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Cátedra: García.
Teórico: N° 1– 22 de marzo de 2013
Tema: 1) Introducción
2) Escepticismo académico. [VERSIÓN REVISADA POR C. Mársico]
O sea que Colotes le tiene miedo a los cirenaicos. Si bien nosotros vamos a hablar
de Arístipo, en realidad se trata de una escuela que pervive a través de toda la época
helenística. En la época de Plutarco todavía hay cirenaicos dando vueltas. Y es a estos a
los que les tiene miedo, no quiere atacar al maestro de estos cirenaicos.
Quiere, según supongo, refutar primero a los cirenaicos, y luego a los
Académicos del grupo de Arquesilao, pues ésos son los que de dudan de
todo.
Fíjense que acá tenemos un primer dato importante: Arístipo empezaría, dentro de
la línea cirenaica, tratando de fundamentar esta posición hedonista a partir de una
especie de duda radical. Se duda de todo. Acá es donde empieza a bosquejarse —lo que
podríamos llamar— la epoché aristipiana. No porque Arístipo utilice este término,
porque es un término que, en realidad, se acuña técnicamente en la época helenística.
Pero, si uno rastrea los textos de Arístipo, hay un montón de circunloquios equivalentes.
De hecho, los filósofos helenísticos los van a usar para definir la epoché, lo cual nos
habilita a hacer una traslación de sentido y a decir que estamos frente a una cierta
epoché aristipiana que ahora vamos a ver cómo se construye.
Sigue diciendo Plutarlo:
Los primeros [los cirenaicos], colocando las afecciones e impresiones en
ellos mismos.
Y acá el término importante es páthe, el plural de páthos (afección). El término
páthe tiene que ver con “aquello que se experimenta como efecto de x cosa”. Acá,
justamente, lo que va a importar es como efecto de x cosa externa. Entonces:
(...) colocando las afecciones e impresiones en ellos mismos, no creían que
la creencia surgida de ellos [o sea, de estas impresiones y afecciones] fuera
suficiente para hacer afirmaciones sobre las cosas, sino que, como si
estuvieran sitiados, abandonando lo exterior, se encerraron ellos mismos en
las afecciones, sosteniendo sólo que “parece”, pero sin pronunciarse sobre lo
que “es” respecto de las cosas exteriores.
¿Se ve cómo funciona el ejemplo, esta chicana de Plutarco? Lo que está diciendo
es: si yo como cirenaico sólo puedo dar cuenta de los páthe, hasta tendría que llegar a
una especie de cambio a nivel lingüístico. ¿Por qué? Porque uno de los problemas para
un cirenaico es que, lamentablemente, el lenguaje humano está armado sobre un tipo de
compromiso ontológico. O sea, cuando yo digo “esto es un caballo”, por las reglas
sintácticas de la lengua, ya me salí, necesariamente, de la posición cirenaica. ¿Qué es lo
que habría que decir, en este ejemplo, en lugar de “yo veo un muro”, que implicaría que
hay un muro? Habría que decir “yo me amuro”, o sea, tengo el páthe de un muro en mí.
¿Qué hay afuera? No me importa.
Alumno: ¿esa afección se refiere a cualquiera de los sentidos? Si estoy amurado es
porque estoy percibiendo un muro por la vista, por el oído.
Docente: en ese punto, un cirenaico te diría: yo no sé si comprometerme con el
tema de decir que son los sentidos los que me trajeron determinado dato.
Alumno: ni siquiera eso.
Docente: hay una sede, que en un rato vamos a ver cuál es, en la cual se me
aparece un muro. ¿Cómo llegó el muro a esa sede? Bueno, ese no es mi problema.
Alumno: ¿cuáles son las razones que los llevan a tomar este tipo de posiciones?
Docente: en realidad, la razón última va a ser justificar por qué uno tiene que ser
hedonista. Es decir, la razón es dar fundamento a su propio sistema. Otra razón es no
caer en todos los problemas que tienen las filosofías objetivistas. Piensen que ya
estamos en el siglo IV a.C, ya pasó toda la sofística de Gorgias y Protágoras, ya pasó la
pregunta de “¿no será que esto es así para vos?, ¿cómo estás tan seguro de qué es lo que
pasa fuera?”. Bueno, yo creo que Arístipo podría suscribir varias tesis protagónicas en
este punto y decir: “es cierto que esto es así para mí”. Y, a partir de eso, yo no voy a
tener que hacer ningún tipo de construcción que le devuelva realidad a lo externo, me
quedo en el punto donde ya encontré certeza, que es dentro de mis propios páthe. Ya
tengo el núcleo de certeza en las auto-afecciones.
Alumno: ¿se podría decir que desplaza, de alguna manera, el compromiso
ontológico a la certeza del sujeto?
