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ADMISIÓN A LAS SAGRADAS ÓRDENES DEL DIACONADO Y

PRESBITERADO DE CARLOS DANIEL RINCÓN SUÁREZ,

EN LA FIESTA DE SANTIAGO APÓSTOL.

25 de julio de 2009.

Celebración Eucarística

Empieza la procesión desde el salón parroquial Ntra. Señora del Rosario, con el ritual de
costumbre: La cruz procesional y ciriales, monaguillos, seminaristas, sacerdotes, obispo y
fieles.

MONICIÓN DE ENTRADA

Buenos días. Queridos hermanos, hoy nuestra Comunidad parroquial desborda


de gozo en el Señor, se alegra con nuestro Dios. En esta Eucaristía, nuestro
Pastor, Monseñor Ramiro, conferirá la Admisión a las Sagradas Órdenes del
Diaconado y Presbiterado a nuestro hermano Carlos Daniel Rincón Suárez.

A través de la Admisión a las Sagradas Órdenes del Diaconado y


Presbiterado, Carlos Daniel, manifiesta públicamente, ante el Obispo y la
comunidad, su deseo de continuar su formación integral para ir
configurándose cada día más a Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote.

Celebramos hoy la fiesta del apóstol Santiago. Él siguió a Jesús por los
caminos de Palestina, vivió la angustia de su muerte, experimentó la profunda
alegría de su resurrección. Y, como los demás apóstoles, se dedicó luego con
todas sus fuerzas a anunciar la vida nueva de Jesús, hasta morir ejecutado por
voluntad del rey Herodes.
La tradición celebra al apóstol Santiago como evangelizador de las tierras de
España. Que nuestra fe sea firme, que nuestra esperanza viva y nuestra caridad
ardiente, para que, como Santiago, seamos testigos de nuestro Señor
Jesucristo.

Nos ponemos de pie para dar inicio a esta Celebración Eucarística.

Canto de entrada.
RITOS INICIALES
Cuando llega al altar, el obispo con los ministros hace la debida reverencia, besa el altar y
lo inciensa. Después se dirige con los ministros a la sede.

Terminando el canto de entrada, el obispo y los fieles, de pie, se santiguan, mientras el


Obispo dice:

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.


El pueblo responde:

Amén.

Saludo
El obispo, extendiendo las manos, saluda al pueblo con la siguiente fórmula:

+ La gracia de nuestro Señor Jesucristo,

el amor del Padre

y la comunión del Espíritu Santo

estén con todos vosotros.


El pueblo responde:

Y con tu Espíritu.

Acto penitencial

 
El obispo invita a los fieles al arrepentimiento:

+ El Señor Jesús,

que nos invita a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía,

nos llama ahora a la conversión.

Reconozcamos, pues, que somos pecadores

e invoquemos con esperanza la misericordia de Dios.


Se hace una breve pausa en silencio.

Después, hacen todos en común la confesión de sus pecados:

Yo confieso ante Dios todopoderoso

y ante vosotros, hermanos,

que he pecado mucho

de pensamiento, palabra, obra y omisión.


Golpeándose el pecho, dicen:

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.


Luego prosiguen:

Por eso ruego, a santa María, siempre Virgen,

a los ángeles, a los santos

y a vosotros, hermanos,

que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.


El Obispo concluye con la siguiente plegaria:

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados


y nos lleve a la vida eterna.
El pueblo responde:

Amén.
A continuación el obispo entona el himno:

+ Gloria a Dios en el cielo…

Acabado el himno, el obispo con las manos juntas canta:

Oremos
Y todos, junto con el obispo, oran en silencio durante unos momentos.
Después, el obispo, con las manos extendidas, dice:

Dios todopoderoso y eterno,

que quisiste que Santiago

fuera el primero de entre los apóstoles

en derramar su sangre por el Evangelio,

fortalece a tu Iglesia con el testimonio de su martirio

y defiéndela con su valiosa protección.

