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ANAGRAMA
Foucault, Michel
Nietzsche, Freud, Marx. - la ed. - Buenos Aires:
Editorial La Página S.A., 20 10.
72 p.; 1lxl7 cm.
ISBN 978-987-503-514-0
2
Estudio preliminar
3
4
I
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que en el texto que presentamos Foucault asig
ne a Marx, Nietzsche y Freud un papel fun
dacional de nuevas técnicas interpretativas,
siendo así que en Las palabras y las cosas los
sumerge a los tres -y de modo especial a Marx
en el seno de la epistéme del siglo XIX? ¿A qué
se debe, entonces, este titubeo?
Con el fin de responder este interrogante, con
viene señalar, antes que nada, en qué consiste
la posible novedad de las técnicas exegéticas que
introducen Marx, Nietzsche y Freud. Siguien
do a Foucault en el texto que aquí se presenta,
se puede decir que estos pensadores advierten
que el sentido de las palabras y enunciados no
aparece en la inmediatez de una lectura confia
da y franca. Si queremos saber el sentido de
aquellas palabras-clave que salpican el discurso
de la economía vulgar (así la palabra "mercan
cía") o el discurso de la moral occidental (así las
palabras "bueno", "malo") o el discurso mani
fiesto del delirio, deberemos rebasar el nivel del
mero enunciado e internarnos en profundidad
hacia una zona recóndita y escondida. Debere
mos trascender las apariencias -como señala
.
6
Marx- y llegar hasta la esencia del sistema. O
restituir, bajo las ideas manifiestas que expresen
los sueños o los lapsus, las ideas latentes que a
la vez revelan y esconden. O como señala Nietzs
che y recuerda Foucault: llegar hasta los "arrie
re-pensées", los fondos, trasfondos y "bajos fon
dos" en los que se esconde el sentido de todas
nuestras evaluaciones.
Estos pensadores señalan que el sentido no
es inmediato y transparente ni a las cosas ni
a la vivencia de las cosas o a su experiencia in
mediata; no se presenta ante la mirada o con
ciencia como una presencia pura. En el corpus
visible esos signos aparecen como jeroglíficos:
constituyen lasformas aparentes del sistema ca
pitalista (salario, precio, ganancia) , las eva
luaciones cotidianas (bueno, malo) , las racio
nalizaciones habituales. Con el fin de hallar
el sentido de esos jeroglíficos conviene trascen
der el corpus visible y sus correspondientes
racionalizaciones o ideologías e internarse en
la profundidad de un sistema subyacente en el
que mora el sentido. Sólo que la entrada en
esa morada no requiere intuición o penetra-
7
ción (no se trata, por ello, de "destruir la pseu
doconcreción" con objeto de que se presente,
al fin, como presencia pura, una esencia sa
tisfactoria a la vista o a la intuición) . El in
greso en la esencia no se produce por elimi
nación de las escamas que impiden la verda
dera visión, o por destrucción de las trabas
que hacen posible al fin una buena toma de
conciencia. Ese ingreso no pasa por la visión ni
por la conciencia: requiere la mediación de un
sistema conceptual adecuado; exige un traba
jo o una praxis característica que llamaremos,
con Althusser, práctica científica.
Podemos, pues, decir -despegándonos de la
interpretación foucaultiana- que la nueva for
ma de exégesis que introducen Marx, Nietzs
che y Freud se caracteriza por la introducción
de un sistema conceptual, fruto de una prdcti
ca específica (prdctica científica), en virtud del
cual se trasciende el corpus visible y las raciona
lizaciones e ideologías correspondientes y se ac
cede a las estructuras profundas que permiten
esclarecer el sentido de los diferentes sistemas (eco
nómico, ético, psíquico).
8
Se podría resumir lo dicho en el siguiente
esquen1a, que sería expresión de la nueva for
ma exegética introducida por estos tres pen
sadores que jalonan nuestra manera peculiar
de preguntar por el sentido:
\
fiestas)
9
elemento mediador o sistema conceptual que
nos libera de todas las ilusiones de una inme
diatez de la vivencia, de la visión, de la intui
ción o de la toma de conciencia- lo que cons
tituye la novedad radical que introducen
Marx, Nietzsche y Freud en la filosofía -es
decir, en la epistemología y en la teoría del
sentido-. La ruptura que instauran alcanza de
lleno a todas las corrientes que han intenta
do superarlos -alcanza a la fenomenología, a
la filosofía de la existencia y a la moderna te
oría de la interpretación-. Pero esa ruptura
afecta, directamente, a aquella modalidad in
terpretativa que configura la epistéme decimo
nónica: significa la ruptura con el empirismo
de la economía clásica (Marx) , con el subje
tivismo de la filosofía y moral moderna
(Nietzsche) , con la filosofía de la conciencia
implícito en la psicología anterior (Freud) . La
amplitud de esa liquidación es tan grande que
todo intento por superar la exégesis introdu
cida por estos pensadores ha supuesto la re
caída en la epistéme decimonónica. De hecho,
estos pensadores introducen una nueva epis-
10
téme que nos domina: epistéme del siglo XX,
cuya especificidad ha sido detectada median
te un retorno a las fuentes: Marx (así la escue
la althusseriana) , Freud (así la escuela lacania
na) y Nietzsche (así por ejemplo Deleuze,
Klossowski, etc.) .
