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¿Qué es un conflicto social?

En los últimos 10 años se presenta en nuestro país un tipo de conflicto frecuente. No es armado pero puede ser violento,
no busca destruir el sistema político pero cuestiona el funcionamiento del Estado o del mercado. Nos referimos al
conflicto social.

Veamos algunos datos de conflictos sociales en el Perú, según el sistema de monitoreo de la Defensoría del Pueblo:

Cuando se comenzó a registrar los conflictos en 2004, la cifra llegaba a 93 casos al año. Diez años después, esta cifra
llega a 276. Desde el 2007 hasta la fecha, los conflictos socioambientales representan la mayoría de casos registrados
mes a mes. Actualmente, son más del 60%”. En el caso de los conflictos en etapa de diálogo, cabe mencionar que la
mitad de ellos ha sido antecedido por hechos de violencia.

Los conflictos sociales pueden ser agrupados en dos grandes ámbitos:

– El de las relaciones entre la población y las industrias extractivas

– Y entre la población y la gestión pública.

Pero, ¿qué es un conflicto social?

Un conflicto social es un proceso complejo en el que sectores de la sociedad, el Estado o las empresas perciben que sus
objetivos, intereses, valores o necesidades son contradictorios. Estamos pues ante demandas de numerosas personas
que se sienten amenazadas o perjudicadas por la contaminación de un río, la mala prestación de un servicio público, la
afectación a sus derechos laborales u otros motivos, y que se movilizan para buscar explicaciones sobre lo ocurrido y
encontrar soluciones.

Pero ¡cuidado!, el conflicto debe ser adecuadamente canalizado para evitar que surja la violencia.

Elementos del conflicto social

Cada conflicto tiene por lo menos tres elementos que lo componen: los actores, los problemas y el proceso. Los actores
son aquellos cuyos intereses están directamente enfrentados. De un lado, están los que plantean las demandas y, del
otro, los presuntos responsables de los problemas. También son actores quienes colaboran con la solución a los
problemas. La Defensoría del Pueblo, por ejemplo.

Los problemas se dan porque al principio no hay una misma perspectiva, cada quien habla desde sus intereses o sus
creencias. Pero si se hace un buen análisis y se socializa la información se puede avanzar hacia ideas cada vez más
compartidas. El proceso es la manera cómo discurre el conflicto, su dinámica. Puede haber protestas públicas o medidas
de fuerza que buscan presionar en favor de sus objetivos; puede haber procesos de diálogo guiados por reglas aceptadas
por las partes o reuniones precarias y poco confiables; puede contarse con un facilitador o mediador o negociarse de
manera directa. Está claro que los procesos que están más cerca de alcanzar soluciones son aquellos que tienen
legitimidad, son colaborativos y eficaces.

Los conflictos sociales revelan un malestar y una posible falla en el funcionamiento del Estado o del mercado. Pero hay
que asumirlos como oportunidades para comprender realidades diversas y resolver problemas complejos. Una sociedad
democrática debe escuchar atentamente las voces que reclaman algo. De por medio están los derechos, la
gobernabilidad democrática, el desarrollo y la cultura de diálogo y paz.

http://www.defensoria.gob.pe/blog/que-es-un-conflicto-social/

Teorías del Conflicto Social Cátedra: Pablo A. BONAVENA Descripción de la materia:

La asignatura aborda las explicaciones del conflicto social presentes en la teoría sociológica. Algunas preguntas, como las
que siguen, orientan el curso: ¿qué es el conflicto social? ¿Por qué existen conflictos sociales? ¿Cuáles son las formas de
análisis sociológico sobre el tema? ¿Qué tipos de conflictos sociales existen? ¿Con qué criterios se clasifican?¿Los
conflictos tienden a confluir o a fragmentarse?¿Quiénes participan de los mismos? ¿Qué implicancias tiene el conflicto
social para las sociedades donde ocurre? ¿Qué relaciones existen entre conflicto y orden social? ¿Y entre conflicto y
cambio social? ¿Qué articulaciones conceptuales existen entre conflicto social, dominación y poder? ¿Qué vínculos
pueden establecerse entre conflicto social y reforma social?¿Y con respecto a la democracia? ¿Cuál es el hilo entre
conflicto y revolución social?

