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Catorce historias de cómo se vivió La Escuelita

Zapatista
Distribuidos en los cinco Caracoles zapatistas, hombres, mujeres y niños de México y de
muchas partes del mundo compartieron la casa y la palabra, el campo y el azadón, los libros y
la historia de la autonomía de las comunidades indígenas en resistencia.
ABRIL, NICOLÁS, FILI, OLMO, MUMIA, ROMÁN, MARISOL, SARA, SANTIAGO, NATALIA, ROGELIO,
GUSTAVO, ALFONSO Y RODRIGO
FOTO: NICOLÁS T.T., MÁSDE131 E ITZEL HERNÁNDEZ

“Así es cómo y aquí es dónde, comprobamos”:


Rodrigo Tornero, Colectivo La Tribu, Argentina
Nos enseñan interesados en lo que sabemos, nos acompañan cuidadosas de cómo andamos,
nos proponen a la altura de lo que podemos y nos despiden con festejos de bienvenida.
RODRIGO TORNERO
FOTO: NICOLÁS T.T.
 

“Así es cómo y aquí es dónde, comprobamos”: Rodrigo


Tornero, Colectivo La Tribu, Argentina
Posted By ada On agosto 25, 2013 @ 12:58
In Geografía,México,Reportajes,Reportajes México | No Comments

Que se puede vivir el arte de la felicidad común. Que se puede hacer una
celebración del encuentro a cada despertar. Que se puede producir la autonomía y
que producir no debe ser sinónimo de depender. Que el uno y el todo son
necesarios y suficientes. Que se puede andar siendo mientras se hace lo que se
debe hacer para vivir dignamente y que así, caminando a la par, todas las tareas
tienen por paga, no la mísera riqueza que se acumula sino la profunda libertad que
se practica.

“Y así pues!, así es compa. Así somos”, se dicen y nos dicen los y las zapatistas
que nos reciben en sus casas y nos ofrecen todo aquello que han liberado de esas
prisiones ya de hule en estas tierras muy otras: los malos gobiernos y el mercado.
Así es cómo y aquí es dónde, comprobamos. Nos enseñan interesados en lo que
sabemos, nos acompañan cuidadosas de cómo andamos, nos proponen a la altura
de lo que podemos y nos despiden con festejos de bienvenida.

Apenas si puede escribirse el qué y el cómo hemos aprendido en La Escuelita por


la Libertad según los Zapatistas y ya resuena el para qué.
Con esa pregunta andaremos entonces regando el camino de vuelta a nuestras
tierras.

Publicado el 26 de agosto de 2013

“Los zapatistas enseñan una forma subversiva de


vivir en el mundo”: Mumia Abu-Jamal
En el décimo aniversario de la autonomía de las comunidades rebeldes del sureste mexicano,
el periodista y preso político afroamericano apunta que los zapatistas no le dan tregua al
imperio.
FREE SPEECH RADIO NEWS
AUDIO GRABADO POR NOELLE HANRAHAN PARA PRISON RADIO.
TRADUCCIÓN: AMIG@S DE MUMIA DE MÉXICO
 

Estados Unidos. “El camino zapatista es digno de aprender y es digno de enseñar”, apunta el
preso político afroamericano Mumia Abu-Jamal, invitado especial a la escuelita “La Libertad
según los zapatistas”, a diez años del nacimiento de los Caracoles y Juntas de Buen
Gobierno.

Partidarios mexicanos e internacionales del movimiento zapatista regresan de las


comunidades indígenas donde estuvieron una semana, participando en la Escuelita. El
propósito de la actividad fue compartir ideas y métodos sobre el gobierno autónomo de los
zapatistas.

Los zapatistas enviaron invitaciones especiales a una corta lista de distinguidos invitados,
entre ellos el periodista encarcelado, y también comentarista de Free Speech Radio News
(FSRN), Mumia Abu-Jamal. Con la ayuda de Prison Radio, FSRN habló con Abu-Jamal acerca
de la escuelita y el aniversario de las Juntas de Buen Gobierno de los zapatistas.

MUMIA ABU-JAMAL: Con demasiada frecuencia los norteamericanos, incluso los llamados
izquierdistas, adoptan una actitud superior, de hecho, una actitud imperial, como si nosotros
debiéramos enseñar a los demás cómo luchar y resistir. Por el contrario, la experiencia es el
mejor maestro, y por lo menos en la última década vimos brotar la autonomía en comunidades
ricas en igualdad y en la dignidad del autogobierno, es decir: la libertad en Chiapas. Y Chiapas
es el ombligo del imperio en México.

FSRN: Las Juntas de Buen Gobierno zapatistas también administran su propio sistema de
servicios básicos, como escuelas y clínicas. Aunque la Escuelita para enseñar a otras
personas su sistema de gobierno comenzó esta semana, los rebeldes mayas han
implementado su propio sistema educativo, independiente del financiamiento del gobierno,
durante años.

MUMIA: La educación en el imperio enseña la hegemonía, la historia falsa, el racismo y,


además, insiste en que el imperialismo es algo bueno. Las comunidades zapatistas, por otro
lado, retoman el conocimiento de los pueblos originarios, los pueblos indígenas, y enseñan
una manera poderosa y subversiva de vivir en el mundo, de vivir en comunidad, con propiedad
compartida, en equilibrio con todos los seres vivos, con respeto a la Madre Naturaleza. Por
supuesto, nos enseñan todo lo contrario en el Imperio -aislamiento, materialismo y guerra
contra la Madre Naturaleza y el mundo entero.

El camino zapatista es digno de aprender y es digno de enseñar. En las palabras del gran
historiador C.L.R. James, “cada cocinero puede gobernar, todos podemos aprender”.

FSRN: El primero de enero marcará el 20 aniversario del levantamiento en Chiapas. Abu-


Jamal señala que la fecha coincide con la aprobación del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN), el que los rebeldes llamaron una “sentencia de muerte” para los
pueblos indígenas de México.

MUMIA: Tanto México como Estados Unidos desataron los perros de la guerra –la oligarquía
mexicana en Chiapas, Estados Unidos, y el Medio Oriente. Las fuerzas imperiales no pueden
tolerar ninguna chispa de resistencia a su dominio del mundo entero; los zapatistas no les dan
tregua. Y están creciendo.

FSRN: Éste es Mumia Abu-Jamal, hablando de la prisión SCI Mahanoy en Frackville,


Pennsylvania, en el aniversario de la inauguración del sistema de gobierno civil zapatista
conocido como las Juntas de Buen Gobierno.

Publicado el 26 de agosto de 2013

Saltan detalles no vistos antes, como los hombres


haciendo el agua de limón, junto a la cazuela o
moliendo el nixtamal: Olmo Manrique, cantante de
reggae
Ningún movimiento ha puesto el énfasis tan persistentemente en la lucha contra las
desigualdades de género como éste, el de los zapatistas.
OLMO MANRIQUE
FOTOGRAFÍA: ITZEL HERNÁNDEZ
 

Los zapatistas tienen siempre la ventaja de saber impresionar y conmover a sus


interlocutores, limpia y legítimamente, con la dignidad a flor de piel. A nuestra llegada al
Caracol, en la oscuridad de la selva, se vislumbran los letreros que avisan que estamos en un
territorio distinto, lo cual te pone en una sensibilidad de emoción.

Hacemos una fila y al comenzar a caminar, escuchas los aplausos a lo lejos. Conforme te
acercas a ese sonido comprendes que los aplausos siguen a las vivas por un micrófono.
Entonces te ves flanqueado a ambos costados por las filas de los encapuchados, ojos mayas,
ojos morenos, y te das cuenta de cuántas cosas puede transmitir la mirada, aunque no se
pueda estar seguro del sentimiento que se esconde detrás de los pasamontañas. Nuestros
rostros, los de las caras descubiertas, denotan asombro y emoción, que arranca sonrisas
inevitables. Vivas y vivas no paran. Todos las entonan.

Hemos visto distintas comunidades en distintos sitios, y siempre se encuentran lugares


comunes, coincidencias, como el fogón y la cocina, rústicas y separada del resto de las
habitaciones, y las tortillas hechas a mano por una mujer de la casa. Pero dentro de esa
imagen del campo mexicano, saltan detalles no vistos antes, como el de los hombres
haciendo el agua de limón, junto a la cazuela o moliendo el nixtamal. Pequeños pero
valiosísimos detalles que representan cambios culturales profundos, tan difícil de conseguir si
no es por esfuerzos calculados y previstos.

Cierto es que muchas de las compañeras de la sociedad civil no fueron llevadas a las milpas,
sino sólo los hombres, pues a ellas les correspondió quedarse a aprender el arte de tortear. El
camino hacia la equidad de género es sinuoso, muy complicado y con limitantes varias. Lo
cierto es que ningún movimiento ha puesto el énfasis tan persistentemente en la lucha contra
las desigualdades de género como éste, el de los zapatistas.

Publicado el 26 de agosto de 2013

“Visitamos lo más hermosísimo de lo hermoso de la


vida”, Doña Fili, 80 años, pionera de la fundación de
Santo Domingo, Coyoacán.
Ya en el camino un niño nos dio una bolsa con limas. En las noches silenciosas, los hermanos
le están dando vida a otro mundo.
MARÍA DE LOS ÁNGELES CASTILLO
FOTO: MÁS DE 131
 

A mí me toco ir al Caracol IV Morelia, Torbellino de Nuestras Palabras, comunidad Puebla


Nueva. Ya en la madrugada nos dieron la bienvenida hombres, mujeres y niñas, fue un
torbellino de palabras. Fueron muchos pensamientos que recordé en ese momento. Recordé a
todos los que lucharon, para que en estos momentos y en ese lugar se lograra una sociedad
nueva, con mejores condiciones de vida.

A los torturados en las cárceles clandestinas del campo militar número uno, las bayonetas
marcando el pecho de los campesinos de Guerrero, los caídos en Chihuahua. Son muchos los
que caminan con nosotros.