Docente: exactamente, sería un desplazamiento hacia el plano del sujeto lo que te
da certeza, sin que vos hayas tenido que atravesar ningún tipo de explicitación
ontológica. Acá la certeza está completamente desvinculada de las afirmaciones acerca
del mundo externo.
Fíjense el ajuste que hace Plutarco respecto de este amurarse de Colotes. Dice que
Colotes
(...) en primer lugar, se vale de los términos malignamente como los
sicofantes. Pues por supuesto que esto se sigue de lo que dicen estos
hombres, pero hubiese correspondido señalar el fenómeno como ellos lo
enseñan, [y acá viene el dato de lo que decía la misma escuela cirenaica]
dado que hablan de “endulzarse”, “amargarse”, “enfriarse”, “calentarse”,
“iluminarse” y “oscurecerse”, cuando cada uno tiene en sí la manifestación
propia y segura de estas afecciones.
Y acá otra vez, en realidad yo no hablo de que se iluminó el ambiente, sino de que
siento luz. Hasta este punto, yo me mantendría aristipianamente en un terreno de plena
certeza. Obviamente, en cuando lo trasponga, aparecen las muchísimas objeciones que
ya había para esa época respecto de cómo justifico que mi creencia se corresponde con
el mundo externo. La idea es que no hay que entrar en ese terreno, me quedo con que yo
me endulzo, me ilumino, me oscurezco, y listo. Mientras me quede en los páthe no va a
haber problemas.
Y si la miel es dulce, el retoño de oliva es amargo, el granizo es frío, el vino
sin mezclar es caliente, el sol es luminoso y el aire nocturno es oscuro, hay
muchas bestias, cosas y hombres que testifican lo contrario, pues a unos les
disgusta la miel, otros se alimentan de los retoños de oliva, otros se queman
con el granizo y se enfrían con el vino, se ciegan con el sol y ven por la
noche.
Esto es un argumento que vamos a ver reeditado muy fuertemente entre los
argumentos de las dos escuelas escépticas. En realidad, contraejemplos de lo que a
nosotros nos parece muy seguro hay a montones. Demasiados, como para que sea
seguro tratar de entrar en el tema de la justificación
Por eso la opinión, contenida en las afecciones, se mantiene libre de error,
pero cuando se proyecta y se entromete para juzgar y pronunciarse sobre lo
exterior, muchas veces se altera a sí misma y se opone a otros que toman de
las mismas cosas afecciones contrarias e impresiones diferentes.
El diagnóstico es bien claro: algo me puede parecer muy seguro pero, si viene otro y me
da una opinión contraria, podemos terminar empantanados siempre en el mismo
problema de quién tiene razón. Esta es el motivo último de por qué no hay que salir a
discutir en estos términos. Lo que viene después es una justificación de cómo está
haciendo Colotes esta lectura. Pero me parece que, hasta acá, el punto básico de la
posición gnoseológica aristipiana está más o menos claro. Si ustedes revisan los
testimonios, lo único que estamos en condiciones de examinar son nuestros páthe. El
mundo externo lo perdimos, está absolutamente suspendido. ¿Qué datos podemos sacar
de los páthe? Lo que dice Arístipo es que si examinamos internamente qué tipos de
rasgo se le acreditan necesariamente a algún páthe, estos rasgos son dos, uno es el
placer y otro es el dolor. O sea, ante cualquier afección, si hay algo que podemos decir
indubitablemente es si nos gusta o si no nos gusta, si nos produce agrado o desagrado.
En este sentido, encuentra la bisagra para salir del solipsismo de los páthe y construir
una doctrina positiva. Si uno está seguro de que lo que tiene es una bivalencia
placer/dolor, todos los datos indican que todos vamos a perseguir el placer y a evitar el
dolor. Esto es algo en lo que Arístipo confía en que vamos a estar todos de acuerdo y
que surge de cualquier examen sobre el comportamiento de cualquier ser vivo, pero
además es un contenido autopresente, es decir que se me manifiesta con evidencia si
examino mi propia experiencia.
Fíjense que esto es un corolario directo de quedarme en el análisis de los páthe. El
análisis de los páthe me da una polaridad y, dentro de esa polaridad, me da que hay un
elemento que hay que perseguir y otro que hay que evitar. Todo lo demás, todo el resto
de la doctrina positiva aristipiana, va a tender a establecer cómo hago para conseguir
placer y evitar el dolor.
El placer está entendido como una kínesis, o sea, como un tipo de movimiento
suave. Y el dolor también está entendido como un tipo de movimiento, pero brusco. En
esa brusquedad, en esa dureza, estaría el elemento de displacer que hace que tratemos de
evitar el dolor por todos los medios posibles. Fíjense que es importante esta cuestión de
que esté entendido en términos kinéticos porque eso lo aparta radicalmente de cualquier
tipo de hedonismo catastemático, orientado a placeres estables, como el de Epicuro.
