impregnar de de aceptar dichas propuestas de tratamiento consiste en una
urgencia al tratamiento. Respecto de todo esto también es nece- evidente muestra gratis del infierno que estos pacientes viven a
sario tomar decisiones para las cuales la neutralidad analítica diario, como si muy puntualmente nos fuera asequible un frag-
poco nos prepara, si es que, a veces, no obtura las condiciones mento de esa urgencia en términos contratransferenciales.
de un tratamiento. El tercer punto a considerar es la sobredosis de tiempo." Si
Si bien es posible que la familia de Ana O., aquella prime- bien es cierto que cada caso sólo puede ser pensado en la sin-
ra paciente de Freud, estuviera preocupada por su estado gene- gularidad del caso por caso, no advertir ciertas recurrencias se
ral, no nos imaginamos a un juez pidiendo por escrito la evo­ acercaría más a la necedad que a la claridad conceptual. Muchos
lución de la paciente ni a una escuela conminándola a realizar pacientes refieren serias dificultades para identificar algún rasgo
el tratamiento so pena de ser expulsada. Ni siquiera, suponien- que pueda representarlos en la vida y, en el caso de haberlo
do que esa preocupación fuera aún más importante, nos imagi­
10
José Blcger: Psico/Jigie11eypsicolog/11 instit11ciona/, Ed. Paidós, Buenos Aires,
'Sylvie Le Poulicher: Toxicomanías y psicoanálisis. Las narcosis del deseo,
1
1966.
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1990, pág. 51. 11 William Burroughs: Op. cit., pág. 7.

16 17
identificado, refieren dificultades aún más serias para sostener- 1,111pJcos existentes dado que muchas vece.s no es posible aislar
lo en el tiempo. Estudios o trabajos interrumpidos sin saber instalar la diferencia a partir de la cual
1111 rasgo que permita
bien por qué, deportes que fueron abandonados sin poder esta- Ante la falca de fuerza de una propuesta tal
vmpczar a escribir.
blecer claramente las razones, relaciones de pareja o amistades rsd la abundancia de la ecuaci6n de la droga. .
que se envanecen en algún hueco del pasado. En ocasiones, más Es por eso que la verdadera sobredosis es la sobred � sis de
que abulia, se trata de la imposibilidad de encontrar una dife- tiempo. En un mundo sin recortes, donde no se sabe q�e hacer
rencia en una continuidad uniforme. Más que el disfrute de los l<lll la carne, donde un objero da lo mismo que cualquier ot'.º•
contrastes pareciera tratarse de una falta de propuesta que haga donde si se trabaja da lo mismo trabajar de cualquier cosa, lejos
diferencia. de la sublimación, lo que verdaderamente abunda es el tien:'po.
Un trámite burocrático, como sacar el registro de conducir La dimensi6n t6xica de la palabra es la forma de decir la
o el documento de identidad, se torna un proceso can comple- relación de un sujeto. con una palabra que no promete, por l,o
jo como impensable, de tal manera que imaginar un futuro menos de antemano, ser la destinataria de un saber qu� podría
posible es un trabajo del pensamiento que s6lo en pocas oca- resultar de ella. Una palabra que no permite la suposición de
siones se produce. Es como si, pese al tiempo transcurrido, saber no permite la espera. El sujeto no logra ausentarse en. lo
nunca hubiera habido momentos concretos en los cuales estos ice y poco puede esperar de una palabra tal, ello explica
que d
palab'.a el� l ana 1·ista b a¡o a
. l
procesos hubieran podido tener lugar. "Aspecto de llevar la que muchos pacientes esperan una
carne de prestado", 12 escribe Burroughs con genialidad, como si forma de una receta o un consejo que accue directamente sobre
no hubiera un interés genuino por un destino propio, por apro- una.de
el uso del tóxico. De esta forma el tiempo de espera es
piarse de esa carne y hacer algo con ella. las dimensiones aplastadas por el recurso t6�ko qu� termina
Si existe algo capaz de evitar que la carne se lleve de presta- de patadas con el dispositivo analfrico. Mientras el
por darse · ¡ , ·
do, es la fantasía. Este es el término que encontr6 Freud para análisis apuesta a la espera de una palabra por verur, e wxico
amalgamar el sujeto al objeto. La fantasía es un paso previo en tiende a anular la mediación de las palabras canto en la intoxi-
el tiempo de la pulsi6n, antes que ésta enlace al objeto. Ya vere- cación como en la abstinencia. Si bien sabemos que hay un fra-
mos c6mo Freud apela a este modelo para explicar desde la vida caso en nombrar lo real y, como tal, no todo puede ser dicho,
erótica de los sexos hasta la enfermedad en sus distintas versio- es evidente que la relación con las palabras es diferente en
nes y que incluso la sublimación y la idealización pueden ser muchos pacientes toxicómanos.
pensadas en términos del recorrido pulsional. En muchos Una histérica de las de Freud no podría pensar ni por un
pacientes toxicómanos resulta difícil aislar una amalgama que segundo que el analista fuera capaz de olvidar alguna de las
pudiera cumplir la función de preparar el enlace con el objeto. encantadora,, y tan fasci-
palabras de su relato. Se supone tan
De tal manera, no encontramos una matriz simbólico­imagina­ nante en su relato, que ¿cómo el analista no podría reparar en
ria desde la cual un destino particular (y no cualquiera) resulte éste? Los pacientes toxic6manos sencillamente se sorprenden de
accesible. palabras, para mucho� de ell�s
que alguien preste atención a las
Una mujer se pierde en el conjunto anónimo de las muje-
apenas basta con haber venido a la � �
c n ulta: ¿ademas habna
res, un empleo particular se confunde en el conjunto de los Evidentemente el psicoanál1S1s no hubiera visto la
que hablar?
luz de la mano ele las toxicomanías. ., .
i1 /!n'd. Las cuestiones de encuadre, en este sentido, cambien tienen

18 19
su particularidad. El uso del tóxico va a contrapelo del desplie- , lóu ele éstos en los pacientes toxicómanos. No hay otra forma
gue de la palabra y, más frecuentemente de lo esperable, el ti , establecer las condiciones de posibilidad y los límites de vali-
acuerdo básico de una hora en determinado día de la semana se dci ele las nociones psicoanalíticas aplicados a las toxicomanías
hace muy difícil de sostener para muchos pacientes. Poco a que a través de ese recorrido. Comenzaremos con el problema
poco uno se familiariza con el hecho que muchos pacientes se q11c nos plantea la
pulsión. .,
levanten de su silla y caminen por el consultorio para explicar Asimismo, como condición previa a coda reflexión sobre el
algo que evidentemente no pueden hacer sentados. tenla, será necesario precisar a qué nivel del aparato psíquico
Así las cosas, ¿disponemos de alguna cuestión diferencial upcra el tóxico. Intentaremos un diálogo con el texto, ele Freud
como para plantear algo específico respecto del lugar del ana- para considerar qué función cumple el tóxico, por mas rernaru-
lista en el tratamiento de las toxicomanías? ¿Existe alguna par- da, vieja y anticuada que nos parezca esa pregunta. Veremos que
ticularidad en el recorrido pulsional de un toxicómano que 110 es posible responderla
unívocamente y tendrá un lugar cen-
implique que el analista deba estar advertido de algo? La elabo- tra] en la consideración del terna.
ración del tiempo, ¿sugiere alguna diferencia en los pacientes
toxicómanos? ¿Qué lugar tiene el álgebra de la necesidad en la
transferencia? ¿Qué diferencia a la señorita de las Neuropsicosis Fun.ción de contraste
de d,fénsd', urgida por ver a su novio luego de ser abandonada,
de la urgencia de un toxicómano y su sustancia? El saber Freud nunca se ocupó de establecer una teoría sobre las
supuesto, ¿tiene alguna particularidad cuando de la sustancia se toxicornanías.14 Sin embargo, existen unas cuantas referencias al
trata? ¿Pueden establecerse con claridad los lugares a los cuales tóxico a lo largo de su obra. La pregunta de por qué nunca
un analista puede ser convocado a partir de la primacía de la abordó más que circunstancialmente el terna no deja de tener
sustancia? ¿Es posible determinar las versiones privilegiadas de validez. Posiblemente la cuestión de las toxicomanías no haya
la función del tóxico? ¿Encontramos en la obra de Freud una tenido en su época la relevancia de la que dispone en la actua-
verdadera teoría del tóxico? lidad, pero tampoco podría decirse que Freucl sólo .5e ocupó de
Tenemos nuestro interrogante entonces, ¿qué pasa con el cuestiones relevantes de su época. Tampoco podría sostenerse
analista en el tratamiento de las toxicomanías? que no haya sido un tema de su interés luego de leer los traba-
jos que ha escrito sobre la coca y sobre las neurosis actuales. Ya
hemos dicho que así de intrigados nos deja Freud al respecto;
2. Condiciones de la argumentación Una primera cuestión que debería llamar nuestra atención
es el lugar en el cual Freud apela a las toxicomanías o al alco-
El trabajo al que estas preguntas nos invitan implica el reco- holismo en el despliegue ele sus razonamientos, el valor argu-
rrido por los fundamentos del psicoanálisis y la particulariza- mental del tóxico, por decir así. Veremos que siempre que se
ocupa del terna, el tóxico aparece corno un recurso heurístico
Sigrnund Freud: "Las neuropsicosis de defensa (Ensayo de una teoría psi­
11

cológica de la histeria adquirida, de muchas fobias y representaciones obsesivas, 1• Claudia de Casas y Maximiliano Antonietti: "El tóxico en la obr� de
y ele ciertas psicosis alucinatorias)", en 06r11s co11iplet111, Amorrortu editores, Preud", en Contexto en p.sícoanálisis 6: Las adicciones, Ed. Lazos, Buenos Aires,
llucnos Aires, 1993, vol. 111, pág. 41. 2002.

