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El vacío que pretende llenar la moral civil

La moral civil surge en las democracias occidentales más avanzadas. Nace como respuesta al vacío
dejado por los códigos morales de carácter religioso En el siglo XVIII la Ilustración pretendió
suplantar al Dios legitimador del orden moral, por la razón, de esta manera, se impuso la razón
técnica o instrumental sobre la razón moral en la tarea de definir los fines orientadores de la vida
social, convirtiendo los valores morales en una cuestión subjetiva, un asunto particular, respetable
pero no compartible. El resultado fue un politeísmo moral. El pluralismo cultural e ideológico trae
consigo el pluralismo moral, pluralismo que implica convivencia y diálogo en torno a unos
propósitos comunes. Es aquí donde adquiere sentido la moral civil: lograr el consenso sobre
normas morales mínimas que aseguren la convivencia en propósitos nacidos de la conciencia de
una responsabilidad social o cívica compartida. Aunque vivimos en una sociedad que todavía se
confiesa públicamente religiosa, la incidencia de dichas creencias sobre el comportamiento es
cada día menor. No solo se trata de la inmoralidad reinante, es además el hecho de que ya parece
no ser posible ponerse de acuerdo en los principios y normas que deben regirla. Lo que
observamos en nuestra sociedad colombiana es un vacío moral por haber reducido la moral a la
vida privada y haber abandonado la orientación de la vida pública a la razón instrumental dirigida
por los intereses del grupo que tiene el poder. El hombre de negocios, el político, han perdido la
brújula de la moral y no parecen tener interés en recuperarla en una sociedad carente de cohesión
moral, integrada por grupos antagónicos, ¿dónde entonces, podrá echar sus raíces la nueva moral
civil? Solo en las personas conscientes de la “enfermedad moral” que estamos padeciendo. Se
trata de llenar el vacío dejado por la “muerte de dios” en la ciudad secular y por la incapacidad de
las ideologías en crisis para asumir el papel que Dios jugaba como norte de identificación e
integración social. Sin embargo, las éticas humanistas enfrentan hoy el ataque frontal del
pragmatismo, que se ha impuesto sobre ellas en las sociedades tecnificadas y consumistas

Ante esta situación moral, hay dos alternativas: encerrarse en sí misma como moral de grupo
dentro de una determinada religión o filosofía, o bien reconstruirse en diálogo con todos los
grupos que optan por el valor de la persona humana como un fin, en contra de la utilización
instrumental a que pretende someterla la sociedad de consumo con su pragmatismo
mercantilista.

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