11
12
II
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tacar el papel revolucionario de estos pensado
res. Y le impide, por tanto, advertir la impor
tancia del esquema previamente restituido en
el que queda expresada la novedad exegética
de Marx, Nietzsche y Freud.
En efecto, Las palabras y las cosas está presi
dido -en su segunda parte- por el esquema
siguiente: La epistéme clásica (siglos XVII y
XVIII) entendió por saber la representación de
las cosas y la ilación de las representaciones
en un Discurso. Ello trajo como consecuencia
que las cosas, consideradas "en-sí-mismas", en
su propio espesor de cosas, quedaban de este
modo eludidas: tan sólo eran representadas.
Igualmente quedaba eludido el referente del
Discurso. El saber clásico, pues, respondía al
s1gu1ente esquema:
14
narse significativas: develan su propio espe
sor, su organización interna y su propia histo
ria. Lo importante no es inscribir una enfer
medad en el "jardín de las especies nosográ
ficas", sino interrogar al cuerpo mismo del en
fermo mediante la lectura inmediata de los sig
nos que se inscriben en su propia espesura -y
que obligan al médico a acercar su oído al cuer
po o a dar crédito al sentido del tacto2-. No
se trata ahora ya de ordenar en un Discurso
el "cuadro" de las especies naturales o su "his
toria natural", sino de hallar un principio de
organización interna de esas especies: su in
terioridad, su vida. Inclusive el lenguaje -que
en la epistéme clásica constituía el elemento
mismo del discurso- abandona el ámbito dis
cursivo, deja de ser el elemento de toda repre
sentación, deja incluso de ser, a su vez, repre
sentado en un discurso (gramática general) y
libera al fin su espesor de cosa, desvelando su
interna organización y su historicidad propia.
Con lo que puede afirmarse que con la epis-
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téme del siglo XIX se opera, a la vez que una
emergencia de las cosas (que exhiben su inte
rioridad o "fondo"), la destrucción del Discur
so clásico y el ocaso del primado del Lenguaje
introducido por la epistéme clásica. No es el
lenguaje lo que interesa ahora, sino su refe
rente eludido y -hasta entonces- sólo repre
sentado. El esquema de esta epistéme es, pues,
el siguiente:
Representación ( ) / Cosa-en-sí ( + )
-
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Nietzsche y Freud. Por lo que, una de dos: O
bien estos exégetas abundan en una epistéme
cuyo origen data de los comienzos del siglo XIX
y no inauguran, por tanto, ninguna nueva tec-
• •
I
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ro, como en seguida veremos, este barrunto del
verdadero corte que producen Marx, Nietzs
che y Freud queda de nuevo escamoteado.
Y la razón de esta ceguera es la siguiente: en
Las palabras y las cosas prevalece, en el fondo,
la intención filosófica sobre la intención (ma
nifiesta) arqueológica. Y, en consecuencia, los
cortes están gobernados por una filosofía de
la historia reconstruida, al modo hegeliano,
desde un presente desde el que todo su senti
do anterior se ilumina. Esa filosofía de la his
toria conduce a un punto omega en el que el
Lenguaje dejaría al fin de referirse a algo ex
terno a sí mismo (el referente) , bien sea para
representarlo (epistéme clásica) bien sea para
calcar su espesor interno (epistéme decimonó
nica) . El presente cuyo adviento Foucault ba
rrunta -y por el cual apuesta- devela al fin un
Lenguaje que se encuentra al fin consigo mis
mo -un Lenguaje autorreferencial, autoalu
sivo, verdadero "lenguaje-objeto" que se pre
senta como presencia pura, ensimismada en el
acto fundacional de una escritura-. Es, en efec
to, el concepto de escritura el que gobierna
18
esa vasta reconstrucc1on aparentemente ar-
. '
19
cial, inconsciente psíquico- se desvela final
mente como lenguaje, como estructura lin
güística. El estructuralismo constituiría, en es
te sentido, el punto final de ese proceso co
rrosivo; el momento agónico de la epistéme
decimonónica: fin del primado de las cosas y
retorno del lenguaje.
