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NOCIONES GENERALES
DE LA ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
2. Estatuto epistemológico
2. M. SCHELER, Philosophische
Weltanschauung, Gesammelte Werke, B.9, Bern 1976,
120.
3. M. HEIDEGGER, Kant und das Problem der
Metaphysik,Frankfurt 21951, 186.
3. El método
4. Precomprensión y lenguaje
tean los actuales filósofos del lenguaje 23. Para nuestro intento
basta recordar aquí que, como demostraron Durkheim y F. de
Saussure, la lengua es un hecho social o un hecho de
psicología social por lo que las palabras que utilizamos, vienen
ya matizadas por una historia previa 24.El lenguaje transmite,
consciente o inconscientemente, los deseos, las represiones,
las frustraciones del grupo social que lo habla y de la persona
que lo habla. Ya K.W. von Humboldt (1767-1835) uno de los
iniciadores del moderno análisis del lenguaje, reclamaba una
interpretación y un análisis que mostrase que cada lengua
contribuye a la formación de las representaciones diversas del
mundo en las diversas sociedades. Creía que la diferencia de
lenguas provenía menos de la diferencia de sonidos y de
signos que de las diferentes concepciones del mundo 25.
Por lo que hace al problema del lenguaje hay que decir con
Adam Schaff que es necesario matizar la naturaleza de los
signos. Hay signos que dirigen el pensamiento hacia otra
realidad diversa de ellos mismos, así sucede en los signos
arbitrarios: una bandera concreta es un signo que remite a un
país concreto; o en los signos naturales: el humo es un signo
que remite al fuego. En ellos se da una separación ontológica
entre el signo y lo significado, suficiente como para establecer
una autonomía propia que impide que el signo transparente lo
significado aunque remite a ello. Nuestra atención cognoscitiva
puede detenerse tanto en la realidad signo como en la realidad
a que el signo remite. Pero el conjunto de signos o símbolos
que forman el lenguaje tienen una peculiaridad única, exclusiva
del lenguaje, a saber, que son, por decirlo de alguna
manera, transparentes, es decir, que el material fónico que los
constituye permite que se trasluzca la realidad de lo
significado, más aún, en la misma palabra, en el mismo signo
se hace presente la realidad de lo significado. De aquí que las
palabras designan precisamente lo que transparentan en su
materialidad fónica. Por eso, la mente no fija su atención en el
signo sino en el significado. Sólo por una función abstractiva
podemos separar signo y significado. Es verdad que los signos
lingüísticos son arbitrarios, según los diversos idiomas, pero
eso no impide la transparencia gracias a la cual cuando
decimos hombre (homme, uomo, Mensch, Man, etc.) sabemos
con seguridad la naturaleza de lo que fundamentalmente
queremos expresar. Que luego esa expresión encuentre un
eco distinto en el ánimo de quien la pronuncia, o de quien la
oye, según su preconceptualización,
5. La persona sujeto-objeto
Con esto no negamos que las culturas, los grupos étnicos, los
paradigmas tradicionales, las tomas de postura del hombre
ante sí mismo y tantos otros factores puedan influir
accidentalmente en la percepción que un hombre tiene del
hombre. Lo reconocen autores tan sobresalientes como
Gehlen, Landsberg, Landmann, Heidegger, y es evidente por sí
mismo. Pero también aquí tenemos que decir que el
conocimiento humano puede hacer autocrítica e ir más allá de
estas determinaciones accidentales, para encontrar la realidad
o las realidades comunes y constitutivas de todo hombre, que
llamamos naturaleza humana. Sobre ella vendrá después la
cultura o las infinitas variantes de las diversas sociedades 39
6. Individuo y persona
6. Génesis, 2.7.
7. Génesis, 1.3.
8. 1 Carta de san Juan, 4.8-b.
9. San Mateo, 22, 37-39.
La trilogía libertad, igualdad, fraternidad que enarboló la
Revolución francesa como santo y seña de su combate, y que
ha decidido, en gran parte, el desarrollo posterior de los
derechos humanos sólo es explicable desde los postulados
cristianos en que se había educado la burguesía francesa.
Nunca hubiera surgido ese grito en la civilización india o en la
azteca. Ya los Profetas de Israel salen continuamente en
defensa del oprimido, del pobre, del extranjero, del huérfano y
de la viuda. Pero sobre todo desde el Evangelio, sabemos que
por obra de Cristo todos somos hijos de un mismo Padre, por
ello somos iguales y hermanos y el otro, sea quien fuere,
nunca es una bestia ni una cosa sino que merece mi máximo
respeto, mi ayuda y mi amor.
