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Dr.

Kléver Silva Zaldumbide


MEDICO ACUPUNTURISTA
Doctor en Medicina y Cirugía en la Universidad Central del Ecuador
Especialización de dos años de postgrado en la República de China en
ACUPUNTURA Y MOXIBUSTIÓN

Desenmascaramiento y conciencia

Parte de las mejores cosas en nuestra vida se suelen aprender en los peores
momentos. Momentos que también han logrado destapar la infinita
hipocresía, cobardía y falsedad del sainete politiquero. Tan despreciables
comportamientos que desenmascaran a cada uno de los protagonistas de
esta película llamada vida. La estulticia de estos seres es infinita que só lo
comprueba esa carencia grosera de empatía en la bazofia vida de su
inconsciencia. Bajo esta prueba que Dios puso al mundo, también se les cayó
la má scara a muchas "autoridades" religiosas, "autoridades" indígenas,
alcaldes, prefectos, presidentes de países y má s políticos. Salieron a la luz los
soció patas y psicó patas que pululan entre nosotros.
Nunca pensamos que miles de millones estemos confinados en el mundo
mientras tanto homicidas, rateros, delincuentes y má s, por miles escapan de
las cá rceles y se adueñ an del planeta. Las redes sociales se llenaron de
charlatanes, los que no saben sumar dan clases de economía, los que no
saben de aspirina dan clases de medicina, los ladrones de décadas
gobernando ahora dan clases de moral. Esta situació n, como el aguacero, va
descubriendo las lombrices del estiércol.
Médicos, enfermeras y personal sanitario, muestran sus rostros cansados,
heridos por los implementos de seguridad, tras largas jornadas de trabajo.
Quizá s ahora ya no queda duda de que es una profesió n incomparable y que
los politiqueros no deben basurear al trabajador de la salud como lo hizo un
monstruo durante una década.
Desobedeciendo las disposiciones legales, agreden físicamente y hasta
atropellan con sus carros a las autoridades, se burlan diciendo que con este
virus só lo se agravan los viejos. El "quédate en casa" constituye una mofa,
libando, jugando en grupo en su calle, atentando y desafiando su propia
salud y la de todos nosotros. Concluyentemente se ha logrado probar
nuestra triste pero real idiosincrasia en su má xima expresió n. Bastaría
fijarse en los cuadros de nú meros de infectados, fallecidos por edades, que
no solamente son los “viejos”, que el comportamiento del virus no está
totalmente conocido y que nosotros, no tenemos ni de lejos la
infraestructura sanitaria del primer mundo.
Comprobamos también ahora que solos, con ese individualismo lleno de
engreimiento, narcisismo y arrogancia egó latra del "mí metro cuadrado y el
resto al carajo", no hemos conseguido nada. Entendimos que nada vale nada,
ansiamos solo la salud y la vida. Esperemos en casa y no nos preocupemos
tanto hasta llegar al miedo y al pá nico ciego. La preocupació n es inú til. Dios
es misericordioso y escuchará nuestra oració n. No digamos: "Dios no ha de
querer que yo muera", digamos: "Dios me ha dado inteligencia y sé, por los
instrumentos de Dios, que son los médicos, que debo estar en mi casa y no
salir".
Sí, sí, no somos seres racionales, eso está claro, tan solo hace 70.000 añ os
somos seres emocionales que razonamos, por eso las emociones quieren
desbocarse, el pensamiento razonado tiene que primar ante las emociones,
sobre todo aquellas tó xicas y desgastantes.
Somos los ú nicos que tenemos conciencia de que vamos a morir, quizá s eso
no nos hace mejores y no nos permite ser empá ticos. Nuestra verdadera
acció n social será sembrar conciencia. Sin disciplina no habrá el puente que
une a un logro.
Esta clausura obligatoria a la que nos está sometiendo el virus nos está
sirviendo parar respirar, para que las animales recuperen su terreno, para
pararnos a pensar. Nos da la oportunidad de mantener un relato interno
para descubrir có mo somos realmente y có mo deberíamos ser. Esta