El cielo en la mañana en Morelia era limpio y se alternaba con la lluvia, nosotros en el


desayuno. Después pozol, estudio y trabajo colectivo en el frijolar. Al regresar la comida y por
las tardes conocer y palpar la autonomía.

En la microclínica que lleva el nombre Compañero Eligio y Compañero Horacio, se dan cursos
a los promotores y promotoras de yerbas, para parteras, y hueseras. Visitamos la tiendita
colectiva.
Visitamos lo más hermosísimo de lo hermoso de la vida, La Escuelita Autónoma Rubén
Jaramillo, donde niños se presentaron para darnos la bienvenida, después fuimos al manantial
donde nace el agua pero también nace la vida.

Ya en el camino un niño nos dio una bolsa con limas. En las noches silenciosas, los hermanos
le están dando vida a otro mundo.

Yo siendo pequeña llegué a Coyoacán, después a Los Pedregales, a nuestro querido Santo
Domingo, herencia que nos dejó el volcán Xitle, donde formamos nuestra colonia, donde
trabajamos, así como le llaman los hermanos zapatistas el trabajo colectivo, todo fue hecho
por hombres, mujeres y niños.

Recuerdo mucho al ir a La Escuelita, que fue volver a vivir el trabajo en la colonia cuando
la construimos. Nuestra colonia recibió a los hermanos zapatistas cuando ellos vinieron, en la
consulta hubo mucha participación. De alguna manera estamos muy cercanos a ellos. Y el ir
allá a las escuelitas, sí nos recordó nuestro trabajo colectivo en la colonia.

Un compañero base de apoyo nos platicó de las ciudades rurales, que son programas del mal
gobierno. En nuestra colonia también hace mucho quisieron hacernos casitas, en ese tiempo
se llamaba el programa FIDEURVE, unas casitas muy pequeñas, y donde los colonos dijeron
que no querían “pichoneras”, no querían “palomares”, uno más de los proyectos para acaparar
la tierra y hacernos una casa como caja de zapatos.

Aprendimos una solidaridad diferente, y sobre todo del trabajo autónomo. Fuimos a un frijolar,
otros a las milpas y así cada quien le dio opción a su experiencia de trabajo. Lo que tenemos
que borrarnos de la cabeza es que somos analfabetas, aprendimos mucho. Fueron hermanos
estudiantes e intelectuales y también agarraron el azadón y acarrearon leña. Nos dimos
cuenta que todos tenemos un compromiso y que hay que bajarle a la soberbia y caminar entre
todos a la autonomía en nuestro país.

Gracias a la comisión Sexta del EZLN, a la coordinación de la Escuelita Zapatista por la


libertad. Gracias a las mujeres, hombres y niños y ancianos del Ejercito Zapatista de
Liberación Nacional. Gracias por ir a cada uno de nuestros lugares nacionales e
internacionales para hacer el camino y que nosotros pudiéramos llegar como estudiantes en el
curso del primer nivel de la “La libertad según los y las zapatistas en el año 2013. Gracias a
las juntas de buen gobierno, a los hermanos bases de apoyo zapatistas. Gracias a nuestros
guardianes, Votanes que nos abrigaron, cuidaron y alimentaron y gracias a los compañeros
del CIDECI.

Publicado el 26 de agosto de 2013

La entrada fue impresionante, eran como mil 100


zapatistas abriendo el pasillo con aplausos ¡fue
increíble!: Nicolás T.T., estudiante de 13 años
En Zapata me enteré de algo impresionante: Alfredo no se llama Alfredo, Susana no se llama
Susana y es lo mismo con Jorge, Teresa y Rafael, esos nombres son nombres de lucha, como
aquí les dicen.
NICOLÁS T.T.
FOTOS: NICOLÁS T.T.

Mi bitácora

Jueves 8 de Agosto de 2013

Me emociona mucho conocer a los zapatistas por muchas cosas, entre ellas saber cómo se
organizan, su facilidad para variadas actividades entre muchas otras. En ellos está la
inspiración de mi papá, estos son mis pensamientos en el avión a Tuxtla.

Ya llegué a Oventic, ya no lo recordaba bien y es muy bonito.

Sí nos dejaron quedarnos a dormir, pero no sabíamos que teníamos que traer casa de
campaña, no sabíamos qué hacer ni qué decir, y una familia que estaba en nuestro grupo nos
ofreció una lona de 3 metros y así nos las arreglamos.

Con más plástico e hilo lo logramos.

Esperemos no llueva.

Viernes 9 de Agosto de 2013.

Hoy comenzó la verdadera fiesta de los zapatistas, en la mañana nos despertamos y nos
dimos cuenta de que sólo había chispeado un poco y no se metía el agua, lo que sí es que
como estábamos de bajadita y era plástico nos resbalábamos….. Bueno, un rato después
salimos y estaba entrando tanta gente que parecían hormigas, hay muchos puestos de
comida, artesanías, ropa, entre muchos otros. También hicieron partidos de fut y de basquet y
también llevaron bandas de rock alternativo y creo que ya.

Estuvimos un rato en la plasticasa porque estaba lloviendo muy duro y sucedió lo inevitable,
comenzó a meterse el agua y desde ese momento supimos que nos teníamos que ir de ahí.
Un rato después bajó un poco la fuerza de la lluvia y fuimos a comer y encontramos un lugar
para quedarnos, es como una choza enorme en la que duerme mucha gente, nos instalamos y
aquí estoy escribiendo en Chiapas, Oventic, y se me olvidaba, nos íbamos a quedar en una
casa de campaña pero nunca llegó. Yo disfruto la estancia de los días que se me pasan muy
pero muy lento, ahora sí desde Chiapas, Oventic.

Sábado 10 de Agosto 2013.

Hoy me desperté como a las 8:15 de la mañana y nos estaban sacando porque había una
junta y nos tuvimos que apurar mucho. Después de salir hubo un cambio de planes,
decidieron (mi papá) que nos íbamos hoy y supuestamente nos íbamos mañana. Bueno, no
hicimos mucho antes de irnos, sólo desayunamos, desmontamos nuestra plasticasita, un rato
después agarramos una camioneta que nos llevó a San Cristóbal, pero a mí me dieron
náuseas llegando y después de que comimos en la Tierra Adentro me sentí mejor.

Un rato después fuimos a Cideci que es donde nos establecieron el lugar que nos tocó, y de
mala suerte nos tocó Oventic, pero bueno, ya qué. Luego de eso regresamos a comer y como
no llegaba la comida, salí a caminar. Tomé un refresco y un chavo llamado José nos llevó a la
casa en la que nos quedaríamos. Cuando vi la casa pensé que iba a ser muy bonita y
cómoda, tenía un calentador, tres cuartos, sala y tele enorme. Luego de eso me bañé y me
vine a escribir y tenemos pensado leer los libros de La Escuelita, ver una peli y cenar y a
dormir. Eso fue lo que pasó hoy aquí en Chiapas.

Domingo 11 de Agosto de 2013.

Hoy dormí perfecto, me desperté tarde, todo muy cómodo. Me desperté con ánimo para La
Escuelita porque estoy dispuesto a hacer lo que me pidan, pero bueno, por tanta comodidad
se nos hizo tarde, o eso pensamos.

Tenemos que estar en el Cideci como a las 10 y salimos de la casa a las 11:30, y todavía
fuimos a desayunar, pero bueno, cuando llegamos no había salido ni un camión. Alrededor de
las 12 horas salieron los primeros y corrimos detrás de ellos porque queríamos ir a una
tiendita. Yo me compré unas patatinas, un Del Valle chico y un agua; mi hermano, un Del Valle
y unas sabritas de limón; mi papá, una manzana y una coca chiquita, y Ximena unas chips
naturales y una coca chiquita. Luego llegamos, nos sentamos a comer y esperamos. Había
gente muy diferente, habían hippies, rockeros, rebeldes, universitarios, gente mayor, niños y
uno que otro entrevistador y a mí me entrevistaron.

El Cideci es grande y se pusieron muchos puestos de ropa, estampas, etcétera, y hubo un


concierto en el que tocaron rock, rap y creo que yo estaba muy emocionado para que ya
saliera el camión y lo que más quería era que nos tocara en una comunidad medio metida en
el bosque. Y bueno, una vez que nos subieron a los camiones estuvimos parados ahí como 1
hora y media y al fin arrancamos, pero me dormí casi todo el camino.

Llegando no sabía dónde estábamos porque nos bajamos como 100 metros antes de la
entrada a Oventic y la entrada fue impresionante , eran como mil 100 zapatistas abriendo el
pasillo con aplausos ¡fue increíble! Y entramos a Zapata y después de una plática larga
empezó el registro, y bueno una vez que nos registramos fuimos a cenar y luego fuimos a
bailar, pero el baile fue muy intenso porque es como un slam pero más light, estuvo muy
chistoso. Ya como a la 1:30 nos fuimos a dormir y ahí nos despedimos ese día de Susana y
Alfredo, nuestros guardianes, y aquí escribiendo desde Oventic.

Lunes 12 de Agosto de 2013.

Hoy nos levantamos con una meta, convencer a los compas para que nos mandaran a
comunidad, porque nos había tocado en el Caracol de Oventic, y después de hablar, en la
espera usé la reportera, platicamos con nuestros guardianes, desayunamos y hasta un rato
después terminaron los registros y así se tardaron dos días en acabar los registros, pero
bueno. Un rato después hubo una plática extremadísimamente larga, entre paréntesis tres
largas horas, pero había una chava muy guapa sentada justo frente a mí y después lo
logramos, nos mandaron a una de las comunidades más altas y el recorrido fue difícil, nos
llevaron en coche hasta un cierto punto y luego caminamos pero yo era el único con maleta y
subimos una empinada muy resbalosa, luego cruzamos un maizal y llegamos todos vivos.
Esta es la comunidad de nuestros guardianes y es muy bonita, nos sentamos a platicar un
rato, nos tomamos un té y aquí escribiendo desde Sikiluk’um, Chiapas.