3. Los medievales
20. Hemos procurado evitar las citas de santo Tomás que serían
innumerables porque están repartidas por sus múltiples obras, y
porque el lector podrá encontrar más completa información sobre la
Antropología tomista en cualquiera de los grandes estudios como los
de E. GILSON, Le thomisme. buroduction ó la philosophie de S.
Thomas d'Aquin. Paris 51947; L. DE RAEYMAEKER, Introductio
generalis ad Thomismum. Lovaina 21934; M. GRABMANN. Thomas
von Aquin, 71946; J.M. MANSER, Das Wesen des
Thomismus. Freiburg 1917, etc. Como estudio exhaustivo sobre la
noción de persona en santo Tomás, cfr. E. FORMENT, Ser y
persona, Barcelona 21983; A. LOBATO O.P. (Dir), El pensamiento de
Santo Tomás de Aquino para el hombre de hoy, vol. I, El hombre en
cuerpo y alma. EDICEP, Valencia 1994.
5. Los racionales
En el siglo XIV, como consecuencia de un cierto hastío de las
bizantinas e inacabables discusiones entre las diversas
tendencias escolásticas, se había producido
6. Los empiristas
8. Los idealistas
9. Feuerbach y Marx
10. El Vitalismo.
3. De la biogénesis a la antropogénesis
didos del frío por una capa de pelo que además les permite
adaptarse a una variedad de condiciones climáticas. Todavía
en el Terciario aparecen los Primates, descendientes de una
rama de mamíferos. El nombre que han recibido es
significativo: Primates, los primeros. La evolución se encamina
hacia el hombre. Se caracterizan por los siguientes rasgos
propios: desarrollo del cerebro y consecutiva reducción del
rostro, presencia del pulgar cuya punta puede tocar a los otros
dedos, desarrollo de la vista estereoscópica, sustitución de las
garras por uñas, localización pectoral de las mamas,
conservación de la clavícula, presencia de dos huesos en la
pierna y en el antebrazo, de cinco dedos en las manos y en los
pies. Entre 70 y 40 millones de años no ha habido más que
estos Primates primitivos, llamados también Prosimios.
4. ¿Monogenismo o Poligenismo?
Tomado
de
JULES
LARLES,
La vie et
son
histoire.
Du big-
bang au
surhomm
e, París
1989,132
.
6. El principio antrópico
CARLOS VALVERDE
Antropología Filosófica
Valencia 2005, pág. 77 ss.
IV
FENOMENOLOGÍA DEL
COMPORTAMIENTO HUMANO
Sin embargo, en el caso del hombre, hay que decir que aunque
el psiquismo humano está determinado en su origen evolutivo,
por las transformaciones germinales, no está producido sólo
por ellas. La mera sensibilidad no puede producir por sí misma
una inteligencia, entre ambas existe una diferencia no gradual
sino cualitativa y esencial. La aparición de una psique
intelectiva es una innovación absoluta. Conserva la dimensión
sensitiva como momento esencial suyo, transformada, pero
tiene otro momento, intrínsecamente fundado en el sensitivo
pero que le transciende, es el momento intelectivo. Así la
psique del primer homínido hominizado
es esencialmente distinta de la psique animal del homínido
antecesor del hombre. Al ser esencialmente distinta no puede
estar efectuada por la transformación de la psique anterior. No
puede ser sino efecto de la Causa primera, es efecto de una
creación ex nihilo, como lo fue la creación de la materia. Esta
creación no es una irrupción externa de la Causa primera, de
Dios, en la especie animal, una especie de insuflación externa
de un espíritu en el animal que así quedaría convertido en
hombre. Esta manera de representarse la aparición del hombre
no pasa de ser un antropomorfismo. La creación ex nihilo no es
una mera adición. Las estructuras germinales
bioquímicas humanas exigen para su propia viabilidad la
presencia de la inteligencia es decir, la actuación de la psique
intelectiva. A su vez, la psique intelectiva es desde sí misma
esencialmente exigitiva de un cuerpo, por eso ha de tener,
como momento esencial suyo el tipo de psiquismo sensitivo. La
inteligencia será una inteligencia sentiente. La creación de una
psique intelectiva en una célula germinal no es adición sino
cumplimiento de una exigencia biológica de la célula germinal.