Señor, tú que eres quien provee

de pastores a la comunidad cristiana,

haz que tu Espíritu suscite en ella

sacerdotes dignos del altar

y los llene de piedad y fortaleza

para anunciar tu Evangelio.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,

que vive y reina contigo

en la unidad del Espíritu Santo y es Dios

por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama:

Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA

MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA

En la primera lectura, extraída de la carta del apóstol san Pablo a los corintios
leemos: "este ministerio lo llevamos en vasijas de barro"; y es que, realmente,
guardamos en el interior de nuestra fragilidad, para que se vea que todo es
gracia, todo obra de Dios y, desde esta fragilidad hemos de anunciar la Palabra
de Dios; teniendo en cuenta que no podremos hacerlo si antes no la hemos
asumido en nuestras vidas.

Los apóstoles eran personas débiles como nosotros. Pero encontraron la fuerza
en Jesús, y esa fuerza les hizo dedicar su vida entera al anuncio de la Buena
Noticia.

Primera Lectura: 2ª Co 4,7-15.

LECTURA DE LA SEGUNDA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A


LOS CORINTIOS

Hermanos: Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que esta
fuerza tan extraordinaria proviene de Dios y no de nosotros mismos. Por eso
sufrimos toda clase de pruebas, pero no nos angustiamos. Nos abruman las
preocupaciones, pero no nos desesperamos. Nos vemos perseguidos, pero no
desamparados; derribados, pero no vencidos.

Llevamos siempre y por todas partes la muerte de Jesús en nuestro cuerpo,


para que en este mismo cuerpo se manifieste también la vida de Jesús. Nuestra
vida es un continuo estar expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que
también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De modo que
la muerte actúa en nosotros, y en ustedes, la vida.

Y como poseemos el mismo espíritu de fe que se expresa en aquel texto de la


Escritura: “Creo, por eso hablo”, también nosotros creemos y por eso
hablamos, sabiendo que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también a
nosotros con Jesús y nos colocará a su lado con ustedes. Y todo esto es para
bien de ustedes de manera que, al extenderse la gracia a más y más personas,
se multiplique la acción de gracias para gloria de Dios.

Palabra de Dios.

El pueblo aclama:

Te alabamos, Señor.

MONICIÓN AL SALMO RESPONSORIAL

Proclamaremos hoy el salmo 125. El sentido original de este salmo, el que le


dio el salmista judío, fue evidentemente el "regreso de los prisioneros"
mediante el edicto de Ciro, en el año 538, después de 47 años de exilio en
Babilonia. Este acontecimiento histórico innegable es para él un gran símbolo
humano: en toda situación humana de desesperación, Dios es el único
"salvador". Los beneficiarios no salen de su asombro, creen ver un "sueño" su
alegría estalla. Y los paganos están igualmente maravillados y cantan la acción
de gracias.
SALMO RESPONSORIAL: SALMO 125

El pueblo aclama:

ENTRE GRITOS DE JÚBILO COSECHARÁN AQUELLOS QUE


SIEMBRAN CON DOLOR.

(Salmista)

Cuando el Señor no hizo volver del cautiverio,

creíamos soñar; entonces no cesaba de reír nuestra boca,

ni se cansaba entonces la lengua de cantar.

Aun los mismos paganos con asombro decían:

“¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!”

Y estábamos alegres,

pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor.

Como cambian los ríos la suerte del desierto,

cambia también ahora nuestra suerte, Señor,

y entre gritos de júbilo cosecharán

aquellos que siembran con dolor.

Al ir, iban llorando, cargando la semilla;


al regresar, cantando vendrán con su gavillas.

MONICIÓN AL SANTO EVANGELIO

En el santo Evangelio, san Mateo, nos muestra cómo en la Iglesia no puede


haber rivalidades por obtener los primeros puestos. El reino que Jesús anuncia
no se parece en nada a las estructuras de este mundo. El que tiene un puesto
relevante no es para imponer su autoridad, para someter y oprimir. El que opta
por el reino que anuncia Jesús, ha de saber que aquí no se viene a ser servido
sino a servir. La Iglesia de Jesucristo, es una Iglesia abierta a todos; donde
todos somos iguales, donde se acoge al pobre y se perdona al pecador.
Estemos atentos a esta Buena Noticia que hoy se nos proclamará.

