Sei sulla pagina 1di 9

Cátedra: Finanzas Públicas

Docente : Prof. Mg.. Liliana Peralta


Año 2019- 1ER. CUATRIMESTRE

Sobre William Baumol y su huella en la Economía del Sector Público

9 mayo, 2017

Por Jorge Puig

FCE-UNLP

El jueves 4 de mayo falleció, a los 95 años, uno de los economistas más trascendentes
de los últimos tiempos: William Baumol. Contribuyó a la economía en varios de sus
campos con innumerable cantidad de libros y publicaciones en revistas especializadas.
Seguramente se recuerde su teoría de los mercados desafiables o aquella sobre la
demanda de dinero desarrollada junto a James Tobin, dentro de sus contribuciones más
famosas. En tan extenso recorrido no dejó inexplorado el campo de la economía pública.
Por el contrario, realizó un aporte fundamental para intentar comprender la dinámica del
crecimiento del Sector Público en la economía: la “enfermedad de los costos”.

En su trabajo seminal de 1967, Baumol sostiene que la productividad no crece de


manera uniforme en todos los sectores de la economía. Piénsese en el caso de su
ejemplo sobre la ejecución de un cuarteto de cuerdas de Mozart, que en la actualidad
requiere de la misma cantidad de músicos que en 1790, mientras el ensamble de un
automóvil hoy en día demanda considerablemente menos horas de trabajo que a
principios de 1900. Esta diferencia hace que los costos de producción de los sectores
donde la productividad crece más lento (generalmente los servicios), aumenten de
manera sostenida en el tiempo. La razón de ello se debe a que los salarios de los
sectores menos dinámicos, producto a la presión que hacen sus trabajadores, tienden a
subir al igual que en los dinámicos. Así, al no poder financiarse con aumentos de
productividad, se financian con aumentos de precios.

Los bienes que provee el Sector Público en general son intensivos en mano de obra y los
incrementos de productividad suelen producirse lentamente. Un ejemplo que podría
plantearse es el de la educación. La tecnología avanza velozmente: las computadoras son
cada vez más potentes, más accesibles, más amigables para distintos tipos de usuarios.
Sin embargo, la forma de proveer educación no avanza al mismo ritmo. En esencia, en
educación se trata desde siempre de docentes frente a alumnos, aun cuando hoy la
tecnología posibilita nuevos modos de relacionamiento e interacción entre maestros y
estudiantes (Garriga y Rosales, 2013). Algo similar podría ocurrir al pensar el caso de la
salud y otros bienes públicos que, bajo la lógica de Baumol, sufren también la enfermedad
de los costos. La consecuencia de estos costos relativos crecientes a lo largo del tiempo,
sería una mayor participación de este tipo de sectores en la economía. La Figura 1 da
cuenta de este fenómeno en Argentina: tanto el gasto en salud, educación como el gasto
primario del gobierno ha ido aumentando a lo largo del tiempo en relación al tamaño de la
economía. Baumol podría estar en lo cierto.

Figura 1. Evolución del gasto total primario, gasto en salud y gasto en educación.
Consolidado y en % del PIB. Años 1980-2015

Fuente: Subsecretaría de Programación Macroeconómica – Secretaría de Política


Económica y Planificación del Desarrollo en base a Secretaría de Hacienda, Cuentas de
Inversión y presupuestos.

Numerosos estudios empíricos han tratado de echar luz sobre el cumplimiento de la


hipótesis de Baumol, hallando fuerte soporte empírico (véase Facchini (2014) para una
revisión de la literatura). Para ello utilizaron principalmente dos indicadores: i) el precio de
los bienes públicos en relación al resto, medido como la relación entre los precios
implícitos del consumo público y el producto (Beck 1976) y ii) el diferencial de salarios
entre el sector público y el privado (Bradford et al. 1969). La Figura 2 muestra ambos para
Argentina, donde tendencias crecientes en ambos indicadores pueden ser observadas.
Figura 2. Indicadores utilizados para medir enfermedad de los costos de Baumol. Índice
1993=100. Años 1993-2016

Fuente: Los datos para la medida propuesta por Beck (1976) se obtuvieron de INDEC.
Los correspondientes a la medida de Bradford et al. (1969) pertenecen a CEDLAS.

Porto (1995, 2002) presenta, para el caso argentino, una comparación de las series de
salarios y precios de las actividades gubernamentales y no gubernamentales para el
período 1913-1983. En ese caso puede observarse un comportamiento similar en la
evolución de los salarios del sector público y del sector privado, y que los precios del
sector público crecen más que en el sector privado. La evolución de las series es
consistente con el modelo de Baumol. También Castroff y Sarjanovich (2006) estudiaron
las causas de crecimiento del sector público provincial argentino, durante el período 1990-
2003, encontrando evidencia a favor de la enfermedad de los costos.

