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La importancia de las competencias en la formación para el empleo
Laia Mestres i Salud. Redacción de Educaweb.com
12/04/2010
La formación para el empleo, en sus diferentes vertientes (formación profesional, formación ocupacional, reciclaje profesional, PCPIs, etc.), se ha visto
potenciada en los últimos años. La situación de crisis económica y la necesidad de cambiar el modelo productivo han provocado que la formación deba se capaz
de dar respuesta a las necesidades de las personas y las empresas.
Además, la movilidad internacional, los nuevos yacimientos de empleo, las TIC, etc. hacen imprescindible que los profesionales tengan la cualificación adecuada y
las competencias necesarias para desempeñar su actividad laboral eficazmente. En el monográfico 208 sobre Formación para el empleo de
Educaweb.com, hemos querido profundizar en la importancia de las competencias en la formación para el empleo y en los procesos de toma de decisiones a la
hora de elegir los estudios profesionalizadores más adecuados.
¿Qué importancia deberían tener las competencias laborales en la formación para el empleo?
La finalidad de la formación para el empleo es dotar a la persona de los conocimientos necesarios para trabajar en una profesión concreta. A menudo, se realiza
con la intención de mejorar la cualificación profesional de las trabajadores en activo y en otras ocasiones prepara al estudiante para un futuro laboral.
Los puestos de trabajo y sus funciones también han experimentado significativas transformaciones en los últimos años. Para desempeñar una ocupación ya no
basta con adquirir los conocimientos técnicos y teóricos, también es necesario tener una serie de conocimientos transversales, destrezas y aptitudes que
puedan aplicarse a otros empleos y empresas y que permitan resolver los problemas profesionales de forma autónoma y flexible. Estamos hablando de las
competencias laborales.
El informe de la "Secretary´s Commission on Achieving Necessary Skills" (SCANS) distingue entre competencias básicas y competencias transversales. Entre
las competencias básicas encontramos las habilidades de lectura, redacción, matemáticas, etc.; aptitudes analíticas como pensar creativamente, tomar
decisiones, aprender y razonar, etc.; cualidades personales como la responsabilidad, sociabilidad, gestión personal, etc.
Teniendo en cuenta esta definición, nos encontramos que muchos programas de formación han quedado obsoletos, ya que se centran sólo en los contenidos y no
tienen en cuenta las competencias. De hecho, según un estudio realizado por la Cambra Oficial de Comerç, Indústria i Navegació de Barcelona, las empresas
catalanas puntúan con un 5,7 sobre 10 la oferta de Formación Profesional (FP) reglada que se imparte en Catalunya y el el 37% de los encuestados señalan
que los programas formativos no se adaptan a las necesidades reales de la empresa.
Evidentemente, la formación profesional no es el único aprendizaje profesionalizador, pero resulta indicativo que las empresas detecten problemas a la hora de
trasladar los conocimientos adquiridos a la práctica.
Por eso, la formación para el empleo debe mejorar la calidad y eficiencia en el desempeño del puesto de trabajo, favoreciendo que los empleados conozcan mejor
su papel en la organización y sean capaces de ser resolutivos en su actividad diaria. Formar a través de competencias implica sobrepasar la mera definición de
tareas y tener en cuenta las funciones y los roles.
La orientación y la formación para el empleo
De hecho, tal y como apunta María del Carmen Rodríguez Zafra en su artículo, debemos considerar que el individuo a lo largo de su vida se verá sometido a
distintos tipos de transiciones. Una de las transiciones más importantes desde el punto de vista de la orientación académico-profesional es la transición a la
vida activa.
Dicha transición supone una serie de cambios, es un movimiento hacia algo nuevo y diferente (para el individuo supone enfrentarse a una nueva realidad en la que
tiene que aprender a desenvolverse), implica finalizar una etapa anterior (por ejemplo, concluye la Enseñanza Secundaria Obligatoria y se inserta en el mundo
laboral) y que por lo tanto, requiere un proceso de adaptación.
Teniendo en cuenta lo dicho, las funciones del orientador en esta transición deben ir en la línea de favorecer la reflexión sobre la propia trayectoria, sobre el
mercado laboral y las motivaciones personales, planificar el proyecto personal, etc. sí pues, Félix Huelves afirma que las funciones del orientador a la hora de
elegir la formación profesionalizadora son ayudar al orientado a reconocer sus intereses y capacidades presentes y futuras, como punto de partida para el camino
del acompañamiento y discernimiento.