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El Pontífice recordó que “el sábado pasado ha comenzado la Semana de Oración por la
unidad de los cristianos, que se concluirá el próximo sábado, fiesta de la Conversión de San
Pablo apóstol. Esta iniciativa espiritual, siempre preciosa, involucra a las comunidades
cristianas hace más de cien años. Se trata de un tiempo dedicado a la oración por la unidad
de todos los bautizados, según la voluntad de Cristo”.
El Santo Padre dijo luego que este año el tema de esta semana vino desde Canadá y hace
referencia a la pregunta dirigida por San Pablo a los cristianos de Corinto: “¿Acaso está
dividido Cristo?’”
“Ciertamente Cristo no ha sido dividido. Pero debemos reconocer sinceramente, con dolor,
que nuestras comunidades continúan a vivir divisiones que son de escándalo. ¡La división
entre nosotros cristianos es un escándalo! No hay otra palabra: ¡un escándalo! “Cada uno de
ustedes – escribía el Apóstol – dice: ‘Yo soy de Pablo’, ‘Yo en cambio soy de Apolo’, ‘Y yo de
Cefa’, ‘Y yo de Cristo’”.
“También aquellos que profesaban a Cristo como su cabeza no son aplaudidos por Pablo,
porque usaban el nombre de Cristo para separarse de los otros al interior de la comunidad
cristiana. ¡Pero el nombre de Cristo crea comunión y unidad, no división! Él ha venido para
hacer comunión entre nosotros, no para dividirnos. El Bautismo y la Cruz son elementos
centrales del discipulado cristiano que tenemos en común. Las divisiones en cambio debilitan
la credibilidad y la eficacia de nuestro compromiso de evangelización y arriesgan con vaciar la
Cruz de su potencia”.
El Santo Padre dijo que pese al “sufrimiento de las divisiones, que lamentablemente todavía
permanecen, acogemos, las palabras de Pablo como una invitación a alegrarnos
sinceramente de las gracias concedidas por Dios a otros cristianos. Tenemos el mismo
Bautismo, el mismo Espíritu Santo que nos ha dado las gracias, reconozcamos y
alegrémonos”.
“Es bello reconocer la gracia con la cual Dios nos bendice y, todavía más, encontrar en otros
cristianos algo de lo cual tenemos necesidad, algo que podríamos recibir como un don de
nuestros hermanos y de nuestras hermanas. El grupo canadiense que ha preparado los
subsidios de esta Semana de Oración, ha invitado a las comunidades a pensar en aquello que
podrían dar a sus vecinos cristianos, pero les ha exhortado a encontrarse para entender lo
que todas pueden recibir cada vez de las otras”.
Para concluir el Papa dijo que “esto necesita de algo más. Necesita mucha oración, necesita
humildad, necesita reflexión y continua conversión. Sigamos adelante por esta vía, orando por
la unidad de los cristianos para que este escándalo termine y no esté más entre nosotros.
¡Gracias!”
Ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre explicó que “es
importante tener cuidado de que nuestros niños, nuestros muchachos tengan este
sacramento. Todos nos preocupamos de que estén bautizados y esto es bueno, ¿eh? Pero tal
vez no tengamos tanto cuidado de que reciban la Confirmación: quedan a mitad de camino y
no reciben el Espíritu Santo, ¡eh!, ¡que es muy importante en la vida cristiana, porque nos da
la fuerza para seguir adelante!”
El Papa resaltó asimismo que “la Confirmación debe ser entendida en continuidad con el
Bautismo, al que está vinculada de manera inseparable. Estos dos sacramentos, junto con la
Eucaristía, constituyen un único evento salvador que se llama la ‘iniciación cristiana’, en el que
somos insertados en Cristo Jesús muerto y resucitado, y nos convertimos en nuevas criaturas
y miembros de la Iglesia”.
Tras subrayar que Confirmación significa “unción”, el Papa indicó que este Sacramento
“confiere un crecimiento de la gracia bautismal: nos une más firmemente a Cristo; completa
nuestro vínculo con la Iglesia; nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para
difundir y defender la fe, para confesar el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza
de su cruz”.