20 21
c11 el recorrido nocional, algo así como un contraejemplo de lo 1111 udmite ninguna de1i11t1ción psú¡uicd'." La energía que tiene
qu él pretende definir. En adelante me referiré a este ejercicio 111111 lcscarga inapropiada obtiene un empleo anormal exterio-
111·�11n1cntal corno "función de contraste". ¡J¡ ndose como angustia. El coito interrumpido o reservado, la
Vdmoslo más de cerca. El primer lugar donde Freud lleva 11lu1li11cncia, la excitaci6n frustránea serán las condiciones erío­
ndcl,.111t·e, este ejercicio es en la primera lr J\1 .ns predominantes con una inequívoca relación con lo
nosografía, en la dife-
l'Cll nacron entre las psiconeurosis de defensa y las neurosis �rK11al, en especial aquello que Freud denomina tasa de satis-
ncL�1nlcs En estas últimas se .trata de "venenos del L,rción directa de la pulsión. "Según eso, uno creería que la
.. espíritu" que
;:ctuan d1re�camente, es decir, sin mediación representacional. 111lgraña es un efecto tóxico producido por la sustancia estimu-
l.1� ucurosrs que admiten ser reconducidas a lndora sexual cuando ésta no encuentra una descarga suficien-
perturbaciones de
I'.' vida sexual muestran la máxima semejanza clínica con los 1 e". l')
fcJ1ómenos de la intoxicación y la abstinencia a raíz del consu- En este contexto, la descarga sullciente plantea en principio
lltu habitual de sustancias tóxicas productoras de placer (alca- 1111a oposición con aquellos síntomas que implican la operación
loides)"." de mecanismos psíquicos que dan cuenta de un cifrarniento.
EH principio, el tóxico queda dellnido por la inapropiada .uando Freud se refiere aJ tóxico será en los términos de algo
d •scnrga de la sustancia estimuladora sexual. En el distingo que Inmediato, directo y opuesto a la dinámica de los procesos psí-
1 1tliza entre neurosis actuales y psiconeurosis, Freud sostiene
1

quicos que implican tramitación, entendiendo por ésta la posi-


<JUC n las primeras los síntomas se reconducen a una génesis bilidad de ligaduras de representaciones y, por lo tanto, una
l<>xf n en la medida en que se trata de un influjo directo de los referencia al orden simbólico. El concepto mismo de descarga
venenos del espíritu sobre el aparato psíquico. En estos slnro- se ofrece a un contrapunto con la tramitación simbólica­ puesto
111us llO sería posible establecer una reconducción histórica que alude a coordenadas casi físicas independientes de la
curuo en las psiconeurosis porque no "[ ... ] dependen de la mediación del aparato anímico. A su vez, la noción de conflic-
111 clón eficaz ele unos complejos de representaciones (reprimí- to, tan central a la hora de las dellniciones en las neurosis de
dr1�) lnconcíentes"." De tal manera, "actual" en este contexto se transferencia, desaparece en las neurosis actuales. En estas últi­
11po11c n psicógeno o histórico. "La concepción aquí desarrolla- mas el conflicto psíquico no desempeña ningún papel."[ ... ] su
,¡ 1 pr .scnm los síntomas de las neurosis de angustia, en alguna comportamiento es en un todo parecido al que sobreviene a raíz
1111•dldn, como subrogados de la acción omitida que sigue a la del aflujo hipertrófico o la privación de ciertos venenos nervio-
� ltn Ión sexual"." sos " . 2D
I íl neurosis de angustia es explicada por Freud en los tér- La naturaleza del efecto tóxico queda definida, en este con-
111i11t1N de una "I ... ] acumulación de excitación ( ... ] que [ ... ] texto, en un más o menos y, al mismo tiempo, por fuera de la
tramitación psíquica (en este mismo trabajo me referiré a estas
., Slg1nu'.1d Freud: "Tres ensayos de teoría sexual", en Obras
completas,
At11n11ort11 editores, Buenos Aires, 1993, vol. VII, pág. 197.
"S'rgmunc 1 F-rcu d ; "La mor.al sexual «cultural» y la nerviosidad "/6íd, pág. 107.
moderna", en
()/n,tt r1nnplctru, A,norrorru editores • Buenos Aires , 1993 , v o.¡ IX , · 167 . Sigmund Freud: "Manuscrito I", en Obras completas, Aruorrortu editores,
1

1 , , pag.
Slg1nu11d Frcud: "Sobre la justificación de separar de la neurastenia un Buenos Aires, 1993, vol. J, pág. 254.
rlf'lta1·111!1rn.do síndrome en calidad de «neurosis de angustia " e Ob
. n , n '
raJ comptetas,
111
Sigmund Freud: "La moral sexual «cultural» y la nerviosidad moderna", en
A1nono1111 editores, Buenos Aires, 1981, vol. IIJ, pág. ]07. Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1993, vol. IX, pág. 167.

22 23
neurosis con el calificativo de tóxicas para acercar aún más el
tóxico a lo ditecto e inmediato). Tempranamente Freud 11, 11¡1,1 '11 la cita se ofrece para delimitar el alcance de la
encuentra que los síntomas de las neurosis t6xicas no ,¡ 111, lót1 posible y no plena dentro del marco de la elección
pueden 1 , l,l�t<l y no corno un interés genuino de su parte.
ser descompuestos simbólicamente y, por lo tanto, el psicoaná-
lisis es ineficaz frente a ellos. El tóxico le permite establecer un I Indudable que aquí, como en algunos pasajes de su obra,
punto para diferenciar aquello que cada vez más será el 1 , wl 110 distingue claramente el objeto de amor del ��Jeto
objeto
de su interés, es decir, las psiconcurosis de defensa, aquellas en 1 11¡,¡1111al, algo que quedará resuelto a partir de lntroducacm del
las cuales operan los mecanismos psíquicos. ,, 1,¡'1111u. Sin embargo, resulta bastante claro que el
ensay� ,5e
Descarga o tramitación, actual o psicógeno, directo o 1111., 11 •n dejar indicado el borde ele satisfacción que la elección

mediación, ¿no parecieran ser los pares opositivos desplegados 1 11hjclo implica. Más allá de la ambigüedad res�ltante de
desde tóxico o psíquico? ¿No se constituye en este movimiento 11¡11,11c,· "amor a la bebida", casi acercando sus términos al de
1111 ¡,,inmnire, es el efecto de completud, la
el recurso al tóxico como una forma de definir el
campo del psi- �xpenenc1a de satis-
coanálisis en sus fundamentos? ¿No se nos aparecen los 1 1, 1611, que el alcohólico de esa frase pareciera conseguir.
proce- .
sos psíquicos como segregados desde los procesos tóxicos? Nuevamente, si la argumentación freudiana se encamina
¿El ¡111 lit la vida amorosa ele los sexos, el tóxico le permite pensar
tóxico no se constituiría más que en el límite de lo
psíquico y,
más aún, en el límite del psicoanálisis' 1111 recorrido pulsional en su mínima expresión: del bebedor a

El segundo lugar donde se evidencia esta función de con- ¡ 1 botella y de la botella al bebedor. Nadie dudaría q.ue la elec-
traste es en la vida amorosa de los sexos. Aquí Freud introduce , Ión ele objeto implica más mediaciones, sutilezas y nesgos. No
nuevamente un término que nos interesa. Cuando considera las �ólo las botellas no hablan sino que tampoco andan deseando
vicisitudes de la elección de objeto y la satisfacción que los seres 1,1·a11 cosa. ,
humanos pueden alcanzar en ella interroga la relación del bebe- Q izá hubiera sido interesante tener una char 1 a mas ¡ arga
dor con la bebida: "¿No es verdad que le ofrece una pareja satis- -,¡ 11 B�cklin, preguntarle por esa armonía y por lo dichoso ele