Epicuro también es un hedonista, pero lo que dice es que hay que perseguir el
placer como una especie de calma y ausencia de alteración. Esto es todo lo contrario.
Acá la idea es: si yo tengo un páthe —dice Arístipo— lo tengo porque algo se movió. O
sea, hay algo que me está alterando. Estas alteraciones pueden ser dolorosas o
placenteras. Y la idea es que tengo que salir a arbitrar mis relaciones con el mundo con
el que opero todo el tiempo para repetir las ocasiones en que experimento placer, sin
entrar en planteos acerca de la causalidad, porque este mundo es un mundo que está
suspendido ontológicamente.
En este sentido, Arístipo no es pasible de una crítica del tipo “ahora te vas a
convertir en una planta y no vas a tener nada que hacer”. Al contrario, lo único que va a
decir Arístipo es: voy a salir a conseguir placer. ¿En dónde? En el mundo. Pero, ¿no
habías dicho que no podías decir, ontológicamente, si el mundo existe o no? No me
importa. Lo único que sé es que el mundo es un reservorio de cosas que a mi me
producen páthe, sé que hay cosas que se me aparecen y me producen placer. Voy a
tratar de ir tras ellas y voy a tratar de evitar aquellas que se me aparecen como
dolorosas.
Alumno: ¿el actuar en el mundo está visto como un ir tras el placer?
Docente: claramente. Ahora vamos a ver un testimonio interesante de Diógenes
Laercio que muestra hasta qué extremo llega Arístipo con esta idea. Él llega a
diagnosticar que todo tipo de placer es igual. O sea, no hay placeres buenos y placeres
malos dentro de esta doctrina. Hasta las cosas que a uno le pueden parecer más
repugnantes están bien, si persiguen el placer del sujeto.
Alumno: estar bien quiere decir que hay un cierto criterio ético, ¿O no?
Docente: el bien es el placer. Con lo cual, la idea es que siempre tengo que tratar
de salir a perseguir el placer, que no es otra cosa que perseguir el bien.
Otra idea muy extendida es que toda la ética antigua apunta a la felicidad. Arístipo
dice “no, ¿desde cuándo nosotros perseguimos las felicidad?”. En realidad, nosotros
perseguimos el placer y, en todo caso, la felicidad es el corolario de que uno haya
acumulado determinada cantidad de experiencias placenteras. No hay hombre feliz que
haya acumulado un montón de experiencias dolorosas. Con lo cual, ese hombre no sólo
está loco, sino que aquel que piensa que porque sufra mucho tiempo puede alcanzar una
situación placentera es un perverso. Esa cuestión de realizar largos esfuerzos para
conseguir un fin —esos que la sociedad recompensa tanto— para Arístipo es un verso
terrible. Son versos del sistema en los que uno no tendría que entrar. Y, justamente, se
entra porque lo más extendido son filosofías que no se detienen a ver dónde está el
núcleo de certezas que dictaría una ética muy distinta de las corrientes.
Alumno: ¿para todos los sujetos el placer se encuentra en los mismos lados?
Docente: no, sos vos como sujeto el que tiene evidencia de sus propios páthe y el
que está en condiciones de saber dónde conseguir placer. ¿Qué les pasa a los otros? Eso
es algo que puede variar tranquilamente.
Alumno: ¿no hay un juicio previo?
Docente: no hay ningún tipo de juicio previo.
Alumno: lo que puede darme placer a mí puede causarle dolor a otro.
Docente: exactamente. La apuesta de Aristipo es que eso varía de sujeto en sujeto.
La doctrina cirenaica no tiene manera de decir que está mal lo que, para la mayoría,
serían placeres perversos. Básicamente, porque nadie tiene derecho a meterse en los
páthe del otro y decirle si tiene o no que hacer determinada cosa.
Alumno: ahí se abre el problema de las relaciones con los otros.
Docente: en cuanto a las relaciones con los otros y acá viene la raigambre más
utópica, Arístipo piensa que si todos nosotros no preocupáramos por la persecución del
placer, habría muchísimos menos conflictos que los que se terminan generando por
estas versiones arbitrarias de lo que está bien y lo que está mal.
Alumno: ¿y si el placer depende de someter a otra persona? Estoy atentando
contra el placer de otra persona.
Docente: ahí me parece que Arístipo se corre y que empiezan las cuestiones de
cuándo el placer de uno implica el displacer del otro. Ahora, en el diagnóstico
aristipiano estamos peor en el modelo de la moderación, de la contención, de ponerle
limites a lo que quiere “lo humano”. Si lo que quiere “lo humano” es placer, mal
estamos si la mayoría de las filosofías piensa que hay algo malo en el placer. Me parece
que es por ese lado que Arístipo se salvaría de esa ventana problemática que mencionás,
porque la sociedad está instalada en un modelo que provoca daños subjetivos altos así
como está, pero la ventana problemática está.
