A la medianoche del 5 de diciembre de 1928, después de leer una declaración de
estado de sitio, el general Carlos Cortés Vargas exigió la retirada inmediata de miles de manifestantes que se encontraban reunidos frente a la estación ferroviaria de Ciénaga. Los trabajadores, que habían llegado desde diferentes puntos de la zona bananera, se negaron a desalojar el lugar, estaban allí desde muy temprano esperando dialogar con el gobernador del departamento del Magdalena, quien los había citado bajo el pretexto de firmar un acuerdo que pondría fin al conflicto laboral que desde el 11 de noviembre mantenían los trabajadores con la multinacional bananera United Fruit Company. Pero el gobernador nunca llegó, sólo la tropa militar se hizo presente en la plaza. En desobediencia los manifestantes no sólo se negaron a retirarse, sino que varios de ellos se atrevieron a gritar “¡Viva Colombia libre!”, mientras que otros gritaron “¡Viva el ejército!”, realizando un llamado a la desobediencia de los soldados. Durante la huelga los trabajadores andaban armados con machetes, en ocasiones rodearon a los militares, pero nunca los atacaron, por el contrario intentaron entrar en diálogo con la soldadesca para explicar la legitimidad de la huelga y evitar así su acción represiva. Pero aquella noche el general Carlos Cortés Vargas, que ya había ordenado la disposición de ametralladoras en dos de las esquinas de la plaza, dio la orden de disparar contra la multitud y los soldados obedecieron. Con las primeras ráfagas la manifestación fue disuelta, mientras hombres, mujeres y niños corrieron para salvar sus vidas.(2) Hoy no se sabe con seguridad cuantas personas fueron asesinadas ese 5 de diciembre de 1928. El general Carlos Cortés Vargas, que dirigió la masacre, afirmó que sólo 9 manifestantes murieron ese día, curiosamente el mismo número de puntos del pliego de peticiones de los trabajadores. (3) El para entonces embajador norteamericano en Colombia, Jeffery Caffery, alcanzó a reconocer 100 muertos (4). Por su parte, el académico y profesor Archila Neira, quien ha dedicado su vida a la reconstrucción rigurosa de la historia de los movimientos sociales en Colombia, afirmó que el número de muertos no pudo ser inferior a mil manifestantes (5), mientras que la tradición oral habla de más de tres mil personas asesinadas que fueron transportadas en tren para luego ser arrojadas al mar. (6) La persecución militar se extendió durante días. Algunos grupos de manifestantes intentaron defenderse con armas rústicas y alcanzaron a librar combates con los militares, pero su acción espontánea no fue suficiente para detener la acción represiva de un ejército organizado, y también fueron masacrados. Un año después Jorge Eliécer Gaitán investigó los hechos y denunció que cientos de cuerpos de hombres, mujeres y niños fueron encontrados esparcidos en toda la zona bananera.