facción tóxica que la poesía ha comparado harto a menudo con su matrimonio, pero esto no es lo que cuenta en el camino ele­
la erótica y que también para la concepción científica es com- l'I<. ¡ o por Freud · Lejos ele interesarse por una clínica del alcoho-
,
parable a ésta? [ ... J Prestemos oídos a las manifestaciones de .
I'.rsrno, lo vemos abandonar el tema luego de haber extraído 1 o
·
nuestros grandes alcohólicos, Biicklin por ejemplo, acerca de su necesario: si la elección de objeto se encuentra en 1 as me di1ac10­
relación con el vino: suenan a la más pura armonía, el nes, el alcohólico es nuestro mejor ejemplo ele inmecliat�z.
po de un matrimonio dichoso", 21 arqueti­
Mínimo trabajo pulsional que basta con tener un almacen
El valor de esta cita no se encuentra en el alcoholismo cerca. A nadie se le escapa que el tóxico desde este costado es
por-
que, nuevamente, Freud descuida el tema. Evidentemente, el una de las versiones de la pereza.
alcoholismo no era de su interés más que en la medida Por tercera vez Freud apela a la función de contraste en El
que le
permitía avanzar en su razonamiento. La armonía que Freud malestar en /a cttltttra. Previamente intenta delimitar el concep-
to de felicidad que los seres humanos podemos alcanzar en los
21 términos del principio del placer. Recordemos algunas ele sus
Sigmund Freud: "Sobre la más generalizada degradación de la vida amoro­
definiciones: "Es simplemente, como bien se nota, el progra�a
b
sa (Contribuciones a la psicología del amor, 11)", en Obras
complet4S, Amorronu
editores, Buenos Aires, 1981, vol. XI, págs. 181­182. del principio del placer el que fija su fii� a vida. Este pnnc1-
pio gobierna la operación del aparato arurruco desde el corruen-
24
25
Es necesario acentuar el uso, en este contexto, de la deflni­
ob mismo; sobre su carácter acorde a fines no caben dudas no , 1611 directamente placentera porque, también ele esta forma,
o stante lo cual su programa entra en querella con el mundo
.
, ji¡ eud nos ofrece un contraste del funcionamiento del aparato
entero, con el macrocosm os tanto como con el microcosmos ,11\Í1nico. "Directo", es decir, inmediato, se encuentra en una
E·s a b s ;utamente irrealizable, las disposiciones del Todo -si,;
� li,11,ca oposición a indirecto y mediado, que es la caracteriza-
�xcetc10n-
lo �ontrarían; se diría que el propósito de que el ' li111 misma de la lógica ele las representaciones. Directo equi-
'cm º re sea «dichoso» no está contenido en el plan de la v tic a no mediado por las representaciones y, a través de esta
<e reación», Lo que e n sent1id o estricto
.. .
. se llama «felicidad» v(,1, a lo que queda por fuera ele todos los mecanismos asocia-
corresponde a la satisfacción más bien repentina de n .d d dos con ellas. Como veremos más adelante, si algo es directo no
retenidas, con alto gra d o d e estasis, . ecesi a es
y por su naturaleza sólo es H61o escapa a la elaboración de los mecanismos psíquicos sino
ibl e unfonómeno episódico. Si una situación anhela- como un límite al psicoanálisis. De hecho,
�os, �om_o q11c se constituye
ª Pº; e prrnc1p10 del placer perdura, en ningún caso se obtie- hcucl se encarga claramente- de establecer que el psicoanálisis
ne mas que un sentirnie n t o d e liigero b'ienestar; estamos organi-
. d d al sólo tiene validez y, por lo tanto, aplicación con aquellos sínto-
za os e t modo que s 61 o po d emos gozar con intensidad el 111as que admiten
una reconducción histórica, es decir, que fue­
contraste, y muy poco el estado"." 1·011 elaborados en palabras, en el contexto de la cita, "indirec-
una P á.gma mas' a d elante introduce aquella (a esta altura del tos". En aquellas formaciones directas el psicoanálisis no ten-
.. · d
�¡"�t: :) -�élebr.� frase respecto de los recursos para influir sobre dría aplicación.
g ru mo: El método más tosco, pero también el más efi- En lo que sigue ele El malestar en la cultura encontraremos
.
caz, para obtener ese influjo es el químico: la intoxicación No a Freud definiendo a la cultura cada vez más ceñidamente como
creo que nadie haya penetrado su mecanismo, pero el hecho es el objeto ele su interés. Sin embargo, fue necesario situar ini-
que ex1sten l su�:ancias extrañas al cuerpo cuya presencia en la cialmente el tóxico como el punto cero de la argumentación,
sangre y os tejidos '
11 os procura sensaciones
• directamente pla- como si el tóxico le permitiera pensar un recorrido pulsional en
centeras [ ... I' .23 su mínima expresión y su definición de la cultura implicara una
vez mayor de ese mínimo recorrido. Como si el
Si tiene alguna pertinencia la referencia al tóxico en este separación cada
l individuo, para ser alojado en la cultura, estuviera conminado
''.gar no es porque Freud vaya a ocuparse del tema en rofun-
didad, ele hecho no nos dice más qu e=. El -a=vor� el d Pal a cierto estiramiento del trayecto pulsional.
�-
t xrco es corno contrapunto del funcionamiento "normal" del Esta función de contraste se evidencia, nuevamente, en la
T.''.rnto psíquico. Una vez definido el principio ele placer en la argumentación del dolor. Este último parece no avenirse a las
n tcrnancra de estados, y no en lo constante , H la i n t oxicacion . . , es coordenadas que caracterizan al aparato psíquico. "¿Existe
'¡ ,1 conrraprue b a de ese aparato q ue so, l o pued e gozar con mten- . se coordinar con el fracaso de estos
algún fenómeno que pueda
Sic¡ ac 1 e 1 e l os contrastes. dispositivos? Creo que es el dolor'."
Una vez planteado el principio del placer, el dolor consiste
en la irrupción de grandes cantidades de Q y la imposibilidad
u Sign1und Frcud: "El malestar en la cultu " Ob
, ra • en ras completas, Amorrortu
1993
«lhorcs, Buenos Aires ',va. 1 XXI ,pag.76.
,. l", en 06nu co111pletn>, Amorrorcu editores,
!MI., págs. 77-78. H
Sigmund Freud: "Manuscrito
""G,oct 1 te 1 insta llega a advertirnos ue «nada e , díf . Buenos Aires, 1993, vol. l, pág. 35 l.
q, 76 E s mas 1 1�1! de soportar que
sucesión de días herrnosose" (/6'I'd.·• pag.
111111 . n nota al pie).
27
26
de una tramitación adecuada por la defensa. De esta manera, 11l urrir gue un estímulo exterior sea interiorizado, por ejemplo si
evoca la serie de analogías de "perforación" presentes en 11111ca o destruye a un órgano; entonces se engendra una nueva

htbibicián, síntoma y angustia" o la "hemorragia interna" y la [uentc ele excitación continuada y de incremento de tensión. Tal
"herida abierta" del Manttscnto G,27 figuras que sirven a Freud 1•1tl111ulo cobra, así, notable semejanza con una pulsión. Según
p:1ra aludir al acrecentamiento cuantitativo y continuo ante el Nt1IJt.!1nos, sentimos este caso como dolo,: Ahora bien, la meta de
fracaso del dispositivo psíquico para procesarlas. El carácter !'Ita scudo-pulsión es sólo el cese de la alteración de órgano y del

continuo evidencia el contraste con la discontinuidad plantea­ displacer que conlleva. Otro placer, un placer directo, no puede
da por el principio del placer -recordemos que lo continuo 11,111nrse con la cesación del dolor. El dolor es también imperati-
siempre se presenta en lo psíquico con cierto tono de gravedad vo; puede ser vencido exclusivamente por la acción de una droga
y que cuando no es posible introducir un proceso en la tempo- o la influencia de una distracción psíquica"."
ralidad, en aquella organización de los contrastes, se vuelve ¿En qué medida el dolor se acerca a la pulsión? Es evidente
inquietante. tp1e uno y otro término ponen en primer plano la cuestión eco­
La alternancia presencia ausencia, en la medida que consti- nómica. En ambos casos plantean el encuentro de la organiza-
I uye la marca de lo simbólico, implica que algo de ese proceso ción del yo con algo mucho más poderoso. Tanto el dolor como
ha podido ser ligado y, por lo tanto, el aparato psíquico puede la pulsión exigen un trabajo psíquico importante, sin embargo
vérselas en mejores condiciones. El rasgo de lo constante debe- 110 alcanzan a superponerse y esta es la razón por la que Freud
hn caracterizado al dolor como seudo-pulsión. Efectivamente es
e
da advertirnos de las dificultades del psiquismo para establecer
1111:1 ligadura más o menos propicia. El y los procesos de seudo, es decir, se diferencian en el punto en que, con el dolor,
angustia automática (para ponerlo en términos de Freud) pare- nadie puede hacer gran cosa; no se presta a la elaboración, a
, •11 escaparse de estas coordenadas de lo psíquico y de lo sim- diferencia de la pulsión, que puede tener diversos destinos. Si
bólico. Esta es la forma en la cual puede ser entendida aquella estos dos términos se identificaran todas las mañanas podría­
frnsc que dice: "El dolor es [ ... ] la genuina reacción frente a la rnos golpearnos severamente antes de comenzar las tareas dia­
pfrdida del objeto"." rias y esto debería funcionar como un energizante. Nadie duda-
La desaparición del objeto implica necesariamente un acre- ría que el estado de cosas es exactamente el contrario. Si algo
< intnrnicnto cuantitativo en virtud de que la energía ligada al nos duele disponemos de menos energía, tanto para amar como
nhjcJtO exige satisfacción. La pérdida del objeto deja sin elabora- para trabajar. Freud entiende que importantes montos libidina-
i!',11 o una importante cantidad de energía que ahora se presen- les quedan retenidos en función del órgano doliente y, en la
1,1 como dolor. Freud acerca el dolor a una seudo-pulsión en la misma medida, se empobrece la ligazón con los objetos.
mcdldn en que se presenta como una exigencia de trabajo, pero Ahora bien, si los mecanismos psíquicos se muestran inefi­
1i1n pnl'cicularn1ente intensa que no admite ser reprimida. "Puede caces frente al dolor se vuelve inteligible y objetivable el meca-
nismo de una cancelación tóxica." Lo imperativo de la pulsión
' SlunH11nl Frcud: "Inhibición, síntoma y angustia", en Obras completas,
1 '­
l111111rrorL11 editores, Buenos Aires, 1993, vol. XX, pág. 158.
"Sl!)IIIILUd Frcud: "Manuscrito G", en Obras completas, Amorrortu editores,
19
Slgmund Freud: "La represión", en Obras cQ1nplet1tJ, Amorrortu editores,
B11t'lno11 Aires, 1993, vol. l, pág. 239. Buenos Aires, 1993, vol. XIV, pág. 141.
;!U Sigmund Freud: .Escritos SQ6re k1 coca/na. Ed. Anagrama, Barcelona, 1980,
� Slf!llHHHI Freud: "Inhibición, síntoma y angustia", en Obras completas,
J\11u11•1nr111 editores, Buenos Aires, 1993, vol. XX, pág. 159. pág. 63.

