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LIBRO DEL AMIGO Y DEL AMADO

Obra cumbre del misticismo luliano, en donde aparece mezclada la


filosofía con la literatura; un tejido de ejemplos y parábolas, el cantor del
amor humano que recuerda los poetas provenzales se transforma en el
arrebatado trovador del amor divino, pero no desaparece el filósofo, la me-
tafísica de las dignidades, filosofía superior que tiene corona de oro, que
le abría el camino para profundizar en el tema del amor en el «Arte Ama-
tiva» y para fundamentar y hacer más consistentes las raíces del amor en
el «Arbol de la filosofía del amor»; la filosofía, que descendía de elevación
y con la terminología de su tiempo le ayudó a conocer y distinguir el verda-
dero del falso amor, volverá otra vez a levantarse soberana y majestuosa
y recobrará su anterior grandeza y elevación en la consideración de las
dignidades y atributos divinos y reflejándoles en las criaturas, va a dispo-
ner al espíritu humano para elevarle en arrebatados cantos y en los más
encendidos afectos a las cumbres radiantes de la mística; «El cántico del
Amigo y del Amado», «joya de nuestra poesía mística, según Menéndez y
Pelayo, y digna de ponerse alIado de los angélicos cantos de San Juan de
la Cruz» (1), «es la joya de más quilates que encierra el tesoro luliano» (2).
En esta obra luliana se ve la maravillosa conjugación de la filosofía más
elevada y sublime, con la mística más encendida que acabará por trans-
formar aquella sublime y elevada filosofía del amor humano en el amor
divino, por el conocimiento, la introspección del Amigo y del Amado.
Ambos se conocen, ambos se aman; la filosofía áurea les presta sus mate-
riales; en ambos se reflejan los atributos o dignidades excelsas bajadas de
lo alto, y el amor consuma la obra en la unión íntima y en el endiosamiento
(1) M. MENÉNDElZ y PELAYO, Orígenes ae la novela. Introducción. 1943.
(2) M. MENÉNDEZ y PELA YO, Ensayo ae crítica filos6fica. Madrid, 1918, p. 13.
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de ambos. El Amado vence al Amigo y le transforma todo en sí; pero el


Amigo va a la caza del Amado, y el amor, flecha divina, se interpone entre
ambos y les atrae con sus encantos haciéndoles «una actualidad en esencia,
quedando a la vez distintos y concordante s» (3).
Menéndez y Pelayo, con brillantísimas frases ha descrito los efectos
del amor entre el Amigo y el Amado: i Extraño y divino erotismo, en que
las hermosuras y excelencias del Amado se congregan en el corazón del
amigo, sin que la personalidad de éste se aniquile y destruya, porque sólo
los junta y traba en uno la voluntad vigorosa, infinita y eterna del Amado!
¡Admirable poesía, que junta como en un haz de mirra la pura esencia de
cuanto especularon sabios y poetas de la Edad Media sobre el amor divino
y el amor humano, y realza y santifica hasta las reminiscencias provenzales
de canciones de mayo y de alboradas de vergeles y pájaros cantores, casan-
do por extraña manera a Giralda de Borneil con Hugo de San Víctor (4).
En este maravilloso cántico, en donde el ser humano se transforma en
los ardores del amor divino, vemos el hecho sorprendente y maravilloso
que hace de esta obra luliana un breviario de amor místico, y en la que
el varón de amores aparece en toda su autenticidad filosófica y mística en
conjugación maravillosa de ambos elementos; filosofía que ha oteado con
los poderosos resortes de su razón, pero sobre todo con los geniales alcan-
ces de su intuición, las cumbres a donde puede llegar la filosofía, que es
ciencia humana, cuando se deja embestir de los atributos divinos; pero
sobre este pedestal de filosofía áurea se levanta el místico incomparable
que era Lulio, que ha llegado con la fuerza creadora del amor divino a
transformarse totalmente en Dios en los afectos más ardientes y abrasados
que salieron del corazón humano. En esta obra cumbre de la mística luliana
aparece en todo su esplendor y gallardía la apasionada personalidad de
Lulio. El amor místico acabará por vencer a los rigores ascéticos y a los
profundos análisis filosóficos que iniciaran la ciencia del amor luliano.
Este andamiaje subsistiendo en todo el cántico luliano, dándole vida y
expresión, es superado por la obra y el imperio del amor, que da lugar a
una consideración de importancia capital cuando intentamos analizar esta
excelsa obra luliana. En otro estudio se ha presentado a Lulio como el genio
de la mística española, y una de las razones que aducíamos era que él úni-
camente en la historia del misticismo español y en el misticismo universal
había dado una fundamentación filosófica a la mística con su metafísica de
las dignidades o atributos. Lulio había sido el filósofo genial no igualado
por nadie en este punto; él había tendido el puente de unión entre la filo-
sofía y la mística, mientras los demás místicos, unos habían utilizado la
filosofía escolástica esenciaHsta, impotente para salvar el vacío, la distan-
cia que separaba la esencia humana, contingente y finita del ser infinito
de Dios, y sin poder explicar este vacío, tenían que instalarse como solu-
ción obligada para explicar la mística en la teología o en los Sagrados
Textos, y desde Dios, haciendo renunciar a la esencia, naturaleza humana,