Para responder estos y otros interrogantes, proponemos cuatro conjuntos de lecturas. En primer término los autores y
cuadros políticos que desarrollaron la teoría de la lucha de clases: Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Stalin, Mao TseTung,
Gramsci, entre otros. En esta sección se estudian el concepto de clase social, la periodización de la lucha de clases, la
constitución de fuerzas sociales, el partido político, la dualidad de poderes y la autonomía en el proceso de constitución
de las clases.

Un segundo conjunto de lecturas nos aproxima a los fenómenos contenciosos bajo la óptica de los clásicos de la
sociología (Saint Simon, Comte, Spencer, Durkheim, Weber, Simmel, Veblen, Sombart y la escuela de Chicago) y del
pensamiento político moderno (el socialismo de cátedra alemán, Hobbes, Rousseau, Montesquieu, Locke).

Un tercer grupo pertenecen a los/as sociólogos/as que teorizaron sobre el conflicto social a mediados del siglo XX:
Coser,Dahrendorf, Rex, Collins y Bernard, quienes discutieron las relaciones entre conflicto y sistema social; la
subjetivización del conflicto y la funcionalidad del mismo.

Un cuarto cuerpo de textos son aquellos escritos por los autores consagrados al estudio de la acción colectiva y los
movimientos sociales. Por un lado la llamada “escuela norteamericana”, representada por Tilly, Tarrow, McAdam; que
se ocuparon de estas cuestiones a partir de nociones como la movilización de recursos o la estructura de oportunidades
políticas. Por otra, los teóricos de la “corriente europea”, como Touraine, Melucci o Paramio, quienes analizaron estos
fenómenos desde la cuestión de las identidades sociales.

En los trabajos prácticos se analizan algunos procesos concretos de conflictividad social, de Argentina u otras latitudes, a
partir de los autores vistos en teórico y/o algunos textos específicos.

http://sociologia.sociales.uba.ar/2017/06/21/teorias-del-conflicto-social/

EL CONFLICTO SOCIAL

El hombre solitario no tiene conflictos, es apenas un ser biológico como los demás animales. En cambio, el ser humano
es el hombre como integrante de un grupo social, preocupado de sus relaciones con los demás humanos, de los valores
que comparten y de los que discrepan, de la opinión que se tiene de nosotros, pues a los humanos nos gusta que nos
quieran y nos respeten, aunque algunos prefieren que los teman.

Por: Raúl León Fernández*.*Abogado de la Universidad Libre de Colombia 17 de junio de 1997, 05:00 am

Un pensador español ha dicho que: una sociedad sin conflictos no sería una sociedad humana sino un cementerio o un
museo de cera. De esta manera queremos significar que la política no es causa del conflicto sino su consecuencia. La
política es el intento de que el conflicto social no resulte tan destructivo, como que los humanos no tenemos la virtud de
ponernos automáticamente de acuerdo, sino que los hacemos mediante la convención como decían los romanos, o la
concertación como se dice ahora.

La condición humana asume una actitud política mediante la cual busca el acuerdo con los demás, concibe y ejecuta la
organización y la coordinación entre mucho de lo que afecta a todos.

Dicho de otra forma, en asuntos de política no se trata únicamente de mi vida sino de nuestras vidas, de mi relación
pacífica y ojalá cordial con muchas otras vidas. Y no se trata de resolver el presente inaplazable sino también la
proyección de lo que habrá de ser el mañana , ese mañana en el que -al decir de Savater- quizás yo ya no esté, pero en el
que aún vivirán los que yo quiero y donde aún puede durar lo que yo he amado .
La política es, entonces, el más importante medio para dar respuestas al ineludible conflicto social, concibiendo y
renovando formas de gobernar, eligiendo y relevando gobernantes, que juegan su papel siguiendo esta o aquella
concepción: la sentada por el príncipe de Maquiavelo, según la cual El fin justifica los medios, o la otra pregonada por el
filósofo francés Albert Camus: En política solo los medios pueden justificar el fin.