c) El hombre es un yo-sujeto
e) Función simbolizadora
fi El lenguaje
g) El arte
h) La ciencia
i) La ética
j) La religión
CARLOS VALVERDE
ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
V
EL CONOCIMIENTO HUMANO
3. El conocimiento sensible
5. El conocimiento intelectual
6. El conocimiento racional
48. Sobre estos problemas tal como se tratan hoy puede verse A.J.
AYER, Lenguaje, verdad y lógica, Buenos Aires 1965;
A. TARSKI, introducción a la lógica y a la metodología de las ciencias
deductivas, Madrid 1968; G. PATZIG, Sprache und Logik, Göttingen
1970; H. HERNES, Einführung in die mathematische Logik, Stuttgart
1969; J. LUKASIEWICZ,Aristotle 's Syllogistic, Oxford 1957.
52. He aquí un testimonio del optimismo scientista que hoy nos hace
sonreir: En un Congreso de Filosofía, tenido en Hamburgo el año 1911,
el científico alemán Wilhelm Ostwald (1853-1932) dijo: «Sabemos que,
para nosotros Ios monistas, el concepto de ciencia ocupa
irresistiblemente el puesto que el concepto de Dios había ocupado
hasta aquí para espíritus menos adelantados. Pues todos los deseos y
esperanzas, fines e ideales que la Humanidad había concentrado en el
concepto de Dios, nos los da cumplidamente la Ciencia» (cit. en
A. MESSER, La Filosofía en el siglo XIX, Madrid 1938-39, 174).
Estudia el problema de la mentalidad scientista, todavía hoy, en tres
autores muy representativos, Paul Davies (Newcastle). Richard
Dawkins (Oxford) y el muy conocido Stephen W. Hawking, y muestra
su falta de racionalidad, J.L. RUIZ DE LA PEÑA, Dios y el cientificismo
resistente, Salmanticensis, 39 (1992), 217-243.
2. El objeto de la voluntad
3. Los valores
Los valores más que cosas son cualidades que hacen valiosas
las cosas. Son las cualidades que dan a las cosas una
determinada importancia. Muchas cosas no se nos presentan
como neutras o indiferentes para nosotros. Necesitamos
conocer su importancia para nosotros, es decir, su valor. Por lo
demás, en la vida ordinaria nos estamos moviendo
continuamente impulsados por los valores. Si nos interesa la
adquisición de la ciencia, si admiramos la belleza de un
paisaje, si nos conmovemos por la generosidad o santidad de
una persona, si amamos a nuestros padres es porque
aprehendemos en esos objetos algo más que sólo el ser,
aprehendemos el ser como un valor con referencia a nuestra
persona. Si pudiéramos prescindir del valor, el mundo y la vida
nos resultarían neutros e insípidos.
4. La libertad humana
Otro tanto hay que decir de la vida legal. Ningún código civil,
ningún código penal tendría valor ni sentido alguno si no
fuéramos realmente libres. Pero desde que tenemos noticias
de la vida civil, desde el Código de Hammurabi (siglo XVIII-XVII
a.C.), hasta los Códigos de nuestros días, todas las leyes están
presuponiendo que podemos cumplirlas o que podemos
quebrantarlas.
Santo Tomás dice con frase audaz liberum est quod sui causa
est (es libre lo que es causa de sí mismo) 35,expresión que ya
nos está hablando de que la libertad es, en algún sentido, una
cierta «aseidad», una imitación, en el nivel de nuestro obrar, de
la «aseidad» divina, lo que ha planteado muchos problemas al
intentar conjugar el libre arbitrio humano con la omnipotencia y
la providencia de Dios sobre los hombres. No cabe duda que la
libertad es una excepción, un poco escandalosa, del
determinismo universal y del orden del mundo y, si es verdad
que la física contemporánea quiere suavizar este
determinismo, no lo anula; los niveles en los que juega el
supuesto indeterminismo cuántico y el del acto libre son muy
diferentes.
Fueron los ilustrados del siglo XVIII los que, por primera vez en
la Historia, pretendieron emanciparse lo más posible de las
ataduras de la sociedad, del Estado y de la religión para que
fuese el hombre y sólo el hombre el sujeto de la Historia. Se
provoca una ruptura con las instituciones, con la tradición y sus
normas. Sapere aude, dirá Kant 39, atrévete a pensar por ti
mismo y, consiguientemente, decide tú según lo que tu razón
te dicta. La libertad no es sino la obediencia a ti mismo. La so-
3. Mente-cerebro
Basten estos datos para hacerse una idea de esta nueva teoría
y de su falta absoluta de fundamentación. Se supone
gratuitamente lo que primero se debería probar y nunca se ha
probado ni se podrá probar porque es falso, a saber, que el
pensamiento es material, físico, mensurable. Nosotros creemos
haber probado
50.0. c. 422.