(3) M. MENÉNDEZ y PELAYO, La mística española. Madrid, 1956, p. 229, Y Ciencia


española, t. n, Madrid,1933, p. 88.
(4) M. MENÉNDEZ y PELAYO, La mística española. 1956, p. 166-167.
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no sólo a lo ilícito y desordenado, sino a su jurisdicción natural. Otros no


acudían a sistema filosófico alguno para explicar sus doctrinas espirituales;
aunque sin renunciar a la terminología filosófica, coincidiendo con los pri-
meros místicos en la impotencia para salvar la distancia que separaba al
ser humano del ser divino, también habían acudido estos últimos a la teo-
logía o a los Sagrados Textos para interpretar sus doctrinas místicas. Les
faltaba a unos y a otros el maravilloso engarce, hilo de oro, que uniese
al ser humano con el ser divino. Esto lo hizo Lulio con la metafísica del ser,
superior a la. metafísica de la esencia escolástica, y aquella genialidad de
Lulio fundamentaba filosóficamente a la mística, como veíamos en las an-
teriores obras analizadas: en el «Arte Amativa» y «Arbol de la filosofía del
amor». Aparece de tal manera en el «Cántico del Amigo y del Amado», que
si en el «Arte Amativa» y el «Arbol de la filosofía del amor» se ve al filó-
sofo, al metafísico formidable que es Lulio, poniendo 'los fundamentos que
levantará el magnífico palacio de su espiritualidad mística. aparecen sin
embargo en estas obras, discriminados, los elementos de aquel engarce, con-
junción maravillosa entre la filosofía y la mística, lo profundamente huma-
no de la metafísica del ser con lo divino de las excelsitudes místicas; en el
«Cántico del Amigo y del Amado» ese engarce queda tan sutilizado y
alambicado por la fuerza del amor, que parece que la mística del amor di-
vino todo lo llena, todo lo invade, todo lo hermosea, todo lo sublima. ¡Como
aparecen en toda su realidad aquellas exclamaciones de Lulio como varón
de amoresl: «Venid a mi corazón los amantes que queréis fuego y encen-
ded en él vuestras lámparas, venid a tomar agua a las fuentes de mis ojos,
porque yo en amor nací, y amor me crió, y de amor vengo, y en amor ha-
bito» (5).

El «Cántico del Amigo y del Amado» representa en la historia del pen-


samiento luliano el esfuerzo generoso de aquel abrasado corazón humano
por trasladarse del amor terreno al amor divino en la forma más poética,
más amorosa, más sentimental, más tierna que puede abrigar el corazón
humano.
Un gran tratadista luliano, refiriéndose al tema del amor en el pensa-
miento del místico español, ha hecho estas afirmaciones: «El Arbre de filo-
sofía d' amor» significa el momento final en el desenvolvimiento de la doc-
trina luliana del amor, la cual por su amplitud y elevación, por su arqui-
tectura y trabazón lógica y por su riqueza de doctrina y de matices, merece
una consideración preeminente dentro de la filosofía medieval (6).
(5) M. MENÉNDEZ y PELAYO, La mística española. 1955, p. 166.
(6) T. CARRERAS y ARTAU, Historia de la filosofía española. Madrid, 1939, p. 607-
608.
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No se puede admitir que esta obra, de recia contextura filosófica, pero


envuelta en un simbolismo oriental por el riquísimo ropaje con que la ima-
ginación luliana la hermosea, signifique el momento final en el desenvol-
vimiento de la doctrina luliana, del amor, aunque cronológicamente sea
posterior al «Cántico del Amigo y del Amado».
Uno de los aciertos geniales de Lulio en el campo de la mística ha sido
la fundamentación filosófica que dio a la mística, dentro de la filosofía
medieval, el engarce que hizo con su metafísica del ser humano con el ser
divino; donde ese engarce se va sublimando en aras del amor es en el
«Cántico del Amigo y del Amado». La mística luliana brilla mucho más
soberana y divina en esta obra que en el «Arbol de la filosofía del amor».
Si, como ha dicho un tratadista de temas filosóficos, «el misticismo consti-
tuye el substractum natural de la filosofía luliana» (7), en el «Libro del
Amigo y del Amado» el misticismo aparece paseándose triunfador llenando
todos los pensamientos filosóficos que hermosean con la nota del amor,
encendiendo las idas y venidas del Amigo y del Amado; llamas de amor
que todo lo envuelven, todo lo purifican hasta hacer desaparecer la escoria
y herrumbre de lo humano, para hacer que triunfe el amor divino, que apa-
rece dominador en ese singular combate y 'extraordinario torneo del amor.
Menéndez y Pelayo, tratando de San Juan de la Cruz, dijo con frases
acertadas· y elocuentes: «Pero hay una poesía más angélica, celestial y
divina, que ya no parece de este mundo, ni es posible medirla con criterios
literarios. Yeso que es más ardiente de pasión que ninguna poesía profana,
y tan elegante y exquisita en la forma, y tan práctica y figurativa como los
más sabrosos frutos del Renacimiento. Son las «Canciones Espirituales de
San Juan de la Cruz», la «Subida del Monte Carmelo», la «Noche Oscura
del Alma». Confieso que me infunden religioso temor al tocarlas. Por allí
ha pasado el espíritu de Dios, hermoseándolo y santificándolo todo (8).
El mismo crítico español, refiriéndose al «Cántico del Amigo y del
Amado», hizo estas afirmaciones, anteriormente citadas: «El Cántico del
Amigo y del Amado» es la joya de nuestra poesía mística, digna de ponerse
al lado de los angélicos cantos de San luan de la Cruz (9).
Pero hay otra razón interna, fuerte y poderosa que nos lleva a consi-
derar el «Libro del Amigo y del Amado» como la obra cumbre de la mís-
tica luliana. Una de las cualidades fundamentales que preparan el camino
para el misticismo clásico es el concepto de que el ascetismo consiste en
una introspección y un radical desasimiento sistemático, que dispone el ca-
mino para la invasión mística (10). La mística española, la auténtica mística
nacional, reconoce como uno de sus caracteres fundamentales la delicada
y profunda introspección que hace de la persona humana, que tanto apare-
ce en las obras de (11) Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Menén-

