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Anton von Maron, retrato de Johann Joachim Winckelmann (1768), Palacio de Weimar,en
Weimar, Turingia, Alemania.
Los métodos usados en la historiografía moderna del arte han sido establecidos en
un número total de nueve métodos.1 Por «historiografía del arte» se comprende el
«estudio de la historia del arte», y el interés por los métodos de la historia del
arte debe considerarse porque en ellos se basa el desarrollo de esta ciencia, en
especial el trabajo historiográfico del arte, desde su pre-historia en la Grecia
clásica, pasando por su florecimiento en el siglo XVIII, hasta el momento presente.
Si bien la crítica de arte por su parte posee sus métodos propios, se ha dicho con
acierto que ha sido una aventura del espíritu a la que se entregaron un amplio
conjunto de hombres con pasión, energía y sobre todo con método.
La historia del arte comienza, tras numerosas fases previas que se remontan a la
Antigüedad, con las Vidas de Giorgio Vasari (1ª ed. 1550). Dos siglos después,
Johann Joachim Winckelmann puso las bases de una ciencia, en la que se han basado
hasta hoy, de nuevo dos siglos más tarde, las disciplinas de la arqueología y la
historia del arte.
Los trabajos de la historia del arte más antigua no han sido cuestionados en modo
alguno por los resultados más recientes. La piedra de toque de su calidad es el
método usado que Karl Vossler, al referirse a los trabajos de Jakob Burckhardt, ha
hablado en concreto de obras de arte científicas.
Índice
1 El método biográfico
2 El método atribucionista
3 El método filológico
4 El método formalista
5 Hegel y el determinismo sociológico e ideológico
5.1 La historia del arte como historia social
5.2 La historia del arte como historia del espíritu
6 El método iconográfico
7 El método sociológico, historia social del arte
8 El método psicológico
9 El método estructuralista
10 Véase también
11 Referencias
12 Bibliografía
El método biográfico
Aunque hay referencias de artistas escritas en la literatura de la Antigüedad, como
en el Asno de Oro de Apuleyo; o Duris de Samos (S. IV a.C.) y , sobre todo en
Plinio el Viejo (27-79 a. C.) no fue hasta el Renacimiento la verdadera época del
nacimiento de las biografías: monografía, autobiografía y conjunto de biografías.
Los modernos eran presentados como modelos a imitar, y se iniciaron las
biografías.3
Una de las primeras biografías fue la de Brunelleschi (ca. 1480) escrita por
Antonio di Tuccio Manetti (1423-1497), siguiendo el modelo que Giovanni Boccaccio
creó para una de las primeras biografías, la de Dante Alighieri: el Trattatello in
laude di Dante, se le mostraba con las características valorativas de intelectivo,
virtuoso, ingenioso, inventivo, estudioso y universal en el diseño. Era merecedor
de sepultura memorable, epitafio y efigie.
El orgullo cívico de algunas de las repúblicas toscanas del siglo XIV había llevado
al elogio, en el marco de las laudes de las ciudades, que incluían relaciones de
sus uomini illustri, entre ellos pasado un tiempo se comenzaron a incluir los
primeros artistas occidentales, como Cimabue o Giotto, que aparecen tanto en las
páginas de Dante Alighieri o de Filippo Villani, en las que se les había concedido,
gracias a sus nuevos recursos formales para la narración, y a su nueva capacidad
figurativa para crear ficciones, una categoría más próxima a la de los literatos.
Desde fecha temprana, también se imitó el género promovido por Vasari, en otros
países europeos realizaron la redacción de estos conjuntos biográficos desde sus
respectivos puntos de vista locales para hacer inteligible unas evoluciones al fin
paralelas:
El método filológico
A partir de una identificación y datación de las obras de unos artistas, se puede
ordenar su producción y, en consecuencia, su estudio seriado; esto llevará al
establecimiento, por una parte, de un catálogo razonado y al género más querido por
algunos historiadores del arte: la monografía de un artista.
El método formalista
Fiedler concibió la historia del arte como una historia de los conocimientos
particulares que se obtenían de éste, en función de las especifidades formales de
sus diversas disciplinas que justificaban su autonomía, no como expresión del
espíritu de un tiempo ni como historia filológica; separó el mundo de la cognición
artística del mundo fortuito de la naturaleza. Puso las bases de la teoría de la
visión artística pura, de la existencia autónoma de una fenomenología de la forma;
el arte tenía una sola función, aislar en la realidad el aspecto visible y ...
llevarla a una expresión pura y autónoma.