Ese fluir de gobernantes que por sus buenas obras se les admiran y se les quiere, y la presencia de aquellos otros que
ejercen su autoridad haciéndose temer, nos lleva a darle la razón al pensador que definió la política como el conjunto de
motivos que tienen las personas para obedecer y para sublevarse.

Pero, la política es, ante todo, el buen ejercicio de la autoridad. Como dijera Hobbes,...los hombres no derivan placer
alguno (antes bien, considerable pesar) de estar juntos allí donde no hay poder capaz de imponer respeto a todos ellos...
En tal condición no hay lugar para la industria, porque el fruto de la misma es inseguro. Y por consiguiente tampoco
cultivo de la tierra, ni navegación, ni uso de los bienes que pueden ser importados por mar, ni construcción
confortable... ni artes, ni letras, ni sociedad, lo que es peor que todo, miedo continuo, y peligro de muerte violenta; y
para el hombre una vida solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta... .

La política es como el oxígeno del cuerpo social. No todos los políticos son corruptos, como creen algunos. Y dejarán de
serlo, o no llegarán a los estratos gubernamentales si la mayoría de los ciudadanos cumplen su rol político, tan
importante como el presente y el futuro que marca nuestras vidas. Max Weber dijo: solo existen dos pecados en
política: no defender ninguna causa y no tener el sentimiento de su responsabilidad.

http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-703347

DERECHO Y CONFLICTO

El método más antiguo para la gestión y solución de los conflictos, es y ha sido el derecho. Para entender la relación que
existe entre el Derecho y el conflicto, utilizare la definición del sociólogo Julien Freund sobre conflicto:

“El conflicto consiste en un enfrentamiento o choque intencional entre dos seres o grupos de la misma especie que
manifiestan los unos hacia los otros una intención hostil, generalmente acerca de un derecho, y que, para mantener,
afirmar o restablecer el derecho, tratan de romper la resistencia del otro, usando eventualmente la violencia, la que
podría llevar al aniquilamiento físico del otro”.[1]

En esta definición identificamos dos elementos: la intencionalidad del conflicto y su relación con un derecho. Freund
hace referencia a esto dos elementos que a mi consideración son fundamentales para el desarrollo de cualquier
conflicto. En cualquier conflicto que analicemos veremos siempre estos dos elementos: una voluntad de decide
conflictuar con otra y un conjunto de argumentos o racionalizaciones de por qué se conflictua.

Es importante resaltar que la Teoría del Conflicto, en cualquiera de sus desarrollos, tiene en su base una antropología o
visión de la conflictividad humana y que ésta tiene a su vez una psicología o comprensión de los mecanismos
psicológicos que le permiten a los seres humanos justificar sus acciones.

Volviendo al tema del derecho como mecanismo de solución de controversias, encontramos que éste, pretende a través
de un sistema de normas disuadir a las personas para evitar conductas que son consideradas como prohibidas y ayudar
con esto a los miembros de una comunidad a conducirse de cierto modo, que es a su vez considerado como deseable.
Ciertamente no todos los conflictos están regulados por la normativa de las comunidades, dado que se entiende que hay
regiones de la vida humana que deben quedar fuera de éstas y que quedan en manos de sus miembros. Cuando algún
conflicto o tipo de conflictos se extiende hasta el punto que la comunidad reclama su regulación, se busca una nueva
regla a través de los mecanismos establecidos para ello. Remo Entelman define esta situación, clasificando las conductas
posibles entre conductas prohibidas y conductas permitidas. Esta idea, nos lleva a considerar que en un conflicto
cualquiera, los contendientes tienden a buscar cuál de los dos tiene la razón y si no hay acuerdo posible, dejan que el
sistema de normas lo defina. El problema es que el derecho define quién tiene la razón a partir de la creación de un
binomio cerrado: alguien tiene la razón y por lo tanto es titular de derecho y el otro no tiene la razón y por lo tanto está
obligado.
Las posibilidades que los contendientes tienen, se reducen a:

1. Alguien tiene la razón y el otro está obligado.

2. Nadie tiene la razón y por lo tanto son libres. Para ambos es igualmente permitido o legítimo estar en conflicto con el
otro.