Sigue el canto antes del Evangelio.


Mientras tanto, el obispo pone el incienso en el incensario.
Después el sacerdote que proclamará el evangelio, inclinado ante el obispo, pide la
bendición, diciendo en voz baja:

Padre, dame tu bendición.

El obispo en voz baja, dice:

El Señor esté en tu corazón y en tus labios,

para que anuncies dignamente su Evangelio;

en el nombre del Padre y del Hijo +;

y del Espíritu Santo.

El sacerdote responde:

Amén.
Después el sacerdote va al ambón, acompañado por los ministros que llevan el incienso y
los cirios; ya en el ambón dice:

El Señor esté con ustedes.

El pueblo responde:

Y con tu espíritu.
El sacerdote dice:
Evangelio: Mt. 20,20-28.

PROCLAMACIÓN DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO.

El pueblo aclama:

Gloria a ti, Señor.


El sacerdote inciensa el libro. Luego proclama el evangelio:

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo, junto con
ellos, y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: “¿Qué deseas?”
Ella respondió: “Concédeme que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu
derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino” Pero Jesús replicó: “No saben
ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo he de beber?” Ellos
contestaron: “Si podemos”. Y Él les dijo: “Beberán mi cáliz; pero eso de
sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para
quien mi Padre lo tiene reservado”.

Al oír aquello, los otros diez discípulos se indignaron contra los dos hermanos.
Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ya saben que los jefes de los pueblos los
tiranizan y los grandes los oprimen. Que no sea así entre ustedes. El que
quiera ser grandes entre ustedes, que sea el que los sirva, y el que quiera ser el
primero, que sea su esclavo; así como el Hijo del hombre no ha venido a ser
servido, sino a servir y a dar la vida por la redención de todos”.

Acabado el evangelio el sacerdote dice:


Palabra del Señor.

El pueblo aclama:

Gloria a ti, Señor Jesús.


Después el sacerdote lleva el libro al obispo, y éste lo besa, diciendo en secreto:

Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados.

En este momento se inicia el rito de admisión a las sagradas órdenes.

RITO DE ADMISIÓN A LAS SAGRADAS ÓRDENES

Presentación del aspirante

MONICIÓN

A continuación se dará inicio al rito de admisión a las Sagradas Órdenes. La


Admisión es un rito que se realiza con la finalidad de manifestar el propósito y
deseo, de aquellos que se preparan para el ejercicio del sacerdocio ministerial,
de ser aceptados entre los candidatos a las Sagradas Órdenes.

Ha llegado el momento en que, impulsado por el amor a Cristo y sintiéndose


fortalecido por la acción íntima del Espíritu Santo, este hermano nuestro, debe
manifestar públicamente, su deseo de consagrarse al servicio de Dios y de los
hombres.

El Padre Rector N. llama a los que va a ser admitidos, los cuales se acercaran
y manifestarán su propósito ante la Iglesia.

Padre Rector:

Acérquense el que va a ser admitido a las Sagradas Órdenes, N. y N.

El que va a ser admitido responde:


Presente.

Padre Rector:

Reverendísimo Padre, estos hijos de la Santa Madre Iglesia, hoy se acercan


libremente para pedir ser admitidos a las Sagradas Órdenes.

El obispo dice:

Con el auxilio de Dios y de Jesucristo nuestro Salvador los aceptamos.

Luego tiene lugar la homilía.

EXAMEN

El obispo se dirige a los aspirantes, con estas palabras:

Queridos hijos: los pastores y maestros a quienes se encomendó la tarea


de vuestra formación y todos aquellos que te conocen han dado de ti
buen testimonio; yo, por mi parte, confío plenamente en su parecer.