Hildebrand (Das Problem der Form in der bildenden Kunst de 1893), apoyándose en la
nueva psicología de la percepción de su amigo Hermann von Helmholtz, aplicó al
análisis de la escultura la teoría fiedleriana de las cualidades de los cuerpos y
de su claridad formal, estudiando las relaciones que la forma mantiene con las
apariencias y sus consecuencias en la representación artística; ésta -como forma
activa fijaría una forma visual a la forma real de la naturaleza y su validez
dependería de su adecuado efecto (por su homogeneidad y unidad visuales) sobre el
espectador; buscaba establecer unas leyes de la forma (basadas en la percepción del
espacio y el relieve y en la representación de la superficie y la profundidad),
cuya esencia radicaría tanto en la relación entre el espectador y la obra de arte
como entre aquel y la naturaleza, al margen de la personalidad del artista
individual y de la significación que no procediera de la propia forma visual pura.
Además, abrió la senda de una historia del arte estudiada a través de conceptos
fundamentales y como soluciones a problemas artísticos planteados sucesivamente por
las obras previas, por lo que tenía que existir una mente humana colectiva —aún no
consciente— que se planteara el encadenamiento problemático de las formas:
Toda voluntad humana está dirigida... a formar pacíficamente sus relaciones con el
mundo. La voluntad artística, referida a la imagen, regula las relaciones del
hombre con respecto a la manifestación, sensorialmente perceptible, de las cosas.
El carácter de la voluntad está comprendido en la correspondiente "cosmovisión”...,
en aquello que se erige en norma frente a las mencionadas formas de expresión
Die spiitromische Kunstindustrie de 1901
Hegel y el determinismo sociológico e ideológico
Con Hegel se abrió un nuevo campo de análisis e historización4 al que se opondrían
los historiadores más tradicionalmente formalistas, que rechazarían el análisis de
la belleza en el plano de las ideas, como una intelectualización abusiva de la
estética y un menosprecio de las condiciones formales de la belleza; sin embargo,
de Hegel partiría en buena medida una de las corrientes más importantes de la
historia del Arte de la época contemporánea, que veía en las formas artísticas un
portador de valores expresivos y simbólicos de ideas espirituales e intelectuales.
Cuando Hegel escribía "el mundo de la voluntad no está entregado al acaso" y "la
razón rige el mundo ... y, por lo tanto, la historia universal ha transcurrido
racionalmente", estaba sustituyendo el determinismo del medio por la
"determinación" de las voluntades de los hombres racionales.
Castillo de Rudelsburg, Hohenburg, Saale, Alemania, placa conmemorativa de Franz
Kugler, el poeta de "An der Saale hellem Strande"
Bajo la influencia hegeliana, el alemán Carl Schnaase produjo su Geschichte der
bildenden Kunst de 1848-64, una historia del arte construida con afán de síntesis
panorámica y de explicación universal de los fenómenos artísticos por medio de un
método dialéctico, conjuntando experiencia y especulación, arte y cultura,
reflexión y narración. Schnaase concebía al arte como una actividad central de los
pueblos, en el que se manifestaban los sentimientos, pensamientos y costumbres de
los pueblos, como documento esencial sobre la vida histórica de los mismos. Además,
Schnaase adoptó una serie de términos de fecunda influencia posterior: el
Volkgeist, como espíritu de los pueblos que se manifiesta principalmente en el
arte; y el Zeitstimmung, o espíritu de la época o denominador común de los estilos
temporales.
Wilhelm Dilthey sostenía que nada histórico era menospreciable para las ciencias
del espíritu; el valor residiría en la historicidad, en el hecho de que las
acciones y productos del hombre -entre ellos el arte- eran todos históricos; se
abría un nuevo método, el histórico. Dilthey indicó en su Einleitung in die
Geisteswissenschaften (Introducción a las ciencias del espíritu) de 1883, que el
hombre trataba de indagar la vida misma, y que la experiencia de la vida era la
propia y peculiar fuente de conocimiento que nutría los saberes humanos e
históricos; por ello eran difícilmente aprehensibles por las ciencias, al ser
complejas realidades irreductibles y que no podían descomponerse científicamente,
sino ser tomadas en su integral unidad. El arte era una abstracción de hechos
humanos artísticos que dependían de la voluntad, no tanto de causas como de motivos
o fines; el conocimiento de lo humano se nos daba en la experiencia interna, en la
vivencia. En la comprensión de las vivencias expresadas se hallaba la posibilidad
de entender su sentido, referido a la vivencia original, y el arte constituía un
conjunto de vivencias históricas objetivadas, expresadas, como manifestaciones de
la vida, y sus obras eran fragmentos del mundo sensible producido o modelado por el
hombre.