Martes 13 de Agosto de 2013.

Hoy nos despertamos y nuestro primer pensamiento fue que no nos habían llevado a la milpa
porque ya era tarde, bueno yo salí corriendo al baño, es el baño más bonito que he visto en mi
vida, es un hoyito a la mitad del bosque, bueno cuando regresé me enteré de que íbamos a ir
a sembrar frijol y no a la milpa y fuimos a desayunar, y son las tortillas más ricas que he
probado en mi vida y el agua más fresca también. Llegando a nuestro destino yo estaba
cansado porque nos fuimos caminando y hoy no sembramos frijol, hoy limpiamos la mitad del
área con un azadón y casi se me hacen dos ampollas, una en el dedo anular izquierdo y otra
en donde empieza el dedo índice derecho y empecé muy mal pero terminé sabiendo bien
cómo hacerlo y bueno, llegando de regreso hicimos planes para mañana, va a ser igual
porque sólo hicimos la mitad del terreno y casi casi nuestra tarde se basó en estudios.
Comimos frijol con chayote y estuvo muy rico.

Tuvimos un descanso y nos enseñaron su huerto donde tienen plantas, limón y otras plantas
como plátanos y ya no recuerdo otra, regresamos y otro ratote a estudiar. Tomamos un té de
limón y ya, pero me divertí mucho porque estuve agarrando pollitos y estoy aquí escribiendo
desde Sikiluk’um, Chiapas.

Miércoles 14 Agosto de 2013.

Hoy me desperté de una noche medio mala. Lo primero que hice fue ir al baño y luego a
estudiar, acabando el primer capítulo desayunamos y le dí una tortilla al perro porque me da
tristeza porque está muy flaco pero está muy bonito, y estaba tratando de agarrar un pollo y
cuando lo logré me dí cuenta de que todos me estaban viendo feo. Bueno, nos fuimos al
trabajo e hicimos lo mismo de ayer pero hoy fue mucho más rápido porque era menos terreno
y ya estaba medio limpio.

Hoy llegamos y las mujeres estaban trapeando y estudiamos otro rato y después de eso
fuimos a ayudar a cocinar, yo piqué la cebolla, probé el achiote….. pienso que es asqueroso.

Luego de eso mi hermano y yo jugamos unas persecuciones y el se resbaló y me burlé y


luego él fue hacia mí y me caí de una montañita.

Fuimos a comer arroz, frijoles con chayote y huevos y terminé llenísimo y me di cuenta de que
mi caída me había lastimado el codo y la muñeca derecha y la rodilla izquierda, salimos a
estudiar otro rato, y al acabar jugué un ratito más y otro rato de estudio.

Fuimos a tomar té limón y ya escribiendo aquí desde Sikiluk’um, Chiapas.

“Entiendo lo que es gritar en otro mundo y que nadie


escuche”: Abril Schmucler, cineasta mexicana
Nuestra casa no tiene electricidad, ninguna casa de este poblado la tiene. Así que pronto
obscurece todo y dificulta hacer cualquier cosa excepto acompañar a la familia en la cocina,
que es de leña.
ABRIL SCHMUCLER
FOTO: MÁS DE 131
 

No dormimos mucho, quizás unas dos horas, y pésimas. La fiesta de clausura de La Escuelita
en el Caracol de Roberto Barrios fue larga y divertida. Los ritmos del teclado del dueto que
animaba a los bailarines no descansó en toda la noche y todos bailamos con todos. La verdad
que los pasos del colombiano resaltaban entre los toscos giros de los extranjeros europeos,
los forzados movimientos cumbieros de los chilangos y los brincos discretos y constantes de
los compas.

Yo me sentía muy cansada como para intentarlo por más tiempo y me senté a mirar desde el
escenario. Alturas y colores variados que compartían una alegría que no había visto hacía
mucho tiempo. El lodo de las caminatas bajo la lluvia que se distinguían entre los limpios pies
desnudos de las compas. Las bases de apoyo que permanentemente se los limpian con agua.

Habíamos pasado un larguísimo tiempo internados en las comunidades del territorio zapatista.
Tiempo que en un calendario duró cinco días. Habíamos llegado el 12 de agosto a media
noche después de muchas horas de carretera entre la selva desde San Cristóbal de las
Casas.

No llovía y unos 200 zapatistas nos recibieron con consignas y aplausos eufóricos.

Bienvenidos a La Escuelita. Difícil no conmoverse ante tanto esmero y la fila de nosotras y


nosotros llegó hasta el auditorio ya preparado para darnos el recibimiento, rodeados de
pasamontañas que significan tantas cosas para tantos de nosotras y las otras y los otros y
nosotros.

Conocí a mi guardiana al día siguiente, bajo el tremendo calor de verano húmedo. Su nombre
en Cho-ol es Sep pero prefiere que la llame en el nombre castellano. Tiene un rostro maya
hermoso y unos 30 años. Igual que yo, pero ella tiene dos hijos pequeños y es promotora de
salud. Además creo que sabe tres o cuatro idiomas como el Cho-ol, la castilla, el Tzotzil y
muy probablemente el Tzeltal. Y desde que me la presentaron no se me despegó en ningún
momento y bajo ninguna circunstancia, por el resto de los días y noches de La Escuelita.

Ella debía acompañarme, cuidarme, responder mis dudas, cerciorarse de que yo lea los cuatro
libros de estudio, de que los entienda y de que haga bien y sin padecimientos todos los
trabajos que la familia en la comunidad me invite a realizar. Intuyo que también debía mirar
que yo no hiciera ningún despropósito al zapatismo o incumpliera alguna de las leyes del Buen
Gobierno.

No tardé mucho tiempo en exasperarme por esa sombra detrás, junto y delante mío. Y sólo
me empecé a convencer de lo acertado de esa maniobra cuando mi Votán me dijo –“Yo te
acompaño al baño, y tú me acompañas al baño”- y entonces la acompañé al baño para
esperarla sentada en un tronco mojado.

Mis compañeros caminaban como deambulando sin destino, con su Votán al lado, o detrás.
En silencio algunos, otros conversando. Nos mirábamos entre risas sin entender del todo
nuestra nueva condición de alumnas y alumnos de esta Escuelita Zapatista. Nos
presentábamos a nuestros votánes de diferentes edades y rostros. Algunos más sonrientes y
otros más tímidos.

A nosotras nos enviaron al municipio de Francisco Villa, a unas tres horas de Roberto Barrios.
Luego caminamos otros 20 o 30 minutos de estrecho camino lodoso y selvático que me
transportaban a recuerdos robados de las guerrillas del mundo.

A lo lejos se veían unas cuantas casas de madera horizontal. Diez o quince mujeres, hombres,
niñas y niños, con el pasamontañas negro esperándonos junto a la escuela del lugar.
Nosotros, los estudiantes que éramos 4, junto con nuestros cuatro votánes, saludamos a cada
una de esas personas y nos sentamos a escuchar la bienvenida que nos habían preparado
tan respetuosamente. Siguiendo al único compañero hombre de la estudiantada, agradecimos
la invitación, tanto nosotros como nuestros votanes. Claro, ellos tampoco conocen este sitio ni
a estas personas.

Cada familia nos llevó a su casa y en ese pequeñísimo poblado de no más de 10 casas, dejé
de ver a mis compañeros hasta el último día de clases en esa comunidad.

No tengo bien claro en qué momento empezó La Escuelita. Sospecho que mucho antes de
viajar a San Cristóbal de las Casas, cuando pedí que me invitaran a este nuevo proyecto del
zapatismo sin entender bien de qué se trataba. Tampoco tengo bien claro en qué momento
terminó esto -¿Terminó ya?- pero sé bien que aprendí el “swing” del machete para cortar el
maíz y para limpiar el terreno entre los surcos. Y que no podría resistir hacerlo todos los días
ni todo el día. Y que me duele sólo un músculo de la mano que tal vez sólo había usado para
escribir y jugar ping pong. En la milpa, mi Votán está al pendiente de mi resistencia al sol y al
esfuerzo físico. Pero Eva y su hermana, de 13 y 16 años están atentas a mis movimientos
malhechos. Ríen y de vez en vez me tratan de enseñar a hacerlo. Sólo intento imitar sus
cuerpos y Ebertina, su madre que es muy bajita y gorda y tiene unos hermosos ojos brillantes,
se ríe y corrige mi postura mostrándome la suya. Ninguna habla en castellano así que sus
indicaciones son puramente visuales y sus palabras me parecen ruidos incomprensibles y
sonoramente los encuentro cálidos.

Aprendí después a desgranar el maíz, a limpiarlo en el río, a molerlo dos veces, a tortillear
casi circularmente y a que todo eso se hace cada mañana para preparar las tortillas del
desayuno y parte del día.

Mi guardiana no sonríe mucho y está muy preocupada porque yo me siente a leer los libros de
estudio. Cuando se ríe es porque mantuvo alguna conversación con la familia que yo no
comprendo. Y también sonríe cuando comemos un taco de los aguacates que caen del árbol
en donde decidimos estudiar durante el mediodía. Da mucha sombra y ella coloca una tabla
que limpia antes, para que nos podamos sentar durante horas sin incomodarnos. Ella, que de
hecho ya leyó los libros, lee los mismos capítulos que yo leo. Me pregunta si entendí todo y a
medida que pasa el tiempo, las dos disfrutamos más de nuestra compañía. Aunque le pido un
poco de intimidad -sin éxito- trato de aprovechar de su presencia y le pido que me cuente
sobre ella, sobre sus actividades como Promotora de Salud, sobre su poblado y sobre sus
sueños en esas noches de tormenta y escandalosos sapos lacandones. A veces me cuenta,
pero a veces no.