2) Un proceso nuevo, inédito, en el que la
dualidad de palabras y cosas, o de lenguaje y
referente, queda abolida, instaurándose un
lenguaje que no representa al ser, o que ya no
transcribe su interioridad, sino que él mismo
es el ser: un lenguaje al fin pleno que no pre
senta o representa nada más que así mismo: pu
ra presencia de sí mismo, autorreferido, au
tónomo. Tal es el lenguaje de una escritura que
sucedería a una literatura al fin abolida.
20
III
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sas: en explorar un dominio legítimo). Pero dis
cutimos que se cruce el proyecto arqueológico
con aquello que justamente intenta rebatir: una
filosofía de la historia de raíz hegeliana que se es
cribe desde un presente final ya adquirido o por
lo menos vislumbrado.
Y sobre todo discutimos esa incorporación im
plícita de una filosofía de la historia cuyo esque
ma hemos intentado reconstruir, toda vez que di
fumina los verdaderos cortes epistemológicos que se
operan en la historia del saber. Uno de esos cortes
que Las palabrasy las cosas pasa por alto es ese que
se produce en el umbral de nuestro siglo, merced
al "novum organon" exegético introducido por
Marx, Nietzsche y Freud. De ahí la incompren
sión lamentable de la que Foucault hace gala en
esa obra con respecto a la obra de Marx -a la que
diluye en el juego de opiniones de la "superficie"
de la epistéme decimonónica-. Igualmente, la pa
radójica incomprensión que denota con relación
al estructuralismo (al que considera la "concien
cia despierta e inquieta'' de la epistéme decimo
nónica que nos domina). Y por último, la incom
prensión que denota con relación asu propia obra,
a su propia arqueología, la cual, gracias a esos pio-
22
neros que fueron Marx, Nietzsche y Freud, gra
cias también al movimiento estructuralista, ha po
dido llevar a cabo un tipo de distinciones, espe
cíficas de la epistéme actual -en ruptura con la
epistéme decimonónica-. Me refiero a esas distin
ciones entre nivel arqueológico y doxográfico, en
tre lo impensado y las ideas de los hombres, en
tre epistéme y opinión, entre arqueología y doxo
logía, que constituyen las formas en que se con
creta, en el dominio de una arqueología del saber,
la doble oposición entre apariencia/esencia y en
tre ideología/ciencia que configura la modalidad
exegética de nuestra epistéme4.
Eugenio Trías
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24
El texto que sigue a continuación contiene la po
nencia de Michel Foucault en el VII coloquio filosó
fico internacional de Royaumont sobre el tema
NIETZSCHE, así como la discusión subsiguiente.
25
26
MICHEL FOUCAULT
NIETZSCHE, FREUD, MARX
27
esta idea de una historia de las técnicas de in
terpretación, podría decir que el lenguaje, sobre
todo el lenguaje en las culturas indoeuropeas,
ha producido siempre dos clases de sospechas:
-Por un lado, la sospecha de que el lengua
je no dice exactamente lo que dice. El senti
do que se aprehende, y que se manifiesta de for
ma inmediata, no tiene quizás en realidad si
no un sentido menor que protege, encierra, pe
ro a pesar de todo, transmite otro sentido; és
te sería a la vez el sentido más importante y el
sentido "que está por debajo". Esto es lo que
los griegos llamaban la allegoria y la hyponoi'a.
-Por otro lado, el lenguaje engendró esta
otra sospecha: que, en cierto sentido, el len
guaje rebasa la forma propiamente verbal, y
que hay muchas otras cosas que hablan y que
no son lenguaje. Después de todo se podría de
cir que la naturaleza, el mar, el susurro de los
árboles, los animales, los rostros, las laderas
que se cruzan, todo esto habla; puede que ha
ya lenguajes que se articulen en formas no ver
bales. Esto equivaldría, si se quiere, a grosso
modo, al semai'non de los griegos.
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Estas dos sospechas, que se dieron ya como
tales entre los griegos, no han desaparecido y
siguen siendo todavía contemporáneas nues
tras, ya que hemos vuelto a pensar, precisa
mente a partir del siglo XIX, que los gestos
mudos, las enfermedades y todo el tumulto
que nos rodea puede, igualmente, hablarnos,
y con más atención que nunca estamos dis
puestos a escuchar todo ese lenguaje posible,
tratando de sorprender bajo las palabras un
discurso que sería más esencial.