La historia del arte será para el pensador alemán una hermenéutica de las
expresiones artísticas, y el arte el espíritu humano objetivado. En esta línea se
desarrolló también parte del pensamiento del español José Ortega y Gasset (1883-
1955), aunque su influencia no se haya hecho notar excesivamente entre los
historiadores del arte, ni siquiera entre los españoles, si exceptuamos Enrique
Lafuente Ferrari (1898-1985) y Fernando Chueca Goitia (1911). Sus ideas sobre la
historia, aunque menos dispersas que las que tratan de arte, pueden encontrarse en
sus obras La filosofía de la historia de Hegel y la historiología, de 1928, e
Historia como sistema, de 1935. Para Ortega la historia necesita, para poder ser
entendida, de un esquema a priori que sirva para ordenar los datos; la historia es
variación que se realiza sobre constantes, que son la estructura radical a priori
de la realidad histórica y cuya confirmación se encontrará en la investigación del
pormenor de los hechos. La historia debe construirse racionalmente, pero la razón
de la historia estará determinada por la peculiar realidad sobre la que debe
operar; si razón es toda acción intelectual que nos pone en contacto con la
realidad, la razón lógica no nos pondrá directamente -o correctamente- en contacto
con la historia; será necesario otro tipo de razón para captar la vida humana como
realidad radical, la historia como realidad cambiante y temporal al ser humana: la
razón vital, la vida como forma de intelección.
En relación con algunas de estas ideas puede ponerse otra corriente de la historia
del arte, la que se ha dado en llamar espiritualista, que parte de uno de los
discípulos de Alois Riegl, el austríaco de ascendencia checa Max Dvorak (1874-
1921), quien con aquel, con Franz Wickhoff (1853-1909) y su propio discípulo Karl
Maria Swoboda (1889-1977) constituyeron la primera escuela de historia del arte de
Viena.
A pesar de las posiciones extremadas a las que hubieran podido llegar algunos de
los más conspicuos y temprano s representantes de esta amplia y variada corriente,
es indudable la huella que dejaron sus nuevas ideas sobre las relaciones entre la
realidad artística y las diversas manifestaciones culturales de su entorno
-filosóficas, políticas, ideológicas, religiosas, cultuales, etc.- así como con la
estructura, organización e intereses de la sociedad de la que surgían los artistas
y clientes y para la que se producía ese arte, aunque sus grupos de destinatarios
pudieran ser definidos con mayor precisión de la que proporcionaría una
clasificación reductiva en meros términos de clase. Y otra de sus aportaciones, más
allá de la negación del carácter autónomo del arte, sería la de la relativización
de las propuestas teleológicas de la historia general del arte, al requerirse el
análisis puntual de las ideas de todo tipo y de las condiciones sociales de cada
coyuntura histórica. Muchos de los desarrollos metodológicos posteriores de este
siglo han partido de las ideas de este grupo contextualista, para impulsarlas por
diversas sendas, y de su combinación con los instrumentos analíticos de los otros
métodos nacidos durante esta época dorada de la teoría artística.
El método iconográfico
Aby Warburg.
En 1912, en una conferencia -sobre los frescos del Palazzo Schifanoia de Ferrara-
pronunciada en el Congreso Internacional de Historia del Arte de Roma, Aby Warburg
(1866-1929) rescató para la historiografía del arte moderna el término iconología,
tomándola del título del libro que Cesare Ripa había editado en la misma ciudad, en
1593, dedicado a las representaciones simbólicas de los conceptos más
característicos de la cultura alegórica del Renacimiento.
Con ello, de las tendencias historiográficas del arte, Warburg bautizó una que ha
tenido grandes repercusiones en el curso del siglo XX, convirtiéndola prácticamente
en una ciencia auxiliar, y cerró el breve periodo decimonónico que había comenzado
a interesarse por la iconografía. La iconografía se centraba –como ha precisado Jan
Bialostocki- en el estudio descriptivo y clasificatorio de las imágenes con la
finalidad de entender el significado directo o indirecto del tema presentado.
Un ejemplo de ello puede ser una Anunciación de la Virgen María; ya a mediados del
siglo XIX había despertado suficiente interés como para que se hubieran publicado
un buen número de diccionarios y de enciclopedias dedicadas a la descripción,
identificación y clasificación de un conjunto plural de temas narrativos de
personificaciones simbólicas de conceptos y alegorías en las que éstas habían
ocupado el lugar de protagonistas de una historia en vez de los seres míticos,
históricos o testamentarios.
