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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DE PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN SUPERIOR


FUNDACIÓN MISIÓN SUCRE
ALDEA UNIVERSITARIA
RAFAEL GONZALES UDIS
Universidad Rómulo Gallegos

BIOGRAFÍA DE
SIMÓN BOLÍVAR

PROFESORA: ALUMNOS:
Lic. Carmen Delgado. # María Álvarez. C.I.N°: 6.627.231.
# Jesús Ojeda. C.I.N°: 24.971.130.
# Militza Herrera. C.I.N°: 13.084.515.
# Silvia Goncalves. C.I.N°: 12.363.247.

VALLE DE LA PASCUA− ESTADO GUÁRICO


DESARROLLO
Simón Bolívar El Libertador
Simón Bolívar nació en Caracas el 24 de julio de 1783. Simón Bolívar El Libertador es
la figura insigne de la historia de Venezuela y de América, sus cualidades de liderazgo tanto
en el ámbito civil como militar, su pensamiento, sus proclamas, su comprensión del momento
en que vivía y su entrega a la bandera de la Libertad y del derecho a la determinación de los
pueblos ganaron para sí el reconocimiento como figura universal. Su gran sueño una patria
grande de libertad y solidaridad: La Gran Colombia.

Simón Bolívar fue hijo de Juan Vicente Bolívar y Ponte y Concepción Palacios Blanco;
de muy niño pierde a sus padres y pasó  –junto a sus cuatro hermanos– bajo el cuidado de su
abuelo y tío maternos, en una casona ubicada en el casco central de Caracas. A sus
doce años contó con la instrucción del maestro Simón Rodríguez; tuvo la suerte de formarse
con los mejores maestros y pensadores de la ciudad; figuraban entre ellos Andrés Bello,
Guillermo Pelgrón y Simón Rodríguez. Fue este último, sin embargo, quien logró calmar por
instantes el ímpetu nervioso y rebelde del niño, alojándolo como interno en su casa por orden
de la Real Audiencia, lo cual sería la génesis de una gran amistad. Pero ni el apego al mentor
ni el ingreso en la milicia fueron suficientes para aquietar al muchacho, y sus tíos decidieron
enviarlo a España a continuar su formación.

EN EUROPA

Corría el año 1799 cuando Bolívar desembarcó en tierras peninsulares. En Madrid, a


pesar de seguir sus estudios, el ambiente de la ciudad le seducía: frecuentaba los salones de
lectura, baile y tertulia, y observaba maravillado la corte del reino desde los jardines de
Aranjuez, lugar éste que evocaría en sueños delirantes en su lecho de muerte. Vestía de
soldado en esos tiempos en los cuales España comenzaba a hablar de Napoleón, y así
visitaba al marqués de Ustáriz, hombre culto con quien compartía largas tardes de
conversación.

En una de ellas conoció a María Teresa Rodríguez del Toro, con quien se casaría el 26
de mayo de 1802 en la capilla de San José, en el palacio del duque de Frías. Mientras
Bernardo Rodríguez, padre de la muchacha, decidía dar largas al compromiso, Bolívar los
siguió hasta Bilbao y aprovechó para viajar a Francia: Bayona, Burdeos y París.
Inmediatamente después de la boda, los recién casados se trasladaron a Caracas y, a pesar
de los resquemores que canalizaban los criollos a través de sus conspiraciones, Bolívar
permaneció junto a su esposa, llevando una vida tranquila. Esta serenidad conyugal, sin
embargo, no duraría mucho: María Teresa murió pocos días después de haberse contagiado
de fiebre amarilla, en enero de 1803. Bolívar, desilusionado, decidió alejarse y marchó
nuevamente a Europa.

Mientras el caraqueño Francisco de Miranda, desde Estados Unidos y las Antillas,


reunía pacientemente apoyos para una expedición militar que diese la independencia al país,
los acontecimientos en Venezuela comenzaban a tomar aires de revuelta. Ajeno a todo
aquello, Bolívar se reunió con su suegro en Madrid, para trasladarse a París en 1804. A la
sombra de Napoleón Bonaparte(quien no tardaría en proclamarse emperador de Francia) se
había formado una clase aristócrata, hallada entre la burguesía, que se reunía en los grandes
salones a los cuales asistía Bolívar en compañía de Fernando Toro y Fanny du Villars.

EL JURAMENTO DEL MONTE SACRO

El joven Bolívar, especie de dandy americano, se contagiaría poco a poco de las ideas


liberales y la literatura que habían inspirado la Revolución Francesa. Era un gran lector y un
interlocutor bastante interesado en la política de la actualidad. En esos tiempos conoció al
eminente naturalista alemán Alexander von Humboldt, expedicionario y gran conocedor del
territorio americano, quien le habló de la madurez de las colonias para la independencia. "Lo
que no veo (diría Humboldt) es el hombre que pueda realizarla".