(7)T. CARRERAS y ARTAU, O. c. p. 342.


(8)M. MENÉNDEZ y PELAYO, La mística española. Madrid, 1956, p. 182.
(9) M. MElNÉNDEz y PELAYO, Orígenes de la novela. Introducción, 1943.
(10) HELMUT HATZFELD, Estudios literarios sobre mística española. Madrid, 1955,
p.19.
(11) HELMUT HATZFELD, O. c. p. 19. P. SÁINZ RODRíGUEZ, Introducción a la historia
de la literatura mística en España. Madrid, 1927, p. 285.
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dez y Pelayo, con certera visión de esta nota psicológica ,dominante en el


misticismo español, lo ha dejado expresado en estas frases: «Gala y carácter
del misticismo español es lo delicado y agudo del análisis psicológico en
que ciertamente se adelantaron los nuestros a los místicos del Norte, y esto,
a mi ver, hasta por tendencias de raza y condiciones del genio nacional,
visibles en la historia de nuestra ciencia. A nadie asombra el que Santa
Teresa diera por firmÍsimo fundamento de sus M oradas la observación in-
terior, sin salir de ella mientras no sale de la ronda del Castillo (12).
El «Libro del Amigo y del Amado» es un magnífico análisis psicológico
que Lulio hace del amor; metido en el interior, en el mundo de la interio-
ridad del Amigo y del Amado, describe maravillosamente el pensador es-
pañol, sin salirse de su ronda, la visión psicológica del amor, que en ese
Cántico ofrece Lulio, haciendo desaparecer la visión metafísica que le sir-
vió y prestó el estudio de las dignidades y atributos divinos en el «Arte
Amativa», y la visión simbólica del amor del fastuoso ropaje imaginativo
que acompañaba al tema del amor en el «Arbol de la filosofía del amor»;
en el «Cántico del Amigo y del Amado» todo es interior. En' este encen-
dido Cántico, desde la morada del Amigo, se abre una misteriosa corriente
de elevados pensamientos, amorosas embajadas, continuas idas y venidas
a la morada del Amado que, cual flechazos de amor, tienden en caza activa
a conquistar el corazón del Amado. Un agudo análisis psicológico del amor
en las moradas del Amigo y del Amado sitúa esta obra dentro del misti-
cismo de auténtica cepa nacional, como el de Santa Teresa de Jesús y San
Juan de la Cruz.
Por eso no admitimos la opinión del ilustre tratadista anteriormente cita-
do, que hace del «Arbol de la filosofía del amor» el final, la meta (13) del
desenvolvimiento de la doctrina luliana del amor. No es el «Arbol de la
filosofía» la cumbre de la mística luliana, aunque el tema del amor vaya
acompañado de la pompa oriental y aparezca envuelto en los majestuosos
arreos exteriores, que la rica y ardiente imaginación luliana les presta; esto
desvirtúa más el auténtico misticismo español que se caracteriza por el res-
peto que siempre tuvo a la persona humana. En él nunca tuvo lugar, ni
asomó en ninguno de los grandes místicos españoles, el peligro del pan-
teísmo que es frecuente en el misticismo universal y europeo cuando se
desliza hacia la heterodoxia (14).
El misticismo oriental, el misticismo árabe, tiende hacia el panteísmo.
Por eso en el «Arbol de la filosofía del amor», si Lulio ha empleado un
simbolismo que semeja al simbolismo oriental en el frondoso boscaje que
le acompaña, en el fondo persiste ese generoso e insinuante respeto a la
personalidad humana, que libró a Lulio de la nota panteísta. Pero, no obs-
tante, ese exterior, esa pompa de imágenes son algo accidental en la mís-
tica luliana, que aparece en toda su autenticidad en el «Cántico del Amigo
y del Amado»; todo es español en esta obra. El riquísimo contenido interior

(12) M. MENÉNDEZ y I'ELAYO, La mistica española. Madrid, 1956, p. 173.


