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La trampa del divorcio

Por Roberto Martínez (01-Feb-1997).-

Es común utilizar indistintamente las frases: mundo occidental y mundo cristiano,


para designar al mismo grupo de países en el entorno global; sin embargo, a
medida que se legalizan el aborto, la eutanasia y el divorcio en los países del mundo
occidental, el mundo cristiano se reduce y pasa a ser un subgrupo del primero, y ya
no su identidad.

En occidente, los medios de comunicación ya no transmiten los valores y anhelos


del mundo cristiano, sino los de un mundo secularizado. Así, ya casi no se puede
hablar de países cristianos, sino de regiones donde poblaciones mayoritariamente
cristianas están sometidas a leyes que son irreconciliables con el código moral de su
fe.

Los avances de la tendencia secularizante son presentados a la población por parte


de los líderes políticos como indicadores de progreso, conquistas de libertad y
justicia, señales de madurez cultural, o cualquier otro lema que, con tono positivo,
manipule a la opinión pública. Así, se hace caer a toda una nación en la trampa de
abandonar los principios tradicionales y substituirlos por otros, que no se rigen por
el amor, sino que dan rienda suelta al egoísmo.

En este nuevo mundo, el egoísmo nos lleva supuestamente al desarrollo personal,


mientras que el amor, entendido como un acto libre de la voluntad que busca el
bien y que en la práctica se traduce como el servicio a los demás, es visto como un
camino sin futuro. El amor sigue siendo un elemento fuerte para detener a los
manipuladores de la opinión pública, pero ellos utilizan una estrategia sutil, que
consiste en vaciar de significado al verdadero amor y substituirlo por una variedad
de cosas desde el simple enamoramiento, hasta el apego a una persona o cosa por
gusto personal, y así logran penetrar con sus ideas en todos los ambientes.

Así, este amor del mundo moderno es como una gripe que nos pega, nos afecta por
un tiempo y después se va. Es raro que el amor se presente en los medios de
comunicación como el fundamento de la caridad y la fuerza que nos mueve
interiormente a perdonar a los demás y a buscar su bienestar. Si el ser humano está
hecho para amar y ser amado no es de extrañarse que ante tanta desinformación
los jóvenes ya no busquen amar (porque creen que es algo fuera de su control), sino
ser amados, y esto lo entienden como gustarle a los demás para prolongar en los
que los rodean el apego a su persona.

Como muestra de esto basta constatar el incremento exponencial en la demanda de


todos aquellos productos, tratamientos, cursos y alimentos que ayudan a
embellecer por fuera y por dentro a la persona. Muchos, a pesar del ambiente
hedonista, han renunciado al placer de comer y viven sometidos a un régimen
alimenticio de bajas calorías. Por un lado, esto es positivo porque nos ayuda a
descubrir que el amor es algo más importante que el placer para la mayoría de las
personas, pero lo triste es constatar que, por lo general, se busca en donde no se
encuentra.

Un caso reciente, en el que queda ejemplificado el esfuerzo secularizante que ha


penetrado al mundo cristiano, es el proyecto de la ley de divorcio en Chile. Con
declaraciones manipulantes, los promotores de esta ley presentan a sus opositores
como una bola de hipócritas que antes de enfrentar los problemas prefieren
esconderlos, o (refiriéndose a los tribunales eclesiásticos) que montan una "farsa de
nulidades" para conservar una buena imagen.

La verdad es que está comprobado históricamente que las leyes que permiten el
divorcio favorecen la ruptura de las familias antes que la reconciliación. Para las
cortes civiles es menos problemático un divorcio rápido, y ven con buenos ojos que
la ley no ponga muchos requisitos para romper el matrimonio, mientras que un
tribunal eclesiástico tiene la misión de salvaguardar el vínculo matrimonial cuando
existe realmente (como sucede en la mayoría de los casos de las parejas casadas por
la Iglesia) y declararlo nulo, o sea que nunca existió, cuando el matrimonio es
putativo según el derecho canónico, y la reconciliación es improbable o indeseable.
Aun en los casos de matrimonios putativos, el tribunal trata de regularizar la
situación de la pareja para mantenerla unida.

También quieren presentar el divorcio como un medio para incrementar el


dinamismo social que permita la "movilización del País". No dicen a dónde lo
quieren mover, pero está claro que nadie puede decir que el divorcio sea un camino
a la prosperidad económica, pues estadísticamente observamos que lo común es
que tras la disolución, la mujer y los hijos queden más expuestos a caer en la
pobreza.

Para confundir más todavía, reclaman que es necesario "confiar en la madurez de


los chilenos" y muestran una encuesta que arroja como resultado que el 83 por
ciento de los jóvenes chilenos se manifiestan a favor del divorcio. En primer lugar,
el joven por definición no es maduro, sino por el contrario adolece de madurez, y
en segundo lugar la encuesta refleja, más que otra cosa, el éxito que han tenido los
medios de comunicación locales en transmitir un falso concepto de amor y libertad.
Estoy seguro que el mismo 83 por ciento de esos jóvenes NO desearía que sus
padres se divorciaran.

El divorcio, el aborto y la eutanasia son trampas que tienen como señuelo la


libertad. En un mundo cristiano no hay lugar para trampas, pero sí hay libertad
cuando se sabe amar.

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