28 29
se ofrece (con ciertos límites) a la elaboración psíquica mientras tóxico se presenta en estos textos como lo otro de la cultura. Las
q11c lo imperativo del dolor no acepta otra cosa que la eficacia exigencias culturales implican dejar de lado la satisfacción dircc-
del tóxico. En estos términos vernos aparecer nuevamente aque- tn y suponen la condena cultural de habitar en las mediaciones.
lla función de contraste de la argumentación freudiana. El El empleo de la función de contraste, la definición de los
dolor circunscribe, de este modo, el lugar del tóxico. rérrninos "directo" e "inmediato" y la califlcaci6n de "tóxicas"
Desde este ángulo, el tóxico aparece como lo otro del psi- propuesta para las neurosis actuales, bastan para afirmar que,
coanálisis, el punto desde el cual es posible segregar lo psíquico 1111 nque no explícita, Freud disponía de una teoría del tóxico.
con su legalidad propia. Es muy interesante que esta función de Que el maestro no se haya ocupado de un caso de toxicomanía
contraste se despliega en el comienzo mismo de textos como El n alcoholismo, y lo haya publicado, aunque sólo sea por razo-
111fllestar en la mltum, Introducción del narciJismo y So6re la mds nes heurísticas, es algo que por ahora escapa a nuestro entendi­
gmeralizada degradación de la vida amorosa. Algo así como un miento. Arriesgaremos, sobre el final, una hipótesis al respecto.
punto de partida desde el cual empezar a contar. Aún más, este Pero surge una primera cuestión. Que Freud haya elabora-
ejercicio argumental es efectuado por Freud en los márgenes do una teoría del tóxico no implica necesariamente que la
mismos del psicoanálisis. misma se valide en la clínica de las toxicomanías. De aquí en
El caso Schreber" le sirve al padre del psicoanálisis para más nuestro debate consistirá en poner a prueba la teoría freu-
mostrar la validez de sus argumentos en aquellas patologías en diana del tóxico a fines de poder precisar sus efectos en una clí-
las que no podría actuar la sugestión. Si las neurosis de transfe- nica psicoanalítica de las toxicomanías.
rencia no son capaces de aportar esa fuerza a la argumentación
es, sencillamente, porque son sensibles a la influencia del otro.
De tal manera, si Freud puede probar que en aquellas patologí- Elaboración psíquica
as no sugestionables se encuentran los mismos mecanismos psí­
quicos que en las neurosis de transferencia la teoría psicoanalí­ Propongo, para la lectura que sigue, invertir los términos de
tica gana firmeza y claridad conceptual. Las referencias de Freud, Si él propone al alcoholismo y las toxicomanías como
Frcud a las toxicomanías parecieran ocupar un lugar similar en contrapunto de las neurosis de transferencia, tomémonos cierta
la medida en que, siempre que las introduce, están al servicio licencia para conservar a las neurosis de transferencia en el hori-
de un argu1nento que sirve a las neurosis de transferencia. zonte de nuestra argumentación respecto de las toxicomanías.
Si tenemos en cuenta el lugar en el cual Freud introduce las ¿Qué pasa con las toxicomanías si tenemos a las neurosis de trans­
referencias a las toxicomanías o al alcoholismo podríamos pen- ferencia como el punto de báscula de nuestros razonamientos?
sar que éstas se rebelan como una de las contrapruebas del reco- Para explicar cómo piensa Freud el enlace de un sujeto a la
rrldo de la pulsíón en las neurosis de transferencia. Veremos más cultura es necesario considerar cómo se lleva a cabo la elabora-
ndclante que el término "directo", del cual Freud hace uso síste- ción psíquica.
mñricamente, bien podría ser la clave de todo esto. A su vez, el Ar6eiten es el verbo alemán que se traduce "trabajar". Freud
utiliza varios verbos compuestos para referirse a la actividad psí-
11
Sigmund Freud: "Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de para­ quica tales como aufarúeiten, metar6eiten, ttmar6eiten, durchar-
noia (Demenrla paranoides) descrito autobiogréflcamenrc", en Obras compl.etas, 6eiten y verar6eiten. Si bien los dos últimos disponen de mayor
A ruorrortu editores, Buenos Aires, 1981, vol. XII. peso teórico nos ocuparemos de verar6eiten porque es aquel que

30 31
es empleado por freud privilegiadamente, si es que de cuestio- 11 ¡ 11 t"{C11tación obsesiva o, incluso, un destino sublimatorio,
nes cuantitativas se erara, _cuando se refiere a la pulsión. h IIIJJl'C bajo el imperio del principio del placer. "La rransposi-
Verarbeiten es traducido" habitualmente, y a falta d e una , ii\11 ncontece más bien al servicio del principio de placer; la
palabra más pertii:'ente, por. elaborar". El prefijo verdesigna las lt¡ ,11,611 es un acto preparatorio que introduce y asegura el
consecuencias de ir muy hacia �delante (ya sea prolongarse tem- l 11 IJ icrio del principio de placer"."
poralmente o prog;res�r geograficamente) y junto con arbeiten l·:s indudable que verar6eiten constituye un proceso de liga-
expresa las ideas d.e asimilar, absorber, procesar, trasformar. Se 1'111.1..; y, de tal modo, encontrarnos en su funcionamiento las
utiliza, por ejemplo, para la transformación operada en una 1 11.1 .rcristicas de los procesos del Eros. No dudaríamos en afir-
fábrica: procesar 1,i. materia prima, modificar a través del traba- 111111· que una elaboración psíqulca más o menos adecuada nos

jo. La connotació!l que nos interesa es la de "una transforma- d ·Jn en mejores condiciones para actividades sublimatorias. Si
ción que extingue la forma. ant�ri�r del material" a la vez que 11<> es posible sustraerse de la satisfacción directa, es imposible
Verar6eil'11ng; com0 susta�ttvo, indica que se trata de un proce­ uvenirse a las coordenadas que la cultura propone para noso-
so y no de algo mo�entaneo. Por otra parte, al traducir eerar­ rros. En este sentido, verar6eiten consiste en un trabajo sobre la
6eitm por "elabor�.r se pier�en dos aspectos: la perspectiva de ex .iración exigido por el ideal que desde ese momento se pro-
"digestión visceral Y la de profunda transformación operad p 11e como recorrido pulsional.
sobre el material"!'. Esta noción evidentemente implica que n; El Eros retomado por Freud de la clásica versión de Platón"
sólo de representaciones se trata sino, fundamentalmente, de la consiste en lograr uniones progresivas de mayor orden, pero
Se. ;rata, por lo tanto, de un proceso de
energía puesta en j u�go: esto sólo es posible si las tensiones del aparato no rebasan cier-
transformación o asimilacwn de la acumulación d e esnrnu ' J os 1:t medida. El hecho que Freud no disfrute de las paradojas no
molestar o amenazar al yo.
que podrían impide que se las encuentre en su recorrido argumental. Es evi-
Freud utiliza e�te concepto oscilando entre los dos campos dente que lo sexual, reconocido como erótico, es un verdadero
heterogéneos definidos como lo represemacional y lo cuantita- obstáculo para que los hombres se junten en unidades mayores
tivo. Por un lado, las transposiciones son en relación con las puesto que el sexo implica cierta satisfacción directa que atenta
(privilegiadamente en los sueños y los actos fallidos) contra la cultura. Asistiremos al despliegue de estos razona-
palabras
pero, por otro lado, Freud también emplea el concepto cuando mientos en El malestar en la mlrura. "Por último y en tercer
piensa el recorrido � la energía de la pulsión. Posiblemente este
d
lugar -y esto parece lo más importante-, no puede soslayarse la
bascular de un sentido � otro se deba al espíritu mismo de la medida en que la cultura se edifica sobre la renuncia de lo pul-
pulsión como concepto limite Y como verdadera resolución a la sional, el alto grado en que se basa, precisamente, en la no satis-
heterogeneidad de es�s.dos campos. Evidentemente Freud pone facción (mediante sofocación, represión, ¿o qué otra cosa?) de
los conceptos al serv1c10 de la claridad clínica que necesita en poderosas pulsiones", 35
sus argumentaciones, de uno u otro modo, y el de elaboración
da: cuenta del rumbo alcanzado por cier-
psíquica le sirve par_a
ta cantidad de ex:citacton, sea una inervación corporal, una ­'1 Sigmund Frcud: "Más allá del principio de placer", en Obras co1nplet,1.1,
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1993, vol. XVIII, pág. 60.
Platón: El Si111pof1D, Ed. Credos, Madrid, l 989.
34
•z Luz Alberto Hanns: Dicci(lnario de rénniJ101 ale1111111e1 de Freud. Lo}}'
' 219 , le­ ­" Sigmund Frcud: "El malestar en la cultura", en O!,rnf t'01J1fJletllf,
Lumcn, México, 1996, pag. · Amorrorru editores, Buenos Aires, 1993, vol. XXI, pág. 96.

