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9 mayo, 2017
FCE-UNLP
El jueves 4 de mayo falleció, a los 95 años, uno de los economistas más trascendentes
de los últimos tiempos: William Baumol. Contribuyó a la economía en varios de sus
campos con innumerable cantidad de libros y publicaciones en revistas especializadas.
Seguramente se recuerde su teoría de los mercados desafiables o aquella sobre la
demanda de dinero desarrollada junto a James Tobin, dentro de sus contribuciones más
famosas. En tan extenso recorrido no dejó inexplorado el campo de la economía pública.
Por el contrario, realizó un aporte fundamental para intentar comprender la dinámica del
crecimiento del Sector Público en la economía: la “enfermedad de los costos”.
Los bienes que provee el Sector Público en general son intensivos en mano de obra y los
incrementos de productividad suelen producirse lentamente. Un ejemplo que podría
plantearse es el de la educación. La tecnología avanza velozmente: las computadoras son
cada vez más potentes, más accesibles, más amigables para distintos tipos de usuarios.
Sin embargo, la forma de proveer educación no avanza al mismo ritmo. En esencia, en
educación se trata desde siempre de docentes frente a alumnos, aun cuando hoy la
tecnología posibilita nuevos modos de relacionamiento e interacción entre maestros y
estudiantes (Garriga y Rosales, 2013). Algo similar podría ocurrir al pensar el caso de la
salud y otros bienes públicos que, bajo la lógica de Baumol, sufren también la enfermedad
de los costos. La consecuencia de estos costos relativos crecientes a lo largo del tiempo,
sería una mayor participación de este tipo de sectores en la economía. La Figura 1 da
cuenta de este fenómeno en Argentina: tanto el gasto en salud, educación como el gasto
primario del gobierno ha ido aumentando a lo largo del tiempo en relación al tamaño de la
economía. Baumol podría estar en lo cierto.
Figura 1. Evolución del gasto total primario, gasto en salud y gasto en educación.
Consolidado y en % del PIB. Años 1980-2015
Fuente: Los datos para la medida propuesta por Beck (1976) se obtuvieron de INDEC.
Los correspondientes a la medida de Bradford et al. (1969) pertenecen a CEDLAS.
Porto (1995, 2002) presenta, para el caso argentino, una comparación de las series de
salarios y precios de las actividades gubernamentales y no gubernamentales para el
período 1913-1983. En ese caso puede observarse un comportamiento similar en la
evolución de los salarios del sector público y del sector privado, y que los precios del
sector público crecen más que en el sector privado. La evolución de las series es
consistente con el modelo de Baumol. También Castroff y Sarjanovich (2006) estudiaron
las causas de crecimiento del sector público provincial argentino, durante el período 1990-
2003, encontrando evidencia a favor de la enfermedad de los costos.
Excede el propósito de esta entrada discutir en profundidad los planteos anteriores, como
así detenerse en cuestionamientos sobre la evidencia presentada. Al fin y al cabo, todo lo
anterior puede tomarse como excusa para recordar y humildemente homenajear a un
magnífico economista que ha dejado su huella en el campo de la Economía del Sector
Público.
Referencias:
Beck, M. 1976. The expanding public sector: some contrary evidence, National Tax
Journal, 29, march: 15-21.
Bradford, D.F., Malt, R.A. y Oates, W.E. 1969. The rising cost of local public services:
some evidence and reflections, National Tax Journal, 22, June: 185-202.
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En este marco, Baumol plantea que el costo medio en el sector estancado crece
continuamente, en tanto que el costo unitario en el avanzado permanece constante. Así,
el costo relativo de los bienes producidos por el sector estancado crece continuamente.