Alumno: ¿no queda todo reducido a las sensaciones?
Docente: clarísimamente.
Alumno: hay un empobrecimiento del mundo.
Docente: hay una suspensión respecto del mundo y una necesidad de distanciar el
problema de la ontología. La idea es quedarse en el fenómeno, en lo que se me aparece.
Con eso basta para solucionar qué es lo que le preocupa al sujeto humano y cómo tiene
que arbitrar las relaciones con su mundo.
Alumno: lo que se está suspendiendo no es el mundo sino la posibilidad de
conocerlo. No es una cuestión ontológica en sí porque no se mete con la ontología, sino
cono el acceso intelectual o el conocimiento de ese mundo.
Docente: el formato típico para entender la epoché, pensandola en términos
husserlianos, pero también aristipianos, implica suspender la tesis de efectividad del
mundo, es decir suspender la afirmación respecto de la existencia del mundo. En los
presupuestos de los sistemas objetivistas típicos hay conocimiento si lográs develar la
naturaleza de la existencia. Pero eso es lo que no hace falta hacer en este sistema
aristipiano.
Alumno: por eso digo, lo que no pone en duda es la existencia del mundo.
Docente: no, la existencia también. Yo puedo estar soñando.
Alumno: está la duda cartesiana.
Docente: es un argumento similar al de la duda cartesiana. En un ratito vamos a
llegar a eso.
Alumno: esto de la kínesis suave y la kínesis fuerte no tiene que ver con la
intensidad de la afección, supongo. ¿Con qué tiene que ver?
Docente: puede haber intensidad de afección. En el modelo originario de Arístipo,
aquello que es placentero es placentero y no hay grados de placer. Cualquier placer es
bueno, lo encuentres donde lo encuentres. De ahí vendrá cuán exitoso sos, cuán
filosófica es tu vida cirenaica. Por eso les decía que la prueba última de si se es un buen
filósofo es si se es alguien colmado de placer. En el modelo aristipiano el filósofo es
alguien que casi no tiene dolores, no alguien que no tiene dolores, porque eso es
imposible, pero sí que puede limitarlos al mínimo.
Otra cosa interesante es que, a esta altura de la tradición, uno ya está
acostumbrado a pensar la antropología en términos de oposición cuerpo/alma. Se
supone que hay un cuerpo que arbitra las relaciones con el mundo y, después, hay una
mente, un alma, una psyché, que procesa estos datos. Bueno, esto es algo que no está
todavía sedimentado en el momento en que Aristipo plantea su posición y no apela a
una oposición anímico-somática.
Ustedes saben que, en realidad, la constitución de la noción de sujeto en Grecia es
sumamente paulatina. Los estudios de Bruno Snell al respecto examinaron los rasgos de
falta de una sede de responsabilidad moral y de falta de una sede que dirigiera al cuerpo
sin confundirse con él. Al que suele señalarse como el gran responsable de la
constitución de esta imagen de que el hombre es esa especie de mixtura, de relación
compleja entre cuerpo y alma, es al Platón del Fedón (que es de donde va a salir toda la
línea aristotélica). Pero lo interesante para notar es que, en estas épocas de discusión
socrática, esto no es para nada un presupuesto. De hecho, esta filosofía cirenaica se las
arregla perfectamente sin la oposición cuerpo/alma. Es más, los hombres son solamente
cuerpo. Es una filosofía claramente materialista como lo eran la mayoría de las
filosofías socráticas.
Alumno: ¿qué es un páthe?
Docente: Un páthe es cualquier tipo de alteración captada por algo que se llama
“tacto interno”, que es lo que cumple el lugar del alma o de la mente en la filosofía
aristipiana. El tacto interno es una dimensión corporal no carnal, no reductible a lo
somático, que arbitra todos estos cálculos dentro de los páthe, que maneja los datos que
le llegan, pero que no se confunde con el cuerpo físico. Evidentemente, dado que el
tacto interno es cuerpo, estos movimientos son algún tipo de alteración material. Si el
tacto interno se altera de manera suave, será un placer y, si no, será un displacer.
Veamos la caracterización de esto que suele llamarse tacto interno. Dice Cicerón
en Contra los académicos:
¿Qué piensas de los cirenaicos, que están lejos de ser filósofos
despreciables? Niegan que sea posible percibir nada externo, sino sólo
percibir lo que se siente por un toque íntimo, [un tacto interno] como dolor o
placer; y no se sabe qué es lo que tiene tal color o sonido, sino que su
experiencia es tal que tienen esa sensación.
ti
¿Qué pasa con el toque, especialmente el tipo del cual los filósofos llaman
“toque íntimo” de dolor o placer, única cosa en la cual creen que hay un
criterio, dado que se siente?
