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Fundamentos constitucionales

Raúl Gustavo Ferreyra

V.4.A. Mundo con reglas jurídicas y sin ellas

Corresponde delimitar el propio ámbito de la juridicidad. Seré más concreto, todavía: ¿la
reglamentación ordenada por el Derecho, consagrada por el principio de juridicidad,
significa estatuir que se encuentran determinadas “todas”, franca y absolutamente la
totalidad de las conductas que pueblan el universo humano? ¿Es cierto? ¿Todo aquello
que resulta permitido es así porque no se encuentra prohibido? ¿Todo aquello que se
encuentra prohibido es porque no resulta permitido? Dicho en sentido afirmativo, rezaría:
la regulación jurídica abrazaría todas las conductas humanas, ora permitiendo las que no
prohíbe, ora prohibiendo las que no permite.1 Todo se encontraría incluido o sería
captado por el Derecho.

Imagínese el siguiente ejemplo. Un estudiante de la carrera de abogacía o de un curso del


doctorado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos, en su propia casa y sin
perturbar a terceros, comienza a leer este texto y, en determinado momento, decide
dejar de leerlo, siguiendo los consejos de Borges acerca del derecho a dejar de leer.2
Inmediatamente después se pregunta: “¿puedo dejar de leer porque se trata de una
conducta permitida implícitamente por el principio de juridicidad o, en cambio, dicho
acto, inofensivo para el orden y para terceros, se trata de una conducta definitivamente
no alcanzada por el mundo del Derecho?”.

1
BIDART CAMPOS, Germán J.: Derecho constitucional. Realidad, normatividad y justicia, t. 1, Buenos Aires,
Ediar, 1964, p. 157.
2
“Si un libro les aburre, déjenlo, no lo lean porque es famoso, no lean un libro porque es moderno, no lean un libro
porque es antiguo. Si un libro es tedioso para ustedes, déjenlo… ese libro no ha sido escrito para ustedes… Si
Shakespeare les interesa, está bien. Si les resulta tedioso, déjenlo. Shakespeare no ha escrito aún para ustedes.
Llegará un día que Shakespeare será digno de ustedes y ustedes serán dignos de Shakespeare, pero mientras
tanto no hay que apresurar las cosas” (Reportaje a Jorge Luis Borges en la Biblioteca Nacional en 1979, en Borges
para millones, Buenos Aires, Corregidor, 1997, pp. 59-61).
La respuesta cabal al interrogante conlleva la definición del ámbito de la juridicidad, esto
es: una apropiada ontología del Derecho que fije su campo espacial, temporal y personal
de relevancia y validez sobre el individuo y el Estado. Veamos.

Según un criterio, al que denominaré “absoluto”, el mundo del Derecho confiere cualidad
jurídica a todo el universo de entes. Así, por ende, corresponde distinguir las siguientes
determinaciones rectoras de la conducta humana: (i) las que prescriben prohibiciones; (ii)
las que prescriben obligaciones; (iii) las que prescriben permisiones expresas y (iv)
aquellas de las que cabría inferir una prescripción permisiva implícita. 3 El mundo del
Derecho abarca todo el mundo, incluso el sector o fragmento en el que no existen
prohibiciones, obligaciones o permisiones expresas, porque, aun en estas zonas, el Estado
resulta un ente omnisciente, omnipresente y omnipotente que inviste e informa de
juridicidad propia a toda la realidad.

Propongo otro criterio, al que denomino “relativo”. Conforme a este otro criterio, la
comprensión y observación del mundo del Derecho obliga a distinguir dos mundos bien
separados y diferenciados: uno sin reglas jurídicas, una entidad extraña al mundo del
Derecho y sin propiedad jurídica, y otro con reglas, inherente y determinado por el propio
mundo del Derecho. No hay determinación de conductas en el mundo sin reglas del
Derecho; ergo, no hay cualidad jurídica porque dicho mundo es irrelevante para el mundo
del Derecho. Por lo tanto, todo el universo que no es objeto de determinación jurídica
queda reservado a la guía suministrada por la conciencia de cada individuo, como bien se
ha señalado4: dicho mundo es “no jurídico”, motivo por el cual solamente es objeto de la
juridicidad aquel susceptible de efectiva reglamentación por la autoridad de los
magistrados investidos del correspondiente poder público.5 En razón de que en la
Argentina todo el orden estatal se fundamenta en el sistema de su Constitución federal,
el principio de juridicidad, cuya formulación normativa descansa en el artículo 19,
determina el marco de referencia en el que el Estado se hace presente y se concreta por

3
ROSATTI, Horacio D.: Tratado de Derecho constitucional, t. I, ob. cit., pp. 157-165.
4
Ibíd.
5
Ibíd.
intermedio del discurso del Derecho. Fuera del marco jurídico estatal existe, desde luego,
otro marco de referencia ajeno por completo al Derecho: allí el discurso estatal no puede
tener existencia y por ende no tiene entidad ni propiedad.6

6
El maestro Germán J. Bidart Campos sostuvo una opinión diferente a la desarrollada aquí. Así, expuso que
existen argumentos que reportan que la zona de privacidad que el art. 19 preserva contra las intrusiones del
Estado y de particulares constituye un ámbito “extrajurídico” o “ajurídico”, que quedaría fuera o al margen
del Derecho. Y no es así. El área de intimidad, como parte del derecho de libertad, es jurídica, y cada vez
que el poder judicial le depara tutela está demostrando que lo que en esa área se preserva es un bien
jurídico amparado por el Derecho, o en otros términos, un sector de autonomía personal y de licitud
jurídicamente relevante y no neutra al Derecho. BIDART CAMPOS, Germán J.: Tratado elemental de Derecho
constitucional argentino, tomo I.B, Buenos Aires, Ediar, 2001, p. 63.
Néstor Sagüés también se inclina por una postura similar: el mundo privado no es una esfera ajena al
Derecho. Según el “principio de que lo no prohibido está permitido” —que a su juicio se enuncia en la última
parte del art. 19— resulta que la intimidad de una persona es una zona intrínsecamente lícita y que merece
respeto y protección a nivel constitucional. V. SAGÜÉS, Néstor: Manual de Derecho constitucional, ob. cit., p.
585.
En cambio, Joaquín V. González distinguió una libertad natural y una libertad civil propiamente dicha.
Arguyó que el art. 19 de la CF contiene los dos aspectos del principio de libertad: el que se refiere a la vida
privada, a la esfera de independencia personal, “donde no llega el poder de la ley”, y el que toma al hombre
como miembro de la comunidad “dentro del radio donde la ley alcanza”. Evidentemente, para González, la
definición del art. 19 determina el significado claro de una zona más allá del Derecho, no jurídica, que por
sus resultados y no por sus fundamentos resulta semejante a la propuesta en el texto, arriba. V. GONZÁLEZ,
Joaquín V.: Manual de la Constitución Argentina, 13ª ed., Buenos Aires, Estrada, circa 1900, p. 100.

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