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1.0 Introducción
1.01 Entre las múltiples responsabilidades del pastor, la que tiene mayor prioridad
es la predicación. En cierto sentido, no obstante, la importancia de la predicación
en el ministerio pastoral ha sido condicionada por el ambiente en que se ministra.
El énfasis que se le dio a la predicación en la liturgia protestante a partir de la
Reforma, hizo que ésta se convirtiera en la tarea más importante del pastor. De
ahí que, en la mayoría de las iglesias protestantes, la eficiencia de un pastor se
mide por su éxito como predicador. Todo ello ha contribuido a que la imagen del
pastor que se ha formado en el ambiente cultural, por lo menos en el occidente,
sea la de un predicador.
1.02 Pero la predicación, aparte de la influencia del ambiente cultural, ocupa por
su propia naturaleza un lugar especial, no meramente en el ministerio pastoral,
sino en el ministerio total de la iglesia cristiana. El destacado teólogo inglés P. T.
Forsyth, reconoció este hecho al declarar en su obra, La predicación positiva y la
mentalidad moderna, que con "su predicación el cristianismo se sostiene o se
derrumba".163 Años antes, Broadus había iniciado su clásico Tratado sobre la
predicación afirmando que “la predicación es el principal medio de difusión del
evangelio” y, por lo tanto, es “una necesidad”.164 Con esto concuerdan las
palabras de Pablo en 1 Corintios 9:16 donde se refiere a la predicación como una
necesidad impuesta por Cristo: "¡Ay de mí si no predicare el evangelio!" Es que la
predicación es la responsabilidad primordial de la iglesia. Está intrínsecamente
vinculada a la Gran Comisión. "Id por todo el mundo y predícad...” fueron las
palabras del Señor a su iglesia al encomendarle la tarea de "hacer discípulos a
todas las naciones" (Mt. 28:19; Mr. 16:15).
163 P.T. Forsyth, Positive Preaching and the Modere Mind (Grand Rapids, Mich.:
Eercimans, 1966), p. 1.
164 John A. Broadus, On the Preparation and Delivery of Sermons (New York:
Harper & Row, 1926), p. 5.
1.03 La importancia y centralidad de la predicación en el ministerio de la iglesia,
es, pues, un hecho indiscutible. De ahí la necesidad de que ésta conozca la
naturaleza esencial de la predicación. Para una concepción amplia y correcta de la
predicación hay que acudir no sólo a la Escritura, sino también a otros campos del
pensamiento humano, tales como la retórica y la psicología, por cuanto, la
predicación es tanto un acto divino como humano. En este capítulo sin embargo,
nos concretaremos al sentido teológico de la predicación.
1.04 El sentido teológico de la predicación se desprende del hecho de que es la
transmisión de un mensaje que se origina con Dios y se transmite por orden de
Dios. Como bien ha dicho Donald G. Miller: Predicar es venir a formar parte de un
evento dinámico en el cual el Dios viviente, el Dios redentor, reproduce su acto de
redención en un encuentro viviente entre El y los que escuchan a través del
predicador.165 Vista en toda su significación, la predicación tiene un carácter
teologal, cristológico, evangélico, antropológico, eclesial, escatológico, persuasivo,
espiritual y litúrgico.
1.1 El carácter teologal de la predicación
1.11 La predicación tiene su punto de partida en el amor de Dios y en la revelación
de ese amor. Amor infinito que dio origen a la auto-revelación de Dios, y que es a
la vez la causa de la predicación. De ahí que Miller nos advierta que la predicación
"no se centraliza en ideas humanas acerca de Dios, sino en lo que Dios ha
hecho..."166 1.12 La predicación deriva su energía del poder de Dios. Por tanto,
es un mensaje poderoso. Es tan poderoso que Dios mismo lo ha hecho el vehículo
para
165 Donald G. Miller, Fire in thy Mouth (Nashville: Abingdon, 1954), p.17.
166 The Biblical Background for Preachíng, Dictionary of Practica/ Theology
(Grand Rapids: Baker, 1967), p. 1.
salvar a los hombres. Como bien nos dice Pablo: "Pues ya que en la sabiduría de
Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a
los creyentes por la locura de la predicación- (1 Co. 1:21; cp. Ro. 10:12-15, 17).
1.13 De igual manera, la predicación recibe su autoridad de parte de Dios. Esa
autoridad se desprende del hecho de que es un mensaje que está arraigado en lo
que Dios ha dicho. Aún más, es un hecho que la autoridad inherente de la
predicación es el resultado de la presencia misma de Dios en el acto de la
predicación. La predicación es autoritativa porque el que predica no es el
predicador, sino Dios a través del predicador, de modo que la palabra predicada
viene a ser verdaderamente palabra de Dios.
1.14 El objetivo final de la predicación es el conocimiento de Dios. Por
consiguiente, la predicación no sólo halla su punto de partida en Dios y se lleva a
cabo por el poder y la presencia de Dios, sino que también tiene su fin en Dios, ya
que procura llevar a los hombres al conocimiento personal de Dios.
1.2 El carácter cristológico de la predicación
1.21 En segundo lugar, la predicación tiene carácter cristológico. Como el
mediador del nuevo pacto, que tiene como núcleo al evangelio, Cristo es el eje de
la predicación. Es él, por tanto, quien le da el contenido a la predicación, ya que
sin él no hay kerygma. Además, le da verdadero propósito, pues sin él no hay
salvación (He. 4:12).
1.22 La predicación debe ser, por lo tanto, cristocéntrica. Debe relacionar todas las
cosas: el orden socio-económico, político, cultural, educativo y religioso, con
Cristo. De igual manera, debe procurar compartir a Cristo como persona con las
masas despersonalizadas. Ello tiene implicaciones intelectuales y sicológicas. Es
decir, en la predicación no sólo se debe compartir ideas acerca de Cristo (su
señorío sobre la historia, su encarnación, muerte y resurrección, su ascensión y
segunda aparición), sino también la realidad de su persona. Esto último se logra
por medio de la experiencia y la personalidad del predicador cuando predica
movido por una experiencia personal con Cristo y saturado de Su poder.