Segunda Parte
Esto es lo que habilita a los estoicos a decir que el sabio es infalible. Cualquier
cosa que diga el sabio, incluso respecto del futuro, va a ser completamente verdadera
porque las relaciones que hay entre sus proposiciones son las que existen en el nivel de
lo real dentro del cosmos.
Alumno: ¿Podría hacer proposiciones sobre los pathé ajenos?
Docente: Todas las que quiera. Si efectivamente es un sabio no se puede
equivocar. Es una discusión dentro de la escuela si esto es sólo en un modelo teórico o
si efectivamente hubo sujetos que encarnaban al sabio estoico. Para algunos sí y para
otros no. Pero, dentro del modelo esto funciona así; en todo caso, lo que uno tendría que
hacer es tratar de sanear el hegemonikón propio de opiniones. Lo que hace que uno no
sea efectivamente un sabio es que tenga proposiciones que respondan, no a la
cognitividad de una proposición, sino a proposiciones aceptadas por opinión. Y es así
porque de esas, de las aceptadas por opinión, uno no puede asegurar que correspondan
con lo real.
Este es el punto que ataca Arquesilao porque él va a sostener que los estoicos no
tienen una manera clara y taxativa de justificar que existe la opinión cognitiva. De
hecho, lo que va a desarrollar Arquesilao es una serie de argumentos por los cuales hay
elementos para decir que uno puede estar muy seguro de que una impresión es
efectivamente cognitiva pero sucede que puede haber otra impresión, que sea
exactamente idéntica respecto de la cognitiva, pero que no tenga correlato real. Eso es lo
que ellos llaman aparallaxía (indiscernibilidad); la posibilidad de que haya una
impresión no cognitiva idéntica, para nosotros sujetos, a esa cognitiva. Los ejemplos
son bastante concretos, van a cosas tales como si el sujeto está en condiciones de
diferenciar un grano de arena de otro o, también, está lleno de ejemplos de confusiones
entre gemelos: impresiones que parecen cognitivas respecto de un sujeto pero no es así:
yo estoy segura de estar viendo a Pedro pero resulta que estoy viendo a Juan. Con lo
cual la idea es que a mí, como sujeto estoico, me falta el criterio para diferenciar una de
otra. De manera que a Arquesilao le interesa utilizar este ejemplo, el de la aparallaxía,
para decir que lo que le sucede a los estoicos es que tienen en ciertos casos que aceptar
que el sabio opina. Aún cuando él quiera tomar solamente impresiones cognitivas
algunas veces va a terminar tomando impresiones no cognitivas. O sea, nos falta un
criterio fijo y seguro para reconocer cuáles son las impresiones cognitivas y cuáles no.
Este es el problema desde el inicio de los sistemas explicativos argumentativos. Si
ustedes se paran en Heráclito o en Parménides la cuestión es la misma: si yo soy un
despierto de Heráclito ¿cómo estoy totalmente seguro de que pertenezco a ese grupo y
no al otro? Esa pregunta surge porque, de hecho, los dormidos pueden sostener tener
más o menos la misma certidumbre de los despiertos. Los mortales bifrontes de
Parménides funcionan igual.
Alumno: ¿Para él hay que encontrar ese criterio sólido o ya da por establecido que
no?
Docente: Yo les decía que esta cuestión viene a cuento de si Arquesilao necesitaba
el esquema de contraposición o también podía, directamente, argumentar en contra de
una tesis “x”. Este sería un ejemplo en donde no está usando contraposición de
opiniones, acá simplemente está tomando la tesis de la impresión cognitiva de los
estoicos y está mostrando que no existe algo así como la impresión cognitiva. La
impresión cognitiva no puede ser criterio porque nunca estamos ciento por ciento
seguros de que estamos tomando lo real tal cual es. Alcanza con que cometamos un
mínimo error para que el edificio entero del estoico se venga abajo. Están tratando de
hacer epistéme bajo este esquema al tomar datos que se adecuen a lo real, pero si no se
puede descifrar cuáles impresiones son no cognitivas porque hay no cognitivas que son
idénticas a las que sí lo son, Arquesilao minar esa base él cree que ya cae todo. No para
proponer otro criterio alternativo, en principio, sino para mostrar la inviabilidad del
criterio estoico.
Alumno: ¿Él da por entendido que hay algunas que pueden ser cognitivas o no?
Porque sería como una especie de pragmatismo.
