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Introducción
1. Antiinflamatorios
Una de las propiedades más valoradas de los corticoides en oftalmología es su
particular beneficio en el control y tratamiento de las oftalmopatías
inflamatorias. Los efectos posteriores a la inflamación que serían deseables en
otros órganos o tejidos - como la formación de tejido fibroso,
neovascularización, contracción cicatricial o infiltración de células inflamatorias
- pueden ser bastante dañinos a nivel ocular si se les deja progresar sin
control.
Un claro ejemplo sería el de las uveítis mal controladas. En estos casos, la
ausencia de una corticoterapia precoz,
duradera y suficientemente potente, por diferentes vías incluso (tópica,
sistémica, subconjuntival), puede desencadenar en fatales consecuencias para la
visión y la viabilidad del globo ocular.
Prácticamente no hay enfermedad inflamatoria en oftalmología que escape al
uso de corticoides como droga de primera elección, salvo casos muy contados,
como por ejemplo: endoftalmitis piógena, infecciones por virus u hongos, o la
mayoría de las úlceras corneales.
Y aunque el uso de antiinflamatorios no esteroideos (AINE) por vía tópica está
cada vez más extendido en oftalmología, nunca un AINE puede “competir” en
actividad antiinflamatoria con un corticoide. Pueden sumarse, pero no
restarse…
2. Inmunosupresores
Otra valía irrenunciable de la corticoterapia es su capacidad para ayudar al
control de procesos oculares de base
inmunomediada, bien en solitario o en combinación con otros medicamentos
inmunosupresores o inmunomoduladores (ciclosporina, azatioprina,
tacrolimus).
Son de utilidad, no sólo para combatir enfermedades inmunomediadas, sino
también para controlar de forma
adecuada la respuesta inmune posterior a determinadas intervenciones
quirúrgicas y que se asocia directamente
al éxito de cirugías como la facoemulsificación de cataratas o el transplante
corneal.
Las patologías oculares de etiología inmunomediada no son tan infrecuentes
como cabría pensar y, por lo general,
cumplen un perfil diagnóstico y terapéutico que las hace ser particularmente
interesantes y diferentes. Ahondar
en las especificaciones de este tipo de trastornos escapa al objetivo principal de
este artículo, pero mostraremos
una relación de imágenes que reúnen algunas de las enfermedades más
habituales con buena respuesta a la
corticoterapia inmunosupresora.
3. Controladores de la cicatrización corneal
La inhibición de la actividad fibroblástica y de la formación de colágeno es de
utilidad para reducir la neovacularización y cicatrización corneana y para
salvaguardar, en la medida de lo posible, una mayor trasparencia corneal, tan
importante para mantener la correcta función visual. No obstante, sólo está
indicado este uso en los casos de injurias corneales, unos días después de
comprobar la integridad del epitelio corneal con una tinción negativa a la
fluoresceína. Si bien los corticoides tópicos no disminuyen de manera
apreciable la cohesión cicatricial en las heridas corneanas quirúrgicas, su
empleo no se recomienda sin indicaciones específicas. Los corticoides
amortiguan el vigor de la reparación lesional a nivel de la córnea, de manera
que la extracción de las suturas debe ser demorada.
4. Urgencias oculares
El corticoide es, con frecuencia, el medicamento de elección en la terapia de
emergencia para gran cantidad de procesos considerados urgencias
oftalmológicas. Existe incluso una “máxima” en oftalmología veterinaria
aplicable en estos casos: “Un animal no se queda ciego sin probar antes los
corticoides”.
Y es que si revisamos la lista de posibles diagnósticos diferenciales en un caso
de ceguera aguda, prácticamente en todos los supuestos, una dosis de
corticoide intravenosa es parte esencial en el tratamiento, o, en el peor de los
casos, tendría un efecto nulo sin efectos secundarios reseñables.