¿Estás dispuesto, pues, a responder a la llamada del Señor, llevando a


término su preparación de tal forma que llegues a ser apto de recibir,
cuando llegue el día, la ordenación sagrada y ejercer así el ministerio en
la Iglesia?

El aspirante responde:

Sí, estoy dispuesto.

El obispo:

¿Estás dispuesto a ir formando tu espíritu de tal forma que puedas servir


fielmente a Cristo, el Señor, y a su cuerpo, que es la Iglesia?

El aspirante responde:
Sí, estoy dispuesto.

El obispo añade:

La Iglesia recibe con gozo esta tu decisión; y Dios que comenzó en ti


esta obra buena, él mismo la lleve a término.

El pueblo responde:

Amén.

Acto seguido el aspirante es ayudado a revestir con la sotana y el roquete.

MONICIÓN

A continuación el aspirante a las Sagradas Órdenes del Diaconado y


Presbiterado, se revestirá con la vestimenta litúrgica propia del
seminarista. En las celebraciones litúrgicas juega un papel significativo
el ornamento, que sirve para distinguir la diversidad de ministerios.

Imposición de la Sotana

El padre del aspirante lleva en sus manos la sotana y ayuda a revestir a su hijo.

MONICIÓN

La sotana es una vestidura litúrgica talar, es decir; que llega hasta los talones,
de color negro, significa purificación: “Ir muriendo al mundo”.

Imposición del Roquete

El aspirante sube al altar con sus padres. La madre lleva el roquete y se lo entrega al
obispo, quien se lo impone. Le da el abrazo en señal de aceptación.

MONICIÓN
La palabra roquete proviene del latín medieval recchetum que significa
“hábito”. El roquete es como un alba que llega hasta las rodillas, de color
blanco, simboliza la pureza, alegría y servicio litúrgico.

Quienes reciben la sotana inician oficialmente la formación sacerdotal en


el Seminario. Simboliza la muestra de la opción por la vocación al
sacerdocio ministerial, y del despojo de todo aquello que pudiera impedir
continuar satisfactoriamente el proceso formativo.

La sotana no es sólo un signo externo; es un verdadero compromiso que


exige la decisión voluntaria de comprometerse con el Señor, que es el
que llama, y con la comunidad, que exige sinceridad y transparencia de
vida.

Profesión de fe

Creo en Dios, Padre todopoderoso,


Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos,
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén
Admisión y Plegaria universal

MONICIÓN

Hace tiempo, Carlos Daniel Rincón, empezó su formación en vista a


configurar su vida, cada vez más perfectamente con el espíritu
evangélico, a fin de poder ser llamado un día por su Obispo al ministerio
sagrado. Con este fin, se ha venido esforzando en vivir arraigado en la fe,
esperanza y caridad; en adquirir, mediante el ejercicio de estas virtudes,
el espíritu de oración y en crecer en su celo de ganar para Cristo a todos
los hombres. Elevemos por él, nuestra oración.

Plegaria universal
El que va a ser admitido se arrodilla ante el obispo.
El obispo, sin mitra, invita a los fieles a orar diciendo:

Pidamos, queridos hermanos, a Dios nuestro Señor, que se digne


bendecir a este hijo suyo que desea consagrarse al servicio de la Iglesia.

A cada invocación aclamamos:

BENDICE, SEÑOR, A TU HIJO.

1. Para que este hermano nuestro se una más íntimamente a Cristo y sea
su testigo ante los hombres. Oremos.

2. Para que sepa hacer suyas las preocupaciones de los hombres y esté
siempre atento a escuchar la voz del Espíritu Santo. Oremos.

3. Para que llegue a ser ministro de la Iglesia y, con su palabra y


ejemplo, confirme a sus hermanos en la fe y los congregue para
participar de la Eucaristía. Oremos.

Luego el obispo concluye con la siguiente oración sobre el admitido:

Escucha, Señor, nuestra plegaria, y dígnate bendecir + a este hijo tuyo


que desea entregarse a ti para el servicio de tu pueblo; para que persevere
en su vocación y unido con amor sincero a Cristo sacerdote, llegue a ser
apto para recibir el ministerio pastoral. Por Jesucristo, nuestro Señor.

