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SEMANA DE ORACIÓN Y REAVIVAMIENTO ESPIRITUAL

CÓMO SER UN CRISTIANO NACIDO DE NUEVO


Por: Javier Mejía
Director de Mayordomía, DIA
Desde que nacemos, empezamos a morir. El proceso de envejecimiento es tan rápido, que es
increíble cómo la tersa y estirada piel del bebé luce arrugada y sin vida a la vuelta de unos pocos años.
Esta es la experiencia de todos los seres humanos. Es resultado del nacimiento físico, del nacimiento
de la carne. Todos los que así nacen irremediablemente han de morir. ¿Hay alguna posibilidad de
escape? Y si la hay, ¿cómo puedo hacerla efectiva en mi vida?
El nacimiento de la carne está saturado de muchas experiencias desagradables. Venir al mundo es
traumático desde el mismo acto de nacer hasta el acto de morir. ¿Cómo sobrevivir a esta realidad?
¿Cómo hacer que lo viejo que somos desde que nacemos quede en el pasado?
El nacimiento bíblico
De acuerdo a la Biblia, cuando la persona entrega su vida al Señor, ocurre tal transformación, que el
individuo que “está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas
nuevas” (2 Corintios 5:17). El cambio es espectacular. De lo viejo a lo nuevo, en un abrir y cerrar de
ojos. En Cristo, el hombre, la mujer, la criatura humana, es renovada. Todas lo viejo propio de este
mundo de pecado queda en el pasado y es sustituido por lo nuevo.
La novedad de vida es tan completa, que así como “nadie remienda un vestido viejo con un retazo de
tela nueva… ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos” (Mateo 9:16,17), la vida nueva no es un
remiendo que se añade a la vieja vida de la persona. “Más bien el vino nuevo se echa en odres
nuevos” (Vers. 17), pues Dios, el autor del nuevo nacimiento no hace remiendos, sino que crea cosas
y vidas totalmente nuevas.
Sin embargo, para que este nuevo nacimiento ocurra, el pecador debe experimentar el milagro de la
conversión; por eso el profeta Ezequiel hace este solemne llamado: “Convertíos, y apartaos de todas
vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina. Echad de vosotros todas vuestras
transgresiones con que habéis pecado” Ezequiel 18:30, 31). Si el pecador se arrepiente, es entonces
que “os daré un corazón nuevo, y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros”, afirma el Señor en
Ezequiel 36:26. Cuando Dios hace nueva a la persona incluye una manera nueva de sentir en el
corazón, una nueva manera de pensar, y un nuevo espíritu, es decir, una nueva actitud.
Pero para que el nuevo nacimiento sea posible, debe haber arrepentimiento y conversión. Al
respecto, Elena de White comenta que “muchos reconocen que Jesucristo es el Salvador del mundo,
pero al mismo tiempo se mantienen apartados de él y no aprovechan la ocasión de arrepentirse de
sus pecados y de aceptar a Jesús como su Salvador personal. Su fe es simplemente el asentimiento de
la verdad en su mente y en su juicio, pero la verdad no penetra en el corazón para que santifique el
alma y transforme el carácter” (Reavivamiento, p. 33). Está claro que debe haber un abandono del
pecado.
Una nueva creación
Estamos hablando de una nueva creación, a través de la cual llegamos a ser hijos de Dios. en el
Antiguo Testamento la señal distintiva para identificar a un israelita como miembro del pueblo de
Dios era la circuncisión, pero ahora, en el contexto del nuevo nacimiento, “en Cristo Jesús ni la
circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación” (Gálatas 6:15). En la primera
creación el hombre nació pecador, inclinado al mal y heredero de todos los efectos del pecado, pero