(13) T. CARRERAS y ARTAU, Historia de la filosofía española. Madrid, 1939, p. 607.
(14) P. SÁINZ RODRíGUEZ, Introducción a la historia de la literatura mistica en
España. 1925-1926, p. 284. .
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que la .valora, como un acabado y detenido análisis psicológico del Amigo


y del Amado, y exteriormente, porque aparecen caldeadas en los ardorosos
y arrebatados acentos de amor que recuerda a los cantos angélicos de San
Juan de la Cruz, otro de los grandes místicos que ha tenido la gran escuela
mística española.
Lo más generoso, lo más subido del misticismo luliano está en el «Libro
del Amigo y del Amado». ¡Qué filosofía se contiene en esta producción
luliana 1 «Esta obra, dice un ilustre lulista, quizá como ninguna otra, con-
duce hasta la cúspide del pensamiento filosófico luliano» (15).
Discrepamos de la opinión de este tratadista luliano en la apreciación
escolástica que hace de la doctrina del amor luliano (16).
Anteriormente se indicó, y volvemos sobre este punto, que es de capital
interés, para entender el pensamiento místico luliano, que el pensador espa-
ñol no es escolástico, como se ha dejado expuesto a lo largo de otro estudio
filosófico; nuestra opinión se vio robustecida con la afirmación autoriza-
dísima de Menéndez y Pelayo. «Lulio, dice, no es un escolástico, sino un
pensador solitario». Por otra parte, el lulista anteriormente citado afirma:
«La solución está propiamente fuera de las cámaras; Lull la busca por la
vía ascético-contemplativa que conduce a la ciencia infusa». (17).
Si Lulio para encontrar la solución de su doctrina la busca rompiendo
con la red de su arte, ¿cuánto más lb hará con la lógica y metafísica escolás-
tica, que es más rígida y menos vital?
En el Prólogo de nuestra obra Raimundo Lulio, Genio de la filosofía y
mística española decíamos que estudiábamos a Lulio prescindiendo del
simbolismo oriental de su arte. Insistimos sobre esta idea porque, además
de seguir el pensamiento del mismo Lulio, que rompe no sólo con la filo-
sofía escolástica, sino con la lógica de su propia arte, existe una razón fun-
damental que abona en favor de nuestra tesis; los místicos no pueden ser
aprisionados en el molde de ninguna lógica, construida con principios y
reglas que esquematizan el pensamiento humano; sus elevaciones están
fuera de los alcances de toda lógica humana, por sutil que sea, y por eso
rompen las mallas humanas que les aprisionan. Lulio es un místico de pri-
mera categoría, y siendo esto así no se explica por qué el ilustre escritor
citado afirma: «que la sutileza escolástica invade, y en cierto modo apri-
siona, la doctrina luliana del amor» (18). Cuando todos los místicos han
roto las mallas de la escolástica (19), ¿cómo no había de romper con esas
mallas rígidas y esquemáticas Lulio, que en sus elevaciones místicas, y para
seguir el camino triunfal de sU amor místico, la solución, según el autor ci-
tado, el pensador español, la busca propiamente fuera de las cámaras y por
la vía ascético-contemplativa, que conduce a la ciencia infusa?
La mística, ciencia de Dios, nunca podrá ser aprisionada ni compren-
dida en los moldes estrechos de la ciencia humana, la lógica; aunque sea la
mística luliana que empieza con la metafísica el proceso iniciador, pero
(15) T. CARRERAS y ARTAU, Historia de la filosofía española. Madrid, 1939, p. 592.
(16) M. MENÉNDEZ y PELAYO, Los grandes polígrafos españoles, p. 161.
(17) T. CARRERAS y ARTAU, Historia de la filosofía española. 1939, p. 362.
(18) T. CARRERAS y ARTAU, O. C., p. 598.
(19) M. MÉNDEz BEJARANO, Historia de la filosofía española. Madrid 1922, p. 702.
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después la rebasa, para poder llegar a las regiones elevadas del amor, donde
el Amigo y el Amado se aman en voluntades concordantes, pero distintas
entre sí. La intuición que conduce a los místicos a las soberanas regiones
del amor nunca podrá ser comprendida ni encerrada en los estrechos y limi~
tados horizontes de la razón; sin embargo, Lulio conjuga maravillosamente
en su filosofía del amor la intuición con la razón humana, en la prestación
de los materiales metafísicos, que iniciará esa filosofía, con la intuición
soberana que fulguraba en la mente del pensador español y le impulsaba,
guiado por la gracia, a penetrar en las regiones excelsas de lo sobrenatural
y divino. i Conjugación maravillosa de la filosofía con la mística, que se rea-
liza en San Juan de la Cruz, pero que en Lulio encontró el mejor exponente,
el defensor más ilustre y el campeón más denodado de la conjugación de
estos dos extremos que en la historia del pensamiento humano han estado
separados: la filosofía de la razón con la filosofía del corazon que es el
amor. Conjugacion singularísima y extraordinaria que se realizó en Lulio,
como no se ha llevado a cabo por ningún filosofo del pensamiento español!
En el filosofo español se vio llevar a feliz término, mejor que en los
metafísicos de nuestro tiempo, la necesidad y la conveniencia de adaptar
los grandes problemas metafísicos a las multitudes; todo ello exornándolo
con sus apólogos y alegorías y, hasta para hacerlas más sensibles, con su
simbolismo que hacía más comprensibles las verdades más abstrusas, a las
que daba calor y vida con su encendido misticismo, al que apuntaba como
remate de su pensamiento filosófico en sus obras. Por eso en el Lulio armó-
nico y popular se dan la mano Santo Tomás y San Agustín, Aristóteles y
Platón, la inteligencia y el amor para hallar la verdad suprema, que es
Dios, y ello en formas sencillas y asequibles a las maSas. ¿Cuándo se res-
taurará su filosofía armónica y sintética? Entonces serían más conocidas
y vividas por el vulgo muchas cuestiones que le son desconocidas.

