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Resumen de la semana pasada

Las buenas obras son solo las que Dios manda en su Palabra. Estas muchas veces están asociadas
con la misericordia ejercida a los necesitados, predicar el evangelio, hacer el bien a todos los que
podamos.
Hemos dicho ya que las obras no son la puerta al cielo, pero si el camino que Dios nos ha dejado para
andar en buenas obras. Además, vimos la importancia de las buenas obras en la vida de los creyentes:
1. son los frutos y evidencias de una fe verdadera y viva;1
2. mediante estas los creyentes manifiestan su gratitud,2
3. fortalecen su seguridad,3
4. edifican a sus hermanos,4
5. adornan la profesión del Evangelio,5
6. tapan la boca de los adversarios6
7. y glorifican a Dios.

Esta noche, continuando con nuestro tema sobre las buenas obras vamos a ver los párrafos 3 y 4.
3. La capacidad que tienen los creyentes para hacer buenas obras no es de ellos mismos en ninguna
manera, sino completamente del Espíritu de Cristo. Y para que ellos puedan tener esta capacidad,
además de las virtudes que ya han recibido, necesitan una influencia real del mismo Espíritu Santo para
obrar en ellos tanto el querer como el hacer por su buena voluntad;1 sin embargo, no deben volverse
negligentes por ello, como si no estuviesen obligados a cumplir deber alguno aparte de un impulso
especial del Espíritu, sino que deben ser diligentes en avivar la gracia de Dios que está en ellos.2
1. Ez. 36:26,27; Jn. 15:4-6; 2 Co. 3:5; Fil. 2:12,13; Ef. 2:10. 2. Ro. 8:14; Jn. 3:8; Fil. 2:12,13; 2 P. 1:10;
He. 6:12; 2 Ti. 1:6; Jud. 20,21.
4. Quienes alcancen la máxima obediencia posible en esta vida quedan tan lejos de llegar a un grado
supererogatorio, y de hacer más de lo que Dios requiere, que les falta mucho de lo que por deber
están obligados a hacer.1
1. R. 8:46; 2 Cr. 6:36; Sal. 130:3; 143:2; Pr. 20:9; Ec. 7:20; Ro. 3:9,23; 7:14 ss.; Gá. 5:17; 1 Jn. 1:6-10;
Lc. 17:10.
Y las preguntas que responderemos son las siguientes:
¿De dónde viene la capacidad para hacer buenas obras? En el párrafo 3
¿Qué tan cerca puede llegar un creyente a la perfección? En el párrafo 4
Examinemos el Párrafo 3
¿De donde proceden las buenas obras? ¿De dónde viene la capacidad de hacer buenas obras?
De la obra regeneradora del Espíritu Santo y su obra diaria. De antemano entonces no es para nuestra
gloria porque no nace de nosotros mismo sino del Espíritu Santo. Ver. Ezequiel 36:26-27.
Desde la regeneración el Espíritu Santo ahora que ha sido implantado en nuestros corazones nos
capacita para desear y hacer lo que agrada a Dios. Y esto sucede en nuestras vidas muy comúnmente.
Todo hombre como expresa el apóstol Pablo está incapacitado para hacer buenas obras, según los
pasajes de Ro. 3:10-12 por ejemplo. Entonces si alguien puede hacer una buena obra debe ser por una
obra externa. Nosotros somos capacitados en nuestra regeneración, recibimos virtudes. Y eso no
significa que ya no necesitamos del obrar diario del Espíritu Santo en nuestras vidas. Mas bien
necesitamos la influencia continua del Espíritu Santo para hacer buenas obras. Cuanto mas llenos del
Espíritu Santo andemos más buenas obras se verán en nuestras vidas.
Nuestro Señor nos dice: Permaneced en mí y yo en vosotros. Todo pámpano que esta en él, lleva fruto.
El cristiano depende del Espíritu de Dios para que este pueda hacer buenas obras.
Así que cuando hablamos de las buenas obras, y nuestro llamado a realizarlas en primer lugar,
debemos depender de la gracia de Dios, entendiendo que es una obra sobrenatural.
Segundo La confesión de fe nos advierte de un peligro que podemos caer sino entendemos bien esta
afirmación.
El estándar para hacer buenas obras no es cuando tenga el impulso para hacerlo. Alguien podría decir
esperaré a que Dios por su Espíritu Santo me impulse hacer tal o cual cosa.
Alguien podría decir con eso, bien quiero hacer buenas obras, pero no tengo el impulso por el Espíritu
Santo, así que voy a a esperar hasta que tenga ganas.
¿Debemos hacer la buena obra de predicar el evangelio cuando tenemos el impulso de hacerlo? Si
¿Y cuando no tenemos ganas debemos predicar el evangelio? Si debemos humillarnos, y pedir perdón
por la sequedad y enfriamiento. Eso es lo que le dijo Pablo a Timoteo aviva el don que hay en ti.
Veamos Gálatas 6:10 para ver un punto importante más
Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia
de la fe.
Bueno, la biblia no dice que debemos hacer el bien cada vez que sintamos un impulso que lo asociemos
con el Espíritu Santo. Según tengamos oportunidad hagamos bien… No dice según tengamos impulsos
de hacer el bien.
En otras palabras, no debemos basarnos en base a nuestras ganas para hacer el bien. Sino en cuanto
tengamos oportunidad. Aun cuando no lo sintamos en el momento preciso.
Lo que debemos hacer es hacer el bien y arrepentirnos de nuestro corazón endurecido, por no sentir el
deseo de hacerlo.
Según la providencia nos ponga a un hombre o a un hermano para hacer el bien debemos hacer el
bien. No es solamente hacer por hacer, o dar por dar. Obviamente, no estamos diciendo eso. Porque,
aunque sea una buena obra, si nuestras motivaciones no son correctas no es lo que Dios demanda.