“La consecuencia más grave de esta situación de un conflicto permitido es que, cuando alguien nos enfrenta con sus
pretensiones que sabemos no obligatorias para nosotros, nuestra inmediata reacción es pensar que no estamos
obligados (jurídicamente). Frente a esa constatación, concluimos en primer lugar que “no estamos en conflicto con él”,
desde que no tiene “derecho” a lo que nos pide. Y en segundo lugar, que no es, por ende, nuestro interlocutor”.[2]

Ilustración 1. Universo de las conductas posibles en una sociedad con derecho.

Siendo esto así, nos percatamos que hay una multitud de conflictos que están fuera del rango de lo normado y que por
ello, los seres humanos son libres para conflictuar entre sí.

Si la norma no prevé medios para resolver estos conflictos, ¿qué medios tenemos a disposición para resolverlos? Más
aún, ¿qué pasa si a pesar de estar normado un conflicto, dicha normativa no tiene la suficiente legitimidad para ser
respaldada por los actos de los ciudadanos? Una respuesta parcial, pero atinente, es que debemos buscar métodos
alternativos que nos permitan regular estos conflictos, algo de lo que nos ocuparemos más adelante. En síntesis, muchos
conflictos surgen de la pretensión de actores que creen tener derecho, frente a otros que creen no estar obligados,
pretensiones que son incompatibles, pero permitidas, dado que no son sancionadas por las normas vigentes. En este
ámbito, el derecho como método de resolución de conflictos es insuficiente o poco efectivo. Según Entelman, la Teoría
del Conflicto requiere de una definición lo suficientemente general para tener una región ontológica que permita dar
cuenta de todos los conflictos en todos sus niveles, definición que resulta útil para nuestros propósitos:

“El conflicto, es una especie o clase de relación social en que hay objetivos de distintos miembros de la relación que son
incompatibles entre sí”

Se hace un énfasis particular en el conflicto como dado dentro de una relación social en donde social, puede ser dos,
diez, mil o millones de personas involucradas, lo que agregaría a cada escalón un cambio en sus estructuras, dinámicas y
modos de abordaje. Aquí se señalan sólo los posibles conflictos entre pares, individuo-individuo o institución-institución,
pero como se puede ver, pueden darse otras combinaciones y en cada una de ellas

[4] podemos analizar su estructura, los procesos, los recursos y el tipo de abordaje. Pero también podemos anticipar que
cuanto más se eleva el número de participantes, más se eleva también el nivel de complejidad del conflicto, los factores
intervinientes y especialmente la dinámica de los mismos.

Teniendo en cuenta que el Derecho no puede operar en muchos de los anteriores escenarios y que corresponde a la
sociedad integrar dentro de sus posibilidades los mecanismos alternos de solución de controversias tales como: la
negociación, la mediación, la conciliación y el arbitraje entre otros. Es toda una tarea que desde la academia debemos
promover estas discusiones necesarias para la sociedad en aras de construir comunidades pacíficas, con alta tolerancia y
respeto por el otro; sociedades donde la cultura de paz sea algo que se integre en los valores familiares y comunitarios.

[1] Freund, Julien. (1983). Sociología del conflicto, Madrid: Ediciones del Ejército, pág. 58.

[2] Entelman, Remo. (2009). Teoría de conflictos. Hacia un nuevo paradigma, Barcelona: Gedisa, pág. 56. Aparece aquí la
diferencia entre legalidad y eticidad.