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En los vastos y universales horizontes de las doqtrinas lulianas aparece


el escritor, el filósófo, el inspirado poeta, el encendido vidente y el renom-
bre del Iluminado Doctor que la fama a través de los siglos ha divulgado
y distinguido en el polígrafo mallorquín. Lulio es sabio teologo, filósofo,
pensador, poeta y unO de los mayores místicos del mundo (20), en quien
se hizo carne y sangre el saber enciclopédico del siglo XIII (21); los acentos
más subidos del amor divino que escande cían al corazón y al espíritu de
Lulio están en el «Cántico del Amigo y del Amado».
(20) M. MENÉNDEZ y !'ELAYO, Historia de las ideas estéticas en España. II, 1947,
p.80.
(21) M. MENÉNDEZ Y PELAYO, Ensayos de critica filosófica. Madrid, 1918, p. 288.
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En estas obras aparece el tema del amor en sus manifestaciones psicoló-


gicas; por eso el análisis de esta producción luliana nos llevará a ver la vi-
sión psicológica del amor. La nota más sublime del pensamiento filosófico
luliano se manifiesta en esta obra singular; el Lulio que ha rebasado la vi-
sión profunda de la metafísica, el pensador que recorrió los amplios hori-
zontes del conocimiento humano con la visión universal de su pensamiento
aparece en esta obra magistral, llegando con la visión elevada de su mismo
pensamiento filosófico a las cumbres rosadas del amor puro, amor divino;
allí se conjugan el filósofo y el poeta para cantar las excelencias del amor,
provocando en el Amigo una serie de realidades psicológicas que están
dentro del campo de la filosofía. En este libro está sintentizada tanto la
filosofía como la mística luliana.
Incluimos este libro en este estudio de la filosofía del amor porque es la
culminación del amor en Lulio. Los versos lulianos parecen encendidos
dardos, que en flujo y reflujo van del corazón del Amigo al Amado, para
la conquista y posesión del Amado.
El «Cántico del Amigo y del Amado» parece un poema oriental por su
poesía, por el romanticismo de esta poesía que seduce y embarga. Menén-
dez y Pelayo, que con tan certer,a visión estudia a Lulio, analizando el
«Libro de la Contemplación» y el «Cántico del Amigo y del Amado», apun-
tó estas elocuentes frases: «Pero lo más exquisito, lo más acendrado, lo
más puro de su alma, la quinta esencia de su espíritu, quedó en las efu-
siones místicas del inmenso volumen de las Contemplaciones, en el «Cán-
tico del Amigo y del Amado», que es la joya de más quilates que encierra
el tesoro luliano. Obras son éstas a un tiempo de ciencia y de arte, yen ellas
se reproduce el singular fenómeno que, a través de los siglos, une en su
forma exterior las manifestaciones más diversas >del pensamiento idealista,
haciendo que eh Platón, como en Lulio, en Cabirol y en León Hebreo,
como en Bruno o en Schelling, el elemento artístico se desborde sin diques
ni barreras y convierta la filosofía en una especie de poética. y deslumbra-
dora teosofía, donde el mito, la alegoría y el símbolo parecen la única
vestidura digna de concepciones que ya en su origen tuvieron, por lo menos,
tanto de poéticas como de metafísicas, si es que la metafísica y la poesía
no se identifican totalmente en su aspiración ideal y en sus determinacio-
nes más altas» (22).
En el «Cántico del Amigo y del Amado» se plantean cuestiones sutiles
acerca del amor que quedan sin resolver (23).
Procuramos en otro estudio sobre Lulio darles una solución acertada.
En otros versos, Lulio presenta a un definicionario del amor (24); también
se señalan los confines del amor (25); se da una fenomenología del
amor (26); el mundo de las criaturas es representado por sus semejanzas

(22) M. MENÉNDEZ y PELAYO, Ensayos de crítica filosófica. 1918, p. 51.