Su antiguo preceptor, Simón Rodríguez, se hallaba por entonces en Viena; Bolívar, al


enterarse, corrió en su búsqueda. Posteriormente el maestro se trasladó a París, y en
compañía de Fernando Toro emprendieron un viaje cuyo destino final era Roma. Cruzaron los
Alpes caminando hasta Milán, donde se detuvieron el 26 de mayo de 1805 para presenciar la
coronación como rey de Italia de Napoleón, a quien Bolívar admiraría siempre. Después
visitaron Venecia, Ferrara, Bolonia, Florencia, Perusa y Roma. En esta última ciudad tuvo
lugar el llamado Juramento del Monte Sacro: en presencia de Simón Rodríguez y Fernando
Toro, Simón Bolívar juró solemnemente dedicar su vida y todas sus energías a la liberación de
las colonias americanas.
IDEAL EN GESTACIÓN

El propósito y convicciones no habían nacido en Bolívar de forma espontánea o


repentina; el fervor del momento y sus conversaciones con importantes intelectuales
(empezando por su maestro Simón Rodríguez) le habían hecho comprender la injusticia que
entrañaba el sometimiento de América al yugo de España. Tras tener noticia de las fallidas
expediciones libertadoras de Francisco de Miranda en Ocumare y la Vela de Coro, Bolívar
decidió emprender el viaje de vuelta.

Bolívar regresó a mediados de 1807 a Caracas, donde hubo de retomar sus antiguas
ocupaciones de hacendado. José Antonio Briceño, un vecino de tierras y fincas, le esperaba
con un cerco en sus tierras; tal asunto debía resolverse cuanto antes. Pese al fracaso, las
incursiones de Miranda habían tenido la virtud de adherir algunos caraqueños al proyecto
emancipador; sin embargo, la gran mayoría de los criollos se conformaba con rebelarse
pasivamente violando las normas que se dictaban desde España.

En 1808 Bolívar se había ya incorporado a las actividades conspirativas. Ese mismo


año tuvieron lugar gravísimos sucesos en la metrópoli: Napoleón invadió la península,
mantuvo retenidos en Bayona a Carlos IV y a su hijo Fernando VIIy dio la corona a su
hermano José I Bonaparte. Tal usurpación desencadenó la Guerra de la Independencia
Española (1808-1814), convulsa etapa en la que los continuos combates contra el invasor y el
rechazo popular al impuesto rey francés ocasionaron un vacío de poder en España, cubierto
apenas con el establecimiento en Sevilla de la Junta Suprema de España e Indias (27 de
mayo de 1808).

La situación era propicia para que Martín Tovar y Ponte, entonces alcalde de Caracas,
presentara a la Capitanía General un proyecto para crear una junta de gobierno adscrita a la
Junta Suprema de Sevilla, expresando así las demandas criollas de participación política. En
un comienzo, las autoridades coloniales se mostraron reacias al proyecto, pero
posteriormente, ante el vacío de poder que se había producido, decidieron pactar con los
conspiradores. Enterado de la situación, Bolívar abrió las puertas de una casa de verano
familiar (la Cuadra de Bolívar) para acoger las reuniones. Se negó categóricamente a
participar en cualquier alianza; para él, debía clamarse por la emancipación absoluta.
En las vísperas del jueves santo de 1810, arribaron a la ciudad los comisionados del
nuevo Consejo de Regencia de Cádiz, órgano de gobierno que actuaba en la península en
sustitución de Fernando VII, tras haber relevado a la Junta Suprema. Fueron recibidos por
Vicente Emparan, máxima autoridad colonial en tanto que gobernador y capitán general de
Venezuela, pero al día siguiente los criollos lo sitiaron y lo obligaron a dirigirse al cabildo. La
mitología venezolana recoge de esta fecha (19 de abril de 1810) el instante en el cual Vicente
Emparan se asomó al balcón del cabildo de Caracas para interrogar al pueblo enardecido
acerca de su predisposición a continuar aceptando su autoridad, con el clérigo José Cortés de
Madariaga detrás de él haciendo señas con el dedo al pueblo para que negasen. Tras un
rotundo "¡No!" por parte de la población, Vicente Emparan cedió: "Pues yo tampoco quiero
mando".

