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VOLUNTAD PROACTIVA

Jorge Yarce

Se puede reaccionar de muy diferentes maneras ante los hechos que se presentan en la vida de una persona:
pasivamente, cuando dejamos que las cosas ocurran y nos afecten, casi sin darnos cuenta. Por ejemplo cuando
no estamos preparados para un cambio y éste llega, cogiéndonos por sorpresa y no nos queda más remedio que
aceptar las consecuencias, a pesar nuestro. A este modo de obrar podemos denominarlo como una conducta
reactiva o pasiva.

Pero también puede ocurrir que el cambio no nos coja en una actitud pasiva, sino con cierta disposición para
afrontar lo que venga. Ese algo de preparación nos permite un estado de alerta respecto al futuro. Es lo que
podemos llamar conducta preactiva: Reaccionamos ante los cambios sin dejarnos arrastrar  pasivamente por
ellos.

Hablamos de conducta proactiva cuando no sólo no nos coge por sorpresa el cambio sino que intentamos
anticiparnos a él. Tenemos una visión de lo que puede sobrevenir en el futuro y  participamos directamente en el
cambio, orientándolo nosotros mismos. La conducta proactiva va ligada necesariamente a la visión prospectiva
y a la estrategia que se genera para conseguir los objetivos.

El proyecto de vida de cada persona tiene un motor central: la voluntad. De él depende la velocidad con la que el
proyecto se lleve a cabo, y el empeño permanente por lograrlo. Es necesaria la voluntad para superar los
obstáculos y para alcanzar las metas que forman parte del proyecto de vida. Y la voluntad es proactiva en la
medida en que ella misma está dirigiendo el proceso de cambio. El hombre se construye a sí mismo
constantemente. No le basta con saber lo que quiere o conocer para dónde va. Es un asunto vital, en el que hay
que ejercitarse permanentemente en hábitos de buen obrar, que conduzcan a objetivos concretos. La
prospectiva me dice adónde puedo apuntar y la estrategia me dice cómo debo obrar para dar en el blanco de mis
metas.

La persona necesita la rectitud de la voluntad en su vida práctica. Sólo una voluntad recta puede respaldar a la
inteligencia a la hora de juzgar las situaciones. El primer compromiso del hombre es consigo mismo en cuanto
su querer le mantiene en movimiento, en una tensión creadora respecto a su propia vida. Hay compromiso
donde hay sentido de responsabilidad y, a su vez, éste es posible sólo en la medida en que vivo la libertad desde
el querer que sustenta a la voluntad.

El camino de la vida se abre con las propias pisadas, las de la voluntad que se afirma en cada experiencia. El
esfuerzo, la lucha por triunfar en el proyecto de vida, la rectificación del rumbo ante las desviaciones y la
fortaleza de los conocimientos, forman parte de ese caminar. Camino bien si mi voluntad está anclada con
firmeza, con decisión y con seguridad en lo que quiere ser. Por tanto, me apoyaré mucho más en lo que soy que
en lo que tengo, en lo que puedo llegar a ser que en lo que actualmente soy.

No me basta el sentido del deber o la instrucción o el saber acerca de lo que quiero. Necesito una fuerza interior
que traduzca mis pensamientos en acciones concordantes, y esa fuerza es la voluntad proactiva. Una voluntad
proactiva significa una voluntad formada: sabemos lo que queremos y lo que nos ocupa es ver cómo
conseguirlo. Todos entendemos lo que significa tener voluntad para algo, ser personas con fuerza de voluntad o,
al contrario, tener muy poca voluntad. También hemos oído que un hombre de voluntad consigue lo que quiere o
que un hombre con voluntad débil es un pelele. Eso es así de claro. La voluntad es la facultad más poderosa del
hombre porque tiende a que el querer hacer las cosas se convierta en un poder hacerlas efectivamente.

Voluntad e inteligencia
Despejemos cualquier duda sobre la estrecha relación que existe entre voluntad e inteligencia. No con ánimo de
suscitar la polémica tradicional en la filosofía sobre quién tiene la prioridad en la persona, sino con el deseo de
explicar cómo sólo es posible hablar de voluntad proactiva cuando se parte de la necesaria interdependencia
entre esas dos facultades humanas.

Ni el entendimiento puede entender sin la voluntad ni la voluntad puede querer sin el conocimiento previo que le
facilita la inteligencia. Según desde donde se mire, se puede establecer la prioridad de una u otra: la inteligencia
le propone a la voluntad lo que va a ser objeto de su querer y, de otro lado, la voluntad mueve a la inteligencia a
conocer.

Lo que nos interesa ver es cómo en la práctica el hombre fija su voluntad de modo estable en el bien que
necesita conseguir, porque no puede permanecer en actitud de indecisión o inseguridad en su conducta, ni
quedarse en buenas intenciones. Hay que actuar, hay que tomar decisiones, hay que expresar propósitos
(decisiones sobre el futuro) y ver si se cumplen. Y todo esto no se logra de un solo golpe.

Hay que tener rectitud en las intenciones y rectitud en las acciones, que quiere decir capacidad de la voluntad
para rectificar constantemente el rumbo de la propia conducta. Podríamos decir que a estos efectos es más frágil
la voluntad que el entendimiento. Por eso ocurre que aunque tenga muy claro lo que debo hacer en mi vida,   no
me resulte tan fácil el cómo voy a lograrlo.