(23) Estas cuestiones aparecen especialmente en los versos 132, 158, 160, 223, 224,
236, 247, 250, 257, 264, 273, 315" 326, 344, 345, 347, 349, 352 Y 254.
(24) Versos: 62, 70, 235, 170, 171, 295.
(25) Versos: 199, 117, 97, 198.
(26) Versos: 45, 8, 178, 196, 71, 72, 57, 31, 9, 51, 188, 361, 342.
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al Amado (27). Con gran ingenio presenta Lulio las sendas que conducen al
Amado .(28), y la naturaleza, perfecciones y virtudes del Amado (29). Atri-
buye Lulio a Dios la mayor perfección digna de ser amada (30). Se puede
considerar al Amado en relación con las cosas finitas creadas y limita-
das (31); aparecen los instrumentos con los que el Amigo puede disponer
para amar (32); resalta la superioridad del entendimiento sobre la volun-
tad (33); sin perder de vista la igualdad y la concurrencia de las tres po-
tencias del alma en el tema del amor (34). Con profundo sentido filosófico
y abundancia de imágenes, da a conocer Lulio cómo se realiza la unión
del Amigo y del Amado (35), y llega el ingenio de Lulio hasta hacer un
esbozo del arte de amar (36).
Pero contemplando el majestuoso palacio de espiritualidad que Lulio
ha levantado en el «Cántico del Amigo y del Amado», no se puede romper
y analizar esta obra por apartados y separaciones que desmoronan y arran-
can las piedras preciosas y los potentes muros que la sostienen. El «Cán-
tico del Amigo y del Amado» aparece como un bellísimo jardín en el cual
crecen lozanas y fragantes flores de todas las latitudes, y la labor del pen-
sador y del filósofo ha de consistir en contemplarlas en su frescura y loza-
nía y sin pretender arrancarlas y separarlas de las demás, admirando su
hermosura y penetrando con intuición reveladora para extraer del fondo de
cada una las esencias que dan a esta obra tanta profundidad. En unos versos
aparecerá la filosofía, en otros serán aromas de poesía y rigores de ascé-
tica; de lo profundo de esa obra se levantan geniales conceptos que llevan
al pensador español a conjugar la filosofía con la ascética y la mística. En
otros versos se presenta Lulio como el precursor de una nueva corriente
mística, y finalmente en todo el «Cántico del Amigo y del Amado» rebasa
y corona esta producción luliana el ardor místico, las más elevadas efusio-
nes místicas que han salido de los corazones más apasionados que han exis-
tido en el mundo.
Por eso; creímos conveniente espigar uno por uno los numerosos versos
que integran el «Cántico del Amigo y del Amado», para formar con ellos
una unidad sin divisiones ni estancamientos que romperían su hermosura,
su verdad y su belleza.
En tema tan sugestivo como el del amor existen caminos que llevan al
Amigo al Amado: «Las sendas por donde el Amigo busca a su Amado, lar-
gas son y peligrosas, llenas de consideraciones, suspiros y llantos e ilumi-
nadas de amores» (37).
He aquÍ la filosofía de Lulio ,que aparece una vez más hermoseada y
sensibilizada con el color que le prestan los suspiros y llantos iluminados
(27) Versos: 40, 50, 332, 359, 160.
(28) Versos: 2, 90, 314, 329, 346.
(29) Versos: 37, 39, 90.
(30) Versos: 269, 267, 270, 272, 271, 288.
(31) Versos: 285, 286, 111.
(32) Versos: 366, 107.
(33) Verso: 10.
(34) Versos: 131, 74, 365, 103.
(35) Versos: 44, 203, 50, 211, 82, 83, 115.
(36) Versos: 33, 76, 292, 294, 80, 102, 85.
(37) RAMÓN LLULL, Llibre d'Amic e Amat, Llibre d'Ave María. 1927, p. 26.
282 JUAN SÁIZ BARBERÁ