cuarentena impuesta a la fuerza por un planeta que ya no podía darnos má s
tregua, nos empuja a bajar la cabeza y pensar con el corazó n, reclutá ndonos
tras las paredes de nuestro hogar para hacernos un examen de plena
responsabilidad de lo que está ocurriendo en nuestra vida.
Simultá neamente en este momento, un poco apocalíptico, surgen también
á ngeles que aportan profundas reflexiones como el texto de Edna Rueda
Abrahams que dice:
“Y así un día se llenó el mundo con una nefasta propagación viral y de pronto
las fronteras que se defendieron con guerras, se quebraron con gotitas de
saliva. Hubo equidad en el contagio tanto para ricos como para pobres. Las
potencias que se sentían infalibles vieron cómo se pueden caer ante un beso,
ante un abrazo...
Nos dimos cuenta de quienes son verdaderamente importantes, y entonces una
enfermera que gana poco más que un básico se volvió más indispensable que
un futbolista que gana millones al mes y un hospital se hizo más urgente que
un misil. Se apagaron luces en estadios, se detuvieron los conciertos, los
rodajes de las películas, las misas y los encuentros masivos y entonces en el
mundo hubo tiempo para la reflexión a solas, y para esperar en casa, que
lleguen todos, para reunirse frente a fogatas, mesas, mecedoras, hamacas y
contar cuentos que estuvieron a punto de ser olvidados, tres gotitas de mocos
en el aire, nos ha puesto a cuidar a nuestros padres y abuelos, a valorar la
ciencia por encima de la economía. 
Vemos que no solo los indigentes traen pestes, que nuestra pirámide de valores
estaba invertida, que la vida siempre fue primero y que las otras cosas eran
accesorios. No hay un lugar seguro, en la mente de todos nos caben todos y
empezamos a desearle el bien al vecino, necesitamos que se mantenga seguro,
necesitamos que no se enferme, que viva mucho, que sea feliz. Junto a una
paranoia hervida en desinfectante nos damos cuenta que, si yo tengo agua y el
de más allá no, mi vida está en riesgo. Volvimos a ser aldea, la solidaridad se
tiñe de miedo y a riesgo de perdernos en el aislamiento, existe una sola
alternativa: ser mejores juntos.
Si todo sale bien, todo cambiará para siempre. Las miradas serán nuestro
saludo y reservaremos el beso solo para quien ya tenga nuestro
corazón. Cuando todos los mapas se tiñan de rojo con la presencia del que
corona, las fronteras no serán necesarias y el tránsito de quienes vienen a dar
esperanzas será bien recibido bajo cualquier idioma y debajo de cualquier
color de piel. Dejará de importar si no entendía tu forma de vida, si tu fe no era
la mía, bastará que te anime a extender tu mano cuando nadie más lo quiera
hacer. Puede ser solo es una posibilidad que este virus nos haga más humanos
y que de un diluvio atroz surja un pacto nuevo con una rama de olivo desde
donde empezar de cero”
Fue necesario estar como atrapados en el tiempo para que salgan a la luz
palabras profundas de autores espontá neos poco conocidos como Daniel
Gá lvez y también muy populares como Daniel Habif, sacerdote de la rama
irlandesa de la orden franciscana capuchina, director del ministerio juvenil
de los capuchinos irlandeses que, durante má s de veinte añ os, ha trabajado
para llevar las percepciones de la tradició n contemplativa cristiana a una
mayor conciencia pú blica, y ellos nos dicen:
“Y de repente despertamos un día y todo cambió, en Disney se apagó la magia,
a París ya no llegan los enamorados, la Muralla China ya no era tan fuerte,
ahora New York si duerme y ningún camino quiere conducir a Roma. Un virus
se corona como dueño del mundo y nos dimos cuenta de nuestra fragilidad, no
sabemos si el daño fue a propósito o irresponsabilidad de nosotros mismos,
pero la amenaza está ahí cada día más fuerte. Ya los memes no causan tanta
risa, los abrazos y los besos se transformaron en armas peligrosas y la escasez
de productos nos demuestra una vez más lo egoísta que somos, tan egoístas