Creo que cada cultura, es decir, cada nor
ma cultural de la civilización occidental, ha
tenido su sistema de interpretación, sus téc
nicas, sus métodos, sus formas propias de sos
pechar que el lenguaje quiere decir algo dis
tinto de lo que dice, y entrever que hay len
guajes aparte del mismo lenguaje. Parece pues
que habría que iniciar un proyecto para rea
lizar el sistema o la tabla, co.mo se decía en el
siglo XVI, de todos estos sistemas de inter-
pretac1on.
• I
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cia, a qué sistema de interpretación pertene
cemos nosotros todavía, me parece que sería
necesario acudir a una referencia pasada, por
ejemplo, qué tipo de técnica pudo existir en
el siglo XVI. En aquella época, lo que daba
lugar a la interpretación, lo que constituía a
la vez su planteamiento general y la unidad mí
nima que la interpretación tenía para traba
jar era la semejanza. Allí donde las cosas se
parecían, aquello en lo que esto se parecía, al
go quería ser dicho, y podía ser descifrado; se
sabe suficientemente el importante papel que
jugaron la semejanza y todas las nociones que
giran como satélites a su alrededor en la cos
mología, la botánica y la filosofía del siglo
XVI. A decir verdad, ante nuestros ojos, hom
bres del siglo XX, toda esta red de semejan
zas nos parece algo un tanto confuso y enre
dado. Pero de hecho, este corpus de la seme
janza, en el siglo XVI, estaba perfectamente
organizado. Tenía, por lo menos, cinco no
ciones perfectamente definidas:
-La noción de conveniencia, la convenentia,
que significaba el ajuste (por ejemplo del al-
30
ma al cuerpo, o de la serie animal a la serie
vegetal).
-La noción de sympatheia, la simpatía, que
era la identidad de los accidentes en sustan
cias distintas.
-La noción de emulatio, que era el muy cu
rioso paralelismo de los atributos en sustancias
o seres distintos, de tal forma que los atribu
tos eran como el reflejo de unos en otros, en
una sustancia y en la otra. (Así Porta explica
ba que el rostro humano, con las siete partes
que en él distinguía, era una emulación del cie
lo con sus siete planetas. )
-La noción de signatura, la signatura, que era
entre las propiedades visibles de un indivi
duo, la imagen de una propiedad invisible y
oculta.
-Y después, por supuesto, la noción de a na
logía, que era la identidad de las relaciones
entre dos o más sustancias distintas.
En aquella época, la teoría del signo y las
técnicas de interpretación reposaban pues en
una definición perfectamente clara de todos
los tipos posibles de semejanza y fundamen-
31
taban dos tipos de conocimiento perfectamen
te distintos: la cognitio, que era el paso, en un
cierto sentido lateral, de una semejanza a otra;
y la divinatio, que constituía el conocimien
to en profundidad, que iba de una semejan
za superficial a otra más profunda. Todas es
tas semejanzas manifestaban el consensus del
mundo que las fundamentaba; se oponían al
simulacrum, la mala semejanza, que se basa
ba en la disensión entre Dios y el Diablo.
32
El primer libro del Capital, textos como El
nacimiento de la tragedia y La genealogía de la
moral, la Traumdeutung nos sitúan de nuevo
ante técnicas interpretativas. Y el efecto de su
impacto, la clase de herida que estas obras han
producido en el pensamiento occidental, se
debe probablemente a que han significado pa
ra nosotros l o que ya el mismo Marx calificó
de "jeroglíficos". Esto nos coloca en una pos
tura incómoda, ya que estas técnicas de inter-
'"
33
conciencia yace en la inconciencia. Me pre
gunto si no se podría decir que Freud, Nietzs
che y Marx, al envolvernos en una interpre
tación que se vuelve siempre sobre sí misma,
no han constituido para nosotros y a nuestro
alrededor estos espejos, que nos reflejan imá
genes cuyas heridas inextinguibles forman
nuestro narcisismo de hoy. En todo caso, y a
propósito de esto, me gustaría hacer algunas
sugerencias: me parece que Marx, Nietzsche
y Freud no han multiplicado en forma algu
na los signos en el mundo occidental. No han
dado un sentido nuevo a cosas que no lo te
nían. Han cambiado en realidad la naturale
za del signo y han modificado la forma en que
generalmente se interpretaba el signo.
La primera cuestión que me gustaría plane
ar es ésta: Marx, F reud y Nietzsche ¿no han
modificado profundamente el espacio de di
visión en el que los signos pueden ser signos?
