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¿Cuáles son los argumentos que determinan a Aristóteles como un pensador pacifista,

anticolonialista, y defensor del derecho y de la ley?

En el presente ensayo, titulado con la pregunta problema: ¿Cuáles son los argumentos que

determinan a Aristóteles como un pensador pacifista, anticolonialista, y defensor del derecho y

de la ley?, los conceptos a los cuales se le hace alusión la pregunta problema son pacifismo,

anticolonialismo, Derecho y ley.

Se entiende por pacifismo, conformado de la palabra latina “pax”, que es sinónimo de “paz”,

y el sufijo griego “-ismo”, que es equivalente a “doctrina”, es el conjunto de las doctrinas que

buscan promover la paz entre las naciones (este concepto también debe de incluir la paz social),

y que considera que lo más importante para evitar la guerra estriba en condenar su carácter

“pecaminoso”, inmoral.

Por otra parte, tenemos que el anticolonialismo se basa en el reconocimiento del derecho de

los pueblos, a disponer de un Estado independiente, el cual participa en igualdad de derechos con

los otros Estados, es decir, que se opone a la dominación económica, política y cultural de un

pueblo sobre otro.

A su vez, el Derecho, que proviene del término latino directum, que significa “lo que está

conforme a la regla”, es un sistema normativo de regulación de la conducta social producido y

garantizado coactivamente por el poder político de una autoridad soberana, que facilita y asegura

la convivencia o cooperación social, y cuya validez está condicionada por los valores jurídicos y

éticos de los cuales es generador y portador.


Por último, la ley es una regla o norma jurídica que se dicta por la autoridad competente de

cada sitio en particular, la cual tiene como fin ordenar o prohibir alguna acción en consonancia

con la justicia.

En Aristóteles encontramos un conflicto sobre la dominación de otros pueblos y la forma

correcta de cómo se debe tratar con estos, específicamente en su libro La Política. El estagirita

plantea conflictos desde distintos puntos de vista donde se mencionan ejemplos de los diferentes

fines a los que han de tender la politeia respecto a la relación con sus vecinos (1324b), y plantea

ejemplos de distintas polis donde se evidencia cómo son estas relaciones en lugares tales como

Lacedemonia, Creta, Tracia, etcétera, y cómo se desarrolla cada una de estas, a lo que Aristóteles

plantea distintos cuestionamientos reflexivos sobre la política sobre si “el trabajo del político es

tratar de mirar cómo se domina y se tiraniza al prójimo” (p. 297), evaluando sobre si estos no se

avergonzarían de hacer con los demás lo que, a sus pareceres, consideran injusto, es decir,

dejando de actuar en busca del bien sino en propio beneficio, rechazando estas actitudes.

Aunque, si bien es cierto, Aristóteles se contrapone a la idea de dominar-colonizar- a sus

vecinos, solo la considera viable cuando “esa conducta es irracional a no ser que no haya por

naturaleza un elemento dominador y otro dominable, en cuyo caso, deben proceder así, no

tratando de dominar a todos sino a los dominables” (1324b-p.297).

Tales razones le permiten esclarecer a Suñol (2013) que

El propio Aristóteles (...) pone de manifiesto su naturaleza intrínsecamente política:

(…) el rechazo a la confusión de la dominación política con la despótica, el repudio al

imperialismo y al ejercicio de la violencia, el reconocimiento de la legitimidad de la

dominación política (…).Estos son algunos de los aspectos de la posición aristotélica(…)


que pone de manifiesto que la vida más elegible necesariamente supone —a nivel

comunitario— un dominio de carácter político, pues se ejerce entre hombres libres, que

en su condición de ciudadanos conforman una comunidad de iguales (koinonía politiké)

(p. 9-47)

Por lo tanto, entendemos que Aristóteles considera negativa y amoral la conquista de los

vecinos-otras polis-cuando es con mera ambición, pero “buenos, (…) no como fin supremo de

todo, sino como medios” (1325a, p.298) exclusivamente cuando se es necesario, por lo que su

preponderancia se basó en el hecho de encontrar formas diferentes, pacíficas, de entablar

comunicaciones y/o relaciones con los demás.