[3] Entelman, R. (2009), pág. 49. El autor parte de que la región más amplia dentro de la cual se inserta el conflicto es la
región de las relaciones sociales y que de ahí se pueden derivar un largo listado de posibilidades, en cuyos extremos se
encuentran las conductas cooperativas y las incompatibles, sean éstas reales o percibidas.
[4] Bastaría con agregar al gráfico dos entradas, un rol intercambiable entre ellos, por ejemplo, demandado (arriba) –
demandante (a la izquierda), o al revés. Así tendríamos una cantidad considerable de situaciones conflictivas. Pero el c
podría no ser entre roles, sino entre recursos o poder relativo.

http://www.uninorte.edu.co/web/jisaza/juan-pablo-isaza-gutierrez/-/blogs/derecho-y-conflictoruce

DERECHO Y CONFLICTO [1]


Por Remo F. Entelman
Las normas jurídicas de que se ocupan los científicos del derecho y los abogados y las técnicas, sobre todo procesales, que
la ciencia aplicada elabora funcionan en la vida social como instrumentos para la resolución de conflictos entre
pretensiones incompatibles de dos o más sujetos. Sin embargo, ambas profesiones se han desentendido de la problemática
del conflicto. Para los juristas, la explicación de ese fenómeno está dada por la teoría general de su ciencia. Según ésta, el
ordenamiento jurídico es un sistema cerrado de normas que resuelve todos los enfrentamientos posibles, sobre la base de
un principio denominado norma de clausura. Conforme a él, todo lo que no está prohibido por las normas del sistema se
considera jurídicamente permitido. Los abogados, a su vez, son educados en un arduo y largo proceso de transmisión de
conocimientos, sin que tengan oportunidad de tomar conciencia de que sus vidas profesionales transcurrirán confinadas en
la operación de una sola categoría de métodos de resolución de conflictos. Ni de descubrir la existencia de otros métodos
que pueden usarse para los mismos fines, reemplazando al derecho o cumpliendo su cometido allí donde aquel resulta
inoperante. El conflicto no les es mostrado como objeto de estudio ni reciben noticia alguna de las disciplinas que lo
tratan, pese a que el conflicto entre pretensiones jurídicas de signo opuesto (legítimas e ilegítimas) del que se ocupan, es
sólo una clase- y no la más numerosa- de ese género. Si uno se adentra en el problema, puede efectuar algunos
descubrimientos que, al ser expuestos, provocan verdaderas perplejidades. Cuando la Teoría Pura del Derecho enuncia la
norma o principio de clausura, lo que en realidad denota es que, dada la existencia de un orden jurídico con validez y
vigencia en una sociedad determinada, todas las conductas posibles de los individuos que la integran quedan
automáticamente clasificadas en dos grandes categorías: conductas prohibidas y conductas permitidas. Las primeras son
definidas como aquellas que constituyen el hecho antecedente de la sanción en una norma. Matar al prójimo, en ciertas
circunstancias, es una conducta jurídicamente prohibida si, y sólo si, en una norma del sistema una sanción está prevista
como consecuencia de esa conducta. Esto significa que la clase conductas prohibidas o sancionadas deja fuera de su
ámbito a las conductas no sancionadas, que con precisión se llaman permitidas, pero a las que también se alude como
conductas que alguien tiene derecho a realizar, en el sólo sentido de que no le está prohibido hacerlo. Tal es el producto de
aplicar el primer concepto clasificatorio de la ciencia del derecho a un universo de conductas posibles.
EL AMPLIO UNIVERSO DE LO PERMITIDO
Si se abandona por un momento la conceptualización jurídica que divide el universo de las conductas posibles en las
categorías de prohibidas y permitidas, se encuentra uno frente a la primera perplejidad. Al mirar desde otro ángulo el área
de lo permitido, descubrimos dentro de ella un número infinito de conflictos que el derecho desdeña porque se dan entre
pretensiones incompatibles, pero igualmente permitidas o no sancionadas. Y advertimos que juristas y abogados se limitan
