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Universidad Pablo de Olavide

Departamento de Geografía, Historia y Filosofía

Arthur Schopenhauer: El arte de ser feliz

Clarines Valenciano Pérez


Doble Grado TEI+HUM
El objetivo de este comentario es analizar la filosofía resumida en El Arte de Ser Feliz, escrito
por Arthur Schopenhauer. Hay que recordar que se trata de una recopilación final de diversas
anotaciones que hizo a lo largo de sus años de vida. Por tanto, este libro se presenta como una
evolución de la filosofía del autor, que nos ofrece en su estado más puro, las bases de su
pensamiento filosófico. Analizaremos así a lo largo del comentario, muchos aspectos
contradictorios en sus afirmaciones.
Schopenhauer fue un filósofo de principios del siglo XIX, momento en el que la filosofía
experimentaba su máximo esplendor: fueron, como dijo Rüdiger Safranski, los años salvajes de la
filosofía. El espíritu romántico se podía sentir, el “yo” adquiere una importancia vital bajo el ropaje
del espíritu (Hegel), de la naturaleza, del proletariado (Marx), el hombre se situaba como el centro
y creador de las cosas, lo importante era construir y hacer más, en definitiva, devenir.
Schopenhauer, sin embargo, se separó de la creencia en la razón como fuerza vital que ocupaba el
centro del idealismo hegeliano, cambiando la idea de espíritu absoluto por la noción de voluntad
como fuente de vida y de creación. Es imposible por tanto negar que su filosofía nace, en cierto
modo, de una reacción frente al idealismo de Hegel.
Así tampoco podemos obviar los detalles biográficos de este padre del negativismo, que
influyeron decisivamente en la construcción de su filosofía. Entre ellos, la muerte de su padre, las
diversas decepciones con respecto a su carrera profesional, el desengaño con el mundo en el que
vivía, envuelto en guerras (revoluciones liberales, liberación contra Napoleón) donde la gente
moría de hambre, todo esto junto a un carácter un poco asocial es lo que ha dado lugar al
Schopenhauer que hoy conocemos y analizamos.
El arte de ser feliz presenta un segundo título conocido como Eudemonología, término ya
usado en la antigüedad por Aristóteles (εὐδαιμονία). La eudemonología es un tratado para ser
feliz, título que ya de por sí presenta cierta contradicción, pues el mismo autor nos dice que el
hecho ser feliz [glücklich zu sein] es imposible, y que lo único que se intenta en este libro es
enseñar a vivir tolerablemente, evitando el dolor. Ahora bien podemos preguntar ¿cual es la fuente
de nuestra constante infelicidad? Schopenhauer diría que es algo inherente a ser humano,
presentaría su noción de voluntad como fuerza vital que mueve al hombre, ese deseo de querer
ser más, de querer alcanzar siempre algo más y ese fracaso al pretender algo que se escapa de
nuestras limitaciones es lo que nos hace infelices. Aceptar estas premisas es el primer paso para
entender la filosofía schopenhaueriana, el segundo es poner en práctica una serie de reglas para
tolerar esa angustia vital.
El ser prudente es la regla primordial de este tratado. La razón debe intentar domar a los
instintos de la voluntad, como si de un caballo desbocado se tratara. La vida del substine y abstine
(soporta y renuncia) , propia de la filosofía estoica, es la más adecuada para llevar una vida lo más
alejada del sufrimiento. Una frase repetida a lo largo del libro y que resume muy bien este
concepto es la de Aristóteles [El prudente no aspira al placer, sino a la ausencia del dolor]. A pesar
de que Schopenhauer haga continuas alusiones a la filosofía estoica no hay que olvidar que, al
comienzo del libro, hace una critica a esta corriente, pues la considera contraria a la vida, ya que la
voluntad es demasiado fuerte para dejarse controlar.
Otro punto esencial en su filosofía es la importancia del sujeto, del devenir, de la personalidad.
Cuando Schopenhauer habla en la regla número 3 de la formación del carácter adquirido no nos
explica otra cosa que de lo que hoy conocemos como formación de la personalidad. A lo largo de
toda la obra y en especial en la regla 50, admite que la personalidad es determinante a la hora de
ser felices, pues tanto la felicidad como el dolor, están dentro de nosotros, dependen de nosotros.
Totalmente de acuerdo con la citación de su contemporáneo Goethe, dirá que la personalidad es la
mayor suerte. Schopenhauer afirmará que un espíritu sereno, prudente, que resista bien el dolor,
que sepa reaccionar frente a las dificultades, tolerará mucho mejor la inevitable cara angustiosa y
