1. Hay que seguir la verdad en amor (vers. 15) En la vida cristiana todo tiene que apuntar a Cristo. Esa es nuestra meta suprema. Por lo tanto, se plantea la necesidad de crecer en todo, pero que sea “en aquel que es la cabeza…”. Y Pablo al abordar este concepto se asegura que la mejor manera de lograr tal crecimiento es cuando seguimos la verdad, pero la verdad en amor. No siempre se dice la verdad en amor. Nuestras emociones nos traicionan al momento de hablar la “verdad”. Pero hay que seguir la verdad que es contraria al error que Pablo está exponiendo. Somos muy propensos a seguir cualquier cantidad de cosas que no contribuyen a nuestro crecimiento. Nos preocupamos con mucha frecuencia en seguir donde nuestros ojos se deleitan, a escuchar lo que nos da más placer y hasta caminar hacia aquello que más nos satisface. Pero seguir la verdad en amor es el camino correcto que nos conectará siempre con la cabeza que es Cristo. Es una bendición saber que los dones espirituales trabajan para hacer realidad esta meta. Crecemos para ser cada día semejantes a Cristo. 2. Edificarse en amor (vers. 16). En este capítulo de los dones espirituales Pablo nos ha venido diciendo que el encargado de dar estas gracias divinas es Cristo. Resulta interesante que al final nos lleve a hablar otra vez de su cuerpo, que es su iglesia, destacando una intrínseca unidad, sostenida por todos sus miembros. La idea de esta figura es mostrarnos como los dones espirituales trabajan en la iglesia, no de una manera aislada, sino bien coordinados, sin menospreciar o menos cavar a los otros hasta lograr el crecimiento mayor, que no es sino el crecimiento del cuerpo y no el crecimiento personal. Observe la forma como Pablo usa la imagen del cuerpo y su unidad. Por un lado, habla de un cuerpo “bien concertado”. La idea es de algo que encaja perfectamente. Y cuando cada parte (miembros o dones) cumplen su propia función, ayudan a que el resto de los miembros se desarrollen a través del uso de sus dones espirituales. Cuál va a ser el resultado, pues que, al llegar a trabajar de esta manera tan unida el cuerpo de Cristo crece sano y lleno de amor. Si el amor no es lo que distingue este crecimiento, los dones son un fin en si mismo. El trabajo de un pastor es ayudar para que la iglesia que dirige logre este tipo de crecimiento y edificación de su iglesia. CONCLUSIÓN: ¿Para qué sirven los dones espirituales ministeriales? En el presente texto Pablo nos ha indicado que los dones ministeriales tienen el propósito de preparar al creyente para la obra del ministerio hasta llegar a la unidad de la fe en un crecimiento maduro y sustentado de modo de construir el edificio del amor, eso es la edificación mutua de la iglesia del Señor. Bueno, esta es la parte que hacemos los pastores para ayudar al creyente a desarrollarse, pero ¿qué hago entonces para descubrir mis dones espirituales? Lo primero que tengo que decirles es que no hay una “fórmula mágica” que nos indica que de la noche a la mañana eso surja. Pablo nos dijo en el texto anterior que procuremos los “dones mejores”, lo que significa que debo tener un profundo interés en este tema. Que debo anhelarlo. Que los debo buscar en oración. No sabré jamás que don tengo si no hago lo mínimo. Si no me esfuerzo en la gracia del Señor.