Nuestra casa no tiene electricidad, ninguna casa de este poblado la tiene. Así que pronto
obscurece todo y dificulta hacer cualquier cosa excepto acompañar a la familia en la cocina,
que es de leña. En esos momentos –los más- las conversaciones en Cho-ol se alargan
mucho, dejándome en completo silencio, tratando de pescar alguna palabra en castilla o por lo
menos algo reconocible. Cuando en su diálogo liberan estas palabras, juego a entender de
qué va su plática. A veces incluso me río cuando ellos se ríen o volteo a ver lo que señalan
como interesada. Pero a veces me aborda una rabia de impotencia y le pido a mi guardiana un
poco de traducción que no suele compartirme, o no completamente –creo- cuando su
traducción se limita a decirme que hablan del sonido que hace un pájaro que está por ahí. Y
mi ineptitud lingüística me obliga a pensar que en verdad hablan de otras cosas como los
planes zapatistas, los alumnos. Seguramente hablan –me digo- de cosas de la comandancia o
de sus historias en el inicio del levantamiento. Estoy tan aislada que no es posible que hablen
de pájaros. Mi rabieta no pasa de una mirada seria a mi guardiana y por dentro me deshago
en la desesperación de sentirme en otro planeta. Completamente sola e impotente.
Pero hace calor y cansancio, me convenzo de que debo relajarme y dejarme llevar, guiar,
acompañar, enseñar. Además Hugo, el padre de la familia, que es un viejo alto, comienza a
hablarme sin detenerse, con risas y miradas que me indican que me está contando algo
emocionante, con las manos gesticulando alguna actividad que sólo imagino, y con el resto de
la familia que, iluminada por el fuego de la leña, me mira atenta. La verdad es que no entiendo
nada de lo que me dice Hugo y me limito a repetir alguna palabra suya. Mientras él ríe y sigue
hablándome en Cho-ol, yo le ruego a mi Votán o a la menor de las hijas, Eva, que poco habla
castellano, me expliquen qué me está contando. Pero no me ayudan y tengo unas voraces
ganas de preguntarle cosas a esos dos viejitos. Cosas previas al levantamiento, si participaron
en el `94, de qué forma cambió su vida estos 20 años, cosas de la selva, del grano, de cómo
tienen tantos animales. Mis ansias de sentirme escuchada y comprendida, y respondida, son
como un animal amarrado que desesperadamente lucha contra las cuerdas que aprietan su
cuerpo.

Entiendo, entiendo lo que es gritar en otro mundo y que nadie escuche.

Casi terminamos los cuatro libros, mi guardiana está satisfecha con las preguntas que a veces
le hago. Además ha estrechado su amistad con la familia y cada vez extraña más a sus hijos.
Como es el último día en la comunidad y sólo esperamos que vengan por nosotras y nosotros,
la familia nos prepara un itacate con muchas tortillas, una penca de plátanos machos a cada
una, varios aguacates que Oscar, un pequeñísimo niño baja con una ramita a 10 metros de
altura. Yo le enseño los juegos de manos de la primaria a Eva, aunque nunca me aprendí los
cantos sí nos divertimos mucho con los aplausos coordinados –y descoordinados- y su
hermana se ríe con nuestro esfuerzo. Empiezo a sentir cierta melancolía por ese monte, por
ese olor, por esos hermosos paisajes, por ese ajeno idioma, por esa familia y empiezo a
pensar en qué es lo que aprendí de La Escuelita, que es todo aunque por ahora no pueda
poner en orden tanto que pasaba por la cabeza mientras despertaba, desayunaba, caminaba,
me bañaba, comía, reía, padecía, trabajaba, estudiaba y convivía con ellos, las bases de
apoyo del EZLN, todo eso que son palabras como autonomía, dignidad, feminidad,
resistencia…todo eso que son las formas de vivir que eligieron ellos y que quizás debamos
elegir todos para que el mundo sea un poco mejor para todos y todas.

En mi mundo, que es otro el mío que el de ellos, debo ahora aprender a reordenar todo eso
que escuché y hablé y sentí y viví, para ajustarlo a las calles de la ciudad de México.

Publicado el 26 de agosto de 2013

“La flor de la autonomía no crece en todas partes”:


Gustavo Esteva, intelectual
Para el director de la Universidad de la Tierra, en Oaxaca, la gran enseñanza de los zapatistas
es que para resistir, es indispensable construir alternativas.
GUSTAVO ESTEVA
FOTO: MÁS DE 131

México. Quizá no haya otro grupo que por casi veinte años haya sido acosado cotidiana y
permanentemente -militar, paramilitar y de todas las formas imaginables- como los zapatistas.
Lo que aprendemos con ellos y con otros pueblos del país es que la resistencia no es
simplemente aguantar. Hay que resistir, hay que oponerse a un programa, acción, presa o
mina, pero la única forma en que esa resistencia va a ser exitosa es si al mismo tiempo,
construimos realmente una posibilidad diferente de vivir, que es lo que han hecho los
compañeros zapatistas. Tienen una forma diferente de vida y de gobierno que nadie puede ya
destruir. Pueden matarlos a todos y será la única manera, pero no pueden destruir esa forma
de vida.

Esto es lo que hemos aprendido: la resistencia tiene éxito, puede durar, puede persistir y
puede seguir adelante cuando está construyendo una alternativa. No podemos estar nada
más aguantando; perdemos si nos quedamos nada más en ese nivel. Y esa construcción
autónoma es la que define.

Se ha visto en varias comunidades –lo dicen los compas una y otra vez- que la flor de la
autonomía no crece en todas partes. Hay que localizar su suelo, donde puede florecer, y hay
que abonarlo con los que los compañeros nos dicen, que es que hay que organizarnos. Pero
la organización implica primero ver cuál es el suelo en el que esa construcción autónoma va a
tener lugar.

Publicado el 26 de agosto de 2013

“La experiencia zapatista es una grieta en el territorio


mexicano”: Alfonso Medrano, de Chile
Lo que sucede en su territorio liberado es para mí realmente admirable, un compromiso con su
historia para pasar de meros espectadores, a participantes y constructores de su futuro.
ALFONSO MEDRANO
FOTO: NICOLÁS T.T

Un Votán no sólo es un guardián, es un guía, un maestro consciente que aprende de ti como


tú de él, es un tutor, pero sobre todo, un compañero, alguien que abrazó los caminos de la
lucha y que te recibe con humildad y respeto, que te acoge en su hogar para mostrarte cómo
se ha ido desarrollando el trabajo indigenista, teñido de zapatismo en el estado de Chiapas.

En lo personal, tuve la suerte de que mi Votán hablaba un castellano casi perfecto, en parte
porque era promotor de educación y en parte porque su curiosidad personal e intuición
intelectual estaban sumamente desarrolladas al igual que su sensibilidad, por lo cual la barrera
del lenguaje no operó en nuestra contra, posibilitando así un acercamiento mayor. Escuchar
su relato de vida era una enseñanza total sobre lo que significa asumir los costos de una vida
rebelde, que muchas veces trae aislamiento, hambre y dolor. Una de sus frases que me
marcaron fue cuando me dijo “en una guerra nadie gana, pero necesitábamos hacerla”. Me
pareció una reflexión muy lúcida de cómo la violencia es una necesidad política de los
pueblos, la autodefensa como voz de alzamiento un derecho, pero a sabiendas de sus costos
y traumas como también de sus pequeñas y no tan pequeñas victorias. .

Durante 30 años de organización, resistencia y combate al mal gobierno, el pueblo zapatista


ha levantado sus propios órganos de gobierno, han transformado el concepto de democracia
en política inclusiva donde se abrió un espacio para volver a dialogar y así decidir
colectivamente cómo caminar juntos, han entendido que los cambios radicales NO se pueden
gestar bajo el alero de la política institucional y que se requiere de la autonomía como forma
para avanzar con más preguntas que certezas, un camino que tiene contradicciones pero que
no se detiene gracias al compromiso y empoderamiento de todos y todas las comuner@s que
habitan estas tierras

La experiencia zapatista es una grieta en el territorio mexicano, un punto de fuga, una ruptura
profunda con este modelo de vida, convivencia y producción. Lo que sucede en su territorio
liberado es para mí realmente admirable, un compromiso con su historia para pasar de meros
espectadores, a participantes y constructores de su futuro.

Publicado el 26 de agosto de 2013

A cada uno de todos los asistentes se nos asignó un


surco para limpiarlo: Rogelio Rueda, profesor de
bachillerato
Al llegar a la milpa, los dos hombres más ancianos nos dijeron que primero haríamos una
oración, que íbamos a pedir que la milpa esté contenta, y también que nadie se lastime ni
pase nada malo durante la jornada de trabajo, oramos todos.
ROGELIO RUEDA SEGURA
FOTO: MÁS DE 131
 

La reciente invitación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional a la sociedad civil para
participar en “La Escuelita” zapatista, ha sido una extraordinaria experiencia de vivir la
interculturalidad.

Como profesor de nivel Bachillerato, imparto la materia de Taller de Comunicación a alumnos


de tercer año del Colegio de Ciencias y Humanidades en el plantel Vallejo; en esta materia
definimos el concepto de Comunicación como la Acción que realizan individuos o grupos por
el Bien Común, no es sólo “platicar entre dos personas”; Comunicación como un proceso de
Acción conjunta por el bien de la comunidad.

Después de la inscripción en el Cideci, nos trasladamos a la comunidad La Garrucha,


conocido como Caracol III Francisco Gómez, En la reja de entrada, lo primero que se ve es
un letrero grande de madera con la imagen de Emiliano Zapata y el texto:

BIENVENIDOS AL PUEBLO FRANCISCO

GOMEZ. NUEVO MUNICIPIO INDIGENA

TERRITORIO REBELDE ZAPATISTA.

Ahí me fue asignado mi Guardián, mi Votán, el señor Gerardo, y enseguida nos trasladamos a
la comunidad Benito Juárez, perteneciente al Municipio San Manuel.
Además del caluroso recibimiento que nos ofrecieron con cantos de la comunidad reunida en
la explanada central y del horario de actividades para el día siguiente, lunes 12 de agosto, nos
brindaron una sencilla cena de café caliente y galletas de animalito. Después todos nos fuimos
a dormir.