El pueblo responde:

Amén.

Se levantan el admitido y la celebración sigue como de costumbre.

LITURGIA EUCARÍSTICA

Culminada la Liturgia de la Palabra, un sacerdote y los ministros colocan en el altar el


corporal, el purificador, el cáliz y el misal; mientras tanto se ejecuta el canto de ofertorio.
El obispo se acerca al altar, toma la patena con el pan y, manteniéndola un poco elevada
sobre el altar, dice en secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del universo,
por este pan,
fruto de la tierra y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos;
él será para nosotros pan de vida.
Después deja la patena con el pan sobre el corporal.
Un sacerdote, echa vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto:
El agua unida al vino
sea signo de nuestra participación en la vida divina
de quien ha querido compartir nuestra condición humana.

Después el obispo toma el cáliz y, manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, dice en
secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del universo,
por este vino,
fruto de la vid y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos;
él será para nosotros bebida de salvación.

Después deja el cáliz sobre el corporal.


A continuación, el obispo, inclinado, dice en secreto:
Acepta, Señor, nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde;
que éste sea hoy nuestro sacrificio
y que sea agradable en tu presencia,
Señor, Dios nuestro.

Y luego, el obispo inciensa las ofrendas y el altar. A continuación un ministro inciensa al


obispo, los sacerdotes y a la asamblea.
Luego el obispo, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en secreto:
Lava del todo mi delito, Señor,
limpia mi pecado.

Después, de pie en el centro del altar y de cara a la asamblea, extendiendo y juntando las
manos, dice la siguiente fórmula:

+ Orad, hermanos,
para que, llevando al altar
los gozos y las fatigas de cada día,
nos dispongamos a ofrecer el sacrificio
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
El pueblo responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio,

para alabanza y gloria de su nombre,

para nuestro bien

y el de toda su santa Iglesia.

Luego el obispo, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas:

Acepta, Señor, lo dones que te presentamos

y por intercesión del apóstol Santiago,


purifica nuestros corazones
para que podamos participar dignamente
del Cuerpo y Sangre de Cristo.

Mira, Señor,

con bondad, los dones y oraciones de tu pueblo;


multiplica en él las vocaciones sacerdotales
y hazlas perseverar en tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

El pueblo aclama:
Amén.
PREFACIO DE LOS APÓSTOLES I
Los apóstoles, pastores del pueblo de Dios.

+ El Señor esté con vosotros


El pueblo responde:

Y con tu espíritu.

+ Levantemos el corazón.
El pueblo responde:

Lo tenemos levantado hacia el Señor.

+ Demos gracias al Señor, nuestro Dios.


El pueblo responde:

Es justo y necesario.

+ En verdad es justo y necesario,

es nuestro deber y salvación

darte gracias

siempre y en todo lugar,

Señor, Padre santo,

Dios todopoderoso,

Pastor eterno.

Porque no abandonas a tu rebaño,

sino que lo cuidas continuamente

por medio de los santos Apóstoles,

para que sea gobernado

por aquellos mismos pastores


que les diste como vicarios de tu Hijo.

Por eso, con los ángeles y los arcángeles

y con todos los coros celestiales,

cantamos sin cesar el himno de tu gloria:


Coro y pueblo:

Santo, Santo, Santo…

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

 
El obispo, con las manos extendidas, dice:

Santo eres en verdad, Padre,

y con razón te alaban todas tus criaturas,

ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro,

con la fuerza del Espíritu Santo,

das vida y santificas todo,

y congregas a tu pueblo sin cesar,

para que ofrezca en tu honor

un sacrificio sin mancha

desde donde sale el sol hasta el ocaso.

 
Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:

CC Por eso, Padre, te suplicamos

que santifiques por el mismo Espíritu


estos dones que hemos separado para ti,

 
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:

de manera que sean

Cuerpo y + Sangre de Jesucristo,

Hijo tuyo y Señor nuestro,

 
Junta las manos.

que nos mandó celebrar estos misterios.