En la época que he tomado como punto de
referencia, el siglo XVI, los signos se disponí
an de manera homogénea en un espacio asi
mismo homogéneo, y esto en todas las direc-
34
ciones. Los signos de la tierra reflejaban el cie
lo, pero también proyectaban al mundo sub
terráneo, remitían del hombre al animal, del
animal a la planta, y recíprocamente. A par
tir del siglo XIX, con Freud, Marx y Nietzsche,
los signos se escalonaron en un espacio más
diferenciado, partiendo de una dimensión a
la que podríamos calificar de profundidad,
siempre que no entendiéramos por esto inte
rioridad, sino por el contrario, exterioridad.
Y digo esto, teniendo en cuenta particular
mente el largo debate que Nietzsche mantu
vo con la profundidad. Hay en Nietzsche una
crítica de la profundidad ideal, de la profun
didad de la conciencia, que denuncia como
un invento de filósofos; esta profundidad se
ría la búsqueda pura e interior de la profun
didad. Nietzsche pone de manifiesto que es
ta profundidad implica la resignación, la hi
pocresía, la máscara; aunque el intérprete,
cuando recorre los signos para denunciarlos,
debe descender a lo largo de una línea verti
cal y mostrar que esta profundidad de la in
terioridad es en realidad algo muy distinto de
35
lo que parecía. Es necesario, por tanto, que el
intérprete descienda, que se convierta, como
dice Nietzsche, en "el buen excavador de los
bajos fondos" 1 .
Pero, en realidad, no se puede recorrer esta
línea descendente cuando se interpreta, sino
para restituir la exterioridad resplandeciente
que fue recubierta y enterrada. Y es que, si el
intérprete debe ir personalmente hasta el fon
do, como un excavador, el movimiento de in
terpretación es, por el contrario, el de un des
plome, el de un desplome cada vez mayor, que
deja que por encima de él se vaya desplegan
do la profundidad de forma cada vez más vi
sible; y la profundidad se vuelve ahora un se
creto absolutamente superficial de tal forma,
que el vuelo del águila, la ascensión de la mon
taña, toda esta verticalidad tan importante en
Zaratustra, no es, en sentido estricto, sino el
revés de la profundidad, el descubrimiento de
que la profundidad no era sino un juego y un
pliegue de la superficie. A medida que el mun-
-----------
36
do se vuelve más profundo ante la mirada del
hombre, nos damos cuenta de que lo que ha
significado profundidad del hombre no era
sino un juego de niños.
Esta especialidad, este juego de Nietzsche
con la profundidad, me pregunto si no se po
dría comparar con el juego aparentemente dis
tinto que Marx llevó a cabo con la banalidad.
El concepto de banalidad en Marx es muy im
portante; al principio del Capital, explica que,
a diferencia de Perseo, él tiene que hundirse
en la bruma para mostrar que de hecho no
hay monstruos ni enigmas profundos, porque
todo lo que hay de profundo en el plantea
miento que se hace la burguesía acerca de la
moneda, el capital, el valor, etc. , no es en re
alidad sino una banalidad.
Y, desde luego, sería necesario recordar el
ámbito de interpretación que Freud creó, no
sólo en lo que se refiere a la famosa topología
de la Consciencia y el Inconsciente, sino igual
mente, a las reglas que formuló para la aten
ción psicoanalítica y para el desciframiento
por el analista de todo lo que se dice en el trans-
37
curso de la "cadena'' hablada. Habría que re
cordar la espacialidad, fundamentalmente
muy material, a la que da Freud tanta impor
tancia y que despliega el enfermo ante la mi
rada del psicoanalista.
38
da en suspenso al borde de sí misma, se en
cuentra, creo yo, de manera bastante análo
ga, en Marx, Nietzsche y Freud, bajo la for
ma de negación del comienzo. Negación de
la "Robinsonada'', decía Marx; la distinción,
tan importante para Nietzsche, entre el co
mienzo y el origen; y el carácter siempre in
acabado del desarrollo regresivo y analítico en
Freud. Es sobre todo en Nietzsche y Freud, y
en menor grado en Marx, donde se perfila es-
• O 0 0 D .. e
39
carácter estructuralmente y descubier-
to de interpretación. Se
una manera
misma, en
�"'�"''� sus sueños y cuando
razones de o de no como
excusa para interrumpir su tarea.
el análisis de Dora, vemos cómo se des-
cubre esta idea que interpretación
cortarse, cómo no puede llegar hasta su fin a
causa de un fenómeno años después re
cibirá el nombre de transferencia. Y después,
a través de el estudio de transferencia,
vemos cómo se afirma imposibilidad del
análisis por carácter e infinitamen-
te problemático que tiene relación entre el
analizado y el analista, relación es eviden
temente fundamental para el psicoanálisis, y
que abre el espacio en que no deja de desple
garse sin llegar a acabar jamás.