Además, dados los supuestos, hay una tendencia a que el producto del sector estancado
cuyas demandas no sean altamente inelásticas a precios o altamente elásticas al ingreso,
decline y quizás, finalmente, desaparezca. Si el ingreso nominal permanece constante y la
elasticidad precio es unitaria para ambos bienes, el gasto en cada bien permanecerá
constante y la relación entre ambos productos tenderá a cero cuando t tiende a infinito
Así con una relación de costos crecientes (ecuación 6) y una canasta de bienes constante
( ), el gasto relativo será creciente en el tiempo
Esto indica que cuando t tiende a infinito, el sector estancado absorbe toda la mano de
obra de la economía, lo que lleva a esperar un crecimiento de la cantidad relativa de
trabajadores en el sector tecnológicamente estancado.
De este modo, dado que los bienes típicamente provistos por el sector público pertenecen
al sector más atrasado tecnológicamente y no hay razón para esperar que se detenga el
progreso tecnológico, la conclusión de Baumol es que la tendencia creciente de los costos
en el sector público, y por ende de los presupuestos públicos, no se detenga.
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El pasado 4 de mayo falleció a los 95 años William Baumol, uno de los economistas más
prolíficos del siglo XX. A sus conocidos modelos de crecimiento (Baumol-Tobin) y de
demanda de dinero debemos añadir su aportación sobre los mercados contestables y,
sobre todo, a un tema tan curioso y repetidamente debatido como es “la teoría de la
enfermedad de los costes” (Cost Disease) y que en nuestro caso nos permite
entender algunas curiosidades sobre el comportamiento del sector público y el
sistema de financiación autonómico.
Es un hecho empírico incontestable que, a largo plazo, unos sectores productivos crecen
más que otros. Múltiples son las causas por las que los servicios en general van
aumentando, a través de décadas, su área de participación en el VAB y en el empleo, en
detrimento de la industria; tal como esta lo hizo, siglos atrás, con la agricultura. ¿Existe un
peligroso crecimiento desequilibrado sectorialmente? ¿Hay una cierta ley estructural de
descompensación, una especie de enfermedad incurable,en que los sectores más
productivos son los más perjudicados, como defiende el economista norteamericano
William Baumol?
A pesar de que los primeros trabajos de Baumol sobre estas cuestiones se remontan a
casi 50 años, el tema es de plena actualidad y está vinculado a las polémicas sobre nuevo
modelo productivo, política industrial o sostenibilidad del estado de bienestar.
Con una visión temporal más amplia, en los últimos 160 años y referido ya a EEUU, la
participación del empleo industrial aumentó hasta mediados del pasado siglo, llegando a
suponer uno de cada tres puestos de trabajo; ahora se acerca a uno de cada 10.
Mientras, los servicios han aumentado, ininterrumpidamente, su cuota de empleo desde
menos del 20% hacia 1850 a casi el 70% en el momento actual.
El esquema sectorial evolutivo a largo plazo que diseñaron Allen Fischer y Colin Clark
hacia 1940 se ha confirmado en las economías más avanzadas. Durante el pasado siglo,
“el factor tecnológico adquiere una importancia creciente y las ganancias de productividad
del sector manufacturero se aceleran. A medida que este patrón se consolida y el nivel de
renta de los trabajadores se eleva, aumenta el peso de las actividades ligadas al sector de
los servicios, como las relacionadas con el ocio, la sanidad y la educación”
Un desarrollo equilibrado exigiría que los progresivos excedentes de renta de los sectores
no-comercializados se dedicasen a invertir en tecnología y en acumulación de capital en
el resto (sectores comercializados), con mejoras de productividad y relocalización de
factores. En particular, el equilibrio exige que el volumen de trabajadores liberados en los
sectores con incrementos de productividad, no esté muy lejos de las oportunidades de
nuevos empleos en los restantes.
Con datos de EEUU, incluyen como sectores progresivos los manufactureros y algunos
casos espaciales de servicios, tales como comunicaciones, comercio y alquiler de
edificios. Entre los estancados consideran minería, construcción y una gran parte del
sector servicios, tales como finanzas y seguros, gobierno y diversos servicios generales
como los educativos, sanidad, hoteles, esparcimiento y servicios a empresas. Es decir, el
sector servicios incluye alguna de las actividades más progresivas junto con las más
estancadas tecnológicamente. La evidencia empírica que aportan, apunta hacia los
siguientes hechos:
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