con los resplandores que le trae el amor. Las sendas, los caminos que con-
ducen al Amigo, las recorrerá primero la filosofía con las consideraciones
que le presta el entendimiento, pero las terminará acompañado del amor;
porque en este camino del amor que ha descubierto Lulio se mezclan el
entendimiento y la voluntad. El entendimiento llega antes que la voluntad
a la presencia del Amado, aunque corran los dos como en certamen (38).
Parece que Lulio, con visión genial, quiere hacer esta observación; se
puede decir «que la voluntad (el amor) ilumina, y que el entendimiento
desea». «La voluntad inflama un amor que guía e ilumina; el entendimien-
to eleva una luz que afecciona» (39).
y aquÍ aparece claramente señalado el sentido ecléctico que tiene la
mística luliana, porque, como toda mística, es sabiduría de amor; pero
amor sabio, iluminado, resplandeciente como la luz del mediodía, porque
va acompañado de las luces y consideraciones del entendimiento, y esa
sabiduría de amor, que es la mística luliana, se convierte en amor de sabi-
duría al ser acompañado por el conocimiento que le presta el entendimien-
to; y así desde los primeros balbuceos del hermoso «Cántico del Amigo y
del Amado» aparece ya en Lulio el sentido ecléctico que había de abrir
e informar aquella gloriosa corriente mística ecléctica española, de la que
el pensador español fue el fundador, y que se vio posteriormente en Osuna,
Luis de León, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.
«Largos parecen estos destierros y durísimas estas prisiones». «¿Cuán-
do llegará el tiempo en que cesarán en él mundo las tinieblas y los caminos
del infierno, para que cesen las ca.rreras infernales? ¿Cuándo se gloriará
el Amigo de morir por su Amado, y cuándo verá el Amado a sU Amigo en-
fermar por su amor?» (40).
La embriaguez mística llena desde los primeros versículos esta obra
luliana que parece un breviario del amor divino. Con esta embriaguez mís-
tica seguirá Lulio tocando todas las consideraciones, todos los pensamien-
tos, todas las sutilezas, todos los razonamientos que le preste la filosofía.
Esta embriaguez mística respiran las frases citadas anteriormente:
¿Cuándo verá el Amado a su Amigo enfermar por su amor, y cuándo se
gloriará el Amigo de morir por su Amado?
La conquista del amor místico del Amigo y del Amado se hace por un
torneo amoroso, la caza activa por parte del Amigo y del Amado. El Amigo
recibe en cambio las misteriosas corrientes del amor que el Amado le envía
para dejarle en la embriaguez amorosa mística. «El Amigo dijo a su Amado:
Tú que llenas al sol de resplandor, llena mi corazón de amor. Respondióle
el Amado: A no estar tú lleno de amor, no derramarían lágrimas tus ojos,
ni tú habrías venido a este lugar para ver a tu Amado» (41).
El hondo misticismo que llena los versos lulianos no prescinde de los
rigores ascéticos, pero es para convertirles en amor; el amor baña y en-
vuelve al dolor; aparece la gallardía y el heroísmo del amor que todo lo

(38) M. MENÉNDEZ y PELAYO, La mística española. Madrid, 1956, p. 229, Y Ciencia


española. 1933, t. TI, p. 87.
(39) FRAY LUIS DE LEÓN, Los nombres de Cristo. Madrid, 1907, p. 257.
(40) RAMÓN LLULL, O. C., p. 27.
(41) O. C., p. 27.
LIBRO DEL AMIGO Y DEL AMADO 283

puede, todo lo alcanza, todo lo penetra, todó lo ilumina: «Preguntó el


Amado a su amigo, ¿te acuerdas de cosa alguna que yo te haya remune-
rado, para que tú quieras amarme?» «Sí, respondió el Amigo, pues entre
los trabajos y placeres que me das no hay diferencia» (42).
«Dime, Amigo, preguntó el Amado, ¿tendrás paciencia si te doblo tus
dolencias?» «Sí, respondió el Amigo, con que dobles mis amores» (43).
«Preguntó el Amado al Amigo, ¿sabes tú lo que es amor?» Respondió el
Amigo: Si no supiera qué es amor, ¿sabría qué cosa es trabajo, tristeza
y dolor» (44).
«Preguntaron al Amigó: ¿Por qué no respondes a tu Amado que te
llama? Respondió el Amigo: Ya me ofrezco a padecer grandes peligros
porque él venga y lo hablo ya deseando sus honras» (45) (verso 11).
«Amigo insensato, ¿por qué acabas tu cuerpo, gastas tu dinero y dejas
las delicias de este mundo, y andas despreciado de las gentes? Respondió
el Amigo. Para honrar los honores de mi Amado, el cual es desamado y
deshonrado por más hombres que amado y honrado» (46) (verso 12).
Como aparecen estos versos escandecidos de amor del varón de amo-
res que era Lulio; la locura de amor que embargaba a aquel espíritu ge-
neroso y aquel gran corazón del siglo XIII. Parece que estamos oyendo
resonar en estos versos lulianos las frases paulinas. «¿Quién, pues, podrá
separarnos del amor de Cristo? ¿Será la tribulación? ¿O la angustia? ¿O
el hambre? dO la desnudez? dO el riesgo? ¿O la persecución? ¿O el cu-
chillo? Por tí, oh Señor, somos entregados cada día en manos de la muer-
te [ ... ] Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles,
ni principados, ni virtudes, ni lo presente, ni lo venidero, ni la fuerza o
violencia, ni todo lo que hay de más alto, ni de más profundo, ni otra
ninguna criatura, podrá jamás separarnos del amor de Dios, que se funda
en Jesucristo nuestro Señor» (47).
Cómo recuerdan estas exclamaciones inflamadas del místico mallor-
quín la frase agustiniana: «Ama y haz lo que quieras.»
Pero con estas llamas de amor que envuelve la mística luliana se mez-
cla la ascética que lleva al espíritu en alas de ese amor a la cumbre de
la perfección cristiana, que es el tercer grado de humildad. Locura del
amor en Lulio, como en San Pablo, como en San Agustín y en San Ignacio
de Loyola; única ciencia del amor. Quien como el abrasado Doctor Ilu-
minado ha definido el amor místico, «se hallaba entre creencia e inteli-
gencia, fe y ciencia» (48).