32
33
Vemr6eiten es, por lo tanto, una noción de mucha claridad l'nra entender la renuncia que la cultura exige es necesario
clínica porque en la doctrina freudiana propicia un dominio de 1,, ,11d:1r la diferencia entre el objeto de amor y el objeto pul-
la excitación coordinado con las exigencias culturales. La elabo- ir 111111. Preud reserva el término amor para la relación del yo
ración psíquica conlleva una profunda transformación de la , ,¡11 los objetos, excluyendo de este modo a la pulsión.
energía en función del Ideal. Pero Freud insiste en la obstina- 1 ,•tt)l'(lcmos que"[ ... ] los vínculos de amor y de odio no son
ción de la pulsión, en la viscosidad de la libido a la hora de este ,¡ill •nbles a las relaciones ele las pulsiones con sus objetos, sino
proceso que, evidentemente, sólo es posible a costa de mucho qllP
' d e 1 yo­tota 1 con l os suyos" . "
están reservados a la relacion
displacer puesto que nadie resigna (si es que se puede decir que Si bien el amor encuentra sus fundamentos econ6micos en
acaso algo se resigne) la satisfacción y, mucho menos, de buena l I p111sión (no olvidemos que el narcisismo y, por lo tanto, el yo,
gana. La cultura se encuentra, así, con serias dificultades en este , 1 1111a colocación libiclinal), Freucl separa el objeto amoroso
proceso; edificarse sobre la renuncia nunca podría ser una tarea <1>1lstituido en términos de totalidad y narcisismo del objeto
sencilla. p11lslonal referido a la parte más que al todo.
Por otra parte es necesario contextuar esa renuncia en fun­
ción de la fijación pulsional. En PuÍfiones y destinos de p11kiJ,r6
Freud atiende a dos cuestiones respecto del lazo de la pulsión con C: , reunía de la madre
su objeto. En primer lugar, el objeto es contingente en la medi-
da en que no se encuentra organizado por determinaciones bio- En los términos del complejo de Edípo y el complejo de
lógicas. En segundo lugar, una vez que la pulsión se enlaza al I ns1nción, la fijación de la pulsión al objeto se da en el marco
objeto se produce una fijación: "Un lazo particularmente íntimo de la relación con los objetos parentales y, desde allí, la cultura
de la pulsión con el objeto se acusa como fi.jacitfn de aquella"." NC elabora como una serie de sustituciones posibles, una serie de
Es posible definir al objeto en términos cuantitativos como aquel elaboraciones psíquicas posibles. "Las exigencias pulsionales,
que reduce la tensión y aunque si bien en un principio tiene con- t•sforzadas a apartarse de una satisfacción directa, son constre-
tingencia y, por lo tanto, variedad, una vez que la tensión se nidas a internarse por nuevas vías que llevan a la satisfacción
redujo en el encuentro con un objeto éste ya no podrá ser con- rnstitutiva, y en el curso de estos rodeos pueden ser desexuali-
tingente ni variable. Más aún, no sólo no podrá ser cualquiera tn.das y aflojada su conexión con sus metas pulsionales origina­
sino que de ahora en adelante deberá ser el mismo. Para definir rlas. Con ello anticipamos la tesis de que buena parte de nues-
este lazo Freud apela al término de "exclusividad" acentuando tro tan estimado patrimonio cultural fue adquirido a expensas
que, cuando de fijación se trata, es ése y no otro el que se sitúe de la sexualidad, por limitación de unas fuerzas pulsionales
en el lugar del objeto. ¡No es de otra cosa de lo que nos hablan sexuales". 3?
nuestros pacientes! Ese� es la tensión primaria entre la pulsíón y Esta extensa cita propone circunscribir más claramente el
la cultura en términos freudianos. La cultura deberá prometer sentido que tiene para Freud la satisfacción directa que hemos
mucho para que esas fijaciones se elaboren más sutilmente. considerado antes. Si la cultura puede ser pensada en términos

}(( Sigmund Freud: "Pulsiones y destinos de pulsión", en Obras completas, '" /6/d, pág. 132.
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1991, vol. XIV. n Sigmund Freud: "Esquema del psicoanálisis", en Obras completas, Amorrortu
JJ /6íd., pág. 118.
editores, Buenos Aires, 1993, vol. XXIII, págs. 202�203.

34 35
-
pulsionales es necesario considerarla como la serie de mediacio- rntll, sofisticado y, sobre todo, indirecto. Pero es necesario
nes y sustituciones posibles luego que la satisfacción directa con 11•rnrdar que para Freud todo esto no es posible sin una tasa de
los primeros objetos haya sido interdicra. Las exigencias pulsío- •,11 l,íacción directa.
nales son esforzadas hacia otros rodeos y es en ese recorrido Una madre puede propiciar este rodeo ele sustituciones, es
donde puede tener lugar la cultura. ta satisfacción directa con de .lr, puede propiciar una satisfacción indirecta con su hijo
la madre queda en suspenso y, en la medida en que se pueda p •to también puede rechazar la mediación. Puede dejarse sus-
mediatizar esa satisfacción, el enlace con la cultura será cada vez 1lutir, pero también puede negarse a ser sustituida. Si un niño
más sofisticado. Freud se encarga de acentuar que hasta las suti- I lene a su disposición la posibilidad de transponer exigencias
lezas más finas son elaboraciones de algo inicial, inmediato y pulsionales obteniendo buenas notas en la escuela primaria, en
directo. No retrocede ante lo escandaloso de sus ideas, que 1{,nninos freudianos podríamos pensar que ha podido ligar
hasta la ética y lo religioso -las conquistas más sublimes de la , lena excitación en su origen sexual hacia metas desexualizadas.
humanidad- deben su origen a exigencias pulsionales de esta Sl11 embargo, no por ello deja de tener lugar cierta satisfacción,
índole. uhora indirecta, mediatizada en un placer narcisista (vía el yo
La Verarúeinmg. así, implica el alejamiento del recorrido Ideal) y de aportar una cuota de satisfacción indirecta jugando
pulsional hacia metas más elevadas y ya muy tempranamente II ser el falo de la madre. Si algo ha sucedido en este movi-

Freud propone que este proceso se realiza en función de ciertos miento es que la pulsión ha, por así decir, extendido su reco-
ordenadores que también pueden ser pensados en términos rrldo obligada por la operación del Ideal del yo.
pulsionales, El asco, la vergüenza y la moral," en ese orden Observemos que la estrechez del recorrido pulsional, en lo
(podríamos sugerir oral, escópico y fálico), implican para Freud que Freud define como satisfacción directa, se ha desplegado de
las formas privilegiadas bajo las cuales la pulsión sexual debe wl forma que enlaza, vía el narcisismo, al objeto, ahora media-
aflojar su nexo con las metas y los objetos originarios. El corn- l izado, vía el Ideal, en la cultura. Cuanto más la pulsión haya

piejo de Edipo ocupará un lugar central en la teoría en la medi­ "trabajado", es decir, haya sido esforzada a alejarse ele la satis-
da en que le permitirá ceñir más acabadamente, y bajo la forma facción directa, más realizada, sofisticada y exquisita será la
ele un operador lógico, el punto sobre el cual es posible ordenar relación de un sujeto con la cultura. A diferencia de la realiza-
el campo pulsional, ción alucinatoria de deseos, la Ventrhitttngsupone el trabajo y,
Este punto virtual que opera extendiendo el recorrido de la por lo tanto, ¡la transpiración!
pulsión es precisado por Freud como Ideal del yo. En este sen- Volvamos a las toxicomanías. Existe una recurrencia
tido, lo directo (incestuoso) es resignado por la presión del imposible de soslayar en los decires de pacientes toxicómanos
Ideal. "Así como el padre te es lícito ser"," señala una forma en (y no sólo en los decires) que, a falta de una definición más
In cual el polimorfismo inicial de la pulsión puede ser orienta- feliz, vamos a referir a ella como "la cercanía de la madre".
do, 1 ropiciando que el encuentro con el otro pueda ser más Aún con la petición de principio de la singularidad del caso
por caso resulta tan llamativo como ruidoso el hecho que los
111 objetos originarios de muchos pacientes toxicómanos parece.n
Sl�1nund Freud: "Tres ensayos de teoría sexual", en Obras completas,
sencillamente haberse negado a la posibilidad de ser sustitui-
J\111or1or111 editores, Buenos Aires, 1993, vol. Vil.
O
Sig1n11nd Frcud: "El yo y el ello", en Obras completas, Amorrortu editores, dos.
B11011ns Aires, 1993, vol. XIX, pág. 36. Pero consideremos previamente una objeción posible. Es

36 37
­
sign.ifl_cati-
claro que en el Edípo la función de sustituir (en la lectura de ' , h Jt· se encuentre desamarrado de la dire�ción
. 11 · 1 " E n muchos pacientes. roxicoma-
Lacan, metaforizar) queda asignada al padre. No se trata más t '\II<' pcnn1te e azo socia. .
advertir un punto en el cual no ha sido. res1g�a-
que de posibilitar cierto deslizamiento hacia otra cosa más allá " , 1 posible
1, 1 IL11't:\ cont1nu1id a d con 1 a ma r
. d e como si la satisfacción
de la madre. La metáfora del Nombre-del-Padre" propuesta por 1 •