dolorosa de nuestra existencia. Aún así, también tenemos que tener en cuenta el determinismo
que rodea al hombre (lado objetivo de la vida en términos schopenhauerianos) sobre el que no
tenemos ningún poder de influir. Esta fuerza determinista, muy presente en la obra, nos limita a
vivir una existencia centrada en el presente, por lo que preocuparse por el futuro solo nos traerá
más sufrimiento. Los planes pueden cambiar de un día a otro, pues no dependen solo de nuestras
intenciones.
La tesis de la lucha entre voluntad y razón nos lleva en línea directa al pensamiento
psicoanalista del siglo XIX. La “coacción interna” de la que habla Schopenhauer será la parte
consciente represora de la que hablará más tarde Sigmund Freud. Siguiendo esta corriente
psicoanalista llegamos también al siglo XX con Erich Fromm quién reafirmará la tesis
schopenhaueriana de la importancia de la personalidad sobre el tener. Este se plantea como un
tema de rabiosa actualidad, pues vivimos en una sociedad consumista donde se valora a las
personas por lo que poseen y no por lo que verdaderamente son. El poder está en manos del
dinero, dejando en un segundo plano la importancia del pensamiento, de la filosofía. Sin embargo,
si Schopenhauer viviera reafirmaría su teoría, pues cada vez podemos ver más casos de depresión
e infelicidad en gente que realmente posee todo lo que podría desear. Sin embargo, el dinero no
satisfizo sus inquietudes existenciales porque lo exterior solo es felicidad temporal. No se es más
feliz cuando se tiene más, sino cuando sé es mejor.
Sin embargo, una relación más directa aún y más influyente, si cabe, fue la de Baltasar Gracián,
escritor español del siglo de oro y que por supuesto transmitió a nuestro autor alemán todo su
pensamiento pesimista barroquiano. Se sabe que justamente la época en la que Schopenhauer
traducía a Gracián coincide con la de los esbozos de su eudemonología, cogiendo de él la noción
de sindéresis (Capacidad natural para juzgar correctamente) que obviamente le sirve de
fundamento para la prudencia como racionalidad y la idea del dominio sobre uno mismo, aunque
al contrario de Schopenhauer que opta por la via ascética de la supresión total de las pasiones
(voluntad), Gracián se propone lograr el dominio de estas, no su erradicación.
Como dijimos al comienzo del comentario, existen varias contradicciones a lo largo del libro en
las que se puede ver a un Schopenhauer vacilante y a veces no congruente con lo que escribe. En
la regla 30 incita a la actividad, a la búsqueda de problemas y resolución de los mismos pues según
afirma la superación de obstáculos es vital para la felicidad. Sin embargo, durante todo el libro se
posiciona ante una actitud ascética y contemplativa de la vida, alejando cualquier resquicio de
pasión. ¿Podríamos, por tanto, concebir a Schopenhauer como un vitalista frustrado, un
negativista cobarde? Quizás deberíamos plantearnos la cuestión de si una vida alejada de la
realidad, de la dimensión vital (sufrimiento, decepción) es una vida digna de vivir. Me pregunto si
realmente la ausencia de sentimientos es algo positivo. Personalmente, me decantaría por una
respuesta negativa pues creo que debemos vivir en todas las dimensiones que nos ofrece la
existencia. Obviamente aceptamos el aspecto negativo que esto conlleva, pero es ese dolor lo que
nos ayuda a crecer, a devenir más, a forjar nuestra personalidad. Si nos encerramos en una burbuja
antivital, es cierto que no sentiremos dolor, pero también habrá una ausencia de felicidad, según
como yo la concibo. La ausencia de dolor solo conlleva a una ausencia de felicidad. Vivir una vida
ascética no es vivir. ¿Dónde queda entonces la decepción del primer amor que no funcionó, el
bienestar de un abrazo, la extraña satisfacción ante la sonrisa de un desconocido, la frustración
ante aquel filósofo al que nunca comprendimos, la tristeza ante la muerte de aquel abuelo al que
admirábamos, la ilusión ante nuestro posible y próximo viaje a la India? Todos esos momentos que
Schopenhauer rechazó con su modelo de vida ascética forman parte de la felicidad, de la vida. No
podemos rechazar los momentos felices en los que nos sentimos completos y afortunados, la
alegría es ciertamente positiva. Como Goethe afirmó: no podemos renunciar a todas las rosas
porque vayan a pincharnos. Pero tampoco podemos renunciar al dolor, pues como dijo Nietzsche
en el Ocaso de los Ídolos, este nos hace más fuertes y consecuentemente, más capaces de afrontar
los momentos duros de la vida.

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