a ocuparse de las confrontaciones entre oponentes que sustentan sus pretensiones como legítimas y rechazan las del otro
por ilegítimas. El acreedor frente al deudor que no acepta su pretendido derecho y, viceversa, el presunto usurpador frente
a quien se dice ilegítimamente desposeído. Pero en el amplio espacio donde el derecho deja a los ciudadanos en libertad
de confrontar, no prevé proteger la pretensión de uno, poniendo a cargo del otro la obligación de satisfacerla. Allí se
producen los conflictos permitido vs. Permitido que, por ser tales, no interesan a jueces, abogados ni juristas. Ocurre que
las conductas permitidas y las pretensiones no reforzadas por el derecho mediante la generación de obligaciones son
muchas más que las acciones prohibidas, porque integran el área de la libertad jurídica que el derecho sólo invade con
prohibiciones cuando la sociedad lo considera indispensable. Las pretensiones respaldadas mediante la imposición de
obligaciones a otro ú otros constituyen una parcialidad muy inferior a las de las expectativas que no están prohibidas, pero
tampoco respaldadas: son meramente permitidas. Al tiempo que, por otra parte, las situaciones de conflicto son
excepcionales dentro de las relaciones regidas por las normas de derecho. Sencillamente porque la gente cumple sus
obligaciones. No es aquí el lugar para analizar las causas de ese acatamiento, pero es claro que si un ordenamiento existe
como tal, es decir si tiene vigencia, es porque tiene el consentimiento genérico de los súbditos, a pesar del margen de
violaciones que su subsistencia como sistema soporta. La relación entre validez y vigencia del derecho ha sido analizada
con detenimiento por jusfilósofos de la talla de Kelsen, Hart y Ross.
DERECHO Y VIOLENCIA
La otra perplejidad que viene a cuento es la que emana de descubrir que el sistema jurídico es un método violento y no
pacífico de resolución de controversias. Violento, porque recurre al uso o a la amenaza de la fuerza.
Si recapacitamos sobre el hecho de que las definiciones de prohibido, obligatorio y permitido emanan del concepto de
sanción, corresponde analizar el significado que esa expresión tiene en el lenguaje de la ciencia del derecho.
Descubriremos así que la sanción que en las normas está prevista como la consecuencia de determinada conducta (que
llamamos antijurídica) es siempre un acto que deben realizar los jueces o sus ejecutores, cuyas múltiples variantes tienen,
sin embargo, dos notas esenciales en común: (a) consisten siempre en una privación de algo valioso (libertad, vida, cosas,
honores, atributos, distinciones, y (b) están siempre previstas como susceptibles de ser aplicadas con independencia de la
voluntad del sancionado y aún contra ella, mediante el uso de la fuerza, por disposición del juez, en caso de resistencia.
Tamaña revelación impacta, tal vez, a quienes dedican su vida al derecho porque lo perciben como el modo de asegurar la
paz social. Esa vivencia es explicable. El derecho de la sociedad evolucionada no es igual que el de las comunidades
primitivas. En estas, la fuerza necesaria para aplicar la sanción quedaba en manos de la víctima, sus parientes o los
miembros de su tribu, cuando el sancionado pertenecía a otra. En la comunidad estatal, la sociedad monopoliza la fuerza y
centraliza su uso en manos de órganos especializados, los jueces. Pero las amenazas que los particulares se intercambian y
las que los jueces formulan cuando intiman a entregar bienes o libertad son las del simple y descarnado uso de la fuerza
física. Que no lo es menos porque reciba el aristocrático nombre de fuerza pública.
Es correcto sostener que el derecho genera una cierta índole de paz social cuando monopoliza la fuerza y prohíbe a los
particulares usarla en forma directa. Sin embargo, las relaciones entre los miembros de la sociedad son más armónicas si,
para resolver sus conflictos, no recurren al uso o amenaza de la fuerza centralizada en el juez por delegación de la
comunidad. Para lo cual deben administrar y resolver sus conflictos con otros métodos, permitidos por el ordenamiento,