“Horario de trabajo zapatista EZLN”

Plan de trabajo

5 de la mañana diana

5:30 desayuno

6:00 trabajo colectivo

8:30 pozol

11:00 descanso

12:00 bañar y almuerzo

1:30 clase

5:00 descanso y comida

7:00 café

9:00 silencio

A la mañana siguiente, fuimos despertados por nuestro Guardianes, a lo lejos se escuchaba a


los músicos tocando la diana, esa divertida frase musical del Jarabe Tapatío.

Un grupo aproximado de 30 campesinos, con su pasamontañas o paliacates rojos, nos


esperaban para ir a chaporrear, a limpiar la milpa de yerbas extrañas que pudieran robar
nutrientes al maíz, caminamos como 40 minutos para llegar al plantío.

Al llegar a la milpa, los dos hombres más ancianos nos dijeron que primero haríamos una
oración, que íbamos a pedir que la milpa esté contenta, y también que nadie se lastime ni
pase nada malo durante la jornada de trabajo, oramos todos.

En seguida cada uno de todos los asistentes se nos asignó un surco para limpiarlo,
comenzamos todos a trabajar al mismo tiempo, por supuesto que nosotros los caxlanes, los
alumnos de La Escuelita, avanzamos muy despacio, por lo que éramos apoyados por los
compas que iban a nuestro lado, aun así, las ampollas en las palmas de las manos no se
hicieron esperar.

Después de casi dos horas de trabajo, todos descansamos y sorpresivamente nuestros


guardianes sacaron de sus morrales el pozol, botellas con agua y jícaras de plástico para
hacer cada quien su pozol, también sacaron tortillas y arrancaban del piso una planta llamada
Tzul, -creo que es Yerba Santa-, con un sabor a lima, de la que comeríamos el tallo y las
hojas.
Cada quien disolvió una porción de masa en su jícara con agua igual que lo hacían ellos, y en
un momento dado, mi Votán se llevó la jícara a la boca, tomó un trago, jugó con él en su boca
y lo escupió.

Yo tomé un poco y lo digerí, estaba frío y dulce, me gustó, los demás hicieron lo mismo. Pero
entonces mi Votán me dijo algo así:

“Es bueno el pozol, lo sacamos de la tierra, la tierra produce maíz; y es bueno darle un poco
para agradecerle lo que nos da”. Nosotros avergonzados, mientras nos mirábamos a los ojos,
tomamos un sorbo y lo devolvimos a la tierra. Nuestros Guardianes no habían escupido, ellos
hacían un homenaje a la tierra.

Así pudimos reconocer algo de la vida cotidiana y la cosmovisión indígena. La relación


hombre-tierra es muy otra como ellos dicen; no sólo es su tierra, es su espacio, su territorio
que conjuga su vida, su pertenencia al universo, su pasado y su presente.

Es por esto que ellos viven la Comunidad, es decir, la Comunicación, llevan a cabo acciones
conjuntas por el Bien Común.

En este sentido, La Escuelita ha nos ha permitido reconocer que la utopía es posible: en las
comunidades indígenas zapatistas se está llevando a cabo el sueño de una sociedad mejor,
donde existe la igualdad y donde se vive cotidianamente la acción en común.

Un factor determinante, pero no el único, se da por las relaciones de comunicación interna que
existen, son relaciones de respeto. Esto permite que la intercomunicación se dé en términos
de igualdad y libertad, y que nosotros, los alumnos, hayamos podido por una semana, vivir y
relacionarnos en términos de igualdad, respeto y libertad con una comunidad indígena
culturalmente distinta a nuestra cultura occidentalizada.

Publicado el 26 de agosto de 2013


Mi Votán es una mujer joven de 21 años, de piel
chocolate, ojos obscuros, cara redonda y pequeña
nariz respingada: Natalia, de Toluca
Era dura conmigo y con ella misma al estar siempre a mi lado, al acompañarme al baño por
las madrugadas y tener que interrumpir su sueño, al ponerse a estudiar a mi lado a pesar del
cansancio después de haber molido maíz, hacer tortillas, hacer el pan, caminar hacia la milpa.
NATALIA MONTIEL, COLECTIVO AUTÓNOMO LIBRE-MENTE
FOTO: MÁS DE 131

La llegada, el recibimiento

Conmoción, alegría y confusión son sólo algunos de los pensares y sentires que experimenté
durante mi estancia en La Escuelita de la Libertad según l@s zapatist@s. Semanas antes
comencé a imaginar cómo iba a ser todo aquello, pero siendo sincera, preferí dejar de hacerlo,
para vivir lo que habría que vivir de la forma en la que tenía que vivirlo, sin tanta expectativa
pues, evitando los prejuicios.

Por fin el día y al llegar al CIDECI en San Cristóbal, me impresionó la cantidad de personas
congregadas ahí para asistir a La Escuelita; gente de todas partes del mundo, de distintos
tamaños, colores, culturas y lenguas. Eso sí, todas con una sonrisa en la cara, me parece que
nunca había visto a alguien tan feliz de ir a La Escuela. La sonrisa y la mirada de nosotrxs lxs
estudiantes es algo difícil de explicar, pero imaginen la cara de alguien que no sabe
exactamente lo que le ocurrirá, pero que sí sabe, y está segurx, de estar en el lugar y en el
momento adecuados.

Los ahí presentes movimos nuestros mundos, con la única seguridad de que algo íbamos a
aprender, de que en algo podíamos cambiar.

El camino hacia el Caracol V, el ”Que Habla para Todos”, fue largo (unas ocho horas) pero
tuve la fortuna de contar con buenxs compañerxs de viaje. El tiempo nos dio para conocernos
y pasar por distintas etapas; de la presentación al canto y al juego y de ahí, compartir algunas
reflexiones sobre nuestros conceptos de libertad, sobre nuestro andar en la vida, sobre
nuestros aprendizajes. Cuando nos dimos cuenta, ya habíamos llegado al Caracol, y se nos
recibía con una manta y todos los compas en fila aplaudiéndonos, sí, aplaudiéndonos; y ante
tal bienvenida, nosotrxs caminábamos con la cabeza gacha o sonrojados, “chiviados”. Ya en
el auditorio, los aplausos no se dejaban de escuchar y al unísono, compas y estudiantxs
gritábamos ¡Viva la Resistencia!, ¡Viva la Escuelita!, ¡Viva la Libertad!, ¡Viva la Autonomía! Yo
no sé para los demás, pero para mí ese fue y es uno de los mejores momentos de mi vida, yo
no cabía de la alegría, de la esperanza, de la rebeldía que me embargaba, fue una sobredosis
de emociones, fue sentirme parte de un momento, no sólo mío, sino también de un momento
histórico.

Cenamos y bien cenadxs, porque los compas además de organizadxs y solidarixs, son harto
generosxs. Ya con la panza llena nos fuimos a dormir y como a eso de las cinco de la
mañana, llegaron los estudiantes que faltaban y tuvieron un recibimiento igual de impactante
que el de nosotrxs. Lxs compas no durmieron, estuvieron en vigilia, siguieron calentando
comida, cuidando nuestro sueño, a pesar de su cansancio, su ánimo estaba por los cielos.
Mi Votán y mis maestrxs

Ella (Votán) es una mujer joven de 21 años, de piel chocolate, ojos obscuros, cara redonda y
pequeña nariz respingada. Tiene una sonrisa que regala luz, y cuando no la tiene, se observa
dura, “poco amigable”, “ruda”. Y sí, ella es todo eso, es una luz que me ayudó a disipar el
“shock cultural” que sufrí al llegar con la familia, con mis maestrxs en la comunidad, porque de
pronto yo no pude evitar sentirme como una intrusa y ella, con esa sonrisa suya, su claridad y
paciencia, me reconfortó, me hizo ver que sólo era cuestión de reconocernos, porque iguales,
ya éramos. Era dura conmigo y con ella misma al estar siempre a mi lado, al acompañarme al
baño por las madrugadas y tener que interrumpir su sueño, al ponerse a estudiar a mi lado a
pesar del cansancio después de haber molido maíz, hacer tortillas, hacer el pan, caminar
hacia la milpa; era duro para mí sentir a veces que no tenía “mi espacio personal”, pero para
ella era duro también saberse responsable de mí y de mi seguridad y al mismo tiempo, de la
seguridad de lxs hermanxs zapatistas. Y al principio, muy al principio, claro que fue poco
amigable, no lograba sacarle una sonrisa.

Mi Votán, como pueden ver, tenía un sentido de la responsabilidad y el compromiso muy


fuertes, y también una claridad política impresionante. Todas las dudas que llegué a tener de
los textos que nos dieron para estudiar ella las aclaró sin problemas, asegurándose siempre
de que yo comprendiera lo que leía. Ella ya es una promotora de educación en su comunidad,
se sabe mujer, indígena, con un corazón abajo y a la izquierda; es curiosa, rebelde y ya en
confianza, muy risueña, bromista y cariñosa.

Ella y mis maestrxs son un ejemplo de resistencia y humildad, porque saben y reconocen sus
errores y saben también que la lucha por su autonomía ha hecho eco en todo el mundo y, sin
embargo, no se sienten con ninguna autoridad como para dar recetas sobre lo que se debe o
no hacer, saben que su lucha no es sólo por México, sino que es para todxs lxs que habitamos
este planeta y por eso, estaban felices de que fuéramos con ellxs a aprender y a compartir,
porque quieren que seamos semilla en nuestros lugares, nos llamemos o no zapatistas.

A mi Votán no la voy a olvidar y sé que ella a mí tampoco, también sé que mis maestrxs me
tendrán en su recuerdo y corazón, como yo los tengo a ellxs. Ellxs se aseguraron de que yo
comprendiera que soy semilla y de que si creo en lo que hago, no lo debo de abandonar,
porque la lucha sigue y sigue.

-N, ¿entendiste?

-¿Qué?