En la educación hay, muchas veces, más preocupación por formar la inteligencia que la voluntad. Los resultados
de la voluntad son menos mensurables, al menos aparentemente, que los de la inteligencia. Pero son tan
importantes o más, porque comprometen el obrar entero.

Los pasos de la voluntad


4 son los pasos  que resumen el proceso del acto voluntario:

– La concepción o representación que consiste en captar la realidad de los objetos: sensible o imagen e
inteligible o idea. Sin esa representación, la voluntad no se mueve. El aforismo clásico dice: “no se quiere lo que
no se conoce previamente”. Se da en este primer paso una cierta complacencia espontánea con el objeto.

– La deliberación como examen atento de lo representado y de los medios que nos llevan al bien que buscamos
(pros y contras).

– La decisión o elección es el acto central del proceso en el que juega un papel decisivo la  actuación libre. Por
eso se habla de elección deliberada.

– La ejecución es la ordenación y puesta en marcha de las operaciones para hacer efectiva la decisión.

Este proceso es complejo y sujeto siempre a las alteraciones que la misma voluntad puede introducir,
saltándose u omitiendo pasos. Pero resulta útil para no confundir una complacencia no deliberada con una
intención, o ésta con una decisión.

La voluntad puede provocar la representación, estimular la deliberación o inhibirla, ejercitar su dominio en la


elección  y aplicarse a lograr el objetivo en la ejecución. Por eso puede ocurrir que se hayan dado los 3 primeros
pasos y en el cuarto la voluntad se vuelva hacia atrás.

Problemas de la voluntad
También pueden mirarse los problemas que afectan a la voluntad desde cada uno de los pasos del proceso.
Veamos algunos de ellos:

En la representación se dan la apatía -el no interesarse por nada, la falta de centros de interés o de motivación-,
la sugestión o la hiperemotividad. En la deliberación pueden presentarse la pereza mental, la impulsividad, el
capricho o la superficialidad.
En la decisión o elección se dan la indecisión y la veleidad. Y en la ejecución la debilidad de voluntad en cuanto
da lugar a inactividad, pérdida de tiempo, desorden, inconstancia, falta de atención, exceso de imaginación, etc.

Aprender a querer
“Dime lo que quieres y te diré quién eres” es un refrán que resume el poder de la voluntad en la configuración de
la personalidad. Dicho con otras palabras: cada uno puede llegar a ser lo que quiere ser.

Es cuestión de proponérselo y de obrar en consecuencia. Se puede, pues, aprender a querer, que es una manera
de expresar que la voluntad está siempre en proceso de formación.

Una consideración proactiva de la voluntad supone examinar dos de sus modalidades prácticas que tienen gran
importancia en la conducta: la decisión y el propósito. En la decisión, la voluntad expresa un querer presente,
aquí y ahora.

Decidir es aprender a querer en presente. Es decir y hacer. No es sólo decidir o elegir: es comprometerse con lo
que se decida para hacerlo efectivo.

Por eso en la decisión se actualiza la libertad, no sólo en relación con los fines que se proponen a la conducta
sino con los medios para lograr el objetivo que nos hemos propuesto.

En el propósito la voluntad expresa un querer futuro, compromete por adelantado acciones futuras.

La voluntad proactiva es voluntad de propósitos, que habrá que convertir en realidad más adelante. 

El hombre puede comprometer libremente su futuro. Más aún, es lo normal en la conducta humana.

Esfuerzo por  dar vida sus a propósitos y por mantenerse en ellos tiene que ver con una estructura
indispensable a la hora de examinar la proactividad de la voluntad: la fidelidad.

Voluntad y carácter
Cáracter se puede tomar como sinónimo de un modo de ser inmodificable -en sentido sicológico- que lleva a una
persona a decir: “soy así”, “es mi carácter”; o, al contrario, como la afirmación de que el carácter es lo propio
mío, mi manera de afirmarme en la vida, lo que en mí permanece  estable en medio de los cambios.

Es obvio que hay unas influencias heredadas que marcan mi carácter pero que no me condenan a ser de un
modo inalterable.

Mi carácter se revela en mis acciones. Yo lo pongo al servicio de la voluntad. Conocer bien mi carácter es saber
las potencialidades que hay en mí de lograr cosas nuevas en el futuro, partiendo de lo que soy ahora.

Todos sabemos lo que significa ser una persona de carácter bien definido: convicciones, seguridad en lo que
hace, etc. Y también sabemos las consecuencias de la falta de carácter: volubilidad, inestabilidad, ligereza en el
obrar, etc.

Estructurar un carácter firme es tarea de años y de desarrollo de varias virtudes. Por ejemplo, la reciedumbre, la
valentía, la fortaleza.

No porque el carácter se reduzca a ellas sino porque lo expresan más fácilmente. Mi carácter se amalgama con
mi voluntad, con mi libertad y con mi proyecto de vida.

Por eso no debemos dejar que predomine la tendencia fatalista de concebir el carácter como lo inmodificable
sino la asertiva que lo ve como capacidad de proyecto, como promesas que hay en mí de ser diferente y que yo
manejo a nivel de la conducta activa, voluntaria y libre.

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