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[6.1] Introducción
6
TEMA
Intervención, Intertextualidad y Deconstrucción del Texto Dramático
Material básico
6.1. Introducción
Alonso, J. (1991). El teatro de cada día (pp. 213 a 215; y 240). Madrid: Editorial
Asociación de Directores de escena. ISBN: 84-87591-21-3.
Alonso, J. (1998). La escritura dramática (pp. 322 a 324). Madrid: Editorial Castalia.
ISBN.84-7039-797-4.
Alonso, J. (2007). Manual de Teoría y práctica teatral (pp. 494 y 495). Madrid:
Editorial Castalia. ISBN: 978-84-9740-210-I.
García, J. (2008). Cómo se comenta una obra de teatro (pp. 45 a 51; 77 y 78). Madrid:
Editorial Síntesis. ISBN 987-84-773889-2-0.
En el Tema 5 hemos planteado las diferentes actuaciones que pueden realizarse sobre el
texto dramático y entre este y el 9, propondremos un método para la intervención
textual, ejemplificando en muchos casos con Panorama desde el puente, drama que
ya hemos comenzado a estudiar y que seguiremos analizando en los siguientes
ejercicios prácticos.
El texto fuente
En primer lugar es necesario analizar y escoger cuidadosamente el texto fuente del que
se partirá para realizar la intervención (Gerard Genette en Palimpsestos lo llama
hipotexto). En el caso de un texto escrito en español es obligado ser muy cuidadosos
con la edición escogida. Hoy existen de los principales autores y obras buenas
ediciones. El problema surge, cuando el texto se ha editado hace muchos años, porque
en ese caso no es de extrañar que el texto publicado, y más si la edición que se maneja
corresponde al siglo XIX, contenga variantes con relación al original. Es evidente que
en este caso es obligado un cotejo entre el texto primitivo y la edición que se maneje.
social de los personajes, los signos, la teatralidad en el sentido que otorga Barthes a
este concepto, la acción (no podemos olvidar que existe una definición del teatro como
la palabra convertida en acción), etcétera. Un ejemplo muy básico, lo encuentras
en La amante de Pinter ¿Qué acepción tiene esta palabra? El diccionario de la RAE
ofrece cuatro: 1. que ama; 2. dícese de las cosas en que se manifiesta el amor o que se
refieren a él; 3. que tienen relaciones amorosas ilícitas; 4. hombre o mujer que aman. Y
cabría una quinta, prostituta. ¿Qué sentido le da el autor? La respuesta condiciona
nuestro análisis y sentido de la obra.
Volveremos sobre el texto, pero una vez escogido es aconsejable reflexionar y escribir
uno o dos folios acerca de la motivación que te ha llevado a realizar esta elección.
«Los motivos por los que se pone una obra en escena suelen ser confusos. Ello
se justifica diciendo: Se ha elegido esta obra porque nuestro gusto, o nuestras
creencias, o nuestros valores culturales, exigen que pongamos en escena este
tipo de obra. Pero, ¿por qué razón? Si no se formula esta simple pregunta,
probablemente surgirán miles de razones subsidiarias: el director quiere
mostrar su concepción de la obra, se pretende demostrar un experimento de
estilo o ilustrar una teoría política, etc. Existen miles de explicaciones
imaginables, pero son secundarias en comparación con la cuestión
fundamental: ¿conseguirá el tema exponer una preocupación o necesidad
esencial para el público?» (Brook, 1994: 50).
Del párrafo precedente destacamos el interrogante que formula Brook. En relación con
la respuesta a esta cuestión formulamos una advertencia en forma de pregunta
¿puede responderse, cuando se trabaja por encargo, por la adaptación de una obra a un
elenco o por otras motivaciones que impiden escoger con plena libertad? Las respuestas
pueden resultar complicadas pero necesarias para acertar en una intervención que
derive en una escenificación.
El autor
El segundo punto de estudio gira entorno a la vida y obra del autor. No se necesita
realizar una redacción biográfica ni bibliográfica detallada, pero sí completa,
intentando consignar qué acontecimientos más relevantes de su existencia han podido
influir en su obra en general y en el drama a intervenir en particular, así como la
ideología del dramaturgo y su posición frente a la sociedad de su tiempo.
Acerca del texto dramático hay que saber en qué etapa de su producción literaria se
escribe, cómo respuesta a qué cuestiones personales, sociales, culturales, etcétera, y
cómo se relaciona este texto con el contexto literario próximo; es decir, de qué
escriben y dentro de qué estética lo hacen sus contemporáneos.