“Por supuesto, es importante ofrecer a los que reciben la Confirmación una buena
preparación, que debe tener como objetivo conducirlos a unaadhesión personal a la fe en
Cristo y despertar en ellos el sentido de pertenencia a la Iglesia”.
El Pontífice dijo también que “cuando acogemos al Espíritu Santo en nuestros corazones, y lo
dejamos actuar, Cristo se hace presente en nosotros y toma forma en nuestra vida; a través
de nosotros, será Él -oigan bien esto, ¿eh?– a través de nosotros será el mismo Cristo quien
orará, perdonará, infundirá esperanza y consuelo, servirá a los hermanos, estará cerca de los
necesitados y de los últimos, creará comunión y sembrará la paz”.
“¡Piensen en lo importante que es esto: que es a través del Espíritu Santo, que viene Cristo
para hacer todo esto en medio de nosotros y para nosotros! Por esta razón, es importante que
los niños y jóvenes reciban este Sacramento”.
Para concluir, el Papa Francisco dijo: “¡Queridos hermanos y hermanas, recordemos que
hemos recibido la Confirmación, todos nosotros! Recordémoslo ante todo para dar las gracias
al Señor por este don y luego para pedirle que nos ayude a vivir como verdaderos cristianos, a
caminar con alegría según el Espíritu Santo que nos fue dado. ¡Está visto, que estos últimos
miércoles, a mitad de la audiencia, nos bendicen desde el Cielo: pero, ustedes son valientes,
adelante!”
Lo que vemos cuando nos reunimos para celebrar la Eucaristía, la Misa, nos hace ya intuir
qué cosa estamos por vivir. En el centro del espacio destinado a la celebración se encuentra
el altar, que es una mesa cubierta por un mantel y esto nos hace pensar en un banquete.
Sobre la mesa hay una cruz, que indica que sobre aquel altar se ofrece el sacrificio de Cristo:
es Él el alimento espiritual que allí se recibe, bajo el signo del pan y del vino. Junto a la mesa
está el ambón, es decir, el lugar desde el cual se proclama la Palabra de Dios: y esto indica
que allí nos reunimos para escuchar al Señor que habla mediante las Sagradas Escrituras y,
por lo tanto, el alimento que se recibe es también su Palabra.
Palabra y Pan en la Misa se hacen una misma cosa, como en la última Cena, cuando todas
las palabras de Jesús, todos los signos que había hecho, se condensaron en el gesto de partir
el pan y ofrecer el cáliz, anticipación del sacrificio de la cruz, y en aquellas palabras: “Tomen,
coman, este es mi cuerpo…tomen, beban, esta es mi sangre”.
Es por esto que normalmente, cuando nos acercamos a este Sacramento, se dice que se
“recibe la Comunión”, que se “hace la Comunión”: esto significa que en la potencia del Espíritu
Santo, la participación en la mesa eucarística nos conforma en modo único y profundo a
Cristo, haciéndonos pregustar ahora ya la plena comunión con el Padre que caracterizará el
banquete celeste, donde, con todos los Santos, tendremos la gloria de contemplar a Dios cara
a cara.
Queridos amigos, ¡no agradeceremos nunca suficientemente al Señor por el don que nos ha
hecho con la Eucaristía! Es un don muy grande. Y por esto es tan importante ir a misa el
domingo, ir a misa no sólo para rezar, sino para recibir la comunión, este Pan que es el
Cuerpo de Jesucristo y que nos salva, nos perdona, nos une al Padre. ¡Es hermoso hacer
esto! Y todos los domingos vamos a misa porque es el día de la resurrección del Señor, por
eso el domingo es tan importante para nosotros.
Y esto se hace durante toda la vida. Y se empieza a hacer el día de la primera comunión. Es
importante, que los niños se preparen bien a la primera comunión y que ningún niño deje de
hacerla porque es el primer paso de esta pertenencia a Jesucristo, fuerte, fuerte después del
Bautismo y de la Confirmación. Gracias.