que decimos ‘no hay problema este virus solo se lleva a los viejitos’ como si no
tuviéramos a nuestros padres, abuelos o como si nunca fuéramos a llegar allá.
Queremos hacer valer nuestros ‘derechos’ de decidir si dejar vivir o no a otro y
ahora nos damos cuenta que no podemos ni decidir por la vida de nosotros, un
planeta que hoy se pone una máscara no solo para un virus sino para tapar
nuestra vulnerabilidad mezclada con soberbia.
Sí, hay miedo. Sí, hay aislamiento. Sí, hay compras de pánico. Sí, hay
enfermedad. Sí, incluso hay muertes. Pero, dicen que en Wuhan después de
tantos años de ruido puedes escuchar a los pájaros de nuevo. Casi en todos los
lugares del planeta en pocas semanas de silencio el cielo está azul, claro y sin
humos.
Dicen que en las calles vacías de Assisi la gente está cantando desde sus casas
y sus balcones manteniendo sus ventanas abiertas para que los que estén solos
puedan escuchar las voces de las familias a su alrededor. Dicen que un hotel en
el oeste de Irlanda ofrece comidas gratis y las entrega a domicilio.
Hoy una joven que conozco está ocupada repartiendo por el barrio volantes
con su número de teléfono para que los ancianos puedan tener a alguien a
quien llamar. Hoy iglesias, sinagogas, mezquitas y templos se están
preparando para dar la bienvenida y proteger a los desamparados, enfermos y
cansados.
En todo el mundo la gente se está desacelerando y reflexionando. En todo el
mundo, las personas miran a sus vecinos de una manera nueva. En todo el
mundo la gente está despertando a una nueva realidad. A lo grande que
somos. A qué poco control tenemos realmente. A lo que realmente
importa ...AMAR.
Sí, hay miedo ...pero no tiene que haber odio.
Sí, hay aislamiento ...pero no tiene que haber soledad.
Sí, hay compras de pánico ...pero no tiene que haber egoísmo.
Sí, hay enfermedad ...pero no tiene que haber enfermedad del alma.
Sí, incluso hay muerte ...pero siempre puede haber un renacimiento del amor.
Despiértate eligiendo como vivir hoy.
Hoy respira, haz una pausa y escucha detrás de los tormentos de tu miedo.
Los pájaros cantan de nuevo, el cielo se está despejando, la primavera está
llegando, y siempre estaremos rodeados de amor.
Abre las ventanas de tu alma y aunque no puedas pisar la calle vacía, canta.
Amanecimos y un virus busca adueñarse del mundo y nos muestra que los
muros en las fronteras no son tan fuertes, que los memes no dan tanta risa
como la angustia que generan, que a todos nos salió el Poncio Pilatos que
llevamos dentro y nos hemos lavado las manos ante el dolor ajeno.
Hace mucho, este mundo frenético en el que nos metimos, nos han visto las
costuras a todos, nos dimos cuenta que los abrazos nunca habían sido tan
peligrosos, pero tan necesarios, por fin volteamos a ver a los ancianos con el
valor que merecen y el peso de la sabiduría que cargan, no queremos que se
mueran, no queremos que se vayan. En las noches vendrá el llanto, pero a la
mañana las lágrimas serán de júbilo, todo está reverdeciendo con este freno
viral invisible.
Yo sí quiero, ¿Y tú, hermano? La falta de coraje causa disminución de
momentos increíbles, así que hoy no retrocederemos ante las dificultades.
Hagamos de esto un hecho histórico que no sea marcado por las heridas, sino
por LA EMPATÍA. La vacuna de este virus está en la SOLIDARIDAD de todos,
en la disciplina y obediencia a las instrucciones de los expertos y sujeción a la
autoridad, en el AMOR POR EL PRÓJIMO y la dulzura de nuestras palabras.
Sin importar de donde seas, que ideología tengas, que religión o postura
política defiendas, no dejes de creer en el hombre porque la BONDAD vive en
nuestro interior, yo la he visto querido mío. Este dolor no debe ser estéril,
debemos salir de esta mejorados y así lo haremos. El mal nos ha puesto de
rodillas, pero olvidó que justo de rodillas es donde somos más fuertes”.

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