Comenzaba así la famosa revuelta caraqueña que, sin proponérselo, daba inicio al
proceso de independencia de Venezuela. Se constituyó la Junta Suprema de Venezuela,
órgano gubernativo teóricamente fiel al rey Fernando VII que, entre otras disposiciones,
nombró a Simón Bolívar coronel de infantería y le asignó la tarea de viajar a Londres, en
compañía de Andrés Bello y Luis López Méndez, en busca de apoyos para el nuevo gobierno.

En Londres fueron recibidos por el ministro de Asuntos Exteriores, Lord Wellesley,


quien después de varias entrevistas terminó por mantenerse neutral frente a la situación.
Bolívar, a pesar de ver frustrado el intento, encontró en esta coyuntura una reorientación y
clarificación de sus ideas sobre la emancipación de la América Latina. El momento clave fue
su entrevista en Londres con Francisco de Miranda, ideólogo y visionario de la independencia
de América, quien ya había ideado, entre otras cosas, un proyecto para la construcción de
una gran nación llamada «Colombia», que había de reunir en su seno a todas la antiguas
colonias, desde México hasta Chile y Argentina. Bolívar se empapó de las ideas del gran
precursor y las reformuló a lo largo de una campaña que duraría veinte años.

Bolívar regresó a Caracas convencido de la misión que había decidido atribuirse.


Miranda no tardaría en seguirlo; su figura era algo mítica entre los criollos, tanto por el largo
tiempo que había pasado en el exterior como por su participación en la independencia de
Norteamérica y en la Revolución Francesa. Casi nadie lo conocía, pero Bolívar, convencido de
la utilidad de Miranda para la empresa que se iniciaba, lo introdujo en la Sociedad Patriótica
de Agricultura y Economía, creada en agosto de 1810.

LA INDEPENDENCIA DE VENEZUELA

Partidarios a ultranza de proclamar una independencia absoluta para Venezuela,


Bolívar y Miranda instaron a los miembros de la Sociedad Patriótica a pronunciarse en ese
sentido ante el Congreso Constituyente de Venezuela, reunido el 2 de marzo de 1811. Fue a
propósito de ello que Bolívar dictó su primer discurso memorable: "Pongamos sin temor la
piedra fundamental de la libertad suramericana. Vacilar es perdernos". El 5 de julio de 1811, el
Congreso Constituyente declaró la independencia y se aprobó la Constitución Federal para los
estados de Venezuela.

La primera República se perdió como consecuencia de las diferencias de criterios entre


los criollos, de los resentimientos entre castas y clases sociales, y de las incursiones de
Domingo Monteverde (capitán de fragata del ejército realista) en Coro, Siquisique, Carora,
Trujillo, Barquisimeto, Valencia y, finalmente, Caracas. Estaba claro que una guerra civil iba a
desatarse de inmediato, pues la empresa en cuestión era todo menos monolítico. Bolívar
tomaría conciencia del carácter clasista de la guerra y reflexionaría sobre ello a lo largo de
todas sus proclamas políticas.

En esta oportunidad, le tocó defender la República desde Puerto Cabello. A pesar de


su excelente labor política y militar en defensa del castillo, todo fue inútil; las fuerzas del otro
bando eran superiores, y a ello se le sumaba la ruina causada por los terremotos ocurridos en
marzo de 1812. El 25 de julio se produjo la capitulación del generalísimo Francisco de
Miranda; si bien era necesaria en su opinión, Miranda no había consultado a sus compañeros,
y la rendición llenó de ira a Bolívar, quien, al enterarse de los planes de Miranda de
abandonar el territorio, participó en su arresto en el puerto de La Guaira: "Yo no lo arresté
para servir al rey, sino para castigar a un traidor".

La estrategia de Bolívar fue entonces huir hacia Curazao, desde donde partió a
Cartagena, en la costa caribeña de Colombia. El 27 de noviembre de 1811, Cartagena y otras
ciudades del Reino de Nueva Granada (actual Colombia) habían proclamado su
independencia y constituido las Provincias Unidas de Nueva Granada. La intención de Bolívar,
arropada en el manto de un discurso deslumbrante, era encontrar apoyo en las fuerzas
neogranadinas para emprender la reconquista de la República en la vecina Venezuela. "Yo
soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus
ruinas físicas, y políticas": con estas palabras se iniciaba el Manifiesto de Cartagena, carta de
presentación de Bolívar ante el Soberano Congreso de las Provincias Unidas de Nueva
Granada, en la cual trazaba un diagnóstico de la derrota al tiempo que ofrecía sus servicios al
ejército de esa región. Los granadinos lo acogieron otorgándole el rango de capitán de la
guarnición de Barrancas.