Lacan intenta formalizar en términos extraídos de la lingüística 1111 l lit con la madre, mencionada
anteriormente,. no hubiera
este movimiento descripto por Freud. En la consideración de la 1ol11 11handonada en una buena medida, pero sin que esto
proximidad de la madre en los decires de los pacientes toxicó- l111Jtlil¡11c existencia de fenómenos psicóticos. . .
manos corremos el riesgo de quedar presos de ciertos esquema- U11 paciente consulta luego de varios ep1Sod1os de su vida en
tismos según los cuales esta imposibilidad de sustitución pare- !11, , unlcs termina "destruido" por el consumo de drogas y aleo;
ciera indicar la inminencia de una psicosis. Podría ser, pero no 1 •• ,l. Me dice que las veces que tuvo algo importante se encargo
necesariamente es de lo que se trata en estos casos. ,h perderlo. Si en algún momento logró obtener un buen trab�-
En este punto es donde se sitúa una de las dificultades con ¡,, l'�t.nble, a los pocos días encontró la forma de que lo despí-
las que se han encontrado los analistas que dedicaron su apues- .11 ,,.111; si en otro momento ahorró el dinero nece�ano para corn-
ta a las toxicomanías. La tentación de establecerlas como una una camioneta, a los pocos días encentro la manera �e
11111rsc · le gustaba se fija-
posición del ser en la estructura fue muy fuerte para algunos tl i.¡1ro1.,.'lrla contra una pared ; si una m ujer que .
11'1 en él, se las arreglaba para desilusionarla. Al tiempo refiere
que intentaron postular mecanismos psíquicos específicos."
Para otros, el saber sobre el goce al que parecieran aludir estos • 110 puede soportar las visitas de su madre puesto que lueg�
!Jll m:ses mas
pacientes, en los términos de poder precisar claramente las con- dr Intensas discusiones él termina "recaliente". Unos
an�s dor­
diciones en las que irrumpió en el cuerpo, además de cierta pro- mrdc, a partir de un sueño, me dirá que hasta los tr�cey!º
clividad a desafiar los agujeros que provee la anatomía, los acer- 111fa las siestas con su madre, que ella apenas se vesna calen-
có a pensar a las toxicomanías como una perversión. Otros, ll\ba" de diversas formas. A esto le sigue un relato segun el .cual
seducidos por la autoridad como principio de codos los princi- RII madre Y su padrastro
lo incluyen en escenas sexual�s de diver-
hab:r part1c1pa�o. en
pios, tomaron una única frase, suelta y desprendida (de la obra •·' índole. Se acusa de "degenerado:: por
de Lacan en este caso) y comenzaron una deducción mucho estas escenas y, en especial, haberse calentado con ella. U111ca-
rruis fiel a cuesriones doctrinales que a la clínica." Otros, más
nicnros a las vicisitudes de los tratamientos con pacientes toxi- .;1 Las operaciones de alienación y separación, que Jacques Lacen de�plie�
Porición del inconciente, han servido como �efere�c1as_ reo-
rón1anos, se atrevieron a sostener ciertas ambigüedades. en su Sen11i1drí0Xly en
. · tdea de una continuidad neurosis­pcrvers16n­ps1cos1s ha
Retengamos por un momento la idea que, en el decir de un neas para quienes ¡ a 6 ·, di. {
. encuentra en la frase final de oemon e.
rcsu I ta do msosreru'ble · Silvia Amigo
511
d
puclcnre la madre pueda negarse a ser sustituida y, no por eso, . 'o una forma original de lectura que le permite dar cuenta e razones
.fl')b, . · · ·
de escas presentaciones e nucas
\' · Oacques
estructura 1 es para 1 a n'ormali ación
2
conce1J/O.!ji,1ndnmentPÍe.1 r¡ · dli ·
e · · V[· Los cuntro at'. p11con11 t.ftJ,
Lacan: .ci r,1 .Jem111nrto, Lióroº" A•· r . . ,,
P. l 993; Jacqucs Lacan; "Posición del 1nconc1entc , en
u jaCtJUCS Lacan: "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de Ed . atldó s, B u cnos Aires, . 1980· J es Lacan:
Veintiuno editores, Buenos Aires, • acqu .
nscraos 2 , Siglo
rr, ·,
lw. p•lt..osls", en Ecn"ru� 2, Siglo Veintiuno editores, Buenos Aires, 1987, pág. 539. f di�a�o " ,��
i• Pcrunndo Geberovich: Un d(J/or il-re.1/f11ble, Ed. Letra Viva, Buenos Aires, "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente "" •
r..,.,, ES 1

l'l•IH. EJ·H, 0,
. ' 2 • Siglo
Veintiuno editores, Buenos Aires, 1980; Silvia Amigo:
" u ·'
un límite t!n la fiarma zzacton, om H o
a�a -
apiens
II
AAVV: Sujeto, gQCe ymodernidad. Toxicomanía y alcoholismo. Fundamentos sis en 1 os b or d es , en Bo.,.J., ,'4 ..
b • •

,I, 111 rllnlflt, Instituto del Campo Freudiano, Atuel, Buenos Aires, 1993, vol. 2. Ediciones, Rosario, 1995).

38 39
-
ber hasta sus datos ele filiación.
, 11h 111 tli!kultades para s_a
mente el consumo de tóxicos, principalmente de alcohol, pare- . , 1 quién es e l pa d re d e su hi¡· 0 ' muchos
ciera atenuar estas acusaciones. Resulta claro así en qué consiste "' ul1t• es quien sena a .· dificultades para
. dan cuenta d e senas
la "destrucción" que en este caso tiene lugar. Cada vez que el 1 111 • toXIC 6 manos . . Madres que
1 h dado cest1mon10 por e 11 os.
paciente logra cierto atisbo de virilidad, es tan cercano el recuer- 1
1111 llJI\I ore aya · " , padr·es evanes-
d e ¡ a ve1cz
"1
111,L111HI tcn1p_raname d nte,_ ;lijos
do de lo incestuoso que se le vuelve intolerable. frecuentes como para no ser
Otro paciente consulta luego de seis meses de la muerte de su i11t • NlHI ténn1nos ernasta o
madre, Dirá que ella era todo para él, aunque a sus cuarenta años ul•ht"I cu cuenta. . necesario articularlo en tér- ,,
de edad tenga ocho hijos con cinco mujeres distintas. Desde que 1 1� ¡>unto de contmu1id a des l ,
damos avanzar un trec 10 mas en
su madre murió todo perdió sentido para él. Ella era quien le , 111111• 1rnlsionales para qu l e po no implicara la
1 . , Como si e recornid o d e la pulsión
organizaba la lista de los cumpleaños de sus hijos y sus mujeres, 1 11
1 ' ' 11 cion. h bi a ale] ado de sus metas
sabía qué regalos hacerles a cada uno, y quien los juntaba con la 1 1 brl1t11¡g y, por \ O t an to ' no se u ier
pasta de los domingos. Unos meses después me dirá que su • 11! -tos originales. . o uestos or Freud, es la ver-
madre no sólo cubría sus infidelidades con una sonrisa sino que, ¡,f incesto, en los cérm111os pr P d. P I madre en
. il . d d a satisfacción irecta con a '
muchas veces, festejaba su poligamia. Es claro que ella aceptaba a t,111 pnv1 egia a e un la forma más clara en
. f'lica En este sentlid o, e s
todas estas mujeres a condición de que él no se quedara con nin- l 1v,• l 1 e 1,ogica a . . esta-
! d definida 1 a conunu idad que queremos
guna. También con una sonrisa me dirá que está casado con su l 1 <lHl pue e ser durmie-
, escuchar re I atas de pacientes que
mamá, que ella es lo más grande que hay, y me pregunta cómo 111, ,•r. Es frecuente b I hasta la pubertad, inclu-
no iba a cuidar de ella cuando estuvo enferma (le ahorro al lector 11111 consuma re, su
d padre o su a . uc a tener un
t , encontraron serias ¿·f,cultades
1 1
para
d
las escenas de cómo él la bañaba y la cambiaba diariamente). 11 111:is aun, que . . que ca a
la distancia Y 1 a innirnidad puesto 1,
Cabe señalar que este paciente consumía todo tipo de sustancias, h,¡1,,tr que respete dí e rcia fue , muchas veces, severa- DI
incluso por vía endovenosa, desde sus catorce años. t111c11to de incren1entar esa is ai
Por último, varios años atrás, otro paciente consulta para 111 .utc interrumpido. d. mática donde se amal-

dejar de consumir alcohol y psicofármacos. De esta manera se Si bien el Edipo es la orrna pdara. igque no podamos pensar
la ley no quiere ecir
le aliviaba "la cabeza", según decía. Bajo ese efecto dejaba de n,1n1an e I sexo y .' , orales, anales o
. id d mcestuosas en ter minos
sentir el peso de "las malas cosas que hizo". Más tarde me dirá �·aas cont1nu1 a es . darse e11
. f: ión directa con este otro puede
que rres años antes volvió a encontrarse con su madre, a quien t•scopicos. L a satis acc e ' en la mira-
d I I" d d en ,antasias de devoración '
110 v ·ía desde sus trece años. Luego de un tiempo de conviven- el campo e a ora 1 a . cuando era mirado
la, según me dice, una noche ella se pasa a su cama. Él la insul-
· te decía sentirse era nsparente
1e a ( un pacten d .
al cuando el dominio implica igitar
111, le grita que está loca, que cómo va a hacer una cosa así; ella por su madre) Y en lo an_ '
' irnia act1V1dad. .
,,·,pn11cle que, con su forma de mirarla, él la confunde. A la hasta 1 as mas n l t ada es que parecieran ser
"'111111\a de esto, ella vuelve a aparecerse en su dormitorio. El La cuestión que merec: ser P an e no han
. id d erogenas, por s upuesto ' que
d,•m1bce no es del todo previsible. Me dirá que en esa ocasión zonas de cont1nu1 a ' se alejen de lo
stas en metas y o bjetos que
J "h lzo nomás" y que lo siguieron haciendo durante unos dos podido ser uanspue ' . en los decires de estos
. d. asr como st,
IIH'lt's purgue a ella le gustaba y a él. .. también. originario Y rrccto. Algo . puntos de erogeneida .
d
t , ramos importantes
En muchas ocasiones esta cercanía tiene su correlato en una pacientes, encon ra O ·ginario por objero. Se evi-
idl'llt klnd negada. Es muy frecuente el relato de pacientes que no cedidos que conservan a tro ort

