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DEMOCRACIA

A partir de la historia, el término democracia se ha venido adaptándose al lugar y el

momento donde se utilice; aunque en su concepción ha sido relacionado con la libertad que tiene

el pueblo para expresar sus ideales. Así mismo, el autor expresa que el campo político es el

espacio de fuerzas, luchas y competencias por la definición de los acontecimientos, las acciones,

las ideas, los conceptos, las jerarquías y las estrategias consideradas válidas para regular la vida

en común y los bienes comunes de una sociedad.

Al mismo tiempo, la posibilidad de que el discurso llegue al pueblo y su portavoz obtenga

mayores niveles de reconocimiento, de influencia y afectación en los acontecimientos políticos

dependerá de varios factores:

1. Dependerá de las características de la narrativa discursiva que acompañe al dispositivo

de acceso a la legitimidad.

2. De la habilidad con que se lo trabaje y articule con otros “dispositivos de verdad”

socialmente existentes.

3. De la “resonancia” que guarde con otros saberes colectivos susceptibles de ser

movilizados.

4. De su relación con la estructura de otros campos limítrofes.

5. De la posibilidad de integrar otros bienes políticos reconocidos en el campo.

Además de Describir los factores; las palabras y las ideas son, por tanto, dispositivos de

poder sólo en contextos de poder pues por sí mismas son sólo apuestas por la representación del

mundo. En términos estrictos, en el ámbito de estudio de los comportamientos políticos no hay


palabras ni conceptos neutros; su significado es un determinado volumen de poder social

obtenido por el desplazamiento de otros poderes acumulados anteriormente y, que sirve

directamente, además, a la perpetuación, ampliación o transformación de esta circulación de

poderes en el campo político.

Detrás de cada palabra y de cada discurso sobre la política, y la democracia es uno de

ellos, hay un flujo de fuerzas materiales y discursivas que pugna por el monopolio de las formas

dominantes de la significación del mundo y de los modos legítimos de interpretar y entender los

conceptos sobre el mundo. En este sentido, la política puede ser leída como el juego social que

asume de manera explícita la lucha por el monopolio de las enunciaciones legítimas del mundo

que son capaces de crear algún tipo de organización social.

Cada concepto es, por lo tanto, la escenificación provisional de un campo de fuerzas

donde continuamente se dirimen múltiples potencialidades de su significado habilitadas,

gatilladas, por el contexto. En el concepto de democracia se anudan, precisamente, estas dos

determinaciones del campo; él es un dispositivo de acceso a la legitimidad del predominante

campo discursivo político, pero a la vez el concepto mismo de democracia, en sus actuales

cualidades de contenido histórico, es fruto de una competencia, de unas luchas de significaciones

llevadas adelante en las últimas décadas en libros, conferencias, investigaciones y debates.

La validez de una definición, su rango de verdad es una contingencia histórica que

resulta, en primer lugar, de la estructura de fuerzas discursivas y organizativas dentro del campo

político y del campo intelectual y, sólo en segunda instancia, de la fuerza argumentativa de las

razones expuestas en la definición. Así, lo que hoy se considera una definición aceptable de la

democracia es probable que mañana sea tomada como irrelevante y sustituida por la que hasta

entonces era tomada como marginal.


Cuatro son los mecanismos mediante los cuales la visión instrumental de la

democracia propone para llegar a los fines deseados:

1) Que las personas y grupos políticos organizados compitan libremente por el acceso al

gobierno mediante una oferta pública de sus postulados.

2) Que cada individuo, cada ciudadano, manifiesta su preferencia respecto a esas ofertas a través

de un voto individual.

3) Que cada voto individual vale lo mismo, independientemente de su posición social, étnica o

genérica.

4) Que la suma de votos individuales define el triunfo o la derrota de los ofertantes.

En términos generales, se puede entender la democracia como una manera de organizar

la gestión del bien común de una sociedad, el modo de esa gestión, la amplitud de ese bien

común y las propias características de la comunidad que quiere definirse en torno a ese bien.

