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LA SEGURIDAD SOCIAL
I. SU UBICACIÓN CONSTITUCIONAL
Su encuadre.
1. — La tercera parte del art. 14 bis está dedicada a la seguridad social. La locución
“seguridad social” ha adquirido ya curso idiomático en el mundo del derecho, y se ha
reflejado en el constitucionalismo social contemporáneo. La reforma de 1957 la incorporó al
texto nuevo, conforme a las elaboraciones que la doctrina tenía ya efectuadas en el país.
Las acepciones de la seguridad social son múltiples. Una primera, demasiado lata, la hace
coincidir con el bienestar general de la comunidad, pero para mentarlo no hace falta entonces acuñar
una terminología nueva y diferente.
Descartado este concepto, los otros dos más ceñidos entienden por seguridad social: a) la
protección y cobertura de los riesgos comunes a todos los hombres, como enfermedad, vejez,
desempleo, muerte, accidente, etc.; b) la protección y cobertura de esos mismos riesgos con respecto a
los trabajadores.
Entre estos dos aspectos, la nota distintiva radica no tanto en las contingencias amparadas, sino
más bien en los sujetos a quienes se ampara, que como queda expuesto, son todos los hombres en el
inc. a), y solamente los trabajadores en el inc. b).
Normalmente, la reserva del término “seguridad social” para el sector de los trabajadores se
refleja en un sistema que, para cubrir los riesgos apuntados, se financia con cotizaciones o aportes
destinados al pago de las prestaciones respectivas. Cuando, en cambio la seguridad social se extiende a
todos los hombres, su campo incluye también la llamada asistencia social que, generalmente, se
caracteriza como gratuita (en el sentido de que en su financiación no interviene el beneficiario).
En un primer momento, esos “eventos” fueron solamente riesgos o infortunios, como la vejez, la
enfermedad, el accidente de trabajo, la muerte, etc., que causan daño o que reducen o eliminan la
posibilidad de trabajar y de recibir el salario. De inmediato, se pasa a hablar más bien de
“contingencias”, y a involucrar en esta palabra muchos eventos que no son infortunios, pero que
también limitan o impiden la actividad y el salario, y que demandan gastos suplementarios; por
ejemplo, la maternidad, las cargas de familia.
Un tercer enfoque amplía más las cosas, e incorpora situaciones que ya no son infortunios, y
quizás tampoco eventos, pero que originan necesidades a las que la seguridad social debe atender; así,
los gastos de vacaciones o de estudio.
La seguridad social, enlazada a una idea de bienestar, se viene a convertir entonces en una forma
de liberación de la necesidad. Sus beneficios pueden ser en dinero o en especie (atención médica y
farmacéutica, provisión de prótesis y elementos de rehabilitación, alojamiento, etc.).
4. — El derecho de la seguridad social que a través de la ley da desarrollo al art. 14 bis es
“derecho común” y no derecho federal.
Ver lo que hemos afirmado genéricamente en el cap. XX nº 66.
La previsión social.
6. — La norma constitucional comienza estipulando que el estado otorgará los beneficios
de la seguridad social, que tendrá carácter de integral e irrenunciable.
LA SEGURIDAD SOCIAL
Durante mucho tiempo se tuvo por cierto, sobre la base de la tradición existente en el
sistema argentino de la seguridad social, que la cláusula significaba que la concesión de las
prestaciones y su pago habían de estar a cargo del estado.
Simultáneamente, y desde los primitivos regímenes parciales que fueron creados por diversas
leyes para actividades distintas, la financiación de los beneficios tuvo también variantes, acogiendo
sucesivamente fisonomías aproximadas al sistema de capitalización y al de reparto, pero siempre con
la tónica adicional de la debida participación del estado para asegurar el principio de la solidaridad
social en cada régimen.
La cláusula según la cual “el estado otorgará los beneficios de la seguridad social” ha planteado la
duda acerca de la constitucionalidad de prestaciones de la seguridad social que, en vez de estar a cargo
del estado, lo están a cargo del empleador. Así, las indemnizaciones por incapacidad que debe abonar
la parte patronal. Enfocando ese caso, la Corte ha sostenido que la mencionada cláusula “no significa
que la cobertura de las contingencias sociales (invalidez, vejez, muerte, cargas de familia, maternidad,
accidentes del trabajo, enfermedades profesionales y comunes, desempleo) debe estar exclusivamente
a cargo del estado y financiada por éste, sino que hace referencia a los objetivos que corresponde
cumplir al legislador” (caso “Mansilla c/Cía. Azucarera Terán”, del 30 de marzo de 1982). Por ende, el
derecho judicial admite que la ley grave al empleador con el pago de prestaciones de seguridad social
que cubren contingencias dentro de la relación de trabajo o relacionadas con ella.