41
40
dencia que no ha sido posible mantener una buena distancia. , ¡11 • puede indicarse en esas cercanías. Con los disfraces hetero-
Es frecuente que madres de pacientes toxicómanos revisen f 11 ·us de la vagancia, la impotencia o el escándalo, lo que se
las pertenencias de sus hijos, amparadas quizá en una preocu- ,u 11lt.1 muchas veces es lo ominoso de esos encuentros.
pación socialmente compartida. Estas requisas atestiguan las 1, l1!11iiflcar estos puntos de continuidad se constituye, a mi
dificultades para encontrar un espacio propio de intimidad y 1111c11der, como un elemento de mucha importancia clínica.
son el correlato de la continuidad que intentamos definir. No puede sorprendernos que, en la medida en que los tra-
Madres que miran sin límites claros, que huelen ropas, tocan y r uulcntos analíticos se encaminan y estos puntos de continui­
besan con demasiado poco pudor en nombre del control y la ,1,,d empiezan a ser elaborados, paciente y analista se encuen-
vigilancia por el supuesto bien de sus hijos. Madres que con II l'II con una resistencia adicional: la de los familiares.
dedicación exclusiva se esmeran tiempo completo porque sus Pero no sólo en los decires de los pacientes, para lo que más
hijos dejen el ámbito de las drogas, aquel único lugar en el cual 11 111!.:HOS estaríamos preparados de antemano. Darle dinero a su
no han podido ejercer su dominio. 111)0 para que compre cocaína y marihuana no le impidió a una
Es muy interesante en qué medida la "propaganda" de la 11111clre hacer codo lo posible por "retirarlo" del tratamiento por-
droga, particularmente todo el imaginario constituido (a veces, 'l"c seguía (cada vez más esporádicamente) consumiendo. Ya
fomentado por discursos médicos, religiosos, legales y ¡hasta ,.tbcmos por Freud que quien acepta la apuesta de un análisis
psicológicos!), disfraza la continuidad que intentamos precisar. ,lpbc aceptar la posibilidad de incumplir el encargo de sus fami-
¡Vale todo en nombre de la lucha contra las drogas y usted, llnrcs." ¡Pero es que, a veces, estos encargos se nos presentan
señora, tiene que saber de su hijo hasta cómo huelen sus calzo- 1,111to más intensamente! Tampoco puede sorprendernos que la
nes porque allí, los adictos, ya se sabe ... ! 1,wyor parte de los análisis de pacientes toxicómanos impliquen
Muchos tratamientos actuales de toxicomanías insisten en ellvorclos o distanciamientos familiares de importancia, corno si
atender más a las quejas de los familiares que a las palabras de los r�tos fueran intentos de responder más o menos elaboradamen-
pacientes. Desde aquel slogan clásico forjado en los hornos de lc a esa falca de distancia.
las primeras comunidades terapéuticas, "los­adictos­mienten", Se nos dirá que la neurosis misma también consiste en no
parece habérseles retirado no sólo el valor de sus palabras sino haber cedido algo del goce en relación con los objetos origina-
también la vigencia y el ejercicio de algunos derechos constitu- I los. Pero lo que intentamos establecer, como veremos más ade-
cionales. No es necesario entrar en detalles sobre la crueldad que l1111te, no es sólo una cuestión de intensidad.
en esas instituciones se ejerce en función de la recuperación­de­
las-drogas. Limpiar los baños con un cepillo de dientes, cavar
pozos para que quien lo hace pueda quedar enterrado o llevar un Promesas (falta de gesto propiciatorio)
cartel agraviante durante meses colgado del cuello pueden servir
de muestra. Pero lo más llamativo es la pasividad con la cual Si la satisfacción directa con la madre se suspende no sólo
estos pacientes se han entregado a este tipo de prácticas. se debe al aspecto proscriptivo de la encrucijada edípica sino
Con la misma frecuencia se evidencia en los decires de
pacientes toxicómanos la docilidad con la que se allanan a esta
·� Sigmund Freud: "Sobre la psicogéncsis de un caso de homosexualidad
continuidad con la madre. De hecho, si todo esto merece ser femenina", en Obr11.1 cr1111pleta.t, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1993, vol.
planteado no es por otra cosa que la comunidad o el encuentro xvm. pág. 144.

42 43
­
también a que desde esas mismas identificaciones se habilita 111 ¡11mk. Tampoco está de más sugerir la afinidad de este slogan
una satisfacción indirecta posible. Ya Freud se encargó de acen- <1111 las condiciones impuestas por el empuje de la globaliza-
tuarlo de diversas formas: ninguna satisfacción se abandona de , Ión, el horror económico, en lo particular, de un país donde
buena gana. El marco del Edipo, por lo menos en los términos ,il iunda la falta de destino para una gran parte de la población
normativos freudianos, propone una prohibición y al mismo 1•xd11ida de la cultura del trabajo.
tiempo una habilitación: "Así (como el padre) no ée es licito ser": La sobredosis de tiempo pone en primer plano la falta de un
''.Así (como el padre) deúes ser"." De tal modo, en las neurosis 111·sto propiciatorio que ancle al sujeto en la cultura, un gesto
de transferencia, el Edipo prohíbe y posibilita, interdicta y, a su q11c se extraña en muchos pacientes toxicómanos si tenemos en
vez, facilita.
l ucnta las neurosis de transferencia. Encontramos claramente
Pero ¿qué pasa si esta habilitación no se cumple? ¿Qué suce- que estos pacientes no son causados a la cultura. Nadie festejó
de si el Ideal como ordenador no puede ser claramente segrega- 1111a buena nota en la escuela, un gol de inedia cancha, una prí­
do> ¿Qué pasa si no es posible la satisfacción en esas mediacio- mera novia o una amistad. Tampoco nadie se inmutó cuando
nes? ¿En qué consiste vivir sin la promesa de esa satisfacción quisieron dejar la escuela secundaria o cuando repitieron por
mediada>
tercera vez cuarto grado. Todo pareciera haber transcurrido sin
Un sujeto no sólo debe estar habilitado para obtenerla, tam- pasión. Las identificaciones proponen un "corno quien ser" y,
bién tiene que haber sido "propiciado" por alguien para que
por lo tanto, sugieren una forma de regular la satisfacción indi-
esas vestiduras permitan un rasgo simbólico­imaginario que e.nido de qué forma ésta puede ser obtenida. Al mismo tiempo
ande el ser, una satisfacción pulsional y un placer narcisista. Si 1011 aquellas que facilitan un destino posible.
en el recorrido de la pulsión no se propone una transposición Si la habilitación no permite atravesar la puerca de entrada
que articule la satisfacción en la zona erógena, el placer del yo de la casa natal no es posible una satisfacción mediatizada vía el
Y un objeto en el Otro vía el Ideal, no se extienden las amarras Ideal del yo, por lo tanto, no existe una promesa de goce más
del sujeto a la cultura. No olvidemos que hasta la más sofistica- ,,11:í de la madre. Las dificultades de muchos de los pacientes
da de las actividades culturales, hasta la sublimación más exqui- toxicómanos para sustraerse a esas cercanías son evidentes,
sita "se hace" con la pulsión.
tumo si nada pudiera ser recortado con algún brillo que pro-
Si la satisfacción no se abandona de buena gana, mucho nieta una satisfacción indirecta posible. Muchas veces las cues-
menos a falta de una promesa semejante. La sobredosis de tiem- tiones imaginarias que impregnan las internaciones en comuni­
po implica un horizonte desierto de propuestas de satisfacción lndes terapéuticas, fugas o la cárcel misma, obedecen más a la
indirecta, como si ninguna vestidura hubiera sido Jo suficiente­ necesidad de suspender esta continuidad con la madre que a
mente confiable o hubiera estado propiciamente facilitada. 1111a necesidad ele aislamiento o a una verdadera vocación delic-
Desde esta perspectiva es posible vislumbrar el surgimiento tiva.
de movimientos sociales como los j,mkies o los punk. No hay El tóxico se propone, en muchas ocasiones, como un inten­
forma más lacónica de definir la sobredosis de tiempo que el no to de conseguir esa distancia necesaria y tan reticente. Muchos
}itétl!c' propuesto (si es que es una propuesta) por el movirnien-
pacientes refieren que el único lugar en el cual sus madres no
intervenían era en el ambiente de las drogas. Es muy sugerente
H Sigmund Frcud: "El yo y dello", en O/;r,7Jco>11plet11.r, Amorrortu
editores, cierto uso del término "consumo" extendido en el ámbito de
Buenos Aires, 1993, vol. XlX, pág. 36.
(denominación tan problemática como adoptada por ellos mis-

