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Este año, me gustaría tratar de vivir la Cuaresma a la luz del Año Santo de la
misericordia.
¿Qué significa y cómo vivirla de manera concreta?
Para responder a la primera pregunta podría tratar de definir la misericordia y
analizar sus diversos aspectos. Pero eso no es lo que hacía Jesús. Contaba historias
aparentemente sencillas, pero hacían reflexionar. Las parábolas nos desafían a una
mirada nueva y a una nueva vida a la manera de Dios.
(No tengo el espacio aquí para reproducir las parábolas, pero recomiendo que las
relean con cuidado).
El Buen Samaritano
El hecho de que esta parábola se dirige a un doctor de la ley (y al legalista que
llevamos adentro de nosotros) no deja de tener importancia para comprender su
verdadero significado. El legalista plantea la cuestión de saber ¿Quién es mi
prójimo? ¿Qué clase de gente tengo que amar? Y por supuesto ¿Quién no debo
amar? Jesús lo invita a avanzar mostrando cómo se debe amar a los demás, todos
los demás. El problema fundamental de todas las formas de fundamentalismo en
todas las religiones es que ya no ven en sus textos la presencia velada del
compañero de humanidad, de los cuales el amor se hace prójimo sin juicio.
La parábola del Buen Samaritano está llena de pequeños detalles que nos recuerdan
nuestra vida.
Los bandidos, sin nombre, ¿no son los peligros que nos amenazan en el camino de
nuestra vida? La enfermedad, el fracaso, la separación, la violencia que nos duele y
nos deja solos, más muertos que vivos.
El sacerdote y el levita nos representan la religión cuando se aísla de la vida y de lo
humano para refugiarse en los templos, iglesias, sinagogas y mezquitas?
El samaritano, el desconocido, rechazado por el sistema religioso, tiene un corazón
para entender y compadecerse, ¿no nos hacen pensar en todas aquellas personas
profundamente buenas que están fuera de la religión e iglesia?
La lista de las acciones de rescate del Samaritano nos evocan todas las dimensiones
de una auténtica asistencia. 1. Se conmueve desde las entrañas, 2. Se acerca, 3.
Venda las heridas 4. Versa el aceite y el vino, 5. Transporta al herido en un burro
6. Lo lleva a la posada, 7. Cuida de él.
La posada también está llena de resonancias evangélicas: la hospitalidad de Belén, la
posada de Emaús, donde vemos dos amigos retomar el camino, curados por Jesús en
su tristeza.
Otro detalle significativo es que el samaritano confía la víctima al propietario.
Nuestra caridad también debe enseñarnos cómo pasar el relevo. Amar es también
confiar la vida de los que amamos a otro corazón, incluyendo el de Dios.
Pero lo más sorprendente es que en ninguna parte se indica que la víctima dio
gracias a su salvador. El samaritano no busca el reconocimiento, no hace pagar una
deuda de gratitud al hombre sanado. En cuanto al hombre rescatado, el
mandamiento del amor al prójimo, le pide de "devolver" un "poco de esta vida que
recibió del samaritano a otro, al cual será cercano en un momento u otro. Así va el
flujo de la vida y el amor entre los seres humanos.
La parábola del hijo pródigo ilustra la estrategia del amor que Jesús ha practicado
a lo largo de su ministerio. Pensamos a Zaqueo (Lc 19,1-10), al paralítico (Lc 5,17-
26) a la pecadora (Lc 7,36) a la samaritana (Juan 4), a Pedro que le niega (Mc 14,
72) al Centurión bajo la cruz (Marcos 15:39), etc.
Sí, la puerta de la casa del Padre, o el reino de Dios, está abierto a todos, excepto
aquellos que se niegan por tres actitudes representadas por el hijo mayor: la
justicia propia, los celos y el orgullo que quiere ganar al amor.
La parábola del "hijo pródigo” me cuestiona ¿En qué medida he descubierto al Dios
misericordioso, que es el Padre de Jesús y estoy dispuesto a dejarme salvar por Él?
Esta disonancia nos invita a ver esta historia a otro nivel. Y Dios, que está
representado aquí por el "Rey". Y nuestra lectura habitual moralista de las
parábolas nos obliga a entender la deuda en relación al rey, como la enorme deuda
del pecado contra Dios. Pero otra lectura, antropológica y espiritual es posible.
Nuestra deuda con Dios no es una deuda de culpa o culpabilidad. Nosotros tenemos
con El una deuda EXISTENCIAL! Todo lo que somos, nosotros lo somos, gracias a
Dios. "Estamos en deuda con él para todo, absolutamente todo. Pero esto no es una
deuda o un debido, sino un don gratuito.
Al final de la parábola, Jesús nos dice que debemos perdonar desde el fondo del
corazón. En griego, los deudores preguntan literalmente: "Amplia tu corazón para
mí" Perdonar como el Padre es, por tanto, ampliar su corazón con el objetivo de
perdonar a su hermano. Perdonar es liberar, porque la palabra griega “aphiemi”
significa literalmente "dejar ir, dejar libre".
Jesús toca aquí un aspecto fundamental del ser humano, que René Girard llama el
"mimetismo" del deseo. En términos simples, esto significa que el deseo no va
directamente al objeto del deseo, sino que pasa a través del deseo de otro
buscando la misma cosa. "¿Por qué él y no yo?"El espejo del deseo contiene las
semillas del conflicto y de la violencia y la lucha hasta la muerte. En el mundo
animal, este peligro mortal para la especie está contenido y amenazado por el "
dominio ": el animal más débil instintivamente se retira frente al animal más fuerte,
y el derramamiento de sangre se evita. En el mundo humano, infinitamente más
complejo, esta seguridad instintiva no se mantiene, y debe ser sustituido por
normas, leyes y el principio fundamental de la ley es la de la equidad: la mitad y la
mitad de la equivalencia de las horas de trabajo y salario, la equivalencia de los
daños sufridos o "diente por diente." Este es el fundamento oculto de la justicia
humana y es una de las cosas ocultas "desde el principio."
Sí, el Reino de Dios realmente perturba la vida cotidiana de los hombres. Vamos a
leer con calma y con cuidado la parábola de los trabajadores de la viña.
Buena Cuaresma!