pero no reglados o poco reglados por éste. Esto además del hecho fundamental -pero no rescatado por el pensamiento
jurídico- de que a diario los particulares y sus abogados se encuentran frente a conflictos cuya resolución no tiene previsto
el apoyo de la fuerza judicial. Y requiere recurrir al manejo de técnicas que, como la negociación y otras más sofisticadas,
funcionan dentro del sistema conflictual (endógenas) y no tienen a su disposición la colaboración del juez y de la fuerza
física que él administra.
Ocurre pues que los miembros de la sociedad regida por un orden jurídico enfrentan la necesidad de analizar, comprender
y saber utilizar esas otras técnicas, que no son generadas por el conocimiento jurídico sino por otras disciplinas sociales.
Describir el fenómeno universal llamado conflicto, mostrar sus características y su dinámica y familiarizar al lector con
los conocimientos que fundamentan y explican esos otros métodos de resolución y con su manejo práctico, es el quehacer
de la Teoría del Conflicto. Las enseñanzas de esta teoría deberían permitir la ubicación adecuada del saber jurídico en esa
dimensión universal del conflicto, visto como una forma de relación que también se da en el área en que pretensiones no
prohibidas confrontan con otras no compatibles con ellas, pero igualmente no prohibidas.
CONFLICTO Y ORDEN JURÍDICO
Nuestra visión del ordenamiento jurídico como un método institucionalizado de administración de conflictos en sentido
amplio (prevención y resolución) es a menudo rechazada por juristas y abogados, que la ven como una descalificación
teórica. Es probable que tal reacción se origine por dos causas (a) el hecho de que el sistema jurídico fue implantado en la
sociedad con el uso de un discurso estridente que recurrió a la postulación de valores de fundamentación divina o racional.
Toda una concepción contemporánea de la filosofía del derecho ha llamado a ese discurso el "discurso del poder", y (b) el
hecho de que el sistema jurídico se haya implantado mucho tiempo antes y de que la ciencia que hace de su estudio su
objeto tenga ya existencia secular, mientras que la vocación científica por el análisis del conflicto como problema general
de una sociedad, sólo aparece en la segunda mitad de este siglo.
Esa preocupación teórica sólo se desarrolló impulsada por el desenfrenado aumento de la capacidad de destrucción que
exhibe. Sin embargo, desde la antigüedad, el hombre había desarrollado, sin teorizar sobre ello, diversos métodos de
resolución de conflictos. Ya en la segunda mitad de este siglo, cuando comienza a investigarse seriamente sobre las
características del fenómeno conflictual, con el objetivo principal de la creación de métodos pacíficos que no recurrieran a
la violencia para la resolución de esos conflictos, Galtung pudo, en 1965, ofrecer como resultado de sus investigaciones
históricas, un inventario de doce métodos, violentos y pacíficos, de resolución de conflictos: juegos de azar, ordalías,
oráculos, combate sin limitaciones, guerra limitada, duelos verbales, duelos privados, debates judiciales, debates,
mediación y arbitraje, tribunales y votaciones. La mención de este inventario sólo tiene el interés de llamar la atención
sobre los dos últimos métodos: Tribunales y votaciones. Se posibilita así un análisis que contribuye a reducir la sorpresa
que produce la calificación del orden jurídico como un mero método de resolución de conflictos. Basta reflexionar sobre
las votaciones. Generalmente se las concibe como una forma de participación en el poder. Pero si lo pensamos más
profundamente resulta que en el conflicto por el poder o en el conflicto por cuál haya de ser el contenido de las normas
que se dicten para orientar la vida social, las elecciones significan excluir la violencia como método de solución y adoptar
una resolución pacífica, institucionalizada y reglamentada.
De la misma manera que sorprende la afirmación de que el voto es un método de resolución de conflictos políticos entre