-Lo de la semilla

-¡Ah! sí

- Más te vale (ese “más te vale” acompañado de un ligero zape en mi cabeza y un abrazo de
mi Votán)

Publicado el 26 de agosto de 2013


“Nos llevamos la tarea de hacer nuestros los siete
principios sobre los cuales caminan los más
pequeños”: Santiago, economista desempleado
La fiesta es parte de esta lucha y representa algo muy importante para toda la comunidad.
“Nosotros sabemos cuándo es el tiempo de ir a la milpa y cuándo de la fiesta porque estamos
disciplinados, pues toda lucha requiere disciplina pero también se necesita bailar, pues”.
SANTIAGO

Pensar en lo que representa una escuela para quienes nos formamos en la visión occidental
de la educación, nos refiere a pensar en la autoridad de una jerarquía, en la competitividad, en
la acumulación de conocimientos y pensamientos que nos permitan adaptarnos a la división
internacional del trabajo, o al desempleo y a la cultura de consumo. La experiencia de esa otra
escuela, o la Escuelita Zapatista, como le ha llamado el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN), es una nueva iniciativa que permitió abrir las ventanas y las puertas del
tiempo y del caminar zapatista para saber de qué están hechos, y cómo se camina la libertad
y la autonomía en la vida diaria de los mas pequeños, como se dicen ellos.

Quienes tuvimos la oportunidad de escucharles y conocerles en sus caminos, en la milpa, en


el potrero, en los cafetales o tomando pozol, nos vimos reducidos teórica y políticamente, pues
en este tipo de escuelita no hubo un conjunto de sabios o profesores que lo saben todo. Aquí
no tuvieron gran importancia las categorías y conceptos para entender la realidad. Las
palabras sencillas y tan fuertes que ellos compartieron, acompañadas en la mesa con el frijol,
la salsa con limón, las tortillas y totopos, son palabras que no caben en las abstracciones
académicas, pero que representan una realidad concreta que muchos hemos soñado.

Aquí se empiezan a reconstruir otro tipo de relaciones sociales que rompen con el
individualismo y con la dependencia del mercado, un tipo de relación social que no sigue las
manecillas del reloj, que más bien mide el tiempo con el sol, con el agua y con el sentir de la
madre tierra, como lo dijo alguien en el Municipio Autónomo de Champa San Agustín, del
Caracol de la Realidad: “No necesitamos el dinero, pues lo único que compramos es aceite,
sal y jabón. Todo lo demás lo tenemos en la comunidad. Nuestras formas de gobierno son
como lo hacían antes nuestros abuelos”.

Cuando pensamos en la resistencia de los pueblos zapatistas muchos imaginamos que es una
situación tortuosa, pero al ver las sonrisas de una vida que no mendiga ni pide limosnas a
nadie, entonces entendemos. Entendemos lo que ellos nos explican al decirnos que la
resistencia está en el corazón y en el trabajo con dignidad que se hace a diario en sus
comunidades. Nos afirman que tienen claro que no se levantaron en armas para su beneficio,
sino para la liberación de todos los pueblos del mundo. Nos dicen que actualmente tienen una
vida digna y que no necesitan las migajas del gobierno: “el gobierno siempre ha querido
ofrecernos apoyos, pero no aceptamos migajas. Si ellos quieren construir una carretera o un
puente que pasa por nuestro territorio, tienen que pagar un impuesto y hacer lo que nosotros
decimos, porque aquí el pueblo manda y el gobierno obedece”, explicó un zapatista.

Nos enseñaron el tiempo de la milpa, la comida silvestre, nos asaron elotes y comimos pepitas
de calabaza, mientras nosotros hacíamos nuestras preguntas, algunas con mucha sustancia y
algunas otras absurdas. Sin embargo, nos tuvieron mucha paciencia y respondieron a todo lo
que preguntamos; cuando no podían, se juntaban entre varios miembros de la comunidad o
recurrían a los ancianos y ancianas, quienes se han encargado de mantener viva la historia de
sus luchas.

Así, el pupitre, el aula y las clases sobre libertad y autonomía se adquirieron caminando a lado
del Votan, con las familias y con la comunidad, quienes compartieron la forma de resolver sus
problemas, de elegir a sus autoridades, de asumir un cargo, la participación de la mujer y las
responsabilidades de los niños. Nos enseñaron un pedacito de su trabajo, de cómo hacen
para la educación o para mantener buenas relaciones con otras personas que no son
zapatistas.

La fiesta es parte de esta lucha y representa algo muy importante para toda la comunidad,
niños, ancianos, hombres y mujeres. Todos nos divertimos y disfrutamos, nos dijo otro
miembro del Municipio Autónomo: “Nosotros sabemos cuándo es el tiempo de ir a la milpa y
cuándo de la fiesta porque estamos disciplinados, pues toda lucha requiere disciplina pero
también se necesita bailar, pues”.

Mientras los estudiantes escuchamos y miramos a los ojos a los miembros de la comunidad,
quienes nos compartieron su palabra, una de las voces nos dijo: “esta Escuelita servirá para
compartirles cómo hemos construido nuestras formas de gobierno y nuestras experiencias, así
como los errores que hemos tenido”.

Al regreso de la milpa, del potrero o del cafetal, cada quien con su Votan dio lectura e hizo
preguntas sobre los libros que nos dieron al entrar a la escuelita, que trataron sobre el
Gobierno Autónomo 1 y 2; Resistencia Autónoma y Participación de las Mujeres en el
Gobierno Autónomo.

Aprendimos sobre la importancia de la milpa; la historia; los cargos, obligaciones, derechos y


las formas de resistir, bajo los siete principios del mandar obedeciendo con los cuales se
rigen: Servir y no servirse; representar y no suplantar; construir y no destruir; obedecer y no
mandar; proponer y no imponer; convencer y no vencer; bajar y no subir. Esta es la columna
vertebral del pensamiento y acción de cada uno de nosotros, nos compartió una de las
autoridades del municipio. También nos precisó que lo aprendido en la Escuelita no es un
modelo que se tiene que llevar a otros lugares, sino que es un muestra de que otra realidad es
posible, y que todo lo que se pueda aprender y que sirva para otras luchas, será parte de un
nuevo tiempo que juntos comenzaremos a construir.

La calidez humana de los zapatistas hace que se me enchine la piel, dijo uno de los
estudiantes, y la gente de la comunidad autónoma expresó que extrañaría mucho a los
visitantes que decidieron conocer la vida en territorio liberado, la lucha por la libertad y la
autonomía: “Estaremos muy tristes cuando se vayan, pero estaremos más tristes si cada uno
de ustedes no lucha en su propio pueblo, pues los zapatistas no vamos a poder solos.
Tenemos que hacerlo todos juntos”.

A los zapatistas les agradó mucho nuestra presencia, pero nos dejaron claro que cada uno de
los estudiantes debe asumir la responsabilidad que le corresponde en sus comunidades, en
sus pueblos y en sus países, todos construyendo un pedacito de ese mundo que tanto
soñamos, ahí donde quepamos todos y todas. Si no es así, “sólo vinieron de turistas y a
visitarnos, sólo nos seguirán viendo desde fuera, y entonces quiere decir que no aprendieron
nada”, dijeron, mientras cada uno de nosotros nos transportamos a los lugares de donde
venimos e imaginamos qué podemos hacer o qué es lo que nos ha hecho falta, y lo buscamos
en estas comunidades, con los más pequeños y de corazones enormes, quienes son como
luciérnagas en la noche.
Mientras escuchamos con atención las palabras de despedida para regresar al caracol que
nos corresponde, nos dictaron la tarea: “hay tarea pues para el siguiente nivel, y esa es la que
ustedes mismos se van a poner en sus lugares de donde vienen. Lo importante es romper con
la individualidad y reconstruir nuestras comunidades, como lo hemos hecho nosotros”.

Estos son solo algunos recuerdos de las clases que recibimos en nuestras aulas, que fueron
los diferentes municipios que integran los cinco Caracoles zapatistas. Así se podrán compartir
las múltiples experiencias que vivieron todas las estudiantes, pues a la hora de la salida de
clases todos nos compartimos lo aprendido y coincidimos en que la escuelita fue un gran
éxito. Muchos pudimos entender la magnitud de lo que implica pensarnos, o pensar en el peso
que tiene esa palabra que tanto usan los zapatistas: “Nosotros”. Entonces, nosotros nos
llevamos la tarea de aprender a pensarnos en comunidad, aprender a escuchar y hacer
nuestros los siete principios sobre los cuales caminan los más pequeños.

Publicado el 26 de agosto de 2013

Nunca termina uno de aprender: Sara Jardón Jurado,


81 años
Doña Sara se llenó de pesar cuando pensó que había olvidado sus libros de La Escuelita
Zapatista porque se enfermó. “Es la primera vez que voy con ellos y subí con tanto garbo y
cariño, que no se me hizo pesado”, recuerda.
SARA JARDÓN JURADO
FOTO: NICOLÁS T.T.
 

Me llamo Sara Jardón Jurado. Tengo 81 años y me dedico al hogar, a mis plantas y a mi casa.
De La Escuelita supe por mi hijo; él me invitó a Chiapas. Él fue allá con los zapatistas. De ahí
me enteré y tengo mis libros. Me gustó bastante todo lo que vi, fue muy interesante.

Todo el día estudiábamos y preguntábamos. Yo, por ejemplo, preguntaba el porqué de todo lo
que no entendía, y la persona que me tocó -que no sé cómo nombrarla, la guardiana- era muy
buena persona y nos entendimos bastante bien. Sí vi sus casos terribles, les ponen mucho
trabajo, mucha tensión, y están mucho muy organizados.

Yo estuve en San Cristóbal. Llegábamos a las siete, y los zapatistas ya salían arregladitos;
entrábamos a desayuno y luego a un salón grande a oír todo lo que decían. Después
estudiábamos y repasábamos. Yo, como estoy un poco sorda, no entendía, pero al salir con la
joven Judith, me informaba y le preguntaba. Aparte yo leía –me cansaba porque llevé mis
lentes para ver lejos y me costó trabajo, pero estuve leyendo y me encantó. De ahí salíamos
del salón a tomar café y de nuevo a estudiar. ¡Nos la pasamos estudiando!