Por otra parte, tenemos que Aristóteles era un gran defensor de la dominancia del derecho y

de la ley por encima de cualquier hombre, que evidenciamos en textos tales como la Ética a

Nicómaco donde el mismo Aristóteles resalta que tanto para lo bueno como para lo malo hay ley,

pero que es necesario aprender a diferenciarla y a llevarla a buen puerto, es decir, que no se

puede permitir que ningún tenga plena dominio, sino que por encima de este esté la ley (1134b,

p.168). En esto evidenciamos que el hombre que ostente el poder y haga con este sus deseos no

será más que un tirano, modelo que Aristóteles considera nocivo para la polis, así que se suscita

el dicho que, al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie.

En este sentido, el análisis de Serrano (2005) nos permite entender a su vez que

La exigencia de obediencia a la legalidad, básica para la existencia de un orden civil,

no implica que el ciudadano acepte de manera acrítica el contenido de todas las leyes

vigentes. Por el contrario, para que la obediencia a la legalidad sea compatible con la

libertad propia del ciudadano, éste debe poder cuestionar esas leyes a través de los
medios que el propio orden civil le ofrece. El sentido normativo de la práctica política se

encuentra precisamente en el principio de la equidad, tal y como lo define Aristóteles,

esto es, como la corrección de la justicia legal. Aunque el ciudadano no sea el autor

directo de la ley, se puede afirmar que participa en el proceso legislativo (actividad básica

del ciudadano) si posee el derecho a disentir, así como la posibilidad de transformar las

leyes positivas. (p.123-160)

Es decir, la obediencia no hace mera alusión a simplemente ceder y aceptar las leyes porque sí,

sino entender que el ciudadano hace parte de esa ley, y que, aunque debe cumplirla, es necesario

que la entienda, para que no sea objeto de arbitrariedades ni que eso signifique perder la libertad

de acción.

Asimismo, se evidencia dentro del corpus aristotelicum la importancia y defensa del derecho y

de la ley como medio educativo, ya que precisa Aristóteles que

Es difícil encontrar desde joven la dirección recta para la virtud si no se ha educado uno

bajo tales leyes, porque la vida templada y firme no es agradable al vulgo y menos a los

jóvenes. Por esta razón es preciso que la educación y las costumbres estén reguladas por

leyes.» (Etic. Nic. X, 9, 1179, b)

Del mismo modo, encontramos a Macía (2004) el cual prosigue defendiendo la importancia

de la ley y el derecho en Aristóteles diciendo que

Para educar y acostumbrar a los ciudadanos, desde jóvenes, al ejercicio de la virtud y las

buenas costumbres, a la par que las leyes sirven para crear un orden justo en una

comunidad, dotado de fuerza para hacerlas cumplir; pues las pasiones contrarias a la

virtud esclavizan a la mayoría de los hombres, y éstos no ceden ante razonamientos sino
sólo ante la fuerza. Por tanto, leyes educadoras, y leyes coactivas sirven para que los

ciudadanos, desde la juventud, adquieran buenas costumbres y para crear un orden justo

en la comunidad (p.67).

Es decir, en Aristóteles, la ley y el derecho juegan un papel fundamental tanto en la

reglamentación de las actitudes en sociedad como de la formación de los ciudadanos en la

búsqueda de una politeia perfecta.

Según lo explicado anteriormente, Aristóteles se muestra como un defensor claro del no

colonialismo, que propugnaba otras formas de relacionarse y predicaba al derecho y a la ley

como base social y educativa. Todo esto se argumenta en sus obras más reconocidas, que son el

fiel reflejo del pensamiento que fue construyendo a lo largo de su vida, apoyadas por académicos

que se dedicaron a su estudio. Estas evidencian, por ejemplo, en libros como La Política, donde

se menciona que el sustento de las relaciones que habrían de mantenerse respecto a los vecinos-

polis- y cómo debían estas llevarse a cabo, sin inconvenientes y siempre con la búsqueda de las

buenas relaciones, condenando cualquier tipo de arbitrariedad y despotismo a menos que sea

únicamente necesario.