También en Nietzsche está claro que in
terpretación permanece siempre sin acabar.
¿Qué es para él la filosofía, sino una especie
de filología siempre en suspenso, una filolo-
40
gía se cada vez
una filología que nunca de ser absolu-
tamente fijada? ¿Por qué? Es, como dice en
Más Bien y
por el conocimiento
formar de
a pesar de este conocimiento
ma parte del ser, nos dice en
Ecce prox1mo estaba él. Tam-
bién dijo en el otoño de 1888 en Turín.
Si se entresaca de correspondencia de
Freud su perpetua preocupación desde
descubrió psicoanálisis, podríamos pregun
tarnos si experiencia de Freud no tiene bas
tante parecido con Nietzsche. Lo que se
plantea como problemático en
ruptura de interpretación, en esta conver
gencia de interpretación hacia un
que hace imposible, podría muy ser
algo parecido a experiencia de locura.
Experiencia contra la que Nietzsche se deba-
tió y por se sintió fascinado; experien-
41
oa contra que mismo Freud luchó toda
su vida, no sin angustia. Esta experiencia de la
locura sería la sanción para un movimiento de
interpretación que se aproxima infinito de
su centro, pero que se derrumba, calcinado.
42
efecto, interpretación no adara una ma
teria que con el fin de ser interpretada se ofre
ce pasivamente; ella necesita apoderarse, y vio
lentamente, de una interpretación que está ya
allí que debe trastrocar, revolver y romper a
golpes de martillo.
Esto se observa ya en Marx, que no inter
preta historia de las relaciones de produc
ción, sino que interpreta una relación que se
da ya como una interpretación, porque se ofre
ce como natural. Incluso Freud no interpre
ta signos, sino interpretaciones. En efecto,
porque los síntomas, ¿qué es que des
cubre Freud? descubre, como se suele de
cir, "traumatismos", sino que saca a la del
día fantasmas, con su carga de angustia, es de
cir, un entramado cuyo ser propio es funda
mentalmente una interpretación. La anorexia,
por ejemplo, no nos remite al destete, como
significante remite significado, sino que
anorexia como síntoma a interpretar remi
te a los fantasmas mal seno materno, que
es en sí mismo un objeto que dice algo. Es
por interpreta en el lenguaje de
43
sus enfermos que sus enfermos le ofrecen co
mo síntomas; su interpretación es interpre-
tación de una interpretación, en términos
en que esta interpretación dada. Es
sabido que Freud inventó "super-yo"
en que un enfermo "yo siento un pe-
b ,,,
rro so re m1 .
De esta misma forma Nietzsche se apodera
de interpretaciones que son ya prisioneras
unas de otras. No hay para Nietzsche un sig-
nificado original. Las mismas no son
sino interpretaciones, a largo de su
historia, antes de convertirse en signos, inter
pretan, y tienen significado finalmente porque
son interpretaciones esenciales. Prueba de
es la famosa etimología de agathos3. Es tam
bién en este sentido en el que Nietzsche dice
que palabras fueron siempre inventadas por
las clases superiores; no indican un significa
do, imponen una interpretación. En conse
cuencia, no es a causa de unos signos prima
rios y enigmáticos por que hemos de dedi-
44
carnos a tarea de interpretar, sino
que hay interpretaciones, y no cesa de
ex1stu debajo de una
enorme red interpretaciones violentas.
es en razón esto por que signos, sig-
nos que nos prescriben interpretación de
su interpretación, que nos prescriben el dar
les la como signos. este sentido, po
demos decir que Allegoria y Hyponfa es
tán en base lenguaje y antes que él, no
por que se ha deslizado después bajo las pa
moverlas y hacerlas vibrar, sino
que las engendrado, las hace
con una que no se fija jamás. Es
por esto también que para Nietzsche el intér
prete es "verídico"; es "verdadero" no por
que se adueña de una verdad dormida que
pregona a voces, smo porque pronuncia
. .
45
signo implica que el signo no se puede con
siderar ya como un ser simple y benévolo, co
mo ocurría en siglo XVI, en donde la plé
tora de todos los signos, el hecho de que to
das las cosas se pareciesen probaba simplemen
te benevolencia de Dios, y no separaban más
que por un velo transparente signo del sig
nificado. Por el contrario, desde el siglo XIX,
a partir de Freud, Marx y Nietzsche, a mi jui
cio, el signo se va a convertir en algo malévo
lo; quiero decir que en el signo hay una cier
ta ambigüedad un poco turbia de mala volun
tad y de "malevolencia''. Y esto en la medida
en que el signo no se da ya como tal. Los sig
nos son interpretaciones que tratan de justi
ficarse, y no a inversa.