La afirmación del alma como forma del cuerpo no es, pues, una
teoría dualista, y lo afirma un filósofo fisicalista tan poco
sospechoso como Armstrong 58. Se llama dualismo a la
concepción de alma y cuerpo como dos substancias completas
y adecuadamente distintas (Platón, Descartes). Pero santo
Tomás ha hecho ver que el hombre es un yo encarnado, carne
animada o si se prefiere alma encarnada. El hombre entero es
alma y a la vez cuerpo. Como veremos más adelante, el
cuerpo humano es la expresión del alma hacia el mundo
sensible y hacia el mundo histórico. El hombre no es ni sólo
cuerpo ni sólo alma. Tampoco cuerpo más alma. Es todo
entero y al mismo tiempo lo uno y lo otro, alma y cuerpo.
Cuando vemos a alguien no vemos un cuerpo sino una
persona.
7. El cuerpo humano
Ante todo hay que recordar, con Max Scheler, que «la materia
y el alma, o el cuerpo y el alma, o el cerebro y el alma, no
constituyen una antítesis ontológica en el hombre» 84. Hoy ya
no se contempla el cuerpo como lo opuesto al alma, o como su
enemigo. Más bien se ve el espíritu como la más alta
coronación de la materia. La naturaleza corporal no se
encuentra realizada en ningún sitio más perfectamente que en
el hombre que es espíritu y porque es espíritu. El cuerpo
encuentra su valor más elevado, auténticamente humano,
precisamente en el espíritu. La materia, a pesar de su aparente
consistencia, es lo más frágil y sólo alcanza su plenitud de
sentido y de valor en el espíritu. En otro sitio hemos
denunciado el error de confundir lo material con el ser. Como
ya hemos recordado también, el sujeto espiritual llamado
hombre es, según la frase de Karl Rahner, «espíritu en el
mundo», espíritu encarnado. El cuerpo no es sólo instrumento
del espíritu, es como la modalidad que el espíritu toma en el
mundo. A la esencia del espíritu humano pertenece su
corporeidad. De ahí que sea desde el espíritu desde donde se
debe interpretar el cuerpo, no viceversa. Lo material es
pensable únicamente como elemento del y para el espíritu; al
ser asumida por el espíritu la materia llega a ser cuerpo
humano. El cuerpo –dice Rahner– es «la autorrealización
espacio-temporal del espíritu [...] aquello por lo que me realizo
a mi mismo en el mundo» 85. Así se explica mejor la verdadera
y real unidad de la naturaleza humana. Se diferencian sus dos
componentes pero son dos componentes de un ser uno y
único, de una totalidad, de una naturaleza que es la persona.
El hombre no puede ser reducido a cuerpo, como quieren los
materialistas, ni tampoco el cuerpo debe contemplarse como
una alienación del espíritu, como quiere el idealismo. Es, por el
contrario, una síntesis perfecta de dos realidades que se
funden en una única naturaleza y que juntas realizan todos los
actos humanos: sentir, conocer, amar, decidir, hablar, reír, etc.
85. K. RAHNER, Das Leib und das Heil, Mainz 1967, 38.
CARLOS VALVERDE
ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
VIII
EL DOLOR Y LA MUERTE
2. En busca de un sentido
3. La muerte y su significado
Han sido principalmente los vitalistas del siglo XIX y del XX los
que han hecho de la muerte un objeto particular de su reflexión
filosófica. Hemos citado ya a Schopenhauer y deberíamos citar
a Kierkegaard. Pero ha sido Nietzsche el que ha afrontado el
enigma de la muerte con su vehemencia característica. Por
mucho que quiera exaltar la figura de su superhombre, también
éste se hundirá al final en el fracaso de la muerte. Para
eliminar esa temible contingencia ha recuperado el mito griego
del eterno retorno. El hombre quiere una vida eterna, hay en él
una voluntad de eternidad (der Wille zum Verewigen) 30.