De los temas, la mera verdad es que todos fueron interesantes. Casi, casi, se parece a lo que
yo viví en México, cuando invadieron mi terreno y me costó recuperarlo. Eso me volvió a la
realidad.

Lo que más me gustó fue su organización. Son muy disciplinados y llevan todo en orden.
Desde que llegué todo me encantó. Es la primera vez que voy con ellos y subí con tanto garbo
y cariño, que no se me hizo pesado. Mejor ya para venirme fue cuando me enfermé, pero
estuve bastante bien.

Como me puse mala, le dejé mis libros a mi hijo y él me los va a traer. Me dio mucho pesar
cuando pensé que se quedaban allá, pero mi hijo me dijo, no, los compramos porque nos van
a servir. Y sí, principalmente a mí porque yo no tengo ni la primaria, apenas el tercer grado.

Voy a seguir estudiando para aprenderlo mejor y, por ejemplo, practicarlo con mi familia. Que
se organicen, que no vaya cada quien por su lado, que la familia sea una. Por lo regular así
somos, todos se reúnen y muy bien, pero falta más porque luego dicen algo y no lo cumplen.
Lo que voy a hacer es decirles lo que aprendí.

Nunca termina uno de aprender. De todo el mundo se aprende.

Publicado el 26 de agosto de 2013

“Que se lleven esta semilla a sus pueblos y la hagan


crecer”: Marisol Yañez, compositora y cantante de
son de Guanajuato
El sueño de nosotros, nos dijeron los compas, es que ustedes vean que nuestra lucha es por
la vida y se lleven esta semilla a sus pueblos y la hagan crecer.
MARISOL YÁÑEZ OROS
 

Me tocó en el Caracol La Realidad, de los territorios más lejanos y donde más estrecha se ha
tejido la resistencia desde antes del levantamiento. Hicimos 12 horas de camino lento y
precavido para mantener unida la caravana que partió de San Cristóbal. Para mi la primer
lección fue el sincero saludo de lucha que nos dieron los compañeros y las compañeras al
llegar a las 2 de la mañana a su Caracol, nos esperaban atentas madres, padres, niños con
música en vivo y aplausos, celebraban que iniciaba la compartición de su lucha para todos los
alumnos de fuera. El baile entre lluvia y fiesta duró hasta las 5 am, cuando un compañero de
la Junta de Buen Gobierno nos llamó para hacer filas y cantar el himno, pasarnos lista y
avisarnos el itinerario. A las 8 de la mañana iniciamos labores, la sesión de ese día fue una
presentación que la Junta de Buen Gobierno dio sobre la historia de los gobiernos autónomos
desde que nace la otra lucha por tierra y libertad en 1910. Nos compartieron su modo de
organizarse actual y dijeron que la libertad no vino del cielo, que ahí nació en ellos mismos
con la autonomía que construyen todos los días.

La casa donde fui con mi guardiana estaba en el municipio Miguel Hidalgo en el pueblo
Ventana, hicimos una hora y media en camión y como seis de camino porque no hay modo de
entrar más que caminando, hay mucho fango y la tierra se patina, pasamos varios arroyos,
atravesamos cafetales y cruzamos el río en lancha. Las compañeras zapatistas con hijos y
mochila hacen quizás la mitad del tiempo que con nosotras porque con la torpeza de nuestros
pasos de asfalto y las mochilas gigantes que llevamos, alentamos el camino al doble. Las
compañeras aprovecharon para recordarnos que ellas cortan frijol y maíz en esas tierras y a
veces llueve y cargan los costales con el mecapal hasta sus casas mientras amamantan a sus
hijos. No se quejen tanto, nos decían.
El curso de La libertad según los zapatistas fue una compartición del modo de vivir en la
autonomía, nos enseñaron cómo resisten todos los días trabajando la tierra y viviendo de ella,
nos compartieron su sueño de libertad, recordaron su experiencia desde la clandestinidad,
durante el levantamiento y hasta ahora: “No íbamos por valientes a la guerra, íbamos con
mucho miedo pero con la cabeza limpia y segura que ya quería la libertad, eso nos daba
fuerza y coraje, es que ya estaba bueno de tanta injusticia…” Por ejemplo, el kilo de cacao lo
daban en 50 centavos y sacaban 30 o 40 bultos. Nos platicaron que todos los robos, despojos
y maltratos orillaron a tantos compas a unirse al “ya basta” del EZLN desde que fueron los
reclutamientos.

Fuimos a cortar frijol, en el camino cuesta arriba donde está la siembra, atravesamos
acahuales, maizales, cafetales, íbamos comiendo jolcots, tsui, mumun, aguacate, chiles, sólo
de subida ya habíamos probado muchas verduras del monte, y de cada una mi Magda, la
mamá de la casa donde quedé, me explicaba en tzeltal cómo la cocinaban y cuándo era la
temporada de cada planta, mi guardiana Hortensia traducía todo el tiempo. Cuando llegamos,
Hortensia y Magda, acostaron a sus bebés en un plástico bajo una sombrita en lo que
cortamos el frijol, cuando dio fuerte el sol bajamos con un costal cargado con mecapal cada
quien pero antes fuimos por hojas de plátano porque ese día cenamos tamalitos de frijol
fresco.

También comimos caldo de gallina y la Deisy, de 14 años, me enseñó con suma destreza
cómo se mata, despluma, limpia y cocina la gallina. Les hacía gracia que fuera tan cobarde
para ayudarles en esto, pero dijeron que igual era necesario que lo aprendiera. Todas las
tardes eran para leer los cuadernos que nos entregaron al inicio sobre los Gobiernos
Autónomos y después platicar con ellos sobre cómo vivían la resistencia.

De seguro nos hacen falta ojos para alcanzar a ver todo lo que hay detrás del esfuerzo de los
compas para llevarnos a su escuelita de libertad. Nunca vimos una moneda durante el trabajo
desde la salida hasta que nos regresaron. Nos alimentaron, hospedaron, transportaron a los
recónditos lugares de la selva, celebraron nuestra llegada y salida, nos enseñaron, tradujeron
incansablemente a todos sin cobrarnos nada. Repiten continuamente que el dinero y el interés
capitalista es el enemigo fuerte porque enturbia las resistencias. En su democracia las
autoridades nunca cobran por sus cargos, se eligen mediante asambleas y cubren varias
labores. Los compas sólo enseñan con el ejemplo.

Me deja pasmada el trabajo incansable de nuestras mujeres zapatistas en especial de las


guardianas que nos cuidaron durante la estancia, mujeres tan jovencitas con hijos en el pecho
y en el vientre que no se cuestionan si lucharán por la causa o sacrificarán la salud de sus
bebés porque eso no se cuestiona, nacen en la lucha y responden con su vida para cumplir la
labor. No vi que hubiera descanso con mi familia -que lo fue desde su corazón estos poquitos
días-, las mujeres viven para trabajar y mantener con vida a los demás, se lava el maíz desde
las 4 am y en todo el día no se deja de moler para que alcance pozol y tortillas para los ocho
hijos sanos que viven en casa. La pulcritud en su cotidianidad es intachable, los niños se ven
contentos, las mujeres están fuertes y orgullosas de ser zapatistas.

El sueño de nosotros, nos dijeron los compas, es que ustedes vean que nuestra lucha es por
la vida y se lleven esta semilla a sus pueblos y la hagan crecer.

Publicado el 26 de agosto de 2013


“Nos explicaron que con ellos la ley de gobierno ya
se chingó”: Román Hernández, defensor de derechos
humanos en la Montaña de Guerrero
Aprendimos a rasar y doblar milpa, recoger frijol, llevar la carga con el mecapal, cortar caña,
limpiar cafetal. Es decir, aprendimos a resistir trabajando la tierra, para sentir la libertad que
corre por los arroyos o a la sombra de una ceiba.
ROMÁN HERNÁNDEZ
FOTO: MÁS DE 131
 

- … ¿y bien?

- Insisto en mi primer pregunta. Ahora que regrese de La Realidad ¿a dónde regresaré?

- Contesto a su primer pregunta con otra. Ahora que regresa de La Realidad, para ustedes
¿qué es la libertad?

- Buena pregunta. Permítame un primer intento de respuesta… -

Atormentado por atormentar a Votán con tan ociosas preguntas.

El diálogo imposible sucedió entre el 12 y 16 de agosto de 2013 en la comunidad de El


Porvenir, Municipio Autónomo Rebelde Zapatista de San Pedro de Michoacán, Caracol I La
Realidad Madre de los Caracoles del Mar de Nuestros Sueños, Chiapas, México,
Latinoamérica, Planeta Tierra.

¿Cómo fue que pasó?

Tardamos para llegar a La Realidad, bien nos lo había advertido el conserje, velador y
barrendero de La Escuelita Zapatista: el camino más largo es de entre 9 y 10 horas, si es que
no se descompone la camioneta (como sí pasó) o si es que no se les ocurre a lxs alumnxs de
la Escuelita bajarse a comer tamales en Las Margaritas (como también pasó).

No faltaron los curiosos. Entre Comitán y Las Margaritas atentos estaban a la caravana de La
Escuelita Zapatista, más de tres sujetos que al paso de la caravana bajaron de sus
camionetas sin placas, con una cámara de video a grabar el paso de lxs alumnxs: bigote, pelo
corto o pelones por el estrés, panzones por tantas horas sentados haciendo informes
absurdos para los órganos de supra-mega-hiper-inteligencia del mal gobierno, -“tienen razón
jefe, son un chingo” puede leerse en su último informe-, camioneta blanca, chamarra negra de
piel, lentes oscuros,… los pinches juras pues. Y pa’ que no dijeran que lxs alumnxs somos mal
educadxs les dejamos un cordial saludo a esos guachos, “¡la banda los saluda! ¡ … !” -Usted
ponga el resto-.