A su vez, en otros como la Ética a Nicómaco, este resalta cómo la ley y el derecho deben ser

considerados como pilares en el desarrollo bueno de la comunidad, ya que en cuanto más

virtuoso se sea, mejor se van a entender y aplicar las leyes y el derecho. En este mismo sentido,

autores como Macía, Serrano y Suñol, quienes se han dedicado al estudio del corpus

aristotelicum, concuerdan con las ideas de Aristóteles, resaltando las actitudes pacifistas,

anticolonialistas y defensor de la ley y el derecho que manejaba el estagirita.


No obstante, a pesar de todo lo ya mencionado, podemos encontrar, en autores como Kant, a

la ley, o como él le llama, el deber jurídico, netamente como un regulador social y no como una

base educativa. Para Kant, la ley práctica es considerada un principio objetivo que convierte en

deber determinadas acciones, es decir, por medio de la constante realización de la misma, esta

pasa a considerarse una obligación. En este caso, aparecen los deberes jurídicos, que “son

aquellos que regulan el derecho de la humanidad en nuestra propia persona y el derecho de los

hombres.” (Pérez, 2013, p. 1). Los deberes jurídicos son fundamentalmente tres (Pérez, 2013,

p.2): el deber de honestidad, el deber de inocuidad o de no dañar a nadie, y el deber de

sociabilidad.

En este caso, si bien es cierto no es una oposición radical la opinión planteada por Kant al

planteamiento aristotélico sobre la ley, se contrapone la idea en el hecho de que esta no es más

que una regulación social que maneja una clasificación, por lo que la ley como sentido de

educación pierde connotación y no se le atribuye a esta.

Por otra parte, tenemos el planteamiento de Hobbes respecto al estado natural en la

construcción del Estado. Hobbes establece que el bien y el mal, lo justo o lo injusto, responden

en el estado de naturaleza a la satisfacción de los deseos y las pasiones de cada uno (De Cive, III,

5-7). El derecho nos da total libertad de acción a la hora de conservar nuestra vida, mientras que

cuando atendemos a la ley natural la razón nos obliga a actuar de una determinada manera para

lograr el mismo objetivo, todo esto entendiendo que Hobbes plantea que el hombre es malo por

naturaleza y solo vive en sociedad a menos que lo necesite. Sobre esto, plantea Jiménez (2013)

que

La ley natural es más que un conjunto de directrices que la razón nos ofrece si queremos

sobrevivir en el estado de naturaleza, teniendo en cuenta que la razón hobbesiana se


reduce únicamente a cálculo de beneficios. Por lo tanto, si combinamos estos elementos

de racionalidad instrumental, egoísmo, amoralidad, etc, es normal que Hobbes acabe

identificando el estado de naturaleza con un estado perpetuo de guerra de todos contra

todos (De Cive, I, 12) (p. 74)

Grosso modo, que, juntando todos los factores de la naturaleza del hombre, en la concepción

hobbesiana, se vive en un conflicto eterno debido a la actitud individualista y egoísta del hombre,

lo que hace que netamente se busquen beneficios personales, es decir, la contraposición a

Aristóteles el cual defiende que el hombre es un animal político que ha de vivir en sociedad

buscando el bien común.

Tras todo lo expuesto, se llega a la conclusión de que los argumentos que determinan a

Aristóteles como un pensador pacifista, anticolonialista y defensor del derecho de la ley se

encuentran nada más que en sus obras más importantes sobre Ética y Política, opiniones que son

respaldadas por autoridades en el pensamiento aristotélico. Se determina que las ideas

aristotélicas sobre las relaciones con las otras polis se resguardan en el pacifismo, en el

anticolonialismo, en la búsqueda de contactos estables con la única salvedad en casos tales como

necesarios, pero solo sobre aquellos quienes tienen la naturaleza de ser dominados, y siempre

esto como un medio, no como el fin de un estado. Del mismo modo, se establece que para

Aristóteles el Derecho y la ley versan un papel fundamental en la sociedad, tanto como es esta

quien rige a la sociedad y tiene notoriedad obligatoria, pero siempre bajo análisis y constante

variación, tanto como estructura educativa, que aleje, especialmente a los jóvenes, de los vicios y

lleve a la práctica de la virtud.

Cristian David Rebollo Navarro, Primer Semestre.


Bibliografía

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Obtenido de

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