Esta era función que se asignaba a mo
neda como se definió en la Crítica de la
Economía Política, y sobre todo, en primer
del Capital. De esta misma forma se con
sideraban los síntomas en Freud. Y en Nietzs
che, las palabras, justicia, las clasificacio
nes binarias Bien y en consecuen
cia, signos, eran máscaras. El signo, ad-
46
quirir esta nueva función de recubrimiento
de la interpretación, perdió su simplicidad de
significante que todavía poseía en la época del
Renacimiento, y su densidad propia se abrió
y pudo entonces precipitarse en abertura ha
cia todos los conceptos negativos que hasta en
tonces habían permanecido ajenos a teoría
signo. Esta no conocía más que el momen
to transparente y apenas negativo del velo.
Desde ahora, podrá organizarse en el interior
del signo todo un juego de conceptos negati
vos, de contradicciones, de oposiciones, en el
conjunto de ese juego de fuerzas reactivas que
Deleuze analizado tan acertadamente en
su libro sobre Nietzsche*.
"Volver a colocar la dialéctica en su sitio",
si esta expresión ha de tener un sentido, ¿no
debería ser justamente volver a colocar en la
densidad signo, en ese espacio abierto, sin
fin, descubierto, en ese espacio sin contenido
real reconciliación, todo ese juego de ne-
* Nietzsche et
ración en Anagrama.
47
gatividad dialéctica des-
tapado dándole un sentido
Finalmente, hablemos
hermenéutica: interpretación se encuen
tra ante obligación de interpretarse a sí mis
ma hasta el · de volver a encontrarse
siempre consigo misma. De se despren
den dos consecuencias importantes. La prime
ra se refiere a la interpretación será siem
pre, en sucesivo, la interpretación de
"¿quién?"; no se interpreta en el sig
nificado, sino que se interpreta en realidad
quién propuesto interpretación. El
cipio de interpretación no es otra cosa más que
intérprete, y éste es quizás sentido que
Nietzsche a palabra "psicología". se
gunda consecuencia se refiere a que inter
pretación tiene que interpretarse siempre a sí
misma y no puede dejar de sobre sí
misma. En oposición tiempo de los signos,
.
48
está
ya pasó,
que ocas10na que el único peligro
que realmente corre interpretación, pero que
es un peligro es paradójica-
mente, hacen correr signos. La muerte de
interpretación es creer que signos que
existen originalmente, real
mente, como marcas coherentes, pertinentes
y sistemáticas.
La vida de interpretación, contra-
rio, es el creer que no más interpre-
taciones. Me parece que es necesario compren
der algo que de nuestros contempo
ráneos olvidan, esto es, que hermenéutica y
semiología son dosferoces enemigos. Una her
menéutica se ciñe a una semiología tien
de a creer en existencia absoluta de los sig
nos: violencia, inacabado, la in
finitud de las interpretaciones, para hacer rei
nar el terror índice y sospechar del len
guaje. Reconocemos marxismo poste-
49
rior a Marx. Por el contrario, una hermenéu
tica que se desarrolla sobre sí misma entra en
el dominio de los lenguajes que no dejan de
implicarse a sí mismos, en esa región inter
media entre la locura y el puro lenguaje. Es
en esto en lo que reconocemos a Nietzsche.
50
Discusión
Boehm
Foucault
51
to sobre interpretación concierne a
fía y al fin de Pero economía
nea, como la entiende Marx, ¿no cons-
una interpretación, no sería condena-
porque podría tener en cuenta el cambio
y interiorizaría en un cierto
Boehm
Foucault
52
Hay una cosa cierta, y es
cia del signo, un cierto cambio en importan
cia y en crédito que se asignaba al signo,
se a finales del siglo XVIII o a comien
zos del XIX, razones muy diversas. Por
descubrimiento de filología en
palabra, la organiza
ción conjunto las lenguas indoeurope
as, el hecho de que los métodos clasifica
ción perdieran su todo esto probable
mente reorganizó nuestro de
los signos. Disciplinas como la filosofía de
naturaleza, entendida en su sentido más am-
no solamente en Hegel, sino en todos
los alemanes contemporáneos de Hegel, son
sin duda alguna prueba de esta alteración
en el régimen de los signos que se produjo en
la de aquellos momentos.