Si bien la evidencia parece indicar de que la enfermedad de los costos se cumple en el


caso argentino, estas observaciones debe ser tomadas con precaución ya que, como
señala Porto (1995), el aumento del presupuesto para la prestación de bienes y servicios
públicos puede no deberse a un aumento en los costos por cuestiones estructurales, sino
a una mayor utilización y/o retribución de factores concurrentes (equipamiento,
infraestructura, etc.), aumento de la calidad de los servicios prestados o despilfarro de
recursos. También cuestiones metodológicas asociadas a posibles problemas de
endogeneidad y medición en los indicadores refuerzan dicha precaución.

Finalmente, habiéndose hecho las salvedades anteriores, vale la pena detenerse en


al menos dos de los desafiantes planteos de la teoría de Baumol. Por un lado la
enfermedad de los costos cuestiona en algún punto la sostenibilidad del Estado de
bienestar en el largo plazo, debido a que los servicios públicos demandan de
manera creciente más recursos de la economía. Por otro, esta teoría podría ser una
herramienta válida a la hora de racionalizar la fuerte presencia de los gremios en el
sector público, dado que las fuertes presiones sindicales serían la forma de lograr
aumentos de salarios ante la ausencia de mejoras de productividad.

Excede el propósito de esta entrada discutir en profundidad los planteos anteriores, como
así detenerse en cuestionamientos sobre la evidencia presentada. Al fin y al cabo, todo lo
anterior puede tomarse como excusa para recordar y humildemente homenajear a un
magnífico economista que ha dejado su huella en el campo de la Economía del Sector
Público.

Referencias:

Baumol, W. 1967. Macroeconomics of Unbalanced Growth: The Anatomy of Urban Crisis,


American Economic Review, LVII, No. 3, pp. 415-426.

Beck, M. 1976. The expanding public sector: some contrary evidence, National Tax
Journal, 29, march: 15-21.

Bradford, D.F., Malt, R.A. y Oates, W.E. 1969. The rising cost of local public services:
some evidence and reflections, National Tax Journal, 22, June: 185-202.

Castroff, C. y Sarjanovich, M.V. 2006. La Ley de Wagner y el Efecto Baumol. Un análisis


para las provincias argentinas. Anales de la Asociación Argentina de Economía Política.

Garriga, M. y Rosales, W. 2013. Finanzas públicas en la práctica. Selección de casos y


aplicaciones. La Plata: Edulp.

Facchini, F. 2014. The determinants of public spending: a survey in a methodological


perspective. Munich Personal RePEc Archive.

Porto, A. 1995. Cuaderno de Economía N° 14. Buenos Aires: Ministerio de Economía.

Porto, A. 2002. Microeconomía y Federalismo Fiscal. La Plata: Edulp.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

La hipótesis de Baumol y la enfermedad de los costos

A mediados de la década del 60 el economista nacido en los Estados Unidos, William


Baumol, escribió un artículo referido a la “enfermedad de los costos”, que afecta a la
prestación de determinados bienes y servicios, principalmente a aquellos vinculados al
arte, la educación, la salud y las actividades relacionadas con el ocio, entre otras. Para
explicar su trabajo, años después Baumol utilizó el ejemplo de cómo la ejecución de un
cuarteto de cuerdas de Mozart en los años 90 requería de la misma cantidad de músicos
que en 1790.

Es decir, la productividad de la mano de obra no había aumentado en el lapso de 200


años transcurridos entre una y otra fecha. Por otra parte, si la actuación del cuarteto de
cuerdas fuera realizada por un grupo vienés en la ciudad de Frankfurt, en la época de
Mozart el traslado de los músicos hubiera demorado más de seis días (en condiciones
bastante difíciles), mientras que en la actualidad no insumiría más que un par de horas.
Claramente el desarrollo tecnológico ha reducido sensiblemente la duración del viaje, pero
no los recursos necesarios para interpretar la música de Mozart. Este es un ejemplo
donde la productividad de la mano de obra crece en forma diferente entre sectores
(transporte e interpretación musical). Esta diferencia implica que los costos de provisión
de los servicios crezcan sostenidamente en el tiempo en los sectores donde la
productividad de la mano de obra crece relativamente menos. A esta intuición hace
referencia la “enfermedad de los costos” de Baumol.