Otras cuestiones
El conocimiento de otras cuestiones alejadas por el paso del tiempo y la aceptación del
mundo de referencias de escritores de hace siglos es otro tema fundamental. Dejamos
apuntadas una serie de ellas:
La mitología en los escritores de Grecia y Roma, ¿cómo se relacionan los
dioses con los hombres? ¿qué episodios protagonizan los dioses? ¿cuáles son las
relaciones entre ellos? Por ejemplo, las relaciones entre las diosas Afrodita y
Artemis, y de estas con los hombres, nos llevará a una lectura acertada de Hipólito
de Eurípides con el conflicto que plantea el protagonista que da título a la tragedia y
Fedra.
Además, en este caso, hay que tener en cuenta la mitología y su decisoria presencia
en la tragedia clásica para entender en sus justos términos Fedra de Racine y los
posteriores textos dramáticos que abordan este tema, tomando como punto de
partida a Eurípides o Racine. Por otra parte, en el caso de la mitología, el
dramaturgista será consciente de que solo un escaso número de espectadores está
versado en este tema y por tanto deberá actuar sobre el texto u ofrecer pautas al
director para la escenificación, de manera que la puesta en escena resulte
comprensible, ya que dramaturgos y espectadores de la antigua Grecia o Roma
compartían un mundo de referencias comunes que hoy se ha perdido.
Se trata de sintetizar en unas pocas líneas los aspectos más relevantes del texto
dramático, determinando:
Título.
Esta ficha ayuda en primer lugar a una primera aproximación a la obra, suscita el
interés por investigar asuntos relacionados con la misma y a la búsqueda de un
material complementario; en segundo lugar, clarifica en gran manera los dos epígrafes
siguientes, la forma del texto teatral y el estudio del contenido y los temas; y en tercero
lugar nos ofrece luces sobre dos cuestiones de interés, el título y los personajes en su
aspecto externo.
En cuanto al título, si está bien elegido por el dramaturgo, sintetiza la idea central de
la obra, el tema principal para el dramaturgo o el personaje de referencia.
Lee en este punto las páginas 481ny482 del Diccionario de teatro de Pavis.
Los nombres de los personajes ofrecen de partida una información muy valiosa: si
tienen un nombre abstracto (Un hombre, El Soldado, El Herrero, etc.) el dramaturgo
pretende servirse de los personajes con un objetivo universalizador; si tienen un
nombre propio, la atención se centrará en ver si tienen antecedentes literarios,
históricos, mitológicos, etc., si se relacionan con un determinado entorno geográfico o
social, si contienen algún simbolismo, etcétera. Asimismo importa diferenciar entre
el personaje individual y el colectivo.
Las primeras lecturas del texto dramático ya permiten una primera aproximación a
los personajes, que más adelante conoceremos mejor, cuando sean objeto del análisis
dramaturgístico, desarrollado en el tema noveno. Es posible esbozarlos con su edad,
condiciones físicas, encuadre social, actividades que realizan en la obra dramática
(bailan, tocan un instrumento, etc.), las relaciones entre sí y perfilar una breve
semblanza que, en el caso de ser personajes con antecedentes históricos, interesa
cotejar con la biografía real. Se trata en definitiva de poseer una breve información
sobre cómo son, que junto al cómo se comportan, objeto del análisis dramaturgístico,
nos proporciona un conocimiento de ellos en toda su extensión.
Estos breves descriptores de los personajes resultarán de gran utilidad para escoger
conjuntamente, dramaturgista y director, el elenco, para encontrar los actores más
idóneos. Al respecto, Brook en La puerta abierta escribía:
Lee dos fragmentos del libro Teatro de cada día de José Luís Alonso Mañas, en
el que escriben estos breves descriptores de personajes (se comprobará que son muy
desiguales según las obras y en nuestra opinión insuficientes), pero donde marca unos
trazos que le permitirán enfrentarse al casting con ideas claras de los actores que
busca:
Un primer fragmento referido a El diario de Ana Franck estrenada en 1957 que
puedes encontrar en las página 213 a la 215.
Un segundo fragmento referido a notas se corresponden con el reparto de El anzuelo
de Fenisa, estrenada en 1961 que puedes encontrar en la página 240.
La perspectiva, es decir, la relación del autor con los personajes y, por tanto su
punto de vista con la historia. En este apartado interesa observar: a) la posición del
autor con la historia, distanciamiento, manipulación, implicación, objetividad,
ilusionismo, anti- ilusinismo, etcétera; b) el tono empleado para contar la historia, la
sátira, la ironía, solemnidad, poético, etc.; c) la valoración de los personajes por
parte del autor; d) la relación de los personajes entre sí y de éstos con el público, que
origina tres posiciones distintas: la intriga, el espectador conoce menos de la historia
que los personajes; la expectación, los personajes y los espectadores conocen poco
de cuanto acontece; el suspense, el espectador posee más información que los
personajes o, al menos, más que algunos de ellos.