Docente: Arquesilao juega desde afuera. Él diría “yo soy de otra escuela y lo único
que estoy haciendo es mostrarle al estoico que su sistema falla”. De ninguna manera le
conviene a Arquesilao comprar un modelo de impresión cognitiva porque dejaría
automáticamente de ser escéptico. Yo abrí este aspecto complejo sobre si en realidad
había una especie de segundo nivel de educación filosófica arquesiliana y ahí se
enseñaba algo distinto y positivo. Lo que pasa es que en ese caso tendrían que ser
doctrinas de tipo platónico y no estoicas. Y a un platónico, en realidad, la tesis de la
impresión cognitiva le sirve poco porque tiene que ver con el conocimiento del plano de
lo sensible. Yo descartaría que este tomando una postura positiva respecto a esta
cuestión. Más bien digamos que cascotea desde afuera y sanciona: “te muestro en
realidad como lo tuyo no convence a nadie”.
Leemos un poco más como para ubicar de dónde viene esta figura académica de
Arquesilao:
Cuando Crates murió, Arquesilao se hizo cargo de la Academia, dado que
Socratides le cedió el lugar. Algunos dicen que no escribió ningún libro porque
suspendió el juicio acerca de todo.
Entre la línea pirrónica, que vamos a ver la vez que viene, y ésta de los
académicos no hay una ruptura; los textos iban de uno a otro lugar y se ajustaban de
acuerdo a la escuela.
Era muy afecto a la dialéctica y usó los argumentos de los erétricos.
Que son una escuela que está ligada con los megáricos, de origen socrático
también.
Por esta razón Aristón lo describió así: “Platón al frente, Pirrón detrás, Diodoro al
medio”.
Otra vez la idea es que no me voy a comprometer con ningún tipo de ontología
porque yo tengo que suspender el juicio.
También dice que la suspensión del juicio es el fin, junto con la cual viene la
libertad de perturbación.
Y esto pónganlo en línea con estas categorías con alfa privativa bien típicas de la
época helenística, sobre todo en el ámbito de qué es lo que percibe un sujeto, de la
apátheia (no tener ningún tipo de afección que me altere) o la ataraxía (la ausencia de
perturbación) en el caso de los epicúreos. Acá la respuesta académica sería que yo
puedo conseguir este estado privado de cualquier perturbación si me dejo llevar por la
epoché.
También dice que las suspensiones del juicio particulares son buenas y los
asentimientos particulares, males. Excepto por el punto en que decimos todo esto
sobre la base de lo que se nos aparece, y no de modo afirmativo, mientras que él lo
hace en referencia a la naturaleza, y en consecuencia dice que la suspensión del
juicio en sí misma es buena y el asentimiento es malo. Si uno debiera creer lo que
se dice de él, el relato es que daba la apariencia de un pirrónico, pero era en verdad
doctrinario, y dado que solía poner a prueba a sus asociados por medio de recursos
aporéticos, para ver si estaban naturalmente dotados para recibir las doctrinas
platónicas, se lo tenía por un aporético, pero a aquellos de sus allegados que
estaban naturalmente dotados les transmitía la filosofía de Platón.
Hay algunos que sugieren, hay otros que no, que para ver si alguien tiene talante
filosófico primero hay que educarlo en el escepticismo, en la práctica de la epoché,
porque la idea es ver si el sujeto está en condiciones de no estar comiendo pescado
podrido todo el tiempo. Si pasa esa prueba entonces estaría en condiciones de recibir
formación doctrinaria.
Alumno: Es casi como la duda cartesiana esa metodología porque primero dudo de
todo para ver si puedo, a partir de ahí, empezar a conocer.
Docente: De hecho, Sexto juega mucho con este aspecto del planteo de
Arquesilao, que sostenía que todo asentimiento es malo, porque lo que ve Sexto es un
riesgo de auto-refutación en eso.
Alumno: Porque también estoy afirmando algo.
Docente: Exactamente. En realidad, la posición escéptica más consecuente es la de
los pirrónicos porque no llegan a decir que no hay nada que sea certero.
Alumno: Porque estaría asintiendo algo ahí.
Docente: Claro. La idea de la investigación sería ir poniendo a prueba. Si uno
puede poner tesis en contraposición suspende el juicio. Cuando aparezca una que resulte
ser incontrovertible habrá que aceptarla. Me parece que por ahí vendría la diferencia
más grande entre las dos líneas. De hecho, hay un momento donde Sexto dice que hay
filósofos dogmáticos, hay académicos que hacen este compromiso negativo, y hay
escépticos que simplemente investigan y mientras tanto suspenden el juicio. Los
verdaderos escépticos serían los pirrónicos, mientras los académicos son dogmáticos
negativos.
Yo no sé si por ahí hay una idea muy fuerte en Sexto respecto de este problema
por la cantidad de discusiones que tuvo Arquesilao con los estoicos. Esto que
preguntabas vos recién, y que es totalmente lícito, ¿hasta qué punto de tanto discutir
sobre si hay impresión cognitiva o no, en el ámbito académico no se termina
componiendo una representación sobre un criterio más o menos aceptable? Si uno lo
mira, incluso históricamente, lo que le pasó a la Academia es que, en un par de
generaciones más, se vuelven todos neoestoicos. La contaminación en la discusión con
el adversario les termina pegando de una manera muy fuerte. Así que pensar de ese
modo está en algún sentido justificado.
