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BIOGRAFÍA DE
SIMÓN BOLÍVAR
PROFESORA: ALUMNOS:
Lic. Carmen Delgado. # María Álvarez. C.I.N°: 6.627.231.
# Jesús Ojeda. C.I.N°: 24.971.130.
# Militza Herrera. C.I.N°: 13.084.515.
# Silvia Goncalves. C.I.N°: 12.363.247.
Simón Bolívar fue hijo de Juan Vicente Bolívar y Ponte y Concepción Palacios Blanco;
de muy niño pierde a sus padres y pasó –junto a sus cuatro hermanos– bajo el cuidado de su
abuelo y tío maternos, en una casona ubicada en el casco central de Caracas. A sus
doce años contó con la instrucción del maestro Simón Rodríguez; tuvo la suerte de formarse
con los mejores maestros y pensadores de la ciudad; figuraban entre ellos Andrés Bello,
Guillermo Pelgrón y Simón Rodríguez. Fue este último, sin embargo, quien logró calmar por
instantes el ímpetu nervioso y rebelde del niño, alojándolo como interno en su casa por orden
de la Real Audiencia, lo cual sería la génesis de una gran amistad. Pero ni el apego al mentor
ni el ingreso en la milicia fueron suficientes para aquietar al muchacho, y sus tíos decidieron
enviarlo a España a continuar su formación.
EN EUROPA
En una de ellas conoció a María Teresa Rodríguez del Toro, con quien se casaría el 26
de mayo de 1802 en la capilla de San José, en el palacio del duque de Frías. Mientras
Bernardo Rodríguez, padre de la muchacha, decidía dar largas al compromiso, Bolívar los
siguió hasta Bilbao y aprovechó para viajar a Francia: Bayona, Burdeos y París.
Inmediatamente después de la boda, los recién casados se trasladaron a Caracas y, a pesar
de los resquemores que canalizaban los criollos a través de sus conspiraciones, Bolívar
permaneció junto a su esposa, llevando una vida tranquila. Esta serenidad conyugal, sin
embargo, no duraría mucho: María Teresa murió pocos días después de haberse contagiado
de fiebre amarilla, en enero de 1803. Bolívar, desilusionado, decidió alejarse y marchó
nuevamente a Europa.
Bolívar regresó a mediados de 1807 a Caracas, donde hubo de retomar sus antiguas
ocupaciones de hacendado. José Antonio Briceño, un vecino de tierras y fincas, le esperaba
con un cerco en sus tierras; tal asunto debía resolverse cuanto antes. Pese al fracaso, las
incursiones de Miranda habían tenido la virtud de adherir algunos caraqueños al proyecto
emancipador; sin embargo, la gran mayoría de los criollos se conformaba con rebelarse
pasivamente violando las normas que se dictaban desde España.
La situación era propicia para que Martín Tovar y Ponte, entonces alcalde de Caracas,
presentara a la Capitanía General un proyecto para crear una junta de gobierno adscrita a la
Junta Suprema de Sevilla, expresando así las demandas criollas de participación política. En
un comienzo, las autoridades coloniales se mostraron reacias al proyecto, pero
posteriormente, ante el vacío de poder que se había producido, decidieron pactar con los
conspiradores. Enterado de la situación, Bolívar abrió las puertas de una casa de verano
familiar (la Cuadra de Bolívar) para acoger las reuniones. Se negó categóricamente a
participar en cualquier alianza; para él, debía clamarse por la emancipación absoluta.
En las vísperas del jueves santo de 1810, arribaron a la ciudad los comisionados del
nuevo Consejo de Regencia de Cádiz, órgano de gobierno que actuaba en la península en
sustitución de Fernando VII, tras haber relevado a la Junta Suprema. Fueron recibidos por
Vicente Emparan, máxima autoridad colonial en tanto que gobernador y capitán general de
Venezuela, pero al día siguiente los criollos lo sitiaron y lo obligaron a dirigirse al cabildo. La
mitología venezolana recoge de esta fecha (19 de abril de 1810) el instante en el cual Vicente
Emparan se asomó al balcón del cabildo de Caracas para interrogar al pueblo enardecido
acerca de su predisposición a continuar aceptando su autoridad, con el clérigo José Cortés de
Madariaga detrás de él haciendo señas con el dedo al pueblo para que negasen. Tras un
rotundo "¡No!" por parte de la población, Vicente Emparan cedió: "Pues yo tampoco quiero
mando".
Comenzaba así la famosa revuelta caraqueña que, sin proponérselo, daba inicio al
proceso de independencia de Venezuela. Se constituyó la Junta Suprema de Venezuela,
órgano gubernativo teóricamente fiel al rey Fernando VII que, entre otras disposiciones,
nombró a Simón Bolívar coronel de infantería y le asignó la tarea de viajar a Londres, en
compañía de Andrés Bello y Luis López Méndez, en busca de apoyos para el nuevo gobierno.