En las fórmulas que siguen, las Palabras del Señor han de pronunciarse con claridad, como
lo requiere la naturaleza de éstas.

Porque él mismo,

la noche en que iba a ser entregado,

 
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar prosigue:

tomó pan,

y dando gracias te bendijo,

lo partió

y lo dio a sus discípulos, diciendo:

 
Se inclina un poco.

TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL,

PORQUE ESTO ES MI CUERPO,


QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.

 
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo
genuflexión.

 
Después prosigue:

Del mismo modo, acabada la cena,


Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:

tomó el cáliz,

dando gracias te bendijo,

y lo pasó a sus discípulos, diciendo:

 
Se inclina un poco:

TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL,

PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,

SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,

QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS

Y POR MUCHOS

PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.

HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.


Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo
genuflexión.

 
Luego dice la siguiente fórmula:
CP Este es el Sacramento de nuestra fe.

Y el pueblo prosigue, aclamando:

Anunciamos tu muerte,

proclamamos tu resurrección.

¡Ven, Señor Jesús!

 
El obispo y los concelebrantes, con las manos extendidas, dicen:

CC Así, pues, Padre,

al celebrar ahora el memorial

de la pasión salvadora de tu Hijo,

de su admirable resurrección y ascensión al cielo,

mientras esperamos su venida gloriosa,

te ofrecemos, en esta acción de gracias,

el sacrificio vivo y santo.

Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia,

y reconoce en ella la Víctima

por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad,

para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo

y llenos de su Espíritu Santo,

formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.

C1 Que él nos transforme en ofrenda permanente,


para que gocemos de tu heredad

junto con tus elegidos:

con María, la Virgen Madre de Dios,

los apóstoles y los mártires,

Santiago, apóstol

y todos los santos,

por cuya intercesión

confiamos obtener siempre tu ayuda.

C2 Te pedimos, Padre,

que esta Víctima de reconciliación

traiga la paz y la salvación al mundo entero.

Confirma en la fe y en la caridad

a tu Iglesia, peregrina en la tierra:

a tu servidor, el Papa Benedicto XVI,

a nuestro Obispo Ramiro,

al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos,

y a todo el pueblo redimido por ti.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia

que has congregado en tu presencia.

C3 Reúne en torno a ti, Padre misericordioso,

a todos tus hijos dispersos por el mundo.


+ A nuestros hermanos difuntos

y a cuantos murieron en tu amistad

recíbelos en tu reino,

donde esperamos gozar todos juntos

de la plenitud eterna de tu gloria,

 
Junta las manos.

por Cristo, Señor nuestro,

por quien concedes al mundo todos los bienes.

 
El obispo toma la patena, con el pan consagrado, y un sacerdote el cáliz y, sosteniéndolos
elevados, dice junto con los concelebrantes: 

Por Cristo, con él y en él,

a ti, Dios Padre omnipotente,

en la unidad del Espíritu Santo,

todo honor y toda gloria

por los siglos de los siglos.


 El pueblo aclama:

Amén.
RITO DE LA COMUNIÓN

 
Una vez dejado el cáliz y la patena, el obispo, con las manos juntas, dice:

Antes de participar en el banquete de la Eucaristía,

signo de reconciliación

y vínculo de unión fraterna,

oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:

 
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:

Padre nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

 
El obispo, con las manos extendidas, prosigue él solo:

Líbranos de todos los males, Señor,

y concédenos la paz e nuestros días,


para que, ayudados por tu misericordia,

vivamos siempre libres de pecado

y protegidos de toda perturbación,

mientras esperamos la gloriosa venida

de nuestro Salvador Jesucristo.


Junta las manos.