La acotación, entendida como una anotación del autor «para indicar la forma que
ha de adoptar el escenario, o los movimientos, gestos, tonos u otras particularidades
interpretativas que, a su entender, debe realizar el actor. La forma de la acotación
puede variar desde la simple indicación de entradas y salidas (…) hasta el
planteamiento de instrucciones muy detalladas; o incluso describir físicamente a un
personaje o comentar los diálogos» (Marchese y Forradellas, 1986: 12).
Conviene estudiarlas, unas y otras con precisión y por este motivo te remitimos a la
lectura de las páginas de la 45 a la 51 del libro Cómo se comenta una
obra de teatro de García Barrientos, pero advertimos que dramaturgista y
director deben sentirse con libertad; es decir, no encontrase condicionados por ellas,
siguiéndolas al pie de la letra. Por ejemplo las minuciosas acotaciones que escribe
Ibsen en Un enemigo del pueblo orientan pero no obligan, porque de seguirlas al pie
de la letra impedirían una lectura escénica diferente de ese texto.
El tiempo. El estudio del tiempo es uno de los aspectos capitales tanto para la
translación del texto a espectáculo como para realizar una intervención sobre un
texto que suponga una modificación de la fábula, personajes o equiparaciones
analógicas. Pavis, en su Diccionario dice: «El tiempo es uno de los elementos
fundamentales de la constitución del texto dramático y de su presentación escénica»
(Pavis, 1998: 476). Recomendamos para la mejor compresión de este asunto basilar
la lectura del capítulo séptimo, Tiempo, de Teatro postdramático, libro que
citaremos en este apartado. Lehmann distingue cinco capas temporales en un
texto dramático y nosotros agregamos una sexta.
Lehmann
El tiempo histórico
Circunstancias temporales
En teatro, por ejemplo, la narración puede ser sucesiva, aunque separada por un
corte formal (un cambio de actos, de escena, etcétera), pero lo narrado da un salto
de tiempo, produciéndose una elipsis, que elimina fragmentos de tiempo, donde
a los personajes les suceden muchas cosas y donde en la acción dramática hay
nuevos componente. Si recordamos, Las tres hermanas de Chejov, entre los actos
segundo y tercero pasan tres años y Másha y Vershínin han intimado ¿cómo
presentar a estos dos personajes en su relación afectiva minutos después de
concluir el acto segundo es el reto que se le presenta al director de escena y la
ocasión para que el dramaturgista «rellene» ese vacío temporal con acciones o
recursos que completen esos lapsos temporales.
Al estudio de estas seis capas hay que agregar tres cuestiones más relacionadas con
el tiempo, la unidad de tiempo «instrucciones con respecto a la duración de la
acción representada, que no puede exceder las veinticuatro horas, según la Poética
aristoteliana, que aconseja que exceda la revolución del sol. Ciertos teóricos
franceses del siglo XVII exigirán incluso que el tiempo representado no sobrepase el
de la representación» (Pavis, 1998: 498).
Por último, recoger una obviedad teatral, pero que influye en la realización de la
propuesta escénica. No hay que olvidar que el teatro tiene un carácter efímero e
irrepetible.
Dramático
Escénico
Escenográfico
Lúdico
Lee las páginas 171 a 173 sobre el espacio escénico en el Diccionario del teatro de
Pavis.
Cuando la pieza se escribe en verso, hay que tener en cuenta la expresividad del
propio lenguaje versal en sí, la dinámica interna del verso que influye en el ritmo
interno de la acción, la musicalidad de las estructuras versales y la función que
cumplen. En todo momento es necesario profundizar en el sentido dramático de
la expresión versal, sin detenernos en un mero estudio filológico. En relación al
verso advertimos sobre la importancia de:
La palabra puesta por el autor en boca del personaje fundamentalmente tiene tres
formas de expresión: el diálogo, la estructura unipersonal y la estructura coral.
Además se analiza si se trata de diálogo entre dos personajes, diálogos entre más,
diálogos cruzados, el ritmo del diálogo, según la definición de ritmo ofrecida en
este mismo tema, etcétera. Advertimos sobre la sensación de monotonía que se
crea, cuando existe una larga sucesión de escenas con solo dos personajes. Si el
texto admite intervención, conviene buscar estructuras más complejas para no
restar información al tiempo que se consigue dar mayor dinamismo a la acción
dramática, como ya hemos comentado en el tema precedente.
Estructura unipersonal
(habla un único personaje):
Monólogo y / o soliloquio
Aparte
Intertextos
Lúdico
-Monólogo y / o soliloquio
«modalidad teatral que consiste en dejar la palabra a un personaje para que
pronuncie un discurso en el que puede exponer sus pensamientos o sus
razonamientos, sin que haya un interlocutor que pueda responderle. Una
forma clásica del monólogo es el soliloquio –los límites entre ambos son
muy lábiles- que, para Humphrey puede definirse como una técnica de
representación del contenido y proceso psíquico de un personaje,
directamente del personaje al espectador, sin interferencia del autor, pero
con la presencia hipotética de una audiencia. La mayor o menor presencia
del dialogismo formal separaría pues, el soliloquio del monólogo»
(Marchese y Forradellas, 1986: 272).