Bolívar libró unas cuantas batallas, incluso desobedeciendo órdenes, y bajo el mismo
procedimiento inició su arremetida hacia Venezuela. En mayo de 1813 emprendió la
«Campaña Admirable», gesta que consistió en la reconquista de los territorios del occidente
del país (mientras, de forma simultánea, Santiago Mariño tomaba los de oriente) hasta entrar
triunfalmente en Caracas en agosto del mismo año. A su paso por Mérida le llamaron «el
Libertador», y con ese título fue ratificado por la municipalidad de Caracas, que lo nombró,
además, capitán general de los ejércitos de Venezuela. Pero la Segunda República iba a ser,
en esencia, tan efímera como la primera.

Estaba claro que la naturaleza de la guerra era cambiante, lo cual no tardaría en


demostrarse nuevamente. La astucia con la cual Bolívar intentó polarizar los bandos a través
del Decreto de guerra a muerte de 1813 ("Españoles y canarios, contad con la muerte, aun
siendo indiferentes. [...] Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables"), no fue
suficiente para mitigar las diferencias existentes entre los ejércitos de mulatos y negros frente
a la gesta emancipadora. La furia de los ejércitos realistas, al mando del español José Tomás
Boves, forzó a los patriotas a abandonar Caracas en julio de 1814. La República caía
nuevamente.

Había que repensar la situación. Después de un corto pero victorioso tránsito por la
Nueva Granada (dirigió las tropas que ocuparon Santafé de Bogotá, sellando así la adhesión
de Cundinamarca a las Provincias Unidas de Nueva Granada), Bolívar marchó hacia Jamaica
en mayo de 1815. En Kingston se dedicó a divulgar, a través de una copiosa correspondencia
con personalidades de todo el mundo, el propósito de la guerra que se estaba librando en el
territorio de la América meridional. Hasta entonces, el mundo sólo conocía la versión de los
realistas.

De estos documentos divulgativos, el más famoso es la Carta de Jamaica. En ella


reproduce el panorama de todas las luchas que se llevaban a cabo simultáneamente en
América, especula acerca del futuro del territorio y adelanta la idea de la unión colombiana. Y
es que la escritura fue un capítulo importante en la vida de Bolívar. Puede decirse que el
poder que ejercía su pluma le garantizó gran parte de sus triunfos. Revolucionó el estilo de la
prosa haciendo de su letra el reflejo vivo de sus pasiones, pensamientos y acciones. Sus
amanuenses y secretarios convenían en que los dictados del Libertador "tenían ganada la
imprenta sin un soplo de corrección". Al mismo tiempo, desde el despacho de Jamaica,
Bolívar preparaba la nueva estrategia para Venezuela.

La reconquista de Venezuela tardaría seis años en conseguirse. Las expediciones se


iniciaron en la isla Margarita y continuaron su escalada por el oriente en dirección hacia
Guayana. La batalla de San Félix (1817) dio a los independentistas la región de Guayana y la
navegación por el Orinoco. En 1819, Bolívar emprendió la Campaña de los Andes, y, tras
derrotar a los realistas en la batalla de Boyacá (7 de agosto de 1819), obtuvo el control de las
Provincias Unidas de Nueva Granada (la actual Colombia), que habían caído en manos de los
españoles en 1816. Finalmente, la victoria en la batalla de Carabobo (24 de junio de 1821)
selló definitivamente la independencia de Venezuela y Colombia.

Fueron los tiempos del temible general realista Pablo Morillo, al que el absolutista
monarca español Fernando VII, repuesto en el trono una vez finalizada la Guerra de la
Independencia Española, había encomendado la misión de aplastar toda insurgencia.
Vencerlo fue tarea difícil, y Bolívar tuvo que emplear nuevas estrategias de adhesión:
proclamó la libertad de los esclavos y ofreció tierras a cambio de lealtad militar. Obtuvo así la
colaboración de los ejércitos llaneros al mando de José Antonio Páez, vitales para el
desarrollo de la contienda, como también lo fue la ayuda de un importante contingente de
soldados y generales europeos, británicos fundamentalmente, quienes anhelaban unirse al
Libertador.

Bolívar se encargó de la reconstrucción política de la región. En febrero de 1819


convocó el Congreso de Angostura, ante el que pronunció un célebre discurso en el cual
instaba a los representantes a promulgar una constitución centralista que había de ser el
fundamento jurídico de la soñada República de la Gran Colombia. Presidida por el mismo
Bolívar, la «Gran Colombia» quedó constituida ese mismo año, y agrupaba por el momento
los territorios de las actuales Venezuela y Colombia.