Además, la cláusula que estipula que los beneficios del “seguro social” estarán a cargo de
“entidades nacionales o provinciales” deja cierto margen para interpretar que, en su aplicación a
prestaciones previsionales de la seguridad social que no son, estrictamente, un “seguro”, sino una
jubilación o pensión, la alusión a entidades “nacionales” y “provinciales” sólo significa repartir
federativamente las competencias que en materia de seguridad social corresponden al estado federal y
a las provincias según el ámbito de la actividad laboral protegida, pero que no alcanza necesariamente
para obligar a que, en cada uno de esos ámbitos, la entidad o el organismo que se hace cargo de las
prestaciones deba ser “estatal”.
En cambio, el “seguro social” en sentido propio parece que debe estar necesariamente a cargo de
entidades estatales porque así lo exige literalmente la norma respectiva.
7. — De todos modos, juzgamos insoslayable admitir que el art. 14 bis vertebra el sistema
de la seguridad social a tenor de un eje que requiere: a) la protección y garantía del estado; b)
la movilidad de los beneficios; c) el respeto de los derechos adquiridos que se resguardan en
la inviolabilidad de la propiedad del art. 17.
8. — Las fórmulas normativas que dicen: “el estado otorgará” y “la ley establecerá”
marcan una operatividad análoga a las cláusulas de la primera parte del art. 14 bis, y por eso
obligan al congreso inmediatamente sin dejarle opciones temporales dilatorias, de modo que
la mora legislativa traduce, después de un lapso razonable, inconstitucionalidad “por
omisión”.
Ante la imperatividad que trasluce la norma que, en forma conjunta, dice que la ley
establecerá el “seguro social” y las “jubilaciones” y “pensiones”, podemos arribar a las
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Su encuadre.
10. — La tercera parte del art. 14 bis prosigue ordenando que la ley establecerá las
jubilaciones y pensiones “móviles”.
Las jubilaciones se otorgan a una persona en razón de una actividad laboral cumplida por
ella misma, sea en relación de dependencia, sea independiente o por cuenta propia. Las
pensiones derivan de la jubilación a favor de los causahabientes de la persona jubilada o con
derecho a jubilación.
b) el goce del beneficio, que se traduce en el cobro de una suma de dinero, normalmente
periódica, y que a pesar de no ser intangible y poderse disminuir para el futuro, no admite
rebajas que sean confiscatorias. (Ver cap. XVII, nº 11).
Esto significa que si bien el derecho de quien se jubila queda fijado por la ley que rige el
otorgamiento del beneficio, no hay derecho a que, en cuanto al monto y la movilidad futuras, dicha ley
se mantenga durante todo el tiempo de percepción.
a) No obstante, si en esa regulación sustitutiva de la movilidad la nueva ley es —acaso—
declarada inconstitucional, la Corte ha interpretado razonable aplicar el régimen a cuyo amparo se
obtuvo el beneficio.
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d) El “congelamiento” por término incierto de los haberes jubilatorios ha sido declarado
inconstitucional por la Corte, por configurar un claro apartamiento de la pauta de movilidad
que preceptúa el art. 14 bis.
e) En cuanto a los denominados “topes” que fijan un haber máximo para los beneficios, la
Corte los ha reputado constitucionales, pero siempre bajo reserva de que el monto que no
puede sobrepasar el máximo legal no padezca, a causa del mismo tope, de confiscatoriedad.
En rigor, pensamos personalmente que la reducción que dicho tope puede aparejar no debe frustrar
el principio de proporción razonable y sustitutiva del haber de jubilación en comparación con el de
actividad que, vale recordarlo, fue objeto de aportación y contribución por el total del sueldo.
f) En otro orden de cosas, la Corte tiene dicho que las leyes sobre beneficios previsionales deben
interpretarse atendiendo a la finalidad que con ellas se persigue por lo que no debe llegarse al
desconocimiento de derechos sino con extrema cautela.
g) Es asimismo jurisprudencia de la Corte que la actualización de los beneficios ha de procurar que
se mantenga el nivel de vida alcanzado durante la actividad laboral, sin perjuicio de que, en orden a
pautas concretas y probadas, aquella actualización se realice conforme al estado financiero del
sistema.
La movilidad y la inflación.
15. — Es verdad que al tiempo de incorporase el art. 14 bis por la reforma de 1957 la
inflación ya producía la pérdida paulatina del valor adquisitivo de la moneda, lo que nos hizo
suponer que la pauta obligatoria de movilidad para las jubilaciones y pensiones fue prevista
para subsanar las alteraciones en el signo monetario y, de reflejo, en la capacidad adquisitiva
de los beneficiarios.
No obstante, más allá de la circunstancia histórica de la época —acentuada en mucho
posteriormente— hemos de entender ahora que la movilidad no presupone únicamente una
necesaria actualización monetaria frente al deterioro que produce un proceso inflacionario,
sino un ajuste periódico que, sin congelamiento del haber, y aunque no haya inflación,
mantenga al jubilado en una situación de permanente relación proporcionalmente razonable
entre pasividad y actividad.
16. — Por eso, toda prohibición legal de indexación —como la que impuso en 1991 la ley
23.928— no alcanza para impedir que, de acuerdo con la constitución:
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a) el haber de las prestaciones siga sometido a movilidad, porque aunque no haya
inflación, debe siempre reflejar la necesaria proporción razonable con el haber de actividad;
y, además,
b) si acaso hay inflación, ésta se tome en cuenta para actualizar la pérdida del valor
monetario, aunque la “indexación” se encuentre legalmente vedada.
No aceptamos la tesis de que la jurisprudencia de la Corte (que en forma constante reiteró siempre
la necesaria proporcionalidad sustitutiva del haber jubilatorio en relación con el de actividad) no fue
una aplicación directa del principio constitucional de movilidad del art. 14 bis, sino una mera
interpretación de leyes que en su momento fueron dando desarrollo a ese principio y que, al
extinguirse su vigencia, impiden asignar a aquella jurisprudencia el carácter de un axioma
constitucional inconmovible. (La tesis que rechazamos fue sostenida minoritariamente en un voto
concurrente de tres jueces de la Corte en la sentencia del 27 de diciembre de 1996 en el caso
“Chocobar Sixto Celestino c/Caja Nacional de Previsión para el personal del Estado y Servicios
Públicos”.)
18. — Debemos recordar que el derecho jubilatorio y pensionario tiene, además del art. 14 bis,
otra ascendencia constitucional reconocida desde mucho antes de la reforma de 1957, en el derecho de
propiedad.
Como extracto de esta base, téngase en cuenta que el derecho judicial ha reconocido sin
discrepancias que: a) son constitucionales los aportes y contribuciones de empleadores y trabajadores
para integrar el fondo común con que los organismos previsionales atienden al pago de los beneficios
previstos en la ley; b) son constitucionales las obligaciones de afiliación y de aportación forzosas; c) la
aportación no confiere, por sí sola, un derecho a la jubilación futura, aunque es condición normal para
su otorgamiento: d) el beneficio jubilatorio no está en relación económica estricta con los aportes
efectuados; e) la no obtención del beneficio dentro de un régimen legal no presupone, por el solo
hecho de la exclusión, que el aporte implique una confiscación, o que haya derecho a conseguir su
reintegro cuando la ley no lo admite; f) el beneficio otorgado importa, para su titular, la adquisición de
un status que queda protegido por el derecho constitucional de propiedad inviolable y que ingresa a su
patrimonio con carácter, en principio, irrevocable.
19. — Los organismos que otorgan los beneficios de la seguridad social, cuando son del
estado federal o de las provincias, han de gozar de autonomía financiera y económica, lo que
parece caracterizar a las entidades autárquicas; pero la cláusula también deja margen para su
posible organización como entes públicos “no estatales” (o “paraestatales”).
Para gozar de la autonomía referida, es menester que cuenten con patrimonio propio, lo que
sugiere la idea de que el sistema es contributivo, y de que la aportación de los interesados vinculados
al sistema no podría suplirse totalmente con fondos exclusivos del estado.
Los organismos de la seguridad social han de ser administrados por los interesados con
participación del estado, lo que impone integrar sus órganos con afiliados.
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20. — Del fallo de la Corte en el caso “Spota”, del 25 de julio de 1978, se desprende que lo
prohibido es la “superposición” y no la “multiplicidad” de aportes, por manera que si se desempeña
más de una actividad, no es inconstitucional contribuir por cada una.
Un principio similar utilizó la Corte en el caso “Santoro Guillermo”, del 28 de mayo de 1995,
cuando interpretando la ley 18.037 estableció la improcedencia de la doble afiliación al sistema
nacional y al de la provincia de Buenos Aires de un profesional farmacéutico que se desempeñaba en
relación de dependencia en una empresa en jurisdicción provincial.
21. — Del derecho judicial de la Corte se desprende que los obligados a aportar a un régimen u
organismo de seguridad social han de tener una razonable relación con el mismo, y que por faltar esa
relación no puede gravarse a un sector en beneficio exclusivo de otro (hay declaración de
inconstitucionalidad de normas que —por ej.— imponían a un sector de comerciantes e industriales la
obligación de aportar sobre el producto de las ventas de instrumental empleado por profesionales del
arte de curar, a favor de la caja de previsión que afiliaba a esos profesionales).
La competencia provincial.
24. — Es poco claro el enunciado de que el seguro social estará a cargo de entidades nacionales
(que nosotros llamamos federales) o provinciales.
Sugerimos las siguientes premisas:
a) Radicada en el estado federal la competencia legislativa que proviene doblemente del art. 75
inc. 12 y del propio art. 14 bis hay que interpretar qué quiere decir la norma cuando consigna que el
seguro social estará a cargo de entidades nacionales o provinciales. ¿Deja una opción amplia y
libérrima? ¿O, al contrario, esa opción sólo está destinada a salvar la competencia provincial para el
caso exclusivo de ciertas actividades circunscriptas al territorio provincial?
b) La respuesta que vamos a dar es aplicable no sólo a un régimen de seguro social, sino también
al de jubilaciones y pensiones. Con ese alcance amplio, tiene probabilidad de acierto constitucional la
opinión que sólo reconoce a la competencia provincial la facultad de “legislar” y “administrar” un
sistema de seguridad social limitado a las actividades o trabajos sobre los cuales las provincias tienen
potestad para regularlos. Así, sin duda alguna, el empleo público en la administración local. Y si se
acepta que el poder de policía provincial permite a las provincias reglar el ejercicio de profesiones
liberales, también hay que conceder que pueden dictar leyes, y crear y administrar organismos de
seguridad social para otorgar prestaciones (de seguro social o de jubilaciones y pensiones) a quienes
en su jurisdicción ejercen tales profesiones (abogados, médicos, ingenieros, etc.).
c) Otra interpretación adicional permite considerar asimismo que la fórmula de “entidades
nacionales o provinciales” deja opción para que la “administración” y la “gestión” de la seguridad
social se descentralicen en ámbitos locales para aplicar en ellos las leyes que en la materia tiene que
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dictar el congreso para todo el territorio. (Esta interpretación se avala con la reserva que hace el art. 75
inc. 12 para que los códigos de derecho común sean aplicados sin alteración de las jurisdicciones
locales por los “tribunales” de provincia, la cual reserva daría pie para preservar también esa misma
aplicación por organismos “administrativos” locales.)
25. — El derecho judicial de la Corte no ayuda a esclarecer demasiado las cuestiones recién
aludidas.
Una sentencia del 8 de noviembre de 1983, en el caso “Provincia de Buenos Aires c/Dirección
Nacional de Recaudación Previsional” invocó “facultades concurrentes de la nación y de las
provincias, sin que pueda admitirse que la constitución las haya centralizado exclusivamente en el
gobierno nacional”, lo que deja duda acerca de si la aludida “concurrencia” de competencias es
ejercitable por las provincias más allá de lo que es propio de la relación de empleo público provincial.
Hay —no obstante— jurisprudencia de la misma Corte que al admitir la constitucionalidad de
“cajas forenses provinciales ha sostenido que tales organismos pueden ser creados por las provincias
en el ámbito propio de su poder de policía local sobre el ejercicio profesional, y sobre una materia que
hace a la seguridad social (ver, por ej., el fallo de agosto 21 de 1973 en el caso “Sánchez Marcelino y
otro c/Caja Forense de la provincia del Chaco”).
La reforma de 1994.
26. — La cláusula añadida al art. 125 de la constitución por la reforma de 1994 no dilucida el
problema sino parcialmente. En efecto, dice que “las provincias y la ciudad de Buenos Aires pueden
conservar organismos de seguridad social para los empleados públicos y los profesionales”, pero no
dice que pueden “tener” o “crear” tales organismos.
El uso del verbo “conservar” dejaría entrever que les está permitido mantener los organismos que
al tiempo de la reforma existían en sus jurisdicciones, pero atento que muchas provincias los
transfirieron al sistema nacional no está claro si podrían recuperarlos para su órbita local.
La absorción centralista de los sistemas y las entidades de seguridad social provinciales por el
estado federal no nos merece adhesión, porque creemos que conspira contra nuestra tradicional
descentralización federal y contra la autonomía de las provincias.
28. — Así:
a) El principio de que el mandato constitucional del art. 14 bis en orden a la movilidad de
jubilaciones y pensiones se dirige primordialmente al legislador fue encarado por la Corte en el caso
“Valles, Eleuterio S.”, del 29 de octubre de 1987, en el que sostuvo que cambios circunstanciales
pueden hacer que la solución arbitrada originariamente por la ley sobrevenga irrazonable, en cuyo
caso aquel mandato constitucional atañe a los restantes poderes públicos para que dentro de la órbita
de sus respectivas competencias hagan prevalecer el espíritu del constituyente dentro del marco que
exigen las diversas formas de justicia.
b) En el caso “Mac Kay Zernik Sergio L.C.”, fallado el 3 de noviembre de 1988, la Corte Suprema
desplegó pautas importantes en materia de seguridad social. Sostuvo el tribunal que las normas sobre
seguridad social contenidas en el art. 14 bis de la constitución, al propio tiempo que consagran
derechos para los jubilados, encomiendan expresamente al estado el otorgamiento de tales beneficios.
Este mandato constitucional, cuyo cumplimiento atañe a los poderes públicos dentro de la órbita de
sus respectivas competencias, se vería frustrado si las autoridades que representan al estado
desconocieran las leyes y actuaran de manera omisiva en perjuicio de la clase pasiva.
c) En el caso “G.D.J. c/Caja Nacional de Previsión de la Industria, Comercio y Actividades
Civiles”, fallado el 23 de noviembre de 1995, la Corte recordó una vez más que “el cumplimiento del
mandato constitucional que impone otorgar y asegurar los beneficios de la seguridad con carácter
integral e irrenunciable atañe a los poderes públicos dentro de la órbita de sus respectivas
competencias”.
29. — La tercera parte del art. 14 bis in fine está dedicada a la protección integral de la
familia, mediante la defensa del “bien de familia”, la “compensación económica familiar”, y
el acceso a una “vivienda digna”.
a) El bien de familia, en cuanto supone un inmueble donde habita el núcleo familiar, y al
que se rodea de determinadas seguridades en razón de su destino de vivienda doméstica, se
relaciona con el acceso a una vivienda digna. Pero este último enunciado va más allá de su
carácter programático, porque obliga al estado a procurar mediante políticas diversas que
todos los hombres puedan obtener un ámbito donde vivir decorosamente, sean o no
propietarios de él, tengan o no convivencia familiar.
En el caso “Carrizo José A.” (incidente en autos “Rodríguez c/Carrizo”) del 10 de setiembre de
1985, la Corte interpretó que la afectación de un inmueble al régimen de bien de familia debe tenerse
por operada desde el momento en que así fue solicitado por el interesado, y no a partir del asiento de
constancia en el folio real correspondiente.
Un caso en que la Corte, por vía de superintendencia, interpretó con benevolencia y elasticidad las
normas sobre seguridad social, fue resuelto con fecha 13 de abril de 1989 (resolución 230/89,
expediente 561/88), extendiendo a un empleado del poder judicial el pago de la asignación prenatal
por hijo, pese a no estar casado con la madre de éste.
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31. — Para los tratados con jerarquía constitucional, ver cap. XIV, nos. 70 y 71.