LA INDEPENDENCIA DE VENEZUELA
La estrategia de Bolívar fue entonces huir hacia Curazao, desde donde partió a
Cartagena, en la costa caribeña de Colombia. El 27 de noviembre de 1811, Cartagena y otras
ciudades del Reino de Nueva Granada (actual Colombia) habían proclamado su
independencia y constituido las Provincias Unidas de Nueva Granada. La intención de Bolívar,
arropada en el manto de un discurso deslumbrante, era encontrar apoyo en las fuerzas
neogranadinas para emprender la reconquista de la República en la vecina Venezuela. "Yo
soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus
ruinas físicas, y políticas": con estas palabras se iniciaba el Manifiesto de Cartagena, carta de
presentación de Bolívar ante el Soberano Congreso de las Provincias Unidas de Nueva
Granada, en la cual trazaba un diagnóstico de la derrota al tiempo que ofrecía sus servicios al
ejército de esa región. Los granadinos lo acogieron otorgándole el rango de capitán de la
guarnición de Barrancas.
Bolívar libró unas cuantas batallas, incluso desobedeciendo órdenes, y bajo el mismo
procedimiento inició su arremetida hacia Venezuela. En mayo de 1813 emprendió la
«Campaña Admirable», gesta que consistió en la reconquista de los territorios del occidente
del país (mientras, de forma simultánea, Santiago Mariño tomaba los de oriente) hasta entrar
triunfalmente en Caracas en agosto del mismo año. A su paso por Mérida le llamaron «el
Libertador», y con ese título fue ratificado por la municipalidad de Caracas, que lo nombró,
además, capitán general de los ejércitos de Venezuela. Pero la Segunda República iba a ser,
en esencia, tan efímera como la primera.
Había que repensar la situación. Después de un corto pero victorioso tránsito por la
Nueva Granada (dirigió las tropas que ocuparon Santafé de Bogotá, sellando así la adhesión
de Cundinamarca a las Provincias Unidas de Nueva Granada), Bolívar marchó hacia Jamaica
en mayo de 1815. En Kingston se dedicó a divulgar, a través de una copiosa correspondencia
con personalidades de todo el mundo, el propósito de la guerra que se estaba librando en el
territorio de la América meridional. Hasta entonces, el mundo sólo conocía la versión de los
realistas.
Fueron los tiempos del temible general realista Pablo Morillo, al que el absolutista
monarca español Fernando VII, repuesto en el trono una vez finalizada la Guerra de la
Independencia Española, había encomendado la misión de aplastar toda insurgencia.
Vencerlo fue tarea difícil, y Bolívar tuvo que emplear nuevas estrategias de adhesión:
proclamó la libertad de los esclavos y ofreció tierras a cambio de lealtad militar. Obtuvo así la
colaboración de los ejércitos llaneros al mando de José Antonio Páez, vitales para el
desarrollo de la contienda, como también lo fue la ayuda de un importante contingente de
soldados y generales europeos, británicos fundamentalmente, quienes anhelaban unirse al
Libertador.
En una inolvidable gesta que incluyó la travesía de los Andes desde Argentina, San
Martín había liberado Chile en 1817; desde allí, al frente de un nutrido ejército que trasladó
por mar, desembarcó en Perú, ocupó Lima en 1821 y proclamó la independencia. Pero
apenas un año después, las disensiones internas y el hostigamiento de los realistas, que
controlaban de hecho la mayor parte del territorio, habían debilitado sensiblemente su
posición. Ambos libertadores se reunieron en Guayaquil en julio de 1822 con el fin de tratar
éste y otros asuntos relativos a la guerra. Nunca se supo de qué hablaron Simón Bolívar y
José de San Martín, pero el curso de los acontecimientos brinda la evidencia de un profundo
desacuerdo; poco después, San Martín renunció a su cargo de Protector del Perú y regresó a
Chile.
La definitiva liberación del Perú quedó así en manos de Bolívar. Apenas dos años
después, tras hacerse cargo en persona de los preparativos, las batallas de Junín y de
Ayacucho (agosto y diciembre de 1824) acabaron con la resistencia realista: la caída del
Virreinato del Perú ponía fin a tres siglos de dominación española. En el Alto Perú, liberado en
los primeros meses de 1825, se constituyó la actual República de Bolivia, presidida por su
lugarteniente Antonio José de Sucre. Culminadas así todas las operaciones militares, Bolívar
regresó a rendir cuentas al Congreso colombiano.
Si bien logró todavía aplacar la sublevación de la Cosiata (1826), Bolívar intentó luego
evitar la desmembración de la Gran Colombia invistiéndose de poderes dictatoriales (1828), lo
que sólo sirvió como pretexto para que, el 25 de septiembre del mismo año, se perpetrase un
atentado fallido contra su persona que minó profundamente su moral. Todo era inútil: el
general victorioso en las luchas por la libertad de las naciones se veía vencido en aquella
nueva etapa de lucha para la verdadera construcción de las mismas. El 27 de abril de 1830,
Bolívar presentó su renuncia ante el que sería el último Congreso de la Gran Colombia. Las
pugnas caudillistas y nacionalistas desbarataron toda posible conciliación y condujeron a la
separación de Venezuela y Ecuador.