Esta línea fue continuada por Erwin Panofsky (1892-1968), cuyo pensamiento parte en
buena medida de la contemporánea filosofía de las formas simbólicas de Ernst
Cassirer (1874-1945), producidas por un hombre no sólo racional sino también
simbólico, que se mueve tanto en un mundo físico como en un universo simbólico a
través del que conoce e interpreta la realidad: las formas simbólicas serían
aquellas que hacían que particulares contenidos espirituales se unieran a signos
concretos y se identificaran íntimamente con estos. Nada era plenamente
comprensible al margen de la asunción de la existencia de unas formas simbólicas
del espacio, del tiempo, y de unas formales simbólicas culturales del lenguaje, del
mito y la religión, del arte, la ciencia y la historia.5
"... ser imagen equivale justa mente a no ser lo imaginado. Imagen, concepto, etc.,
son siempre imagen-concepto de ... yeso de quien son imagen constituye el verdadero
ser; ...la obra de arte nos agrada con ese peculiar goce que llamamos estético por
parecernos que nos hace patente la intimidad de las cosas, su realidad
ejecutiva..."
El método sociológico, historia social del arte
La historia social del arte constituye una rama de la historiografía del arte en la
que se confiere especial interés al estudio de las condiciones materiales, sociales
y políticas que hacen posible e influyen sobre la producción artística.
No es fácil delimitarla respecto a la sociología del arte, que por una parte
pretende explicarlo teniendo en cuenta todos los factores -económicos, políticos y
culturales- de los que dependería y, por otra, más limitado en sus intereses y con
vocación de mayor profundidad en sus análisis, trataría de entender el hecho
artístico como producto - como una cultura visual- que depende de una formación
social. No obstante se podría señalar como historia social aquella que intenta
definirse como estudio del medio social y político que condiciona la actividad
artística; y lo que llamaríamos sociología del arte como el estudio de las
estructuras y principios visuales y mentales a través de los qie una sociedad se
expresa y hace arte.
Véase también: Antropología del arte
El método psicológico
El psicoanálisis y el arte
La senda fue abierta en 1910 por el propio Freud, con su ensayo Eine
Kindheitserinnerung des Leonardo da Vinci, en el que se analizaba, a partir de uno
de sus recuerdos infantiles (un buitre se le habría acercado a la cuna, le habría
abierto la boca y golpeado con su cola en los labios) y algún error producido por
el subconsciente, los instintos inconscientes del artista (en el marco de un
temperamento edípico y narcisista), sus relaciones con su familia y sus principales
obras, como reflejos y sublimación de una sexualidad infantil reconducida por la
senda de una homosexualidad ideal. Aunque sus conclusiones hayan sido repetidamente
criticadas -en función de su desinterés hacia la historia y la situación social y
cultural de la época- o defendidas, la práctica de los estudios psicobiográficos de
los artistas, al menos a partir de los siglos XV-XVI no ha dejado, aunque muchas
veces marginalmente, de cultivarse.
La psicología del arte puede ayudar a comprender la naturaleza del impulso creador
(como sublimación de los instintos, como actitud narcisista, etc.) y el carácter
autobiográfico de la obra de arte en los niveles que pueden ser exclusivamente
inconscientes; pero deja sin tocar muchos otros niveles y problemas que pertenecen
al complejo micromundo de la obra de arte y prescinde, en buena medida, del
carácter histórico del arte y el artista (quizá asumiendo de forma anacronística
como universales motivaciones que habría que constatar históricamente), o de la
irreductibilidad de cualquier producto individual o colectivo a términos puramente
psíquicos. En los últimos años, inspirada por la fenomenología de la percepción del
filósofo Maurice Merleau-Ponty (1908-1961) y, sobre todo, por las obras de los
franceses Jean-Paul Sartre (19051980) y del psiquiatra Jacques Lacan (1901-1981),
la historiografía ha concedido especial importancia al concepto de le regard, de la
"mirada", relacionada con el deseo y la ubicuidad del "ojo maligno", y a las
relaciones entre la mirada y la gestualidad como movimiento.
Además, con el modelo del nuevo orden de imágenes representado por la fotografía y
el cine, la investigación ha vuelto sus ojos hacia el problema de los efectos de la
espacialidad y la temporalidad en la construcción representativa (a través de los
signos del trabajo corporal, normalmente encubiertos) de las imágenes artísticas y
en la "mirada", como vehículo no inocente -no exclusivamente óptico- de las
transacciones entre el yo y el mundo, entre la mirada del yo y la del "Otro", así
como en el "vistazo", como mirada furtiva que esconde su propia existencia y es
capaz de transmitir mensajes oficiosos.