Zaratustra exclama. «¿Era esto la vida?, –diré a la muerte–
pues bien: ¡que se repita! [...]. Por amor a Zaratustra, ¡que se
repita! [...]. Toda alegría quiere eternidad; ¡quiere profunda
eternidad!» 31 En agosto de 1881 creyó tener una iluminación,
en Sills María, y en La gaya ciencia ya expone su teoría que
luego repite en Así hablaba Zaratustra: «Zaratustra, tú eres el
maestro del eterno retorno de las cosas, ¡ése es ahora tu
destino! [...]. Volveré con este sol, con esta tierra, con esta
águila, con esta serpiente, no para una vida nueva, ni para una
vida mejor o análoga. Volveré eternamente para esta misma
vida, igual en grande y también en pequeño a fin de enseñar
otra vez el eterno retorno de todas las cosas» 32.
Los ilustrados del siglo XVIII tenían como uno de sus dogmas
inconcusos el del progreso indefinido de la Humanidad. Hegel
lo puso en forma de dialéctica. No podemos hoy afirmar tanto
porque la Historia es obra de la libertad y la obra de la libertad
es imprevisible, pero sí podemos afirmar que estamos en un
proceso creciente, aunque titubeante, del dominio de la
Naturaleza por la Técnica y por la racionalidad. Este
crecimiento se ha hecho posible porque recibimos una
riquísima herencia del pasado, sobre él avanzamos y, además,
en el mundo actual nadie trabaja ya solo sino en vinculación
con muchos: la reflexión se ha hecho correflexión, la labor se
ha hecho colaboración. El trabajo ha creado una red tan
enorme de encuentros y relaciones mutuas que ya todos
dependemos de todos. Los múltiples y sorprendentes Medios
de comunicación social, cada día más sofisticados y eficaces,
han posibilitado esta complejísima dependencia y necesidad
que todos tenemos de todos. Impulsados principalmente por el
trabajo los hombres estamos cada vez más cerca unos de
otros. Teilhard de Chardin lo llamaba «Megasíntesis», porque
«todo lo que sube, converge» 45. Lo podemos llamar
solidaridad, aunque este concepto tiene dimensiones humanas
aún no exploradas en el mundo del trabajo y de la Técnica,
como es favorecer a todos y no ir jamás contra nadie, compartir
la carga de los demás, el sentido de corresponsabilidad, el de
copropiedad, el proceder escuchando a la conciencia recta que
nos dice qué es moralmente bueno y qué es moralmente malo.
Sin conciencia no hay solidaridad, ni persona.
Es claro que todo trabajo lleva consigo una fatiga. Pero eso,
que podria parecer un castigo es también un factor
humanizador, no sólo porque exige una fortaleza de ánimo
para perserverar, a pesar de todo, en el trabajo, sino porque
posibilita la paz y el disfrute del descanso merecido, esa
satisfacción tan profundamente humana que repercute en el
bienestar de la persona y de la familia. El reposo es también un
modo de actividad tan esencial al hombre como el trabajo para
que el
Pues bien, la ley que nos manda y nos enseña a vivir conforme
a nuestra naturaleza personal, se llama Ley natural. Es éste un
concepto muy combatido y, a veces, muy mal interpretado pero
lo consideramos de vital importancia, si se entiende
correctamente, para la vida de la persona en todas sus
dimensiones, singulares, familiares, sociales, políticas y
económicas. Por ello consideramos necesario detenernos,
siquiera sea brevemente, en él. El hombre es el único ser
moral, pero es necesario saber en qué se funda la moralidad.
Ante todo hay que decir que sin legislador no hay ley. Ahora
bien un legislador cuyos mandatos obliguen a toda persona,
siempre y en conciencia, sólo puede ser alguien que sea más
que los hombres, y ante el que los hombres sean
responsables, sólo puede ser Dios. Damos, pues, por un hecho
la existencia de un Dios Legislador, Providente y ante el que
somos responsables. Por eso, santo Tomás y
Por fin hay que subrayar aquí que tal como cierta teología
protestante entiende la relación del hombre con Dios, en ella el
hombre es reducido a «cosa» de Dios, una «cosa» de la que
Dios hace lo que bien le viene sin la menor consideración, ¡le
condena o le salva porque sí!, no mira al hombre como un hijo,
objeto de sus ternuras. De ahí el «temor y el temblor» ante
Dios al que Kierkegaard dedica una de sus obras. Por eso
hemos insistido en que la relación de Dios con el hombre es, y
no puede no ser sino una relación de amor.
CARLOS VALVERDE
ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA