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FACULTAD DE MEDICINA
TESIS DE DOCTORADO
Configuraciones familiares en pacientes adolescentes con
insuficiencia renal crónica
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3.3 Perspectiva vincular de las relaciones familiares
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Algunos de los planteos a los que se hará referencia aquí remiten al
cuestionamiento respecto de la supremacía del sujeto, tal como lo enunció la
filosofía cartesiana (siglo XVII) y al modo en que este concepto fue tomado por las
ciencias humanas en el Modernismo hasta la actualidad. Otros cuestionamientos
se refirieron al pensamiento binario sujeto-objeto, cuerpo-mente, individuo-
sociedad, entre otras oposiciones, y a la lógica de la determinación absoluta.
El hecho de tomar en cuenta estas ideas, entre otras, requirió deconstruir muchas
de las nociones con las que se suele comprender el funcionamiento del psiquismo.
La deconstrucción, acción de deconstruir implica desmontar y desmantelar todo
discurso que se presente como una construcción acabada. Dentro de un esquema
conceptual, lo que se deconstruye, es la forma en la que los conceptos se
sostienen mutuamente en un esquema dado. Es un tipo de intervención altamente
individualizado, dirigido a desestabilizar las prioridades estructurales de cada
construcción teórica particular. No significa aniquilación o sustitución conceptual,
sino visibilizar el modo en que se ordenó y jerarquizo la enunciación conceptual.
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3.3.1 La modernidad
En su libro titulado elocuentemente “¿Un sujeto?”, Nancy señaló: “...Yo diría hoy
que eso a lo que estamos constreñidos a llamar „sujeto‟, a falta a veces de otro
término para designar a un existente singular expuesto al mundo, no „es‟ nada que
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pueda tratarse como el sujeto de atribuciones posibles (X es grande, moreno,
erudito, orgulloso…) sino que „es‟ solamente en el movimiento que lo expone al
mundo, es decir, a las posibilidades de sentido. [...] Dicho de otro modo, lo que
adviene es que el existente se deshace de toda pertenencia, asignación y
propiedad para enviarse, dirigirse, dedicarse a… nada distinto al hecho mismo
de existir, de estar expuesto a reencuentros, a sacudidas, a encadenamientos de
sentido. Cada vez es un „advenir‟, un „producirse‟ y un „jugarse‟ en el que
seguramente puede reconocerse un „sí mismo‟ pero solo reconociendo al mismo
tiempo que ese „sí mismo‟ (ese sujeto) se encuentra infinitamente alejado, arrojado
detrás y delante, por el choque mismo del „advenir‟...”. Esta concepción del sujeto
está indisolublemente unida a la idea de mundo interno, de realidad psíquica y fue
fundamental en la construcción psicoanalítica del aparato psíquico, de la primacía
en la vida emocional del mundo representacional fantaseado.
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la posibilidad de plantear, desde otros ángulos, lo que se observaba en los
vínculos.
3.3.2 La complejidad
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Empezó a quedar muy expuesto que las personas que configuran un vínculo, no
son solo personajes del mundo interno de cada uno de los que participan,
proyectado en los demás. No son solo relaciones de objeto1 desplegadas en el
escenario de los vínculos. Al atender familias y parejas, comenzaron a presentarse
algunas inconsistencias cuando se trataba de aplicar, a las configuraciones
vinculares, el modelo teórico creado para la sesión con un paciente individual.
Entonces, comenzó el trabajo de incluir otros instrumentos, otras ideas, otros
modelos, en la llamada caja de herramientas. “Una teoría es exactamente como una
caja de herramientas. … Es preciso que sirva, que funcione. Y no para uno mismo...la
teoría no se totaliza, se multiplica y multiplica” (Foucault, 1992).
La clínica, el trabajo con pacientes, sorprende, interpela los dispositivos que están
instituidos y estimulan a la creación de otros. Para introducir este tema es
importante hacer una diferencia con otras teorías sobre los vínculos. Julio Moreno
lo expresa así: “…el vínculo, cualquier vínculo, no resulta de la suma algebraica de
los contenidos de los aparatos psíquicos (conscientes e inconscientes)
involucrados ni del traspaso de información de uno al otro de los integrantes. Se
caracteriza porque en los espacios virtuales entre los participantes se producen
excesos y emergentes que no existían antes del encuentro”.
1Relación de objeto (u objetal): término utilizado con gran frecuencia en el psicoanálisis contemporáneo
para designar el modo de relación del sujeto con su mundo, relación que es el resultado complejo y total de
una determinada organización de la personalidad, de una aprehensión más o menos fantaseada de los
objetos y de unos tipos de defensa predominantes. De: Laplanche y Pontalis. Diccionario de Psicoanálisis.
Buenos Aires: Paidós; 1967.
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Esta perspectiva piensa la vincularidad desde lo que producen en conjunto,
producción que los subjetiva de manera diferente a como comenzaron a
relacionarse, marcas de los efectos de presencia que se imponen y hacen a la
pertenencia a esa vincularidad. Esta idea implica una diferencia de punto de vista
importante con otras concepciones teóricas. No es lo mismo pensar la vincularidad
como derivada de la teoría individual o pensarla desde la producción vincular.
Deleuze graficó esta idea al hacer un relato sobre la escritura que realizó con
Guattari: “Hemos escrito un libro y luego otro, no „un‟ libro en el sentido de unidad,
sino como el artículo indeterminado. Cada uno de nosotros tenía un pasado y un
trabajo anterior, él en psiquiatría, en política y en una filosofía ya rica en
conceptos, y yo había escrito Diferencia y repetición y Lógica del sentido. Pero no
hemos colaborado como dos personas. Más bien como dos arroyos que se
encuentran para configurar…un nosotros”. El “nosotros” tiene densidad, suplementa la
idea de sumatoria de personas, es el efecto de presencia construyendo, produciendo
singularidad, novedad. En este sentido, las escenas en las que participan los miembros
de una familia, por ejemplo, están diseñadas entre quienes la componen, en ese co-estar
se presenta algo que no estaba previamente a esa escena, aun cuando hayan compartido
otros momentos, otros espacios, otros tiempos.
Como hacen los poetas, Fernando Pessoa, graficó muy bien lo que se quiere
expresar en un lenguaje más formal diciendo: "esta madrugada es la primera del
mundo...", para hablar de lo inédito que se vive en cada situación.
A partir de este descentramiento de cada sujeto surge pensar lo vincular desde los
vínculos.
“Lo vincular” según Greenberg2, tal como aparece en una nota editorial en la que
se comentan artículos que se ocupan del concepto de vínculo, no requeriría
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traducción al inglés, ya que la considera una conceptualización propia del Río de
la Plata y propone usarla en español.
Lo vincular intenta dar cuenta de un trabajo que se realiza desde los vínculos.
Implica un hacer entre los que participan, un trabajo que requiere maniobrar entre
aquello que los identifica como familia es decir lo que hace que se sientan
semejantes, también aquello que los diferencia, y algunos aspectos que los hace
sentirse extranjeros en su “propia casa” o sea, radicalmente otros aun
perteneciendo al mismo grupo familiar. Al enunciar “lo vincular”, el artículo neutro
“lo” es usado como un recurso para escapar de los lugares fijos que el lenguaje
impone. Los otros artículos “el” y “la” recortan identidades (el hombre, la mujer, el
niño, la familia) y esto rápidamente recorre el camino hacia la representación. Es
decir, hacia esa escena del mundo interior que intenta definir nuevamente un
sujeto, un género, una función.
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entre los dos, que no es ni uno ni otro, ni uno que deviene el otro, sino que
constituye precisamente la multiplicidad”.
Cuando se dice “entre” la idea se acerca a lo que Donald Winnicott enunció como
“espacio transicional”. Lo “transicional”, sea un espacio o un objeto, requiere dejar
de pensar en oposiciones -adentro/afuera, yo/no yo, sujeto/objeto, interno/externo.
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en la que concurren participativamente tanto la realidad interna como la externa.
Es un espacio ilusorio, el espacio transicional, una “…zona intermedia entre la
realidad interna del individuo y la realidad compartida del mundo que es exterior a
los individuos”. Winnicott planteó que “existe un espacio intermedio que no es ni el
espacio exterior objetivo (por ejemplo, la madre real) ni el espacio interno subjetivo
(por ejemplo, la representación interna de la madre). Este tercer espacio se sitúa
en la intersección de ambos, y está ocupado por los objetos transicionales, los
cuales son reales como objetos, pero al mismo tiempo son la representación de la
madre ausente […]. Esta zona intermedia de experiencia, no discutida respecto de
su pertenencia a una realidad interna o exterior (compartida), constituye la mayor
parte de la experiencia del bebé, y se conserva a lo largo de la vida en las
intensas experiencias que corresponden a las artes y la religión, a la vida
imaginativa y a la labor científica creadora”.
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ajeno y exterior”. “Es „indecidible‟ en tanto las dimensiones espaciales de adentro
y afuera se interpenetran y dejan de ser lo que son, límites de un lugar ya
establecido. Ello hace al „envío doble‟ y simultáneo, bi y multidireccional, que al
instituir a ambos se dice „co-instituye‟ en un movimiento que „destituye‟ esa
categoría de „lugar‟ predeterminado. A su vez, como esa situación indecidible se
marca como un punto de partida, se dice „desde‟ dónde y cuándo se instituye…”.
Al pensar los vínculos, ya no solo desde los personajes de los mundos internos de
cada uno, se hizo imprescindible comenzar a pensar la figura del otro. Isidoro
Berenstein lo formula así: “…el otro y su presencia obliga a hacer algo con él,
desde lo que se llama „hacerle un lugar‟ hasta la ardua tarea de producir algo
novedoso que ninguno de ellos por sí solos podrían realizar. El otro propone un
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nuevo lugar no representado y ubica a su vez al sujeto en un nuevo lugar, lo
rescata de la captura narcisista de lo semejante”.
La figura del otro se puede pensar también como el extranjero. Es en las familias
donde más dificultad se observa para hacerle lugar a aquello que es vivido como
extranjero, como otro, como diferente. Ante la irrupción de la pregunta por el otro,
Carlos Skliar expresa: “La pregunta acerca del otro no es una pregunta que pueda
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formularse en términos de, por ejemplo: ¿Quién es, „verdaderamente‟, el otro?
Tampoco es una pregunta cuya respuesta pueda conducirnos a la apacible y
tranquilizadora conclusión de que „todos somos, en cierto modo, otros‟ o bien
„todos somos, en cierto modo, diferentes‟. Así expresadas, estas frases no
parecen ser otra cosa que una suerte de pluralización de lo mismo, o una
multiplicación repetitiva del yo, condescendiente y austera, que solo intenta
generar mayor ambigüedad, quitarle la respiración al otro y provocar aún mayores
limitaciones en su espacialidad. La pregunta es una pregunta que vuelve a insistir
sobre la espacialidad del otro y no sobre su literalidad. Es una pregunta acerca de
las espacialidades asignadas, designadas, enunciadas, anunciadas, ignoradas,
conquistadas. Sobre la distribución del otro en el espacio de la mismidad y en un
espacio otro. Sobre el perpetuo conflicto entre los espacios. Sobre la negación y la
afirmación de los espacios. Sobre la pérdida y el hallazgo de los espacios. Sobre
los espacios que, aún en convivencia, se ignoran mutuamente. Sobre espacios
que no conviven pero que, ciertamente, respiran su propio aire”
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3.3.4 Lo vincular y los conflictos familiares
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ese cuerpo que tenía órganos y sistemas biológicos que podían ser estudiados por
separado: la circulación y el corazón, las arterias y las venas, los músculos, los
huesos, las articulaciones, etc. Se configuró una concepción del cuerpo como una
reunión de partes. Con las grandes epidemias, sífilis en 1494 y peste en 1546, se
dio lugar a la nueva idea de que un agente exógeno minúsculo podía ser el origen
de la contaminación. A mediados del siglo XIX se discutió una concepción
centralista o hegemónica, sea de la sangre o del sistema nervioso, como
unificador, opuesta a la concepción celular de Virchow, donde cada una de las
células era considerada un organismo con sus funciones en sí misma, aunque
diferentes unas de otras (Espósito). Las concepciones se multiplicaron y, aunque
surgió el concepto de homeostasis como equilibrio entre los elementos y los
líquidos corporales, y no obstante la deconstrucción del individuo en miles de
células con alguna autonomía, se siguió pensado al individuo como una unidad
recortada y bordeada por una suerte de piel que lo separa de otro individuo.
Contradicción en el mismo término, pues individuo viene del término griego que
quiere decir “lo que no se puede dividir más, lo indiviso” y sin embargo se lo
concibió y se sigue haciéndolo como compuesto de partes. Esta forma de pensar
en términos de unidades indivisibles fue y es coherente con los supuestos
descriptos en la modernidad, a la que aludí en los primeros párrafos de esta
presentación.
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