El pueblo concluye la oración, aclamando:

Tuyo es el Reino,

tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

 
Después el obispo, con las manos extendidas, dice en voz alta:

Señor Jesucristo,

que dijiste a tus apóstoles:

“La paz os dejo, mi paz os doy”,

no tengas en cuenta nuestros pecados,

sino la fe de tu Iglesia

y, conforme a tu palabra,

concédele la paz y la unidad.


Junta las manos.

Tú que vives y reinas

por los siglos de los siglos.


El pueblo responde:

Amén.
 
El obispo, extendiendo y juntando las manos, añade:

+ La paz del Señor esté siempre con vosotros.


El pueblo responde:

Y con tu espíritu.

 
Luego, el obispo añade:

En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz,

daos la paz como signo de reconciliación.

 
Y todos, según la costumbre del lugar, se dan la paz.

Después, el obispo, toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una parte
del mismo en el cáliz, diciendo en secreto:

El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,

unidos en este cáliz,

sean para nosotros

alimento de vida eterna.

 
Mientras tanto se canta:

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,

ten piedad de nosotros.

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,

ten piedad de nosotros.

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,


 danos la paz.

 
A continuación, el obispo, con las manos juntas, dice en secreto la siguiente oración:

Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,

que por voluntad del Padre,

cooperando el Espíritu Santo,

diste con tu muerte la vida al mundo,

líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,

de todas mis culpas y de todo mal.

Concédeme cumplir siempre tus mandamientos

y jamás permitas que me separe de ti.


 

El obispo hace genuflexión., toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado


sobre la patena, lo muestra al pueblo, diciendo:

Éste es el Cordero de Dios,

que quita el pecado del mundo.

Dichosos los invitados a la cena del Señor.


Y, juntamente con el pueblo, añade:

Señor, no soy digno

de que entres en mi casa,

pero una palabra tuya

bastará para sanarme.

 
El obispo dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.

Después toma el cáliz y dice en secreto:

La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.


Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.

 
Cuando el obispo comulga el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión 

Los concelebrantes se acercan al Altar para comulgar junto con el obispo, luego se
distribuye al pueblo la Sagrada Eucaristía.

Luego, de pie en la sede, el obispo dice:

Oremos
Y todos, junto con el obispo, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este
silencio ya se haya hecho antes.

Después, el obispo con las manos extendidas, prosigue:

Por intercesión del apóstol Santiago,

en cuya festividad
hemos recibido con alegría tus santos sacramentos,
concédenos, Señor, tu protección y tu ayuda.

Con la fuerza de este sacramento de amor

que hoy hemos celebrado,


haz, Señor, madurar las vocaciones
que a manos llenas sembraste en el campo de la Iglesia,
a fin de que sean muchos los que elijan
servirte en sus hermanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
El pueblo aclama:
Amén.
RITO DE CONCLUSIÓN

En este momento se hacen, los agradecimientos o anuncios oportunos a la asamblea.


Después tiene lugar la despedida. El obispo extiende las manos hacia el pueblo y dice:
El Señor esté con vosotros.
El pueblo responde:
Y con tu Espíritu.
Luego el obispo, extendidas las manos sobre el pueblo, dice la bendición.

Que por la intercesión gloriosa de Santiago, apóstol


Dios, que os ha edificado
sobre el cimiento de los Apóstoles,
se digne bendeciros.
El pueblo responde:
Amén.

Que os conceda ser testigos de la verdad ante el mundo,


el mismo que os enriqueció
con las palabras y ejemplos de sus apóstoles.
El pueblo responde:
Amén.

Que podáis así llegar a la patria eterna


por la intercesión de aquellos
cuya palabra os ha hecho manteneros firmes en la fe.
El pueblo responde:
Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
El pueblo responde:
Amén.

Luego el obispo, con las manos juntas, despide al pueblo con la siguiente fórmula:
Glorificad al Señor con vuestra vida.
Podéis ir en paz.
El pueblo responde:
Demos gracias a Dios.
Después el obispo besa con veneración el altar, como al comienzo, y, hecha la debida
reverencia con los ministros se retiran en procesión al salón parroquial Nuestra Señora del
Rosario.

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