Un ejemplo que podría plantearse es el de la educación. La tecnología avanza


velozmente: las computadoras son cada vez más potentes, más baratas, más amigables
para distintos tipos de usuarios. Sin embargo, la forma de proveer educación no avanza al
mismo ritmo. En esencia, en educación se trata desde siempre de docentes frente a
alumnos, aun cuando hoy la tecnología posibilita nuevos modos de relacionamiento e
interacción entre maestros y estudiantes.
Más allá de todo el avance tecnológico aplicado a la actividad educativa, en lo esencial la
educación de hoy se brinda de manera similar a la de la época de Mozart, en el sentido de
que se requiere un docente frente al curso cada cierta cantidad de alumnos. En cambio, el
sector industrial ha evidenciado avances significativos en la forma de producir bienes y
servicios. Entonces, es esperable que la educación sea, por su propia naturaleza, cada
vez más cara en en relación al resto de los bienes de la economía.

Sintéticamente, el modelo simple supone que existen dos sectores en la economía. Un


sector es relativamente estancado o menos propenso a los cambios tecnológicos, donde
la productividad crece más lentamente y su producto real es . Y otro sector relativamente
avanzado y más propenso a los cambios tecnológicos, presenta una función de
producción . La diferencia entre ambos sectores viene dada por el rol del factor trabajo
(L). Baumol, supone que el sector estancado es intensivo en trabajo y que la disminución
del requerimiento unitario de mano de obra es muy lenta o casi inexistente a lo largo del
tiempo.

Adicionalmente se ignoran los costos distintos al trabajo y dadas las funciones de


producción, la productividad media del trabajo en el sector estancado es constante en el
tiempo, mientras que en el avanzado es creciente a una tasa r por período. Los salarios
se igualan entre sectores y crecen a una tasa igual a la de la productividad en el sector
avanzado

En este marco, Baumol plantea que el costo medio en el sector estancado crece
continuamente, en tanto que el costo unitario en el avanzado permanece constante. Así,
el costo relativo de los bienes producidos por el sector estancado crece continuamente.

Además, dados los supuestos, hay una tendencia a que el producto del sector estancado
cuyas demandas no sean altamente inelásticas a precios o altamente elásticas al ingreso,
decline y quizás, finalmente, desaparezca. Si el ingreso nominal permanece constante y la
elasticidad precio es unitaria para ambos bienes, el gasto en cada bien permanecerá
constante y la relación entre ambos productos tenderá a cero cuando t tiende a infinito
Así con una relación de costos crecientes (ecuación 6) y una canasta de bienes constante
( ), el gasto relativo será creciente en el tiempo
Esto indica que cuando t tiende a infinito, el sector estancado absorbe toda la mano de
obra de la economía, lo que lleva a esperar un crecimiento de la cantidad relativa de
trabajadores en el sector tecnológicamente estancado.
De este modo, dado que los bienes típicamente provistos por el sector público pertenecen
al sector más atrasado tecnológicamente y no hay razón para esperar que se detenga el
progreso tecnológico, la conclusión de Baumol es que la tendencia creciente de los costos
en el sector público, y por ende de los presupuestos públicos, no se detenga.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Las lecciones de Baumol

El pasado 4 de mayo falleció a los 95 años William Baumol, uno de los economistas más
prolíficos del siglo XX. A sus conocidos modelos de crecimiento (Baumol-Tobin) y de
demanda de dinero debemos añadir su aportación sobre los mercados contestables y,
sobre todo, a un tema tan curioso y repetidamente debatido como es “la teoría de la
enfermedad de los costes” (Cost Disease) y que en nuestro caso nos permite
entender algunas curiosidades sobre el comportamiento del sector público y el
sistema de financiación autonómico.

La teoría de la enfermedad de los costes parte de la idea de que en un mundo innovador


y tecnológico en el que producimos mercancías de forma cada vez más eficiente y donde
la producción por trabajador no deja de aumentar año tras año en sectores como la
agricultura o la industria, persisten, por el contrario, ciertas actividades donde la
productividad se encuentra estancada. Así, mientras las fábricas de coches incrementan
incesantemente su producción anual por trabajador, por el contrario, como expone
Baumol, para tocar un cuarteto de Beethoven se siguen necesitando aún cuatro personas.