Los signos. Al estudio de los signos en un texto teatral dedicamos el tema octavo,
pero ahora queremos dejar consignado que dentro de este esquema de la forma del
texto teatral, es necesario incluir aquí todo lo que se escribe en dicho tema sobre los
signos y su función. No obstante, transcribimos la definición de Ubersfeld: «El signo
se compone de tres elementos unidos inseparablemente: un significante, un
significado y un referente. Se puede analizar el texto teatral con la ayuda de
herramientas lingüistico-semióticas, como cualquier otro texto literario (…) En
cuanto al teatro representado, posee una multiplicidad de signos (de sustancias
variadas de la expresión), cuya característica es no ser autónomos, sino estar
articulados entre ellos» (Ubersfeld, 2002: 101).
Antes de proceder al estudio del texto, enunciaremos una serie de conceptos, extraídos
de los trabajos de Cesare Segre, siguiendo a Tomachevski, porque nos parece
importante conceptualizar una serie de términos pues su labilidad conceptual conduce,
no pocas veces, a errores de interpretación.
Con estos términos claros, para conocer el sentido del texto se necesita realizar un
estudio sincrónico del mismo, que comprende tres apartados:
El argumento y la fábula
Lee cómo Anatoli Vassiliev aplica los acontecimientos inicial y principal en sus
escenificaciones en las páginas 248 y 249 de El teatro del juego y la palabra,
publicado en la revista Assaig de Teatre números 21, 22 y 23.
Los conflictos previos son todos los sucesos que han ocurrido desde el
acontecimiento inicial hasta que comienza el argumento. Estos, unas veces se
deducen del argumento, otras corresponde al dramaturgista imaginarlos. Son
imprescindibles tener delante antes de intervenir la obra, pero también en el caso de
la escenificación sin intervención, pues la obra debe comenzar lanzada.
De esta extensa definición, concluimos que es más claro denominar motivos a los
temas secundarios, como hemos propuesto líneas arriba, aunque la jerga teatral
habla de temas principales y secundarios.
Pues bien, de la lectura atenta de la obra deducimos que existe un tema principal y
un buen número de motivos. Pero el dramaturgista deberá establecer una relación
y jerarquía entre estos, que se necesita para «establecer la organización específica
del texto de la representación, a partir del cual trabajarán los actores (…) y la posible
intervención textual que podrá ir desde la simple eliminación de mínimos detalles,
hasta una remodelación absoluta del original» (Hormigón, 2002: 51).
En uno de los ejercicios prácticos, preguntaremos sobre los temas y los motivos que
se extraen de la lectura de Un enemigo del pueblo, y comprobaremos que
coincidiremos bastante en el señalamiento de los mismos pero no en su
jerarquización ¿Por qué? Porque todo ejercicio creativo supone un diálogo, en
este caso entre el autor dramático, que desarrolla temas conscientemente, mientras
que otros reflejan su subconsciente o un pensamiento no formulado específicamente
para el desarrollo de un argumento determinado, y el dramaturgista y/o director,
que afronta la lectura del texto desde su weltanschauung.
Relacionamos una serie de cuestiones que serán objeto de nuestro análisis, sin
detenernos en su explicación porque nos parece obvia:
o Lugar y tiempo donde se desarrolla el tema (geográfico, abstracto, metal,
ideal, fantasía, etcétera).
o Ideología, entronque con la del autor, visión del hombre, planteamiento de
cuestiones éticas, filosóficas, morales, políticas, el hombre en la sociedad y la
polis.
o Historia: entronque con la historia del mundo, de un país o una época; relación
de objetividad o subjetividad en relación a esa historia determinada.
o Sociedad: conflictos sociales locales o universales, relaciones familiares,
económicas, las costumbres, etcétera.
o Mitos: historias prototícas o mitos literarios preexistentes.
Los personajes
Los personajes son objeto de un amplio estudio en el que en este temario dedicamos
un único tema, el noveno, para explicar la dramaturgia del personaje.
Te recomendamos para saber más la lectura del libro La escritura dramática de José
Luís Alonso de Santos.
Brecht, B. (1982). Escritos sobre teatro. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.
Stanislavski, C. (1999). Manual del actor (una recopilación terminológica que hace
Elizabeth Reynolds Hapgood, partiendo de todos los libros de Stanislavski). México:
Editorial Diana.
Ubersfeld, A. (2002). Diccionario de términos claves del análisis teatral. Buenos Aires:
Editorial Galerna.
Material complementario
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Bibliografía
Martino Alba, Pilar (2010) La traducción en las artes escénicas. Madrid: Dykinson.