El sur se encontraba en la mira de la Gran Colombia, es decir, de Bolívar. La liberación


y adhesión de las provincias de Quito y Guayaquil (el actual Ecuador) resultaba fundamental
para consolidar y mantener la hegemonía en el continente de la recién creada República. Ello
fue logrado, desde el punto de vista militar, en la batalla de Pichincha (1822), y desde el punto
de vista político, por las negociaciones adelantadas por Antonio José de Sucre y Simón
Bolívar, gracias a las cuales la región aceptó integrarse en la Gran Colombia una vez liberada.

El proceso de emancipación de Latinoamérica terminaría en Perú dos años después. El


valor estratégico que tenía la conquista y liberación de este territorio por parte del ejército
libertador era vital: en tanto que verdadero centro neurálgico del poderío español, la caída del
Virreinato del Perú significaría la salida definitiva de los españoles del territorio americano. Tal
victoria supondría, además, el triunfo de la ideología bolivariana republicana sobre la
propuesta de construir monarquías en los territorios del sur, defendida por la oligarquía
peruana y secundada, aparentemente, por otro gran caudillo de la independencia
americana: José de San Martín.

En una inolvidable gesta que incluyó la travesía de los Andes desde Argentina, San
Martín había liberado Chile en 1817; desde allí, al frente de un nutrido ejército que trasladó
por mar, desembarcó en Perú, ocupó Lima en 1821 y proclamó la independencia. Pero
apenas un año después, las disensiones internas y el hostigamiento de los realistas, que
controlaban de hecho la mayor parte del territorio, habían debilitado sensiblemente su
posición. Ambos libertadores se reunieron en Guayaquil en julio de 1822 con el fin de tratar
éste y otros asuntos relativos a la guerra. Nunca se supo de qué hablaron Simón Bolívar y
José de San Martín, pero el curso de los acontecimientos brinda la evidencia de un profundo
desacuerdo; poco después, San Martín renunció a su cargo de Protector del Perú y regresó a
Chile.

La definitiva liberación del Perú quedó así en manos de Bolívar. Apenas dos años
después, tras hacerse cargo en persona de los preparativos, las batallas de Junín y de
Ayacucho (agosto y diciembre de 1824) acabaron con la resistencia realista: la caída del
Virreinato del Perú ponía fin a tres siglos de dominación española. En el Alto Perú, liberado en
los primeros meses de 1825, se constituyó la actual República de Bolivia, presidida por su
lugarteniente Antonio José de Sucre. Culminadas así todas las operaciones militares, Bolívar
regresó a rendir cuentas al Congreso colombiano.

Bajo su impulso medio continente había alcanzado la independencia, pero, pese a


haber reflexionado largamente sobre la forma de gobierno que convenía a los territorios
americanos, ni la fortuna ni la clarividencia le acompañarían en su acción política. Bolívar
abogó en todo momento por la edificación de un Estado centralista que lograra cohesionar
aquello que, en virtud de una heterogeneidad racial, cultural y geográfica de la que era muy
consciente, no resistía la perfección de una federación; pronto se puso de manifiesto, sin
embargo, que el proyecto de mantener unidas en confederación a las nuevas naciones era
una quimera.

Si bien logró todavía aplacar la sublevación de la Cosiata (1826), Bolívar intentó luego
evitar la desmembración de la Gran Colombia invistiéndose de poderes dictatoriales (1828), lo
que sólo sirvió como pretexto para que, el 25 de septiembre del mismo año, se perpetrase un
atentado fallido contra su persona que minó profundamente su moral. Todo era inútil: el
general victorioso en las luchas por la libertad de las naciones se veía vencido en aquella
nueva etapa de lucha para la verdadera construcción de las mismas. El 27 de abril de 1830,
Bolívar presentó su renuncia ante el que sería el último Congreso de la Gran Colombia. Las
pugnas caudillistas y nacionalistas desbarataron toda posible conciliación y condujeron a la
separación de Venezuela y Ecuador.

Durante los meses que precedieron a su muerte, el Libertador había de evocar


constantemente su amarga derrota política. Recordaba a su último amor, Manuela Sáenz que
al salvarle la vida en el atentado del 25 de septiembre de 1828 se había ganado el título de
«Libertadora del Libertador»; también evocaba otros amores y otros atentados. Lloraba la
muerte de Sucre, el fiel lugarteniente asesinado el 4 de junio de 1830 en Berruecos;
recordaba y deliraba, y así murió, solo y defenestrado de los territorios que había liberado, por
causa de una hemoptisis, en la Quinta San Pedro Alejandrino, el 17 de diciembre de 1830. En
1842 el gobierno de Venezuela decidió trasladar los restos de Bolívar, según su último deseo.
Desde entonces, su legado ha devenido mito y veneración como fundador de la patria.

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