En este sentido, es una forma política de proceder sobre los recursos e intereses

colectivos; es un proceso de renovación de los modos de decidir sobre ese bien común, es una

voluntad para redistribuir los recursos comunes; es una deliberación sobre cuáles son esos

recursos y necesidades que deben ser objeto de atención y, ante todo, una continua producción

del “común” que desea, acepta y pugna por existir como comunidad.

ESTADO, EN TRANSICIÓN.

Estado es una estructura de relaciones políticas territorializadas y, por tanto, flujos de

interrelaciones y de materializaciones pasadas de esas interrelaciones referidas a la

dominación y legitimación política, así lo expresa el autor.


Debe señalarse también, que esta relación Estado siempre es un proceso histórico

político en construcción, en movimiento, en flujo; sin embargo, hay momentos en su historia

cuando este devenir se mueve en un marco de procedimientos, jerarquías y hábitos

relativamente previsibles y acotados; estos son los momentos de la “estabilidad” de la relación

Estado. Por otro lado, cuando las jerarquías, los procedimientos y los hábitos de la relación

Estado pierden su anclaje estructural primordial, se está frente a los momentos de “transición”

de una estructura de relaciones políticas de dominación y legitimación a otra, es decir, a otra

forma de relación Estado.

Para el autor, se puede resumir que toda crisis estatal atraviesa cinco etapas históricas:

a) El momento del develamiento de la crisis de Estado, que es cuando el sistema político y

simbólico dominante que permitía hablar de una tolerancia o hasta acompañamiento moral de

los dominados hacia las clases dominantes, se quiebra parcialmente, dando lugar, así, a un

bloque social políticamente disidente con capacidad de movilización y expansión territorial de

esa disidencia convertida en irreductible.

b) De consolidarse esa disidencia como proyecto político nacional imposible de ser

incorporado en el orden y discurso dominante, se da inicio al empate catastrófico, que habla

ya de la presencia no sólo de una fuerza política con capacidad de movilización nacional

como para disputar parcialmente el control territorial del bloque político dominante, sino

además, de la existencia de una propuesta de poder (programa, liderazgo y organización con

voluntad de poder estatal), capaz de desdoblar el imaginario colectivo de la sociedad en dos

estructuras políticas-estatales diferenciadas y antagonizadas.


c) Renovación o sustitución radical de élites políticas mediante la constitución

gubernamental de un nuevo bloque político que asume la responsabilidad de convertir las

demandas contestatarias en hechos estatales desde el gobierno.

d) Construcción, reconversión o restitución conflictiva de un bloque de poder económico-

político-simbólico a partir del Estado, en la búsqueda de ensamblar el ideario de la sociedad

movilizada con la utilización de recursos materiales del o desde el Estado.

e) Punto de bifurcación o hecho político-histórico a partir del cual la crisis de Estado, la

pugna política generadora de desorden social creciente, es resuelta mediante una serie de

hechos de fuerza que consolida duraderamente un nuevo, o reconstituyen el viejo, sistema

político (correlación de fuerzas parlamentarias, alianzas y procedimientos de recambio de

gobierno), el bloque de poder dominante (estructura de propiedad y control del excedente) y

el orden simbólico del poder estatal (ideas fuerza que guían las temáticas de la vida colectiva

de la sociedad).

Debe señalarse, que si se toma el concepto del punto de bifurcación expresado por el

profesor de física Ilya Prigogine, quien estudió los sistemas alejados del punto de equilibrio.

Él observó que, a partir de cierto tiempo, estos sistemas alejados del punto de equilibrio

pueden dar lugar a un nuevo orden; a este punto de conversión del desorden del sistema en

orden y estabilización del sistema, Prigogine lo llamó punto de bifurcación. En el ámbito de

las estructuras estatales en crisis (“sistemas alejados del equilibrio”), éstas se caracterizan por

la inestabilidad y la confrontación política. Se trata de auténticos, generalizados y desnudos

momentos de lucha por el poder político. Pero, en la medida en que ninguna sociedad puede

vivir perpetuamente en un estado de lucha generalizada y antagonizada por el poder, la


sociedad, más pronto o más tarde, ha de inclinarse por la estabilización del sistema o

construcción de un orden estatal que devuelva la certidumbre a las estructuras de dominación

y conducción política. A este momento histórico-específico, fechable, a partir del cual el

Estado se estabiliza, le denominamos punto de bifurcación.