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ahora, en la nueva creación en Cristo, las cosas viejas pasaron y “he aquí yo hago nuevas todas las
cosas” (Apocalipsis 21:5), afirma categórico el Señor.
Así como un retazo viejo no se mezcla con uno nuevo, la vida vieja no se mezcla con la nueva vida en
Cristo. Por eso, “en cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado
conforme a los deseos engañosos, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y
santidad de la verdad” (Efesios 4:22, 24). La vida nueva no le puede dar espacio a la antigua manera
de vivir. ¿Cómo se puede lograr esto en la persona que ha nacido de nuevo?
El nuevo hombre es espiritual
Hay una dimensión que debe estar clara en la mente del cristiano, y es que el nuevo nacimiento no es
un asunto emocional sino espiritual. Por supuesto, tampoco tiene que ver con lo carnal, porque más
bien nos hemos “despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme
a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Colosenses 3:9, 10).
Puesto que Dios es espíritu, aquellos que “no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por
voluntad humana, sino que nacen de Dios” (Juan 1:13) son también seres espirituales. Antes no lo
eran, pero ahora sí lo son, y se espera que vivan a la altura de su nueva condición espiritual. Por eso
rompieron con su vieja manera de vivir, que era carnal, pero hoy su vida es espiritual, pues “lo que
nace del cuerpo es cuerpo”, y “lo que nace del Espíritu es espíritu” (Juan 3:6).
Este nuevo hombre, que ahora es “conforme a la imagen del que lo creó se va renovando”. Es
espiritual, porque esa es la imagen de quien lo creó, y “se va renovando hasta el conocimiento pleno”.
Esta renovación implica un crecimiento constante, y esto es posible únicamente mediante el cultivo
del ser espiritual que lucha por imponerse sobre el ser carnal. Por lo tanto, la vida espiritual del
converso es vital en su proceso de renovación constante. Si no se renueva, no crece en procura de
mayor conocimiento. Esto sugiere que la experiencia del nuevo nacimiento no es única en la vida del
cristiano, sino que es diaria y permanente, pues diaria y permanente ha de ser la renovación espiritual
“hasta el conocimiento pleno”.
La vida espiritual es un asunto de fe
Nicodemo preguntó incrédulo: “¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo ya viejo?” (Vers. 4).
Sencillamente no se puede explicar; simplemente ocurre, y lo creemos por fe. Ahora, si el nuevo
nacimiento es necesario para “entrar en el reino de Dios” (Vers. 5), entonces la fe es un asunto
decisivo, y cultivarla es parte inseparable del nacido de nuevo. “La fe que es para salvación no es una
fe casual, no es el mero consentimiento del intelecto; es la creencia arraigada en el corazón que
acepta a Cristo como a un Salvador personal, segura de que él puede salvar perpetuamente a todos
los que acuden a Dios mediante él” (Reavivamiento, p. 35).
Puesto que el nuevo nacimiento es posible solo mediante el Espíritu, entonces el ser que nace de
nuevo es espiritual. Ahora, debido a que ese ser espiritual debe irse renovando, ¿quién produce esta
renovación? ¡El mismo Espíritu! Esto significa entonces, que los nacidos de nuevo han de vivir
clamando constantemente por la unción del Espíritu. De hecho, “a los que le piden, Jesús les imparte
el Espíritu Santo, pues es necesario que cada creyente sea liberado de la corrupción, así como de la
maldición y condenación de la ley. Mediante la obra del Espíritu Santo, la santificación de la verdad, el
creyente llega a ser idóneo para los atrios del cielo” (Reavivamiento, p. 39).

(Juan 3:1-17)

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Objetivo: Por medio de la historia de Nicodemo, mostrar que la mayor necesidad de una persona es conocer
experimentalmente al Señor para poder ser salvo. Hay un grave peligro en mantener un mero conocimiento
teórico.

Introducción
1. Si te preguntaras cual de todas las personas que tuvo un encuentro con Jesús fue la más necesitada, ¿A
cual elegirías? Quizás pensarías en la mujer enferma por 12 años. O de pronto al ciego Bartimeo que
gritaba a Jesús pidiéndole ser sanado. O tal vez pensarías en alguno de los leprosos. Se estaban
muriendo de una manera cruel. Es posible que venga a tu mente Lázaro, tenía 4 días de estar muerto
cuando Jesús llegó. O quizás pienses en María Magdalena, el Señor echó demonios fuera de ella.
2. Sin duda alguna todas esas personas necesitaban urgentemente un encuentro con Jesús. Pero creo
que quizás el más necesitado de todos pasaría inadvertido en nuestra búsqueda. Su caso no era
evidentemente dramático. No estaba enfermo, no era conocido por ser un pecador, no padecía
necesidades, gozaba de respeto, riquezas y una buena posición social. Pero a mi juicio era quien más
necesitaba encontrarse con Jesús.