Del otro lado, ya entrando a la selva fronteriza, después de 11 horas de camino, alrededor de
las 02:00 de la mañana del 12 de agosto, al pasar por las comunidades de San José del Río
(donde está el hospital autónomo La primera esperanza de los sin rostro de Pedro) y
Guadalupe Tepeyac, a orilla de carretera lxs compas gritaban consignas al paso de la
caravana: “¡Zaapaaata vivee!”. Vuelva usted a poner el resto.

Dos formas diametralmente opuestas de reaccionar frente a cientos de jóvenxs con sueños de
libertad en sus cabezas, fuerza en sus corazones y ejemplo zapatista: unos hostigan e
intimidan, otrxs, muy otrxs, resisten la madrugada para, en tan solo un instante, cambiar el
mundo de quienes miramos al otro lado del espejo su ejemplo de resistencia, dignidad e
inmenso cariño.

Jamás hubiera creído que entrar a La Realidad es un acto místico, pero sobre todo de
resistencia. Horas llevaban lxs compas esperando a que llegáramos. Horas llevábamos
nosotrxs esperando llegar. Hasta que por fin sucedió. “¡Formados en una fila compas! Hasta
que les diga avanzan”. A lo lejos se alcanzaban a escuchar las consignas ¡Viva la sexta
nacional e internacional! ¡Vivan los caracoles zapatistas! ¡Vivan lxs estudiantxs de la escuelita!
… y como jamás se había escuchado en cualquier otra parte, desde las entrañas de la Tierra,
con el poder de un volcán que estremece al escuchar su tronar, cientos de compas
respondían a una sola voz puño izquierdo en alto… ¡Viva!

La neblina baja y densa trae consigo la memoria de todxs lxs abuelxs que también nos reciben
y del compa Sub Pedro. Colgada en la entrada del Caracol una manta nos dice “Bienvenidos
hermanos y hermanas en este Caracol Madre de los Caracoles. Y en su escuelita de: La
Libertad según los y las zapatistas.”

Si la evaluación de La Escuelita se basara en la rapidez de lxs alumnxs para hacer filas de 15,
todos habríamos quedado reprobados. Tardamos más en hacer las filas de 15 que lo que duró
el baile de bienvenida. Nos dieron una advertencia sobre los trabajos y las familias que nos
recibirán, pasaron lista, (no estamxs todxs), nos dieron los horarios y gritamos con coraje y
dignidad el Himno Zapatista. ¡Saludar ya!

La Bienvenida terminó a las 05:30 de la mañana y la diana fue a las 07:00 del horario sur
oriental,… ¿o era del horario de la resistencia? mmm… ¿o el del mal gobierno?… La idea es
que dormimos una hora y media. Muchxs al despertar nos quejamos de que habíamos
dormido poco. Muchxs no nos enteramos de que las compas que estaban de comisión en la
cocina, esa madrugada que nos recibieron no durmieron nada, todo con tal de que antes de la
primer clase del día, (a esta altura lxs compas ya han dado muchas clases), tuviéramos algo
de almorzar.

En esa clase con la Junta de Buen Gobierno “Hacia la Esperanza” nos explicaron la estructura
del gobierno autónomo: El gobierno local con lxs comisariadxs y agentxs municipales; los
MAREZ y el Consejo Municipal; la Junta de Buen Gobierno y sus áreas de trabajo, la comisión
de vigilancia y el filtro. Nos explicaron lo que es para lxs zapatistas la autonomía: “Se necesita
conciencia para autogobernarnos, no nos van a decir lo que tenemos que hacer”. La
democracia: “Hacemos democracia todo el tiempo, elegimos y no gastamos dinero del pueblo,
no hacemos campañas”. La justicia: “Para el mal gobierno la justicia es un negocio, es
rentable, para nosotrxs lxs zapatistas en la justicia no conocemos el amiguismo, aquí la
justicia no cuesta dinero”.

Nos explicaron el gobierno colectivo y los Siete Principios de Mandar obedeciendo. Los
deberes y obligaciones del Gobierno Autónomo Zapatista. “Podemos gobernar mejor que el
mal gobierno, y es para todo México y otras partes del mundo”. La participación de las mujeres
en el gobierno autónomo: “Más que la fuerza, es el conocimiento”.
Algunas citas textuales: “Nosotros no necesitamos propagandas ni campañas como los de allá
arriba”, “A la chingada con ese mal gobierno y su democracia de mentiras”, “Nos hemos dado
cuenta que la utopía no es un sueño, sino que es una realidad porque lo estamos ejerciendo
nosotrxs lxs zapatistas”, “La ley del gobierno oficialista ya se chingó, con nosotrxs no
funciona”, “Aquí el que manda es el pueblo y el gobierno obedece”.

Esa noche nos asignaron a nuestrx Votán y empezó la salida hacia las comunidades en donde
las familias zapatistas nos recibirían y nosotrxs lxs alumnxs aprenderíamos la lección más
valiosa de la Escuelita Zapatista, el ejercicio responsable y consciente de la libertad.

La única manera de llegar a El Porvenir es caminar la montaña por senderos de lodo en los
que hay que saber muy bien en donde dar el siguiente paso si no quieres perder tus tenis
viejos, que por chidos se quedan en el fondo del fango. Las botas ayudaron a quienes las
andaban.

Antes de llegar a El Porvenir empezaron a aparecer lxs compas, llevaron un caballo para
ayudar a quienes llevaron cosas en exceso o cargar a quien fuera desmayándose, también
llevaron pichi que en castilla quiere decir pozol, un manjar que anuncia el medio día y rescató
a varixs alumnos del desmayo.

Lxs familias de compañerxs nos recibieron afuera de La Escuela Autónoma, nos saludamos
de mano, “Zan compañerx”. La última compañera que saludamos quiso compartir su emoción
y explotó en un llanto discreto, sincero, como cuando guardas un secreto por treinta años, una
complicidad que te come el pecho por querer contarla, y de pronto, cuando te reconoces en
los ojos de la otra, del otro, y ves que el secreto, la complicidad es compartida, es como
rasguñar el pedazo de verdad que entre todas y todos, zapatistas y alumnxs, somos.

Entender el tojolabal es fácil, solo hay que llevar los ojos, los oídos y el corazón bien abiertos,
porque además de las palabras, los ojos, las manos y el corazón de lxs compas también
hablan. Es decir lo único que no entendíamos era el 25 por ciento del lenguaje de lxs
tojolabaleros.

Conocimos el potrero colectivo, algunxs intentamos lazar una vaca, pero lo más que logramos
fue lazar una pata y un cacho del animal, claro, también logramos poner en apuros a lxs
compas cuando intentaron deslazar la pata y el cacho. Bravas se ponen las bestias cuando
ven tanto curioso merodeando por ahí. Por lo demás, un ejemplo palpable del trabajo
colectivo.

Aprendimos a rasar y doblar milpa, recoger frijol, llevar la carga con el mecapal, cortar caña,
limpiar cafetal. Es decir, aprendimos a resistir trabajando la tierra, para sentir la libertad que
corre por los arroyos o a la sombra de una ceiba.

Por las tardes, estudiar el gobierno autónomo, preguntar y preguntar hasta atormentar a Votán
y a la familia que nos ayudaba a estudiar: ¿me puedes dibujar un mapa del Gobierno
Autónomo Zapatista? ¿Cuántos consejerxs tiene el MAREZ? ¿Puedo ver un libro de la
escuela autónoma? ¿Qué les enseñan en historia? ¿En serio los niños de seis años conocen
la palabra autonomía? ¿El 31 de diciembre a las 4 de la tarde, sentían miedo? ¿Cómo hicieron
para controlarlo? ¿Cómo era el Sub Pedro? ¿Dónde está el sup Marcos?… Una tormenta
pues.

Comimos chenek –frijol-, sakita –hongos-, conhio –yerba dulce-, pish –tomate-, guaá –tortilla-
y koltz a nolob –huevo duro-.
También vivimos y aprendimos muchas cosas que no se pueden contar porque no vienen en
los cuadernos de texto de primer grado del curso de “La Libertad según l@s Zapatistas”. Lo
que si podemos decir es que, siete días en La Escuelita Zapatista han tenido más poder de
transformación en lxs alumnxs que 3 años de preescolar, 6 años de primaria, 3 años de
secundaria, 3 años de media superior, 4 años de la primer carrera, 4 años de la segunda
carrera, 2 años de maestría y no sé cuántos más de posgrado. Y es que lxs compas
zapatistas son buenxs para eso de los calendarios, en 19 años o 30 -según se quiera ver- han
podido recuperar la autonomía y la libertad que, 520 años de despojo, explotación, represión y
sobre todo de desprecio, han intentado y siguen intentando destruir. Pero ante eso, las
familias zapatistas, nuestrxs maestrxs, son un ejemplo vivo de resistencia, fuerza y dignidad,
pero sobre todo de trabajo incansable, alegría y libertad.

A la mitad del camino cuando veníamos de regreso al Caracol, nos detuvimos en los límites de
El Porvenir y La Realidad. Votán ya venía viendo la manera de deshacerse de mí y perderme
en la selva para que dejara de atormentarlo con preguntas ociosas. Sacó el pichi, alzó su
pasamontañas tomó un sorbo abundante, me dio el pozol, miró el horizonte y dijo:

- … ¿y bien? –

- Insisto en mi primer pregunta. Ahora que regrese de La Realidad ¿a dónde regresaré?

- Contesto a su primer pregunta con otra. Ahora que regresa de La Realidad, para ustedes
¿Qué es la libertad?

- Buena pregunta. Permítame un primer intento de respuesta… con otra pregunta ¿Será
que Tierra + Trabajo = Libertad. O será que menos rollo y más trabajo?

- Ponga usted el resto…

Publicado el 26 de agosto de 2013

http://desinformemonos.org/2013/08/escuelita-­‐zapatista/  

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