Alumno: Me parece que cuando estás refutando tanto una tesis es porque estás
buscando algo que quede.
Docente: O queda a tu pesar. Si uno va a autores posteriores lo que encuentra es
que están directamente tomando parte de la doctrina estoica adaptada. Es más, vamos a
mencionar nosotros el caso de Enesidemo. Enesidemo fue un filósofo de la línea
pirrónica que pasó por la Academia. El tema es que pasa por la Academia y dice “estos
tipos de escépticos no tienen anda”. Te venden escepticismo y cuando entrás estudias
estoicismo. Él pega un portazo, se va y dice que hay que restaurar el viejo pirronismo.
Esa sí sería una corriente claramente escéptica y sin contaminaciones doctrinarias.
Leamos un pasaje sobre esta cuestión de la impresión:
Podemos suponer que Arquesilao le preguntó a Zenón qué sucedería si el sabio no
pudiese conocer cognitivamente nada y fuese la marca del sabio no opinar.
La característica del sabio estoico es que nunca opina, sólo acepta impresiones
cognitivas.
Zenón, imagino, contestó que el sabio no opinaría, dado que hay algo cognitivo.
¿Pero entonces qué es? Zenón, supongo, dijo: una impresión. ¿Qué clase de
impresión? Entonces Zenón la definió como una impresión estampada y
reproducida a partir de algo que es, exactamente como es.
Esto que decíamos, algo que recupera todos los rasgos de lo que es efectivamente
existente.
Arquesilao luego preguntó si eso era válido si una impresión verdadera fuera
similar a una falsa.
Detrás está ésta cuestión que les adelantaba: no simples parecidos, sino la
posibilidad de diferenciar una de otra, la aparallaxía o indiscernibilidad.
En este punto, Zenón fue suficientemente agudo para ver que si una impresión que
surge de lo que es fuera tal que una impresión surgida de lo que no es pudiera ser
similar, no habría impresión cognitiva. Arquesilao estuvo de acuerdo que era
correcto agregar eso a la definición, dado que ni una impresión falsa ni una
verdadera serían cognitivas si la última fuera tal como podría serlo una falsa. Sin
embargo, aplicó toda su fuerza a este punto del argumento, para mostrar que
ninguna impresión que surge de algo verdadero es tal que una impresión que surja
de algo falso no podría asemejársele. Este es el tema controversial que dura hasta
el presente.
Siendo así, habría dos disposiciones: una relativa a lo que imprime, i.e., al objeto
que está produciendo la impresión, y la otra relativa al que experimenta esa impresión.
Impresiones
S/ Objeto S/ percipiente
Aquí se introduce este operador que tiene que ver con nuestro viejo phaínetai;
algo se me puede aparecer verdadero o aparecer no verdadero.
Impresiones
Objeto S/ percipiente
V F Aparece V Aparece no V
Por muchas razones, algo que me aparece verdadero me puede aparecer verdadero
con cierta debilidad. O sea, me parece que es así pero no del todo.
(...) el otro tipo, junto con su aparición como verdadero, es adicionalmente
caracterizado por la intensidad de su aparición como verdadero.
Impresiones
Objeto S/ percipiente
V F Aparece V Aparece no V
(convincente)
Intensamente V Débil
Sería el caso contrario: me aparece verdadero pero no tengo dudas, sino que es
intensamente verdadero.
De éstos, a su vez, la impresión tenue y débil no puede ser criterio, porque no
indica claramente ni ella ni su causa, no es de una naturaleza que nos convenza o
nos lleve al asentimiento, mientras que la impresión que aparece como verdadera y
se manifiesta completamente es el criterio de verdad de acuerdo con Carnéades y
sus seguidores.
Impresiones
Objeto S/ percipiente
V F Aparece V Aparece no V
(convincente)
Intensamente V Debilidad
La experiencia más alta que podríamos llegar a armar, la que tendríamos que
tomar como criterio, es la que dada la percepción de esta comunidad de rasgos no tiene
nada que sea una desviación. Esto se parece muchísimo a lo que van a ver cuando
lleguen a Husserl porque tiene que ver con cómo se conforma el nóema; si hay un
afuera que está suspendido, entonces de lo único que tenemos clara consciencia es de
que operamos intencionalmente con una correlación noético-noemática. A la actividad
de la nóesis le corresponde un nóema que porta los rasgos de la vivencia intencional.
Cuando Husserl plantea los modos de constitución del nóema plantea también que un
nóema se conserva como tal hasta tanto no explote. Algo puede parecernos una cosa,
pero después resulta que es otra. Uno creía que era fulano que venía, pero resulta que
era mengano. Algo parece un arbusto, pero resulta que era un gato. En el momento en el
que el objeto, que parecía una cosa, deja de serlo porque aparece algo internamente
incompatible es donde el nóema explota y hay que, necesariamente, poner otro para
reemplazarlo.
