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LA NUEVA ESCUELA MEXICANA.

UN MARCO CONCEPTUAL
Gilberto Guevara Niebla
La educación es motor de cambio social. Es cierto, por si misma, la educación
no pude acabar con la inmensa pobreza que México padece, pero sí puede
contribuir a mitigarla de manera importante y a disminuirla. La aspiración
que tenemos todos –autoridades y maestros-es dotar a cada alumno con los
elementos indispensables para que se desenvuelva con éxito en el mercado
de trabajo, que se preocupe por los problemas sociales y tenga una vida
satisfactoria.

El fin que perseguimos con el cambio social es combatir la degradación social


(violencia, inseguridad, pobreza, corrupción, impunidad, ilegalidad, etc.) y
construir una sociedad justa y democrática. Esta es la línea estratégica que
propone la Cuarta Transformación.

Pero para que la educación desarrolle al máximo su potencial de cambio las


escuelas deben cambiar, reorientar su operación, funcionar de una forma
eficaz y equitativa.
Hemos dicho que queremos lograr, al mismo tiempo, una educación con
equidad y con calidad. Las anteriores administraciones se preocupaban en
mayor medida por la calidad, pero sin atender la equidad; es decir, se
buscaba elevar los aprendizajes, pero sin atender la distribución social de
estos.
Los resultados de aprendizaje son lamentables. Un 50 % de los alumnos de
educación básica obtienen en calificaciones insuficientes en Lengua y en
Matemáticas son un 60%. Estos resultados son desastrosos, aunque sólo
miden dos asignaturas.
Pero, eso no es todo, el problema más grave del Sistema Educativo Nacional
es su desigualdad en los resultados educativos, en la provisión de servicios,
de infraestructura, de materiales y equipos, etc.

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La desigualdad en resultados de aprendizaje y en las condiciones de trabajo
es también una desigualdad social. Las buenas calificaciones y las mejores
condiciones las detentan las zonas urbanas y los grupos sociales con mejores
condiciones de vida y, por el contrario, las malas calificaciones y las peores
condiciones escolares las sufren los grupos sociales más pobres y
marginados.
En este punto cabe preguntarse: ¿Cómo puede la educación al mismo tiempo
aumentar la calidad y disminuir las desigualdades en el aprendizaje? Esto,
desde luego, no se va a lograr si seguimos haciendo lo mismo que hemos
hecho en las últimas décadas. Sólo lo podemos lograr si introducimos
cambios en nuestra práctica docente y en el funcionamiento de la escuela.
¿Qué cambios? Cambios que eleven los aprendizajes y simultáneamente los
re-distribuyan. Esto nos obliga a revisar toda la escuela, a crear una Nueva
Escuela Mexicana.
La Nueva Escuela Mexicana tiene nuevos objetivos y nuevos métodos: Su
objetivo principal es ampliar los fines educativos, ir más allá de lo cognitivo,
formar en todos sus aspectos, es decir, en lo cognitivo, en lo emocional, en
lo físico, en lo moral, en lo estético y en lo cívico. Por esta razón hablamos
de que la Nueva Escuela Mexicana impartirá una educación humanística.
Por lo mismo, hay que cambiar la manera en que opera la escuela. Cambiar
todos sus elementos: planes de estudio, métodos de enseñanza, la formación
de maestros, la organización escolar, los materiales, etc.
La búsqueda de la calidad nos lleva a dejar atrás las inercias que dominan en
la enseñanza y perfeccionar y renovar la formación de profesores. ¿Cuáles
son esas inercias de la enseñanza? ¿Cómo se enseña hoy?
Hay infinidad de formas en la enseñanza que se práctica en la educación
básica en México, pero la forma que predomina es lo que podemos llamar
una enseñanza libresca; es aquella enseñanza que se apoya en exceso en el
libro de texto, que abusa de la lectura de este libro, que no deja lugar al
diálogo y a la creatividad, que bloquea la acción autónoma del alumno, que
estimula la memorización, etc.

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A nosotros, como autoridades, nos compete promover nuevas formas de
enseñar, formas más activas, que se funden realmente en el interés del niño,
formas activas, lúdicas, que favorezcan el aprendizaje colectivo y que partan
realmente de los intereses de los alumnos.
Por otro lado: ¿Cómo formamos a los maestros? Con un exceso de
contenidos académicos. La enseñanza es una práctica y, como tal, debe
fundarse en la acción misma de enseñar. Se aprende a enseñar enseñando.
Las escuelas normales deben tener una relación más estrecha con las
escuelas de educación básica a través de impartirles formación continua y de
hacer investigación educativa sobre la práctica docente en las escuelas.
Por su parte, la formación continua deberá orientarse centralmente a la
mejora de la práctica de la enseñanza. Por lo mismo, en la formación
continua no se trata de que, desde un escritorio, un burócrata decida qué
materiales o cursos deben dárseles a los docentes, sino que, para diseñar la
oferta de formación continua, previamente las autoridades recojan la opinión
del magisterio sobre lo que ellos necesitan para mejorar su práctica.
La Nueva Escuela Mexicana propone una educación fundada en la equidad.
¿Qué es la equidad? ¿Cómo lograrla? El valor de referencia de la equidad es
el aprendizaje de los alumnos. Una escuela es más equitativa cuando la
mayoría –o todos- los alumnos aprenden.
Para que todos los alumnos aprendan (esto, obviamente, es un ideal a lograr)
es necesario poner en práctica nuevas formas de enseñar, formas que
busquen personalizar la enseñanza y el aprendizaje y que atiendan las
diferencias entre el alumnado. Para poner en práctica esta pedagogía
diferenciada es necesario conocer los rasgos físicos, mentales, familiares, etc.
De cada alumno. Es decir, su punto de partida debe ser siempre un
diagnóstico individual al iniciarse un ciclo escolar.
Pero la equidad supone la inclusión. Todos los alumnos que hasta ahora han
sido excluidos de la educación de calidad, deberán ser incluidos. La equidad
exige, además, igualdad de condiciones en el ingreso a la escuela, de ahí el
enorme valor que adquiere la introducción dentro del artículo tercero de la
educación inicial (0-3 años) pues esta educación puede contribuir a disminuir

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las desventajas que muchos alumnos muestran al entrar a la escuela o,
eventualmente, a igualarlas.
Para poner en práctica una educación con equidad es necesario, en primer
lugar, poner atención especial a la base de la pirámide escolar: educación
inicial, educación preescolar y los dos primeros grados de la educación
primaria. La investigación educativa ha demostrado –en abundancia- que en
esos años la receptividad y la inteligencia de los pequeños es mayor y los
efectos del aprendizaje son más duraderos.
En segundo lugar, es necesario que las autoridades concentren sus energías
en las áreas más deterioradas del sistema educativo: escuelas indígenas,
escuelas CONAFE, escuelas rurales, escuelas multigrado, escuelas de las
zonas urbanas marginales, etc., hay que levantar estas áreas a la altura
promedio de las demás escuelas, lo cual implica, obviamente, un gran
esfuerzo.
Estas son las metas a lograr en la construcción de la Nueva Escuela Mexicana,
metas que exigen, igualmente, un esfuerzo nuevo y renovado de nosotros,
las autoridades educativas. Obviamente no se trata de imponer un cambio
abrupto (de un día para el otro) en el sistema, todo debe avanzar
gradualmente y sustentarse en criterios de sentido común y en la
inteligencia.

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