Más bien debemos pedir perdón al Señor por nuestra dureza y falta de compasión, y no ser negligentes
sino diligentes.
Párrafo 4
1ª La frase "supererogación", significa "más allá de lo que está pedido". Las obras de supererogación,
por su propia naturaleza, son imposibles bajo la ley moral de Dios. En el estado actual del hombre, aun
a los santos más eminentes les es imposible cumplir enteramente todas sus obligaciones—mucho
menos sobrepasarlas. La Iglesia Romana enseña la teoría arminiana del perfeccionismo.
Como adición a este error, ella enseña—(a)—que las buenas obras que siguen al bautismo merecen
incremento de gracia y de felicidad eterna; Concilio de Trento, Sec. VI, cap. XVI, Canon 24, 32. y —(b)
—distingue entre los mandamientos y consejos de Cristo.
Dicen que los primeros se imponen sobre toda la clase de personas, y su observancia es necesaria
para la salvación. Los segundos, que sólo son advertencias y no mandamientos —tales como el
celibato, la pobreza, la obediencia a las reglas monásticas, etc.— sólo obligan a los que voluntariamente
las aceptan, esperando alcanzar un grado mayor de perfección y una recompensa más elevada.
Esta aberración surgió en la Edad Media. Tal idea de que los creyentes pueden hacer incluso "obras de
supererogación", obras que son tan meritorias, tan valiosas, que están por encima y más allá de lo que
Dios requiere de su pueblo. 
El catolicismo romanista enseñó que el exceso de mérito de estas obras de supererogación se
depositaba en lo que se conocía como "el tesoro del mérito", y desde allí se podían distribuir a las
personas del purgatorio que carecían de mérito. Esta idea estuvo detrás de toda la controversia sobre
las indulgencias en el siglo XVI, y fue un importante punto de disputa entre protestantes y católicos
romanos. Todo se redujo al concepto de que es posible que los creyentes realicen obras que
están más allá del llamado del deber
¿Cuál es el problema de todo esto? Bueno hay muchos problemas con tales cosas.
Ya hemos visto en el Cap. XIII que los cristianos en esta vida no alcanzarán un estado de perfección
exento de pecado, y de aquí lógicamente se sigue que mucho menos es posible que alguno haga
más de lo que está ordenado.
Que las obras de supererogación son imposibles para todas las criaturas en todo el mundo, es evidente
—(1)—por la naturaleza de la ley moral.
Todo lo que es bueno y justo bajo alguna relación, es intrínsecamente obligatorio para el agente moral
que está en una relación igual. Si no es obligatorio, no es moral. Si no es moral, tampoco es de valor ni
de mérito alguno. Si es obligatorio, no es supererogatorio. Cuando los hombres hacen lo que es su
deber, no tienen derecho a pedir nada por ello. Luc. 17:10.—
(2)—Hacer que lo que Dios no ha mandado sea un deber para el hombre—como, por ejemplo,
todos los modos de tributar adoración voluntaria (inventada) establecida por los mandamientos de los
hombres—es cosa que Dios llama abominación. Col. 2:18-22; I Tim. 4:3; Mat. 15:9.—
(3)— Cristo no ha dado "consejos'' distintos de sus mandamientos. Su mandamiento absoluto y
universal de amar a Dios con toda el alma y a nuestros prójimos como a nosotros mismos, necesita
para cumplirse de toda la capacidad y oportunidad posibles, tanto en la tierra como en el cielo. Mat.
22:37-40.—
(4)—Incremento de gracia y felicidad eterna y todo cuanto el cristiano necesita o es capaz de ello, han
sido comprados por la sangre de Cristo, y ahora es dado libremente sin precio, o se le reserva como
parte de su herencia eterna que recibirá como coheredero con Cristo.
— (5)—La enseñanza romanista sobre el celibato, pobreza voluntaria y votos monásticos, ha producido
tal fruto, que prueba que el principio sobre el cual se fundan es inmoral y falso.
Las palabras que vierte Jesús en Lucas 17 deberían poner tales ideas en un lugar apropiado. ¿Qué
acción podría hacer que no fuera algo que Dios me exigió en primer lugar? Recuerde, Él nos ordena
que seamos perfectos, y no podemos mejorar la perfección. Ni siquiera podemos esperar alcanzar
esa meta. 
No tengo "ganancias" propias porque no gano nada haciendo lo que debo hacer. Es por eso que
nuestra redención es por gracia y solo gracia. Solo hay una cosa que puedo colocar ante Dios que,
propiamente hablando, es mía: mi pecado. Y lo único que puede redimirme de esa condición no es mi
trabajo, sino el trabajo que Cristo ha realizado en mi nombre. Él vino libremente a hacer la voluntad del
Padre y a someterse a la ley por nuestro bien. Él, y solo Él, es un servidor útil.
En base a lo que hemos ido explicando esta noche, algunas aplicaciones:
¿Cómo es una forma de avivar el don que hay en nosotros?
No es buscando obedecer, por obedecer como ya hemos explicado en el párrafo 3.
La motivación más grande para el servicio cristiano es el amor a Dios. Debería ser un placer obedecer
a Dios. Deberíamos estar motivados para servirle por alegría por lo que ha hecho por nosotros, no por
obligación sombría o como un medio para ganar el cielo.
¿Así quieres abundar en buenas obras y muchas veces no tienes ganas? ¿Qué haces? Arrepiéntete por
la dureza de tu corazón y mira al amor de Dios, su favor y compasión hacia ti. Eso te conducirá a una
obediencia en alegría.

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