El “Vencedor de un Pueblo”
1. Leer Juan 3:1. Juan en este versículo nos introduce a un hombre aparentemente muy especial:
Nicodemo, su nombre es griego y significa “vencedor de un pueblo”. Tenía algunas características muy
especiales. Lo primero, era fariseo. Esto significaba que era profundamente religioso. No se
avergonzaba de serlo ni lo quería ocultar. Su religiosidad lo llevaba a hacer cosas que quizás hoy
consideraríamos excesivas. Por ejemplo, a orar varias veces al día en horas determinadas en el lugar
que fuera. Muy posiblemente en voz alta. A ayunar dos veces a la semana. A ser tan estricto en llevar
sus diezmos y ofrendas al Señor, que aun diezmaba las hiervas útiles de su jardín.
2. Pero Juan nos dice que era un dirigente. Eso significa que era miembro del cuerpo colegiado más
importante de su nación en ese momento: el Sanedrín. Había muchos fariseos. Pero no había muchos
fariseos que fueran del Sanedrín. Así que eso lo hacía especial dentro de ese grupo.
3. En el dialogo que sostiene con Jesús, (vrs. 10), el Señor le dice que es un maestro. Otra competencia
que lo hacía especial. Para ser un maestro, se necesitaba un conocimiento exhaustivo de las Escrituras.
Tenía que conocer los libros de los grandes maestros de Israel. Debía poder recitar de memoria
grandes porciones de los profetas. Ser un conocedor de las muchas leyes y requisitos que se tenían en
Israel.
4. Alguien con esas características, tenía una posición económica privilegiada y una posición social
envidiable. Ese era Nicodemo. No es de extrañar que llevara el nombre que llevaba. En este momento
ustedes pueden estarse preguntando porque elegí a Nicodemo como el más necesitado de los que se
encontró con Jesús.
El “Vencedor de un Pueblo”, vencido
1. Nicodemo se aproximó a Jesús como un experto a calificar su trabajo. No se aproximó a preguntar. No
tenía preguntas para Jesús. El vino a mostrarle a Jesús lo que el sabía. En su opinión, ya había hecho
un análisis de la vida y obra de Jesús y lo calificaba como: “un maestro que ha venido de parte de Dios ”
Juan 3:2. Sin duda alguna Nicodemo esperaba que Jesús se sintiera alagado por su opinión, la de un
experto. Mientras otros criticaban a Jesús, lo calificaban como un fanático, quizás un subversivo o
cualquier otra cosa, Nicodemo lo calificaba como un Maestro de Dios.
2. La manera como Jesús actuó con Nicodemo, nos permite saber cuan necesitado estaba ese hombre.
Cuando la mujer samaritana planteo un tema a Jesús, el le siguió la conversación. Pero en este caso
Jesús actuó como si no hubiera escuchado lo que este personaje le decía. El Señor lo llevó a enfrentar
su gran necesidad. Lo condujo a una sala de cuidados intensivos espiritual. Lo que el Señor le estaba
diciendo a Nicodemo era: “No importa todo lo que tu eres. No importa todo lo que has estudiado. No
importa tu posición social ni política. No importa que tengas dinero. No importa que hayas nacido en
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la nación que se considera escogida por Dios. No importa que seas un religioso estricto y consecuente.
Estás perdido porque no has nacido de nuevo”. (Véase Juan 3:3)
3. La declaración de Jesús fue tomada por Nicodemo como sumamente osada. ¿No lo pensarían ustedes
también? Si viniera alguien a decirnos que estamos perdidos nos sentiríamos afrentados. “Si, soy ASD,
si no hago esto, ni lo otro. Si mi estilo de vida es consecuente con los principios del la Biblia. Si soy un
buen ciudadano, si espero la venida del Señor, ¿Cómo puedo estar perdido?”
4. Nicodemo quiso comprobar lo que Jesús le había dicho. Leer Juan 3: 4. Con esa pregunta Nicodemo se
descalificaba como maestro de teología. No entendió un concepto básico para un profesor de teología.
Literalizó un concepto espiritual. Además Nicodemo se aferraba a lo que era. “Señor, yo estoy bien.
No necesito cambiar. Lo que soy es más que suficiente para ser salvo”. Pero el Señor Jesús insistió:
Leer Juan 3:5-7. El Señor le estaba diciendo a Nicodemo “hasta ahora solo has nacido para vivir en este
mundo. Pero no has nacido para el Reino de Dios”.
5. Y ahora Nicodemo se sintió confundido, derrotado. Si el, con todo lo que era, con todo lo que había
hecho, no era la clase de hombre que merecía estar en el cielo, entonces ¿Quién podría estar? Si él,
qué se ocupaba de estudiar la Biblia, de interpretarla, de conocer lo que decían los profetas en los
idiomas originales, si el que era un estricto cumplidor de la ley, no había nacido de nuevo, ¿Entonces,
como se podía nacer de nuevo? Y en su sorpresa, chasco y angustia entonces preguntó: Leer Juan 3:9
“¿Cómo es posible que esto suceda?”
Jesús da la victoria al vencido
1. Nicodemo estaba saliendo de su gravedad. Ahora estaba en una situación en la que podía ser ayudado
por Jesús. Si lo que el había sostenido siempre como útil y valioso no servía para ser salvo, no lo
conducía a un nuevo nacimiento, entonces: ¿Cómo nacería otra vez?
2. La respuesta de Jesús fue exacta: Leer Juan 3:14, 15. Jesús hizo referencia al incidente del pueblo en el
desierto, cuando el pueblo por su desobediencia fue atacado por culebras venenosas. (Ver Deut. 21: 4-
9). La solución de Dios fue que se hiciera una culebra de bronce y se pusiera en un lugar donde
cualquiera que fuera mordido por una de esas serpientes venenosas la pudiera mirar y sería sanado.
Para nacer de nuevo, los pecadores tenemos que mirar a Jesús. Mientras estemos entretenidos con
nosotros mismos, admirándonos, creyéndonos muy buenos, sintiéndonos orgullosos por nuestros
logros intelectuales, sociales, económicos y espirituales, no naceremos de nuevo.
Ni siquiera importa lo bueno que los demás piensen de nosotros. Lo único que nos llevará a nacer de
nuevo es mirar a Jesús con la necesidad del que se está muriendo. Mirar a Jesús con el anhelo del que
quiere ser salvo. Cuando miras a Jesús de esa manera encuentras la solución que no entiendes pero
que te saca del pecado y de la muerte.
3. Juan 3:16 complementa al versículo 15. Nos aclara que es mirar. Y mirar es creer. Creer es confiar,
descansar nuestra necesidad en Jesús. Lo que Jesús dijo es que si tú dejas tu vida en sus manos, será
imposible que te pierdas. Mientras tu vida esté en tus propias manos, será imposible que seas salvo.