sectores de la comunidad que no tratan de imponerse unos a los otros por la violencia, el sistema jurídico es también un
método de resolución de conflictos que trata de excluir el uso de la violencia por los particulares. Sin embargo, tal
exclusión no importa en absoluto eliminar el uso de la violencia, reservada en el estado moderno a los órganos judiciales
encargados de administrar la fuerza sustraída a los particulares, en términos reglamentados por el mismo sistema.
En la comunidad primitiva se supone que todas las conductas físicamente posibles competían libremente por realizarse,
aunque fueran incompatibles. La única manera de evitar la conducta opuesta a la deseada por un miembro de la
comunidad era la persuasión o el recurso a la violencia. En el comienzo de la evolución del grupo, aparece la necesidad de
excluir de él la realización de ciertas conductas y motivar, en cambio, la realización o la abstención de otras. Las
investigaciones efectuadas sobre el derecho primitivo muestran históricamente al homicidio y al incesto como las
primeras conductas cuya ejecución preocupa al grupo social. Dispuesta la comunidad a motivar ciertas conductas y evitar
otras, recurre primero a un sistema directo de motivación. La autoridad moral o religiosa del jefe o del brujo. Más tarde,
coexistiendo con este sistema de motivación directa, desarrolla la técnica indirecta. Para evitar la conducta A, se amenaza
a quien la realiza con una sanción. Y lo que es lo mismo, para obtener una determinada conducta "x" se amenaza con una
sanción a quien realice la conducta contraria, es decir, la conducta "no x".
Esta técnica indirecta supone la amenaza del uso de la fuerza e implica en la realidad histórica el uso concreto de la
fuerza. Cuando así ocurre, cuando una norma consuetudinaria establece que el que comete incesto será sancionado con la
muerte, decimos que ha aparecido un sistema jurídico. Y que allí, en esa comunidad, la fuerza ha sido monopolizada por
el grupo, como lo está en el Estado moderno. Sólo que en éste, el monopolio no se ejerce por cualquier miembro del grupo
a nombre de la comunidad, sino que está centralizado en los órganos especializados del Estado que, dentro del modelo
Montesquieu que nos es familiar, llamamos Poder Judicial. ¿Qué pasa hoy en la sociedad moderna con los conflictos y su
resolución por metodologías jurídicas? El acreedor amenaza al deudor con la ejecución de sus bienes. Es decir, con
apoderarse -a través de una acción judicial- de sus bienes y dárselos a un tercero (venderlos) para obtener de este tercero
los fondos con que cobrar su crédito. Este apoderamiento de los bienes se efectúa con recurso a la fuerza cuando ello es
necesario y el deudor no los entrega voluntariamente.
El avance consiste en que la fuerza no es utilizada por el acreedor sino solicitada a un Juez que primero sólo hace uso de
la amenaza de la fuerza -intimación bajo apercibimiento- y luego recurre directamente a ella cuando es necesario
desposeer al deudor. Desde la "vendetta" tribal hasta la cárcel o la ejecución de bienes, hay sólo un proceso evolutivo. El
que realiza una conducta que está prohibida -es decir, respecto de la cual se ha establecido la amenaza de una sanción-
será objeto de la privación de un bien, en sentido amplio y no sólo material, de la libertad o de la vida. Y esto mediante el
uso, si es necesario, de violencia física, que no pueden ejercer los particulares sino un órgano competente, utilizando sólo
para la ejecución del acto de fuerza, a un sector especializado de la comunidad, que genéricamente llamamos fuerzas de
seguridad.
Sin embargo, ese sistema ni siquiera prohíbe a los particulares el uso de la amenaza de utilizar la fuerza judicial. Tal vez
el arma más poderosa que los abogados ostentan en sus arsenales sea la de intimar a una prestación bajo amenaza de
ejecución forzosa.
http://www.justierradelfuego.gov.ar/wordpress/wp-content/uploads/2014/09/DERECHO-Y-CONFLICTO.pdf

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