44 45
-
erar sobre el alto valor económico
rnos ) " ex­a diretos " . S e re freren a « consumo" como si• ruera
e un 11111< !\mente podamos exag • l intolerable! Pero el
lugar en el que en algún momento estuvieron. Un paciente 1 \ ,onar; ¡la vida sin el sueno se vue ve
. la clave del asunto.
puede decir, por ejemplo: "En esa época yo estaba en consu- I to 110 pareciera ser . ' cual en los sueños
" . ó de Níerzsc h e segun la
mo", como si hubiera estado en Córdoba o Australia. En el A la ntirmaci n . . "" cabe oponerle la
b 1 auténticos arustas
decir se desliza cierta referencia topográfica, como si fuera el ,,¡¡\os los horn res sor haber sido interpreta-
id . ión: "A'un d esp ués de
intento de establecer un lugar por fuera de las coordenadas l¡ 111 .utc consi erac . privada,
e 1 sue •• o e s una expresión
s:
. . to .
maternas. ,¡.,, "º deja de ser cier que d l cual le falta la media-
l d d del escanso, a a .
Burroughs hace uso de este recurso cuando sitúa el aconte- I" 1dlda en a so
l e a . , d l se11tido a un matena l
· l ·
111 corporacion e
cer de su libro en /nterzone, una especie de mundo separado, 11 u del tra b a¡o, a n en suma,
. ión de este sentíid o a u público '
con leyes caprichosas y tambaleantes en el cual se desarrolla la .luru, la comun1cac1
1
. ia hacia una nueva com-
acción inquietante de sus personajes, un universo paralelo y dis­ I poder de hacer avanzar a concienc
continuo donde las formas simbólico-imaginarias pierden la
·, d ' ísma". 50
• ,
l'lt\l�ton e si m en la diferencia entre elaborac1on y
b sugerente encontrar . d de los deseos
razón de la mmort alid
consistencia que las caracteriza.
' d d I a
La verdadera paradoja del consumo de drogas como inten- 11,1ll·wcion la ver a era . Es que, efectiva-
. al tas e 1n d estructt"bles"
·
to de separación es que la alquimia no es más que transitoria y, 111fa11tiles, síempre er , ·la no se ha
,
•ntc, so 1 o se han
realiza d o en e l sueno y ' pulsión
en la medida en que el tóxico no logra una elaboración psíqui- 111
ca eficaz, las cosas al día siguiente están igual o peor que el día vlsro obligada al trabajo! l:tnnttkon se acerca a la rea-
ió n d e l Ju
, id la
En este sentl o, operaci
anterior. La operación del tóxico no implica un trabajo de la . elaboración pu I -
. . d deseo y se a l e¡a d e la
pulsión y, por lo tanto, se acerca más al carácter alucinatorio llwción a l ucmatona e d como una separación ter-
descripto muy claramente por Le Pouiichet." Sólo resta con- lonal. Entonces, lo que se preten e .
f so· más de lo mismo.
cluir que el planeta "consumo" deja, todas las mañanas, irreme- 111ina sien d o un raca ' l intoxicándose. Por
. t ar o· na diie se separ·a
diablemente, su lugar al principio de realidad. Es necesano acen u . 1 de marcar un antes y un
. , de acto en e sennid o
Si podemos acentuar la diferencia entre la alucinación y el rn:ís pretens1on ' sustancias, en fun­
. t el consumo d e algunas
recorrido pulsional como elaboración psíquica es porque en la después que rev�s e ... 'ricos más o menos colectivos, no se
primera no ha habido trabajo de la pulsión. El carácter aluci- ción de ciertos ntuales 1111cia . lograr una
. ele permitan a es tos pacientes
natorio del sueño podrá aliviar las cargas de tal manera que per- 'rata de vesti d uras qu . e es posible pensar en
.' l distinta. E s cierto qu . d l
mite al durmiente seguir soñando, pero no por eso la pulsión se scparac1on e ara Y 11 en el circuito e. a
., quienes encuentra
ha esforzado hacia los objetos. El sueño puede ser una realiza- cierta separac1on en orno cal permite cier-
un rasgo que los representa y que, c '
ción alucinatoria de deseos, pero no por eso el sonante ha movi­ clroga
do un dedo para que esos deseos se realicen. Freud podría haber
soñado todas las noches aquel sueño de la placa donde se expre- di' B'blioteca Edaf, Madrid,
49 Fricdrich Nietzsche: El f!t1CJl11ie11to de 111 trnge. ,11, l
saba el reconocimiento a su descubrimiento pero si no dispen­
saba arduas horas al trabajo durante tantos largos años, ni el 1997 • pág. 59. �11: de Ias interpretac1011ef, Fondo de Cultura
so Paul Ricocur: E,"1' con;,,cto
reconocimiento ni la placa hubieran tenido su lugar. Económica, Buenos Aires, 20.03. . , d los sueáos", en Obntf co,11pletdf,
�1
Sigmund Freud: "La ,nterpretacton I eV , 569
Buenos Aires, 1993, va . , pag. .
41
Sylvie Le Poulichet: Op. c-it., pág. 52. Amorrortu editores,

47
46
­

Es usual el relato de pacientes


to anclaje del ser en esos términos. Pueden, de esta forma, Nólo con I os birene s propios. f ·1·
1111
11 \11 han empren di1 d o con
las pertenencias de sus ami iares y
encontrar cierto lugar en la cadena de ventas y extraer de allí · I' bié N
cierta satisfacción. 52 1 . 1 1 rimero que encu e,,tren en su camino tam 1 n, . o
L

El modo en el que muchos pacientes toxicómanos intentan ,v,


, 1111 l'i e e p
ll
L�
'1
solamente d e cues '
tienes relativas a la delincuencia
1 .d
vérselas con esta continuidad con el Otro es una verdadera ver-
'
• ue más llame nuestra atención no sea a evr . ente
1 1111,. o q .
. ión d e 1 a 1 ey sino e 1 poco
valor que pueden revesnr los ,
sión de la pereza. A veces escandalosa, a veces en silencio, por 11 lll'[\'CSI . l d "La droga produce una fór-
impotencia, cobardía o irresponsabilidad, muchos de estos tra�_ªJº �c�l:�g;b��
,1\,J,•1us como de la necesidad. El rostro del
pacientes se las ingenian para no disponer de un rasgo que los 111111:t de virus ma igno. total. El drogadicto es
1 . re el rostro d e l a necesiidad
separe más claramente y les permita jugar en las reglas de la cul- 11111 es siernp de droga. A partir de
b on una necesild a d •absoluta•
tura. Es cierto que para separarse no sólo es necesario el traba­ 1111 I iorn re e . idad no conoce límite ni control algu-
1
jo sino la capacidad de soportar importantes tensiones (deberí- d1•11« l-recuenc1a, adneces1
Id d total·. '·Estás dispuesto? Sí, lo.
amos considerar que cuanto más extendido sea el recorrido pul- P alabras e rtecest a
un, un • . a en aóar denunciar a tus ami-
sional más tensiones supone). Por lo tanto, en muchos casos, lo ,i,\i Estás dispuesto a menttr, g '
, , . b h cer lo que sea para satisfacer esa necesiid a d tota l",, .
directo del tóxico disfraza una seria incapacidad de dominar los f 11s ro ar, aI s toxicómanos se entregan a esta función ·' 1 ar ­
estímulos. 'euan d o o · ·
e �
. 1 an a las figuras d e l cin,smo y es evi -
La cultura promete una forma de satisfacción regulada en el urente anucultura se acere ha sido sumamente fácil para la cul-
marco del Eros y un saldo que se evidencia como malestar. ilcntc que, desde este rasgo, . �
ano ·"'"'
un ver d a d ero estereo tipo d e 1 toxic ó m
Algunos toxicómanos se sirven de un atajo desatendiendo el llll':l segregar
ideal cultural que impone que las cosas circulen y sean inter-
cambiables. Es sumamente inquietante la idea de la riqueza que
se genera en el intercambio del mercado desapareciendo en las
narices de un cocainómano. No es otra cosa que el profundo
valor anticultural que en estos casos las toxicomanías implican.
Nadie puede desconocer que la producción de bienes es la con-
clusión de un complejo sistema basado en el intercambio cul-
tural. Un producto es el resultado de la interacción entre capi-
tal y trabajo en un proceso que necesariamente requiere de
esfuerzo, displacer y tiempo.
Es frecuente escuchar relatos de pacientes que han perdido
en pocos días lo que han conseguido en años. Un paciente me
decía unos años atrás: "La casa que heredé de mi papá y que le
costó toda la vida hacerla, yo me la tomé en dos meses". Pero

�! "La droga es el producto ideal, la mercancfa definitiva. No hace falta lite­

ratura para vender. El cliente se arrastrará por una alcantarilla para suplicar que
le vendan" (Willia1n Burroughs: O¡,. cit., pág. 9). " !bid. pág. 2.

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