Al lado del estudio de los efectos empáticos de las formas -campo sobre todo
desarrollado en la investigación sobre arquitectura- y de la estructura psíquica de
la percepción y por lo tanto de la creación artística, otros historiadores, como el
angloaustríaco Ernst H. Gombrich (1909), a partir de su Art and Illusion de 1960,
han avanzado por la senda de la interrelación entre la percepción y la construcción
histórica de la diversidad de las imágenes, desde las más esquemáticas -que
facilitarían el reconocimiento a través de una memoria "esquemática"- a las más
complejas, naturalistas en términos ilusionistas, históricamente datadas; una
categoría que no puede identificarse sin más con la del trompe-l'oeil o los
trampantojos engañadores, cuya producción de placer radica en la collusion, en la
conciencia de haber sido engañado -tomando la representación por realidad- y haber
superado la ilusión. Aquellas conllevarían por parte del espectador una pérdida de
la conciencia de su carácter. Portada de Art and Illusion de 1960, una de las obras
del historiador y teórico austro-inglés Sir Ernst H. Gombrich (1909), defensor de
la aplicación de la psicología de la representación en la historia del arte y bête
noire de los historiadores semiológicos «antiperceptualistas», y uno de los que han
tenido mayor influencia en la actual Historia del Arte. construido" y «ficticio» -a
causa de la imposibilidad perceptiva de «ver» al mismo tiempo la superficie como su
soporte y la representación que la niega- y las contemplaría como sucedáneos de sus
referentes reales, como un testigo ocular de lo acontecido.
El arte, o la suma de las obras de arte, sería un sistema de relacionarse entre los
humanos, en el que se podría historiar la personalidad y los procesos creativos (en
el ámbito del mecanismo básico del making and matching, del hacer sobre lo
aprendido y comparar con la realidad) de los artistas de determinadas culturas, y
las respuestas del espectador en términos psicológicos, que negarían la existencia
de una mirada inocente, ingenua, exclusivamente óptica, derivada de una
"antropología biológica" que separara tajantemente las esferas de lo natural y lo
cultural. Aunque, como hemos visto, algunas de las propuestas de Gombrich han sido
presentadas como reductivas -casi confundiendo su concepción de un arte
ilusionístico con una visión excluyente de otros tipos, e identificando como
propuestas universales unas interpretaciones de un arte históricamente situado- su
influencia y su concepción del arte como algo cultural y funcional, que incluiría
su propio cambio incluso en cuanto a su identidad como representación, se ha dejado
sentir incluso en sus más recientes críticos, abriendo sendas nuevas a la
historiografía del arte y de su recepción histórica.
De la misma manera, en las dos primeras décadas del siglo XX, la psicología de la
Gestalt insistía en la importancia de la totalidad y el conjunto; Ernst Cassirer
situaba el arte en el marco de las formas simbólicas; Ortega y Gasset, en 1914, se
preguntaba sobre qué significaría un idioma, un sistema de signos expresivos, cuya
función no consistiera en narrarnos las cosas sino en presentárnosla como
ejecutándose, como realidad ejecutiva:
En el campo de la historiografía del arte, por una parte se desarrolló una teoría
de la Strukturforschung, en la que la estructura formal -como sistemas de
representación codificada- de una época podía sustituir el concepto de estilo de
Alois Riegl, sistematizada por Guido Kaschnitz von Weinberg:
«Cada obra de arte cumple el doble papel no sólo de 'expresar' —o sea, más
exactamente, de sintetizar— una concepción total del mundo o un estado de
conciencia global, sino también de transformar altivamente la conciencia del
observador, de imponerle su estructura y de constituir, como parte de un conjunto
de otras obras, un 'lenguaje' de la forma artística que condicione, en función de
sus presupuestos y posibilidades, la percepción de cada individuo.»
Véase también
Método histórico
Teoría del arte
Estudio de la historia del arte
Metodología arqueológica
Historia del arte
Realismo en el arte
Idealismo artístico
Naturalismo (desambiguación)
Einfühlung (empatía -de: Einfühlung-)
Wilhelm Worringer (de:Wilhelm Worringer)
Escuela de Viena de historia del arte
Jacob Burckhardt (propiamente pertenece a un periodo anterior)
Max Dvorak (de:Max Dvořák)
Estructuralismo
Michel Foucault
Umberto Eco
Formalismo
Heinrich Wölfflin
Iconología
Aby Warburg
Erwin Panofsky
Ernst Hans Josef Gombrich
Sociología del arte
Pierre Francastel (fr:Pierre Francastel)
Teoría de la Gestalt
Rudolf Arnheim
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