Conclusión
“Cuando un sincero deseo mueve a los hombres a orar, no orarán en vano” (Reavivamiento, p. 37). Es
a través de la oración que se pide el poder del Espíritu Santo. Cuando el nacido de nuevo clama por su
unción, jamás esa oración queda sin respuesta, y entonces el Espíritu viene y renueva la vida del
creyente. Puesto que el nuevo nacimiento es una experiencia diaria, cada vez que oramos por el
Espíritu, la oración es contestada y la vida espiritual renovada.
Se llega a ser un cristiano nacido de nuevo si la experiencia de renovación espiritual es constante y
diaria. El arrepentimiento, base del nuevo nacimiento, no puede una experiencia única, sino que “el
pecador debe realizar un esfuerzo en armonía con la obra hecha para él y con una súplica incansable,
debe acudir al trono de gracia para que el poder renovador de Dios llegue hasta su alma”
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(Reavivamiento, p. 37). Se acude al trono de la gracia mediante la oración, y en respuesta de parte de
Dios se recibe el poder renovador de la vida espiritual, el cual llega hasta el alma.
Por lo tanto, se es un cristiano nacido de nuevo mediante una comunión espiritual con Aquel que
hace posible que en nuestra vida todas las cosas sean hechas nuevas. Hacer las cosas nuevas es un
acto de renovación, y eso incluye la vida misma del creyente, quien antes era carnal, vendido al
pecado, pero ahora es espiritual, y siervo de la justicia.

1. Nicodemo fue el hombre más necesitado de los que se encontró con Jesús, porque no era consciente
de su necesidad. El leproso sabía que la lepra lo estaba matando. La mujer del flujo había hecho todo
por sanarse y sabía que estaba derrotada por la enfermedad. El ciego sabía que le faltaba la vista.
Pero Nicodemo no sabía que estaba perdido.
2. Pero aquella noche, cuando fue a Jesús y dejó de mirarse así mismo para mirar a Jesús, entonces
ocurrió el milagro. ¡Pudo creer! ¡Ahora había nacido de nuevo! Cuando Jesús murió fue el junto con
José de Arimatea quien reclamó el cuerpo de Jesús para sepultarlo. El Deseado de Todas las Gentes
dice que gastó su fortuna y su influencia, defendiendo la naciente iglesia cristiana (Ver DTG p.146).
3. La Sierva del Señor, Elena G de White dice: “El pecador que perece puede decir: -‘soy un pecador
perdido, pero Cristo vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.’ Él dice: ‘no he venido a llamar
justos, sino pecadores’ (Marcos2:17). Soy pecador y Cristo murió en la Cruz del Calvario para salvarme.
No necesito permanecer un solo momento sin ser salvado. Él murió y resucitó para mi justificación y
me salvará ahora. Acepto el perdón que ha prometido.” (Mensajes Selectos t.1, p.392)
4. ¿A quién estás mirando? Mira a Jesús con toda tu necesidad, cree en Él y recibirás salvación.

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