Lo anteriormente expuesto por el autor, revela que si se revisa los momentos de la

construcción de cualquier nuevo Estado: el nacionalista, el republicano, la comuna, el

soviético; verá que siempre ha tenido un punto de bifurcación de su estructura de poder.

Ahora, este punto de bifurcación tiene varias características:

1) Un momento de fuerza, no de diálogo ni necesariamente un punto violento, pero sí es

un momento donde se tienen que exhibir desnudamente las fuerzas de la sociedad en

pugna, se tienen que medir las capacidades y, en ello, definir la suerte definitiva e

irreversible de cada uno de los contrincantes.

2) El punto de bifurcación es un momento donde las antiguas fuerzas asumen su

condición de derrota o las nuevas fuerzas ascendentes asumen su imposibilidad de

triunfo y se repliegan. Es un momento donde una fuerza social o un bloque de fuerza

asume el mando reconocido por los que aceptan obedecer, dando lugar a una nueva

complacencia moral entre gobernantes y gobernados.

3) Es un momento donde la política (parafraseamos a Foucault) es fundamentalmente la

continuación de la guerra por otros medios y no a la inversa; es un momento donde

tiene más razón Sun Tzu que Rousseau o Habermas. Aunque también las

construcciones de consensos sociales son necesarias, pero a partir de legitimaciones

o deslegitimaciones de hechos de fuerza. En otras palabras, el punto de bifurcación es


un momento donde la situación de todos se dirime en base al despliegue de correlación

de fuerzas sin mediación alguna: fuerzas materiales, simbólicas y económicas.

El paso por el punto de bifurcación o consolidación autoproducente del orden estatal, no

anula los conflictos; los seguirá habiendo, pero de baja intensidad. Lo que ya no habrá son

conflictos estructurales, proyectos de país y de poder social general confrontados.

NACIÓN

Si se parte de la etimología “natio”, se puede expresar que “nación” es el lugar de

nacimiento; de allí, que lo expresado por el autor como nación: “comunidad política extendida

con la suficiente fuerza interior para persistir en la historia, materializarse en un territorio propio,

en prácticas políticas y culturales soberanas, en la idea de un ancestro común y en la voluntad de

un destino colectivo único”; es una visión política del término.

Al respecto el autor, expresa que la nación es una forma de riqueza material, institucional,

natural y simbólica compartida. En ese sentido, se puede inferir que nación es el lugar donde

nacen los bienes tangibles e intangibles de una sociedad; pudiéndose considerar como uno de los

motivo, del por qué los pueblos desde tiempos remotos ha luchado por sus derechos de libertad,

igualdad, creencias, supersticiones entre otras.

En base a lo expresado por el autor, “El mestizaje no es una identidad, es una categoría

colonial tributaria y un modo racializado de diferenciarse de los indígenas. En sentido estricto,

todo ser humano del mundo es biológicamente mestizo; por nuestra sangre fluyen todas las

sangres. Y, culturalmente, toda identidad en el mundo también es mestiza, no es pura, ni se

mantiene estática desde hace diez mil años.” Estoy de acuerdo con sus ideas, ya que la palabra
mestizo ha sido usada para dar status genético. Así mismo, “…lo que diferencia a una nación de

otras es la identidad que une o fusiona al resto de las nacionalidades. Cuando la identidad

dominante desconoce y homogeneíza al resto de las naciones dentro del Estado, el mestizaje es

un etnocidio, y el resultado es un Estado monocultural confrontado a una sociedad pluri-

nacional; en cambio, cuando la identidad dirigente reconoce las otras identidades nacionales,

se está ante una ecuación de optimo social entre Estado plurinacional y sociedad

plurinacional.

Referencia Bibliográfica.

Álvaro García, Linera. Democracia, Estado y Nación, Vicepresidente del Estado Plurinacional
Presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional, Edificio de la
Vicepresidencia del Estado Plurinacional, calle Ayacucho esq. calle
Mercado Nº 308 Telf.: (591-2) 2142000, Impreso en Bolivia,
diciembre de 2013, La Paz – Bolivia.

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