Esto que está diciendo Carnéades es similar: uno puede usar el nivel de la
desviación o no desviación para controlar la calidad de las impresiones convincentes.
Me puede parecer muy convincente, pero la idea es que yo puedo dar un paso más
examinando las relaciones de eso con las otras que vienen sobreagregadas y en
conjunción. Si todas se mantienen coherentes entre sí, si el gato sigue siendo un gato,
entonces tendría una impresión sin desviación. Si, en cambio, hay algo que me produce
algún tipo de incompatibilidad entonces tengo una desviación.
De hecho, me pasó el martes cuando estaba abriendo Antigua (les doy un ejemplo
bien práctico) y veo una cara conocida. Lo que pasaba en ese caso es que en realidad yo
no esperaba ver esa cara conocida ahí. Con lo cual, estuve un rato largo para ver si este
chico era en realidad un amigo de mi cuñado o no. Después, resultó que sí. Pero hasta
ese momento era una impresión con desviación. Había algo que a mí no me cerró en ese
momento y eso que no me cerró era la circunstancia en la cual estaba porque, hasta
donde yo sabía, ese chico estudiaba Sistemas o algo por estilo; entonces, ¿qué hacía esa
cara en Filo? En ese momento era una desviación. En este caso, diría Carnéades, yo no
tenía un criterio suficientemente alto como para decir si era o no una desviación. Habría
que ver después si eso se corrige o no se corrige. En ese caso sí. La falta de desviación
es que todos los rasgos estén en conjunto para que yo esté segura de que efectivamente
la cosa es así.
Alumno: ¿Es como la costumbre en Hume esto?
Docente: Yo no sé si tanto porque eso tiene que ver con la constitución del objeto.
Pero, podría conectarse. Sí es seguro que en cuanto al reconocimiento de esos rasgos
está operando una sedimentación habitual. Quedaría como un rasgo husserliano más
todavía.
Alumno: Vendría a decir que las impresiones verdaderas sin desviación ¿serían
aquellas que son impresiones complejas pero coherentes entre sí?
Docente: exactamente. Acá lo que empezó a jugar, en este plano, es la
complejidad de la percepción y la cosa de tomar seguros dentro de la complejidad.
Leemos un poco más, donde tienen el ejemplo de Sexto:
Creemos que este es Sócrates porque tiene sus rasgos habituales –color, tamaño,
forma, conversación, manto, y está en un lugar donde no hay nadie indiscernible
de él. (…)
¿Recuerdan este contexto? La versión mítica según la cual Helena no se fue con
Paris a Troya, provocó la guerra, y después se todos los desastres se volvió con Menelao
a su patria; sino que hay versiones antiguas (lo trata muy bien Eurípides) que sostienen
que Helena se bajó en Egipto y consiguió auxilio para que le construyan una especie de
holograma que es lo que se lleva Paris a Troya. O sea que Paris vive toda la guerra con
el holograma y la guerra íntegra se da para recuperar el holograma.
Alumno: Algunos la describen como una imagen de humo.
Docente: Sí, en el medio se casó como tres veces así que tan de humo no era.
Entonces, acá Sexto está jugando con esto porque lo que cuenta Eurípides que le pasa a
Menelao es que Menelao vuelve con Helena en la nave, paran en la isla de Faros y
resulta que se encuentra con la verdadera Helena.
(...) pero aunque tomó una impresión verdadera de ella, todavía no creía en una
impresión de tal tipo que dado que estaba desviado por otra en virtud de la cual el
sabía que había dejado a Helena en su nave.
Completamente
explorada
No simplemente tienen que estar en coincidencia entre ellas, sino que hay una
especie de trabajo analítico mucho más detallado para poder chequear cada uno de esos
rasgos.
De hecho, en el ejemplo de Sexto, que nos salteamos, se da todo un detalle de
cómo funcionan las asambleas gubernamentales para elegir los candidatos. Allí no sólo
se chequea la historia de cada uno sino que se los compara entre ellos.
Sigue diciendo:
Todos estos a su vez son criterio –la impresión convincente, la que es
simultáneamente convincente y no desviada, y además la que es convincente, no
desviada y completamente explorada.
Cualquiera de estos tres niveles [la docente se refiere a los niveles señalados en el
cuadro anterior a los planos de impresión convincente, no desviada y completamente
explorada] pueden funcionar como criterio.
Por esta razón, como en la vida cotidiana, cuando estamos investigando una
cuestión menor, le preguntamos a un solo testigo, pero si es algo más importante a
muchos, y en un asunto crucial examinamos a cada testigo para corroborar con los
datos de los otros.