(42) lb.
(43) lb.
(44) o. C., p. 28.
(45) lb.
(46) lb.
(47) Rom 8, 35-36, 38-39.
(48) RAMÓN LLULL, O. C., p. 67.
284 JUAN SÁIZ BARBERÁ

111

Toda la mística y ascética en conjunción maravillosa parecen desfilar


por la mística que respiran los versos lulianos.
Así se dan la mano en Lulio, San Pablo, con su arrebatada y encendida
caridad; San Agustín, con los poderosos resortes y los misteriosos poderes
que encierra la filosofía del amor, y la ascética austera que penetra hasta
lo más profundo del espíritu humano, para arrancar el amor propio y lle-
varle en heroico grado de humildad hasta el amor de Dios. He aquí la
ciencia del amor, ciencia de amor que conduce, según San Agustín, hasta
el desprecio de sí mismo, como el amor propio conduce hasta el desprecio
de Dios. Locura de la cruz que envuelve en los resplandores y en las
ardientes efusiones del amor, y termina por ser locura de amor, que el
Doctor Iluminado, a pesar de la sorprendente originalidad de su mística
y de su pensamiento filosófico, y el haber sido el fundador de la escuela
mística ecléctica española, que hace intervenir el conocimiento y el amor,
aparece como un hijo auténtico de San Francisco de Asís (49). El Santo
que no puede pensar en la pasión sin llorar (50). El Santo que más se
señala por su amor al Crucificado. .
El Amigo en Lulio llora por los dolores y deshonras del Amado, y bus-
ca el sufrir, el padecer como compensación. Tal fue la consigna de Santa
Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz: «o padecer o morir», «pero más
bien sufrir y ser despreciado por Ti»; San Juan de la Cruz escogerá con
gozo místico la humillación y el desprecio por Dios.
Aquí tenemos un nuevo campo de experiencia luliana que deja ver
al gran filósofo del siglo XIII, que asimiló las grandes teorías filosoficas
que habían existido hasta entonces, y las transformó en algo propio, dán-
doles un matiz de originalidad sorprendente al ponerlas el lazo de unión
que conjugó lo que hasta entonces había estado separado para hacer re-
surgir en maravillosa fecundidad y floración filosófica un sistema original,
donde el pensador y el filósofo se unen con el místico, y la razón que
discurre se conjuga con la intuición, para recibir de ellas nuevos impul-
sos y descubrir nuevos horizontes en la ciencia del saber humano y en la
ciencia del saber divino que es la mística. Del mismo modo que en el cam-
po de la mística vemos en Lulio desfilar las colosales figuras del espiritua-
lismo cristiano que se encuentran en su doctrina del amor, que recuerda
y sublima esas figuras con la nota culminante en el misticismo luliano que
es el mismo amor divino; San Pablo, el doctor de las Gentes; San Agustín,
(49) A. TANQUEREY, La divinación del sufrimiento. Buenos Aires, 1946, p. 174.
(50) A. TANQUEREY, o. e., p. 174.
LIBRO DEL AMIGO Y DEL AMADO 285

el doctor de la gracia; San Bernardo, doctor melífluo; San Ignacio de Lo-


yola, maestro de la ascética cristiana y los serafines del Carmelo; San Juan
de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, se dan la mano en la mística luliana;
de todos tiene, y de todos participa, sin parecer, ni seguir a ninguno; por-
que si Lulio fue original en su sistema filosófico, original v muy personal
es en su misticismo, que añade como meta distintiva que le caracteriza y
separa de todos los místicos de la Edad Media, cuyo ascetismo buscaba
el compadecerse de los dolores de Cristo (51), la visión compasiva y repa-
radora del Amado, completándola con los sufrimientos, trabajos y dolores
pasados por él.
Los versos lulianos del amor, como los de Santa Teresa y los grandes
místicos, no parecen escritos ni compuestos, ni tejidos en el telar de la
inteligencia humana, sino nacidos como el lirio en el monte y las rosas
en el valle, sin otro cuidado ni beneficio que el que llovió del cielo, y el
que les vino de la pureza de los aires montañosos y de la sabia de la
tierra, en donde puso Dios todos los colores del iris y todos los aromas
y perfumes para las flores. Los versos encendidos de Lulio son lágrimas
del desterrado que llora por la Patria; son suspiros del amor que codicia
el Amado con anhelos de Angel; son amaritud dulcísima que hiere las en-
trañas, porque nos recuerda a los mortales que hemos nacido para el cielo,
y que sólo está allí nuestro descanso con la alegre plenitud de la dicha.
Lulio cantaba de lo que abundaba en su corazón, que era el amor di-
vino, de aquel amor que lo sacaba fuera de sí, iY cuántos requiebros de
amor exhalaba su corazónl
Así son los versos del «Cántico del Amigo y del Amado»; ardientes
acentos de un alma enamorada de Dios.

JUAN SÁrz BARBERÁ, PBRO.

(51) A. TANQUIDREY, La divinacián del sufrimiento. Buenos Aires, 1946, p. 173.

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