De forma análoga, las actividades de carácter artesanal o creativo como los


servicios personales (sanidad, educación, cuidados sociales, etc.) o cuaternarias
(informática, marketing, etc.) experimentan incrementos de productividad muy
limitados en el tiempo. Como resultado, mientras que en los sectores con altas
productividades (agricultura, industria, etc.) se pueden elevar los salarios sin aumentar los
precios de los productos, en éstos otros sectores cualquier aumento salarial incrementará
automáticamente sus precios. Por tanto, los precios relativos de la educación, sanidad
o los servicios sociales tenderán a subir en el tiempo en relación al resto de productos
de nuestra cesta de consumo, o dicho de otra forma, la cantidad de renta que
dedicaremos de media a estos productos no dejará de aumentar en el tiempo.

A título de ejemplo, en los EE UU desde los años 80 el coste de la educación universitaria


ha crecido un 440% y los gastos en sanidad un 220% mientras que los salarios
aumentaban un 150% y la inflación un 110%. Estas cifras quieren decir que el nivel de
vida ha aumentado ya que los salarios medios han subido un 40% más que el coste de su
cesta media de consumo, pero su gasto medio en educación y/o sanidad ha crecido
mucho más que el salario medio. Ésta es la enfermedad de los costes, que explica por
qué el estado de bienestar es cada vez más caro y tiende a devorar nuestros ingresos,
pero también explica porque el estado central debe incrementar de forma continua su
financiación a los organismos que prestan dichos servicios.

En el año 2001 las comunidades autónomas españolas recibieron las transferencias de


sanidad, educación y servicios sociales y se determinó un sistema de financiación que
debía revisarse quinquenalmente. ¿Cómo se puede luchar contra “la enfermedad de los
costes”? En primer lugar, asumiendo que si no recortamos el estado de bienestar
tendremos que padecer en el futuro “recortes, restricciones y privaciones”
crecientes en nuestra renta personal. Y en segundo lugar, mejorando la
productividad de las prestaciones públicas. En España nuestro sector público es muy
poco eficiente, está fragmentado, sindicalizado y con sistemas de organización
desfasados. Nuestra administración se caracteriza por ser poco flexible, poco
predispuesta a la introducción de innovaciones y, a tenor de los informes internacionales,
con salarios excesivamente altos en los niveles menos cualificados. En conclusión,
necesitamos algo de la racionalidad de Baumol.

Crecimiento desequilibrado y mal de Baumol

Es un hecho empírico incontestable que, a largo plazo, unos sectores productivos crecen
más que otros. Múltiples son las causas por las que los servicios en general van
aumentando, a través de décadas, su área de participación en el VAB y en el empleo, en
detrimento de la industria; tal como esta lo hizo, siglos atrás, con la agricultura. ¿Existe un
peligroso crecimiento desequilibrado sectorialmente? ¿Hay una cierta ley estructural de
descompensación, una especie de enfermedad incurable,en que los sectores más
productivos son los más perjudicados, como defiende el economista norteamericano
William Baumol?

A pesar de que los primeros trabajos de Baumol sobre estas cuestiones se remontan a
casi 50 años, el tema es de plena actualidad y está vinculado a las polémicas sobre nuevo
modelo productivo, política industrial o sostenibilidad del estado de bienestar.

Como recoge el Informe Mensual de Noviembre de Caixa Bank Research


(http://www.caixabankresearch.com/la-industria-como-eje-de-transformacion-pasado-
presente-y-futuro), en los últimos 20 años la industria en España, en plena revolución
tecnológica, perdió un 15% de puestos de trabajo, mientras el resto de sectores ganaron
un 37%; la contribución del valor añadido industrial al PIB se redujo entre 1995 y 2015 de
casi el 20% al 16%.

Con una visión temporal más amplia, en los últimos 160 años y referido ya a EEUU, la
participación del empleo industrial aumentó hasta mediados del pasado siglo, llegando a
suponer uno de cada tres puestos de trabajo; ahora se acerca a uno de cada 10.
Mientras, los servicios han aumentado, ininterrumpidamente, su cuota de empleo desde
menos del 20% hacia 1850 a casi el 70% en el momento actual.

El esquema sectorial evolutivo a largo plazo que diseñaron Allen Fischer y Colin Clark
hacia 1940 se ha confirmado en las economías más avanzadas. Durante el pasado siglo,
“el factor tecnológico adquiere una importancia creciente y las ganancias de productividad
del sector manufacturero se aceleran. A medida que este patrón se consolida y el nivel de
renta de los trabajadores se eleva, aumenta el peso de las actividades ligadas al sector de
los servicios, como las relacionadas con el ocio, la sanidad y la educación”

El mecanismo que se encuentra detrás de estos cambios es el que trata de explicar


Baumol: la enfermedad de los costes, conocida también como el mal de Baumol. En
2012 publica un libro con un título muy llamativo, The cost disease: Why computers get
cheaper and health care doesn’t. La revista The Economist le dedicó artículo en el que lo
calificaba de “enfermedad incurable”
Su diagnóstico comienza en 1967, cuando William Baumol publica un interesante artículo
sobre las razones y consecuencias de un crecimiento desequilibrado, que se produce al
convivir sectores tecnológicamente estancados frente a otros fuertemente progresivos.