Tengo impresión de que sería, digamos,
más fecundo actualmente, para el tipo de pro
blemas se nos plantean, ver en idea de
mistificación de la conciencia un tema na
cido de la modificación del régimen funda
mental de los signos, mejor que encontrar
53
a rnversa, origen de preocupación de
interpretar.
Taubes
Foucault
No he de interpretación religio-
sa que, en efecto, tuvo una importancia ex
trema, porque en brevísima historia que
trazado me he situado en perspectiva de los
signos y no del sentido. En cuanto a la rup
tura que representa siglo XIX, se puede
muy bien atribuir a Hegel. Pero, en histo
na signos, en su más amplia ex-
54
tensión, descubrimiento de las lenguas in
doeuropeas, la desaparición de gramática
general, la sustitución del concepto de orga
nismo por el de carácter no son menos im
portantes que la filosofía hegeliana. No hay
que confundir historia de filosofía y arqueo-
logía pensamiento.
Vattimo
Foucault
55
do de no poderla
piense en el Dieciocho Brumario, ejemplo:
Marx no presenta jamás su interpretación co-
mo interpretación final. Sabe di-
ce, que se podría interpretar a un más
profundo, o a un nivel más general, y que no
hay explicación se sitúe a ras suelo.
Wahl
56
terpretar? Y me pregunto: ¿quién inter
preta? Y, finalmente, estarnos mistificados, pe
ro ¿por quién? una ser engañoso. ¿Pero
es este ser engañoso? siempre una
de interpretaciones: Marx, Freud,
Nietzsche, y también Gobineau... Existen
marxismo, psicoanálisis, y digamos, tam-
bién, interpretaciones racistas...
57
que caracteriza profundamente a cultura oc
cidental de estos momentos.
Wahl
Foucault
Wahl
58
de Nietzsche es más difícil opinar.
En relación con las interpretaciones marxis
tas y freudianas, corre el riesgo de sucumbir...
Foucault
59
Baro ni
60
en
diana veneno despreciativo. Jung opone
símbolo signo, siendo signo que debe
ser traducido en su contenido latente, mien
tras que símbolo por sí mismo. Aun
que yo haya podido decir hace un momento
que me parecía que a Nietzsche se podía
colocar al lado de Freud y de Marx, de hecho,
yo creo que a Nietzsche también se le puede
situar al lado de Jung. Para Nietzsche como pa
ra Jung, hay una oposición entre el "moi" y
"soi", entre la pequeña y gran Razón.
Nietzsche es un intérprete extremadamente
agudo, incluso cruel, pero hay en él una cier
ta forma de ponerse en contacto con "la gran
' " que acerca a Jung.
razon
Foucault
61
Ramnoux
62
guardó silencio con respecto a Nietzsche?
Ahora bien, hay dos puntos a tener en cuen
ta: el primero es que a partir de 1 908, me pa
rece, los alumnos de Freud, es decir, Rank y
Adler, tomaron como tema de uno de sus pe
queños congresos las semejanzas o analogías en
tre las tesis de Nietzsche (en particular, las de
Genealogía de Moral) y las tesis de Freud.
Freud les dejó hacer, guardando una extrema re
serva al respecto, y me parece que que dijo
en aquel momento fue, poco más o menos, que
Nietzsche aporta demasiadas ideas a la vez.
otro punto es que a partir de 1 9 1 O, Freud
entró en relaciones con Lou Salomé; sin du
da hizo un ensayo o un análisis didáctico de
Lou Salomé. Por tanto, debió existir, a tra
vés de Salomé, una especie de relación mé
dica entre y Nietzsche. Pero Freud no
podía hablar de ello. Lo único que hay de cier
to es que todo que Lou Salomé publicó des-
blicación en Anagrama.
63
pués, en el fondo, forma parte de su -··-··�·�
Foucault
Ramnoux
Seguramente, no
64
Demonbynes
Foucault
Sí.
65
Demonbynes
Foucault
Demonbynes
Foucault
67
ba García: "En nuestros -dice en 1 860-
reemplazado a salvación".
68
_¡
NOTA
69
NOTA BIBLIOGRAFICA
Ver también:
70
INDICE
Estudio preliminar
Nietzsche, Freudy Marx:
¿Revolución o reforma?
Eugenio Trias 3
Nota B io-bibliográfica 69
Nota Bibliográfica 70
71
Impreso en el mes de febrero de 20 1 O
en New Press Grupo Impresor S.A.
Paraguay 278 - Avellaneda
Provincia de Buenos Aires
República Argentina
72