El tema de la heterogeneidad de sectores y su incidencia sobre el crecimiento y los


excedentes de trabajo, ha sido un tema habitual de análisis. En particular se ha insistido
en la dicotomía entre sectores expuestos al comercio (la mayor parte de la industria) y los
no-expuestos (en particular parte de la agricultura, algunos servicios y parte de la
pequeña industria).

Un desarrollo equilibrado exigiría que los progresivos excedentes de renta de los sectores
no-comercializados se dedicasen a invertir en tecnología y en acumulación de capital en
el resto (sectores comercializados), con mejoras de productividad y relocalización de
factores. En particular, el equilibrio exige que el volumen de trabajadores liberados en los
sectores con incrementos de productividad, no esté muy lejos de las oportunidades de
nuevos empleos en los restantes.

El trabajo de Baumol desplaza la tradicional separación entre sectores expuestos o no a


la libre competencia de los mercados, a la de sectores estancados o progresivos en
términos de cambio tecnológico, que traslada la habitual dicotomía agricultura/industria a
la de industria/servicios. En su análisis, una economía podía representarse, de forma
simplificada, por dos grandes sectores: uno, en que los incrementos de productividad son
sólo esporádicos (como en una amplia variedad de servicios tales como los de gobierno,
educación, restaurantes y actividades para el tiempo libre), en que el trabajo es su propio
producto más que un factor adicional de producción; otro, compuesto por “actividades
tecnológicamente progresivas (como las manufacturas), en las que las innovaciones,
acumulaciones de capital y economías de escala, tienen un efecto acumulativo en la
producción por hora trabajada”.

La consecuencia de una economía con un sector estancado y otro progresivo, es un


crecimiento desequilibrado. El sector estancado verá aumentar, comparativamente con el
progresivo, sus costes y precios. Si las proporciones de la producción entre ambos
sectores se mantienen relativamente constantes, el área de inputs utilizados por el sector
estancado (y el área de gastos de consumo dedicado a la compra de sus productos),
tiende a aumentar progresivamente. Es decir, el sector progresivo mejora productividad,
reduce mano de obra y aumenta salarios por persona y todo ello es compatible con
reducciones de precios. Por su parte, el sector estancado, mantiene productividad (o al
menos tiene unas ganancias más reducidas) pero tiene que hacer frente a las elevaciones
salariales provocadas por el sector progresivo, con lo que verá incrementados sus precios
relativos y la proporción de empleo.

En un trabajo posterior en la misma línea, Baumol, Blackman y Wolff (1985), revisan el


modelo inicial partiendo de la incorporación de un tercer sector, el «asintóticamente
estancado», que utiliza parcialmente inputs del sector progresivo y en otra parte del
estancado.

Con datos de EEUU, incluyen como sectores progresivos los manufactureros y algunos
casos espaciales de servicios, tales como comunicaciones, comercio y alquiler de
edificios. Entre los estancados consideran minería, construcción y una gran parte del
sector servicios, tales como finanzas y seguros, gobierno y diversos servicios generales
como los educativos, sanidad, hoteles, esparcimiento y servicios a empresas. Es decir, el
sector servicios incluye alguna de las actividades más progresivas junto con las más
estancadas tecnológicamente. La evidencia empírica que aportan, apunta hacia los
siguientes hechos:

• Aumento de los precios relativos y área de gasto de los servicios, tanto en el


tiempo como por países, al aumentar el grado de desarrollo.
• Se confirma, por tanto, el denominado mal de Baumol (“Baumol cost disease of the
stagnant services”): los diferenciales de productividad se trasladan a los costes
unitarios de los sectores tecnológicamente más estancados que aumentan
continuamente con relación al coste de los productos progresivos.
• Además, este subsector tecnológicamente estancado de los servicios, ha venido
absorbiendo principalmente los excedentes de fuerza laboral.

Dado que un sector de los servicios característico de ese posible estancamiento de la


productividad es el público, no es de extrañar que el enfoque de Baumol se haya
concentrado en este sector en particular, a la hora de encontrar una justificación para el
crecimiento relativo del gasto público que se observó durante una amplia época, en
particular en sanidad y educación.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Potrebbero piacerti anche